sábado, 30 de mayo de 2015

No a la transición energética capitalista

DANIEL TANURO

Sábado 23 de mayo de 2015

Cuando faltan siete meses para la cumbre de París sobre el clima, ¿hasta qué punto se es consciente del desafío y de la necesidad de una transición para evitar una catástrofe? Decir que nada se mueve no sería verdad, pero 1) lo que se mueve sigue siendo muy insuficiente para no sobrepasar los 2 °C de calentamiento; 2) es muy probable que los gobiernos no logren ponerse de acuerdo para acelerar la marcha, y 3) la política que se practica acentúa las desigualdades sociales.
El avance de las renovables…
En los medios de comunicación proliferan informaciones optimistas sobre los avances de las energías renovables. El progreso, en efecto, es impresionante: en 2013, las energías renovables (sin incluir las grandes presas hidroeléctricas) representaban el 41,3 % de la nueva capacidad de producción instalada a escala mundial. De este modo, la parte de la electricidad generada a partir de fuentes verdes pasó del 7,8 % en 2012 al 8,5 % en 2013. Estas inversiones han permitido reducir un 12 % la diferencia proyectada para 2020 entre las emisiones reales y las que corresponden a un calentamiento inferior a 2 °C.
Estos avances son fruto del descenso de los precios y del aumento de la eficiencia derivados del constante progreso tecnológico. El precio de las células fotovoltaicas ha disminuido un 80 % desde 2008. En las condiciones actuales, sin subsidios, si en la proximidad no hay carbón o gas baratos, y si hace viento y mucho sol, la energía eólica terrestre y la solar fotovoltaica son competitivas frente a las energías fósiles. No es extraño que las inversiones se centren en estos dos sectores. En los llamados países “emergentes” han crecido un 36 % en 2014, alcanzando un importe total de 131 300 millones de dólares (China 83,3; Brasil 7,6; India 7,4 y Sudáfrica 5,5).
… no implica un descenso de las emisiones
Sin embargo, el avance de las energías renovables no comporta de por sí un descenso de las emisiones de CO2. Es cierto que algunos países las han reducido de un modo espectacular o se plantean seriamente hacerlo. Alemania va en cabeza con su Energiewende (cambio energético), que pretende rebajar las emisiones un 70 % hasta 2040 y del 80 al 95% para 2050 (con respecto al nivel de 1990). También es cierto que las emisiones mundiales de CO2 del sector eléctrico tocaron techo en 2014, lo que constituye un primer éxito en el intento de desvincular las emisiones del crecimiento económico.
No obstante, lo que interesa no es que las emisiones “toquen techo”, sino de que de aquí a 2050 disminuyan del 50 al 80 % a escala mundial –del 80 al 95 % en los países desarrollados– y que lo hagan en todos los sectores (no solo en el de la generación eléctrica), y esta reducción ha de comenzar a más tardar en 2015, según el Grupo intergubernamental de expertos sobre el cambio climático (GIEC). Estamos lejos de esta meta. En 2013, las emisiones derivadas de la quema de combustibles fósiles y de los procesos industriales (acero y cemento) aumentaron un 2 % con respecto al año anterior. El aumento es menor que el crecimiento económico (por tanto, también en este terreno se produce una desvinculación incipiente entre emisiones y crecimiento) e inferior al que hubo en la década de1990 (un 3 % de aumento anual), pero es dos veces mayor que el de la década de 1980…
La contradicción aparente entre el avance de las energías renovables y el alza de las emisiones se explica principalmente por el hecho de que las inversiones en energías renovables no sustituyen a las fósiles, sino que se suman a ellas (en su totalidad o en parte), de modo que ambos tipos de energía se combinan para aportar las cantidades que exige el crecimiento capitalista neoliberal y globalizado. Destacar el hecho de que en 2013 se hayan invertido 230 000 millones de dólares en nuevas capacidades de electricidad verde refleja una imagen sesgada de la realidad, pues en el transcurso de ese mismo año se invirtió una suma todavía mayor en nuevas capacidades de generación de electricidad sucia, especialmente en centrales térmicas de carbón que está previsto que funcionen durante 40 años…
El caso alemán y el “mix energético”
Se cita a Alemania como modelo porque abandona la energía nuclear y favorece las fuentes renovables. El paso, en efecto, es notable, pero ello no impide que de momento las emisiones alemanas vuelvan a aumentar. En primer lugar por la misma razón que acabamos de señalar: las renovables no sustituyen completamente a las energías fósiles. Pero también porque dado que las renovables son competitivas (gracias a los subsidios), los capitales se retiran de las centrales de gas para afluir a las centrales de carbón o de lignito, que generan una electricidad más barata… si bien emiten el doble de CO2.
Muchos comentaristas consideran que el avance exponencial de las renovables refleja una tendencia que se prolongará y eliminará las energías fósiles a corto o medio plazo. Sin embargo, las cosas son más complejas. El hecho de que las energías renovables resulten competitivas gracias a los subsidios hace que las empresas del sector fósil reclamen la supresión de los mecanismos de apoyo al precio de la energía eólica o fotovoltaica. En la UE, estas empresas han visto satisfecha en parte su demanda. Si se mantiene la misma política, de aquí a 2020 se prevé la continuación de las inversiones verdes a un ritmo elevado (unos 230 000 millones de dólares al año), pero no un flujo torrencial que se lleve por delante las energías fósiles.
“Si se mantiene la misma política”, decimos. Precisamente, es poco probable que la política actual cambie. Los ministros de energía –en particular la ministra belga Marghem– han hecho declaraciones optimistas sobre el texto preparatorio de la cumbre de París. No obstante, este documento no hace más que enumerar las posiciones existentes, que a fin de cuentas vienen dictadas todas por intereses capitalistas productivistas y enfrentados entre sí y no por imperativos climáticos. Al final, entre Alemania que apuesta por la renovables, Francia que opta por la energía nuclear, Australia que se inclina por el carbón, Arabia Saudita que propugna el petróleo, Canadá que insiste en las arenas bituminosas, Rusia que defiende el gas, EE UU que propone el gas de esquisto y China que juega con todas las cartas a la vez… habrá un compromiso insuficiente para mantener el calentamiento global por debajo de los 2 °C, por no hablar ya de 1,5 °C, que sería un objetivo infinitamente más prudente.
El “mix” del que tanto se habla es por así decir la traducción técnica de este compromiso en ciernes. En él, el sector de las energías renovables tiene necesidades específicas. En particular, dada su elevada intensidad en capital, la prensa patronal subraya que exige un contexto de mercado que asegure una rentabilidad de la inversión “razonable y previsible”. Dicho en plata: una política neoliberal sin tacha, basada sobre todo en la reducción del coste salarial.
Mecanismos antiigualitarios
Los grandes de este mundo preparan un acuerdo totalmente insuficiente para detener la catástrofe climática que se avecina. Un acuerdo del que los explotados y oprimidos sufrirán graves consecuencias. De hecho, la política climática capitalista ya está agravando las desigualdades sociales. So pretexto de conservar la capacidad de los bosques de absorber el CO2de la atmósfera, las comunidades indígenas se ven atacadas y sus bosques convertidos en plantaciones industriales. So pretexto de producir suficientes alimentos en el contexto del calentamiento global, se incautan los recursos acuáticos, se saquean las reservas haliéuticas, se expanden los OGM, se expulsa a los campesinos de sus tierras y se condena a los pequeños pescadores a la ruina.
Los países desarrollados no escapan de esta dinámica antiigualitaria. En este terreno, el ejemplo alemán también es revelador. La Energiewendecuesta mucho dinero. ¿Quién paga la cuenta? Los consumidores, claro, mediante un suplemento (Umlage) incluido en las facturas de electricidad. Un hogar medio paga 260 euros al año. Es cierto que numerosos hogares han invertido en parques eólicos gestionados por cooperativas. En 2010, el 51 % de la capacidad de generación de energía renovable pertenecía a particulares, para quienes los beneficios de las cooperativas compensan laUmlage. Sin embargo, son sobre todo los sectores acomodados de la población los que invierten en estas cooperativas. Los demás, en particular los ocho millones de precarizados que ganan 5 euros a la hora, pagan así por los ricos… y por las 3000 empresas grandes consumidoras de electricidad que están exentas de la Umlage para seguir siendo competitivas…
Los mecanismos antiigualitarios de la política climática capitalista ya están haciendo estragos en el Sur. En Europa, lo peor todavía está por venir. A este respecto, conviene saber que cuatro quintos de las reservas fósiles deben permanecer en el subsuelo si queremos salvar el clima. El problema es que dichas reservas pertenecen a empresas, y por tanto existe una “burbuja del carbono”, análoga a la “burbuja del ladrillo” que estalló con las “hipotecas basura” en 2008, pero mucho más grande. Cuando estalle, que nadie dude de que los gobiernos se apresurarán a salvar al sector de la energía como han salvado al de las finanzas: a costa de la colectividad.
Los sindicatos en la encrucijada
La lucha por el clima es una cuestión social de suma importancia. De momento, a escala internacional, las fuerzas que encabezan esta lucha son el movimiento campesino y los pueblos indígenas. Esto se debe a una razón evidente: la agricultura campesina y el modo de vida de las comunidades indígenas contribuyen a salvar el clima. El mundo del trabajo se halla en una situación más difícil porque la mayoría de los asalariados trabajan en el complejo industrial basado en la energía fósil, qua habrá que desmantelar.
Por consiguiente, los sindicatos tendrán que optar: si se mantienen dentro de la lógica y la temporalidad de la transición capitalista (contentándose con la vaga exigencia de una “transición justa”), serán cómplices de las consecuencias ecológicas y sociales cuya factura pagarán sus afiliados. La única estrategia posible pasa por una transición anticapitalista: un plan de reconversión de los sectores sucios y de desarrollo de los sectores limpios, financiada mediante la socialización de las finanzas y de la energía, con una ampliación radical del sector público, creación masiva de puestos de trabajo útiles, reducción radical del tiempo de trabajo sin pérdida de salario y desmantelamiento de la agricultura industrial.
11/05/2015
Traducción: VIENTO SUR

