miércoles, 29 de diciembre de 2010

Entrevista al escritor y teólogo brasileño Leonardo Boff

"Esta vez no hay un Arca de Noé, nos salvamos o perecemos todos"

Rebeli'on
XII 28 2010
Daniela Pastrana

IPS

"El mercado no va a resolver la crisis ambiental", dice el teólogo y ecologista Leonardo Boff, profesor de la brasileña Universidad del Estado de Río de Janeiro. La solución, insiste, está en la ética y en la batalla de los pueblos originarios para cambiar la relación con la naturaleza.


Boff, que enseña Ética, Filosofía de la Religión y ecología, es uno de los principales representantes de la Teología de la Liberación, corriente progresista de la Iglesia Católica en América Latina, ha escrito más de 60 libros y dedicó los últimos 20 años a promover el movimiento verde.



Fue uno de los 23 impulsores de la Carta de la Tierra en 2000 y, un año después, recibió el Right Livelihood Award, conocido como el Premio Nobel Alternativo, que se otorga a personalidades destacadas en la búsqueda de soluciones a los problemas globales más urgentes.





"Si no cambiamos, vamos al encuentro de lo peor… O nos salvamos o perecemos todos", dijo Boff en una entrevista concedida a Tierramérica en la capital mexicana, tras asistir como observador a la 16 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 16), celebrada este mes en Cancún.





TIERRAMÉRICA: ¿Cómo evalúa la COP 16?





LEONARDO BOFF: Lo que predominó, salvado en los últimos dos días, fue una atmósfera de decepción, de fracaso. Pero sorprendentemente hubo tres convergencias: el compromiso de luchar para no llegar a (un aumento de la temperatura mundial de) dos grados; la creación del Fondo (Climático Verde) de 30.000 millones de dólares (para 2012) a fin de ayudar a los países más vulnerables, una señal de solidaridad interesante; y la creación de un gran fondo para la reducción de la deforestación y la degradación de los bosques, porque ahí está la causa principal de calentamiento global.

¿Cómo entender la posición de Bolivia, único país que no aceptó estos compromisos?





Bolivia parte de la tesis de que la Tierra es Pachamama, un organismo vivo que hay que respetar, cuidar, y no sólo explotar. Es una visión contraria a la dominante, que está en el marco de la economía: vender bonos de carbono, por ejemplo, que significa tener derecho a contaminar.





Las sociedades dominantes ven a la Tierra como un baúl de recursos que se pueden sacar infinitamente, aunque ahora hay que sacarlos con sustentabilidad, porque son escasos. No reconocen dignidad y derecho a los seres de la naturaleza, los ven como medios de producción y su relación es de utilidad. Esos son temas que no entran en Cancún ni en todas las COP.



¿Por qué tendrían que estar?





Porque el sistema que ha creado el problema no nos va a sacar de él. Si cada país tiene que crecer un poco al año y al hacerlo degrada la naturaleza y acrecienta el calentamiento, entonces, ese sistema es hostil a la vida.





El argumento es que es necesario para el desarrollo...



¿Crecer significa qué? ¿Explotar la naturaleza? Exactamente ese tipo de crecimiento y desarrollo puede llevarnos a un abismo, porque los seres humanos estamos consumiendo 30 por ciento más de lo que la Tierra puede reponer.





Ahí está el círculo vicioso. China no puede contaminar 30 por ciento, como contamina, porque la contaminación no se queda en China, entra al sistema global.





El problema es la relación del ser humano con la Tierra, porque es violenta, de puño cerrado… Mientras no cambiemos eso, vamos al encuentro de lo peor. Y esta vez no hay un Arca de Noé. Nos salvamos o perecemos todos.





¿Tan grave es?





Hay regiones del mundo que han cambiado tanto que ya se hacen inhabitables. Por eso hay 60 millones de desplazados en África y el sudeste de Asia, que son los más afectados y los que menos contaminan. Si no lo paramos, en los próximos cinco o siete años serán como 100 millones de refugiados climáticos, y eso va a crear un problema político.





¿Cuál es el papel de América Latina?





LB: Es el continente que más posibilidades tiene de una contribución positiva a la crisis ecológica: tiene los más grandes bosques húmedos y reservorios de agua, la más grande biodiversidad y tal vez las extensiones más grandes para cosechas.





Pero todavía hay una insuficiente conciencia ecológica en gran parte de la población. Y, por otra parte, hay una invasión muy riesgosa de grandes empresas que se están apropiando de vastas regiones. Es una apropiación de bienes comunes en función de beneficios particulares.





En Argentina, Brasil, Chile, Venezuela, de a poco se están dando cuenta del juego nuevo del capital: una gran concentración de medios de vida para garantizar el futuro del sistema.



¿Qué opciones hay?





Tenemos fondos y tecnología, pero nos faltan la voluntad política y la sensibilidad con la naturaleza y la humanidad sufriente. Eso hay que rescatar. Y junto con la ética del cuidado va la ética de la cooperación. Ahora se impone la cooperación de todos con todos.





¿Es posible? ¿Qué hay que hacer?





Hay movimientos, especialmente en grupos que ven que sus tierras son divididas, como La Vía Campesina y los Sin Tierra de Brasil. Y los indígenas, que no ven a la Tierra solo como un instrumento de producción, sino como una extensión de su cuerpo, y la necesitan para garantizar su identidad.



Estamos buscando el equilibrio y esa es la tarea colectiva de la humanidad que el mercado y la economía no van a resolver. Cada uno tiene que hacer su parte, ser más con menos, tener un sentido de la justa medida. El problema no es de dinero.

Fuente: http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=97215

martes, 28 de diciembre de 2010

“Más vale un no acuerdo que un mal acuerdo”

VS 0


sección: web
19/12/2010

LA VÍA CAMPESINA

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Los miembros de La Vía Campesina de más de 30 países de todo el mundo juntamos nuestras miles de luchas en Cancún para exigir a la Cumbre sobre Cambio Climático (COP 16), justicia ambiental y respeto a la Madre Tierra, para denunciar los ambiciosos intentos de los gobiernos, principalmente del Norte, de comercializar todos los elementos esenciales de la vida en beneficio de las corporaciones trasnacionales y

para dar a conocer las miles de soluciones para enfriar el planeta y para frenar la devastación ambiental que hoy amenaza muy seriamente a la humanidad.





Tomando como principal espacio de mobilización el Foro Alternativo Global por la Vida, la Justicia Social y Ambiental, nosotras y nosotros celebramos talleres, asambleas, reuniones con nuestros aliados y una acción global que llamamos los miles de Cancún y que repercutió por todo el planeta y hasta en las mismas salas del Moon Palace de la COP 16. Esta acción del 7 de diciembre, tuvo como expresión de nuestra lucha una marcha de miles de miembros de La Vía Campesina acompañados por los indígenas Mayas de la península mexicana y nuestros miles de aliados de organizaciones nacionales e internacionales.



La mobilización hacia Cancún inició desde el 28 de noviembre con tres caravanas que partieron desde San Luis Potosí, Guadalajara y Acapulco, que recorrieron los territorios más simbólicos de la devastación ambiental pero además de las resistencias y las luchas de las comunidades afectadas. El esfuerzo de las caravanas fue un trabajo conjunto con la Asamblea Nacional de Afectados Ambientales, el Movimiento de Liberación Nacional, el Sindicato Mexicano de Electricistas y cientos de pueblos y personas que nos abrieron las puertas de su generosidad y solidaridad. El 30 de noviembre arribamos con nuestras caravanas a la Ciudad de México, celebramos un Foro Internacional y una marcha acompañados de miles de personas y cientos de organizaciones que también luchan por la justicia social y ambiental.





En nuestra jornada hacia Cancún, otras caravanas, una de Chiapas, otra de Oaxaca y una de Guatemala, después de muchísimas horas de viaje, se unieron en Merida para celebrar una ceremonia en Chichen Itza y finalmente llegar a Cancún el 3 de diciembre para instalar nuestro campamento por la Vida y la Justicia Social y Ambiental. Al día siguiente, 4 de diciembre, abrimos nuestro foro y así dimos inicio a nuestra lucha en Cancún.



