martes, 29 de junio de 2010

Palomino a cielo abierto

Entrevista a Gonzalo Palomino

El Nuevo Día VI 29 10


¿Cuál es su fórmula para poner fin a la radicalización y a la polarización regional en el debate minero actual?


Crear una gran cooperativa o entidad similar, en donde todos los tolimenses pudieran ser socios, con militancia activa, y una garantía del reparto de las utilidades.

¿Cuál es su posición en la discusión sobre la utilización de cianuro en la explotación minera en Cajamarca?

Muchos elementos de la tabla periódica son tóxicos para los animales y los humanos, por ello, Gaia los tiene escondidos, no deben usarse ni en el agua, ni en la atmósfera, ni en las comidas. Ya han ocurrido catástrofes por la irresponsabilidad económica: el mercurio en Minamata es la más recordada, aún tiene a mucha gente afectada. Igualmente hemos vivido los impactos de muchos insumos agrícolas mortales.

Hay temor regional por el futuro del recurso ‘agua’ una vez inicie la explotación aurífera en Cajamarca. ¿Son fundados o infundados estos temores? Por favor sustente su posición.

Cuando un producto químico es susceptible de hacer solución en líquidos, los factores que intervienen en la reacción son muchos: la temperatura, el tiempo y la concentración, pueden ser los más importantes; pero también debe considerarse en la reacción la posibilidad de retención en membranas, tejidos y aún en el mismo suelo, por ello la única recomendación posible es impedir el contacto del producto con el agua, líquidos o sustratos absorbentes.

¿Pueden coexistir en Cajamarca y la Meseta de Ibagué la agricultura y la explotación de oro?

En las posibles coexistencias en el planeta siempre será obligatorio diferenciar lo ambiental, lo económico y lo social. Y para nosotros, en condiciones nativas, es muy difícil, casi imposible, establecer los límites. Por ello nos referimos a lo ambiental, siempre insisto en soy Gayano, es decir que considero la cuestión ambiental desde la concepción de una entidad cibernética integrada en donde la evolución ha sido en función de la vida, nunca de lo económico, no son las ganancias económicas, sino el desarrollo y bienestar de los seres vivos, por ello creo en la imposibilidad de coexistencia.

¿A qué conclusión llegó después del viaje a Brasil?

No fue después de Brasil, es desde mucho antes. Te insistía en milito planetariamente, soy Gayano, esto quiere decir que somos del grupo plenamente convencidos de que el planeta se salva como una entidad, a partir de acciones locales. Que nos duelen desde las guerras radioactivas, el aumento de los carros, las enfermedades en expansión, el Golfo de México, la extinción de especies, hasta la explosión demográfica y los monocultivos para alimentar a los carros, por ello Brasil solamente ha consolidado mi militancia planetaria con la vida.

Los modelos de las minas de AngloGold Ashanti en Brasil ¿pueden ser aplicados con éxito en Cajamarca?

Primero, las minas no son de AngloGold Ashanti… segundo, la tecnología minera a cielo abierto no es – éticamente – aplicable en ningún lugar del mundo.

¿Qué piensa de los que afirman que una cosa es Minas Gerais y otra Cajamarca?

La mayor y mejor riqueza biológica que hemos heredado es la diversidad: vegetal, animal, étnica, topográfica, ecosistémica, hídrica, atmosférica y el mayor desastre que nos han impuesto es la homogenización del desarrollo, allí comenzó la decadencia de los pueblos. La sobrevivencia de la humanidad deberá soportarse en la originalidad local.

Con la compra de tierras para el proyecto La Colosa, hay expectativa por el futuro de los campesinos y pequeños propietarios que venden. ¿Hay, o no, por qué temer en cuanto a las vidas productivas de los agricultores?

La expansión de las potencias ha tenido una constante: Estados Unidos creció invadiendo, comprando, arrebatando, apropiándose, declarando guerras, enviando cuerpos de paz y creando corporaciones, cualquiera sea la forma siempre reposa sobre la ambición de apropiarse territorios y de sus gentes, de poner una estrella más en su bandera.

Para la opinión regional, pareciera que hubiesen posiciones encontradas entre los habitantes cajamarcunos –que podrían avalar-, y los agricultores de la Meseta de Ibagué –que se oponen- a la mina de oro ¿Cuál es su visión?

Eso puede ser cierto, pero no es una reacción de las gentes, su pasado y su localización; también es un problema de Estado, no existen políticas departamentales o municipales que tracen lineamientos sólidos a futuro. Los habitantes de Cajamarca viven sobre la vulnerabilidad de los suelos volcánicos, frente a la amenaza del Machín, sufren un túnel innecesario y una carretera que no les aporta mucho y en cuanto a los agricultores de la Meseta de Ibagué, pensada hasta el río Magdalena, son tolimenses berracos, que con su monocultivo se enfrentan a los vaivenes de la globalización, a los caprichos de la transnacionales, a los transgénicos de Monsanto, a los contrabandos del grano, a los costos de los insumos, y todo ello frente al peligro de la contaminación y agotamiento del agua; si insistes en mi visión, podríamos: aprovechar la coyuntura para socializar las fuentes de agua que bajan de la cordillera.

También la opinión ha percibido una ruptura y contraposición entre AngloGold Ashanti y la autoridad ambiental regional –Cortolima-, ¿cuál es su análisis?

No... Eso es una cuestión de genes: genes nativos, auténticos berracos, contra una transgénesis sin origen reconocido.

Algunas voces críticas, consideran que el aporte por regalías del cuatro por ciento –que es lo legal- es bajo, en el proyecto La Colosa. ¿Qué piensa? ¿Habría espacio para otras opciones en este ítem de distribución de la riqueza?, ¿cuáles?

La opción que más me gusta es la nacionalización de las minas en todo el territorio nacional, ya lo han hecho otros países con mucho éxito. Es que es nuestra cultura, en nuestro territorio, en nuestra ecología, con nuestra agua, con nuestros bosques, nuestra atmósfera y con nuestra gentes. ¿Por qué diablos vamos a regatear regalías con algo que es totalmente nuestro?

El Alcalde de Cajamarca dice que las tierras en Cajamarca están ‘cansadas’ por los agroquímicos (que incluso cada vez hay menos lombrices de tierra y hasta sapos) y que la productividad en cultivos actualmente es baja. ¿Es responsable en el discurso ambiental pensar en dejar para siempre en el subsuelo el oro, quedando sepultada la opción de generación de empleo y recursos para los Cajamarcunos?

Recuerde que en Bello Horizonte le insistí en que de acuerdo con nuestro líder intelectual James Lovelock, en su Teoría Gaia, las sociedades humanas han maltratado tanto al planeta que ya lo tenemos muy deteriorado en su equilibrio ambiental, que los síntomas, desde la crisis climática, la extinción de especies, la tala sistemática de los bosques, la intoxicación de los suelos, los deshielos, los derrames de petróleo, y aún las crisis económicas, nos están indicando que solamente tenemos planeta chévere para unos 15 años, si se cumplen los pronósticos, como todo parece indicar. ¿Qué nos importa si la vida, el patrimonio, y nuestra cultura también queda sepultada en el subsuelo conel oro?

Finalmente hay dos posiciones en la discusión de La Colosa en Cajamarca. Usted hace parte de una de ellas. ¿Qué mensaje o reflexión le envía a su contraparte ideológica?

Nosotros, con Suna Hisca, hacemos talleres por todas partes, y cuando terminamos cada evento, en un acto especial, como de oración, entregamos a los participantes una postal que tiene por un lado los Diez Mandamientos Ecológicos y por el otro al Divino Niño y creemos que esa plegaria es oportuna como reflexión final:

I. Tierra nuestra que estas en el universo

II. tú que giras y giras para darnos vida

III. que vas cargada de agua en tus venas

IV. que eres quien liberas el oxigeno que necesitamos

V. creadora de plantas, animales y del hombre inteligente.

VI. tú que cometiste el error de darnos mucha libertad ambiental

VII. y dotaste al ser humano con muchas herramientas peligrosas

VIIII. para arriesgar tu continuidad planetaria

IX. te rogamos, nos perdones por cuanto no supimos lo que hicimos

X. y te pedimos nos des una segunda oportunidad.

Entrevista publicada en la Revista Diez, junio de 2010

domingo, 27 de junio de 2010

Vendrán más pesadillas energéticas al estilo de BP

Michael Klare


TomDispatch



Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens





Introducción del editor de TomDispatch

¿No es extraño que, no importa lo terribles sean las noticias del Golfo, los medios todavía no pueden dejar de presentar una narrativa de esperanza influenciada por BP? Mi periódico local publicó hace poco el siguiente titular: “Señales de esperanza al capturar BP cantidades récord de petróleo”. El artículo se basa en un informe de BP de que, el jueves pasado, su tristemente inadecuado y mal ajustado “tapón” había capturado más de 25.000 barriles de la fuga de petróleo –es decir, cinco veces más de lo que afirmó durante mucho tiempo que se derramaba de su pozo averiado (25 veces más de lo que había sugerido originalmente).

Ante cálculos semioficiales del orden de 35.000 a 60.000 barriles vertidos por día (y esas cifras aumentan regularmente), esto representa una extraña versión de noticias esperanzadoras. No presagia nada bueno que, a finales de julio, cuando un nuevo “tapón”, más grande, “más ajustado” se haya instalado, BP apunta a capturar hasta 80.000 barriles al día (es decir 20.000 barriles más de lo que había reconocido públicamente que podía salir del fondo del Golfo). En todos los artículos semejantes, la verdadera narrativa de esperanza, sin embargo, involucra los pozos de alivio, el primero de los cuales está ahora dentro de “60 metros” del pozo averiado. Usualmente, la fecha indicada para que uno de esos pozos alivie el derrame se indica como “comienzos de agosto” o “mediados de agosto” y se dice regularmente que la perforación de esos pozos avanza “más rápido de lo previsto”.

Sean cuales sean las “señales de esperanza", sin embargo, ya han sido desprestigiadas por el continuo vertido de la realidad. El mismo día en el que BP anunció su captura de 25.000 barriles, también se informó de que inmensas cantidades de metano se estaban esparciendo dentro del Golfo. Evidentemente, esto generalmente no se habría considerado (o se había informado poco al respecto), a pesar de que metano en altas concentraciones puede agotar el oxígeno del agua y así sofocar la vida marina, creando vastas zonas muertas e inhibiendo la descomposición natural del petróleo vertido. Según John Kessler, oceanógrafo de la universidad A&M de Texas, el vertido de Deepwater Horizon representa “la más vigorosa erupción de metano en la historia humana moderna”.

Mientras tanto, si se lee con cuidado, se notará que esos pozos de alivio no son algo seguro. Puede que no cumplan la tarea hasta el otoño o incluso, en el peor de los casos, Navidad, o (incluso en un caso peor) podrían fallar enteramente, dejando que el pozo derrame petróleo y gas natural (con su metano) durante lo que se piensa serían entre dos y cuatro años más. Y no olvidemos el mal tiempo generalizado, así como la estación de los huracanes que llega al Golfo, la posibilidad de que el revestimiento del pozo se pueda resquebrajar o erosionar –lo que quiere decir aún más derrame o fuga– y que una “limpieza” en la cual según el secretario del interior Ken Salazar, el ecosistema del Golfo sería “restaurado y tonificado”, no podría lograrse, como escribió recientemente Naomi Klein , “por lo menos en un plazo que podamos concebir fácilmente”.

Peor todavía, el desastre en el Golfo se trata en gran parte como una pesadilla que ocurrirá una sola vez. No es así. Considerad nuestro potencial Chernobyl estadounidense sólo como un precursor de un futuro repleto de “inesperados” mega-desastres energéticos, como sugiere Michael Klare, colaborador regular de TomDispatch y autor del invaluable Rising Powers, Shrinking Planet.

Tom

Vendrán más pesadillas energéticas al estilo de BP

Cuatro panoramas para el próximo mega-desastre energético

Michael Klare

El 15 de junio, en su testimonio ante el Comité de Energía y Comercio de la Cámara, los jefes ejecutivos de las principales compañías petroleras de EE.UU. argumentaron que el desastre de Deepwater Horizon de BP fue una aberración –algo que no habría ocurrido con una supervisión corporativa adecuada y que no volverá a ocurrir una vez que se hayan introducido medidas adecuadas. Es falaz, si no una mentira absoluta. La explosión de Deepwater Horizon fue el resultado inevitable de un esfuerzo implacable por extraer petróleo de sitios cada vez más profundos y más peligrosos. De hecho, mientras la industria continúe con su implacable e imprudente busca de “energía extrema” –petróleo, gas natural, carbón y uranio obtenidos de áreas geológica, ecológica y políticamente inseguras– más calamidades semejantes están destinadas a ocurrir.

Al comienzo de la era industrial moderna, los combustibles básicos eran fáciles de obtener de grandes depósitos de energía cercanos en sitios relativamente seguros y amistosos. El ascenso del automóvil y la extensión de los suburbios, por ejemplo, fueron posibilitados por la disponibilidad de petróleo barato y abundante de grandes reservas en California, Texas y Oklahoma, y de las aguas poco profundas del Golfo de México. Pero esos depósitos de carbón, gas y uranio y otros equivalentes se han agotado. Esto significa que la supervivencia de nuestra civilización centrada en la energía depende cada vez más de suministros obtenidos de ubicaciones arriesgadas –profundas bajo tierra, alejadas en el mar, al norte del círculo ártico, en complejas formaciones geológicas, o en entornos políticos inseguros- Eso garantiza el equivalente de dos, tres, cuatro, o más desastres del estilo del vertido del Golfo en nuestro futuro energético.

De vuelta en 2005, el presidente de Chevron, David O’Reilly, describió la situación de modo tan terminante como podía hacerlo un ejecutivo petrolero. “Una cosa es clara,” dijo, “la era del petróleo fácil se acabó. La demanda aumenta como nunca antes… Al mismo tiempo, muchos de los campos petrolíferos y gasísticos del mundo son viejos. Y los nuevos descubrimientos de energía ocurren sobre todo en sitios donde los recursos son difíciles de extraer, física, técnica, económica e incluso políticamente”.

O’Reilly prometió entonces que su firma, como los demás gigantes de la energía, haría todo lo necesario para conseguir esa “difícil energía” a fin de satisfacer la creciente demanda global. Y demostró ser un hombre de palabra. Como resultado BP, Chevron, Exxon, y el resto de los gigantes de la energía lanzaron una campaña para obtener combustibles tradicionales de lugares peligrosos, creando el marco para el desastre del Golfo de México y otros que seguramente le seguirán. Mientras la industria permanezca en ese camino, en lugar de emprender la transición hacia un futuro de energía alternativa, más catástrofes semejantes serán inevitables, no importa cuán sofisticada sea la tecnología o escrupulosa la supervisión.

La única pregunta es: ¿Cómo será el próximo desastre Deepwater Horizon (fuera de otro desastre Deepwater Horizon)? Las alternativas son muchas, pero hay cuatro panoramas posibles para futuras calamidades energéticas de una escala como la del Golfo. Ninguna de ellas es inevitable, pero cada una tiene realmente una base plausible.

Panorama 1: Terranova – Plataforma Hibernia destruida por iceberg

Aproximadamente a 300 kilómetros de la costa de Terranova, en lo que los locales llaman “Iceberg Alley” [Callejón de los Iceberg] se encuentra la plataforma petrolera Hibernia, la mayor instalación de perforación mar adentro del mundo. Construida a un coste de unos 5.000 millones de dólares, Hibernia consiste en una instalación “de superficie” de 37.000 toneladas montada sobre una estructura de base de gravedad (GBS) de 600.000 toneladas de acero y hormigón depositada en el piso del océano, a unos 79 metros bajo la superficie. Esta instalación mamut, normalmente dotada de 185 miembros del personal, produce unos 135.000 barriles de petróleo diarios. Cuatro compañías (ExxonMobil, Chevron, Murphy Oil, y Statoil), más el Gobierno de Canadá, participan en la sociedad conjunta establecida para operar la plataforma.

La plataforma Hibernia está reforzada para resistir un impacto directo de uno de los icebergs que regularmente surcan este trecho de agua, ubicado sólo a unos pocos cientos de kilómetros de donde el Titanic chocó con un iceberg y se hundió en 1912. Dieciséis gigantescos nervios de acero sobresalen de la GBS, posicionados de manera que absorban el golpe de un iceberg y lo distribuyan por toda la estructura. Sin embargo, la GBS misma es hueca, y contiene un contenedor de almacenamiento para 1,3 millones de barriles de petróleo crudo –unas cinco veces la cantidad liberada en el vertido del Exxon Valdez en 1989.

Los propietarios de la plataforma Hibernia insisten en que el diseño resistirá un choque incluso del mayor iceberg. A medida que avanza el calentamiento global y se derriten los glaciares de Groenlandia, sin embargo, bloques masivos de hielo saldrán flotando hacia el Atlántico del Norte en una trayectoria que pasa por Hibernia. Si se agrega el incremento de la actividad de tormentas (otro efecto del calentamiento global) a un aumento en la frecuencia de los icebergs, tenemos una fórmula para doblegar las defensas de Hibernia.

El panorama es el siguiente: Estamos en el tormentoso invierno de 2018, una situación que no es poco común en el Atlántico del Norte en esa época del año. Los vientos exceden los 130 kilómetros por hora, la visibilidad es cero, y los aviones de observación de icebergs no pueden despegar. Olas inmensas se elevan a alturas de 15 metros o más, dejando paralizados en los puertos a los gigantescos remolcadores que los propietarios de Hibernia utilizan para apartar los icebergs de la plataforma. La evacuación del personal por barco o helicóptero es imposible.

Sin advertencia previa, un gigantesco iceberg impulsado por la tormenta choca contra Hibernia, rompiendo la GPS y derramando más de un millón de barriles de petróleo a las aguas agitadas. La instalación en la superficie se separa de la estructura de base y cae al océano, matando a los 185 miembros del personal. Toda conexión con los pozos submarinos se rompe y 135.000 barriles de petróleo comienzan a fluir al Atlántico cada día (aproximadamente el doble de la cantidad que actualmente sale del vertido de BP en el Golfo de México). Es imposible llegar al área por avión o barco por el constante mal tiempo, lo que significa que no se pueden emprender reparaciones de emergencia durante semanas –no hasta que por lo menos otros cinco millones de barriles de petróleo se han derramado en el océano- Como resultado, uno de los caladeros más prolíficos del mundo –los Grandes Bancos de Nueva Escocia, New Brunswick, y Cabo Cod- resulta totalmente envenenado.

¿Suena exagerado? Pensadlo otra vez. El 15 de febrero de 1982, una gigantesca plataforma de perforación semi-sumergible, Ocean Ranger, estaba operando en el mismo sitio que ocupa ahora Hibernia cuando fue impactada por olas de 15 metros en una tormenta y se hundió, dando muerte a 84 miembros de la tripulación. Como no se estaba perforando, no hubo consecuencias ecológicas, pero la pérdida de la Ocean Ranger –una plataforma muy parecida a Deepwater Horizon– debería recordar hasta qué punto son vulnerables estructuras, que de otra manera son fuertes, ante la furia invernal del Atlántico Norte.

Panorama 2: Nigeria – Cenagal del petróleo de EE.UU.

Ahora Nigeria es el quinto proveedor principal de petróleo de EE.UU. (después de Canadá, México, Arabia Saudí y Venezuela.) Preocupados desde hace tiempo por la posibilidad de que la agitación política en Oriente Próximo pueda disminuir el flujo de petróleo de Arabia Saudí, precisamente cuando los principales campos de México llegan a un estado de agotamiento, los funcionarios estadounidenses han trabajado duro para aumentar las importaciones de Nigeria. Sin embargo, la mayor parte del petróleo de ese país proviene de la atribulada región del Delta del Níger, cuyos residentes empobrecidos reciben pocos beneficios pero todo el daño ecológico de la extracción de petróleo. Como resultado, han tomado las armas en un intento de lograr una mayor participación en los ingresos que el Gobierno nigeriano cobra de las compañías energéticas extranjeras que realizan las perforaciones. A la cabeza en esta campaña está el Movimiento por la Emancipación del Delta del Níger (MEND, por sus siglas en inglés), un grupo variopinto de guerrilla que ha demostrado notables éxitos en la desestabilización de las operaciones de la compañía petrolera.

El Departamento de Energía de EE.UU. (DoE) estima la capacidad de producción de petróleo de Nigeria en unos 2,7 millones de barriles diarios. Debido a la actividad insurgente en el Delta, sin embargo, la producción real ha caído significativamente por debajo de esta cifra. “Desde diciembre de 2005, Nigeria ha sufrido un aumento del vandalismo contra oleoductos, secuestros y ocupaciones de instalaciones petroleras por militantes en el Delta del Níger”, informó el departamento en mayo de 2009. “Los secuestros de trabajadores petroleros para obtener rescate son comunes y las preocupaciones por la seguridad han llevado a algunas compañías de servicios a retirarse del país”.

Washington considera que la insurgencia constituye una amenaza para la “seguridad energética” de EE.UU. y por lo tanto un motivo para ayudar a los militares nigerianos. “La interrupción del suministro de Nigeria representaría un golpe importante para la seguridad petrolera de EE.UU.”, señaló el Departamento de Estado en 2006. En agosto de 2009, en una visita a Nigeria, la secretaria de Estado Hillary Clinton prometió aún más ayuda militar para utilizarla en la protección del petróleo.

Éste, por lo tanto, es el panorama Nº 2: Estamos en 2013. La insurgencia del Delta no ha hecho más que aumentar, reduciendo la producción de petróleo de Nigeria a un tercio de su capacidad. La demanda global de petróleo es sustancialmente superior y sigue aumentando, mientras la producción cae por doquier. Los precios de la gasolina han llegado a 5 dólares por galón en EE.UU. sin que haya un final a la vista, y la economía parece orientarse hacia otra profunda recesión.

