domingo, 27 de abril de 2014

El descubrimiento del paraíso

La hora de América Latina
Texto leído por el poeta, novelista y ensayista colombiano en el Encuentro Federal de la Palabra, en el marco del Foro Pensar América Latina, realizado la semana pasada en Buenos Aires, Argentina.
Por: William Ospina / Especial para El Espectador
Hay una epopeya que nadie nos ha contado, la única comparable a la conquista de un planeta desconocido: el avance de unos pueblos despojados, hace treinta mil años, por el territorio de América. En medio de su extraordinario rigor podríamos sin embargo llamarla El descubrimiento del paraíso.

Aunque en la edad que termina los hechos sólo se recordaban cuando los cumplían los europeos, esa primera población de América por inmigrantes asiáticos podría ser un hecho fundamental para el futuro. Porque todos en el mundo somos extranjeros, pero quizás sólo los latinoamericanos lo sabemos. Y, como bien afirma Richard Sennett, es fundamental que aprendamos a comportarnos como extranjeros, arraigados con amor pero con cautela en un territorio desconocido, para no incurrir en los saqueos y las depredaciones que obran los que se sienten dueños para siempre, los que presumen de una excesiva familiaridad con el mundo.

Antes, todos los pueblos tenían esas cautelas, todas las mitologías antiguas expresaban ese asombro y esa reverencia con el universo natural, y yo diría que el error de la modernidad es que se siente demasiado dueña del mundo.

Los pueblos indígenas fueron aquí los primeros inmigrantes y en sus sabidurías de treinta mil años descifrando e interpretando un mundo extraño, han de estar muchas claves para la supervivencia de este planeta y de las especies que viajan en él por el mar de leche de diosa de las galaxias.

Creo que en estos tiempos es un privilegio que podamos llamarnos “el continente de los extranjeros”, aunque, repito, todos en el mundo lo somos. Esa falta de familiaridad excesiva sólo puede traducirse en respeto y asombro, y el asombro es el comienzo de la filosofía. “Esa suerte de estupefacción dolorosa con la que —según Schopenhauer— comienza toda filosofía, y que llevó al filósofo a afirmar que “la filosofía debuta, como el Don Juan de Mozart, por un acorde en tono menor”.

Digo estas cosas en Buenos Aires porque no quiero olvidar que la obra de Jorge Luis Borges está marcada fundamentalmente, y hasta siento la tentación de decir “exclusivamente”, por el asombro, por la perplejidad.

Cada aurora, nos dicen, maquina maravillas/
capaces de torcer la más terca fortuna;/
hay pisadas humanas que han medido la Luna/
y el insomnio devasta los años y las millas./
En el azul acechan públicas pesadillas/
que entenebran el día. No hay en el orbe una/
cosa que no sea otra, o contraria, o ninguna./
A mí sólo me inquietan las sorpresas sencillas./
Me asombra que una llave pueda abrir una puerta,/
me asombra que mi mano sea una cosa cierta,/
me asombra que del griego la eleática saeta/
instantánea no alcance la inalcanzable meta,/
me asombra que la espada cruel pueda ser hermosa,/
y que la rosa tenga el olor de la rosa.

Algunos creyeron alguna vez que Borges era un autor europeo, o europeísta: qué grave error. Si hay una obra que Europa no sería capaz de escribir, es la de Borges: es imposible ser más americano, es imposible ser más latinoamericano, y acaso es imposible ser más argentino. Porque es mucho más que una metáfora decir que aquí está todo el mundo “sin superposición y sin transparencia”. Este es el país de los inmigrantes, el país de todas las tradiciones, y eso incluye al mundo indígena, ese Camino del indio que con el mismo asombro nombraba Atahualpa Yupanqui:

Caminito del indio, sendero colla sembrao de piedras,/
caminito del indio que junta al valle con las estrellas/
y que cantaba con voz conmovedora Hugo del Carril.

Los pueblos indígenas sintieron siempre la familiaridad que inspira respeto por el mundo, no la familiaridad que permite destruirlo. Recuerdo que hace diez años, cuando llegué por primera vez a la India, yo creía que iba a encontrarme con una realidad radicalmente distinta al mundo latinoamericano, y me sorprendió sentir que más bien lo que hay allá es lo que habría llegado a ser este mundo americano si no hubiera hecho irrupción en su crecimiento el orden occidental. El templo del jaguar y de la serpiente, el rito del agua y del sándalo, el rito del fuego y las lámparas de flor de loto que llevan el fuego de la plegaria por las aguas del río. Por algo llamaron indios a nuestros indios.

Pero hay otra razón por la cual conviene sentirnos un poco extranjeros en el mundo, y es por el orden de pesados privilegios que le han correspondido a la especie humana, y que la hacen sentirse en cierto modo por fuera del universo natural. Baudelaire lo dijo de una manera inmejorable: “¿No soy acaso un falso acorde/ de la divina sinfonía?”. El poeta colombiano Porfirio Barba Jacob lo expresó de un modo semejante: “Entre los coros estelares/ oigo algo mío disonar”.

Sólo a través de los lenguajes del arte los seres humanos logramos reintegrarnos a la armonía cósmica. El privilegio terrible consiste en que el mundo pertenece al orden de la necesidad y nosotros somos los únicos que pertenecemos, o creemos pertenecer, al orden de la libertad: tenemos sueños, tenemos propósitos, siempre queremos trazarle un rumbo a nuestras vidas y un rumbo a la historia.

Con la irrupción de Occidente hace cinco siglos, llegaron a esta tierra en clave de urgencia los imperativos de la modernidad. El mercado, que trafica por igual con metales, con pieles, con maderas, con manufacturas, con comodidades, con seres humanos, con licores, con armas, con estupefacientes. También fueron llegando los ideales de la época: la democracia, la libertad, la igualdad y la fraternidad, la religión del espíritu, la división de los poderes públicos, la ciencia, la industria y la tecnología. Nada de eso se nos propuso como una opción, todo como un deber imperioso.

Gracias al peso de la tradición indígena, quizá gracias a esa cautela de extranjeros que habían manejado en su relación con el mundo, el universo natural americano estaba prácticamente intocado. Ya hace dos mil setecientos años el Tao te king recomendaba que alteráramos mínimamente el orden natural. Corregir excesos, moderar desbordamientos: la presencia humana no se debía sentir demasiado en el mundo. Pero los seres humanos tenemos la conmovedora y terrible capacidad de aprender y de transformar, somos una fuerza ciclónica de transformaciones sobre el entorno.