¿Por qué llegamos a Cancún?





Los actuales modelos de consumo producción y comercio han causado una destrucción medio ambiental de la cual los pueblos indígenas, campesinos y campesinas somos las principales victimas. Así que nuestra mobilización hacia Cancún y en Cancún es para decirle a los pueblos del mundo que necesitamos un cambio de paradigma de desarrollo y economía.



Hay que trascender el pensamiento antropocéntrico. Hay que reconstituir la cosmovisión de nuestros pueblos, que se basa en el pensamiento holístico de la relación con el cosmos, la madre tierra, el aire, el agua y todos los seres vivientes. El ser humano no es dueño de la naturaleza, si no que es parte de todo lo que tiene vida.





Ante esta necesidad de reconstituir el sistema, el clima, la madre tierra, denunciamos:



1. Que los gobiernos continúan indiferentes ante el calentamiento del planeta y en vez de debatir sobre los cambios de políticas necesarias para enfriarlo, debaten sobre el negocio financiero especulativo, la nueva economía verde y la privatización de los bienes comunes.



2. Las falsas y peligrosas soluciones que el sistema capitalista neoliberal implementa como la iniciativa REDD+ (Reducción de emisiones por deforestación y degradación); el MDL (Mecanismo de Desarrollo Limpio), la geoingeniería, representan comercialización de los bienes naturales, compra de permisos para contaminar o créditos de carbono, con la promesa de no talar bosques y plantaciones en el Sur.





3. La imposición de la agricultura industrial a través de la implementación de productos transgénicos y acaparamiento de tierras que atentan contra la Soberanía Alimentaria.



4. La energía nuclear, que es muy peligrosa y de ninguna manera es una verdadera solución.



5. Al Banco Mundial, al Fondo Monetario Internacional, a la Organización Mundial de Comercio por facilitar la intervención de las grandes transnacionales en nuestros países.



6. Los impactos que ocasionan los tratados de libre comercio con los países del Norte y la Unión Europea, que no son más que acuerdos comerciales que abren más las puertas de nuestros países a las empresas transnacionales para que se adueñen de nuestros bienes naturales.



7. La exclusión de los campesinos y pueblos indígenas en las discusiones de los temas trascendentales en la vida de la humanidad y de la madre tierra.



8. La expulsión de Compañeros y compañeras del espacio oficial de la COP 16 por su oposición a los planteamientos de los gobiernos que apelan por un sistema depredador que apuesta por exterminar a la madre tierra y a la humanidad.





No estamos de acuerdo con la simple idea de “mitigar” o “adaptarnos” al cambio climático. Se necesita justicia social, ecológica y climática, por lo que exigimos:



1. Retomar los principios de los acuerdos de Cochabamba del 22 de abril del 2010 como un proceso que realmente nos lleve a la reducción real de la emisión de gases de carbono con efectos invernaderos y para lograr la justicia social y ambiental.



2. La Soberanía alimentaria en base a la agricultura campesina sustentable y agroecológica dado a que la crisis alimentaria y la crisis climática son lo mismo, ambas son consecuencias del sistema capitalista.





3. Es necesario cambiar los estilos de vida y las relaciones destructivas del medio ambiente. Hay que reconstituir la cosmovisión de nuestros pueblos originarios, que se basa en el pensamiento holístico de la relación con el cosmos, la madre tierra, el aire, el agua y todos los seres vivientes.





La Vía Campesina como articulación que representa a millones y millones de familias campesinas en el mundo y preocupados por la recuperación del equilibrio climático llama a:



1. Asumir la responsabilidad colectiva con la madre tierra, cambiando los patrones de desarrollo de las estructuras económicas y desapareciendo a las empresas transnacionales.



2. Reconocemos a gobiernos como el de Bolivia, Tuvalu y algunos mas, que han tenido la valentía de resistirse ante la imposición de los gobiernos del Norte y de las corporaciones transnacionales y hacemos un llamado para que otros gobiernos se sumen a la resistencia de los pueblos frente a la crisis climática.





3. Tomar acuerdos obligatorios de que todos los que contaminen el ambiente deben rendir cuentas por los desastres y delitos cometidos contra la madre Naturaleza. De igual forma obligar a reducir los gases de carbono en el lugar donde se genera. El que contamina debe dejar de contaminar.





4. Alertamos a los movimientos sociales del mundo sobre lo que acontece en el planeta para defender la vida de la madre tierra porque estamos definiendo lo que será el modelo de las futuras generaciones.





5. A la acción y a la movilización social de las organizaciones urbanas y campesinas, a la innovación, a la recuperación de las formas ancestrales de vida, a unirnos en una gran lucha para salvar a la madre tierra que es la casa de todos y todas contra el gran capital y de los malos gobernantes, es nuestra responsabilidad histórica.





6. A que las políticas de protección a la biodiversidad, soberanía alimentaria, manejo y administración del agua se basen en las experiencias y participación plena de las propias comunidades.



7. A una consulta mundial a los pueblos para decidir las políticas y las acciones globales para detener la crisis climática.





¡Hoy!, Ahora mismo llamamos a la humanidad para actuar inmediatamente por la reconstitución de la vida de toda la madre naturaleza, recurriendo a la aplicación del “cosmovivir”.



Por eso, desde las cuatro esquinas del planeta nos levantamos para decir: ¡No más daño a nuestra Madre Tierra! ¡No más destrucción al planeta!. ¡No más desalojos de nuestros territorios! ¡No más muerte a los hijos e hijas de la Madre Tierra! ¡No más criminalización de nuestras luchas!





No al entendimiento de Copenhague. Si a los principios de Cochabamba.



¡Redd NO! ¡Cochabamba SI!





¡LA TIERRA NO SE VENDE, SE RECUPERA Y SE DEFIENDE!





GLOBALICEMOS LA LUCHA, GLOBALICEMOS LA ESPERANZA!





Delegación de la Vía Campesina a Cancún, 9 de diciembre de 2010

Foro Global por la Vida, y la Justicia Social y Ambiental

(4 al 10 de diciembre de 2010)

Minga Informativa de Movimientos Sociales



http://movimientos.org/



Difundido por Correspondencia de Prensa



Germain5@chasque.net

Las políticas del cambio climático

Viento Sur XII 24 2010

JOSÉ ANTONIO ERREJÓN


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Nueve días después de la presentación en París del esperado 6º informe del IPCC (Intergovernmental Panel on Climate Change) sobre cambio climático, el Ministerio español de Medio Ambiente ha presentado la Estrategia española de cambio climático y energía limpia. Como golpe de efecto en un año electoral y preelectoral como este no se le puede negar sentido de la oportunidad a su titular, la cual , en declaraciones a los medios ha afirmado que así ”la lucha contra el cambio climático ha entrado en la agenda del ejecutivo”, anunciando además su tratamiento específico en la próxima conferencia de presidentes autonómicos (Cinco días, 14/2/07).



No ha sido esta, empero, la primera iniciativa adoptada por el Gobierno en relación con el calentamiento global. En cumplimiento de las obligaciones derivadas del Protocolo de Kioto y en desarrollo de la normativa comunitaria en la materia, el gobierno ha aprobado los planes nacionales de asignación 2005-2007 y 2008-2012 con los que se pretende conseguir que el incremento de emisiones de gases efecto invernadero (GEI) en 2012 no supere el 15% respecto a las emitidas en 1990.



Lo esencial de estos planes es la asignación de derechos de emisión GEI a los titulares autorizados para emitir estos gases y la inscripción de estos derechos en el registro creado al efecto. El objetivo de esta política no es otro que la creación del llamado “mercado de derechos de emisión” cuyo funcionamiento debería permitir que quienes tienen derechos sobrantes los puedan vender a quienes les faltan, premiando así a los que no contaminan y penalizando a los contaminadores; lo que, siguiendo el curso del razonamiento, debiera castigar con la pérdida de competitividad a estos últimos expulsándoles, a la larga, del mercado.

Es mucho lo que se ha escrito y seguirá escribiendo sobre estas políticas, también en el campo anticapitalista. Consciente de ello y de las limitaciones de espacio que impone un medio como este, sintetizo a continuación algunas observaciones como contribución a la reflexión y al debate en el ámbito citado.