El Gobierno civil en Abuya, la capital –que apenas funciona– es derrocado por una junta militar dominada por musulmanes que promete imponer el orden y restaurar el flujo de petróleo en el Delta. Algunos elementos cristianos de las fuerzas armadas desertan pronto y se unen al MEND. Las instalaciones petroleras en todo el país son atacadas de repente; los oleoductos son atacados con bombas, mientras secuestran o matan a los trabajadores extranjeros del petróleo en cantidades récord. Las compañías petroleras extranjeras, que llevan la voz cantante, comienzan a clausurar sus operaciones. Los precios globales del petróleo se disparan.

Cuando una docena de trabajadores petroleros estadounidenses son ejecutados y una cantidad similar secuestrada por un nuevo grupo rebelde, el presidente se dirige a la nación desde el Despacho Oval, declara que la seguridad energética de EE.UU. está en peligro y envía a 20.000 soldados marines al Delta para unirse a las fuerzas de Operaciones Especiales que ya se encuentran en el lugar. Las importantes instalaciones portuarias se protegen inmediatamente, pero la fuerza expedicionaria estadounidense se ve pronto literalmente ante un cenagal de petróleo, un paisaje casi inimaginable de vertidos de petróleo en el cual combaten contra una serie de insurgencias entrelazadas que no muestran señales de desaparecer. Las bajas aumentan mientras tratan de proteger remotos oleoductos en un pantano impenetrable que no es diferente del Delta del Mekong famoso por la Guerra de Vietnam.

¿Suena poco plausible? Considerad lo siguiente: en mayo de 2008 el Comando de Entrenamiento y Doctrina de EE.UU. y el Comando Conjunto de Fuerzas realizaron una simulación de crisis en el U.S. Army War College en Carlisle, Pensilvania, que presentaba precisamente un panorama semejante, también fijado en el año 2013. La simulación: “Unified Quest 2008” estaba vinculada a la formación del Comando África de EE.UU. (Africom), la nueva organización de combate establecida por el presidente Bush en febrero de 2007 para supervisar las operaciones militares estadounidenses en África. Una crisis relacionada con el petróleo en Nigeria, se sugería, representaba uno de los panoramas más probables para una intervención de fuerzas estadounidenses asignadas a Africom. Aunque el ejercicio no aprobó explícitamente una acción militar de este tipo, dejó pocas dudas de que una reacción semejante sería la única alternativa posible para Washington.

Panorama 3: Brasil – Ciclón se desata sobre instalaciones petrolíferas “pre-sal”

En noviembre de 2007, la compañía petrolera semi-estatal de Brasil, Petróleo Brasileiro (Petrobras), anunció un notable descubrimiento: en un área del sur del Atlántico, a unos 290 kilómetros de la costa de Rio de Janeiro, había encontrado una gigantesca reserva de petróleo enterrada bajo 2,4 kilómetros de agua y una gruesa capa de sal. Llamado petróleo “pre-sal” por su singular ubicación geológica, se calcula que el depósito contiene entre 8 y 12.000 millones de barriles de petróleo, convirtiéndolo en el mayor descubrimiento en el Hemisferio Occidental en 40 años. Más perforaciones de prueba de Petrobras y sus socios revelaron que el descubrimiento inicial –en un campo llamado Tupí– está vinculado a otros yacimientos “pre-sal” en aguas profundas, llevando el potencial total mar adentro a 50.000 millones de barriles o más. (Para ponerlo en perspectiva, se cree que Arabia Saudí posee reservas de 264.000 millones de barriles, y EE.UU. de 30.000 millones.)

Con este descubrimiento, Brasil podría “pasar de ser un productor mediano a ser uno de los mayores productores del mundo”, dijo Dilma Rousseff, Ministra de la Presidencia del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, considerada como su más probable sucesora. Para asegurar que el Estado brasileño ejerza el control en última instancia sobre el desarrollo de esos yacimientos, el presidente da Silva, “Lula”, como se le conoce genralmente, y Rousseff han introducido legislación en el Congreso brasileño para otorgar control a Petrobras sobre todos los nuevos campos de la zona. Además, Lula ha propuesto que los beneficios de los campos pre-sal se canalicen a un nuevo fondo social para aliviar la pobreza y el subdesarrollo en el país. Todo esto ha creado un inmenso interés del Gobierno en el desarrollo acelerado de los campos pre-sal.

La extracción de petróleo a 2,4 kilómetros bajo del agua y debajo de 3,9 kilómetros de tierras movedizas y sal requerirá, sin embargo, la utilización de tecnología aún más avanzada que la empleada en Deepwater Horizon. Además, los campos pre-sal están entremezclados con capas de gas a alta presión (como parece que ha sido el caso en el Golfo), aumentando el riesgo de una explosión. Brasil no experimenta huracanes como el Golfo de México, pero en 2004 sus costas fueron asoladas por un ciclón subtropical sorpresa que alcanzó la fuerza de un huracán. Algunos climatólogos creen que tormentas similares a huracanes de este tipo, que solían ser desconocidas en el Sur del Atlántico, se harán más comunes a medida que aumenta el calentamiento global.

Lo que nos lleva al panorama Nº 3: Estamos en el año 2020, para cuando el área pre-sal frente a Río albergará cientos de plataformas de perforación en aguas profundas. Imaginad, entonces, un ciclón subtropical con vientos de fuerza de huracán y masivas olas que repentinamente afecta esta área, derribando docenas de plataformas, dañando la mayoría de las demás y eliminando en horas una inversión de más de 200.000 millones de dólares. Por haber recibido una advertencia de varios días, la mayoría de las tripulaciones de esas plataformas han sido evacuadas. Vientos inusitados, sin embargo, derriban varios helicópteros matando a 50 trabajadores petroleros y miembros de las tripulaciones. Para aumentar ese horror, fallan los intentos de sellar tantos pozos submarinos a profundidades semejantes, y petróleo en cantidades sin precedentes históricos comienza a derramarse en el Atlántico Sur. A medida que el ciclón crece hasta alcanzar su fuerza máxima, olas gigantescas llevan inexorablemente el petróleo hacia la costa.

Ya que el ataque impulsado por la tormenta no se puede detener, las famosas playas blancas como la nieve de Rio de Janeiro pronto están cubiertas de una capa de pegajoso petróleo negro, y en cosa de semanas, partes de las aguas costeras de Brasil se han convertido en un “océano muerto”. Los esfuerzos de limpieza, cuando finalmente comienzan, resultan ser excesivamente difíciles y costosos, aumentando infinitamente la carga financiera del Estado brasileño, agobiado ahora por una Petrobras destrozada y en bancarrota. Mientras tanto, la lucha por sellar todos los pozos pre-sal con filtraciones en la profundidad del Atlántico resulta ser una tarea hercúlea mientras, un mes tras el otro, el petróleo se sigue derramando en el Atlántico.

Panorama 4: Mar chino del este –un enfrentamiento por gas submarino

Hubo un tiempo en el cual la mayoría de las guerras entre Estados se libraban por disputas fronterizas o por conflictos territoriales. Actualmente, la mayoría de las fronteras se fijan por tratados internacionales y se libran pocas guerras por los territorios. Pero aumenta un nuevo tipo de conflicto: contiendas por fronteras marítimas disputadas en áreas que contienen valiosos recursos submarinos, particularmente depósitos de petróleo y gas natural. Semejantes disputas ya han ocurrido en el Golfo Pérsico, en el Mar Caspio, los mares chinos del este y del sur, y otras masas de agua limitadas. En cada caso, los Estados circundantes reivindican amplias zonas mar adentro que se superponen, causando –en un mundo que puede estar cada vez más hambriento de energía– disputas potencialmente explosivas.

Una de ellas es entre China y Japón por su frontera común en el Mar chino del este. Según la Convención de las Naciones Unidas sobre la Ley del Mar, que ha sido firmada por ambos países, cada cual puede ejercer control sobre una “zona económica exclusiva” (EEZ) que se extiende a 200 millas náuticas (unos 370 kilómetros) de su línea costera. Pero el Mar chino del este sólo tiene 579 kilómetros en su punto más ancho entre los dos países. Ya veis el problema.

Además, la convención de la ONU permite que los Estados continentales reivindiquen una EEZ ampliada, que se extiende a su plataforma continental exterior (OCS). En el caso de China, eso significa casi toda la distancia a Japón –o por lo menos es lo que dicen los chinos- Japón insiste en que la frontera mar adentro entre los dos países debería estar a mitad de camino entre ellos, o sea unos 290 kilómetros de cada costa. Eso significa que ahora hay dos fronteras en disputa en el Mar chino del este. Como lo quiso el destino, en el área gris entre ellas se encuentra un promisorio campo de gas natural llamado Chunxiao por los chinos y Shirakaba por los japoneses. Ambos países pretenden que el yacimiento está dentro de su EEZ y que sólo ellos pueden explotarlo.

Durante años, los funcionarios chinos y japoneses se han estado reuniendo para solucionar esta disputa –sin resultados. Mientras tanto, cada lado ha tomado pasos para iniciar la explotación del yacimiento de gas submarino. China ha instalado plataformas de perforación hasta la línea intermedia reivindicada por Japón como su frontera y perfora ahora en busca de gas; Japón ha realizado estudios sísmicos en el área gris entre las dos líneas. China afirma que las acciones de Japón representan una infracción ilegal; Japón dice que las plataformas chinas están absorbiendo gas del lado japonés de la línea intermedia, y que por lo tanto está robando su propiedad. Cada lado ve esta disputa a través de un prisma extremadamente nacionalista y no parece dispuesto a ceder. Ambos lados han desplegado fuerzas militares en el área en cuestión, tratando de demostrar su determinación de imponerse en la disputa.

Éste, por lo tanto, es el panorama Nº 4: Estamos en el año 2022. Sucesivos intentos de solucionar la disputa fronteriza mediante negociaciones han fracasado. China ha instalado una cadena de plataformas de perforación a lo largo de la línea intermedia reivindicada por Japón y, según los funcionarios japoneses, ha tendido tubos de perforación submarinos profundamente dentro del territorio japonés. Un gobierno derechista ultranacionalista ha tomado el poder en Japón, prometiendo imponer finalmente el control sobre el territorio soberano japonés. Buques de perforación japoneses, acompañados por escoltas navales y aviones de caza, se envían al área reclamada por China. Los chinos responden con sus barcos de guerra y ordenan a los japoneses que se retiren. Las dos flotas convergen y comienzan apuntarse con cañones, misiles y torpedos.

En ese momento, se impone la “niebla de la guerra” (en la famosa frase del teórico Carl von Clausewitz). Cuando un barco chino se acerca peligrosamente a un buque japonés en un intento de ahuyentarlo, el capitán del buque entra en pánico y ordena a su tripulación que abra fuego; otras tripulaciones japonesas, desobedeciendo órdenes de sus oficiales superiores, hacen lo mismo. Dentro de poco, se desarrolla una batalla naval generalizada, con varios barcos hundidos y cientos de bajas. Aviones japoneses atacan entonces las plataformas chinas de perforación cercanas, produciendo cientos de víctimas adicionales y otro desastre ecológico en aguas profundas. En ese momento, mientras ambas partes llevan refuerzos y se preparan para una guerra generalizada, el presidente de EE.UU. hace una visita de emergencia a la región en un esfuerzo desesperado por negociar un alto el fuego.

Un panorama de este tipo no deja de ser plausible. Desde septiembre de 2005, China ha desplegado un escuadrón naval en el Mar chino del este, enviando sus barcos directamente hasta la línea intermedia, una frontera que existe en documentos japoneses pero que no es, claro está, visible a simple vista (y por lo tanto se puede violar fácilmente). En una ocasión, los aviones navales japoneses volaron cerca de un barco chino de una manera que debió parecer amenazadora y llevó a la tripulación a apuntar sus cañones antiaéreos hacia el avión que se acercaba. Por suerte no hubo disparos. ¿Pero qué habría ocurrido si el avión japonés se hubiera acercado un poco más, o si el capitán chino hubiese estado un poco más preocupado? Uno de estos días, cuando esos suministros de gas sean más valiosos y la situación se haga más delicada, el resultado podría no ser tan benigno.

Son, evidentemente, sólo unos pocos ejemplos de por qué es seguro que ocurrirán catástrofes como la de BP en un mundo que depende cada vez más de suministros de energía obtenidos en ubicaciones remotas y peligrosas. Aunque no se puede garantizar que suceda alguna de estas calamidades específicas, es seguro que algo semejante ocurrirá, a menos que ahora adoptemos pasos drásticos para reducir nuestra dependencia de combustibles fósiles y aceleremos la transición a un mundo poscarbono. En un mundo semejante, la mayor parte de nuestra energía provendría de fuentes renovables, eólicas, solares y geotérmicas que son de lo más común y que no hay que buscar a un kilómetro o más bajo el agua o en el norte obstruido por el hielo. Tales recursos generalmente no estarían ligados al tipo de disputas fronterizas o territoriales que pueden producir futuras guerras por recursos.

Hasta entonces, preparaos. El desastre en el Golfo no es una anomalía. Es una flecha que muestra nuestras futuras pesadillas.

Michael T. Klare es profesor de estudios de Paz y Seguridad Mundial en el Hampshire College. Su último libro es Rising Powers, Shrinking Planet: The New Geopolitics of Energy (Metropolitan Books).

Copyright 2010 Michael T. Klare

Fuente: http://www.tomdispatch.com/post/175264/tomgram%3A_michael_klare%2C_the_coming_era_of_energy_disasters/#more

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Minería de montaña, al banquillo

Por Manuel Rodríguez Becerra


El Tiempo VI 27 10

Doce científicos pertenecientes a prestigiosos centros académicos norteamericanos solicitaron recientemente al gobierno de Estados Unidos una moratoria en el otorgamiento de permisos para la minería de carbón a cielo abierto en zonas de montaña en virtud de los graves impactos ambientales que se han registrado en los últimos treinta años.


Es un hecho que no podemos ignorar ahora que Colombia está entrando en una era de intensificación de la minería en los ecosistemas de montaña, que, no sin razón, ha sido objeto de una creciente controversia pública, como lo evidencian los casos de los proyectos para la extracción de oro en el páramo de Santurbán, en Santander, y en La Colosa, en el Tolima.

La mencionada solicitud al gobierno norteamericano no es el producto de unos ambientalistas de cabeza caliente, como lo estarán pensando algunos de los lectores. Se trata de un estudio aparecido en la revista Science (enero del 2010), que examina los resultados de cerca de treinta investigaciones científicas, publicadas y sometidas a revisión por parte de pares académicos, que han evaluado el impacto ambiental de este tipo de minería en la región de los Apalaches, que representa el 10 por ciento de la producción de carbón de los Estados Unidos. Se concluye que, como resultado de los métodos de manejo y disposición de los gigantescos volúmenes de material inerte que quedan como residuo de toda operación minera a cielo abierto (rocas y otros materiales del suelo y del subsuelo), se han generado daños graves e irreversibles en las fuentes de agua y en la biodiversidad, que no han sido compensados con las medidas de mitigación y, en consecuencia, se recomienda al Gobierno que "no se otorguen nuevos permisos al menos que nuevos métodos de extracción del carbón sean materia de un riguroso escrutinio científico y demuestren que remedian estos problemas". Se termina subrayando que "Estados Unidos deberá tomar un liderazgo en estos asuntos, particularmente ahora que se espera un enorme crecimiento de la minería a cielo abierto en los países en desarrollo". Y, como lo sugieren los científicos, son conclusiones que tienen relevancia para la explotación de todo tipo de minerales a cielo abierto en las zonas montañosas.

Más recientemente, la Oficina de la Rendición de Cuentas del Gobierno de los Estados Unidos (GAO, por sus siglas en inglés) presentó un informe al Congreso de ese país, también referido a los Apalaches, sobre la vigilancia a largo plazo de las minas de carbón a cielo abierto ya abandonadas. Señala que los esfuerzos de restauración y revegetación realizados en muchas de esas minas en el pasado "no han sido del todo exitosos y han conducido a bajas tasas de supervivencia y crecimiento, fragmentación de bosques, reducida capacidad de captura de carbono, pérdida de vida silvestre y productos forestales e incremento de las potenciales crecientes e inundaciones". Y agrega que en muchos sitios se observan negativos cambios en el caudal de las fuentes de agua y que "los operadores mineros no siempre han retornado las zonas de explotación a un paisaje aproximadamente similar al original, como la normatividad lo requiere".

Son conclusiones sobre las cuales tampoco nos podemos hacer los locos, y de las cuales algo deberíamos aprender, ya que no solo reiteran los graves impactos ambientales ocasionados por muchas de las operaciones de la minería superficial de montaña, sino que, además, identifican las fallas de las autoridades ambientales y mineras de los Estados Unidos encargadas de su control. Y es que las lecciones derivadas de los estudios científicos y de la experiencia de países mineros de vieja data deberían servirnos como base para adelantar un debate nacional sobre la conveniencia y las condiciones a partir de las cuales sería posible llevar a cabo minería a tajo abierto en lugares ambientalmente frágiles como los ecosistemas de montaña. Estamos en mora de hacerlo. La sostenibilidad ambiental de la minería es mucho más que la simple carreta.

* Ex ministro de Ambiente

Manuel Rodríguez Becerra

Tragedia en Amagá

Por: Alfredo Molano Bravo
El Espectador VI 27 10
Colombia está regresando al espíritu minero del siglo XVI. Con más fuerza y con menos miedos.

El Nuevo Mundo fue para el Viejo un gigantesco depósito de oro y plata que la Providencia había puesto en su camino. La Corona tenía, por gracia divina, el derecho de conquista y, por tanto, las riquezas encontradas eran consideradas un afortunado botín. No importaba si estaba en manos de los indígenas o escondido bajo tierra. Era lo de menos. Se sacó todo el que se pudo del Chocó, de Antioquia, del Cauca, de La Guajira, para pagarles a los banqueros alemanes la financiación de la Conquista. Más que de scubrir tierras, se esculcaban territorios y se saqueaban. De la fiebre del oro pasamos después a la del petróleo y ahora a la del carbón. Con la misma codicia, con idéntica brutalidad. El país ha superado su vocación agropecuaria y ahora es minero, dicen con la boca llena los voceros de las compañías —es decir, los gobernantes—. Al carbón se le suma de nuevo oro y platino y litio y cadmio y níquel y agua. Lo que haya. La Seguridad Democrática ha sido inspirada por ese espíritu, para no decir propósito. El ministro de turno sale a decir en tono penitente: Llévense lo que quieran, cuanto quieran y en la forma que quieran; los exoneramos de impuestos y nos comprometemos a mantener los salarios al nivel que les convenga, pero vengan. Y claro, vienen con toda. El país entero está estudiado con lupa milímetro a milímetro y concesionado kilómetro a kilómetro.


Para el efecto se ha redactado —y aprobado— un nuevo Código Minero, que obliga a los mineros artesanales a legalizarse y a desarrollar sus trabajos de acuerdo con normas técnicas sometidas a licencia ambiental y a trámites de concesión. Ningún minero pequeño está en capacidad de cumplir las exigencias. El argumento del Gobierno es que la vida de los trabajadores peligra y la naturaleza se daña si no se controla la pequeña minería. En realidad lo que sucede es que los mineros artesanales ocupan áreas que las compañías codician, y además trabajan a menor costo. Dicho de otra manera, el nuevo Código facilita el monopolio de las grandes compañías y lo defiende. Los propósitos esgrimidos por el Gobierno son contradichos por la realidad. La reciente tragedia en Amagá lo pone en evidencia.

La mina que estalló la semana pasada es propiedad de Carbones San Fernando, filial de Genercauca. Es, según el secretario de Minas de Antioquia, la explotación más tecnificada del departamento; tiene 500 trabajadores que sacan más de un millón de toneladas al año de los socavones, y en el acceso al túnel de San Joaquín invirtió recientemente nueve millones de dólares. Fue ahí, precisamente, donde murieron 73 mineros. El ministro de Minas ha declarado que la mina no contaba con detectores permanentes de gases ni con una chimenea por donde pudieran salir; según la versión de un sobreviviente, 10 días antes se había detectado un calentamiento anormal del socavón. El presidente Uribe madrugó al día siguiente a sentir “mucho dolor” por lo sucedido y prometió proteger a las familias. La compañía minera declaró que el error había sido de algún operario, y uno de sus ejecutivos agregó con frialdad que los obreros estaban todos asegurados. Sobraría decir que en Carbones San Fernando no hay sindicato.

Ni en la zona ni en la compañía los accidentes son raros. Más de 100 muertos se contabilizan en la región en los últimos años. El Gobierno se ha negado a convertir en ley de la República el Acuerdo 176 firmado con la OIT, que obliga la adopción de medidas para “detectar y combatir el inicio y la propagación de incendios y explosiones”. Letra muerta. Asustaría a los inversionistas.

jueves, 24 de junio de 2010

Revolución y (crítica del) progreso: la actualidad ecosocialista de Walter Benjamin

Fabio Mascaro Querido.

El concepto de progreso debe ser

fundamentado en la idea de catástrofe. Que
“las cosas continúen así” es la catástrofe.

Walter Benjamin

El capitalismo y la emergencia de la crisis ecológica




Desde mediados de la década de 1970, la reorganización de los parámetros de acumulación y reproducción ampliada del capital anunció la emergencia de una crisis ecológica sin precedentes, revelando el ímpetu destructivo que preside la lógica capitalista. Desde el crecimiento exponencial de la polución del aire, el agua potable y el medio ambiente a la destrucción vertiginosa de las selvas tropicales y la biodiversidad, desde el agotamiento y la desertificación del suelo a la drástica reducción de la biodiversidad por la extinción de millares de especies, son varios los ejemplos del carácter destructivo del modelo civilizatorio capitalista.