miércoles, 20 de mayo de 2015

"Tierra Arrasada. Petróleo, soja, pasteras y megaminería", de Darío Aranda

¿Qué país nos deja el extractivismo ambiental?
¿Por qué ningún juez, empresario o político aceptó nunca el vaso de agua que le ofrecen los habitantes de los pueblos mineros cada vez que los visitan? ¿A qué se debe la aparición de enfermedades inéditas y desconocidas en el medio de la pampa húmeda? ¿Dónde viven las miles de personas desplazadas del campo y que las ciudades no cobijan? ¿Quién está detrás de los feroces ataques a los indígenas argentinos? ¿Qué secretos escondieron las pasteras en Gualeguaychú? ¿Por qué el negocio de Vaca Muerta puede dejar una parte de la Patagonia inhabitable? ¿Cuánto queda realmente en el país de esta ganancia extraordinaria? ¿Por qué nunca se escucha a los que proponen otro camino? ¿Quiénes son los verdaderos dueños de la tierra y qué planes tienen para sus habitantes?
Pueblos envenenados, matones a la luz del día, muertes sospechosas, bebés con malformaciones, tasas de cáncer inéditas, abortos espontáneos, ríos sin peces, bosques sin árboles y enfermedades sin cura: durante los últimos quince años, la Argentina ha sido sometida a la transformación más radical y quizás irreversible de su historia. Detrás del negocio multimillonario de la soja, la megaminería, las pasteras y los combustibles no convencionales, no sólo hay consecuencias inmediatas para todos los habitantes del país, sino también la amenaza de convertir a la Argentina en un territorio agotado, enfermo y hambriento.
En Tierra arrasada Darío Aranda viaja hasta diversos rincones del país donde este modelo político, económico y social busca imponerse con violencia por sobre todo derecho humano. El resultado es una radiografía escalofriante que nos permite terminar de entender en qué país vivimos y elegir en cuál queremos vivir.