1. La política elegida es sólo una de las que integran el repertorio homologado de la “lucha contra el cambio climático”. El propio Stern, antiguo economista del FMI y autor del informe La Economía del Cambio Climático recientemente presentado por Tony Blair, incluye el comercio de emisiones, junto con la reglamentación y los acuerdos voluntarios, entre las políticas que pueden ser adoptadas para la reducción de GEI.

La primacía otorgada al comercio de emisiones data de la Cumbre de Río en 1992, cuando un Bush padre triunfante en la guerra del Golfo accedió a considerar el tema del calentamiento global siempre que no afectara el “american way of life”, más conocido como el capitalismo neoliberal, por aquel entonces eufórico tras la caída del muro de Berlín y el hundimiento de los regímenes del llamado “socialismo real”. La continuidad de esta primacía refleja el temor de la burocracia comunitaria y los gobiernos de los Estados miembros de que una más seria política de reducción de emisiones de GEI implicara un movimiento de deslocalización de actividades emisoras y una retracción en la demanda de determinados bienes y servicios que pudiera favorecer las siempre temidas tendencias recesivas que los políticos europeos atribuyen, en secreto, a los, para ellos, excesivos costes del llamado modelo social europeo.



La política de comercio de emisiones se justifica por la condición del planeta como único foco emisor. Lo importante, se dice, es reducir el volumen global de emisiones GEI y que el esfuerzo de reducción esté soportado por aquellos países y regiones más responsables. Afirmación esta última irreprochable desde el punto de vista de la justicia distributiva que hay que ponderar, sin embargo, atendiendo a alguno de los mecanismos de producción de estos derechos de emisión que se comentan a continuación.



El protocolo de Kioto asigna una obligaciones a las distintas regiones y países (que lo hayan firmado y ratificado, conviene recordarlo). Una reducción del 8% para la UE y un incremento no superior al 15% para España, ambos en relación con el volumen de emisiones del año 1990. Ello no implica, no obstante, que sean esos los límites de emisión efectivos de la UE y España, sino que ambas deberán “entregar derechos” por ese importe, pudiendo compensar sus excesos comprando derechos de emisión mediante los llamados” mecanismos de desarrollo limpio”, inversiones que contabilizan (en la producción de energía generalmente) el volumen de GEI que ha dejado de producirse como “unidad de reducción de emisiones ó “reducción certificada de emisiones” reconocidas como derechos de emisión por la autoridad comunitaria y estatal competentes.

Con independencia del juicio que pudieran merecer estas inversiones “limpias”(¿) que ya han sido objeto de denuncia en los países en que se localizan, su efecto inmediato es la inhibición del incentivo de las empresas que exceden su cuota de derechos de emisión a reducir este exceso. Es claramente más ventajoso construir y explotar un gran embalse para la producción de energía eléctrica en América Latina-pues con ello no sólo se cumple con la asignación de derechos, sino que se obtienen beneficios por la venta de energía, probablemente sin los inconvenientes de la obligación de evaluar el impacto ambiental de la inversión- que reducir los niveles de emisión en las instalaciones domésticas, cambiando de combustibles y/o mejorando los procesos tecnológicos. La confirmación de este efecto inhibitorio la aporta la propia cotización en el mercado de derechos de emisión en el que una tonelada de CO2 ha bajado de 26 euros a principios del 2006 a 1,30 de hoy (16/2/07).

A esta situación ha coadyuvado, entre otros factores, el que las asignaciones de derechos han sido gratuitas salvo en tres países Dinamarca, Irlanda y Hungría. Los gobiernos temen que si las asignaciones son excesivamente severas y las subastas encarecen el precio del derecho de emisión, las empresas huyan hacia países no obligados por el Protocolo de Kioto.

Todo lo anterior dentro de la más estricta lógica del mercado de emisiones. El viejo dicho de que “pronto nos cobrarán hasta el aire que respiramos” se ha convertido en amarga realidad configurada por el más progresista grupo de Estados (la UE sobre todo), quedando fuera otros con EE UU a la cabeza que han rechazado la creación de este mercado de emisiones porque pretenden seguir utilizando este bien común de la humanidad a la libre voluntad y beneficio de sus grandes corporaciones, soportadas por el poderío militar del imperio.









2. En los dos planes nacionales de asignación aprobados se fijan derechos de emisión a instalaciones correspondientes a 834 empresas incluidas en el ámbito de la directiva y la ley que la traspone: la producción de energía, el cemento, la cerámica, el vidrio, la siderurgia y el papel y la pasta de papel. Los objetivos del Plan 2005-2007 es un incremento de emisiones respecto a las del año de referencia no superior al 24%; el del Plan 2008-2012, ya aprobado en el Consejo de Ministros, plantea un incremento de emisiones no superior al 37%.



Quedan fuera los así llamados sectores “difusos”: la agricultura, la gestión de residuos, las actividades comerciales, residenciales e institucionales y el transporte. Este último es responsable por sí solo de la cuarta parte del total de emisiones CO2 y registra una tendencia creciente, como creciente es el peso del transporte por unidad de PIB y creciente es el peso del transporte por carretera (de viajeros y mercancías) y el del avión, ambos medios los más altos emisores de CO2.



Esta exclusión no queda compensada por las referencias al “equilibrio intermodal”, a la mejora de la eficiencia energética” o a las medidas de “gestión de la demanda”, todas ellas expresión de buenas intenciones pero perfectamente inútiles si no se concretan en objetivos, medidas y plazos de ejecución determinados. Sobre todo cuando, en paralelo, sigue su curso el desarrollo de la ejecución del PEIT (Plan Estratégico de Infraestructuras y Transportes) una faraónica empresa con una inversión inicialmente prevista de un cuarto de billón de euros que obligará a destinar un volumen de gasto público equivalente al 1,5% del PIB cada año hasta el 2020 y en cuya virtud España pasará tener 15.000 km de autopistas y autovías y 10.000 km de vías para el AVE. Hechos ambos que fomentan fuertes incrementos de consumo energético y consiguientes incrementos en las emisiones de CO2 (además de comportar graves riesgos económicos ante las más que probables subidas de los precios del crudo y la situación de grave dependencia energética de la economía española).



El PEIT es una pieza esencial dentro de una estrategia de desarrollo territorial orientada por la maximización de la movilidad como motor fundamental del crecimiento económico. Construir más y más infraestructuras para transportes de más alta velocidad para fomentar y hacer viables los desplazamientos y la segmentación y especialización del territorio. Espacios para vivir distintos de los espacios para trabajar, para comprar bienes y servicios, para el ocio y la cultura, etc. La consecuencia: una demencial multiplicación de los desplazamientos y los transportes de mercancías, preferentemente motorizados y muy consumidores de combustibles fósiles. Y todo ello al servicio de, o asociado con, la permanente expansión de la industria de producción de suelo, esa monstruosa burbuja de riqueza ficticia a cuyo mantenimiento parecen decididos los partidos gobernantes a sacrificar lo que sea necesario.



Cuando se analiza el peso de los distintos sectores en la emisión total anual de GEI, el llamado sector “comercial ,residencial e institucional” presenta una evolución con un incremento de un 65% para el período 1990-2004, superior al experimentado por el conjunto de los sectores.



No parece muy aventurado relacionar tan importante incremento, superior desde luego al de las industrias incluidas en el ámbito de la Directiva2003/87 (23,1%) y al propio sector energético (48%), con el espectacular aumento de la construcción de viviendas y sus consumos de energía- a los que se les atribuye la responsabilidad del 25% del total de las emisiones de CO2- y con la construcción de grandes infraestructuras; es decir, una vez más, con el gran negocio inmobiliario de este país . Sabemos el porcentaje del PIB y los empleos que representan la construcción de viviendas y la de obra civil así como sus sectores proveedores como el cemento, parte de la cerámica, tejas y ladrillos. Pero no nos hemos preocupado de saber o sumar la cantidad de “males públicos” que producen, siquiera en términos de toneladas de CO2 emitidas a la atmósfera. Tal vez valiera la pena hacer este ejercicio de balance para que el conjunto de la ciudadanía supiera lo que cuesta el mantenimiento de la famosa burbuja inmobiliaria. Coste íntimamente relacionado con el que más arriba se ha descrito: el producido por el sector transporte y, muy en particular, por el parque automovilístico privado.