En esta época de conmemoración de los bicentenarios, vale la pena preguntarnos si nos separamos de Europa para intentar ser distintos o sólo para seguir haciendo lo mismo por nuestra cuenta. Pero así como la conquista europea de América fue un hecho nuevo, desconocido, irrepetible, de dimensiones monstruosas en el peor y en el mejor sentido del término, también la Independencia fue un hecho nuevo: nosotros fuimos los primeros en enfrentar y derrotar el colonialismo moderno.

Y si la Conquista trajo la modernidad, la Independencia le dio otra vuelta de tuerca a la idea de modernidad. La Conquista había fundado la esclavitud y la servidumbre modernas: la costumbre de hacer esclavos y siervos a los miembros de otras razas y otras culturas, todo instaurado bajo el principio de pureza, de limpieza de sangre. La Independencia nos impuso en seguida el deber de abolir la esclavitud y de abolir la servidumbre en términos jurídicos, pero dejó pendiente la tarea de incorporar a indios y esclavos en el orden social, y postergó por mucho tiempo la tarea de interrogar su universo cultural y redefinir con él nuestro horizonte de civilización.

Melancólicamente Konstantino Cavafis escribió a comienzos del siglo XX:

Gente venida de la frontera anuncia que ya no hay bárbaros/
¿Y ahora qué destino será el nuestro sin bárbaros?/
Una solución eran esas gentes.

En el ejercicio de exterminar a los supuestos salvajes y de borrar a los supuestos bárbaros, Occidente se aplicó a magnificar la barbarie real en su propio seno. Ya la traía de antes: era la barbarie de la pureza. Gracias a ella César cortó en un solo día la mano derecha de diez mil galos, Roma borró a Cartago con fuego y con sal, el cristianismo levantó guerras contra infieles, cruzadas contra herejes, tribunales y hogueras contra disidentes.

Pero los distintos —eso significaba la palabra bárbaro para los romanos— eran necesarios, y hoy sabemos que si algo necesita una civilización para sobrevivir es el diálogo con otras civilizaciones. Estamos muy acostumbrados a oír la celebración de lo que la sociedad industrial y tecnológica sabe hacer, pues nos lo recuerdan noche y día los medios hegemónicos y la publicidad, pero lo que callan aplicadamente es lo que esta cultura no sabe hacer.

Nuestra época sabe mucho de crecimiento pero poco de equilibrio, sabe ofrecer al ciudadano el consumo pero no sabe proponerle la creación, sabe ofrecer novedades pero no sabe conservar tradiciones, sabe hablar del futuro pero descuida o calumnia la memoria, sabe dominar y transformar la naturaleza pero no sabe respetarla ni conservarla, habla demasiado del globo pero no habla suficientemente del lugar.

Hace poco Stephen Hawking sostuvo que este planeta no bastará para satisfacer nuestras expectativas inmediatas y que necesitamos urgentemente explorar dos o tres planetas que puedan satisfacernos. Pero ese ironista sabe muy bien que no encontraremos en los próximos trescientos años a dónde llevar a la humanidad que ya tenemos hoy, y que lo que hay que examinar es el modelo de expectativas al que hemos llegado. No es la humanidad la que necesita muebles que lleguen del otro extremo del planeta, no es la felicidad humana la que exige este frenesí de desplazamientos que consume combustibles fósiles, degrada el ambiente y nos transforma en ese oximoron: el viajero sedentario. No es la salud humana la que impone que los alimentos tengan que recorrer enormes distancias hasta nosotros o tengan que ser modificados en su estructura genética. La industria y la publicidad diseñan e imponen el modelo, y podrían denunciar como criminal todo esfuerzo por alterarlo.

Si algo nos enseña el deterioro ambiental es que no sobreviviremos sin equilibrio; si algo nos enseñan la crisis de civilización, la debacle moral y la depresión generalizada es que no las superaremos sin grandes aventuras de creación; si algo nos enseñan el vértigo y el vacío de la época es que necesitamos el bálsamo de la tradición, sus memorias y sus rituales; si algo nos enseña el cambio climático es que no sobreviviremos sin un nuevo respeto por la naturaleza; y si algo nos enseñan la degradación de los mares y la atmósfera, la contaminación de los ríos y el basurero universal es que para salvar el globo hay que pensar en lo local, que para salvar el agua planetaria tenemos que proteger los manantiales.

Esto es lo que quería decir. Que América Latina está en condiciones de decirse a sí misma y de decirle al planeta que la civilización no puede ser una mera estrategia de mercado. Que si fuimos los primeros en derrotar el colonialismo, tenemos que ser los primeros en enfrentar la suicida teoría del crecimiento, impulsada no por las necesidades de la especie sino por la inercia del lucro; que al crecimiento hay que oponer una teoría del equilibrio; que los pueblos no quieren opulencia sino dignidad, austeridad con riqueza afectiva, menos consumismo y más creación, menos automatismo y más calidez humana, que la felicidad es más barata de lo que pretende la civilización tecnológica; que ante estas bengalas del espectáculo la vida requiere sencillez y arte, sensualidad y alegría, refinamiento de la vida y un sentido generoso de la belleza.

Toda familia merece una fina vajilla de porcelana para muchos años y no una costosa vajilla de plástico para cada día; bellos muebles hechos por artesanos cercanos y no apresuradas mercancías traídas del otro extremo del mundo. Tener una industria local nos dignifica como productores y nos enorgullece como consumidores. Pero también cada ser humano merece toda la herencia de la civilización humana, sus artes y sus filosofías, sus inventos y sus rituales, sus lenguas y sus dioses.

“El destino, que es ciego a las culpas, suele ser despiadado con las mínimas distracciones”, escribió Jorge Luis Borges. La verdad es que el mundo que hemos construido descuida muchas cosas que son esenciales: descuida educar en el afecto, en la responsabilidad y en la solidaridad, descuida la naturaleza y sobrevalora las mercancías, descuida la tradición y sobrevalora la novedad, descuida el hacer y sobrevalora el consumir, descuida la necesidad y sobrevalora la libertad. Pero no basta defender la libertad, también hay que poner freno al egoísmo.

