viernes, 27 de noviembre de 2009

En nuestras manos

Viernes 27 de Noviembre de 2009
Editorial Diario El Nuevo Día
En vísperas de la reunión de Copenhague en la que se supone han de tomarse decisiones urgentes para amainar el acelerado deterioro de la atmósfera se oyen angustiosos llamados a morigerar las emisiones de gases contaminantes, a preservar la Amazonía, a cuidar las reservas de agua y, sobre todo, a evitar el despilfarro de recursos de cualquier índole.

El mundo se debate entre quienes derrochan sin sentido y quienes carecen de lo más elemental, pero son los primeros los que pueden tomar las decisiones para controlar la marcha suicida.No quiere eso decir que quienes carecen de los elementos para detener el viaje al abismo no puedan desde su entorno o acudiendo a su influencia hacer esfuerzos, que sumados, pueden producir un significativo efecto.Los polos no dejarán de derretirse por la acción de un colombiano del común, pero un trabajo mancomunado sí puede lograr que se deje de cultivar en ladera o alimentar ganado en las altas cumbres u oponerse a la tala inmisericorde o la contaminación de las fuentes de agua.
Para cualquiera de esas tareas no se requiere el beneplácito de las grandes potencias ni consensos interesados entre los depredadores, basta la organización de las comunidades y un trabajo político organizado.
Se puede iniciar exigiendo a los organismos protectores del ambiente, a alcaldías y gobernaciones, acciones concretas, inmediatas y efectivas. Con un empleo eficiente de los recursos y la ley para excluir a las altas cumbres de actividades económicas que generan deterioro.
La acción puede ejercerse mediante la adquisición o expropiación de predios y el ejercicio de la autoridad.Todavía los procesos son reversibles y en áreas deterioradas, si se deja actuar a la naturaleza, la vegetación retorna y las especies nativas recuperan su terreno en corto tiempo.
Un símbolo de ese renacimiento se advierte en la aparición de los árboles llamados sietecueros y resulta un canto a la vida y una alegría para el espíritu ver una de esas especies florecidas en terreno recuperado recientemente. Por cierto, mientras el sietecueros reaparece en libertad resulta casi imposible reproducirlo en cautiverio.

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