miércoles, 13 de mayo de 2015

Debates

Las tareas del ecosocialismo revolucionario
DANIEL TANURO
Lunes 4 de mayo de 2015
El concepto de ecosocialismo se basa en una doble constatación paradójica: la solución de la “crisis ecológica”, causada por el modo de producción capitalista, por una parte necesita una respuesta de tipo socialista pero, por otra parte, el balance medioambiental del “socialismo realmente existente” es catastrófico. Voy a desarrollar brevemente estos dos elementos y presentar a continuación algunas propuestas de tareas ecosocialistas tal como se concibe en el seno de la “Red ecosocialista internacional”. Espero demostrar así que el ecosocialismo es algo distinto a cambiar solo de etiqueta: una alternativa necesaria adaptada a los desafíos de nuestro tiempo.
Para los ecosocialistas, lo que se denomina “crisis ecológica” no es una crisis de la ecología. No es la naturaleza la que está en crisis sino la sociedad y esta crisis de la sociedad acarrean una crisis en las relaciones entre la humanidad y el resto de la naturaleza. Para nosotros, esta crisis no se debe a la especie humana como tal. No se debe en particular al hecho de que nuestra especie produce socialmente su existencia mediante el trabajo, lo que le permite desarrollarse y dota de sentido a la noción de progreso. Se debe al modo de producción capitalista del desarrollo, o modo capitalista de producción (que incluye un modo capitalista de consumo) y a la ideología productivista y consumista del “siempre más” que se deriva de él.
Capitalismo = productivismo
El capitalismo no produce valores de uso para la satisfacción de las necesidades humanas sino valores de cambio para la maximización del beneficio. Este beneficio es acaparado por una fracción minoritaria de la población: por quienes detentan la propiedad de los medios de producción. Explotan la fuerza de trabajo de la mayoría social a cambio de un salario inferior al valor del trabajo realizado.
Estos dueños de los medios de producción libran entre sí una guerra competitiva sin cuartel que les obliga a buscar permanentemente la forma de aumentar la productividad del trabajo recurriendo a máquinas cada vez más perfeccionadas. El “productivismo” (producir por producir que implica consumir por consumir) es pues una característica congénita del capitalismo. El capitalismo implica acumulación. El economista burgués Joseph Schumpeter lo dijo de forma sencilla: “Un capitalismo sin crecimiento es una contradicción en los propios términos
El capitalismo es un sistema de explotación de alto rendimiento. Mejora continuamente la productividad del trabajo y la eficiencia en la utilización de los (otros) recursos naturales. Pero evidentemente, esta mejora está al servicio de la acumulación: el ahorro relativo en fuerza de trabajo y en materiales está más que compensado por el aumento absoluto del volumen de producción de forma que al final hay un aumento de los recursos consumidos en el proceso. Es la razón por la que inevitablemente la acumulación capitalista provoca simultáneamente el aumento de la explotación del trabajo humano y el aumento del saqueo de los recursos naturales.
¿Cuáles son los límites de la tendencia capitalista al crecimiento? Marx respondió a esta pregunta que “el único límite del capital es el capital mismo”. La fórmula se basa en la definición del capital no como una cosa (un montón de dinero) sino como una relación social: la relación de explotación por la cual una cantidad de dinero se transforma en más dinero gracias a la extracción de una plusvalía correspondiente al trabajo no pagado. Evidentemente, esta relación de explotación necesita un input bajo forma de recursos/1. Por tanto decir que “el único límite del capital es el capital mismo” significa esto: mientras exista fuerza de trabajo para explotar y recursos naturales para arramplar, el capital se puede seguir acumulando empobreciendo, destruyendo, lo que Marx llamaba “las dos únicas fuentes de cualquier riqueza: la Tierra y el trabajador”.
De forma general, la única alternativa concebible frente al capitalismo es un sistema que no produce valores de cambio para la maximización del beneficio de los capitalistas sino valores de uso para la satisfacción de las necesidades humanas reales (es decir, no corrompidas por la mercantilización) definidas democráticamente. Un sistema en el que la colaboración reemplaza a la competencia, la solidaridad al individualismo y la emancipación elimina la alienación. Ahora bien, semejante sistema -más que un sistema, una nueva civilización- se corresponde con la definición teórica de una sociedad socialista. Lo repito: en términos generales, no hay otra alternativa concebible.
Productivismo capitalista y productivismo burocrático
Al mismo tiempo, esta conclusión choca con la dura realidad de los hechos históricos: en efecto, es indiscutible que el balance del socialismo que “ha existido realmente” en el siglo XX es un espanto no solo desde el punto de vista de la emancipación humana sino también desde el punto de vista del establecimiento de relaciones lo más armoniosas posibles entre la humanidad y su entorno natural.
Es inútil detallar aquí este punto: todo el mundo ha oído hablar de la desecación del mar de Aral y de la catástrofe de Chernobil. Puesto que este encuentro está dedicado a la lucha contra el cambio climático, añadiría que la ex RDA y la ex Checoslovaquia tenían el triste récord mundial de gas de efecto invernadero emitido por habitante: sus “actuaciones “en la materia eran incluso superiores a la de los mayores contaminadores del mundo capitalista “desarrollado”: Estado Unidos y Australia.
Este balance negativo del “socialismo real” se debe principalmente a la contrarrevolución burocrática que triunfó en los años 20 del siglo pasado bajo la batuta de Stalin. El productivismo de Estado era el resultado de un sistema de primas que se ofrecía a los directivos de las empresas nacionalizadas para incitarles a superar los objetivos del plan. Por motivación económica, estos directivos utilizaban y despilfarraban el máximo de materiales y de energía por unidad producida...: No se preocupaban de las consecuencias en cuanto a la calidad de la producción puesto que los consumidores no tenían libertad de elección, ni libertad de crítica, ni posibilidad de discutir los efectos sociales y medioambientales de una producción que no estaba sometida a ningún “control obrero”.
Desde el punto de vista de los daños ecológicos, no hay diferencia entre el productivismo capitalista y el de los estados del ex Bloque del Este. Pero el productivismo capitalista es el resultado de mecanismos muy diferentes: al contrario que el director de una fábrica nacionalizada de la URSS, el jefe de una empresa capitalista optimiza sin parar la cantidad de recursos utilizados por unidad producida a fin de maximizar el número de unidades y considera la reacción del mercado como un veredicto sobre la calidad de sus productos.
Efectivamente, el productivismo del capital es racional desde el punto de vista del capitalismo. En el polo opuesto, el productivismo burocrático aparece como una pura creación irracional de la superestructura política: en una economía orientada supuestamente a satisfacer las necesidades, la racionalidad ordenaría que la producción esté guiada por la democracia de los productores/ consumidores; por esto, como esta democracia es incompatible con el parasitismo burocrático, para funcionar mal que bien, el sistema da estímulos materiales a los parásitos.
Esta comparación desemboca en una conclusión importante: el productivismo capitalista es endógeno al modo de producción mientras que el productivismo soviético era exógeno. De ahí se deriva que el desastroso balance medioambiental de la URSS no aporta la prueba irrefutable de que el socialismo es por definición e inevitablemente tan ecocida como el capitalismo.
Stalin no lo explica todo
Sin embargo, el estalinismo y la existencia de una casta burocrática privilegiada no son suficientes para explicar este desastroso balance. Para mostrar el problema, me contentaré con una cita del más famoso adversario de Stalin: León Trotsky. De todos los teóricos marxistas, sin duda, Trotsky es el que mejor comprendió el fenómeno burocrático, pero apenas tenía conciencia de los límites medioambientales del desarrollo humano; es lo menos que podemos decir.
En un célebre discurso, el autor de “La revolución traicionada” dijo del “hombre socialista” que “moverá las montañas, encerrará los mares y desviará los ríos”. No quiero exagerar el alcance de esta cita y sobre todo, su influencia en el curso de los acontecimientos. La cito solo como una ejemplo de que muchos marxistas tenían una mirada mucho menos prudente y realista que Marx sobre el desarrollo de las “fuerzas productivas liberadas de las trabas capitalistas” y lo que esto permitiría realizar/2.
En efecto, lejos de fantasear sobre los fabulosos poderes del superhombre socialista, Marx consideraba modestamente que “la única libertad posible (en relación a las leyes de la naturaleza) es que el hombre social, los productores asociados, ordenen racionalmente su intercambio de materia con la naturaleza”.
A la luz de esta cita de Trotsky, parece evidente que el balance medioambiental del “socialismo real” debe ir más allá de la comprensión del productivismo burocrático. Hay que ir más a fondo en la crítica, analizar las concepciones teóricas e ideológicas que marcaron al socialismo en diversos grados.