Desde entonces, “las amenazas contra las condiciones físicas de reproducción de la vida alcanzaron, en numerosos, países y hasta en regiones enteras, una dimensión mucho más trágica que a comienzos del siglo XX”.[1] Si hasta entonces los defensores del “progreso” capitalista aún podían ensalzar su poder de “destrucción productiva”, ahora, más que nunca, el aspecto predominante es el de la “producción destructiva cada vez mayor y más irremediable”, activando la posibilidad de “eliminación de las condiciones de reproducción sociometabólica del capital”.[2]

El cuadro sugiere, por ende, la eclosión de una verdadera “crisis civilizatoria” caracterizada por el “agotamiento de un modelo de organización económica, productiva y social, con sus respectivas expresiones en el ámbito ideológico, simbólico y cultural”.[3] Más que de una crisis cíclica de tipo “clásico”, se trataría de una crisis global de la civilización capitalista, cuya expresión más dramática es la degradación absolutamente destructiva del ecosistema, indispensable para sustentar los absurdos índices de consumo de los países más ricos. No por azar, hoy en día, detrás de palabras tales como “ecología” y “medio ambiente”, se esconde “nada menos que la continuidad de las condiciones de reproducción social de ciertas clases, de ciertos pueblos e incluso de ciertos países”.[4]



Los desafíos del marxismo contemporáneo: el ecosocialismo y la crítica de la civilización moderna



En ese contexto, el surgimiento de la crisis ecológica impone nuevos desafíos al pensamiento marxista. Para Michael Löwy, la comprensión marxista de la problemática ecológica se vincula con la exigencia de “una ruptura radical con la ideología del progreso lineal y con el paradigma tecnológico y económico de la civilización industrial moderna”.[5] Ante los desafíos establecidos por el carácter destructivo del “progreso” capitalista en los tiempos contemporáneos, el marxismo “[…] precisa, para enfrentar los problemas actuales, radicalizar su crítica de la modernidad, del paradigma de la civilización moderna/burguesa”.[6] En un contexto de crisis civilizatoria –del que la crisis ecológica tiene su expresión más sintomática– el marxismo necesita “romper con su inveterado culto al progreso, a las fuerzas productivas y a los artefactos tecnológicos generados por el capitalismo”.[7]

La constitución teórica de una perspectiva ecosocialista depende directamente de esa capacidad del marxismo de realizar una revisión crítica profunda de la concepción tradicional de las fuerzas productivas.[8] Anhelando incorporar, desde una perspectiva marxista, algunas de las adquisiciones contemporáneas de los movimientos ecológicos, la construcción de un ideario teórico y político ecosocialista exige la redefinición de la lucha anticapitalista –y del proyecto socialista– a partir de las necesidades y de las posibilidades del presente. Si, como se sabe, el capitalismo es necesariamente destructivo y, por tanto, “insustentable” desde el punto de vista ecológico, el socialismo se mantiene como la “utopía concreta” revolucionaria que apunta al futuro. Pero, actualizándose, se trata de un socialismo en ruptura con el progreso, en el cual “es imprescindible el componente ecosocial, que requiere una nueva forma de entender y asumir las relaciones no solo entre los seres humanos, sino entre estos y la naturaleza”.[9]

Desde el punto de vista del marxismo, es preciso, por tanto, retomar e impulsar una crítica anticapitalista del progreso y de la conversión de las fuerzas productivas en fuerzas destructivas. Productivas desde el punto de vista del capital, esas fuerzas se revelan destructivas en relación con el porvenir de la humanidad. Por eso, “la idea de una transformación de las fuerzas potencialmente productivas en fuerzas efectivamente destructivas, en otro registro temporal, es indudablemente más fecunda que el esquema mecanicista de la oposición entre desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción que lo traban”.[10] Según Aldo Casas, la crítica del impulso destructivo del desarrollo de las fuerzas “productivas” en el capitalismo debe conducir a: 1) una reinterpretación histórica del capitalismo a partir de la resistencia de las distintas fuerzas al progreso destructivo; 2) una reinterpretación de las relaciones entre sociedad y naturaleza; 3) una concepción de la revolución social como momento de ruptura con un desarrollo histórico que lleva a la catástrofe; 4) una diferenciación entre el progreso humano y moral y el progreso económico y/o tecnológico.[11]



La revolución contra el “progreso”: la actualidad de Walter Benjamin



En el ámbito del marxismo, Walter Benjamin fue uno de los primeros teóricos en reflexionar sobre esas cuestiones, acentuando el impulso destructor y potencialmente bárbaro del progreso capitalista.[12] El filósofo alemán anticipó muchos aspectos que hoy son decisivos para la constitución de una perspectiva socialista y ecológica, capaz de ofrecer una alternativa concreta al modelo civilizatorio capitalista-moderno. Esos aspectos pueden ser visualizados principalmente en la aguda crítica de Benjamin a las ideologías del progreso y la temporalidad lineal y abstracta que acompaña a este; crítica constituida sobre todo (pero no solamente) en sus textos de los años 1936-1940.

En el proyecto de los Pasajes, Benjamin afirma la necesidad de “demostrar un materialismo histórico que aniquiló en sí la idea de progreso […]. Su concepto fundamental no es el progreso, sino la actualización”.[13] Según él, “la representación materialista de la historia trae consigo una crítica inmanente del concepto de progreso”.[14] Benjamin profundiza, así, la recomendación de Marx en los Grundrisse, que alertaba sobre la necesidad de no tomar el concepto de progreso en su forma habitual. Nostálgico del pasado que sueña con el futuro, el autor alemán rechaza la creencia en un progreso que resulta necesariamente de los descubrimientos técnicos, del desarrollo de las fuerzas productivas y del dominio creciente de la naturaleza. Contra la ilusión nefasta de “nadar en el sentido de la corriente” –común a la socialdemocracia y al stalinismo–, Benjamin contrapone su alegoría del progreso como tempestad y como catástrofe permanente.

No por azar, la revolución social no se presenta, en Benjamin, como el resultado natural o inevitable del progreso técnico y económico, sino como interrupción de una continuidad histórica cosificada que conduce a la catástrofe. “La sociedad sin clases no es el objetivo final del progreso en la historia, sino su interrupción muchas veces fracasada y finalmente alcanzada”.[15] En la tesis 15 sobre el concepto de historia, Benjamin afirma: “La conciencia de estar haciendo saltar el continuum de la historia es peculiar de las clases revolucionarias en el momento de su acción”.[16] Exactamente por eso, como bien sugiere Michael Löwy, el “aspecto que más interesa a Benjamin y que va a aclarar con una luz nueva su visión del progreso histórico”[17] no es el materialismo abstracto, ni las leyes del desarrollo histórico, sino la lucha de clases. Más que el progreso en abstracto, es la lucha de clases la luz que ilumina el presente, el pasado y el futuro. Es ella la que suscribe la posibilidad de realización del conocimiento histórico, cuyo sujeto es “la propia clase que lucha, que está sometida”,[18] conforme afirmó Benjamin en la tesis 12. En la praxis revolucionaria de las clases subalternas se encuentra, pues, la propia posibilidad de realización del conocimiento teórico, tal como ya habían señalado Marx en las Tesis sobre Feuerbach y Lukács en Historia y conciencia de clase.

La lucha de clases del presente define las posibilidades de interrupción mesiánica y revolucionaria del curso del mundo y de la redención de los vencidos del pasado. La acción revolucionaria del presente introduce el pasado en el tiempo-ahora. La historia del pasado se funda, entonces, en la actualidad, y su redención se vincula con las posibilidades de la praxis real del proletariado y de las clases subalternas del presente. En el límite, “la mirada histórica no se dirige ya hacia atrás, desde el presente y en dirección a la historia, sino que parte de esta en dirección hacia delante, hacia el presente”.[19] El presente, en cuanto tiempo-ahora, se convierte, pues, en un momento de selección de los posibles, bajo el cual se encuentran las posibilidades de rememoración del pasado y de despertar para el sueño de la historia; reaproxima el pasado, arrancando a la tradición del conformismo que está a punto de subyugarla. Reabierto, el pasado es convocado para la rememoración del presente, de forma que la emancipación del ahora manifiesta una doble liberación: de los vencidos del pasado y del presente. Los oprimidos del pasado y del presente resisten la mercantilización y la cuantificación de la vida social y de la naturaleza, algo que se puede notar en la propia historia de América Latina.

En consecuencia, Benjamin atribuye –en las Tesis sobre el concepto de historia– al materialismo histórico la necesidad de escribir la historia a contrapelo, es decir, desde el punto de vista de los vencidos, a contramano de la historiografía contemplativa, identificada afectivamente con las clases dominantes, tal como se dice en la tesis VII. Cepillar la historia a contrapelo significa, ante todo, comprender la historia a partir de la resistencia de las clases dominadas del pasado frente al progreso destructivo, tal como lo hace algunas décadas más tarde el historiador británico E. P. Thompson.[20] Así, lo que más interesa a Benjamin en el pasado no es el desarrollo de las fuerzas productivas en sus contradicciones con las relaciones de producción, sino la lucha a muerte entre opresores y oprimidos, explotadores y explotados, dominantes y dominados. El pasado se presenta entonces como permanente cortejo triunfal de los vencedores, reproducido en forma contemplativa por la historia “oficial”, que ignora las luchas de resistencia frente al progreso destructor. Para Benjamin, “La tradición de los oprimidos nos enseña que la regla es el ‘estado de excepción’ en el que vivimos. Hemos de llegar a un concepto de historia que le corresponda. Tendremos entonces en mientes como cometido nuestro provocar el verdadero estado de excepción”.[21]



Tiempo y trabajo abstracto en la Modernidad: muerte y destrucción



El rechazo categórico del progreso se fundamenta, en la obra de Benjamin, en una crítica radical de la Modernidad, que se manifiesta especialmente en sus últimos años de actividad (1935-1940), caracterizados por el Libro de los pasajes. En ese período, Benjamin intensifica la crítica a la temporalidad abstracta del capitalismo, cuyas relaciones sociales reflejan el fetichismo inmanente a la producción y circulación de mercancías.

En el capitalismo, la universalización de la forma mercancía coincide con el proceso de abstracción del trabajo, que ahora es medido y homologado formalmente de acuerdo con los imperativos de la acumulación del capital, condición indispensable para el establecimiento del tráfico mercantil. Usurpado en su dimensión humanamente concreta, el trabajo aparece también como una abstracción, como una fuerza social subyugada a la máquina o, como diría Marx, como un “apéndice de la máquina”.[22] En ese proceso, las mercancías producidas asumen una “objetividad fantasmal”, parecen una relación entre cosas, lo cual oculta todo trazo de su contenido fundamental: la relación entre los hombres.[23] Momento fundamental de la idealización del valor de cambio: la mercancía en general se presenta, entonces, como una “fantasmagoría a la que el hombre se entrega para distraerse”, según afirma Benjamin en su “Exposé” de 1935 (“París, capital del siglo XIX”).

Mucho más allá de una objetividad ilusoria restringida a la esfera de la producción –en que la mercancía producida se le aparece al productor como algo que le es “extraño”, como una objetividad en apariencia independiente–, la generalización de la estructura mercantil incide sobre el conjunto de la vida social, buscando remodelarla “a su imagen y semejanza”,[24] como afirma Lukács en Historia y conciencia de clase, influencia decisiva en la crítica de la Modernidad efectuada por Benjamin. La cosificación penetra en todas las esferas –“objetivas” y “subjetivas”– de la realidad social, transformando el ritmo de producción y de circulación de las mercancías y del capital en la temporalidad que gobierna la vida social en su conjunto. En el capitalismo moderno, la medición del trabajo industrial implica, igualmente, una medición del tiempo.

La separación radical entre la actividad mecánica realizada por los trabajadores y el comando global de la actividad productiva establece la necesidad de una “racionalización” abstracta del tiempo, es decir: de una mecanización cuantitativa de la temporalidad, cuya autonomía aparente se impone a los hombres como algo que les es exterior.[25] En palabras de Lukács: “Con ello pierde el tiempo su carácter cualitativo, mutable, fluyente; cristaliza en un continuo lleno de ‘cosas’ exactamente delimitadas, cuantitativamente medibles (que son los “rendimientos” del trabajador, cosificados, mecánicamente objetivados, tajantemente separados de la personalidad conjunta humana)”.[26]

Transformándose en una mercancía –en un “tiempo-mercancía”, según Guy Debord–, el tiempo es también producido como una “fantasmagoría” cuyo carácter cuantitativo e irreversible tan solo expresa la reproducción del continuum de la historia de los vencedores. El fetiche de lo nuevo, que mueve la fantasmagoría mercantil –muy bien representada por la moda– condiciona la constitución de un tiempo que, en verdad, aparece como el eterno retorno de lo siempre igual. “Esa apariencia de novedad se refleja, como un espejo en otro, en la apariencia de lo siempre igual”.[27] La “novedad” de las mercancías recubre, por tanto, la acción de una temporalidad mortífera que se impone abstractamente a los hombres, en las múltiples dimensiones de su vida.

Para Benjamin, esa acción corrosiva del tiempo “homogéneo y vacío” transforma al trabajador y al hombre modernos en autómatas, ya sea en los gestos repetitivos, vacíos de sentido y mecánicos de los trabajadores ante la máquina (como ya había mostrado Marx), ya sea en el carácter reactivo de los paseantes de la multitud, descritos por Edgar Allan Poe y por Hoffmann.[28] Bajo el predominio del objeto muerto que “vampiriza” al elemento vivo (para retomar la expresión empleada por Marx en El capital), la Modernidad se asemeja a un “infierno”. La alegoría de la Modernidad como catástrofe en permanencia y como repetición desesperante de lo siempre igual, traduce, para Benjamin, un mundo marcado por la decadencia de la experiencia auténtica, fundada en una temporalidad cualitativa, concreta.[29]

No es por azar que el fetichismo mercantil, constituido bajo la medición abstracta del trabajo y del tiempo, revela las potencialidades destructivas subyacentes a los intentos de reproducción –siempre ampliada, como diría Rosa Luxemburg– del capital. Impulsado por la lógica inmediatista que le es inevitable, la racionalidad capitalista somete, en niveles crecientes, a la propia naturaleza a la condición de mercancía. De acuerdo con Daniel Bensaïd, “el fetichismo de la mercancía no se contenta con mudar las relaciones humanas en cosas: también degrada lo natural a ‘bestial’”.[30] La temporalidad ecológica específica de la naturaleza está subordinada, así, al tiempo fetichizado del capital, razón por la cual el capitalismo es necesariamente destructivo en su relación con el ecosistema, constatación básica que, hoy, se ve confirmada cada vez más por los hechos. Es por eso que “una ecología que ignora o subestima el marxismo y su crítica de la mercancía está condenada a no ser más que una corrección de los ‘excesos’ del productivismo capitalista”.[31]

Sensible a la dimensión potencialmente bárbara del progreso capitalista, Walter Benjamin cuestionó directamente la propensión destructiva de la dominación capitalista de la naturaleza, así como la concepción del trabajo (y del tiempo) que lo acompaña, la que solo reafirma la cuantificación abstracta propia del capital. En las Tesis sobre el concepto de historia, Benjamin critica el concepto de trabajo que reconoce “solo los progresos del dominio de la naturaleza, pero no quiere reconocer los retrocesos de la sociedad”,[32] y afirma, en contraposición con el marxismo vulgar –de inspiración tecnocrática y positivista– la necesidad de un nuevo pacto entre los seres humanos y su medio ambiente. En Dirección única, asimismo, Benjamin condena como una enseñanza imperialista la idea de dominación de la naturaleza, proponiendo un nuevo concepto de técnica como “dominio dela relación entre naturaleza y humanidad”.[33] Para el filósofo alemán, la exaltación del trabajo y de la industria significa, al mismo tiempo, el culto del progreso técnico, “que reduce la naturaleza a una materia prima de la industria, a una mercancía ‘gratuita’, a un objeto de explotación ilimitada”, según afirma Michael Löwy.[34]

Benjamin criticó duramente la ideología del trabajo en la socialdemocracia alemana, cuya creencia en el desarrollo tecnológico la volvió incapaz de reconocer la dimensión destructiva de ese “progreso”. En su ensayo sobre Eduard Fuchs, el filósofo alemán sostiene que la creencia en el desarrollo técnico ignora el hecho de que ese progreso “está decisivamente condicionado por el capitalismo”, y desconoce por ello “el lado destructivo del desarrollo”.[35] Para él, según se lee en las Tesis, “Nada ha corrompido tanto a los obreros alemanes como la opinión de que están nadando con la corriente. El desarrollo técnico era para ellos la pendiente de la corriente a favor de la cual pensaron que nadaban”.[36] Contra la secularización del culto protestante del trabajo alienado, Walter Benjamin retoma los sueños fantásticos de Fourier, en los que vislumbra indicios de una relación distinta con la naturaleza, de un trabajo cuyo espíritu, constituido por la broma, no se orienta ya a la producción de valores, sino a una naturaleza perfeccionada, tal como él mismo afirma en los Pasajes; o, según dice en las Tesis sobre el concepto de historia, un “trabajo que, lejos de explotar a la naturaleza, está en situación de hacer que alumbre las criaturas que como posibles dormitan en su seno”.[37]



“Interrumpir el curso del mundo”: ecosocialismo o barbarie



Como puede verse, la crítica benjaminiana al “culto soñoliento del progreso” (Bensaïd) y de la Modernidad anuncia elementos decisivos para la revitalización de una perspectiva a un tiempo socialista y ecológica. La insistencia de Benjamin en el carácter potencialmente destructivo e inhumano del progreso técnico reafirma la necesidad –esencial para un proyecto socialista– de una transformación cualitativa del aparato productivo y tecnológico y de la racionalidad instrumental que la sustenta, tal como señaló más tarde Marcuse.

Pero más allá de la temporalidad abstracta del capital, un ecosocialismo implicaría, por tanto, la construcción de una temporalidad adecuada a las necesidades humanas y ecológicas, que tenga en cuenta la larga temporalidad de los ciclos naturales. A contramano del “tiempo homogéneo, vacío y cuantitativo” de las representaciones del progreso, una perspectiva ecosocialista contemporánea presupone la reconquista de la dimensión cualitativa del tiempo, exigiendo la superación del trabajo abstracto y de las relaciones sociales del capitalismo moderno.

En América Latina, especialmente, la crítica benjaminiana de las doctrinas del progreso y de la modernización posibilita el rescate y la rememoración de una fértil tradición de los oprimidos, cuyas luchas y sueños de emancipación asumen ahora una dimensión aún más urgente. Resistiendo la destructividad del progreso imperialista en la región, las luchas sociales en América Latina manifiestan el imperativo benjaminiano de “reapertura de la historia”, visualizando en el pasado, no la “necesidad” irreductible de aquello que realmente ocurrió, sino sobre todo las múltiples posibilidades diversas que, aún hoy, aguardan alguna resolución. La ruptura del tiempo cosificado de las ideologías del progreso permite vislumbrar las luchas de los oprimidos del pasado como interrupciones de la continuidad histórica, es decir, como momentos de resistencia y de insubordinación que pueden servir de combustible utópico concreto para las luchas sociales de hoy, tal como se puede ver en el neozapatismo de Chiapas[38] o incluso en el MST brasileño.

La reapertura (y relectura) del pasado se orienta, entonces, a partir de las necesidades de las luchas sociales del presente, del “tiempo ahora”. Incluso porque, como diría el propio Benjamin, “Es el presente el que polariza el acontecer en historia anterior y posterior”.[39] Así, en un contexto marcado por el agotamiento histórico del modelo civilizatorio capitalista moderno, la crítica de Benjamin a las ideologías del progreso asume nuevas dimensiones. La crisis de los paradigmas de la Modernidad posibilita la realización en nuevos términos de la memoria y de las utopías de los vencidos del pasado, que, “actualizados” en el presente, sirven como fuente de inspiración inagotable para el despertar histórico en dirección a un nuevo futuro.

Como bien destaca Héctor Alimonda:

Si lo decisivo en los orígenes del capitalismo es la transformación de seres humanos y naturaleza em mercaderias ficticias, las luchas de resistencia contra estos procesos de mercantilización pasan a adquirir una nueva dimensión trascendental. Ya no se trata de resistencias em nombre de la negación del progreso, como pretendió la hegemonia del iluminismo liberal y del marxismo normatizado. Es posible leerlas ahora como formas de resistencia basadas en la defensa de formas tradicionales de organización social para el uso y disposición de los recursos humanos y naturales, frente a los embates de la mercantilización.[40]

La rememoración de las luchas sociales del pasado permite la construcción de una utopía concreta en ruptura radical con la concepción teleológica del progreso histórico. Al final, como diría Daniel Bensaïd, “la historia no es un largo río tranquilo. El progreso técnico tiene su reverso de regresión social (o ecológica). Aquí, progreso; allá, regresión”.[41] Eslabón débil del desarrollo desigual y combinado del capital, la historia de América Latina desmitifica concretamente el fatalismo lineal inmanente a la apuesta por la modernización como el camino necesario al progreso. Por eso, el socialismo aquí –en América Latina– debe constituirse, como dice Mariátegui, no en una imitación o copia de los modelos europeos, sino en una “creación heroica” adaptada a las singularidades de la historia y de la tradición de los oprimidos de la región.