Es este conjunto de costes y “males públicos” (junto al aumento de emisiones CO2 y la destrucción de hábitats y ecosistemas, el aumento del tiempo dedicado a los desplazamientos y sus secuelas, el aumento de enfermedades como ansiedades, depresiones, la sensación de aislamiento y soledad creciente que dispara el consumo de medios y artilugios de comunicación, etc.) los que ahora se ponen sobre el tapete. La evolución de los niveles de emisión desde 1990 muestra una pendiente inequívocamente ascendente (salvo el bienio 1992-93 de recesión económica) y un repunte espectacular a partir de 1996 con un incremento del 47% hasta la fecha.



Espero que no parezca muy forzado que postule algún tipo de relación entre el vector dominante del crecimiento económico en este período -el aumento del consumo y la expansión del sector de la construcción- y el aumento de las emisiones de CO2.

La economía española, el conjunto de las actividades de producción, distribución y consumo de bienes y servicios, ha incrementado en la década de los noventa de forma desaforada el consumo de energía, a pesar del notable descenso del peso de la actividad industrial sobre el PIB. La esperada reducción en le consumo de energía derivada de la devastación del tejido industrial producida por las grandes reconversiones de los ochenta no sólo no se ha producido, sino que ha experimentado una fuerte aceleración, escasamente elástica a las variaciones del precio del petróleo cuyo consumo se ha revelado(otra vez como en los setenta) absolutamente esencial al funcionamiento del sistema y capaz, por tanto, de “empujar hacia abajo” el consumo de otros bienes por hogares y empresas.



El capitalismo español caracterizado por el dominio de las grandes constructoras y eléctricas, levantado sobre las grandes obras públicas viarias e hidráulicas, se ha robustecido durante los noventa por el suculento festín de la expansión del negocio inmobiliario del que obtiene los principales beneficios el capital financiero a través de la expansión del mercado hipotecario. Para este bloque dominante (que también integra grupos sociales subalternos beneficiarios, que le sirven de apoyo y legitimación), la “acumulación por desposesión” de los bienes comunes, como el territorio, los ecosistemas y los recursos naturales, han sido santo y seña.



La orgía inmobiliaria parece, si no estar tocando a su fin (las previsiones de mantenimiento del flujo inmigratorio parecen asegurar la continuidad de una importante demanda de viviendas), al menos dar señales de una cierta desaceleración. Así parecen estar acusándolo las grandes corporaciones que aceleran la diversificación de su cartera de negocios, teniendo como destino principal de sus inversiones el sector energético en general y el eléctrico en particular. Más allá de las proclamas liberalizantes, este último parece llevar camino de convertirse en un efectivo duopolio (Endesa-Iberdrola) ante la complaciente mirada del gobierno socialista. Sea como fuere, parece evidente que el conglomerado de bancos, eléctricas y construcción va a seguir marcando el paso y la dirección del modelo económico en España. Y, a los efectos que nos ocupan, la política de reducción de GEI, posicionándose adecuadamente para un escenario de cambios significativos.



Política GEI y coyuntura económica





La economía española sigue creciendo por encima del promedio de la UE, y con ella el consumo energético, aún cuando fuentes oficiales señalan ligeros cambios de tendencia en los dos últimos años. No obstante, el impacto de una nueva escalada ascendente de los precios de la energía no podrá dejar de tener consecuencias en una economía con una de las más altas intensidades energéticas (consumo de energía por unidad de PiB) de la UE. Todos los factores que influyen en esa variable apuntan en la misma dirección. Tanto los de orden estructural-aproximación a la situación de peacking oil- como los de índole puramente coyuntural: la respuesta de la OPEP a la creciente demanda de China e India y los temores de una agresión militar de EE UU contra Irán, parecen estar conjugándose actualmente. Si esa circunstancia se diera al tiempo que la crisis del mercado inmobiliario, el escenario, de perfiles netamente recesivos, sería el adecuado para prever significativas reducciones del volumen de emisiones GEI y CO2. Acaso pudiera pensarse que estas consideraciones han pesado en la UE anunciando sus intenciones de reducir un 20% sus emisiones para 2020, y en el gobierno español al presentar una estrategia más con vistas a hacer señales a los distintos mercados y sectores económicos que con la intención de aplicar, desde ahora, políticas decididas.



Existe además un factor de relevancia que puede estar animando las declaraciones de los políticos en torno al calentamiento global. Algunos como Angel Gurría, secretario general de la OCDE, lo dicen abiertamente cuando señalan que el futuro inmediato deberá contar con todas las fuentes de energía disponible y entre ellas y en un lugar muy destacado, la nuclear (después de negar el papel de panacea a las energías renovables...). Son muchos los políticos que, por el momento en privado, envidian la situación de aquellos países cuya parque nuclear les permite mirar el futuro pos-Kioto con cierta tranquilidad. Y, naturalmente, el conglomerado de bancos, eléctricas y constructoras ven con simpatía las posibilidades de negocio que este nuevo escenario les brinda. Incluso algún responsable político de medio ambiente incluso no oculta su preferencia por la energía nuclear como una fuente “no productora de CO2”. No gastaré un solo argumento para recordar los riesgos asociados a los “usos pacíficos” de la energía nuclear. Ante los problemas que ellos mismos generan, el capitalismo y sus Estados dan vueltas sobre sí mismos desenterrando opciones socialmente contestadas en el pasado que ahora esperan hacer tragar por la fuerza de las circunstancias.



Se trata del mismo tipo de lógica que está impulsando la producción de biocombustibles y convirtiendo buena parte de las tierras de cultivo (p.ej. en Brasil) en fábrica de combustibles para garantizar la continuidad del gran negocio del automóvil, al tiempo que contribuyen a encarecer el precio de los alimentos.



El gobierno español no se distingue en eso del resto de los gobiernos de los Estados capitalistas. Indisolublemente atado a la lógica del capitalismo en su época declinante, hará todo tipo de esfuerzos para que el cumplimiento de las obligaciones Kioto y pos-Kioto no alteren la estructura básica del modelo de crecimiento.



Uno de los instrumentos más importantes para ello lo constituyen los llamados mecanismos de desarrollo Limpio(MDL) anteriormente descritos que, en la práctica, están funcionando como oportunidades de inversión y beneficio para grandes corporaciones responsables de elevados volúmenes de emisiones y que, sin dejar de hacerlo, obtienen así una fuente de legitimación social al tiempo que una oportunidad de negocio y beneficio. La cosa llega a la caricatura con la oportunidad de computar los créditos de ayuda al desarrollo como “reducción certificada de emisiones”, generadoras, por tanto, de nuevos derechos de emisión para las empresas titulares.



Pecaríamos de exceso de ingenuidad si no advirtiéramos la existencia de factores ajenos a las consideraciones ambientales que están presionando para colocar el tema del CO2- que es otra forma de hablar del gran tema de la energía- en el lugar preferente de la agenda poítica. Han sido aludidos, en cierta forma, al señalar el renacimiento del lobby nuclear. Pero vale la pena destacar que operan como un a guerra de fondo que atraviesa los organismos internacionales, los Estados y los partidos políticos del sistema. Es la guerra entre, de un lado, los sectores del capital (y los Estados) más vinculados con el “viejo” aparato productivo fordista para los que el suministro de combustible fósiles resulta imprescindible, y del otro, sectores del capital global momentáneamente alejados de la Casa Blanca pero poderosos en Wall Street, que contemplan con preocupación los riesgos que la crisis estructural del petróleo y sus consecuencias amenaza la supervivencia misma del sistema capitalista en su conjunto.



En torno a los polos de esta contradicción se producen agrupamientos diversos y se abren nuevas líneas de fractura que toman formas muy distintas según países. En España asistimos desde hace más de un año a una pelea sorda pero feroz por el control de las empresas eléctricas, con el desembarco de las grandes corporaciones de la construcción, de un lado, y los intentos de los gigantes energéticos europeos de otro. Todos en pos de de la deseada dimensión que les permita sobrevivir en el inminente escenario de reestructuraciones determinada por las crisis energética, y con ella económica, que se avecinan.