Creo que por primera vez la agenda de América Latina coincide plenamente con la agenda del globo. Las prioridades ya son las mismas: salvar el único planeta habitable que tenemos en todo el universo accesible. Tal vez en esta encrucijada de la historia nuestra simbólica condición de extranjeros, la memoria indígena de la primera y abnegada globalización, los mitos de la naturaleza, nuestra perplejidad borgesiana, esta capacidad de sentir el mundo en nuestras venas y el aleph en el sótano de nuestra casa, esta dificultad para identificarnos con cualquier tipo de pureza, el privilegio de no pertenecer a ningún centro y la capacidad de percibir desde la periferia las virtudes y los peligros del modelo, nos autorizan y nos permiten, más que a otros, formular estas propuestas serenas de cara al futuro.



miércoles, 16 de abril de 2014

Los refugiados del clima: los nuevos movimientos sociales, nueva responsabilidad solidaria

Elementos de reflexión alimentados por la experiencia asiática y presentados al Comité Internacional de la Cuarta Internacional en 23 de febrero de 2014
Al igual que muchos otros movimientos dedicados a la solidaridad con las personas afectadas por los desastres humanitarios, decidimos tener en cuenta, como elemento central, la magnitud de los desastres naturales (sean o no de origen humano) después del tsunami que golpeó el Océano Índico en 2004. Al año siguiente, Nueva Orleans (Estados Unidos) fue devastada por el huracán Katrina; seguido por un terremoto al norte de Pakistán y Cachemira.
Con este contexto, presenté un primer informe en 2006 para introducir un debate sobre estos desastres, tratando entonces, como parte de la situación mundial, los fundamentos sociales de la "política de ayuda "implementada por los poderes establecidos, abriendo la discusión sobre nuestras propias responsabilidades y tareas en esta esfera [1].
Este informe demostró que, en particular, la solidaridad prestada por las organizaciones progresistas "sobre el terreno" fue eficaz tanto en situaciones de urgencia como a largo plazo. En caso de emergencia, especialmente, utilicé el ejemplo de Pakistán, donde las primeras casas "duras" reconstruidas en Cachemira en una zona devastada por el terremoto habían sido promovidas por la campaña de Labour Education Foundation y el Labour Party Pakistán. A largo plazo, me referí en particular a los esfuerzos del AREDS, en Tamil Nadu (India), donde se movilizaron los Dalits (intocables) y los pescadores conjuntamente, por encima de las barreras de las castas, y donde los barcos reconstruidos en las aldeas costeras se convirtieron en propiedad colectiva de las mujeres: la reconstrucción no debe hacerse "a la idéntica" - reproduciendo las desigualdades del pasado -, sino "mejor", fortaleciendo la solidaridad popular y la lucha contra la dependencia.
Reconstruir "mejor" es una lucha. En efecto, lejos de reducir las desigualdades sociales y la opresión, provocadas por las catástrofes humanitarias, los ricos buscan aprovecharse de la dependencia y el impacto sobre las poblaciones afectadas. El desarrollo de complejos turísticos en lugar de aldeas borradas del mapa por el tsunami proporciona un ejemplo clásico. Una solidaridad internacional "pueblo a pueblo" "movimiento a movimiento" permite, en cambio, ayudar a la clase obrera en una mejor defensa de sus derechos en todas las etapas, desde la ayuda de emergencia hasta la reconstrucción (hábitats, conciencias, economía…).
Ocho años han pasado desde aquel primer informe, con una nueva acumulación de experiencias. Las conclusiones políticas parecen confirmarse. Sin embargo, es importante volver hoy sobre la evolución reciente y las cuestiones pequeñas que no se abordaron en el informe de 2006, en particular, en lo que respecta a las reglas de la acción humanitaria.
I. Algunos acontecimientos recientes
Observamos entre los acontecimientos recientes:
La extensión y el agravamiento de las condiciones climáticas extremas
El tifón Haiyan (Yolanda) que azotó Filipinas en 2013 es el peor ciclón que tocó tierra jamás registrado. Debe configurarse como de clase 6 (clasificación internacional) o de clase 5 (clasificación de Filipinas) –ahora bien, estos niveles no existían, siendo el 5 (ó 4 en las Filipinas) la clase más alta. Esto implica un nuevo fenómeno.
El calentamiento global provoca un aumento de la temperatura media del agua, y por lo tanto su nivel - y en consecuencia la gravedad media de las inundaciones de origen marino a lo largo de la costa. Así, la elevación del nivel de agua se combina con el poder de los vientos (con rachas superiores a 300 km/h) para causar la destrucción de una magnitud poco común en el centro de Filipinas.
Los fenómenos meteorológicos extremos no se limitan al sur. Este invierno, en Francia y Gran Bretaña han padecido una sucesión muy inusual de tormentas (con rachas superiores a 150 km/h), causando la destrucción costera y repetidas inundaciones. En los Estados Unidos, por su parte, han conocido regiones la sequía y olas de frío excepcional (en contraposición al invierno templado en Europa occidental).
La interacción de los desastres "naturales" con otros desastres socio-humanitarios
Sabemos desde hace tiempo que el caos climático empeorará muchos conflictos, sobre todo por el control del agua. Volvamos sobre tres ejemplos recientes que ilustran hasta qué punto los desastres naturales pueden causar (o combinarse con) otros desastres sociales y humanitarios.
El ejemplo más dramático, por supuesto, se dio en el noreste de Japón, donde, en 2011, en un contexto de irresponsabilidad y falta de preparación de los lobbies industriales y el gobierno, un terremoto seguido de un tsunami devastador fue el detonante del desastre nuclear de Fukushima, el más grave desde Chernobyl.
Recordemos que muchas plantas nucleares fueron construidas a lo largo de la costa o en zonas sísmicas...
Una parte importante de Bangladesh se ve amenazada por inundaciones, especialmente relacionadas con las tormentas tropicales. Los refugiados climáticos, expulsados de sus aldeas, ya son numerosos. Los flujos migratorios, incluyendo los transfronterizos, aumentan en un contexto de crisis social que promueve tensiones entre comunidades en la India y Bangladesh.
En Filipinas el tifón Haiyan (Yolanda) ha afectado a millones de familias. Las áreas afectadas se encontraban entre las más pobres del archipiélago y las poblaciones pueden sumergirse en una mayor pobreza estructural insostenible. Muchos refugiados climáticos también han viajado a la capital, a Cebu o Mindanao, estimulando el chabolismo. Se pide un esfuerzo adicional a los trabajadores filipinos emigrantes -con o sin papeles- en muchos países, pues están enviando una gran cantidad de dinero a sus familias. La onda del impacto social de un fenómeno meteorológico extremo a gran escala puede extenderse más allá del área directamente afectados.
Los países del Norte tienen en general más capacidad para afrontar los desastres climáticos y limitar la propagación de sus efectos sociales. Pero con el aumento de la pobreza en estas sociedades y la reducción drástica de los medios atribuidos a las políticas públicas de solidaridad, existe una preocupación en esta área de una "Tercera Mundialización" de Europa o Estados Unidos...
El capital, de la inacción a la acción negativa
Frente a la crisis ecológica mundial, continúan como si no hubiera pasado nada -esto es la filosofía de los lobbies capitalistas y los gobiernos a sus órdenes. Si hubiera acción, sólo se referiría a los márgenes, o, a menudo, a operaciones de comunicación. Se teme que el momento de actuar venga para lo peor y no lo mejor.
La crisis climática de hecho puede ser una oportunidad para aumentar los beneficios capitalistas. El mecanismo se pone a prueba en una pequeña escala. El capital se asegura las ganancias produciendo de manera contaminante- y asegura nuevos beneficios mediante la venta de sistemas de control de la contaminación... La geoingeniería pretende aumentar esta lógica a través de verter en el planeta limaduras de hierro en los océanos para capturar CO 2 o dispersar azufre a la atmósfera para reducir la temperatura, o poner en órbita espejos espaciales gigantes para reflejar los rayos del sol...
La investigación y los experimentos climatológicos, así como la geoingeniería, ya está en marcha -con el apoyo de la financiación pública. Sin embargo, su aplicación causaría una cadena de desequilibrios en la atmósfera o en los océanos (de la multiplicación de la lluvia ácida a la modificación de los ecosistemas marinos) de la que no podemos prever todas sus consecuencias. También significaría un nuevo salto en la producción, por su impacto en el caos climático y, más en general, en la crisis ecológica global: una espiral infernal.
Sin embargo, la razón ecológica pesa poco frente al atractivo de la geoingeniería para los capitalistas: además de enormes beneficios, promete la creación de nuevos oligopolios que benefician a las rentas a través de su control de los sistemas mundiales –con el contrapunto añadido de fortalecer su poder política dictatorial sobre la sociedad.