En este espíritu, la corriente ecosocialista a la que pertenezco, que se reconoce en el Manifiesto ecosocialista redactado por Michaël Lowy y Joel Kovel, identificó un cierto número de concepciones que merecen un debate y revisión. Voy a citarlas y comentarlas brevemente.
Ciencias, tecnologías y progreso
La primera cuestión es en relación a la “ciencia” o mejor dicho, a la ciencias, sin mayúsculas. La mayoría de los pensadores socialistas, empezando por Marx y Engels, estuvieron bastante influidos por el cientificismo. Ahora bien, la idea mecanicista de que las ciencias acabarán por poder explicar todo, hasta el menor detalle, es manifiestamente errónea, puesto que el mundo evoluciona constantemente. Además, la velocidad de esta evolución aumenta a medida que se interesa en objetos cada vez más pequeños, de manera que conforme más progresan las ciencias, se enfrentan a nuevos fenómenos que plantea nuevos enigmas.
Romper con el cientificismo es una apuesta importante para los ecosocialistas. Se trata de acabar con el proyecto de dominación humana sobre la naturaleza, que implica que la naturaleza sea considerada como una máquina y que el ser humano solo sea visto como el maquinista. Este proyecto ilusorio, instrumentalista y reductor va en contra del principio de precaución, de la modestia y de la prudencia que se impone hoy en día si se quiere volver a equilibrar los intercambios entre la humanidad y el resto de la naturaleza.
La segunda cuestión, unida a la primera, es la de la tecnología, es decir las ciencias aplicadas a la producción. ¿Son neutras o tienen un carácter de clase? Aunque insista en el carácter “históricamente determinado” de todos los aspectos del desarrollo humano, Marx no resolvió estos puntos precisos. La mayoría de los socialistas posteriores consideraron la tecnología como neutra. Los ecosocialistas no lo creen.
El fin no justifica los medios: algunos medios son contrarios al fin. Esto también vale para los medios de producción, o sea, para las tecnologías. La energía nuclear, por ejemplo, es contraria al objetivo explicitado por Marx de una sociedad donde los productores o productoras intentan aumentar el patrimonio común de la naturaleza para transmitirlos a sus descendientes como “boni patres familias”. Lo mismo sucede con los combustibles fósiles, con el cultivo a campo abierto de los Organismos Genéticamente Modificados y los grandes proyectos de la geoingeniería, por ejemplo.
La ruptura con el cientificismo y la crítica de las tecnologías generan inmediatamente la cuestión de la actitud frente al desarrollo y el progreso. A propósito de esto, Marx no tenía una visión lineal. ¿Y los ecosocialistas? Rechazan la idea adelantada por algunos partidarios del decrecimiento porque hay que “salir del desarrollo” pues el progreso es negativo por sí mismo, pero también rechazan la idea de que todo progreso y todo desarrollo sean positivos por sí mismos. Coherentes con su mirada crítica de las tecnologías, profundizan en la tesis de Marx según la cual el capitalismo desarrolla cada vez más “fuerzas destructivas” que productivas.
Globalmente, los países desarrollados no tienen necesidad de un desarrollo cuantitativo sino de un reparto de la riqueza necesaria para un desarrollo cualitativo. En este marco, los ecosocialistas conceden una gran importancia a la cosmogonía de los pueblos indígenas y al saber hacer de las comunidades campesinas. Ven en ellas fuentes de inspiración para un progreso digno de este nombre. Un progreso que pone en cuestión la ideología capitalista productivista. Un progreso basado en la comprensión del hecho de que la verdadera riqueza surge del tiempo libre, de las relaciones humanas y de una relación armoniosa con el entorno, no de una acumulación compulsiva de bienes de consumo que a menudo, no sirven para compensar la miseria de la existencia.
Centralización y descentralización
La cuarta cuestión en discusión es la articulación entre centralización y descentralización. Desde la experiencia histórica de la URSS, el socialismo está muy vinculado a la idea de un plan muy centralizado. No niego que un plan de este tipo no haya sido necesario en los años 20 del siglo pasado, pues el poder revolucionario solo podía mantenerse si la pequeña clase obrera industrial era capaz de suministrar a la mayoría campesina las maquinaria necesaria para mejorar la vida de las comunidades rurales y eliminar las hambrunas tan frecuentes en la historia rusa. Pero la igualdad entre socialismo y centralización debe ser cuestionada.
Es evidente que un gobierno deseoso de llevar una política anticapitalista debe vencer, necesariamente, el poder económico de la clase dominante lo que solo es posible por la expropiación de las finanzas y de los grandes medios de producción así como de distribución. También lo es que, a continuación, esos sectores socializados deben funcionar para satisfacer las necesidades, lo que requiere una planificación centralizada. Pero al mismo tiempo, hay que señalar que la democracia y la autogestión no pueden existir sin arraigarse en la base, localmente. Así pues, centralización y descentralización deben articularse.
Esta articulación no está ausente en el pensamiento de Marx: al contrario, en la Comuna de París veía “encontrada por fin la forma política de la emancipación del trabajo” y esta experiencia le llevaba a pensar que la “dictadura del proletariado” se concretaría en una federación de comunas. Los marxistas posteriores perdieron ampliamente el hilo de este pensamiento. Los ecosocialistas la recuperan e intentan renovarla, en función de “un socialismo del siglo XXI”
El desafío climático hace esta reflexión insoslayable: para tener la más mínima suerte de llevar en dos generaciones la transición energética hacia un sistema al 100% renovables, sin duda es necesario socializar el sector de la energía. Sin esto, los capitalistas intentarán imponer el mayor tiempo posible la utilización de los gigantescos stocks de combustibles fósiles que les pertenecen/3. Pero el recurso a las renovables necesita la interconexión de redes energéticas descentralizadas. Su gestión democrática por las comunidades y en interés colectivo de los y las habitantes es una posibilidad real a la cual los ecosocialistas deben aferrarse planteando reivindicaciones locales concretas de control y de participación, más que agarrarse al modelo obsoleto de la gran empresa nacionalizada.
Ecosocialismo y ecofeminismo
La quinta cuestión en la que trabajan los ecosocialistas es la del rol específico de las mujeres en la lucha por las relaciones sostenibles entre la humanidad y la naturaleza. Para las feministas de nuestra corriente, este rol no viene de que las mujeres sean por “esencia” más próximas y respetuosas con la naturaleza, como piensan algunas teóricas del ecofeminismo
Según nosotras y nosotros, no hay mucha más esencia femenina ecologista que esencia femenina pacifista, por ejemplo. El rol específico de las mujeres les es atribuido por la división sexual del trabajo en el seno de la sociedad y la familia burguesa. Una de las manifestaciones de su opresión es, en efecto, que asumen gran parte del trabajo de cuidados, a menudo de forma gratuita y que no son reconocidas socialmente como trabajo. Además, las mujeres aseguran globalmente el 80% de la producción de alimentos mundial.
Las mujeres saben qué implica “cuidar a los seres vivos » Su saber en esta materia les da un papel de primer rango en la transición porque la humanidad precisamente se enfrenta a la necesidad de “cuidar” (el resto) de la naturaleza y una gran parte de la población-en especial en el mundo desarrollado y urbano-no sabe cómo hacerlo. Pero este rol de las mujeres solo se puede valorar en el interés de todos si su opresión es reconocida y combatida. Esto pasa por la lucha autónoma de las mujeres en defensa de la igualdad de derechos en la sociedad en general, por la aplicación del principio “a igual trabajo, igual salario” en el mercado de la mano de obra y el reparto de las tareas domésticas. En ese sentido, los ecosocialistas mantienen un combate feminista.
La cuestión del sujeto
El tener en cuenta el papel específico de las mujeres plantea otra cuestión que quiero abordar antes de esbozar la conclusión. En muchos aspectos, se trata de una cuestión decisiva para el ecosocialismo: la del “sujeto” de la transformación social.
Generalmente, los teóricos del socialismo consideran que la clase obrera –es decir, no solo los obreros fabriles sino todos aquellos y aquellas que están en la obligación de vender su fuerza de trabajo por un salario- es EL sujeto que arrastra después a la pequeña burguesía y a todas las capas oprimidas. Este rol central en cuanto clase revolucionaria se desprende de su lugar en el modo de producción: en efecto como la clase más explotada, la clase obrera no tiene otra perspectiva histórica posible que la gestión colectiva de los medios de producción para satisfacer las necesidades sociales democráticamente determinadas.
Este análisis tradicional engendró después la idea de que la clase obrera juega en todas las épocas y en todos los lugares el papel de vanguardia “objetivamente”, aunque no tuviera conciencia de ello. Sin embargo, la lucha en defensa del clima deja ver una realidad completamente diferente: en la primera líneas se encuentra el campesinado, el campesinado sin tierra, los pueblos indígenas y las comunidades en lucha contra los proyectos mineros, forestales o de infraestructura que destruyen su entorno.