Ante cada crisis, el capital se desplaza buscando recuperar y, si es posible, maximizar la tasa de ganancia y acumulación. En este caso, además, el capital se enfrenta a una encrucijada crítica en su historia, tanto como la del factor sobre el que se ha levantado su desarrollo y expansión en la época del imperialismo. Disponer de petróleo barato le ha permitido al capital soportar el aumento y la consolidación de las conquistas obreras y populares, primero,y destruir su altísima composición de clase después, mediante la fragmentación y dispersión de los procesos productivos facilitada por el abaratamiento de los costes de los transportes y las comunicaciones. Y le ha permitido multiplicar los niveles de consumo encontrando líneas de negocio en actividades insospechadas como el turismo ó el propio transporte.



En la actual encrucijada, el capitalismo español, que se había reconvertido de capitalismo financiero industrial en capitalismo financiero inmobiliario a partir de 1985 con la entrada en la UE, se orienta ahora en una doble dirección:



-En primer lugar en su dimensión trasnacional, aumentando las inversiones en el exterior a través, fundamentalmente, de la construcción y explotación de infraestructuras y servicios públicos básicos en América Latina y Próximo Oriente (Endesa, Unión Fenosa, Iberdrola) pero también en países del Centro, como Reino Unido, Italia y USA, por medio de la gestión de infraestructuras viarias y aeroportuarias (Ferrovial, ACS,...).

.Intensificando su presencia en el mercado de los servicios también en el ámbito doméstico, teniendo en cuenta que es este el sector que más oportunidades de expansión parece ofrecer, tal y como ha mostrado la UE con su empeño en la Directiva Bolkestein.

Esta reconversión manifiesta efectos pertinentes en el campo de la política institucional, determina alineamientos y temas para la agenda política. En torno al control de la primera empresa eléctrica del país -empresa pública cuya privatización todavía podría deparar interesantes informaciones- se ha determinado una sorda pelea entre el PSOE y el PP de menor trascendencia pero seguramente de mayor alcance que las que ocupan las portadas de los principales medios de comunicación. En vano buscaríamos diferencias sustanciales entre los contendientes en relación con el papel del Estado en la prestación de este servicio publico básico; ambos comparten la concepción del Estado como mero agente regulador de un mercado que dicen querer liberalizar en beneficio del consumidor. La realidad, sin embargo ,parece ser otra: en el cada vez más indiferenciado ámbito en el que conviven gestores de grandes corporaciones y gestores públicos -ambos funcionarios del capital-, “bandas” distintas pugnan por el control y dominio de ese mercado. Sea cual fuere la titularidad de los activos, las grandes empresas eléctricas comparten con las más altas instancias del estado orientaciones estratégicas y finalidades últimas. El Estado español es cada vez más, en este sentido, el Estado del capital.



Y en esta condición funcional, cobra plena actualidad e interés la política de lucha contra el cambio climático objeto de estos comentarios. Por fin la preocupación ambiental se convierte en objeto de atención para la “gente seria”. La reducción de GEI es la ocasión para encontrar otra fuente energética cuya producción y explotación, so pretexto de no emitir CO2, ofrezca tasas de beneficio superiores a las obtenidas con las fuentes convencionales. El “capitalismo ecológico” que todavía en los ochenta parecía un dislate, ha tomado carta de naturaleza. Y lo hace de la mano del Estado que además de ocuparse de las externalidades que el mercado no puede resolver (p.ej. los residuos de las centrales nucleares), garantiza la demanda y -si es necesario como con los famosos “costes de transferencia a la competencia (CTC)- legisla para que todos los ciudadanos ayudemos a la fuerza al negocio eléctrico a mejorar su cuenta de resultados.



En modo alguno sostengo que la crisis ecológica en general y el calentamiento global son una maniobra de distracción de la lucha de clases anticapitalista. Sólo los esbirros intelectuales de las petroleras discuten ya las evidencias científicamente constatadas. La lucha contra el calentamiento global- lo mismo que la lucha en defensa del patrimonio genético común-es una lucha de toda la especie contra la pervivencia de la civilización capitalista. Las formas de esta civilización en nuestro país son especialmente groseras y castigan más cruelmente a la población más desfavorecida.



Pero eso no puede llevarnos a desconocer que la crisis pretende ser gestionada por una parte de los grupos sociales dominantes aliados con sectores de la izquierda política del sistema para operar una reconversión en el mismo destinada a asegurar su continuidad sobre la prolongación y hasta la acentuación de los daños ecológicos y el sufrimiento de la mayoría de la población.



Si en algún momento he podido especular con la posibilidad del “reformismo ecológico” (del capital y del movimiento ecologista), el simple transcurso del tiempo me hace rectificar, sin sombra de duda alguna. Ningún “compromiso histórico por el desarrollo sostenible” es posible sin la superación de la economía y el Estado capitalista. O, mejor dicho, cualquier modalidad de compromiso histórico (entre grupos sociales y fuerzas políticas de signo distinto, se entiende) por el desarrollo sostenible será incapaz de frenar el proceso de degradación ecológica sin alguna forma de transformación socialista de la economía y la sociedad.





Una política global contra el cambio climático





La lucha contra el calentamiento global y por la reducción de los GEI no puede ser abordada con un planteamiento sectorialista por mucho discurso estratégico con el que se quiera cubrir. Como ha dicho alguien tan poco sospechoso de actitudes anticapitalistas como Nicholas Stern “el calentamiento global es la más estruendosa expresión del fracaso del mercado”. Esta monstruosa externalidad, este mal público imprevisto para los padres de la economía clásica, se ha revelado como inherente al funcionamiento del mercado realmente existente (el capitalista)y desmiente de forma categórica el aserto de que “vicios privados producen públicas virtudes”en el que es ha pretendido fundamentar la hegemonía de los valores y las políticas neoliberales desde hace casi cuatro décadas.

Nunca como en el presente las sociedades humanas han necesitado de la planificación consciente de la producción de los bienes y servicios requeridos para la satisfacción de sus necesidades democráticamente determinadas. En el caso que nos ocupa, las necesidades individuales y sociales a satisfacer son básicas pues se relacionan con la condición misma que ha hecho posible la aparición y desarrollo de la especie humana sobre el planeta.

Pero llegados al actual punto de crisis de las economías capitalistas, la necesaria tarea de planificación de los bienes públicos necesarios (aire respirable y temperaturas que hagan posible la vida) debe ir precedida de un concienzuda empresa de demolición o desmontaje y reconversión de aquellos sectores de la actividad económica identificados como responsables del incremento de los GEI. El asunto dista, sin embargo,de poder reducirse a un mero problema de reconversión económica. No debería ser difícil convenir que la política de reconversión del sector inmobiliario para llevarlo a las dimensiones adecuadas para satisfacer las necesidades reales de vivienda, está destinada a chocar con los intereses y aún con la forma de vida de una parte muy importante de la sociedad española. No podríamos darnos por satisfechos invocando la necesidad de una auténtica “revolución cultural” por más que lo creamos firmemente. Los procesos de adaptación social son lentos y no se aceleran por mucha labor pedagógica o persuasiva que desplieguen los gobiernos y otras instancias esclarecidas. Serán necesarias políticas decididas que penalicen de forma inequívoca las actuales pautas dominantes de producción y consumo. Y que estén dispuestas a afrontar una reacción que, a buen seguro, contará con una amplia base social. La mejor forma de hacerlo será potenciar los mecanismos de autogestión de las poblaciones para la adopción de las decisiones necesarias





La mercantilización del conjunto de la vida social no es la solución a la devastación ecológica sino su causa. Y, junto a ella, la pérdida de responsabilidad de nuestra especie por los efectos que su actuar (heterónomo) produce en la biosfera. La crisis ecológica y, en particular, el calentamiento global plantea la exigencia imperiosa de que la especie en su conjunto tome en sus manos su destino colectivo y, con él, el del conjunto de las especies y ecosistemas que pueblan este planeta.