Haití y la crisis del sistema de ayudas institucionales
No voy a detenerme en este tema, pero el increíble estancamiento en el que la ayuda institucional cayó en Haití después del terremoto de enero de 2010, ha sido muy profundo, revelando cómo las políticas gubernamentales y la intervención de algunas ONG´s podría alimentar una lógica perversa, descalificando permanentemente los llamamientos a la solidaridad de muchas personas de buena voluntad: el colapso mortal de la ONU y de los gobiernos, la creación de un "mercado de la ayuda" con la competencia entre las organizaciones humanitarias, el abandono de las poblaciones afectadas a su suerte...
No dije en 2006 y no lo estoy diciendo hoy que ¡ninguna organización internacional humanitaria hace un buen trabajo! Pero tenemos que ayudar a crear las condiciones que permitan a las personas que lo hacen –a través de un buen trabajo de la solidaridad- a cooperar más eficazmente con los movimientos sociales progresistas.
Conclusiones
De todo esto extraigo tres conclusiones:
• Los efectos de la crisis climática se hacen sentir cada vez más. Claro que hay que abordar el problema de la oposición a la lógica capitalista a través de políticas públicas basadas en exigencias sociales y ambientales, para limitar y luego detener el calentamiento atmosférico, implicando necesariamente medidas anticapitalistas radicales. Pero también hay que tener muy en cuenta que la crisis es un hecho hoy en día, con consecuencias que hay que incorporar en el análisis de la situación mundial y en la definición de nuestras tareas.
• La primera de estas tareas sigue siendo el despliegue de una autoridad solidaria independiente. Esta fue la principal conclusión del informe de 2006. No se puede confiar en las instituciones o en la "ayuda profesional". Se han logrado avances en esta área, pero limitados. Además, no podemos responder sólo al problema planteado. Es muy importante la participación de (o asociarse con) las organizaciones progresistas que participan en este campo, los sindicatos, los movimientos campesinos, etc.
• Debemos seguir aprendiendo de las experiencias aún recientes y completar el informe de 2006. Necesitamos un verdadero trabajo colectivo de reflexión en un campo de intervención cuya importancia es cada vez mayor, pero que para nosotros es todavía nuevo.
II. Lecciones recientes
Una vez más, no tenemos que comenzar en el vacío: hay que aprender de movimientos que trabajan mucho en la ayuda humanitaria. Pero en algunos países, como Filipinas, nuestra propia experiencia es suficientemente amplia para la reflexión. En especial, me gustaría abordar tres temas poco o nada tratados en mi informe de 2006: los principios de la ayuda humanitaria, la cuestión de los refugiados climáticos como nuevo sector social, la política de prevención -y volver a valorar las decisiones realizadas en la reconstrucción.
Las reglas de la ayuda humanitaria
Insistí en 2006 en el hecho innegable de que la acción humanitaria no puede escapar de la política. Los ricos tratan de aprovecharse de la crisis para fortalecer su control sobre la sociedad y promover sus propios intereses. Nuestro objetivo es ayudar a los más pobres para que no sean los olvidados de la ayuda y defender sus intereses incluyéndolos en la reconstrucción socio-económica.
Sin embargo, podemos llegar a la conclusión de que "todo es político", ignorando incluso las reglas de la acción humanitaria en tiempos de desastre.
Hagamos un paralelo con la acción médica. Un grupo de médicos progresistas eligen intervenir más entre los sectores populares que en los bellos barrios; pero donde lo hagan, sanarán a todos, ricos o pobres. Proponemos llevar la ayuda a las comunidades pobres, a menudo donde el apoyo institucional no llega, escasa o tardíamente; pero la ayuda se distribuirá de acuerdo con la necesidad (magnitud de la destrucción sufrida por cada familia y su estado de privación...) sin hacer una previa consideración política de unos u otros.
Esta cuestión es especialmente sensible después de una catástrofe climática a gran escala: la devastación es tal que el tejido social se rompe y las poblaciones supervivientes permanecen profundamente traumatizadas, perdiendo su libre albedrío. Además de familiares, los supervivientes a menudo han perdido todo: no sólo vivienda y bienes, sino también medios de subsistencia (barcos de pesca, maquinaria agrícola o de transporte, cultivos o plantaciones, fuentes de empleo...) -la economía está devastada. Tienen que empezar literalmente desde cero. Si la zona devastada es amplia, más profundo en el sentimiento de abandono -la sensación de no tener futuro.
Los movimientos sociales no suelen soportar un gran desastre, y en el mejor de los casos, necesitan tiempo antes de encontrar cierta capacidad de reacción. Por ejemplo, en Tacloban (la principal ciudad portuaria en la isla de Leyte) tras el tifón Haiyan, se atomizó el sindicato de los conductores de vehículos de tres ruedas. Tuvieron que reanudar contactos y ocuparse de miembros de familias sumidos en la angustia, ayudarles a encontrar bebida, comida, vivienda… mucho antes de que el sindicato pudiera volver a desempeñar su papel de actor social.
Las actividades de emergencia no sólo tienden a apagar el fuego, sino a recrear la recuperación esencial de unas condiciones de actividad colectiva. Se trata de un momento muy delicado porque determinados poderes (grandes familias adineradas, partidos clientelistas, iglesias identitarias…) no dudan en tomar ventaja para requerir una “deuda de gratitud” al obtener  una ayuda (más o menos real).
¿Cuál puede ser para nosotros el vínculo entre la acción humanitaria con sus principios "apolíticos" (ofrecer una asistencia incondicional a las poblaciones afectadas) y el compromiso político con la clase obrera en su lucha por sus derechos en tiempos de crisis? Nuestros propios principios de auto-organización, concebidos como una condición de auto-emancipación. Mientras que los poderes establecidos pretenden perpetuar la dependencia de la población afectada, nosotros buscamos fomentar su capacidad de autoafirmación, su independencia; esa es la diferencia.
Refugiados Climáticos: sector social, movimiento social
Una de las principales lecciones de nuestra experiencia reciente es que en los países afectados por catástrofes climáticas recurrentes, aparece un nuevo entorno social, un nuevo sector social: los "sobrevivientes", las poblaciones de refugiados climáticos. Si los ricos tienen los recursos necesarios para poner un pie rápidamente en la sociedad, esto no es cierto para los pobres (o familias brutalmente empobrecidas por el desastre). En ausencia de una intervención pública masiva y efectiva a su favor, están condenados a sufrir las consecuencias por mucho tiempo tales desastres; incluso otros desastres van a crear nuevas poblaciones supervivientes-, ¡incluso atacarán de nuevo a las víctimas del anterior!
Podemos trazar un paralelo con los parados y precarios en la Europa de la posguerra. Ayer, un desempleado o desempleada era generalmente un empleado entre puestos de trabajo; hoy es un medio social permanente y en constante renovación. Ayer la situación precaria fue marginal (incluso los inmigrantes a menudo disfrutaron de un trabajo estable); ahora se convierte en una norma. Aparecen nuevos círculos sociales (o vuelven a aparecer), que exigen (re) pensar, percibir sus posibles formas de organización, su dinámica.
Las situaciones de desastres humanitarios no son nuevos en Mindanao, a causa de los recurrentes conflictos militares; y nuestros camaradas tienen una larga experiencia en este campo. Sin embargo, sólo recientemente los ciclones de gran intensidad han vuelto con mayor frecuencia en el sur de Filipinas (previamente golpearon el centro o norte del archipiélago). En diciembre de 2011, el tifón Washi/Sendong y las inundaciones devastaron las zonas costeras donde están activos, especialmente en Iligan, en los barrios populares donde estaban ubicados. Por primera vez, nuestros compañeros se enfrentaron directamente a los efectos devastadores, de los desastres climáticos, psicológicos y sociales - y la aparición de ese entorno social como son los refugiados climáticos. Movilizaron sus redes militantes en esa provincia y otras vecinas: fue una "experiencia fundacional" que les permitió estar mejor preparados para actuar cuando un tifón mucho más violento, Haiyan, golpeó el centro de la Archipiélago dos años más tarde.
Los movimientos de "supervivencia" y los sobrevivientes nacen, auto-organizados, dirigidos por las víctimas de la catástrofe climática. Dos años más tarde, mientras que la lucha por sus derechos continuaba en Iligan (Mindanao), los marcos de este experimento se llevaron a Leyte (Visayas) para ayudar a las víctimas del tifón Haiyan: estos movimientos se reconocen, pueden ayudarse y establecer vínculos, para afirmarse a nivel nacional - y por qué no internacional.