El hecho de que capas sociales distintas a la clase obrera en sentido estricto jueguen un papel de vanguardia tiene precedentes. La juventud, por ejemplo, a menudo sirvió de detonador para luchas que revelaban una situación social o política insoportable y arrastraban a la clase obrera a salir de su relativa pasividad. Mayo del 68 francés, o la represión de la “noche de las barricadas” en el Barrio Latino desencadenó una huelga general de diez millones de huelguistas, es un ejemplo clásico de esta interacción entre capas y clases sociales. Hay muchos otros.
Sin embargo, a lo que nos enfrentamos actualmente en el frente del medio ambiente es diferente y la imagen del detonante no permite aprehenderlo. Un detonante cumple una función temporal: provocar la explosión. Pero frente al cambio climático, vemos luchas constantes del campesinado, de los pueblos indígenas y de las comunidades desde hace muchas décadas y esas luchas, hasta el momento, no han hecho explotar nada de nada en la clase obrera. Por tanto, el problema es más profundo. No se trata simplemente de una “discordancia de tiempos”, de una diferencia entre los ritmos de concienciación de diferentes capas y clases sociales.
La explicación es relativamente sencilla. Cuando los campesinos y campesinas luchan contra el agronegocio, cuando los pueblos indígenas luchan contra la apropiación de los bosques como pozos de carbono o como fuente de biomasa, cuando las comunidades luchan contra los proyectos extractivistas que destruyen su espacio de vida y sus recursos..., estos combates por las reivindicaciones inmediatas a favor de condiciones de vida de los grupos afectados, coinciden directamente con lo que debe hacer para salvar el clima.
La situación de la clase obrera es muy diferente. En efecto, sobre todo en el contexto actual, en el que la clase obrera está debilitada, desorientada ideológicamente y a la defensiva, las reivindicaciones más inmediatas que plantea espontáneamente para defender sus condiciones de vida, no coinciden con lo que se debe hacer para salvar el clima o más bien con lo que lo desestabiliza. Para crear o salvar empleos, por ejemplo, la mayoría de trabajadoras y trabajadores espera la ampliación de la producción, un relanzamiento económico del capitalismo, nuevas empresas. Por más que sea una ilusión creer que esto reabsorberá el paro, no impide que esta ilusión se imponga a primera vista como la respuesta más lógica y la más fácil de poner en marcha. En algunos sectores contaminantes amenazados, como las fábricas de carbón de Polonia, los sindicalistas incluso llegan a poner en duda el cambio climático porque lo consideran una amenaza para su empleo.
La lucha contra el paro, el reto principal
¿Cómo se puede hacer frente a este problema? Los ecosocialistas intentan responder proponiendo reivindicaciones que responden al mismo tiempo a las necesidades sociales del mundo del trabajo y a las necesidades ecológicas (especialmente, la reducción drástica y rápida de las emisiones de gas de efecto invernadero que es indispensable para estabilizar el sistema climático). Simplificando, nos desmarcamos a la vez de los ecologistas que piensan que los impactos sociales de las medidas medioambientales que hay que tomar son un problema secundario y de los sindicalistas que estiman que la prioridad es social, que el medio ambiente es un problema de ricos del que ya se ocuparán más tarde. Estas dos estrategias nos parecen condenadas de antemano.
La lucha contra el paro es la principal angustia del mundo del trabajo (condiciona el nivel de los salarios, la organización del trabajo, la defensa del sistema de protección social...). Los ecosocialistas ponen por delante una respuesta general que se articula en tres niveles:
· L a extensión del empleo público no deslocalizable (especialmente mediante grandes planes públicos de renovación energética de los edificios, de transformación del sistema energético y la sustitución de todo el parque automovilístico por sociedades públicas de transporte colectivo) insistiendo sobre la descentralización y sobre el control democrático para las personas usuarias y trabajadoras;
· La reconversión colectiva, bajo control obrero, de las personas trabajadoras de las empresas inútiles o nocivas (en primer lugar, la industria armamentística y la industria nuclear, pero también la del automóvil, la petroquímica, etc.) hacia otros sectores de actividad;
· La reducción radical de la jornada laboral sin pérdida de salario con contratación compensatoria y reducción de los ritmos de trabajo, para trabajar todos, vivir mejor y despilfarrar menos.
Esta última reivindicación nos parece de una importancia estratégica suprema. En efecto, como ya lo ha había destacado Marx, se trata a la vez de una demanda social por excelencia y del medio por excelencia con el cual “el hombre social, los productores asociados” pueden “organizar racionalmente sus intercambios de materias con la naturaleza “actuando “de la manera más conforme con la naturaleza humana
Frente al paro, solo un programa de este tipo es capaz de responder al doble desafío social y medioambiental; en particular, el climático. Su puesta en marcha necesita una orientación anticapitalista y apela a otras reivindicaciones que no detallaré aquí: la expropiación de los sectores de la energía y las finanzas -una condición sine qua non de la transición- por una parte, y una política a largo plazo a favor del desarrollo del empleo rural local, en la agricultura orgánica y el mantenimiento de los ecosistemas, por otra parte.
Este programa solo puede conseguir influenciar en el movimiento obrero si se articula en el combate de la izquierda combativa contra los aparatos dominados por el social liberalismo o por otras corrientes burocráticas. En efecto, la perspectiva de los aparatos consiste, generalmente, en acompañar la transición energética tal como es concebida por el capitalismo (una transición que en absoluto responde al objetivo de la sostenibilidad, pues es demasiado lenta y reducida principalmente a lo nuclear, a los agrocarburantes y a la captura-secuestro del carbono) pidiendo solamente que esta transición sea justa/4. Por eso, los ecosocialistas incitan a los movimientos campesinos, a los pueblos indígenas y a las comunidades a establecer vínculos y a buscar convergencias con la izquierda en el seno de los sindicatos.
Dejarse de generalidades para avanzar en un programa de propuestas concretas bien argumentadas para la transición energética y social, por ejemplo a nivel europeo, constituye para mí el principal desafío que los ecosocialistas deben tratar de poner en pie. La tarea es más ardua porque no es suficiente remplazar las fósiles por las renovables: visto el retraso que se han tomado los gobiernos desde hace 30 años, las emisiones de gas invernadero deben reducirse tan intensamente y tan rápido que no se puede hacer sin disminuir la producción material y los transportes/5. Cada cual comprenderá que esta obligación complica todavía más la respuesta ecosocialista al desafío del empleo.
El ecosocialismo, un concepto abierto
El ecosocialismo puede resumirse como una voluntad de hacer convergir las luchas sociales y medioambientales a partir de la comprensión de que la austeridad y la destrucción ecológica son las dos caras de la misma moneda: el capitalismo productivista. Definido de forma que se trata de un concepto abierto, susceptible de derivaciones estratégicas y programáticas diferentes. De hecho, hoy existen diversas variantes de ecosocialismos.. La variante que yo he presentado, podría definirse de marxista, revolucionaria, feminista e internacionalista. Hay otras y no pretendemos el monopolio, solamente un debate más amplio.
22/04/2015
Este texto está basado en una comunicación en el marco de un fin de semana de movilizaciones en defensa del clima organizado del 10 al 12 de abril en Colonia por la fundación Rosa Luxemburg Stiftung en colaboración con una serie de grupos ecologistas alemanes (ver la página de la conferencia: http://kampfumsklima.org/). La he ampliado teniendo en cuenta el debate sobre “Ecosocialismo, Decrecimiento y Justicia climática”, al que fui invitado a participar. Animado por Tadzio Müller (el responsable de "energía y movimientos por el clima" de la RLS), este debate reunía además a Joanna Carbello (de la red carbontradewatch, Bruselas), Christopher Laumanns (de la ONG Konzeptwerk Neue Ökonomie, militante del movimiento "Postwachstum", la variante de las movidas de los decrecedores en los países de lengua alemana) y un numeroso público. Agradezco a todas y todos por sus estimulantes aportaciones.
Notas:
1/ La naturaleza pone gratuitamente a su disposición del capitalismo, lo que explica el apetito del capital de las explotaciones mineras, de los bosques naturales, o las reservas de pesca- sobre todo en periodo de recesión o cómo lo que se llama extractivismo atrae los capitales en caída de beneficios .
2/ La ironía de la historia es que el que intentó en parte aplicarla visión de Trotsky fue... Stalin cuando sopeso el proyecto de cambiar el curso de los ríos siberianos del Norte hacia el Sur para irrigar Asia Central...
3/ Recordemos que para tener un 60 de posibilidades de no sobrepasar 2º C de aumento de la temperatura en relación a era pre-industrial, es necesario que dos tercios a cuatro quintos de las reservas fósiles no sean explotadas jamás.
4/ Un ejemplo muy claro de esta estrategia de acompañamiento es la opción de la mayoría de las organizaciones sindicales francesas de no contestar la sector nuclear