El socialismo, en ese caso, más que un nuevo modo de producción que sucede evolutivamente al capitalismo, es comprendido ante todo como una apuesta (que no puede ser “científicamente” comprobada) en la posibilidad de una nueva civilización, en ruptura con la cosificación capitalista del hombre y de su relación con la naturaleza. Se trata de superar no solo el capitalismo, sino también la civilización industrial en su totalidad.[42] En el límite, se trata de una “revolución total”, como diría Henri Lefebvre, capaz de gestar un nuevo hombre, una nueva sociabilidad. En fin, como bien observa Michael Löwy, “el ecosocialismo implica una radicalización de la ruptura con la civilización material capitalista. En esa perspectiva, el proyecto socialista tiene en vista, no solo una nueva sociedad y un nuevo modo de producción, sino también un nuevo paradigma de civilización”,[43] que requiere una nueva forma de relación de los seres humanos entre sí y con la naturaleza.

Walter Benjamin proporciona importantes aportes para esa reconstrucción de la crítica marxista del discurso filosófico de la Modernidad,[44] así como para el rechazo de la dilución postmoderna de la praxis histórica. En Benjamin, el rechazo de la temporalidad lineal y abstracta de las filosofías del progreso significa, al mismo tiempo, una crítica de la temporalidad sin sujeto y ahistórica, hoy generalizada por las concepciones postmodernas. Él comprueba, por ende, que la crítica de la “metafísica occidental” y de las creencias optimistas en el poder y en la astucia de la historia no tiene por qué caer en la sujeción del sabotaje postmoderno, cuya emancipación meramente lingüística y virtual jamás podría corresponder a la necesidad concreta de superación del capitalismo, condición cada vez más indispensable para la propia supervivencia de la humanidad.[45]

Por esas y otras razones, el “gran rechazo” de Benjamin hacia las filosofías del progreso –para las cuales la crisis ecológica contemporánea sería un subproducto inevitable del progreso– constituye uno de los puntos de partida posibles para la reconstitución de una crítica marxista del ímpetu destructivo del capitalismo, que hoy comienza a amenazar las propias condiciones de la vida humana en la Tierra. Elaborados en un cuadro histórico determinado, muchos aspectos de la obra de Benjamin poseen, hoy en día, una actualidad aún más dramática. Su énfasis sobre la “constelación de peligros” del progreso y sobre la revolución como interrupción de la historia de la dominación, parece todavía más actual en un momento en que la catástrofe amenaza con instalarse en forma definitiva. No sería exagerado, pues, considerarlo un precursor de la ecología anticapitalista, como sugiere Michael Löwy, ya que su apuesta por la praxis política subalterna permite comprobar que, en la historia real, el vencido no está forzosamente errado, y el vencedor no tiene necesariamente la razón.[46]





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Trad. de Miguel Vedda. Una versión preliminar de este artículo fue presentada en el Coloquio Internacional “Walter Benjamin/Siegfried Kracauer: Teorías Materialistas de la Historia”, realizado en Buenos Aires entre los dias 9 y 11 de noviembre de 2009, el título de: “La importancia de Walter Benjamin para una perspectiva eco-socialista en el siglo XXI”.



[1] Chesnais, François / Serfati, Claude, “Ecologia e condições físicas de reprodução social: alguns fios condutores marxistas”. En: Crítica Marxista 16 (2003), pp. 39-75; aquí, p. 68.

[2] Mészáros, Istvan, Para além do Capital.Campinas; San Pablo, Unicamp; Boitempo Editorial, 2002, p. 267.

[3] Vega Cantor, Renán, “Crisis civilizatoria”. En: Herramienta 42 (2009), p. 32.

[4] Chesnais, François / Serfati, Claude, op. cit., p. 39.

[5] Löwy, Michael, Ecologia e Socialismo, San Pablo,Cortez Editora, 2005, p. 43.

[6] Löwy, Michael, “Marxismo: resistência e utopia”. En: – / Bensaïd, Daniel, Marxismo, modernidade e utopia, San Pablo, Xamã, 2000, pp. 241-247; aquí, p. 242.

[7] Vega Cantor, Renán, op. cit., p. 49.

[8] En virtud de los altos niveles de degradación ecológica en la ex URSS –uno de los argumentos centrales de las críticas ecologistas al marxismo–, la cuestión ideológica se tornó, en el siglo XXI, uno de los grandes desafíos para la renovación del marxismo. Cf. Löwy, Michael, Ecología y socialismo; y las contribuciones de Guillermo Foladori “A questão ambiental em Marx”(En: Crítica Marxista, San Pablo, Xamã. 1997) y “Degradação ambiental no capitalismo e no socialismo”(Outubro: Revista de Estudos Socialistas 13 (2005)).

[9] Vega Cantor, Renán, “El Manifiesto Comunista y la urgência de emprender uma crítica marxista del progreso”. En: Herramienta 8 (1998/1999), p. 33. Acompañando el despertar de la “conciencia ecológica” ocurrido en la década de 1970, el ecosocialismo se desarrolló sobre todo en las últimas tres décadas, gracias a los trabajos de varios intelectuales, entre los cuales es posible destacar a los precursores Manuel Sacristan, Raymond Williams, René Dumont André Gorz; como también las contribuciones más contemporáneas de James O’Connor, Barry Commoner, John Bellamy Foster y Joel Kovel en EE.UU., Francisco Fernandez Buey, Jorge Riechman e Juan Martinez-Allier en España, Michael Löwy, Jean-Paul Déléage y Jean Marie Harribey en Francia, Elmar Altvater y Frieder Otto Wolf en Alemania, entre muchos otros. Para una exposición más detallada de los argumentos ecosocialistas, cf. Kovel, Joel, El enemigo de la naturaleza. El fin del capitalismo o el fin del mundo? Buenos Aires, Asociación Civil Tesis 11, 2005; en especial, la tercera parte (“Hacia el ecosocialismo”, pp. 157-261).

[10] Bensaïd, Daniel, Marx intempestivo. Grandezas y miserias de una aventura crítica. Trad. de Agustín del Moral Tejeda, Buenos Aires, Herramienta, 2003, p. 512.

[11] Cf. Casas, Aldo, “Terricidio o socialismo”. En Herramienta 29 (2005).

[12] Antes que Benjamin, Rosa Luxemburg ya había señalado la dimensión eminentemente destructiva del capitalismo, cuya reproducción ampliada impone la necesidad de la anexión y destrucción –violenta, si es preciso– de las comunidades precapitalistas. Cf., por ejemplo, La acumulación del capital y la Introducción a la economía política. Sin hablar del propio Marx, cuya crítica radical del capitalismo revela algunos trazos de una sensibilidad ecológica avant la lettre. A tal respecto, cf. Foster, John Bellamy, A ecologia de Marx: materialismo e natureza. Trad. de Maria Teresa Machado. Río de Janeiro: Civilização Brasileira, 2005.

[13] Benjamin, Walter, Das Passagen-Werk. 2 vols. En –, Gesammelte Schriften. Ed. de Rolf Tiedemann y Hermann Schweppenhäuser, Frankfurt a/M, Suhrkamp, 1982, vol. V/1, p. 574.

[14] Ibíd., p. 596.

[15] Benjamin, Walter, Gesammelte Schriften, vol. 1, p. 1231.

[16] Benjamin, Walter, “Tesis de filosofía de la historia”. En: –, Discursos interrumpidos I. Prólogo, trad. y notas de J. Aguirre, Madrid, Taurus, 1987, pp. 175-191; aquí, p. 188.

[17] Löwy, Michael, “A filosofia da história de Walter Benjamin”. En: Estud. avançados 16/45 (2002), pp. 199-206; aquí, p. 200.

[18] Benjamin, Walter, “Tesis de filosofía de la historia”, p. 186.

[19] Tiedemann, Rolf, “Introdução à Edição Alemã”. En: –, Passagens. Ed. de Willi Bolle. Belo Horizonte: Editora UFMG; San Pablo, Imprensa Oficial do Estado de San Pablo, 2006, p. 27.

[20] Cf. Thompson, E. P., Costumes em Comum, San Pablo, Companhia das Letras, 1998.

[21] Benjamin, Walter, “Tesis de filosofía de la historia”, p. 182.

[22] José Carlos Mariátegui también denunció, en Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, el carácter inhumano de la “mecanización” del trabajo bajo el capitalismo moderno: “Debemos al esclavizamiento del hombre por la máquina y a la destrucción de los oficios por el industrialismo, la deformación del trabajo en sus fines y en su esencia […]. El maquinismo y, sobre todo, el taylorismo, han hecho odioso el trabajo. Pero solo porque lo han degradado y rebajado, despojándolo de su virtud de creación” (Mariátegui, José Carlos, Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana. Estudio preliminar de Pía López. Buenos Aires: Gorla, 2004, p. 123.

[23] Cf. Lukács, Georg, Historia y conciencia de clase. Trad. de Manuel Sacristán. 2 vols. Buenos Aires: Hyspamérica, 1985, vol. 2, p.58.

[24] Ibíd., p. 7.

[25] Cf. Tischler, Sergio, “Tiempo de la reificación y tiempo de la insubordinación. En: Herramienta 25 (2004). A propósito de esto, cabe mencionar el excelente estudio de E. P. Thompson mencionado más arriba.

[26] Ibíd., p. 13.

[27] Benjamin, Walter, “París, capital del siglo XIX”. En: –, Sobre el problema de la filosofía futura. Trad. de Roberto J. Vernengo, Barcelona, Planeta-Agostini, 1986, pp. 125-138; aquí, p. 135. La traducción ha sido corregida.

[28] Löwy, Michael, “Walter Benjamin crítico do progresso: à procura da experiência perdida”. En: –, Romantismo e Messianismo, San Pablo, Edusp, Perspectiva, 1990, pp. 189-202; aquí, p. 194.

[29] Cf. ibíd.; también Benjamin, Walter, “El narrador”. En: –, Sobre el programa de la filosofía futura, pp. 189-211.

[30] Bensaïd, Daniel, op. cit., p. 457.

[31] Löwy, Michael, Ecologia e Socialismo, p. 38.

[32] Benjamin, Walter, “Tesis de filosofía de la historia”, p. 185.

[33] Benjamin, Walter, Dirección única. Trad. de J.J. del Solar y M. Allendesalazar, Madrid, Alfaguara, 1987, p. 37.

[34] Löwy, Michael, Alarme de incêndio: uma leitura das teses sobre o conceito de história, San Pablo, Boitempo Editorial, 2005, p. 228.

[35] Benjamin, Walter, “Historia y coleccionismo: Eduard Fuchs”. En: –, Discursos interrumpidos I, pp. 87-135; aquí, p. 99.

[36] Benjamin, Walter, “Tesis de filosofía de la historia”, p. 184.

[37] Ibíd., p. 185.

[38] Sobre la relación entre el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) con las luchas y resistencias del pasado, cf. el interesante estudio de Fernando Matamoros Memoria y utopía en México. Imaginarios en la génesis del neozapatismo. Buenos Aires, Herramienta, 2009.

[39] Benjamin, Walter, Das Passagen-Werk, vol. V/1, p. 588.

[40] Alimonda, Hector, “La ecologia política de Mariátegui. Buscando una herencia en Lima” (2007). En prensa en Tareas 125. CELA, Centro de Estudios Latinoamericanos Justo Arosemena, Panamá.

[41] Bensaïd, Daniel, op. cit., p. 51.

[42] Cf. Vega Cantor, Renán, “El Manifiesto Comunista…”.

[43] Löwy, Michael, “Progrès destructif. Marx, Engels et l’écologie”. En: – / Harribey, Jean-Marie, Capital contre nature. París: PUF, 2003, pp. 11-22.

[44] Para Jürgen Habermas, el “discurso filosófico de la Modernidad” se caracteriza por el presentimiento de que algo está por suceder, es decir: por la apuesta por la razón y la posibilidad de progreso ilimitado.

[45] En efecto, el pensamiento de Benjamin “no es […] ni ‘moderno’ (en el sentido habermasiano) ni ‘postmoderno’ (en el sentido de Lyotard)”. Ante todo, se trata de “una crítica moderna a la Modernidad (capitalista/industrial), inspirada en referencias culturales e históricas precapitalistas” (Löwy, Michael, Alarme de incêndio, p. 15).

[46] Bensäid, op. cit., p. 65.

miércoles, 23 de junio de 2010

BP conocía los defectos del mecanismo de seguridad

Isabel Piquer


Público

Dos meses después de la tragedia que ha provocado el mayor desastre ecológico de la historia de Estados Unidos, se está empezando a conocer toda una cadena de fallos previsibles a los que ni BP, dueña de la plataforma Deepwater Horizon, ni Transocean, que estaba trabajando en ella, ni la agencia federal encargada de vigilar las explotaciones en tierras del Gobierno el Minerals Management Service (MMS por sus siglas en inglés) prestaron la suficiente atención. Ese desinterés terminó provocando, finalmente, la explosión de la plataforma petrolera, que provocó la muerte de once de sus trabajadores.


The New York Times publicaba ayer un amplísimo reportaje en el que narraba la serie de incidentes que anticiparon el fallo de la Deepwater Horizon. El diario asegura que el mecanismo de seguridad anti-explosiones de la plataforma o BOP (siglas de blowout preventer), falló sólo por unos centímetros la noche del 20 de abril, los suficientes para que la presión en el conducto principal provocara la explosión de la plataforma.

El BOP es el engranaje que falló en el momento crucial de la explosión y el centro de toda la polémica sobre la catástrofe.

Concentración de gas

Para prevenir este problema, muchas de las plataformas de Transocean en el Golfo (11 de las 14) tenían un doble sistema de guillotina como precaución, por si una fallaba. Muchas, excepto Deepwater Horizon. Y eso que los ingenieros encargados de su gestión habían calificado el pozo de "pesadilla" debido a las altas concentraciones de gas de la capa petrolífera, de la que esperaban sacar gran partido.

De hecho, la prospección llevaba semanas de retraso, lo que estaba costando millones de dólares a BP, de ahí que en las últimas semanas se aceleraran las operaciones, corriendo muchos riesgos.

Ya existían precedentes de fallos en los BOP. El año pasado, Transocean encargó un informe confidencial a la compañía noruega Det Norske Veritas, la más experimentada del mundo en este tema, sobre la fiabilidad de estos mecanismos de seguridad. El estudio, que analizó 15.000 pozos en Norteamérica y el mar del Norte, sólo encontró 11 incidentes parecidos al de Deepwater Horizon, en los que, sin embargo, el BOP falló en el 45% de las ocasiones.

En otros dos estudios, en parte financiados por la MMS, realizados en 2002 y 2004, la compañía texana West Engineering Services concluyó que, incluso si el BOP funcionaba correctamente, a grandes profundidades, fallaba a veces en guillotinar los conductos.

Pero no sólo fallaron BP y Transocean. La agencia federal encargada de aplicar las consignas de seguridad, la MMS, en algunos casos, desoyó las recomendaciones de sus propios expertos.

La reciente investigación del Congreso de Estados Unidos ha revelado que el funcionario de la MMS que autorizó la perforación de Deepwater Horizon no pidió pruebas a BP de que los mecanismos de seguridad funcionaran correctamente.

Pero, además, nuevas declaraciones de testigos directos de la catástrofe aseguran que BP conocía los problemas de su plataforma petrolera antes de la explosión. Un trabajador de la plataforma declaró a la BBC que el mecanismo de seguridad había tenido problemas semanas antes del desastre.

Dispositivo paralelo

Tyrone Benton aseguró a la cadena de noticias británica que el problema no se resolvió y que Transocean optó en su lugar por instalar otro dispositivo paralelo, sin intentar averiguar las causas del primer incidente. El problema que se detectó concernía, tal y como indica también la información de The New York Times, al BOP.

Este sistema está constiuido básicamente por cuchillas gigantes, una especie de guillotina, que deben cortar el conducto y sellar el pozo si la presión empieza a descontrolarse. Estas cuchillas se activan por un sistema eléctrico y otro hidráulico. Según Benton, fue este último el que falló. "Vimos un escape en el engranaje e informamos a la compañía. En el centro de operaciones pueden apagar uno de ellos y poner en marcha otro, y así no tienen que parar las operaciones", aseguraba a la BBC.

Este factor, el hecho de no querer interrumpir la perforación, fue el factor decisivo a la hora de seguir con las operaciones de prospección pese a las señales de que algo no iba bien. Un parón técnico habría costado unos 700 dólares por minuto, un gasto que la compañía decidió no asumir.

"Es inaceptable", declaraba a la BBC el profesor Tad Patzek, experto petrolero de la Universidad de Texas. "Si hay indicios de que el mecanismo de seguridad para prevenir explosiones no funciona correctamente, hay que arreglarlo".

Fuente: http://www.publico.es/ciencias/322453/bp/conocia/defectos/mecanismo/seguridad

rCR

Manipulación del planeta para, supuestamente, contrarrestar el cambio climático

Silvia Ribeiro


Alai-amlatina

Rebelion VI 23 10


Blanquear nubes, fertilizar el océano, tapar el sol, inyectar nanopartículas de azufre en la estratósfera, abrillantar los mares, "sembrar" miles de árboles artificiales, plantar millones de árboles para quemar como carbón y enterrarlos como "biochar", invadir las tierras con mega-plantaciones de transgénicos super brillantes para reflejar los rayos solares...




Suena como lista de delirios, pero son algunas de las propuestas "serias" de los que propugnan la geoingeniería como solución a la crisis climática.



La geoingeniería se refiere a la manipulación intencional de grandes trozos del planeta para, supuestamente, contrarrestar el cambio climático. Hasta hace poco era considerada ciencia ficción. Ahora, poderosos intereses económicos y políticos, presionan por llevarla a la práctica. En el último año, varias instituciones científicas de renombre –como la Sociedad Real del Reino Unido– se han prestado a publicar informes sobre geoingeniería, con escasa o nula participación de científicos críticos, concluyendo que "se debe financiar con recursos públicos la investigación y experimentación de la geoingeniería".



Los científicos que promueven la geoingeniería, alegan que como los políticos no se ponen de acuerdo para enfrentar el cambio climático, hay que tener preparado un "plan B". Reconocen que implica enorme riesgos, pero según ellos, no hay otra salida.



Después del fracaso de la cumbre del clima en Copenhague, paradójicamente provocado por los mismos gobiernos y empresas que causaron el cambio climático, científicos provenientes de esos mismos países convergen en decir que la democracia no es útil para enfrentar las crisis. Proclaman que ellos tendrán que salvar al planeta y a la humanidad, aunque sea a la fuerza y contra nuestra voluntad.



James Lovelock, famoso científico preocupado por el ambiente, declaró que "habrá que poner la democracia en pausa" ( The Guardian, 29/3/10). Para él, la única alternativa es manipular el clima con geoingeniería. Lo mismo expresa el científico canadiense David Keith, que en enero 2010 publicó en la revista Nature que urge "manejar la radiación solar", inyectando nanopartículas azufradas en la estratósfera, para que desvíen los rayos del sol. Esto imitaría la nube que se forma en una erupción volcánica, y quizá bajaría la temperatura global (teóricamente lo que sucedió con la erupción del volcán Pinatubo en 1991). Tendría muchos y gravísimos impactos y efectos colaterales no deseados, sobre todo en regiones al sur del mundo, muy lejos de los países de Keith y Lovelock, pero como aclara Keith "el manejo de la radiación solar tiene tres características esenciales: es rápida, barata e imperfecta".



Pese a eso, Keith aboga por experimentar con geoingeniería en campo a la brevedad, sin que haya intromisión de Naciones Unidas u otro tipo de supervisión multilateral, que solamente demorará lo que algunos científicos y unos cuantos hombres ricos y empresas pueden hacer sin que los molesten las instancias democráticas internacionales.



A principios de mayo 2010 salió a luz el proyecto de otros científicos, financiados con dinero de Bill Gates, para experimentar el "blanqueo de nubes", inyectando agua del mar desde barcos no tripulados en una superficie de 10,000 kilómetros cuadrados de océano. (http://www.etcgroup.org/es/node/5138). Argumentan que es "barato" y solamente un experimento. Pero en rigor, la etapa "experimental" no existe en geoingeniería. Para tener algún efecto sobre clima debe ser a mega-escala. Los que proponen blanquear las nubes para aumentar el reflejo de la luz del sol, reconocen que habría que cubrir cerca de la mitad del Océano Pacífico con barcos que lancen agua de mar a las nubes, para quizá tener algún efecto sobre el clima.



No son sólo científicos los que proponen la geoingeniería. Ellos proveen el discurso y las "capacidades" a los más interesados: grandes capitales y transnacionales, sobre todo empresas que hasta ahora negaban el cambio climático porque son los principales culpables (como petroleras, de carbón, energía). Ahora ven en la geoingeniería no como plan B, sino como plan A. Para ellos y gobiernos como Estados Unidos y Reino Unido, la geoingeniería es la solución "perfecta" al cambio climático: no hay que cambiar nada, se puede seguir contaminando y emitiendo gases de efecto invernadero, porque podrían enfriar el planeta permanentemente, lo cual además les reportará lucros adicionales. El discurso de que "todos" somos igualmente responsables de las crisis climáticas y ambientales y que la democracia no sirve, les viene de perillas para tener aún más impunidad. Ahora hasta parece que nos están salvando.



Frente a estas tropelías, se creó en el marco de la reciente Cumbre de los Pueblos frente al Cambio Climático en Cochabamba, la campaña "No manipulen la tierra", que ya cuenta con la adhesión de más de 100 organizaciones y grandes redes internacionales de ambientalistas, campesinos, indígenas y otras. La demanda central es prohibir la geoingeniería y cambiar las causas reales de la crisis climática. (http://www.nomanipulenlamadretierra.org/ )



Un primer logro a nivel internacional, es que un cuerpo de asesoramiento científico técnico de Naciones Unidas, acordó el 14 de mayo 2010, en Nairobi, Kenya, recomendar al Convenio de Diversidad Biológica establecer una moratoria sobre la geoingeniería, por los impactos que puede tener sobre la biodiversidad y las formas de vida relacionadas a ella. Un primer paso de una lucha que será dura, pero que cada vez cuenta con una oposición mayor desde todos los rincones del planeta.