Las víctimas del desastre tienen derecho a esperar ayuda y solidaridad -que es lo que nos ocupa principalmente cuando somos capaces de ofrecer una y otra. Pero más allá de este plan, digamos "básico", debemos responder también a la aparición de un nuevo sector social (los refugiados climáticos) que requieren formas específicas de organización - ¡y puede afectar hasta a millones de personas! Del mismo hecho de la profundidad del siniestro, surgirán con una agudeza particular las preguntas clásicas con las que nos enfrentamos en otras movilizaciones: las desigualdades de clase y el estado, la opresión de género, las tensiones sectarias, el racismo y la intolerancia religiosa, el castismo (cuando hay castas), la violencia contra la mujer, situación y necesidades específicas de los niños...
El punto sobre el que quiero insistir es: la intervención (para nosotros) en defensa de este nuevo sector social resulta compleja –hay que aprender de la experiencia- y es un desafío importante que concierne a toda la organización. No se trata de un caso de responsabilidad marginal, el asunto de una comisión “ad hoc” y algunos “especialistas” en asistencia humanitaria, llenos de buena voluntad. La organización debe entender cuál es la novedad en este campo, con capacidad para movilizar sus recursos, mantener una acción a largo plazo; debe saber cómo reaccionar rápidamente cuando se golpea una nueva área y tomar varias medidas; redistribuir sus cuadros, colectivizar la experiencia, formar en los principios de actuación de emergencia, etc…
Del mismo modo, esta área debe ser incluida en el programa general de la organización. Ya hemos mencionado en el pasado muchas facetas de esta cuestión y sólo quiero volver a la actualidad de dos de ellos: la prevención de riesgos y la reconstrucción en interés de las masas.
La política de prevención de riesgos
El informe de 2006 no dio a la prevención de riesgos políticos la importancia que se merece. Para los afectados por los fenómenos meteorológicos extremos y los países recurrentes (que son más numerosos), no se trata de un vago "principio de precaución": esos riesgos están probados y, a menudo, los departamentos administrativos deberían reaccionar a ellos. Si los gobiernos, sin embargo, se revelan incapaces ante los desastres, es con todo conocimiento de causa.
Las razones por las que un gobierno incumple con sus responsabilidades son muchas: la indiferencia de las élites sobre la difícil situación de los pobres, la corrupción... Estas razones pueden ser muy profundas. Por ejemplo, en Filipinas, la distribución de fondos y la implementación de medidas de emergencia nacional pasan por las autoridades locales, no para fortalecer la democracia directa, sino porque es un sistema clientelista, compatible con todos los niveles de relaciones de patronazgo o con la negociación de alianzas entre las " grandes familias". Problemas: una catástrofe climática mayor provoca la impotencia de las autoridades locales y el sistema se gripa...
De manera más general, la prevención no se limita a un conjunto de medidas "técnicas" (disponibilidad de rescate...). Por ejemplo, no podemos evitar los riesgos de inundaciones relacionados con lluvias torrenciales o del aumento del nivel del mar sin abordar a poderosos grupos económicos: la minería, la agroindustria, el sector inmobiliario, el turismo, la especulación financiera... que requiere de un Estado que haga prevalecer el interés común sobre los intereses privados capitalistas.
Hay en esta zona un vínculo muy estrecho entre un programa de emergencia para proteger al público y una serie de "demandas transitorias" cuya legitimidad es evidente (¡para evitar los desastres humanitarios!) y que implican, para ser aplicadas, hacer frente a la omnipotencia del capital.
Política de reconstrucción
Se encuentra ese vínculo en relación con la política de reconstrucción que defendemos después de una catástrofe climática. El informe de 2006 ya lo destacaba. Digamos, de manera muy sintética, que la reconstrucción nos plantea directamente la cuestión de la reforma agraria en el mundo rural y de la reforma urbana en las ciudades. No sólo se trata de un conjunto de exigencias dirigidas a las autoridades, sino que, por otra parte, el movimiento de supervivientes puede iniciar por sí mismos.
En las aldeas devastadas, reconstruir las casas no es suficiente; son las condiciones generales de vida que deben ser repuestas. Las autoridades deben proporcionar a las familias afectadas parcelas que les permitan producir sin esperar, por ejemplo, que maduren los nuevos cocoteros. Por otra parte, los movimientos pueden por su propia iniciativa revitalizar su propia agricultura campesina ayudando a estabilizar el tejido social, sin depender únicamente de monocultivos o terratenientes, ofreciendo un ambiente más saludable para los niños -y eso es forma parte de un programa para luchar contra el calentamiento atmosférico. El intercambio de experiencias resulta crucial: los agricultores y campesinos, comprometidos desde hace años a la agricultura ecológica en Mindanao, aportan su experiencia a las comunidades rurales afectadas en Leyte.
En las ciudades, la reconstrucción impulsada en los barrios pobres por las autoridades puede conducir a situaciones desastrosas cuando se desvía gran parte de los fondos, cuando no se cumplen las normas arquitectónicas mínimas, cuando las condiciones de existencia no son tenidas en cuenta: expulsión de las víctimas fuera de las áreas de trabajo, del transporte público y de los servicios de salud; falta de privacidad en los edificios y niños abandonados "sin protección" cuando sus padres están ausentes; creación de guetos, zonas delictivas... La lucha por el derecho a la vivienda y un urbanismo diseñado para beneficiar a los pobres tiene una vital importancia contra las grandes zonas de bienes inmuebles y terrenos para la especulación.
Los refugiados climáticos pelean y se unen a los movimientos campesinos y urbanos de pobres, la promoción de puentes, la convergencia y la formación de coaliciones regionales o sectoriales desde el nivel local hasta el nacional.
III. Solidaridad internacional
La coalición Mi-Hands (Mindanao) se formó en respuesta a la devastación producida por el súper tifón Haiyan/Yolanda. Ha realizado un esfuerzo considerable para aliviar a las comunidades afectadas en el norte de la isla de Leyte. La campaña que ha promovido no sólo sirve para valorar la capacidad de movilización de recursos militantes, sino el apoyo financiero que ha recibido a nivel internacional.
Si no se tienen en cuenta los préstamos, Mi-Hands hasta la fecha recaudó 32.000€ -aproximadamente unos 1.000 euros sobre el terreno, 10.000 en Bélgica, y 21.000 a través de la campaña iniciada por Europe solidaire sans frontières (ESSF). Doy estas cifras para demostrar que, incluso a nuestra escala, todo esto se puede hacer efectivo. Y que ese apoyo debe continuar, mientras que Mi-Hands entra en una nueva fase: la rehabilitación y la reconstrucción de los pueblos devastados.
ESSF ha recibido el apoyo de muchas personas y organizaciones, reuniendo una parte en esta sala. Sin embargo, los recursos son, por supuesto, demasiado limitados. No se puede iniciar una o dos campañas financieras anuales exclusivamente para Asia. Los importes recibidos son muy inferiores a las necesidades. ESSF no puede apoyar a sus socios locales, siempre y cuando es necesario (grandes asociaciones de solidaridad comprometen los programas de reconstrucción en 10 años...). Por tanto, debemos ampliar la base de solidaridad.
Tropezamos con una dificultad: la pérdida de las tradiciones "solidaridad popular" y "movimientos a movimientos." Esencialmente, las organizaciones progresistas ya no se dedican a este campo desde hace mucho tiempo, dejando sólo a asociaciones y organizaciones no gubernamentales (o incluso a organismos paraestatales). En el mejor caso, una unión sindical, por ejemplo, envía ayuda a su organización hermana en el país afectado por una catástrofe humanitaria. Se han hecho algunos progresos en los últimos años, por ejemplo ESSF ha trabajado en Francia con la solidaridad sindical. Además, otros movimientos defienden planteamientos bastante cercanos al nuestro en esta área, como el Secours Populaire francés.
Nosotros mismos tenemos mucho que aprender -incluso de las principales asociaciones de acciones de solidaridad de muchos años. También alentamos a otros partidos y movimientos progresistas a participar en esta área y a promover la inclusión de este tema en las redes de militantes como el Forum populaire Asie-Europe (AEPF).Tenemos un papel que desempeñar, por pequeño que sea, en el desarrollo de este compromiso internacionalista o en la reflexión política sobre lo que implica.
Todo ello, continuando las campañas de solidaridad financiera –por el momento a Filipinas.
Pierre Rousset