5/ Los escenarios de transición hacia un sistema al 100% de renovables que se pretenden compatibles con el crecimiento del 2 al 3% anual no tiene en cuenta la energía fósil necesaria para la transformación de las renovables y los trabajos de mejora de la eficiencia energética de los edificios y de las emisiones que provocan.

martes, 12 de mayo de 2015

Zafarrancho de combate con los fósiles

DANIEL TANURO
Sábado 9 de mayo de 2015
La cuestión de la burbuja del carbono/1 adquiere una importancia creciente en los medios mercantiles. Recordemos que la señal de alarma fue dada por la ONG Carbon Tracker/2 : no superar 2º C de calentamiento respecto al período preindustrial implica renunciar a quemar dos tercios de las reservas conocidas de carbón, de petróleo y de gas natural. Como estas reservas están en manos privadas y su valor figura en el activo de los grupos propietarios, de forma que renunciar a explotarlas equivale a destruir capital o a considerarlo como ficticio. Dicho de otra forma, que constituye una burbuja.
28 billones de dólares
Una burbuja enorme, muy grande: 28 billones de dólares. Esta cifra astronómica es la adelantada por Kepler Cheuvreux/3, una sociedad de servicios financieros especializada en el corretaje y los consejos a los inversores. Que una empresa de ese tipo haya estudiado el problema muestra bastante la inquietud entre los accionistas… De hecho, Carbon Tracker tiene razón: tanto el Banco Mundial como la Agencia Internacional de Energía han convalidado la estimación de la ONG, y el G20 acaba de demandar un estudio en profundidad sobre la burbuja de carbono al Consejo de Estabilidad Financiera (el sucesor del Foro del mismo nombre, creado en 1999 por el G7).
Actualmente, el Consejo de Estabilidad Financiera (CSF) está presidido por Mark Carney. Carney, Director del Banco de Inglaterra, está muy sensibilizado por el problema de la burbuja del carbono. El año pasado, cogió su bastón de peregrino para testimoniar ante la comisión de medio ambiente del Parlamento británico, y luego planteó la cuestión ante la importante reunión ministerial informal que el Banco Mundial organiza cada año sobre el tema del precio del carbono. En paralelo, el Banco de Inglaterra/4 encargó un estudio sobre la dimensión de la burbuja. El informe, que se presentará el próximo mes de junio, dará probablemente el tono del que el CFS remitirá al G20.
París 2015
Evidentemente, todo este alboroto hay que situarlo en el contexto de la preparación de la cumbre sobre el clima en París a finales de este año 2015 (COP 21). Se supone que para esa ocasión los gobiernos del planeta concretarán finalmente el compromiso tomado en Cancún (COP 16, en 2010) sobre las medidas a adoptar para no superar 2ºC de calentamiento (e incluso 1,5º C si fuera necesario según los científicos). Es muy poco probable que las decisiones de la COP 21 permitan cumplir este acuerdo, pero tampoco es probable un fracaso como el de Copenhague en 2009. Salvo gran sorpresa, “algo saldrá de París”.
Por lo tanto, el problema para las compañías fósiles es el siguiente: cuanto más sustancial sea este “algo”, más se hinchará la burbuja y se acercará a los 28 billones de dólares de Kepler Cheuvreux. Y con ello, el zafarrancho de combate en los consejos de administración de las multinacionales del petróleo, del carbón, del gas y de los sectores conexos. Nadie se queda parado. Objetivos: 1) limitar al máximo el volumen de las reservas que no puedan ser explotadas, y 2) hacer de forma que el estallido de la burbuja esté a cargo de la colectividad, como ocurrió con la crisis de las subprimes en 2008. Todos los medios son buenos.
Furiosos
Los patronos más furiosos se encuentran entre los del sector del carbón, de quienes explotan las arenas bituminosas de Canadá y los grupos petroleros que han invertido masivamente en la exploración petrolíferas en el Ártico. Es lógico: si la COP 21 tomara decisiones coherentes con el límite de 2ºC, los yacimientos del Ártico permanecerían intactos, el 95% de las reservas verificadas de hulla deberían permanecer bajo tierra, y habría que renunciar al 75% de los hidrocarburos contenidos en las arenas bituminosas…
ExxonMobil está muy implicada en el Ártico y en las arenas bituminosas de Alberta. Recientemente su dirección ha remitido a los accionistas un informe que afirma perentoriamente que “ninguna de nuestras reservas de hidrocarburos no está ni será devaluada/5. Para garantizar esta afirmación, la mayor multinacional mundial del petróleo se basa en un escenario de transición energética en el que las emisiones de gas con efecto invernadero continuarán creciendo hasta 2030… Hay que recordar que el GIEC estima que deberían haber comenzado a disminuir en 2015… como muy tarde.
Greg Boyce es el big boss de Peabody Energy, el mayor grupo privado carbonero a nivel internacional. En una conferencia reciente sobre las energías fósiles en Houston (Texas) declaraba que el principal problema mundial es “una crisis humana que tenemos los medios de resolver” -la garantía de una energía barata- “y no la crisis medioambiental prevista por modelos informáticos poco seguros” /6. La pobreza energética que golpea a una fracción creciente de la población es así utilizada para barrer la política climática que es necesaria, en particular en interés de los pobres. ¡Puro cinismo!
El patrón de Glencore Xstrata, otro gigante del carbón, no se queda atrás. Ivan Glansenberg/7 apuesta abiertamente por el fracaso de la COP21. Ha declarado que nada le impedirá vender los 4300 millones de toneladas de hulla que tiene en reserva, y echa la culpa a los gobiernos: ha declarado que “los gobiernos no serán capaces de tomar medidas para reducir las emisiones de carbono” … Por supuesto, Gransenberg omite precisar que él y sus semejantes hacen todo lo posible para que los gobiernos no tomen las medidas en cuestión.
Suben las pujas
La actualidad reciente ha dado un nuevo ejemplo de la capacidad de hacer daño de estos fósiles. El Senado estadounidense, en el debate a favor del oleoducto Keystone XL, que debe llevar los hidrocarburos de Alberta hacia las refinerías del Golfo de México,/8 se ha visto obligado a votar una moción sobre el cambio climático. La enmienda que estipulaba que éste es debido “significativamente” a la actividad humana no ha recogido el número suficiente de votos. James Inhofe, presidente del Comité del Medio Ambiente (!) en el Senado, ha declarado que el calentamiento provocado por la combustión de los combustibles fósiles “es el mayor bulo” jamás inventado para hacer daño a la humanidad. La presidenta del Comité de Energía, Lisa Murkowski, le ha apoyado. Los principales patrocinadores económicos de las campañas electorales de Murkowski e Inhofe son empresas del sector de la energía fósil o de sectores aledaños…
Una victoria de los capitalistas que quieren quemar hasta el último barril de petróleo, hasta la última tonelada de carbón y hasta el último metro cúbico de gas natural -con riesgo de provocar una subida del nivel de los océanos de más de diez metros- no parece el escenario más probable para la COP 21. El voto en el senado americano muestra sin embargo que no puede ser excluido. En cualquier caso, desde su punto de vista, el combate de los criminales fósiles está lejos de ser absurdo o inútil: en efecto, aferrándose a sus reservas, gritando que se les asesina, manipulando los temores de una energía cara y apoyándose en su enorme poder económico y político, hacen subir las pujas.
Así, en el caso en que tuvieran que renunciar a una parte de sus stocks, estos multimillonarios avariciosos habrían creado las mejores condiciones para que la colectividad pague por el estallido de la burbuja del carbón, como pagó por el estallido de las subprimes.
A buen entendedor… Un asno no tropieza jamás dos veces en la misma piedra, pero ¿somos asnos?
5/05/2015
Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR
Notas