Silvia Ribeiro es investigadora del Grupo ETC.

http://www.etcgroup.org/es



Fuente: http://alainet.org/active/39040

martes, 22 de junio de 2010

Los vertidos que no salen en la tele

Manuel Ansede


Público

Rebelion VI 22 10
 
El presidente de EEUU, Barack Obama, ha llegado a bramar que quiere "patear el culo" de los directivos de BP, la petrolera responsable de la plataforma que estalló el pasado 20 de abril provocando una fuga de más de 400 millones de litros de crudo hasta la fecha. Sus ataques contra la multinacional de origen británico han hecho que la compañía se tambalee y pierda la mitad de su valor en bolsa. Durante dos meses, sólo ha existido un vertido. Ni una palabra sobre lo que ocurre a miles de kilómetros, en el delta del río Níger. Podría justificarse a Obama aduciendo que se debe preocupar por lo que ocurre en su país, pero el 40% del petróleo que importa EEUU procede del delta del Níger. Y la marea negra del Golfo de México ha cubierto las negligencias de las petroleras en este rincón olvidado del mundo.


El pasado martes, el ministro de Medio Ambiente de Nigeria, John Odey, expresó su "preocupación" ante la exagerada cantidad de vertidos de la compañía estadounidense Exxon Mobil en el delta del río Níger. En los últimos cuatro años, 2.400 fugas han teñido de negro la región, la mayor parte provocadas por sabotajes, según la Agencia Nacional de Detección y Respuesta a los Vertidos de Petróleo. Una marea negra como la que inunda hoy los telediarios de todo el mundo no sería noticia en Nigeria. En sus costas, según algunas estimaciones, se han vertido casi 40.000 toneladas de crudo cada año en el último medio siglo. Es como si un petrolero como el Exxon Valdez naufragara todos los años en el delta del río Níger.

"Es necesario que Exxon Mobil muestre más prudencia en la gestión de sus vertidos", demandó con tibieza Odey tras una reunión con directivos de la petrolera. Es un cambio de estrategia en un gobierno acostumbrado a callar ante los desastres medioambientales causados por las petroleras. Nada que ver con Obama y sus patadas en el culo. El 85% de los ingresos de Nigeria depende del gas y del petróleo.

Pescado contaminado

"De qué manera tan diferente funcionan las cosas en Nigeria. El gobierno normalmente no se molesta en emitir comunicados, pero no sólo eso: nunca siente la necesidad de desprestigiar estos vertidos", denunció hace unos días el profesor nigeriano Anene Ejikeme, de la Trinity University de San Antonio (Texas), en las páginas de The New York Times.

La directora de asuntos globales de Amnistía Internacional, Audrey Gaughran, autora de un exhaustivo informe sobre el desastre medioambiental en el Golfo de Guinea, describió así la situación ya hace un año: "Quienes habitan el delta del Níger tienen que beber, cocinar y lavarse con agua contaminada. Comen pescado contaminado con petróleo y otras toxinas, si es que consiguen encontrar todavía bancos de pesca. La tierra que cultivan se está degradando. Tras los vertidos de petróleo, el aire que respiran huele a petróleo, gas y otros agentes contaminantes. La gente se queja de problemas respiratorios y lesiones en la piel y, sin embargo, ni el Gobierno ni las petroleras vigilan los efectos de la contaminación del petróleo en los seres humanos".

La responsabilidad de la tragedia en Nigeria no es sólo de Exxon Mobil. La compañía angloholandesa Shell, el mayor operador en el país, admitió en mayo que, sólo en 2009, más de 100.000 de su barriles de petróleo (14.000 toneladas) acabaron derramados en Nigeria. Una marea negra de Shell cada cuatro días. "La gran mayoría de los vertidos [el 70%, según sus cálculos] en el delta del Níger son resultado del sabotaje o debidos a fugas causadas cuando ladrones perforan los oleoductos para robar petróleo", se defendió la compañía, que asegura estar "comprometida a limpiar todos los vertidos tan rápido como es posible".

La opinión de Amnistía Internacional es muy diferente. "Aunque Shell asegura que es una empresa social y ecológicamente responsable, sigue causando daños directos a los derechos humanos al no prevenir debidamente y mitigar los efectos de la contaminación y el daño medioambiental en el delta del Níger", ha criticado Gaughran. Shell pagó poco más de tres millones de euros en compensaciones a los propietarios de las tierras afectadas en 2009.

280.000 millones en ingresos y a vivir con 80 céntimos al día

En la Arabia Saudí de África, Nigeria, donde los políticos corruptos se llenan los bolsillos con fajos de petrodólares, la esperanza de vida al nacer de un ciudadano es de 48 años, 33 menos que un español. Y casi 100 de cada 1.000 bebés mueren antes de cumplir un año.

Un viejo análisis, elaborado en 2003 pero todavía vigente, derrumba el discurso de las petroleras sobre su efecto beneficioso en la sociedad. El economista español Xavier Sala i Martín, de la Universidad estadounidense de Columbia, y Arvind Subramanian, del Fondo Monetario Internacional, desvelaron que el porcentaje de personas que vivían con menos de un dólar (0,8 euros) al día en Nigeria había saltado del 36% al 70% de la población (unos 140 millones de personas) entre 1970 y 2000. En el mismo periodo de tiempo, los gobiernos nigerianos ingresaron unos 280.000 millones de euros gracias al petróleo.

La principal operadora del país, Shell, admite que el dinero del crudo no llega a los ciudadanos, pero se vanagloria de su aportación económica. “La corrupción ha sido una de las barreras para transformar los ingresos del petróleo en beneficios para la población de Nigeria”, asegura la multinacional en un informe publicado hace unas semanas.

En el mismo documento, la petrolera presume de haber firmado contratos con empresas nigerianas por valor de 720 millones de euros en 2009 y de haber ingresado otros 36 millones en un fondo para mejorar la educación en el país.

La multinacional asegura que el oro negro no basta para crear riqueza. “Aunque se invirtiera bien, los ingresos del petróleo en Nigeria no dan para mucho en el país más poblado de África. Los ingresos totales por gas y petróleo divididos entre los 140 millones de habitantes se reducen a menos de un dólar al día por persona”, explica Shell en su informe.

El análisis de Sala i Martín es mucho menos autocomplaciente: “El petróleo ejerce un impacto negativo en el crecimiento a causa de su impacto dañino en la calidad de las instituciones”.

Fuente: http://www.publico.es/ciencias/322129/nigeria/shell/vertido/petroleo

lunes, 21 de junio de 2010

Lo que todo ambientalista necesita saber sobre capitalismo

Fred Magdoff / John Bellamy Foster


Monthly Review

Ha llegado el momento de que los que estén preocupados por el destino de la Tierra enfrenten los hechos: no sólo la grave realidad del cambio climático sino también la acuciante necesidad de un cambio en el sistema social
 
Ha llegado el momento de que los que están preocupados por el destino de la Tierra se enfrenten a los hechos: no sólo la grave realidad del cambio climático ,sino también la acuciante necesidad de un cambio en el sistema social. La incapacidad de llegar a un acuerdo sobre el clima global en Copenhague en diciembre de 2009 no fue únicamente una simple abdicación del liderazgo mundial, como se ha sugerido frecuentemente, sino que tuvo raíces más profundas en la incapacidad del sistema capitalista para lidiar con la creciente amenaza a la vida en el planeta. El conocimiento de la naturaleza y los límites del capitalismo, y los medios para trascenderlo, tienen entonces importancia vital. En palabras de Fidel Castro en diciembre de 2009: “Hasta hace muy poco se discutía sobre el tipo de sociedad en que viviríamos. Hoy se discute si la sociedad humana sobrevivirá” [1].


I. La crisis ecológica planetaria

Existen pruebas abundantes de que los humanos han causado daño ambiental durante milenios. Problemas por deforestación, erosión de suelos y salinización de suelos irrigados se remontan a la antigüedad. Platón escribió en Critias:

Nuestra tierra ha venido a ser, en comparación con la que fuera entonces, como el esqueleto de un cuerpo descarnado por la enfermedad. Las partes grasas y blandas de la tierra se han ido disperdado en derredor, y no queda más que el espinazo desnudo de la región. Pero, en aquellos tiempos, cuando estaba aún intacta, tenía montañas, elevadas ondulaciones de tierra; las llanuras que hoy día se llaman campos de Feleo estaban cubiertas de glebas grasísimas; sobre las montañas había extensos bosques, de los que aún quedan actualmente huellas visibles. Pues, entre estas montañas que no pueden alimentar ya más que las abejas, las hay sobre las que se cortaban, no hace aún mucho tiempo, grandes árboles, aptos para levantar las mayores construcciones, cuyos revestimientos aún existen. Había también multitud de altos árboles cultivados y la tierra brindaba a los rebaños unos pastos inagotables. El agua fecundante de Zeus que caía cada año sobre ella no corría en vano, como actualmente, para irse a perder en el mar desde la tierra estéril: la tierra tenía agua en sus entrañas y recibía del cielo una cantidad que ella había hecho impermeable; y ella conducía también y desviaba por sus anfractuosidades el agua que caía de los lugares elevados. De esta manera, por todas partes se veían rielar las generosas corrientes de las fuentes y los ríos. Respecto a todos estos hechos, los santuarios que en nuestros días aún subsisten en honor de las antiguas fuentes, son un testimonio fehaciente de que esto que acabamos de contar es verídico [2].

Lo que es diferente en nuestra era actual es que somos muchos habitando la Tierra, que tenemos tecnologías que pueden ocasionar daños mucho peores y hacerlos más rápido, y que tenemos un sistema económico que no conoce límites. El daño que se está haciendo se encuentra tan extendido que éste no sólo degrada ecologías locales y regionales, sino que también afecta al medio ambiente planetario.

Existen muchas sólidas razones para que, junto a muchas otras personas, nos preocupemos de la vigente y rápida degradación del medio ambiente de la Tierra. El calentamiento global, ocasionado por el aumento inducido de gases de efecto invernadero (CO2, metano, N2O, etc.), se encuentra en proceso de desestabilizar el clima mundial –con horrendos efectos para la mayoría de las especies en el planeta y la propia humanidad cada vez con más seguridad. Cada década es más cálida que la anterior, con 2009 alcanzando el nivel del segundo año más cálido (2005 se encuentra primero) en los 130 años de registros instrumentales de la temperatura a nivel mundial [3.] El cambio climático no ocurre de forma gradual, lineal, sino que es no-lineal, con todo tipo de retroalimentaciones que lo amplifican y puntos de no retorno. Existen claros indicios de los problemas que nos deparará el futuro. Éstos incluyen:

- Derretimiento del hielo del Océano Ártico durante el verano, que reduce el reflejo de la luz solar al reemplazar el hielo blanco por el océano oscuro, y por lo tanto, aumentando el calentamiento global. Los satélites muestran que el remanente del hielo ártico durante el verano se redujo en un 40% en 2007 respecto a finales de la década de 1970, cuando comenzaron las mediciones precisas [4].

- La eventual desintegración de las capas de hielo de Groenlandia y la Antártida, ocasionada por el calentamiento global, ocasiona aumentos en los niveles de los océanos. Incluso un aumento del nivel del mar de entre 1-2 metros podría ser desastroso para cientos de millones de personas que habitan en países que se encuentran a nivel del mar como Bangladesh y Vietnam, y varios Estados insulares. Un aumento del nivel del mar a una tasa de unos pocos metros por centuria no es inusual en el registro paleoclimático, y por lo tanto debe considerarse posible, dadas las actuales tendencias de calentamiento global. Actualmente, más de 400 millones de personas viven dentro de los cinco metros sobre el nivel el mar, y más de mil millones dentro de los veinticinco metros [5].

- La veloz disminución de los glaciares de montaña a nivel mundial, muchos de los cuales –de continuar las actuales emisiones de gases de efecto invernadero- podrían encontrarse prácticamente (o totalmente) desaparecidos en la presente centuria. Los estudios han demostrado que un 90% de los glaciares de montaña a nivel mundial ya se encuentran en franco repliegue debido al calentamiento global. Los glaciares del Himalaya proveen de agua a países con miles de millones de habitantes en Asia durante la temporada seca. Su reducción ocasionará inundaciones y agudizará la escasez de agua. El derretimiento de los glaciares de los Andes está contribuyendo a inundaciones en esa región. Pero el problema más inmediato, vigente y a largo plazo, asociado con la desaparición de los glaciares –visible hoy en Bolivia y Perú- es el de la falta de agua [6].

- Devastadoras sequías que se expandirán a un 70% de las tierras dentro de las próximas décadas de continuar la situación actual; ya se ha hecho evidente en el norte de India, noreste de África y Australia [7].

- Mayores niveles de CO2 en la atmósfera pueden incrementar la producción de algunos tipos de cultivos, pero éstos podrían verse dañados en años futuros por una desestabilización que ocasione condiciones climáticas secas o muy húmedas. Ya se han constatado pérdidas en campos de arroz en el Sureste Asiático, atribuidos a mayores temperaturas durante la noche que ocasionan disminuciones en el incremento de la respiración nocturna de la planta. Esto implica una mayor pérdida de lo producido por fotosíntesis durante el día [8].

- Cambios rápidos en el clima de ciertas regiones ocasionan la extinción de especies que no pueden migrar o adaptarse, conduciendo a un colapso de todo el ecosistema que depende de las mismas, y la muerte de más especies. (Ver debajo para más detalles de la extinción de especies) [9].

- Relacionado con el calentamiento global, la acidificación del océano producto de un aumento en la absorción de carbono amenaza con el colapso de ecosistemas marinos. Recientes indicios sugieren que una acidificación del océano puede, eventualmente, reducir la eficiencia del océano en la absorción de carbono. Esto significa una potencial y más veloz acumulación de dióxido de carbono en la atmósfera, y una aceleración del calentamiento global [10].

Si bien el cambio climático y sus consecuencias, junto con el “hermano malvado” de la acidificación del océano (también ocasionado por las emisiones de carbono), se presentan, de lejos, como las mayores amenazas a la vida en la Tierra, incluyendo la de los humanos, también existen otros severos problemas medioambientales. Éstos incluyen la contaminación de aire y agua con desechos industriales. Algunos de los mismos (el metal de mercurio, por ejemplo) se amontonan y ascienden con el humo para luego caer y contaminar suelo y agua, mientras que otros provenientes de depósitos de desechos se filtran en cursos de agua. Muchos peces de océano y agua dulce se encuentran contaminados con mercurio y con numerosos químicos industriales orgánicos. Los océanos contienen grandes “islas” de desechos –“bombillos de luz, tapas de botellas, cepillos de dientes, palitos de chupetines y pequeños pedazos de plástico, cada uno del tamaño de un grano de arroz, habitan la mancha de basura del Pacífico, un área muy extendida de basura que duplica su tamaño cada década y actualmente se estima del doble del tamaño de Texas” [11].

En Estados Unidos, el agua potable que beben millones de habitantes se encuentra contaminada con pesticidas como atrazine, así como también con nitratos y otros contaminantes de la agricultura industrial. Los bosques tropicales, las áreas con mayor biodiversidad terrestre, se están destruyendo velozmente. La tierra se está convirtiendo en plantaciones de aceite de palma en el Sudeste Asiático, con el propósito de exportar el aceite como insumo para la elaboración de biodiesel. En Sudamérica, las selvas tropicales son usualmente convertidas en amplias pasturas y luego utilizadas para cultivos de exportación como el poroto de soja. Esta deforestación está causando alrededor del 25% de las emisiones de CO2[12] inducidas por los seres humanos. La degradación de los suelos por erosión, el sobrepastoreo y la falta de retorno de materiales orgánicos amenazan la productividad de grandes áreas de tierra dedicadas a la agricultura a nivel mundial.

Todos estamos contaminados con una variedad de químicos. Recientes exámenes sobre veinte médicos y enfermeras testados por sesenta y dos químicos en sangre y orina –la mayoría químicos orgánicos como retardantes de ignición y plastificantes- encontraron que: "cada participante tenía al menos 24 químicos individuales en su cuerpo, y dos participantes tenían un máximo de 39 químicos […] todos los participantes tenían bisphenol A [utilizado para hacer policarbonatos plásticos rígidos usados en las botellas refrigeradoras de agua, botellas para bebés, forros de la gran mayoría de los envases metálicos de comida, y presente en los alimentos contenidos en esos recipientes, electrodomésticos de cocina, etc.], y algunas formas de ftalato [presentes en muchos productos como fijadores de cabello, cosméticos, productos plásticos, y barnices] PBDE [éter de difenil polibrominado utilizado como retardante de ignición en computadoras, muebles, colchones y equipos médicos] y PFC [componentes perfluorinados utilizados en ollas antiadherentes, capas protectoras para alfombras, papel, etc.] [13].

Si bien los médicos y las enfermeras se encuentran rutinariamente expuestos a grandes cantidades de químicos con respecto al común de la gente, todos estamos expuestos a esos y otros químicos que no forman parte de nuestros organismos y cuya mayor parte tiene efectos negativos sobre la salud. De los 84.000 químicos de uso comercial en Estados Unidos no tenemos ni idea de la composición y potencial capacidad de daño de un 20% (cerca de 20.000). Su composición cae dentro de la categoría “secreto comercial” y se oculta legalmente [14].

Están desapareciendo especies a una tasa acelerada al destruirse sus hábitats, no sólo por causa del calentamiento global sino también por acción directa de los seres humanos. Un reciente estudio estimó que más de 17.000 especies de animales y plantas están en riesgo de extinción. “Más de uno de cada cinco de todos los mamíferos conocidos, más de la cuarta parte de los reptiles y el 70% de las plantas están en riesgo, de acuerdo al estudio que comprendió más de 2.800 especies nuevas comparado con 2008. ‘Esos resultados son simplemente la punta del iceberg’, sostuvo Craig Hilton-Taylor, quien lleva adelante la lista. Afirmó que muchas más especies que todavía deben ser evaluadas podrían estar "seriamente amenazadas” [15]. Al desaparecer las especies, los ecosistemas que dependen de una multitud de especies para funcionar comienzan a degradarse. Una de las muchas consecuencias de los ecosistemas degradados con menor cantidad de especies parece ser una mayor transmisión de enfermedades infecciosas [16].

Está fuera de debate que la ecología de la tierra –y los mismísimos sistemas vitales de los que dependen los humanos así como otras especies- está bajo un sostenido y severo ataque debido a las actividades humanas. También está claro que de seguir por el mismo camino los efectos serán devastadores. Como declaró James Hansen, director del Instituto Goddard para los Estudios Espaciales de la NASA: “el planeta Tierra, creación, el mundo en el que cada civilización se desarrolló, los patrones climáticos y estables franjas costeras que conocemos, está en inminente peligro […] la alarmante conclusión es que la continua explotación de combustibles fósiles en la Tierra amenaza no sólo a las otras millones de especies en el planeta sino también la propia supervivencia de la humanidad –y el tiempo es mucho menos del que pensamos-” [17]. Además, el problema no comienza y termina con los combustibles fósiles sino que se extiende a toda la interacción humano-económica con el medio ambiente.

Uno de los últimos y más importantes desarrollos de la ciencia ecológica es el concepto de “límites planetarios”, de los cuales se han establecido nueve límites/umbrales críticos para el sistema de la tierra relacionados con: (1) cambio climático; (2) acidificación de los océanos; (3) agotamiento del ozono de la estratósfera; (4) el límite de la circulación biogeoquímica (el ciclo del nitrógeno y los ciclos del fósforo); (5) la utilización de agua dulce global; (6) cambio en la utilización del suelo; (7) pérdida de biodiversidad; (8) carga atmosférica con aerosoles; y (9) contaminación química. Cada uno de ésos está considerado esencial para mantener el relativamente benigno clima y las condiciones medioambientales que han existido en los últimos 20.000 años (la era del Holoceno). Los límites sustentables en tres de esos sistemas –cambio climático, biodiversidad, y la interferencia humana en el ciclo del nitrógeno- ya se habrían cruzado [18].

II. Intereses en común: trascender el funcionamiento actual

Coincidimos plenamente con muchos ambientalistas que han concluido que continuar con las cosas “así como van” constituye un camino hacia el desastre global. Mucha gente ha determinado que, en función de limitar la huella ecológica de los seres humanos en la Tierra, necesitamos una economía –particularmente en los países ricos- que no crezca y con ello sea capaz de detener y posiblemente reducir el aumento de las emisiones contaminantes, así como también favorecer la conservación de recursos no renovables y una utilización más racional de los que son renovables. Algunos ambientalistas están preocupados por el hecho de que si la producción mundial continuase expandiéndose y todos en los países en desarrollo buscasen alcanzar el nivel de vida de los estados capitalistas ricos, no sólo la contaminación continuará aumentando más allá de lo que el sistema de la tierra puede absorber, sino que también agotaremos los limitados recursos no renovables a nivel mundial. Los límites del crecimiento, de Donella Meadows, Jorgen Randers, Dennis Meadows y William Behrens, publicado en 1972 y actualizado en 2004 como Límites al crecimiento: actualización de 30 años, es un ejemplo de la preocupación por este tema [19]. Está claro que existen límites biosféricos y que el planeta no puede soportar los alrededor de 7.000 millones de habitantes (mucho menos, por supuesto, los 9.000 millones proyectados para mediados de siglo) bajo lo que se conoce como el standard de vida de la “clase media” occidental. El Instituto Worldwatch ha estimado recientemente que un mundo que utilizase su biocapacidad per cápita al nivel de los Estados Unidos en la actualidad únicamente podría soportar 1.400 millones de habitantes [20]. El problema principal es antiguo y reside no en los que no tienen lo suficiente para un nivel de vida decente, sino en aquéllos para quienes no existe lo suficiente. Como sostuvo Epicuro: “nada es suficiente para quien lo suficiente es poco” [21]. Un sistema social global organizado en base a “lo suficiente es poco” está destinado a destruir eventualmente todo lo que lo rodea, incluso a sí mismo.