viernes, 11 de abril de 2014

Informe del GIEC: diagnóstico muy grave, soluciones inútiles

DANIEL TANURO
Martes 8 de abril de 2014
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El Grupo Intergubernamental de expertos sobre el Cambio Climático (GIEC) acaba de publicar la segunda parte de su quinto informe de evaluación sobre los efectos del calentamiento global y la adaptación. En él se ve claramente que la situación es gravísima, pero las soluciones que plantea no están ni de lejos a la altura de las circunstancias. En su artículo 2, la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CCNUCC, Río 1992) establecía el objetivo de impedir “interferencias antropógenas peligrosas en el sistema climático”. La conferencia de Cancún (2010) concretaba un poco la cuestión decidiendo que había que evitar un calentamiento superior a 2°C. El nuevo informe del GIEC trata de precisar más los peligros.
Ocho riesgos clave
Para ello, los expertos identifican una serie de “riesgos clave”, que son “ riesgos […] considerados clave en función del grave peligro y/o de la gran vulnerabilidad de las sociedades y los sistemas expuestos a los mismos. La identificación de los riesgos clave se ha basado en un informe pericial que utiliza los siguientes criterios específicos: gran amplitud, alta probabilidad o irreversibilidad de los impactos; calendario de los impactos; vulnerabilidad o exposición permanente que contribuye al riesgo, o posibilidad limitada de reducir el riesgo mediante la adaptación o la mitigación. 