No es sólo la lógica de la acumulación y el beneficio la que amenaza nuestra supervivencia, sino también la práctica prolongada de la mayoría de la población de renunciar a la condición más característica de nuestra especie: el ejercicio autónomo de la voluntad y la capacidad de decidir. Sin la recuperación de esa característica de nuestra especie no será posible enfrentar la difícil transición entre esta época de devastación del planeta y sus recursos y un nuevo período en el que la vida de la especie llegue a encontrar fórmulas de reintegración en los complejos equilibrios de la biosfera. Esa recuperación constituye la esencia del ecosocialismo autogestionario.



Pero, naturalmente, hay otras políticas que pueden ser aplicadas si de verdad se quiere combatir y frenar, en la medida de lo posible,el calentamiento del planeta. Son de sentido común: no hay otro remedio que reducir drásticamente el uso de combustibles fósiles, tal y como están exigiendo la totalidad de organizaciones ecologistas y ciudadanas en el mundo.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Organización Mundial de Comercio de Carbono

Silvia Ribeiro


La Jornada

Este diciembre, Cancún fue el escenario de un costoso evento para beneficiar a las trasnacionales y gobiernos más contaminantes. Por los resultados y la dinámica antidemocrática, se podría pensar que fue una reunión de la Organización Mundial de Comercio (OMC), como la de 2003, donde el campesino coreano Lee Kyoung-Hae se inmoló para mostrar la injusticia que significan estos tratados. Pero fue una reunión del Convenio de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, de facto convertido en una nueva Organización Mundial de Comercio de Carbono. Los muertos los sigue poniendo el Sur global.


Los países más contaminantes y sus grandes industrias –los que más han emitido gases de efecto invernadero y lucran enormemente con ellos, devastando el planeta de todos– consiguieron lo que se proponían y más: rompieron cualquier compromiso vinculante de reducir emisiones; no establecieron ninguna meta de reducciones; crearon un fondo climático que será administrado por el Banco Mundial; legalizaron nuevos mecanismos de mercado, incluidas las peores versiones de REDD (eufemísticamente llamado Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación de Bosques) que abre a una ola planetaria de privatización de bosques y expulsión de comunidades, además de ser un gran aliento a la especulación financiera. También lograron un comité de tecnología a su gusto, que eliminó las referencias a las barreras que constituyen las patentes para el Sur y da amplia participación a las trasnacionales y la industria para imponer sus tecnologías. Los derechos indígenas y campesinos, la participación de sociedad civil no comercial, son mencionados decorativamente, sin efecto real.

Si esto fue una negociación ¿qué recibió el Sur global por tanta concesión? La respuesta es sorprendente: nada. Sólo promesas vacías, sin valor jurídico, sobre movilizar fondos, reconocer la necesidad de reducir emisiones, abrir procesos, evaluar en futuros igualmente inciertos. Mientras los países históricamente más contaminantes no hacen ningún compromiso de reducción, ahora los países del Sur tienen que informar sobre sus reducciones. Eso no está mal, pero la injusticia es evidente.

O sea, lo que se plasmó en Cancún fue la voluntad irrestricta de Estados Unidos y la aplicación del espurio entendimiento de Copenhague, con esteroides: todo lo que querían los causantes de la crisis climática y nada para las víctimas.

Para entender mejor lo que pasó, hay que leer las comunicaciones oficiales al revés: donde dice consenso, léase desacuerdo, donde dice multilateralismo, léase negociaciones secretas entre algunos, donde dice reconocemos la necesidad de reducir las emisiones, léase los países del Norte no volveremos a firmar compromisos vinculantes de reducción, donde dice proteger los bosques léase privatizarlos, donde dice recuperamos la confianza, léase recuperamos los créditos que pagará el público y aumentamos las indulgencias de carbono, donde dice transferencia de tecnología, léase jamás evitarán el pago de patentes en la tecnología que venderemos al Sur, basada en sus recursos y subsidiada por ellos mismos, donde dice progreso leáse avance de mecanismos de mercado e inyección de optimismo al mercado financiero especulativo.

La lista es larga y falta que donde dice democracia y participación, debe leerse censura y represión, de lo cual varias redes de organizaciones por la justicia ambiental e indígenas presentes en Cancún pueden dar testimonio.

La presidencia de México en el Convenio se encargó de gestionar este resultado, con una dinámica igual a la de la OMC: llamando a grupos de delegados por separado, elegidos por la propia presidencia, a negociaciones ocultas, fragmentarias y nunca en pleno, manipulando debilidades y deseos, confrontando selectivamente a países o regiones entre sí, prometiendo quién sabe qué recursos. Finalmente presentó, tardíamente para no dar tiempo a consideración real en plenario –donde todos podrían ver todo–, un documento final no solicitado por los órganos del convenio y como reclamó Bolivia, con la opción tómelo o tómelo.

No se convocó al pleno para decidir sobre esta propuesta, sino a una reunión informal con la presidenta donde se puso a la mesa como paquete completo y cerrado. La presidencia mexicana destacó por hechos insólitos en Naciones Unidas: en lugar de aplacar la porra de aplaudidores que curiosamente tuvo acceso masivo a las reuniones finales –aunque todas las otras sesiones fueron fuertemente limitadas a los observadores–, la presidenta se sumó a los aplausos y expresiones de disgusto con posiciones discrepantes –solamente planteadas por Bolivia– algo totalmente fuera de lugar para la presidencia de una reunión multilateral. En la misma tónica, decidió unilateralmente que la objeción argumentada por Bolivia no necesitaba ser tomada en cuenta, arguyendo arbitrariamente que no era necesario el consenso para decidir, lo cual es una violación flagrante de las reglas del Convenio. Sería como afirmar, digamos, que se puede tener la presidencia sin ganar las elecciones.

Apelar a que no se necesita consenso, es paradójico en el caso de México, que estando solo en sus posiciones en el Protocolo de Cartagena sobre Bioseguridad, también de ONU, ha usado repetidamente el recurso de decidir por consenso, para impedir por ejemplo, acordar normas para etiquetar claramente los transgénicos. Allí igual que ahora, fue para defender los intereses de las trasnacionales y de Estados Unidos. Bolivia en cambio, defendió en Cancún con dignidad y valentía los intereses de los pueblos, expresados por más de 35 mil participantes en la Cumbre de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra realizada en Cochabamba. Los movimientos y organizaciones sociales lo saben y rendirse no está en la agenda.

Silvia Ribeiro. Investigadora del Grupo ETC.

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2010/12/18/index.php?section=opinion&article=024a1eco

martes, 14 de diciembre de 2010

Crisis ecológica y lucha política: la alternativa ecosocialista

Michael Lowy y Samuel González
Revista Memoria (México)

“Nada ha corrompido tanto a la clase obrera alemana como la idea de que se movía en el sentido de la corriente. Consideraba los desarrollos tecnológicos como el sentido de la corriente en el que avanzaba. De ahí no había más que un paso hasta la ilusión de que el trabajo fabril que supuestamente tendía al progreso tecnológico constituía un logro político”


Walter Benjamin.

Durante siglos cada sociedad ha desarrollado un complejo y particular entramado de relaciones con la naturaleza. De entre los distintos vehículos que ha establecido la humanidad en su relación con la naturaleza, la técnica, sin duda alguna, es una pieza angular al ser esta la encargada de delimitar y modelar, a través de instrumentos y relaciones sociales, la dinámica con la cual cada cuerpo social se apropia y se relaciona con la naturaleza, y a su vez consigo mismo.

Cada conjunto de relaciones que la humanidad establece con la naturaleza proyecta, a su vez, cada fracción de las relaciones humanas establecidas en la sociedad. Dentro de este complejo cosmos, existe igualmente un sistema de ideas, encargado de justificar la dinámica social, las cuales constituyen una serie de estructuras mentales que modelan la forma de concebirnos frente a la naturaleza y frente a nosotros mismos.

En este sentido es que la modernidad inauguraría un curso completamente radical para construir y conceptualizar dicha relación. La sociedad industrial moderna trataría de modelar el medio ambiente a imagen y semejanza suya, para lo cual el desarrollo de la técnica se convertiría en esa promesa efectiva para la realización del paraíso industrial.