viernes, 1 de mayo de 2015

¿Hacia unos territorios sin agua?

Alfons Bech · · · · · 25/04/15

Acabo de llegar de Panamá. Lo que he visto durante este mes final del verano me ha impactado. Panamá, uno de los países centroamericanos donde más llueve; donde el Canal interoceánico utiliza este insustituible elemento para funcionar; donde millones de toneladas de agua se usan y tiran para que pasen los barcos…está sedienta. Si esto ocurre en Panamá, ¿cuál es el futuro que nos espera al resto del mundo donde apenas llueve una pequeña parte de Panamá?

Durante unas semanas he vivido una “crisis de agua” en la ciudad de La Palma. Esta pequeña ciudad de cinco mil habitantes es la capital de la provincia de Darién, situada en el extremo oriental de Panamá, colindante con Colombia. Pues bien, ella es la provincia más selvática y boscosa de Panamá. En ella está el Parque Nacional Darién y las Reservas de Canglón y Filo del Tallo. Y además está situado el humedal y laguna natural más importante de Panamá: Matusagaratí, “lugar abundante de comida, rodeado de agua” en lengua Guna.

La interactuación del ciclo del agua

Las Reservas de Canglón y Filo del Tallo interactúan con el humedal. Este actúa como un verdadero corazón de una vasta extensión, llenándose y vaciándose de agua hacia el río Tuira, el más caudaloso de Panamá. El bosque tropical originario, de tipo amazónico, atrae la lluvia y ésta se encharca en la laguna, llegando a tener casi 50.000 hectáreas. Ese corazón “late” y su vegetación actúa como una esponja en cada estación, ensanchándose o comprimiéndose en función del agua recogida. Matsugaratí es un criadero o, como dice la ambientalista Ligia Arreaga,  “sala de maternidad”, donde desovan y nacen miles de peces y crustáceos; también miles de aves y muchas especies. Es un paraíso biodiverso aún por explorar y descubrir.

¿Qué es lo que hace que Matusagaratí, que Panamá, tenga esa riqueza ecológica? Pues es el agua. La cantidad y calidad de agua dulce que producen sus bosques tropicales. Pero eso está cambiando drástica y aceleradamente. La tala de madera preciosa para su explotación ha agotado ya prácticamente el caoba y el cocobolo, especies que casi han desaparecido. Una tala incontrolada en la que madereros sin escrúpulos van de la mano de funcionarios u organizaciones que debían “protegerlos”, como la Autoridad Nacional del Ambiente (ANAM) o WWF, que proporcionan coartadas supuestamente legales para realizar esta devastación.

Así, la salida de madera, preciosa o no, es constante. La carretera Panamericana que une Darién con Panamá está destrozada debido a los cientos de camiones cargados de enormes troncos que transitan cada día por ella. Es un desfile que da pena, que encoge el corazón pensando la cantidad de oxígeno y agua que se va con cada árbol centenario cortado. Hay denuncias, se sabe que hay robo en las comarcas indígenas, pero nadie paga por ello. Es la impunidad que da la corrupción de autoridades y funcionarios que están metidos en el negocio de la madera. Un fiscal acaba de devolver toneladas de cocobolo robado al presunto ladrón.