De este modo se han identificado ocho riesgos clave: (1) peligro de muerte, de lesiones, de problemas de salud o de desaparición de los medios de sustento en las zonas costeras y los pequeños Estados insulares debido a tempestades, inundaciones y elevación del nivel del mar; (2) riesgos graves para la salud y de desaparición de los medios de sustento para amplios grupos urbanos a causa de inundaciones en el interior; (3) riesgos sistémicos debidos a fenómenos meteorológicos extremos que provoquen la desaparición de infraestructuras en red y de servicios vitales como el suministro de electricidad, la distribución de agua y los servicios de sanidad y de emergencia; (4) riesgo de mortandad y enfermedad durante los periodos de calor extremo, particularmente para las poblaciones urbanas vulnerables y para las que trabajan al aire libre en zonas urbanas y rurales; (5) riesgo de inseguridad alimentaria y de desaparición de los sistemas alimentarios, particularmente para las poblaciones más pobres en las zonas urbanas y rurales; (6) riesgo de pérdida de los recursos y de los ingresos en las zonas rurales por falta de acceso a agua potable y a agua de riego, así como debido a la disminución de la productividad agraria, especialmente para los campesinos y ganaderos que disponen de un capital mínimo en las regiones semiáridas; (7) riesgo de pérdida de ecosistemas marinos y costeros y de su biodiversidad, así como de los bienes, funciones y servicios que prestan en forma de recursos costeros, sobre todo para las comunidades de pescadores en los trópicos y en el Ártico; (8) riesgo de pérdida de ecosistemas terrestres y acuáticos y de su biodiversidad, así como de los bienes, funciones y servicios que prestan en forma de recursos.

Podemos imaginar los dramas que se esconden tras esta sobria exposición, un verdadero inventario de desastres. Basta recordar las imágenes difundidas cuando Nueva Orleans quedó devastada por el huracán Katrina (2005), cuando Pakistán sufrió graves inundaciones debido a unos monzones que se salían de lo normal (2010), cuando Etiopía padeció la peor de las sequías (2011), cuando el Estado de Colorado fue pasto de las llamas debido a numerosos incendios forestales (2012) o cuando el tifón Hayan acabó con todo lo que se encontró a su paso por Filipinas (2013)… En suma, el informe del GIEC nos viene a decir –con un alto grado de certeza– que si sigue el calentamiento del planeta habrá cada vez más catástrofes de este tipo, que serán a la vez más fuertes y más frecuentes.
Posible diluvio
Los ocho riesgos clave se combinan entre ellos para definir cinco “motivos de preocupación”: (1) las “amenazas para sistemas únicos” como los arrecifes coralinos, que corren un riesgo muy alto si se añaden otros 2° suplementarios; (2) los “fenómenos meteorológicos extremos”, de alto riesgo por encima de 1°C suplementario; (3) la “distribución desigual de los impactos” (es decir: los pobres pagan la factura del calentamiento provocado por los ricos), de alto riesgo por encima de 2°C suplementarios; (4) los “impactos globales agregados” (es decir: el hecho de que los destrozos causados en los ecosistemas y en los países pobres empiecen a afectar negativamente a la economía mundial), de alto riesgo con unos 3°C suplementarios; (5) los “fenómenos singulares a gran escala”, que suponen cruzar un umbral decisivo (“vuelco” abrupto que provoca cambios irreversibles).
Este quinto punto se refiere en particular al riesgo de una elevación importante del nivel de los mares. A este respecto, el texto dice lo siguiente: “ El riesgo aumenta de forma desproporcionada cuando la temperatura sube de 1 a 2°C suplementarios y pasa a ser elevado por encima de los 3°C suplementarios debido a la posibilidad de una subida importante e irreversible a causa de la fusión de los hielos. Con un calentamiento sostenido superior a cierto umbral se producirá la pérdida casi completa del casquete glaciar de Groenlandia en un milenio o más, contribuyendo a una subida de 7 metros del nivel del mar .” Tras la palabra “umbral” hay una nota al pie de página que dice: “ Las estimaciones actuales indican que este umbral es más elevado que aproximadamente 1°C (confianza baja), pero más bajo que aproximadamente 4°C (confianza media) de calentamiento global sostenido por encima de los niveles preindustriales .” Atención: estamos hablando de un calentamiento con respecto al siglo XVIII, no de un calentamiento suplementario con respecto a la temperatura actual. Dado que la Tierra se ha calentado 0,7°C desde el periodo preindustrial y que medio grado adicional (por lo menos) ya es inevitable, se entiende que la afirmación de que una elevación de 7 metros del nivel de los océanos todavía se puede evitar es en realidad… poco fiable.

Es significativo que una conclusión tan importante figure en una nota al pie de página y esté redactada con un estilo tan retorcido (con dobles negaciones y señalando aumentos de temperatura medidos con respecto a dos fechas diferentes) que haya que leerla dos veces para captar su sentido. (Un sentido incompleto, por cierto, pues el “Resumen para los decisores” solo habla de Groenlandia, cuando existe una amenaza igual de grave en la Antártica occidental.) Puesto que el “Resumen para los decisores” se negocia palabra por palabra entre los autores y los representantes de los gobiernos, es posible –no sería la primera vez– que estos hayan puesto toda la carne en el asador para que no saliera a relucir la verdad. Aunque también es posible –un estudio reciente de artículos científicos sobre el clima sugiere esta explicación– que los propios autores hayan querido presentar las cosas con medias tintas, por miedo a que les acusen de “catastrofistas”… o por incapacidad de liberarse de los dogmas neoliberales.
Los puntos sobre las íes