De esta forma, la libertad moderna en la sociedad capitalista fue concebida como dominación de lo natural en contraposición a las contingencias del ambiente. Para poder liberarse había que descubrir y dominar a la naturaleza -este ha sido precisamente el paradigma de la técnica capitalista y lo que tiene como consecuencia la degeneración de la ciencia que opera bajo los parámetros de la ganancia-.

La subsunción de la modernidad al orden del capital conjuraría las aspiraciones modernas condenándolas a la lógica de la valorización de valor, a su racionalidad puramente instrumental. La aspiración moderna de construir nuestra propia historia quedaría sellada dentro de las promesas formales del Estado, la ciudadanía y la propiedad, las cuales promoverían una supuesta sociedad democrática en donde todos seriamos iguales y en donde todos tendríamos el derecho a ser poseedores. Sin embargo la realidad haría evidente que son las minorías, dueñas del capital, las que decidirían por las mayorías, evidenciando cómo es que la sociedad capitalista tiene, como punto de partida para su estructuración al individuo, pero no cualquier individuo sino aquel que es propietario de los medios de producción.

La sociedad capitalista ha instaurado una dinámica presidida por el deseo de dominar la naturaleza mediante la técnica, convirtiéndola en una mercancía más que podría contribuir a de la acumulación privada de capital. En esa medida, la lógica de las sociedades capitalistas constituye una relación con la naturaleza que expresa la enajenación del ser humano, extrañado de sí mismo y de la naturaleza, a la cual enfrenta como externalidad que le repele. El metabolismo naturaleza-humanidad trascurre así en una dinámica de destrucción y degeneración, de caos y vaciamiento. Por supuesto esta situación está llegando a su límite.

Las distintas crisis que hoy enfrenta la humanidad a nivel mundial resultan de un mismo fenómeno: un sistema que transforma todo – la tierra, el agua, el aire que respiramos, la naturaleza, los seres humanos- en mercancía; que no conoce otro criterio que no sea la expansión de los negocios y la acumulación de beneficios para unos cuantos. Sin embargo, este conjunto de crisis son aspectos interrelacionados de una crisis más general, la crisis de la moderna civilización industrial.

Hoy, sin embargo, el proceso de devastación de la naturaleza, de deterioro del medio ambiente y de cambio climático se ha acelerado a tal punto que no estamos discutiendo más sobre un futuro a largo plazo. Estamos discutiendo procesos que ya están en curso, la catástrofe ya comenzó, esta es la realidad y estamos en una carrera contra el tiempo para intentar frenar y contener este proceso desastroso.

¿Cuáles son las señales que muestran el carácter cada vez más destructivo del proceso de acumulación capitalista a escala global? El más obvio, y peligroso, es el proceso de cambio climático; un proceso que resulta de los gases de efecto invernadero emitidos por la industria, el agro-negocio y el sistema de transporte existentes en las sociedades capitalistas modernas. Este cambio tendrá como resultado no sólo el aumento de la temperatura en todo el planeta, sino también la desertificación de tierras, problema que en la actualidad tiene efectos devastadores sobre la población del tercer mundo , la elevación del nivel del mar, la desaparición de ciudades enteras– Hong-Kong, Río de Janeiro – debajo del océano y la desaparición de ecosistemas enteros. Todo ello nos acerca fatalmente a lo que probablemente será la sexta mega extinción de la vida sobre el planeta Tierra.

Todo esto no resulta del exceso de población, como dicen algunos, ni de la tecnología en sí abstractamente, ni tampoco de la mala voluntad del género humano. Se trata de algo muy concreto: de las consecuencias del proceso de acumulación del capital, en particular de su forma actual, de globalización neoliberal que ha descansado sobre la hegemonía del imperio norteamericano. Este es el elemento esencial, motor de este proceso y de esta lógica destructiva que corresponde a la necesidad de expansión ilimitada –aquello que Hegel llamaba “mal infinito”- de un proceso infinito de acumulación de negocios, acumulación de capital que es inherente a la lógica del capital.

Luego, la cuestión que se coloca es la necesidad de una alternativa que sea radical. Las alternativas de soluciones “moderadas” se revelan completamente incapaces de enfrentar este proceso catastrófico. El llamado Protocolo de Kioto tiene alcances muy limitados, casi infinitamente limitados del que sería necesario, y aún así, el gobierno norteamericano, principal contaminador, campeón de la contaminación planetaria, se rehúsa a firmarlo.

El Protocolo de Kioto, en realidad, propone resolver el problema de las emisiones de gases de efecto invernadero a través del llamado “mercado de los derechos de contaminación”: Las empresas que emiten más CO2 van a comprar otras, que contaminan menos, derechos de emisión. ¡Esto sería la solución del problema para el efecto invernadero! Obviamente, las soluciones que aceptan las reglas del juego capitalista, que se adaptan a las reglas del mercado, que aceptan la lógica de expansión infinita del capital, no son soluciones y son incapaces de enfrentar la crisis ambiental – una crisis que se transforma, debido al cambio climático, en una crisis de sobrevivencia de la especie humana-.

La conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de diciembre de 2009 fue el ejemplo más clamoroso de la incapacidad - o de la falta de interés - de las potencias capitalistas para enfrentar el dramático desafío del calentamiento global. La montaña de Copenhague desenmascaró el engaño: se trató de una miserable “declaración política” sin ningún compromiso concreto y cifrado únicamente en la reducción de las emisiones con efecto invernadero; y el peligro de que este mismo fenómeno se repita en Cancún este mismo año es inminente.

Necesitamos pensar, por lo tanto, en alternativas radicales que se coloquen en otro horizonte histórico, más allá del capitalismo, más allá de las reglas de acumulación capitalista y de la lógica de lucro de mercancías. Como una alternativa radical es aquella que va a la raíz del problema, que es el capitalismo; esa alternativa es, para nosotros, el ecosocialismo: una propuesta estratégica que resulta de la convergencia entre la reflexión ecológica y la reflexión socialista.

Existe hoy a escala mundial una corriente ecosocialista, hay un movimiento ecosocialista internacional que recientemente, por ocasión del Foro Social Mundial de Belem (enero de 2009) publicó una declaración sobre el cambio climático, la cual formó parte del extenso y rico universo de protesta en Copenhague y lo seguirá haciendo en ocasión de la COP 16 en México.

El ecosocialismo es una reflexión crítica. En primer lugar, crítica la ecología no anticapitalista, la ecología capitalista o reformista, que considera posible reformar el capitalismo, llegar a un capitalismo “verde” más respetuoso al medio ambiente. De este modo, el ecosocialismo implica una crítica profunda, una crítica radical de las experiencias y de las concepciones tecnocráticas, burocráticas y no ecológicas de construcción del socialismo. Eso nos exige también una reflexión crítica sobre la herencia marxista en el campo de la cuestión del medio ambiente.

Muchos ecologistas critican a Marx por considerarlo un productivista. Tal crítica nos parece completamente equivocada: al hacer la crítica del fetichismo de la mercancía, es justamente Marx quien coloca la crítica más radical a la lógica productivista del capitalismo, la idea de que la producción de más y más mercancías es el objeto fundamental de la economía y de la sociedad.

El objetivo del socialismo, explica Marx, no es producir una cantidad infinita de bienes, pero sí reducir la jornada de trabajo, dar al trabajador tiempo libre para participar de la vida política, estudiar, jugar, amar. Por lo tanto, Marx proporciona las armas para una crítica radical del productivismo y, notablemente, del productivismo capitalista. En el primer volumen del El Capital, Marx explica cómo el capitalismo agota no sólo las fuerzas del trabajador, sino también las propias fuerzas de la tierra, agotando las riquezas naturales. Así, esa perspectiva, esa sensibilidad, está presente en los escritos de Marx, sin embargo no ha sido suficientemente desarrollada.