Pero a esa devastación se le añada otra peor, más mortal y directa: el desagüe de Matusagaratí.  Esta laguna viene siendo desaguada por enormes canales de más de cinco metros de ancho por otros tantos de profundidad, por una supuesta empresa de agricultura, AGSE, SA, de capital colombiano. El iniciador de la empresa y cabeza visible, Javier Daza Pretelt, se encuentra encarcelado acusado de narcotráfico y crímenes de campesinos en Colombia. La empresa desagua el humedal para plantar arroz y palma aceitera, utilizando productos químicos  para fumigar y causando mortandades entre todas las especies vivas, especialmente peces.

Así es como lavan un dinero sucio de sangre: desangrando la naturaleza. Como en la madera, autoridades y funcionarios corruptos han colaborado estrechamente en este crimen. Desde el inicio de la venta ilegal de tierras nacionales de humedal en 2006 (inadjudicables por principio) y de los desagües en 2009, la organización Alianza por un Mejor Darién interpuso denuncias ante la Fiscalía y Autoridad del Ambiente. Más de seis años después aún sigue habiendo el desagüe y no hay nadie preso.

Cortar y quemar bosque, ¿hasta cuándo?

Por último se le añade la extensión de la frontera agrícola y ganadera. El incremento desmesurado del consumo de carne ha disparado los precios haciendo de la cría de vacuno un negocio más rentable y apetecible que otros. Nuevos propietarios prueban entrar en él. Otros de las provincias centrales de Panamá, como Los Santos o Herrera, donde el ganado ya no encuentra agua, se trasladan a Darién. Ellos tienen la costumbre de tumbar todos los árboles y al año siguiente prenden fuego. En muchas ocasiones prenden fuego directamente al bosque primario y mueren los árboles en pié.

Los agricultores también queman cada año su tierra. En todo Darién este mes de marzo se han visto incendios por doquier. Agricultores y ganaderos creen que el fuego purifica y abona el suelo, cuando hace exactamente lo contrario. Los agroquímicos que necesita el “pasto mejorado” son cada vez más fuertes, sino hay “débil” producción. La contaminación del suelo se va hacia las quebradas y el río.

Esta combinación de corrupción, impunidad, avaricia e incultura, es fatal. Es lo que hace que, finalmente, la población, los animales, los árboles y especies, se queden sin agua. Es lo que ha pasado en Darién: la capital La Palma, ha tenido que ser auxiliada desde Panamá con agua embotellada y con máquinas perforadoras y de limpieza de pozos subterráneos de agua. Pero, como dice el experto en aguas profundas y del equipo de choque del IDAAN (empresa del estado panameño que se encarga de los acuíferos), el ingeniero Gonzalo Pulido, “si siguen desaguando la laguna Matusagaratí y cortando árboles nada podrá hacerse para evitar que se sequen los ríos y las quebradas, y Darién no tendrá más agua”.

Así las cosas parece que estamos llegando a un límite en la codicia y en la estupidez humana. Ese límite es que hasta las zonas más húmedas del planeta, como Darién, como Panamá, la práctica abusiva y la desmesura en agotar la naturaleza nos lleva aceleradamente a la falta de agua. Y sin agua no hay vida. Ninguna vida: ni vegetal, ni animal, ni, consiguientemente, humana. Si los mantos acuíferos se secan -por los desagües y por romper el ciclo del agua al cortar los bosques que interactúan con ríos, quebradas y humedales- empieza el proceso de desertificación. He podido ver ya en Darién terrenos pelados donde apenas queda una brizna de hierba, tras algunos años de haber talado todos los árboles y quemado para sembrar pasto.

¿Hay solución a esta crisis del agua? Puede haberla, en mi opinión. Pero es complicada pues no se trata de una sola medida sino de una serie de medidas combinadas. Por ello se trata de medidas de Estado, de poder político, en primer lugar. Si el Estado ni pone orden, difícilmente se pueden realizar medidas paliativas. Y el actual Estado de Panamá –al igual que el resto de Estados del mundo, cada uno en mayor o menor medida- no están por la labor porque son sumisos servidores de los poderes económicos, de los que tumban bosques, saquean maderas preciosas, minerales, naturaleza…con el fin exclusivo de convertir esta sobreexplotación en beneficio privado. Esto es así desde hace cientos de años, y se ha incrementado esa sobreexplotación en las últimas décadas y, en particular, desde la crisis de 2008.

Por tanto las soluciones son todas transitorias. La sociedad, la parte más consciente de la sociedad, lo que ahora se llama movimiento social, sociedad civil, comunidad, etc., debe alzarse, rebelarse, movilizarse. Debe exigir a los gobiernos acciones enérgicas y urgentes, que correspondan a la salud pública que se está perdiendo rápidamente. Pero debe a la vez, empezar a actuar por su iniciativa. A impedir que los particulares incumplan las leyes más elementales y ROBEN los bienes que son comunes. Por ejemplo, impedir que roben el agua, los árboles, que los quemen, que fumiguen indiscriminadamente.

Oír hablar a Bill Clinton, en el Foro de Sociedad Civil de la VII Cumbre de las Américas, de que “la sociedad civil se debe empoderar”, da asco. Alguien que ha estado abusando de su poder con jovencitas, declarando guerras y bloqueos, no puede dar ninguna lección. Es la sociedad misma quien debe organizarse para hacer cumplir la ley y obligar a cumplirla a los servidores que no lo hacen. Sí, obligar. Ese es el “empoderamiento” que hace falta, no hacer bonitas declamaciones y luego que los que roban lo sigan haciendo impunemente.

Los vecinos y parientes que queman deben ser llamados al orden para que no lo hagan más. Denunciarlos ante la autoridad si no han avisado de la quema, o denunciar a quien la haya autorizado.  E impedir que lo haga. Los que desaguan Matusagaratí deben parar inmediatamente esos desagües, visitando esos canales, denunciándolos, poniendo obstáculos, poniendo pancartas, haciendo acciones o manifestaciones para que la Autoridad decrete el cierre cautelar de los canales de desagüe. ¡No podemos esperar que se desangre completa e irreversiblemente la laguna Matusagaratí!

Hay que actuar contra los principales criminales del ambiente, que son las grandes empresas. También así los pequeños y medianos criminales no tendrán excusa para decir “a los de arriba no les exigen nada y a nosotros sí”.  Hay que exigir decisiones políticas urgentes, valientes, de los gobiernos, si se quiere de verdad educar al pequeño agricultor y al pequeño ganadero para que lleve unas prácticas económicas ambientalmente sostenibles. Y hay que darles apoyo acompañándolos en una transición hacia una agricultura ecológica y ganadería silvopastoril.

Por tanto, sí se puede frenar que vayamos hacia unos territorios sin agua.  La crisis de agua de Panamá, de Darién, de su ciudad La Palma, es sólo la punta de un iceberg que está en todo el mundo. Ojalá aprendamos rápido las lecciones y las apliquemos. Si no, no habrá agua. No habrá vida.  

Alfons Bech es un veterano resistente antifranquista y sindicalista de CC OO, comprometido con la defensa del medio ambiente
sinpermiso electrónico se ofrece semanalmente de forma gratuita. No recibe ningún tipo de subvención pública ni privada, y su existencia sólo es posible gracias al trabajo voluntario de sus colaboradores y a las donaciones altruistas de sus lectores. 



www.sinpermiso.info, 26 de abril de 2015