Muchas personas son conscientes de la necesidad de justicia social a la hora de resolver este problema, especialmente porque una gran mayoría de los desposeídos que viven en condiciones peligrosamente precarias, han sido particularmente golpeados por desastres y la degradación ambiental, y se avizoran como las próximas víctimas si se permite que continúen las tendencias actuales. Está claro que aproximadamente la mitad de la humanidad –más de 3.000 millones de personas, viviendo en pobreza extrema y subsistiendo con menos de 2,5 dólares diarios- necesitan tener acceso a los elementos básicos para la vida humana como una vivienda digna, una fuente segura de alimento, agua limpia y atención médica. Nosotros no podríamos estar más de acuerdo con esas preocupaciones [22].

Algunos ambientalistas sienten que es posible resolver la mayoría de estos problemas mediante algunos ajustes en nuestro sistema económico, introduciendo una mayor eficiencia energética y reemplazando los combustibles fósiles por energías “verdes” –o utilizando tecnologías que alivien los problemas (como la captura de carbono desde plantas de energía y su inyección en la profundidad de la tierra). Existe un movimiento hacia prácticas “verdes” que se utiliza como herramienta de mercadeo o para mantenerse al paso de otras compañías que alegan la utilización de dichas prácticas. No obstante, dentro del movimiento ambientalista, existen quienes tienen claro que meros ajustes técnicos en el sistema productivo vigente no serán suficientes para resolver los dramáticos y potencialmente catastróficos problemas que enfrentamos.

Curtis White comienza su artículo de 2009 en Orion, titulado “El corazón brutal: capitalismo y crisis de la naturaleza” diciendo: “existe una cuestión fundamental que los ambientalistas no se preguntan lo suficiente, y ni hablar de que la contesten: ¿por qué está ocurriendo la destrucción del mundo natural?” [23]. Es imposible encontrar solucione reales y duraderas hasta que no respondamos satisfactoriamente esta aparentemente simple pregunta.

Nuestra opinión es que la mayoría de los críticos problemas ambientales que tenemos están ocasionados, o magnificados, por el funcionamiento de nuestro sistema económico. Incluso los temas relacionados con el crecimiento de la población y la tecnología pueden apreciarse mejor apreciados en términos de su relación con la organización socioeconómica de la sociedad. Los problemas ambientales no son resultado de la ignorancia humana o de una codicia innata. No se presentan porque los empresarios que dirigen grandes corporaciones son moralmente deficientes. En cambio debemos observar el patrón fundamental de funcionamiento del sistema económico (y político/social) para encontrar respuestas. Es precisamente el hecho de que la destrucción ecológica está integrada en la naturaleza interna y lógica de nuestro sistema de producción vigente lo que hace tan difícil la solución del problema.

Además, sostenemos que las “soluciones” propuestas para la devastación ambiental, que permitirían al actual sistema de producción y distribución continuar intacto, no son soluciones reales. De hecho, ese tipo de “soluciones” harán que las cosas empeoren al dar la falsa impresión de que los problemas se encuentran en vías de superarse cuando la realidad es bastante diferente. Los acuciantes problemas ambientales que enfrenta el mundo y sus habitantes no estarán efectivamente resueltos hasta que instituyamos otra forma de interacción de los seres humanos con la naturaleza –modificando la forma en que tomamos decisiones sobre cuánto y cómo producimos. Nuestras metas más necesarias y racionales requieren que tomemos en cuenta las necesidades humanas fundamentales, y que creemos condiciones justas y sustentables para generaciones presentes y futuras (lo que también implica preocuparse por la preservación de otras especies).

III. Características del capitalismo en conflicto con el ambiente

El sistema económico que domina casi todos los rincones del planeta es el capitalismo, que, para la mayoría de los humanos, es tan “invisible” como el aire que respiran. Estamos, de hecho, enormemente ajenos al sistema mundial, tanto como los peces se encuentran ajenos al agua en que nadan. Es la ética del capitalismo, sus perspectivas, y forma de pensar que asimilamos y a la que nos aculturamos cuando crecemos. Inconscientemente, aprendemos que la codicia, la explotación de los trabajadores, y la competencia (entre personas, negocios y países) no son sólo aceptables sino de hecho buenas para la sociedad porque ayudan a que nuestra economía funcione “eficientemente”.

Consideremos algunos aspectos claves del conflicto del capitalismo con la sustentabilidad ambiental:

A. El capitalismo es un sistema que debe expandirse continuamente

Un capitalismo sin crecimiento es un oxímoron: cuando cesa el crecimiento, el sistema ingresa en un estado de crisis particularmente sufrido por los desempleados. La fuerza rectora básica del capitalismo y toda su razón de ser es la consecución de ganancias y riqueza a través del proceso de acumulación (ahorro e inversiones). No reconoce límites para su propia auto-expansión –ni en la economía como un todo; ni en las ganancias deseadas por los ricos; ni en el aumento en el consumo que se induce para generar mayores ganancias o corporaciones. El medio ambiente existe, no como un lugar con límites inherentes dentro de los cuales los seres humanos deben vivir junto a otras especies, sino como un reino a ser explotado en un proceso de creciente expansión económica.

De hecho, los negocios, de acuerdo con la lógica interna del capital, que es reforzada por la competencia, deben o “crecer o morir” –como el sistema en sí mismo. Es poco lo que se puede hacer para aumentar las ganancias cuando el crecimiento es lento o nulo. Bajo tales circunstancias, existen pocas razones para invertir en nueva capacidad, cerrando por lo tanto la posibilidad de obtener nuevas ganancias a partir de nuevas inversiones. En una economía estancada puede exprimirse a los trabajadores para obtener mayores ganancias. Medidas como la reducción de personal y la exigencia de “hacer más con menos” a los que quedan, la transferencia de los costos de pensiones y seguros de salud a los trabajadores, y la automatización que reduce el número de trabajadores necesarios sólo pueden llegar hasta cierto punto sin que el sistema se desestabilice más. Si una corporación es lo suficientemente grande puede, como Wal-Mart, forzar a los proveedores, temerosos de perder su negocio, a reducir sus precios. Pero esos medios no son suficientes para satisfacer lo que es, de hecho, una búsqueda insaciable de mayores ganancias, con lo cual las corporaciones se encuentran continuamente impelidas a luchar contra sus competidores (incluyendo frecuentemente su compra) para incrementar porciones de mercado e ingresos por ventas.

Es cierto que el sistema puede continuar moviéndose hacia adelante, hasta cierto punto, como resultado de la especulación financiera apalancada por deuda creciente, inclusive en medio de una tendencia de lento crecimiento de la economía subyacente. Pero esto significa, como hemos visto una y otra vez, el crecimiento de burbujas financieras que explotan inevitablemente.[24] Bajo el capitalismo no existe alternativa a una expansión indefinida de la “economía real” (por ejemplo, la producción), independientemente de las necesidades humanas reales, consumo, o el medio ambiente.

Uno podría considerar aún que es teóricamente posible una economía capitalista con crecimiento cero, y que aún así logre hacer frente a las necesidades humanas básicas. Supongamos que todas esas ganancias que obtienen las corporaciones (luego de reponer equipos o instalaciones obsoletas) son gastadas por los capitalistas en su propio consumo o dadas a los trabajadores como salarios y beneficios, y consumidas. Capitalistas y trabajadores gastarían este dinero, comprando los bienes y servicios producidos, y la economía podría permanecer en un estado constante, un nivel de no-crecimiento (lo que Marx denominó “reproducción simple” y algunas veces ha sido llamado “estado estacionario”). Como no habría inversión en nuevas capacidades productivas, no habría crecimiento económico y acumulación, y tampoco habría ganancias.

Existe, no obstante, un pequeño problema con esta “utopía capitalista de no-crecimiento”: la misma viola la fuerza básica de movimiento del capitalismo. Por lo que el capital lucha y constituye el propósito de su existencia es la propia expansión. ¿Por qué los capitalistas, quienes en cada fibra de su ser creen poseer un derecho personal a las ganancias de los negocios, y quienes se encaminan hacia la acumulación de riqueza, simplemente gastarían el excedente económico a su disposición en su propio consumo o (muchísimo menos) lo entregarían a los trabajadores para que lo gasten en el propio –en lugar de buscar expandir su riqueza? ¿Si no se generan ganancias, como podrían evitarse las crisis económicas bajo el capitalismo? Al contrario, está claro que los dueños del capital harán, en tanto y en cuanto continúen vigentes esas relaciones de propiedad, todo lo que su poder les permita para maximizar las ganancias que acumulan. Una economía en estado estacionario, o constante, como solución estable sólo puede ser concebida si se la separa de las relaciones sociales del capital.

El capitalismo es un sistema que constantemente genera un ejército de reserva de desempleados; significativamente, el pleno empleo es una rareza que únicamente ocurre con tasas de crecimiento muy altas (que, correspondientemente, son peligrosas para la sustentabilidad ecológica). Tomando el ejemplo de los Estados Unidos, observemos qué ocurre con el número oficial de “desempleados” cuando la economía crece a tasas diferentes en un período de cerca de sesenta años.

Como trasfondo, notemos que la población de Estados Unidos está creciendo a poco menos del 1 por ciento cada año, como lo hace el número neto de nuevos ingresantes en la población económicamente activa. En las mediciones actuales de desempleo en EE.UU., para que una persona sea considerada oficialmente desempleada, debe haber buscado trabajo dentro de las últimas cuatro semanas y no puede estar desempeñando trabajos de medio tiempo. Personas sin trabajo, que no han buscado trabajo en las últimas cuatro semanas (pero que han buscado dentro del último año), tanto porque creen que no hay empleos disponibles, o porque piensan que no están calificados para los disponibles, son clasificadas como “desanimadas” y no son contadas como oficialmente desempleadas. Otros “trabajadores marginalmente adjuntos”, que no han buscado trabajo recientemente, no porque estuvieran “desanimados”, sino por otras razones, como falta de una guardería asequible, también son excluidos del conteo oficial de desempleo. Además, aquellos trabajando medio tiempo pero queriendo trabajar tiempo completo no son considerados oficialmente desempleados. La tasa de desempleo para la definición más abarcativa del Buró de Estadísticas Laborales, que también incluye las categorías que desarrollamos más arriba (por ejemplo, trabajadores desanimados, trabajadores marginalmente adjuntos, trabajadores de medio tiempo queriendo trabajos de tiempo completo) prácticamente dobla la tasa oficial de desempleo de los EE.UU. En el siguiente análisis nos focalizamos únicamente en los datos oficiales de desempleo.





¿Qué vemos entonces en la relación entre crecimiento económico y desempleo en las últimas seis décadas?

1. Durante los once años de crecimiento muy lento, menos del 1,1 por ciento por año, el desempleo aumentó en cada uno de esos años.

2. En un 70 por ciento (9 de 13) de los años en que el PBI creció entre 1,2 y 3 por ciento, el desempleo también creció.

3. Durante los veintitrés años en los que la economía de EE.UU. creció considerablemente rápido (de 3,1 a 5 por ciento cada año), el desempleo también creció en tres años y la reducción del desempleo fue muy magra en la mayoría de los restantes.

4. En sólo trece de los años en los que PBI creció a más del 5 por ciento anual el desempleo no creció.

A pesar de que esta tabla se basa en años calendario y no sigue los ciclos económicos, que por supuesto, no se corresponden en lo más mínimo al calendario, está claro que, si la tasa de crecimiento de PBI no es sustancialmente mayor a la del crecimiento de la población, la población pierde empleos. Si el crecimiento lento o su ausencia constituyen un problema para los dueños de negocios que intentan aumentar sus ganancias, es un desastre para la clase trabajadora.

Lo que esto nos dice es que el sistema capitalista es un instrumento muy rudimentario en términos de proveer trabajos en relación al crecimiento –si el crecimiento estuviese justificado por la generación de empleo. Tomaría una tasa de crecimiento de alrededor del 4 por ciento o más, bastante lejos de la tasa de crecimiento promedio, para que los problemas de desempleo se resolvieran en el capitalismo norteamericano actual. Peor es notar el hecho de que, desde la década de 1940, difícilmente se han alcanzado semejantes tasas de crecimiento en la economía de EE.UU., excepto en época de guerras.

B. La expansión conduce a inversiones en el extranjero en búsqueda de fuentes seguras de materias primas, trabajo barato, y nuevos mercados

Cuando las compañías se expanden, saturan, o casi, el mercado local y buscan nuevos mercados en el extranjero para vender sus bienes. Además, aquéllas y sus gobiernos (trabajando en función de los intereses corporativos) ayudan a asegurar acceso y control sobre recursos naturales claves como el petróleo y una variedad de minerales. Nos encontramos en medio de un proceso de “captura de tierras”, en tanto el capital privado y los fondos soberanos de riqueza del gobierno se esfuerzan por ganar control de vastas porciones de territorio en todo el mundo para producir comida y cultivos que sirvan de insumo para biocombustibles en sus propios mercados. Se estima que alrededor de treinta millones de hectáreas de tierra (prácticamente dos tercios de la tierras cultivables en Europa), la mayoría en África, han sido recientemente adquiridas o están en proceso de adquisición por países ricos y corporaciones internacionales.[25]

La confiscación global de tierras (inclusive por medios “legales”) puede ser considerada parte de la historia del imperialismo. La historia de centurias de expansión y saqueo por parte de Europa está bien documentada. Las guerras comandadas por EE.UU. en Irak y Afganistán siguen el mismo patrón histórico general, y están claramente relacionadas con los intentos de EE.UU. por obtener el control de las principales fuentes de petróleo y gas.[26]

Hoy en día las corporaciones multinacionales (o trasnacionales) rastrean el mundo en búsqueda de recursos y oportunidades en cualquier lugar donde puedan hallarlos, explotando el trabajo barato en países pobres y reforzando, más que reduciendo, las divisiones imperialistas. El resultado es una explotación global mucho más rapaz de la naturaleza y mayores diferencias de riqueza y poder. Semejantes corporaciones no tienen lealtad más que para sus propios balances contables.

C. Un sistema que, por su mismísima naturaleza, debe crecer y expandirse eventualmente chocará con la finitud de los recursos naturales

El agotamiento irreversible de los recursos naturales dejará a las generaciones futuras sin posibilidades de tener acceso a los mismos. Los recursos naturales son utilizados en el proceso de producción –petróleo, gas, carbón (combustible), agua (en la industria y la agricultura), árboles (madera y papel), una variedad de depósitos minerales (como el mineral de hierro, cobre y bauxita), etc. Algunos recursos, como los bosques y bancos de pesca son finitos, pero pueden ser renovados mediante procesos naturales si se utiliza un sistema planificado lo suficientemente flexible para cambiar cuando las condiciones así lo exijan. La utilización futura de otros recursos –petróleo y gas, minerales, acuíferos en algún desierto o área seca (agua depositada prehistóricamente)- se encuentran limitados para siempre a las provisiones que actualmente existen. El agua, aire y suelo de la biósfera puede continuar funcionando bien para las criaturas vivientes del planeta únicamente si la polución no excede su limitada capacidad de asimilación y atenuación de los efectos dañinos.

Los dueños de empresas y los gerentes generalmente consideran el corto plazo de sus operaciones –la mayoría toma en cuenta los próximos tres o cinco años, o, en raras ocasiones, hasta diez años. Esta es la forma en que deben funcionar debido a las impredecibles condiciones de los negocios (períodos del ciclo económico, competencia de otras corporaciones, precios de los insumos necesarios, etc.) y las demandas de los especuladores que buscan retornos en el corto plazo. Actúan entonces de formas que son totalmente ajenas a los límites naturales de sus actividades –como si existiera un aprovisionamiento ilimitado de recursos para ser explotados. Inclusive si la realidad de la limitación penetra en sus conciencias, ésta únicamente aumenta la velocidad de explotación de un recurso dado, que es extraído lo más rápido posible, permitiendo la movilidad del capital hacia nuevas áreas de explotación. Cuando cada capital individual persigue la obtención de ganancias y la acumulación de capital, el conjunto de las decisiones que se toman dañan a la sociedad como totalidad.

El tiempo antes de que los depósitos de recursos no renovables se encuentren agotados depende del tamaño del depósito y de la tasa de extracción del mismo. Mientras la desaparición de ciertos recursos puede estar a cientos de años de distancia (asumiendo que la tasa de crecimiento de la extracción continuase igual), los límites para algunos importantes –petróleo y ciertos minerales- no se encuentran muy lejos. Por ejemplo, las predicciones acerca del cenit del petróleo varían entre los analistas energéticos –tomando las conservadoras estimaciones de las compañías mismas, a la tasa en la que el petróleo es actualmente utilizado, las reservas conocidas estarán agotadas dentro de los próximos cincuenta años. La perspectiva del cenit del petróleo es proyectada en numerosos reportes corporativos, gubernamentales y científicos. La pregunta hoy en día no es si el cenit del petróleo llegará pronto, sino qué tan pronto.[27]

Inclusive si la utilización no creciese, los depósitos conocidos de fósforo –elemento fundamental de los fertilizantes- que pueden ser explotados en base a la tecnología actual estarán exhaustos en este siglo.[28]

Frente a la limitación de los recursos naturales, no existe forma racional de establecer un orden de prioridades bajo el sistema capitalista moderno, en el que la asignación de productos básicos corre por cuenta del mercado. Cuando la extracción comience a declinar, como está proyectada con el petróleo en un futuro cercano, los incrementos en los precios pondrán aún más presión sobre lo que había sido, hasta hace poco, el alarde del capitalismo mundial: la supuestamente próspera “clase media” de trabajadores en los países centrales.

La bien documentada declinación de muchas especies de peces oceánicos, casi al punto de su extinción, es un ejemplo de cómo los recursos renovables pueden ser agotados. Está en los intereses individuales cortoplacistas de los dueños de los botes pesqueros –algunos de los cuales operan a escala integrada, pescando, procesando y congelando el pescado- maximizar la pesca. Por consiguiente, los peces son depredados. Nadie protege los intereses comunes. En un sistema generalmente regido por el interés privado y la acumulación, el estado es frecuentemente incapaz de hacerlo. Esto es usualmente denominado la tragedia de los bienes comunes. Pero debería llamarse la tragedia de la explotación privada de los bienes comunes.

La situación sería muy diferente si el recurso fuese manejado por las comunidades que tienen un interés en la continuidad del mismo en lugar de las grandes corporaciones. Las corporaciones son sujetos con el único objetivo de maximizar las ganancias en el corto plazo –luego del cual se movilizan, dejando devastación tras de sí. Aunque no existen límites naturales a la ambición humana, existen límites, como estamos aprendiendo diariamente, para muchos recursos, incluyendo los “renovables”, tal como la productividad de los mares. (Se cree que la depredación de peces en la costa de Somalia debido a la sobrepesca de las grandes compañías es una de las causas del aumento de la piratería que asola el tránsito marítimo internacional en el área. De modo interesante, la vecina industria pesquera keniata está actualmente repuntando debido a que los piratas también mantienen a las grandes flotillas fuera de la zona).

La explotación de recursos renovables antes de que éstos puedan renovarse es entendida como una “sobreexplotación” del recurso. Esto está ocurriendo no sólo con las grandes pesqueras, sino también con depósitos de agua subterránea (por ejemplo, el acuífero de Oglala en los Estados Unidos, grandes áreas del noroeste de la India, el norte de China y numerosas regiones en el norte de África y Medio Oriente), bosques tropicales e inclusive los suelos.

El ecologista de la Universidad de Duke, John Terborgh describió un reciente viaje que realizó a un pequeño país africano donde la explotación económica extranjera se combina con una despiadada depredación de recursos.

A todos los lugares donde fui, intereses comerciales extranjeros estaban explotando recursos luego de firmar contratos con el gobierno autocrático. Prodigiosos troncos, de entre cuatro y cinco pies de diámetro, estaban saliendo del bosque tropical, el petróleo y el gas estaban siendo exportados desde la región costera, los derechos de pesca habían sido vendidos a intereses extranjeros, y la exploración de petróleo y minerales estaba en marcha en el interior. La explotación de recursos en Norte América durante los cinco siglos posteriores al descubrimiento siguieron una secuencia típica –peces, pieles, caza, madera, cultivo de suelos vírgenes- pero debido a la enormemente expandida escala de la economía actual y la disponibilidad de una miríada de tecnologías sofisticadas, la explotación de todos los recursos en los países pobres ocurre ahora al mismo tiempo. En unos pocos años, los recursos de este país africano y los de otros como este estarán totalmente agotados. ¿Y qué sucederá entonces? La gente ahí está actualmente disfrutando una ilusión de prosperidad, pero se trata únicamente de una ilusión, con lo cual no se están preparando para nada más. Y nosotros tampoco.[29]

D. Un sistema orientado hacia el crecimiento exponencial en la búsqueda de ganancias inevitablemente trascenderá los límites del planeta

El sistema de la Tierra puede ser visto como consistiendo de un número crítico de procesos biogeoquímicos que, por cientos de millones de años, han servido para la reproducción de la vida. En los últimos 12 mil años el clima mundial ha tomado una forma relativamente benigna asociada con la era geológica conocida como Holoceno, durante la cual surgió y se desarrolló la civilización. Ahora, no obstante, el sistema socioeconómico del capitalismo ha crecido a una escala tal que traspasa límites planetarios fundamentales –el ciclo del carbono, del nitrógeno, del suelo, los bosques, los océanos. Más y más productos fotosintéticos (asociados al suelo), hasta el 40 por ciento, se explican por la producción humana. Todos los ecosistemas de la Tierra están en visible declinación. Con la creciente escala de la economía mundial, las fisuras generadas al metabolismo de la tierra por el comportamiento humano se vuelven cada vez más severas y multifacéticas. Pero la demanda por un mayor crecimiento económico y una mayor acumulación, inclusive en los países más ricos, está inscripta en el sistema capitalista. Como resultado, la economía mundial está en una burbuja masiva.