El texto resulta tan vago en lo que respecta a las soluciones como alarmante en el plano del diagnóstico. Para evitar tanto el cambio climático irreversible y la agravación de las desigualdades, a los autores no se les ha ocurrido nada mejor que recitar de nuevo la cantinela de las medidas neoliberales: “ colaboración público-privada, préstamos, pago de los servicios ambientales, aumento de precio de los recursos naturales, impuestos y subsidios, normas y reglamentos, reparto del riesgo y mecanismos de transferencia ”.
Aplicadas desde la conferencia de Río en 1992, estas supuestas soluciones no han hecho más que agravar los riesgos medioambientales y la injusticia social. El profesor Kevin Anderson, especialista del clima de la Universidad de Manchester, ha tenido el valor y la lucidez de poner los puntos sobre las íes al declarar recientemente: “Después de dos décadas de engaños y mentiras, el presupuesto de carbono de que todavía disponemos para no rebasar los 2°C de aumento de la temperatura requiere un cambio revolucionario en el plano de la hegemonía política y económica. ” En efecto. La carrera por el beneficio y la acumulación capitalista (ambas cosas van de la mano) nos llevan con la cabeza gacha hacia una catástrofe irreversible y de una amplitud que no podemos ni imaginar. Para reducir las emisiones y después suprimirlas totalmente urge implantar una planificación ecosocialista, que exige ante todo la expropiación de sectores de la energía y del crédito, sin indemnización ni recompra. Sin esto, la catástrofe climática hundirá a la humanidad en una barbarie ante la cual las dos guerras mundiales del siglo XX, la colonización y el nazismo parecerán simples ejercicios de aficionados.
(Este artículo está basado en el “Resumen para los decisores”, ya que el informe completo todavía no está disponible. http://ipcc-wg2.gov/AR5/images/uplo... SPM_ Approved.pdf)
2/04/2014
http://www.europe-solidaire.org/spi...
Traducción: VIENTO SUR

jueves, 10 de abril de 2014

El acuerdo comercial con EEUU amenaza con expandir el fracking

La marea


Los derechos abusivos que se prevé otorgar a las corporaciones al calor de los tratados que actualmente negocia la UE con el continente norteamericano podrían conducir a una expansión masiva del fracking y a un punto de no retorno en el camino hacia el suicidio climático y ambiental europeo.
El cuadro general de la energía y el clima
Cuando la Comisión europea anunció en enero de este año su propuesta de climática para el año 2030, estaba haciendo toda una declaración política y enviando señales nítidas a Canadá y Estados Unidos. Con ellos negocia actualmente sendos acuerdos bilaterales de comercio e inversión que buscan principalmente eliminar barreras “no arancelarias”: es decir, persiguen acometer una homologación de legislaciones a la baja, también en materia ambiental, para facilitar el desembarco de inversiones agroalimentarias, energéticas, etc.
Las señales de la Comisión decían: “Tranquilos, vamos a establecer unos objetivos mínimos de reducción de CO2 y de renovables y no vamos a imponer restricciones al fracking, para así dar vía libre a vuestros combustibles fósiles no convencionales en el continente europeo“. Hablaban de combustibles como las arenas bituminosas de Canadá o el gas de esquisto, de gran impacto climático y ambiental. Ambos inviables en una Europa con unos objetivos estrictos de reducción de emisiones o unos retos auténticos de avance hacia el cambio de modelo energético.
Mecanismo coercitivo y disuasorio
¿Puede un árbitro con conflictos de intereses, actuando en un tribunal internacional privado, ajeno al control democrático de un país, dictar la política ambiental o energética del mismo, o incluso la de un continente entero? Europa, con la negociación de estos tratados, se acerca a esta pesadilla.
Estos tratados prevén incorporar un mecanismo que permite a las corporaciones reclamar una indemnización por daños y perjuicios ante tribunales de arbitraje dependientes de organismos como el Banco Mundial, si consideran que sus beneficios económicos o incluso sus expectativas de ganancias futuras, pueden verse afectados por las leyes o políticas establecidas por un país.
No es política ficción. Este mecanismo tiene un protagonismo creciente en los acuerdos comerciales y el componente ambiental es importantísimo. De los 169 casos pendientes de resolución en el ICSID (Centro internacional del Banco Mundial de arreglo de diferencias relativas a la inversión), el 37,5% están relacionados con el petróleo, el gas o la minería.
Por Samuel Martín Sosa y Héctor de Prado
LA MAREA. 


El caso Vatenfall es uno de los más relevantes. Esta empresa sueca exigió por esta vía 3.700 millones de euros alegando enormes pérdidas, debido al cierre nuclear anunciado por Alemania tras Fukushima. Ya en 2009, la empresa había conseguido que Alemania redujera las salvaguardas ambientales que afectaban a una de sus plantas de carbón tras exigir una indemnización millonaria.
Abriendo las puertas al fracking en Europa…
El fracking está en el punto de mira. Pongamos el ejemplo de Cantabria. Su gobierno, elegido democráticamente, ha decidido prohibir esta técnica en su territorio para proteger a la ciudadanía y al medio ambiente. Una empresa norteamericana que entendiera que esta decisión afecta a sus intereses de explotación de gas de esquisto, podría exigir una indemnización ante dichos paneles de arbitraje. Una multa cuantiosa ejerce un efecto coercitivo indudable para eliminar dicha prohibición y un efecto disuasorio innegable para cualquier gobierno que hubiera pensado seguir esos pasos. El resultado final es un juez de arbitraje condicionando la política ambiental de un territorio, pisoteando de paso el derecho a decidir de las comunidades.
Lone Pine Resources pretendía explotar yacimientos de gas en Quebec. La moratoria que había planteado sobre el fracking esa provincia en 2011 iba contra estos planes. En 2012 la empresa, presentó una demanda millonaria contra Canadá en base al tratado NAFTA.
…Y potenciando aún más su desarrollo en EEUU
La perforación de decenas de miles de pozos nuevos cada año ha dejado en EEUU un rastro de degradación ambiental, afecciones sobre la salud y destrucción de la paz social.
El fracking hace soñar a EEUU con convertirse en exportador de gas natural, y Europa, ávida de una energía que no produce, mira al continente norteamericano para diversificar sus fuentes de importación. El acuerdo con EEUU facilitaría enormemente estas importaciones de gas que, de otro modo, encontraría enormes trabas burocráticas. Esto significaría también más fracking en el país americano, para poder satisfacer la demanda europea.
Dictadura de las corporaciones
La lectura de todo esto es clara: un acuerdo de este tipo puede sin duda limitar la capacidad de los gobiernos para regular el desarrollo y expansión delfracking y, desde una perspectiva más amplia, puede socavar y condicionar las medidas de los gobiernos para luchar contra el cambio climático y proteger a la ciudadanía y al medio ambiente. Además, estos acuerdos puentean e ignoran la voluntad popular, que en Europa se ha manifestado alto y claro contra esta técnica, a pesar de la dura represión de los gobiernos, como vemos estos días en Reino Unido o Rumanía.
Estaremos al final sometiéndonos, sin que la ciudadanía tenga plena consciencia de ello, a una dictadura de las corporaciones donde los gobiernos actúan de lacayos. Es la perversión de la democracia en estado puro.
*Samuel Martín-Sosa es Responsable de Internacional de Ecologistas en Acción 
*Hector de Prado es Responsable de Clima y Energía de Amigos de la Tierra