No existe nada en la naturaleza del sistema vigente, además, que nos permita frenarnos antes de que sea demasiado tarde. Para hacer eso, se requieren otras fuerzas desde el fondo de la sociedad.

E. El capitalismo no es únicamente un sistema económico –crea un sistema político, judicial y social para sostener el sistema de riqueza y acumulación

Bajo el capitalismo la gente se encuentra al servicio de la economía y es concebida como necesitando consumir más y más para mantener la economía funcionando. La masiva y, en palabras de Joseph Schumpeter, “elaborada psicotécnica de la publicidad” es absolutamente necesaria para mantener a la gente comprando.[30] Moralmente, el sistema está basado en la proposición de que cada uno, siguiendo su propio interés (codicia), promoverá el interés general y el crecimiento. Adam Smith lo explicó así: “No es por la benevolencia del carnicero, del cervecero, del panadero que esperamos nuestra cena, sino del cuidado que prestan a sus propios intereses”[31]. En otras palabras, la codicia individual (o búsqueda de riquezas) conduce el sistema y las necesidades humanas son satisfechas como un mero sub-producto. El economista Duncan Foley ha llamado a esta proposición y a las irracionalidades económicas y sociales que genera “la falacia de Adam”.[32]

Las actitudes y buenas costumbres necesarias para el correcto funcionamiento de semejante sistema, así como las necesarias para el progreso en la sociedad –codicia, individualismo, competitividad, explotación de terceros, consumismo (la necesidad de comprar cada vez más cosas, no relacionadas a las necesidades e inclusive a la felicidad)- son inculcadas en la gente desde la escuela, los medios de comunicación y los lugares de trabajo. El título del libro de Benjamin Barber –Consumidos: cómo los mercados corrompen a los niños, infantilizan a los adultos y tragan a toda la ciudadanía- es muy sugerente.

La noción de responsabilidad hacia otros y hacia la comunidad, que es la piedra fundacional de la ética, se corroe bajo semejante sistema. En palabras de Gordon Gekko –personaje de ficción de la película de Oliver Stone Wall Street- “la codicia es buena”. Hoy en día, frente a la enorme indignación pública, con el capital financiero haciéndose de grandes dividendos a partir de la asistencia gubernamental, los capitalistas han vuelto a predicar desde el púlpito al egoísmo como cimiento de la sociedad. El 4 de noviembre de 2009, el Jefe Ejecutivo de Barclay, John Varley, declaró desde un atril en Trafalgar Square, Londres, que “la ganancia no es satánica”. Semanas atrás, el 20 de octubre, el asesor internacional de Goldman Sachs, Brian Griffiths, declaró luego de la congregación en la Catedral de San Pablo en Londres que “el mandamiento de Jesús de amar a los otros como a nosotros mismos es un reconocimiento al egoísmo”.[33]

La gente rica llega a creer que merece su riqueza debido al trabajo duro (propio o el de sus antecesores) y posiblemente a la suerte. El hecho de que su riqueza y prosperidad se haya erguido a partir del trabajo social de una cantidad innumerable de otras personas es minimizado. Ven a los pobres –y los pobres frecuentemente acuerdan- como portadores de algún defecto, como la pereza o la falta de educación. Los obstáculos estructurales que evitan que la mayoría de la gente mejore significativamente sus condiciones de vida también son minimizados. Esta mirada de cada individuo como una entidad económica separada y preocupada primariamente por el bienestar propio (y familiar), oculta nuestra humanidad y necesidades comunes. La gente no es inherentemente egoísta pero es estimulada para actuar de esa manera debido a las presiones y características del sistema. Después de todo, ¿si cada persona no se cuida a sí misma en un sistema en el que “el hombre es lobo del hombre”, quién lo hará?

Los rasgos fomentados por el capitalismo son comúnmente vistos como propiedades innatas de la “naturaleza humana”, por lo que organizar a la sociedad en base a metas que vayan más allá de la consecución de ganancias es algo impensable. Pero los humanos son claramente capaces de un amplio rango de capacidades, desde una gran crueldad hasta un gran sacrificio por una causa, desde preocuparse por otros, hasta un verdadero altruismo. El “instinto asesino” que supuestamente nos es inherente desde nuestros ancestros evolutivos –con la “evidencia” de chimpancés asesinando a los bebés de otros- está siendo cuestionado tomando como referencia las pacíficas características de otros homínidos como los gorilas y los bonobos (tan relacionados a los humanos como los chimpancés).[34] Estudios de bebés humanos han demostrado también que, si bien el egoísmo es un rasgo humano, también lo son la cooperación, la empatía, el altruismo y la amabilidad.[35] Más allá de los rasgos que hayamos heredado de nuestros ancestros homínidos, las investigaciones acerca de las sociedades pre-capitalistas indican que éstas incentivaban y expresaban patrones muy diferentes a los de las sociedades capitalistas. Como lo resumió Karl Polanyi: “el asombroso descubrimiento de la reciente investigación histórica y antropológica es que la economía del hombre se encuentra, por regla, inmersa en sus relaciones sociales. Él no actúa con el propósito de salvaguardar su interés individual en la posesión de bienes materiales; él actúa para salvaguardar su prestigio social, sus derechos sociales, sus activos sociales”[36]. En su artículo de 1937 sobre la “Naturaleza humana” para la Enciclopedia de Ciencias Sociales, John Dewey concluyó –en términos que han sido verificados por toda la Ciencia Social subsecuente- que:

Las presentes controversias entre aquellos que afirman la esencial fijeza de la naturaleza humana y aquellos que creen en un mayor rango de modificación se centran principalmente en torno al futuro de guerra y al futuro de un sistema económico competitivo motivado por la ganancia privada. Es justificable decir sin dogmatismo que tanto la antropología como la historia dan apoyo a quienes desean modificar estas instituciones. Es demostrable que muchos de los obstáculos al cambio que se han atribuido a la naturaleza humana son de hecho debidos a la inercia de las instituciones y el deseo voluntario de las clases poderosas de mantener el status existente.[37]

El capitalismo es único entre los sistemas sociales por su activo, extremo fomento del interés individual o el “individualismo posesivo”.[38] La realidad es que las sociedades humanas no-capitalistas han prosperado durante un largo período –por más del 99 por ciento del tiempo desde la emergencia de los humanos anatómicamente modernos- promoviendo otros rasgos como la capacidad de compartir y la responsabilidad hacia el grupo. No existe razón para dudar que esto pueda volver a suceder.[39]

La incestuosa conexión que existe hoy en día entre los intereses de negocios, la política, y la ley es razonablemente aparente para la mayoría de los observadores.[40] Ésta incluye sobornos descarados, o más sutiles formas de compra, amistad, y la influencia a través de las contribuciones de campaña y el lobby. Además, se ha desarrollado una cultura entre líderes políticos basada en el precepto de que lo que es bueno para el negocio capitalista es bueno para el país. De ahí que los líderes políticos se ven a sí mismos cada vez más como emprendedores políticos, o las contrapartes de emprendedores económicos, y regularmente se convencen a sí mismos de que lo que hacen por las corporaciones para obtener los fondos que les ayudarán a ser reelegidos es en realidad de interés del público. Dentro del sistema legal, los intereses de los capitalistas y sus negocios reciben casi todos los beneficios.

Dado el poder ejercitado por el interés de los negocios sobre la economía, el estado, y los medios de comunicación, es extremadamente difícil llevar a cabo los cambios fundamentales a los que ellos se oponen. Y por lo tanto hace casi imposible tener una política energética, sistema de salud, sistema de agricultura y alimentación, política industrial, de intercambio, educación, etc. que suene ecológicamente racional.

IV. Características del capitalismo en conflicto con la justicia social

Las características del capitalismo discutidas más arriba –la necesidad de crecimiento; el empujar a la gente a comprar más y más; la expansión al extranjero; la utilización de recursos sin importar las generaciones futuras; el exceso más allá de las fronteras planetarias; y el rol predominante ejercido por el sistema económico sobre las formas morales, legales, políticas y culturales de la sociedad- son probablemente las características del capitalismo que resultan más dañinas para el ambiente. Pero existen otras características del sistema que impactan enormemente sobre la justicia social. Es importante observar más de cerca esas contradicciones sociales incrustadas en el sistema.

A. Con el funcionamiento natural del sistema, surge una gran disparidad entre riqueza e ingreso

Existe una conexión lógica entre los éxitos y fracasos del capitalismo. La pobreza y miseria de una buena parte de la población mundial no es un accidente, un subproducto involuntario del sistema, que puede ser eliminado con pequeños ajustes aquí o allá. La fabulosa acumulación de riqueza –como consecuencia directa de la forma en que el capitalismo funciona nacional e internacionalmente- ha producido simultanea y persistentemente hambre, desnutrición, problemas de salud, falta de agua, servicios sanitarios, y la miseria generalizada para una gran porción de los habitantes del planeta. Los pocos ricos recurren a la mitología de que las grandes disparidades son en realidad necesarias. Por ejemplo, como Brian Griffiths, el asesor de Goldman Sachs International, citado más arriba, sostuvo: “debemos tolerar la inequidad como una forma de alcanzar una mayor prosperidad y oportunidad para todos”.[41] Lo que es bueno para los ricos también –de acuerdo a ellos mismos- es coincidentemente bueno para la sociedad en su conjunto, a pesar de que muchos permanecen en un perpetuo estado de pobreza.

La mayoría de la gente necesita trabajar para obtener salarios que les permitan obtener lo necesario para la vida. Pero, debido a la forma en que funciona el sistema, existe un gran número de personas conectadas precariamente al trabajo, ocupando los “últimos peldaños de la escalera”. Son contratados durante las épocas de crecimiento y despedidos en cuanto el crecimiento disminuye o debido a que su trabajo ya no es requerido por otras razones –Marx se refirió a este grupo como “ejército industrial de reserva”.[42] Dado un sistema con auges y caídas, y en el que las ganancias son la prioridad máxima, tener un grupo de sujetos en el ejército de reserva no es meramente conveniente; es absolutamente esencial para la dinámica del sistema. Sirve, sobre todo, para mantener bajos los salarios. El sistema, sin una significativa intervención del gobierno (a través de altos impuestos a la ganancia e impuestos substancialmente progresivos al ingreso), produce una enorme inequidad del ingreso y la riqueza, que pasa de generación en generación. La producción de grandes riquezas y, al mismo tiempo enorme pobreza, dentro y entre países no es coincidencia –riqueza y pobreza son en realidad las dos caras de una misma moneda.

En 2007, el 1 por ciento de la población de los Estados Unidos controlaba el 33,8 por ciento de la riqueza del país, mientras que el 50 por ciento de la población era dueña del 2,5 por ciento. De hecho, los 400 individuos más ricos sumaban US$ 1,54 billones en 2007 –aproximándose a los últimos 150 millones de personas (que sumaban US$ 1,6 billones). A escala global, la riqueza de los 793 milmillonarios del mundo es, en el presente, más de US$ 3 billones -equivalentes a alrededor del 5 por ciento del ingreso total mundial (US$ 60,3 billones en 2008). Apenas 9 millones de personas en el mundo (alrededor de un décimo del 1 por ciento de la población mundial) designados como “individuos de alta riqueza neta” actualmente poseen una riqueza de $35 billones –equivalente a más del 50 por ciento del ingreso mundial.[43] Al concentrarse cada vez más la riqueza, los ricos ganan más poder político, y harán lo que esté a su alcance para retener todo el dinero que puedan –a expensas de aquellos en los estratos más bajos. La mayor parte de las fuerzas productivas de la sociedad, como las fábricas, la maquinaria, las materias primas, y la tierra, están controladas por un relativamente pequeño porcentaje de la población. Y, por supuesto, la mayoría de la gente no ve nada de malo en este supuesto orden natural de las cosas.

B. Bienes y servicios son racionados de acuerdo a la capacidad de pago

Los pobres no tienen acceso a hogares dignos o raciones adecuadas de comida debido a que no poseen demanda “efectiva” –a pesar de que ciertamente poseen demandas biológicas. Todos los bienes son mercancías. La gente sin suficiente demanda efectiva (dinero) no tiene derecho en el sistema capitalista a ningún tipo particular de mercancía –ya sea un artículo de lujo como un brazalete de diamantes o una enorme mansión, o se trate de necesidades vitales como un medio ambiente saludable, fuentes seguras de alimento, o atención médica de calidad. El acceso a todas las mercancías está determinado, no por el deseo o la necesidad, sino por la disponibilidad de dinero o crédito para adquirirlos. De este modo, un sistema que, por su simple funcionamiento produce inequidad y mantiene deprimidos los salarios de los trabajadores, asegura que muchos (en algunas sociedades, la mayoría) no tendrán acceso a la satisfacción de necesidades básicas o lo que podríamos considerar una vida digna.

Debe notarse que, en los períodos en los que los sindicatos y los partidos políticos fueron fuertes, algunos de los países capitalistas de Europa instituyeron una red de programas de seguridad social, como un sistema universal de atención sanitaria, más benevolente que los Estados Unidos. Esto ocurrió como resultado de la lucha de la gente que demandaba que el gobierno proveyera aquello que el mercado no –satisfacción igualitaria de algunas necesidades básicas.

C. El capitalismo es un sistema marcado por recurrentes recesiones económicas

En el ciclo de negocios ordinario, las fábricas y todas las industrias producen más y más durante una fase de alza –asumiendo que no terminará nunca y no queriendo desperdiciar la oportunidad- ocasionando sobreproducción y sobrecapacidad, conduciendo a una recesión. En otras palabras, el sistema es propenso a la crisis, durante las cuales los pobres y los cercanos a ser considerados pobres sufren la peor parte. Las recesiones ocurren con cierta regularidad, mientras que las depresiones son mucho menos frecuentes. En estos momentos, estamos en una profunda recesión o mini-depresión (con un 10 por ciento de desempleo oficial), y muchos piensan que nos hemos librado de una depresión de gran escala de pura suerte. Teniendo esto en cuenta, desde mediados de 1850 ha habido treinta y dos recesiones o depresiones en los Estados Unidos (sin incluir la actual) –con una duración de la contracción promedio desde 1945 de alrededor de diez meses y una expansión promedio entre contracciones con una duración promedio de seis años.[44] Irónicamente, desde el punto de vista ecológico, las grandes recesiones –a pesar de ocasionar severos perjuicios a numerosas personas- son en realidad un beneficio, en tanto una menor producción genera menos polución de la atmósfera, el agua y la tierra.

V. Propuestas para la reforma ecológica del capitalismo

Existen personas que entienden perfectamente los problemas ecológicos y sociales que el capitalismo ocasiona, pero creen que éste debería ser reformado. De acuerdo a Benjamin Barber: “La lucha por el alma del capitalismo es […] una lucha entre el cuerpo económico de la nación y su alma cívica: una lucha por poner al capitalismo en el lugar que corresponde, en el que sirva a nuestra naturaleza y necesidades en lugar de manipular y fabricar caprichos y carencias. Salvar al capitalismo significa armonizarlo con el espíritu –con prudencia, pluralismo y “la cosa pública” […] que define nuestra alma cívica. Una revolución del espíritu”.[45] William Greider ha escrito un libro titulado El alma del capitalismo: abriendo senderos para una economía moral. Y hay libros de Paul Hawken, Amory Lovins, y L. Hunter Lovins que intentan vender el potencial del “capitalismo verde” y del “capitalismo natural”.[46] Aquí, se nos dice que nos podemos hacer ricos, puede continuar creciendo nuestra economía y aumentar el consumo sin fin –¡y salvar al planeta al mismo tiempo! ¿Qué tan bueno puede ser? Existe un pequeño problema –un sistema que tiene una única meta, la maximización de ganancias, no tiene alma, nunca podrá tener un alma, nunca podrá ser verde, y, por su propia naturaleza, debe manipular y fabricar caprichos y carencias.

Existe un importante número de activistas y pensadores ambientalistas “listos para usar”. Son personas genuinamente buenas y bien intencionadas preocupadas por la salud del planeta, y la mayoría también están preocupados por los problemas de justicia social. Sin embargo, existe un problema que no pueden sortear –el sistema económico capitalista. Inclusive el número creciente de individuos que critica el sistema y sus “fallas de mercado” frecuentemente termina con “soluciones” que apuntan a un capitalismo “humano” y no-corporativo fuertemente controlado, en lugar abandonar los límites del capitalismo. Son incapaces de pensar, ni hablar de promover, un sistema económico con diferentes objetivos y procesos de toma de decisiones –uno que ponga el énfasis en las necesidades humanas y ambientales, en oposición a las ganancias.

Las corporaciones se están desviviendo por presentarse a sí mismas como “verdes”. Ahora podés comprar y vestir tu ropa Gucci con la conciencia limpia porque la compañía está ayudando a proteger las selvas tropicales utilizando menos papel.[47] Newsweek sostiene que gigantes corporativos como Dell, Hewlett-Packard, Johnson & Johnson, Intel e IBM están en el top cinco de compañías verdes de 2009 debido a la utilización de fuentes “renovables” de energía, por reportar las emisiones de gases de efecto invernadero (o disminuirlas), e implementar políticas ambientales formales.[48] Podés viajar a donde quieras, sin culpa, con sólo comprar “compensaciones” de carbono que supuestamente cancelan los efectos ambientales de tu viaje.

Veamos algunos de los dispositivos propuestos para lidiar con desbarajuste ecológico sin perturbar al capitalismo.

A. Mejores tecnologías que son energéticamente más eficientes y utilizan menor cantidad de insumos

Algunas propuestas para mejorar la eficiencia energética –como aquellas que sugieren cómo reciclar casas viejas para que requieran menor energía para calentarse en invierno- son simplemente de sentido común. La eficiencia de la maquinaria, incluyendo electrodomésticos y automóviles, ha ido creciendo continuamente, y es una parte normal del sistema. A pesar de lo mucho que pueda lograrse en esta área, un aumento de la eficiencia usualmente conduce a menores costos y una mayor utilización (y frecuentemente un aumento de tamaño, como ocurre con los automóviles), por lo que la energía que se consume es en realidad mayor. El equivocado incentivo a los agrocombustibles “verdes” ha sido enormemente perjudicial para el medio ambiente. No sólo ha puesto a los alimentos y los combustibles de los automóviles en competencia directa, a expensas de los primeros, sino que en algunas oportunidades también ha reducido la eficiencia energética global.[49]

B. Energía nuclear

Algunos científicos preocupados con el cambio climático, incluyendo a James Lovelock y a James Hansen, ven a la energía nuclear como una energía alternativa, y como una respuesta tecnológica parcial a la utilización de combustibles fósiles; una que es preferible al creciente uso de carbón. No obstante, a pesar de que la tecnología de la energía nuclear ha mejorado un tanto, con plantas nucleares de tercera generación, y con la posibilidad (todavía no realidad) de plantas de energía nuclear de cuarta generación, los peligros son todavía enormes –dada la duración por cientos o miles de años de los residuos radioactivos, el manejo social de sistemas complejos, y el alto nivel de riesgo que implican. Además, la construcción de plantas nucleares toma alrededor de diez años y son extremadamente costosas. Existen todo tipo de razones, entonces (y una importante son las generaciones futuras), para ser extremadamente cautelosos con la energía nuclear como algún tipo de solución. Ir en esa dirección equivaldría prácticamente a tomar una oferta Faustiana.[50]

C. Soluciones de infraestructura de gran escala

Un vasto número de proyectos se han propuesto tanto para volcar CO2 fuera de la atmósfera o para incrementar el reflejo del sol de vuelta hacia el espacio, fuera de la Tierra. Éstos incluyen: Proyectos de secuestro de carbono como la captura de CO2 desde las plantas de energía y su inyección en la profundidad de la Tierra, y la fertilización de los océanos con hierro para estimular el crecimiento de algas que absorban el carbono; y sistemas mejorados de reflexión de la luz solar como el despliegue de grandes islas blancas en los océanos, la creación de grandes satélites que reflejen la luz solar, y la contaminación de la estratósfera con partículas que reflejen la luz.

Nadie sabe, por supuesto, qué efectos perjudiciales podrían derivarse de semejantes invenciones. Por ejemplo, una mayor absorción de carbono por parte de los océanos podría incrementar la acidificación, mientras que arrojar dióxido de sulfuro en la estratósfera para bloquear la luz solar podría reducir la fotosíntesis.

También se han propuesto numerosas alternativas de baja tecnología para capturar carbono como un aumento en la reforestación y la manipulación de suelos ecológicos para incrementar la materia orgánica de los mismos (que está compuesta principalmente de carbono). La mayoría de éstas deberían hacerse de todas formas (los materiales orgánicos ayudan a mejorar al suelo de muchas formas). Algunas podrían ayudar a reducir la concentración de carbono en la atmósfera. Aunque la reforestación, que captura carbono de la atmósfera, es a veces entendida como generando emisiones negativas. Pero las soluciones de baja tecnología no pueden solucionar el problema de un sistema en expansión –especialmente considerando que los árboles plantados ahora pueden ser cortados más tarde, y que el carbono almacenado como materia orgánica en los suelos puede ser convertido posteriormente en CO2 si las prácticas se modifican.

D. Los sistemas de comercialización

El dispositivo económico favorito del sistema son los mercados de carbono instrumentados para limitar las emisiones. Éstos implican establecer un tope en el nivel permitido de emisiones de gases y luego distribuir permisos (tanto por cuota o por subasta) que permitan a las industrias emitir dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero. Las corporaciones que tengan más permisos de los que necesitan pueden venderlos a aquellas otras firmas que requieran cuotas adicionales para contaminar. Estos esquemas invariablemente incluyen “compensaciones” que actúan como indulgencias medievales, permitiendo a las corporaciones continuar contaminando mientras compren gracia divina ayudando a reducir la contaminación en otro lugar –digamos, en el tercer mundo.

En teoría, se supone que los mercados de carbono estimulan la innovación tecnológica para incrementar la eficiencia. En la práctica, no han ocasionado una reducción en las emisiones de dióxido de carbono en aquellas áreas donde han sido introducidos como Europa. El principal resultado de estos intercambios han sido enormes ingresos para algunas corporaciones e individuos, y la creación de un mercado de carbono sub-prime.[51] No existen controles significativos de la efectividad de los “compensadores”, ni de las prohibiciones para cambiar las condiciones que eventualmente resultarán en una liberación de dióxido de carbono a la atmósfera.

VI. ¿Qué puede hacerse ahora?

En ausencia de un cambio sistémico, desde ya que hay ciertas cosas que se han hecho y todavía más se pueden hacer en el futuro para disminuir los efectos negativos del capitalismo sobre el ambiente y las personas. No hay ninguna razón particular por la que Estados Unidos no pueda tener, como en otros países capitalistas avanzados, un mejor sistema de seguridad social, incluyendo acceso universal a la salud. Para controlar los más graves problemas ambientales los gobiernos pueden dictar leyes y aplicar regulaciones. Lo mismo ocurre para el ambiente o para la construcción de vivienda social. Un impuesto al carbono como ha propuesto James Hansen -en donde el 100 por ciento de los dividendos retornan al público, estimulando la conservación al mismo tiempo que poniendo la carga sobre aquellos con grandes huellas de carbono y una riqueza mayor- podría ser implementado. Las nuevas usinas termoeléctricas de carbono (sin captura) podrían ser prohibidas al tiempo que las existentes cerradas.[52] A nivel global, se podría promover la contracción y convergencia de las emisiones de carbono, transitar hacia índices mundiales per cápita uniformes, con cortes mucho más profundos en países ricos y con mayores huellas de carbono.[53] El problema es la gran oposición a estas medidas por fuerzas muy poderosas. Por ende, este tipo de reformas se implementan, con suerte, limitadas, con una existencia marginal siempre y cuando no afecten el proceso básico de acumulación del sistema.

Es más, el problema con todas estas aproximaciones es que permiten a la economía continuar el desastroso camino que actualmente está llevando. Podemos seguir consumiendo todo lo que queramos (o lo que nuestros ingresos y riqueza nos permitan), agotando recursos, manejando mayores distancias en nuestros autos energéticamente más eficientes, consumiendo todo tipo de productos hechos por las corporaciones “verdes”, y así sucesivamente. Todo lo que tenemos que hacer es apoyar a las nuevas tecnologías “verdes” (algunas de las cuales, como las que convierten productos agrícolas en combustibles ¡no son verdes!) y ser “aplicados” al separar la basura que pueda ser compostada o reutilizada de alguna forma. De esta manera podemos seguir viviendo bastante parecido a como lo veníamos haciendo –en una economía de crecimiento y rentas perpetuas.

La gravedad del cambio climático debido a las emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero generados por el humano ha desembocado en nociones donde lo necesario es solamente reducir la huella de carbono (que ya es un problema en sí). Sin embargo, la realidad es que existen numerosos problemas ecológicos interrelacionados y en aumento debido a un sistema en función de la infinita expansión de la acumulación de capital. Lo que es necesario reducir no es solamente la huella de carbono, sino también la huella ecológica, esto quiere decir reducir, o bien frenar, la expansión económica a nivel mundial, especialmente en países ricos. Al mismo tiempo, las economías de muchos países pobres deben expandirse. Los nuevos principios que podríamos promover son, entonces, los de un desarrollo humano sustentable. Esto quiere decir lo suficiente para todos y no más. El desarrollo humano no se vería dificultado, y podría ser considerablemente realzado para el beneficio de todos, si se hiciera énfasis en éste, y no en un desarrollo económico insustentable.

VII. Otro sistema económico no sólo es posible -Es esencial

El análisis precedente, si es correcto, apunta al hecho de que la resolución de la crisis ecológica no puede darse dentro de las lógicas del sistema actual. No hay esperanzas de éxito en las diversas sugerencias. El sistema capitalista mundial es insustentable en: (1) su búsqueda por una acumulación sin fin de capital tendiente a una producción que debe expandirse continuamente para obtener ganancias; (2) su sistema agrícola y alimentario que contamina el ambiente y sin embargo no garantiza el acceso cuantitativo y cualitativo universal de comida; (3) su desenfrenada destrucción del ambiente; (4) su continua reproducción y aumento de la estratificación de riqueza dentro y entre los países; y (5) su búsqueda por la “bala de plata” tecnológica para evadir los crecientes problemas sociales y ecológicos emergentes de sus propias operaciones.

La transición a una economía ecológica –que consideramos que también debe ser socialista- será un proceso arduo que no ocurrirá de un día para el otro. Esto no es una cuestión de “asaltar el Palacio de Invierno”. Más bien, es una lucha dinámica, multifacética para un nuevo pacto cultural y un nuevo sistema productivo. La lucha es en última instancia contra el sistema del capital. Sin embargo, tiene que comenzar oponiéndose a la lógica del capital, esforzándose en el aquí y el ahora en la creación, en los intersticios del sistema, de un nuevo metabolismo social arraigado en el igualitarismo, la comunidad y una relación sustentable con la tierra. Las bases para la creación de un desarrollo humano sustentable deben surgir desde el interior del sistema dominado por el capital, sin ser parte de él, como la misma burguesía lo hizo desde los “poros” de la sociedad feudal.[54] Eventualmente, estas iniciativas pueden volverse lo suficientemente poderosas para constituir las bases revolucionarias de un nuevo movimiento y una nueva sociedad.

Estas luchas en los intersticios de la sociedad capitalista están teniendo lugar en todo el mundo, y son demasiado numerosas y complejas para ser desarrolladas en su totalidad aquí. Los pueblos originarios hoy en día, con nuevos bríos gracias a la continua lucha revolucionaria en Bolivia, reintroducen una nueva ética y responsabilidad hacia la tierra. La Vía Campesina, una organización campesina global, promueve nuevas formas de agricultura ecológica, como el MST (Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra) en Brasil, como en Cuba y Venezuela. Recientemente, el presidente venezolano Hugo Chávez enfatizó las razones sociales y ambientales por las cuales había que liberarse de una economía basada en la renta petrolera, siendo Venezuela un gran exportador de petróleo.[55] El movimiento de justicia climática está demandando soluciones igualitarias y anticapitalistas a la crisis climática. En todos lados estrategias radicales, esencialmente anticapitalistas están emergiendo, basadas en otras éticas y formas de organización más que en la motivación de ganancia; ecoaldeas; el nuevo ambiente urbano promovido en Curitiba, Brasil, y otras partes; experimentos en permacultura, agricultura comunitaria, cooperativas industriales y agrícolas en Venezuela, etc. El Foro Social Mundial ha dado voz a muchas de estas aspiraciones. Como ha dicho el destacado ambientalista norteamericano James Gustave Speth: “El movimiento internacional por el cambio –que se refiere a sí mismo como ‘el irresistible ascenso del anticapitalismo global’- es más fuerte de lo que muchos pueden imaginar y seguirá cobrando fuerza”.[56]

La oposición a la lógica del capitalismo –teniendo como horizonte desplazar al sistema en su totalidad- crecerá imponentemente debido a que no existe otra alternativa, si es que la tierra como la conocemos y la humanidad misma han de sobrevivir. Aquí, los objetivos de la ecología y el socialismo se encontrarán necesariamente. Será crecientemente más claro que la distribución de tierra, salud, vivienda, etc. tendrían que ser en base a la satisfacción de necesidades humanas más que las fuerzas de mercado. Esto, desde ya, es más fácil decirlo que hacerlo. Pero quiere decir que la toma de decisiones económicas tiene que ser en niveles locales, regionales y multirregionales por procesos democráticos. Tenemos que enfrentar cuestiones: (1) ¿Cómo podemos satisfacer las necesidades básicas de comida, agua, vivienda, vestimenta, salud, y dar las mismas oportunidades de educación y cultura a todo el mundo? (2) ¿Cuánto de la producción económica tendría que ser consumida y cuanto invertida? Y (3) ¿Cómo tendrían que ser dirigidas las inversiones? En el proceso, las personas tienen que encontrar las mejores maneras para llevar adelante estas actividades en una interacción positiva con la naturaleza –para mejorar el ecosistema. Nuevas formas de democracia serán necesarias, enfatizando nuestra mutua responsabilidad, tanto al interior de las comunidades como con aquellas repartidas por el mundo. Alcanzar este deseo, desde ya, requiere planificación social en todos los niveles: local, regional, nacional e internacional –que solamente puede ser fructífero si es de y por, y no sólo aparentemente para el pueblo.[57]

Un sistema económico democrático, razonablemente igualitario, y capaz de poner límites al consumo significará sin lugar a dudas que las personas vivirán con un nivel de consumo menor del que se denomina, algunas veces en los países ricos, el estilo de vida de la “clase media” (que nunca fue universalizado incluso en estas sociedades). Un estilo de vida más sencillo, a pesar de ser “más pobre” materialmente, puede ser más rico cultural y socialmente al reconectar a las personas entre sí y con la naturaleza, y al tener que trabajar menos horas para proveer las cosas esenciales para la vida. Una gran cantidad de trabajos en los países capitalistas ricos son improductivos y pueden ser eliminados, lo que indica que la jornada laboral puede ser acortada en una economía organizada más racionalmente. El eslogan que algunas veces se ve en los parachoques, “Vive sencillamente para que otros puedan sencillamente vivir”, tiene poco sentido en una sociedad capitalista. Vivir una vida sencilla, como hicieron Helen y Scott Nearing, demostrando que es posible que sea gratificante e interesante, no ayuda a los pobres en las circunstancias presentes.[58] Sin embargo, el eslogan tendrá importancia real en una sociedad bajo control social (más que privado) que intenta satisfacer las necesidades básicas de todas las personas.

Tal vez los Consejos Comunales de Venezuela –donde los habitantes locales reciben los recursos y deciden las prioridades para la inversión social en sus comunidades- son un ejemplo de planificación a nivel local para la satisfacción de necesidades humanas. Este es el camino por el que necesidades tan importantes como escuelas, clínicas, caminos, electricidad y redes de agua pueden complacerse. En una sociedad realmente transformada los concejos comunales pueden interactuar con los esfuerzos que se hagan a nivel regional y multirregional. Y el uso del excedente de la sociedad, una vez satisfechas las necesidades básicas de las personas, debe basarse en sus propias decisiones.[59]

El propósito mismo del nuevo sistema sustentable, que es el resultado necesario de estas innumerables luchas (necesario en términos de supervivencia y realización de la potencialidad humana), debe ser la satisfacción de necesidades básicas materiales y no materiales de todas las personas, mientras se protege el ambiente global y los ecosistemas locales y regionales. El ambiente no es algo “externo” a la economía humana como lo dicta nuestra ideología presente; constituye la base vital esencial para todas las criaturas vivientes. La cura para la “ruptura metabólica” entre la economía y el ambiente implica nuevas formas de vivir, de producir, cultivar, transportarse, etc.[60] Tal sociedad debe ser sustentable; y la sustentabilidad requiere igualdad sustantiva enraizada en un modo de producción y consumo igualitario.

Concretamente, las personas deben vivir más cerca de sus lugares de trabajo, en hogares ecológicos y energéticamente eficientes como también confortables, y en comunidades diseñadas para el compromiso público, con suficientes espacios, como parques y centros comunitarios para reunirse y tener oportunidades de divertimento. Son necesarios mejores medios de transporte masivo dentro y entre ciudades para reducir el uso de automóviles y camiones. El tren es significativamente más eficiente energéticamente que el transporte de carga (413 millas por galón de nafta por tonelada versus 155 millas para los camiones) y causan menor cantidad de accidentes fatales, al mismo tiempo que emiten menos gases de efecto invernadero. Un tren puede llevar la carga de 280 a 500 camiones. A su vez, está estimado que una sola vía ferroviaria puede llevar la misma cantidad de personas que numerosos carriles de autopistas.[61] La producción industrial debe basarse en los principios ecológicos “de la cuna a la cuna”, donde los productos y edificios se diseñan para un consumo de energía bajo, utilizando lo más posible luz y calefacción/refrigeración natural, una construcción sencilla como también facilidad para la reutilización y asegurando que el proceso de manufactura produce pocos o ningún desperdicio.[62]

La agricultura basada en principios ecológicos, llevada adelante por familias campesinas o cooperativas, reencontrándose con la tierra en la que cultivan su propia comida, ha demostrado ser no solamente tanto o más productiva que la producción a gran escala, sino que a su vez tiene un impacto negativo menor en las ecologías locales. De hecho, los mosaicos creados por pequeñas granjas intercalados con vegetación nativa son necesarios para proteger especies en peligro de extinción.[63]

Una mejor existencia tiene que ser alcanzada para los habitantes de villas miserias, un sexto de la humanidad aproximadamente. Primero y principal, un sistema que requiere un “un planeta de villas miseria”, como lo ha dicho Mike Davis, tiene que ser reemplazado por un sistema que tenga lugar para comida, agua, viviendas y empleo para todos.[64] Para muchos, esto puede implicar -con una provisión de tierra, vivienda y otros apoyos adecuados- un regreso a la vida campesina.

Se necesitarán ciudades más pequeñas, con habitantes que vivan cerca de los lugares de producción de sus alimentos y donde la industria se encuentre dispersa, y en menores escalas.

Evo Morales, presidente de Bolivia, ha capturado la esencia de la situación en sus comentarios sobre el cambio hacia un sistema que promueva el “vivir bien” en vez del “vivir mejor” del capitalismo. Como ha dicho en la Conferencia Climática de Copenhague de diciembre de 2009: “El vivir mejor es explotar seres humanos. Es agotar recursos naturales. Es egoísmo e individualismo. Entonces, en esas promesas del capitalismo no existe solidaridad ni complementariedad. No hay reciprocidad. Por eso es que estamos tratando de pensar otras formas de vivir y de vivir bien, no vivir mejor. Vivir mejor es siempre a costa de otro. Vivir mejor es a costa de la destrucción del ambiente”.[65]

Las anteriores experiencias de transición hacia sistemas no capitalistas, especialmente en sociedades de tipo soviético, indican que esto no será fácil y que lo que se necesita son nuevas concepciones de lo que constituye el socialismo, distinguiéndolas claramente de esos tempranos, y frustrados intentos. Las revoluciones del siglo XX se erigieron típicamente en países relativamente pobres y subdesarrollados, que fueron rápidamente aislados y continuamente amenazados desde el exterior. Tales sociedades posrevolucionarias se terminaron burocratizando fuertemente, con una minoría al mando del estado y gobernando sobre el resto de la sociedad. Se terminaron reproduciendo muchas de las relaciones de producción jerárquicas que caracterizan al capitalismo. Los trabajadores continuaron proletarizados, mientras que la producción fue expandida por el bien de la producción misma. Las mejoras sociales reales existieron demasiado frecuentemente con formas extremas de represión social.[66]

Hoy en día debemos esforzarnos por construir un sistema socialista genuino; uno donde la burocracia sea puesta bajo control, y el poder sobre la producción y la política resida verdaderamente en el pueblo. Así como los nuevos desafíos que enfrentamos están cambiando en nuestra época, también lo están haciendo las posibilidades para el desarrollo de la libertad y la sustentabilidad.

Cuando el reverendo Jeremiah Wright habló en la reunión del sexagésimo aniversario de Monthly Review en septiembre de 2009 repitió continuamente la pregunta “¿Y qué pasa con las personas?”. Si todavía queda esperanza de mejorar significativamente las condiciones de vida de la vasta mayoría de los habitantes del mundo –muchos de los cuales viven desesperanzadamente en las peores condiciones de existencia- y al mismo tiempo preservar a la Tierra como un planeta habitable, necesitamos un sistema que constantemente pregunte: “¿Y qué pasa con las personas?” en vez de “¿Cuánta plata puedo ganar?”. Esto es necesario, no sólo para los humanos, sino para todas las otras especies que comparten el planeta con nosotros y cuyos destinos se encuentran íntimamente ligados al nuestro.

Notas

[1] Fidel Castro Ruz: La verdad de lo ocurrido en la Cumbre, 20 de diciembre de 2009.

[2] Nota del traductor: a los efectos de mantener la fidelidad de pasaje, hemos tomado la traducción de Platón: Critias o la Atlántida. 1975. Buenos Aires: Aguilar. Traducción del griego, prólogo y notas por Francisco De P. Samaranch.

[3] James Hansen, Reto Ruedy, Makiko Sato, and Ken Lo, “If It’s That Warm, How Come It’s So Damned Cold?” http://columbia.edu/~jeh1/.

[4] Hansen, Storms of My Grandchildren, (New York: Bloomsbury, 2009), 164.

[5] Hansen, Storms of My Grandchildren, 82-85; Richard S. J. Tol, et al., “Adaptation to Five Meters of Sea Level Rise,” Journal of Risk Research, no. 5 (July 2006), 469.

[6] World Glacier Monitoring Service/United Nations Environment Programme, Global Glacier Change: Facts and Figures (2008), http://grid.unep.ch/glaciers; Baiqing Xu, et al., “Black Soot and the Survival of Tibetan Glaciers,” Proceedings of the National Academy of Sciences, December 8, 2009, http://pnas.org; Carolyn Kormann, “Retreat of Andean Glaciers Foretells Water Woes,” Environment 360, http://e360.yale.edu/; David Biello, “Climate Change is Ridding the World’s Tropical Mountain Ranges of Ice,” Scientific American Observations, December 15, 2009, http://scientificamerican.com; Union of Concerned Scientists, “Contrarians Attack IPCC Over Glacial Findings, But Glaciers are Still Melting,” January 19, 2010, ucsusa.org.

[7] Agence France Presse (AFP), “UN Warns of 70 Percent Desertification by 2025,” October 4, 2005.

[8] Shaobing Peng, et al., “Rice Yields Decline with Higher Night Temperature from Global Warming,” Proceedings of the National Academy of Sciences 101 no. 27 (2005), 9971-75.

[9] James Hansen, “Strategies to Address Global Warming” (July 13, 2009), http//columbia.edu; Hansen, Storms of My Grandchildren, 145-47.

[10] “Arctic Seas Turn to Acid, Putting Vital Food Chain at Risk,” Guardian, October 4, 2009; The Earth Institute, Columbia University, “Ocean’s Uptake of Manmade Carbon May be Slowing,” November 18, 2009, http://earth.columbia.edu; “Seas Grow Less Effective at Absorbing Emissions,” New York Times, November 19, 2009; S. Khatiwal, F. Primeau, and T. Hall, “Reconstruction of the History of Anthropogenic CO2 Concentrations in the Ocean,” Nature 462, no. 9 (November 2009), 346-50.

[11] Lindsey Hoshaw, “Afloat in the Ocean, Expanding Islands of Trash,” New York Times, November 10, 2009.

[12] United Nations Food and Agricultural Organization, http://fao.org.

[13] Bobbi Chase Wilding, Kathy Curtis, Kirsten Welker-Hood. 2009. Hazardous Chemicals in Health Care: A Snapshot of Chemicals in Doctors and Nurses, Physicians for Social Responsibility, http://psr.org.

[14] Lyndsey Layton, “Use of potentially harmful chemicals kept secret under law,” Washington Post, January 4, 2010.

[15] Frank Jordans, “17,000 Species Threatened by Extinction,” Associated Press, November 3, 2009.

[16] Monitra Pongsiri, et al., “Biodiversity Loss Affects Global Disease Ecology,” Bioscience 59, no. 11 (2009), 945-54.

[17] James Hansen, Storms of My Grandchildren, ix.

[18] Johan Rockström, et al., “A Safe Operating Space for Humanity,” Nature, 461 (September 24, 2009), 472-75.

[19] Donella H. Meadows, Dennis L. Meadows, Jorgen Randers, and William W. Behrens. The Limits to Growth: A Report for the Club of Rome’s Project on the Predicament of Mankind (New York: Universe Books, 1972); Donella H. Meadows, Jorgen Randers, and Dennis L. Meadows, The Limits to Growth: The 30-Year Update (White River Junction, VT: Chelsea Green Publishing Company, 2004).

[20] Erik Assadourian, “The Rise and Fall of Consumer Cultures,” in Worldwatch Institute, State of the World, 2010 (New York: W. W. Norton, 2010), 6.

[21] Epicurus, “The Vatican Collection,” The Epicurus Reader (Indianapolis: Haskett, 1994), 39.

[22] “Poverty Facts and Statistics, Global Issues, http://globalissues.org.

[23] Curtis White, “Barbaric Heart: Capitalism and the Crisis of Nature,” Orion (May-June 2009), http://orionmagazine.org/index.php/articles/article/4680.

[24] For treatments of the role of speculation and debt in the U.S. economy, see John Bellamy Foster and Fred Magdoff, “The Great Financial Crisis (New York: Monthly Review Press, 2009) and Fred Magdoff and Michael Yates, The ABCs of the Economic Crisis (New York: Monthly Review Press, 2009).

[25] “Fears for the World’s Poor Countries as the Rich Grab Land to Grow Food,” Guardian, July 3, 2009; “The Food Rush: Rising Demand in China and West Sparks African Land Grab,” Guardian, July 3, 2009.

[26] For a brief discussion of European expansion, see Harry Magdoff and Fred Magdoff, “Approaching Socialism,” Monthly Review 57, no. 3 (July-August 2005), 19-61. On the relation of oil and gas to the wars.

Traducción al español: Observatorio Petrolero Sur



Fuente: http://www.monthlyreview.org/100301magdoff-foster.php