Desde esta perspectiva el reto ecológico que enfrentan las clases subalternas es precisamente lograr subvertir eso que Marx criticó: la lógica individualista y enajenante del capital, la fetichización de la mercancía, con el objetivo de erradicar la cosificación del sujeto y de la naturaleza, logrando sentar las bases para la construcción de una nueva lógica para esta relación. Por ello, es necesario construir una crítica radical a la técnica capitalista, lo cual implica comprender que son también los instrumentos técnicos portadores de la dinámica de devastación ecológica, y ello exige reinventar no sólo las relaciones sociales en torno a los instrumentos sino a los instrumentos mismos.

Esta visión asume conscientemente que las fuerzas productivas existentes no son neutras: ellas son capitalistas en su dinámica y su funcionamiento, y por lo tanto son destructoras de la salud de las personas, así como del medio ambiente. La propia estructura del proceso productivo, de la tecnología y de la reflexión científica al servicio de la tecnología mercantil y de ese aparato productivo, se encuentran enteramente impregnadas por la lógica del capitalismo y conduce inevitablemente a la destrucción de los equilibrios ecológicos del planeta que son completamente incompatibles con los ciclos infernales del capital.

Lo que se necesita, por consiguiente, es una visión mucho más radical y profunda de lo que debe ser una revolución socialista. Se trata de transformar no sólo las relaciones de producción y las relaciones de propiedad, sino la propia estructura de las fuerzas productivas, la estructura del aparato productivo. Esto es, en nuestra concepción, una de las ideas fundamentales del ecosocialismo.

Hay que aplicar al aparato productivo la misma lógica que Marx pensaba para el aparato de Estado a partir de la experiencia de la Comuna de Paris, cuando el dijo lo siguiente: los trabajadores no pueden apropiarse del aparato del Estado burgués y usarlo al servicio del proletariado, no es posible, porque el aparato del Estado burgués nunca va a estar al servicio de los trabajadores. Entonces, se trata de destruir ese aparato de Estado y crear otro tipo de poder.

Esa lógica tiene que ser aplicada también al aparato productivo: el cual tiene que ser, sino destruido, al menos radicalmente transformado. Este no puede ser simplemente apropiado por las clases subalternas, y puesto a trabajar a su servicio, pues necesita ser estructuralmente transformado. A manera de ejemplo, el sistema productivo capitalista funciona sobre la base de fuentes de energía fósiles, responsables del calentamiento global ¬– el carbón y el petróleo – de modo que un proceso de transición al socialismo solo sería posible cuando hubiera la sustitución de esas formas de energía por energías renovables, que son el agua, el viento y, sobretodo, la energía solar.

Por eso, el ecosocialismo implica una revolución del proceso de producción, de las fuentes energéticas. Es imposible separar la idea de socialismo, de una nueva sociedad, de la idea de nuevas fuentes de energía, en particular del sol – algunos ecosocialistas hablan del comunismo solar, pues entre el calor, la energía del Sol y el socialismo y el comunismo habría una especie de afinidad electiva.

Es por ello que en la actualidad los movimientos sociales tienen la necesidad de repensar la relación humanidad-naturaleza, teniendo presente que un cambio radical para esta relación debe contemplar una transformación no sólo en la forma de concebir el proceso productivo, pues una nueva forma de relacionarnos implica, necesariamente, una nueva técnica cuya lógica debe construirse desde la comunidad y para los intereses de esta, los cuales deben contemplar conscientemente la preservación de la vida en el planeta.

Pero un cambio radical a favor de la preservación de la vida en el planeta debe ser un cambio social, democrático y comunitario. Y para esto es primordial hacer estallar la cárcel de la valorización de valor, localizada precisamente en la propiedad privada de los medios de producción y la mercantilización del mundo social y natural, lo cual se expresa en la gestión privada y autoritaria de la sociedad y la naturaleza.

La dinámica capitalista de devastación ecológica tiene no sólo el vehículo de la técnica, sino también el de la propiedad privada que articula un sistema fundamentado en la gestión privada y enajenada de los recursos. Esto exige un cambio radical en la propiedad y gestión de los recursos que debe avanzar, como lo ejemplifican las luchas en América Latina, hacia la perspectiva de gestión comunitaria y territorial de los recursos.

Pero no basta tampoco transformar el aparato productivo y los modelos de propiedad, es necesario transformar también el patrón de consumo, todo el modo de vida en torno al consumo, que es el patrón de capitalismo basado en la producción masiva de objetos artificiales, inútiles, y peligrosos. La lista de productos, mercancías y actividades empresariales que son inútiles y nocivas a los individuos es inmensa. Tomemos un ejemplo evidente: la publicidad. La publicidad es un desperdicio monumental de energía humana, trabajo, papel, árboles destruidos para gasto de papel, electricidad etc., y todo eso para convencer al consumidor de que el jabón “X” es mejor que el jabón “Y” – es un ejemplo evidente del desperdicio capitalista-.

Por eso se trata de crear un nuevo modo de consumo y un nuevo modo de vida, basado en la satisfacción de las verdaderas necesidades sociales que es algo completamente diferente de las presuntas y falsas necesidades producidas artificialmente por la publicidad capitalista. De ello se desprende pensar la revolución ecosocialista como una revolución de la vida cotidiana, como una revolución por la abolición de la cultura del dinero impuesta por el capitalismo.

Una reorganización del conjunto de modo de producción y de consumo es necesaria, basada en criterios exteriores al mercado capitalista: las necesidades reales de la población y la defensa del equilibrio ecológico. Esto significa una economía de transición al socialismo, en la cual la propia población – y no las “leyes de mercado” o un Buró Político autoritario- decidan, en un proceso de planificación democrática, las prioridades y las inversiones.

Esta transición conduciría no sólo a un nuevo modo de producción y a una sociedad más igualitaria, más solidaría y más democrática, sino también a un modo de vida alternativo, una nueva civilización ecosocialista más allá del reino del dinero, de los hábitos de consumo artificialmente inducidos por la publicidad, y de la producción al infinito de mercancías inútiles.

Podríamos quedarnos sólo en eso, pero seremos criticados como utópicos, los utópicos son aquellos que presentan una bella perspectiva del futuro, y la imagen de otra sociedad, lo que es obviamente necesario, pero no es suficiente. El ecosocialismo no es sólo la perspectiva de una nueva civilización, una civilización de la solidaridad- en el sentido profundo de la palabra, solidaridad entre los humanos, pero también con la naturaleza-, es también una estrategia de lucha, desde ya, aquí y ahora. No vamos a esperar hasta el día en que el mundo se transforme, no, nosotros vamos a comenzar desde ya, ahora, a luchar por esos objetivos.

Así, el ecosocialismo es también una estrategia de convergencia de las luchas sociales y ambientales, de las luchas de clases y de las luchas ecológicas, contra el enemigo común que son las políticas neoliberales, la Organización Mundial del Comercio (OMC), el Fondo Monetario Internacional (FMI), el imperialismo americano y el capitalismo global. Este es el enemigo común de los dos movimientos, el movimiento ambiental y el movimiento social. No se trata de una abstracción.

Contrario a lo que muchos quisieran, la crisis ecológica actual es un problema de lucha de clases, pues la dinámica que ha producido esta catástrofe es el resultado de una estructura social en donde las minorías deciden cómo es que se gestiona la industria y en general la producción social en función de interés privados, por eso nuestras estrategias de lucha deben tener presente este aspecto.

La crisis de civilización, dentro de la cual el problema ecológico es central, debe solucionarse a favor de las mayorías y de la vida en el planeta, pero esto no podrá ocurrir sin la organización y la acción política de las clases subalternas. Una respuesta popular a los conflictos globales de la humanidad sólo podrá articularse mediante una sólida acción política por parte de las mayorías, que pretenda no sólo resistir sino avanzar en la construcción de otra sociedad y de otra forma de relacionarnos con la naturaleza.

Hasta ahora las experiencias de lucha son invaluables. Frente a la ofensiva depredadora del capital hemos asistido al nacimiento de distintas muestras de resistencia fundamentadas en la organización popular. No debemos perder de vista que la lucha ecológica ha logrado consolidarse gracias a su amplitud y pluralidad, en donde se mezclan y entrecruzan distintas concepciones y prácticas culturales de los distintos pueblos del mundo.

La experiencia de la lucha indígena en América Latina es uno de los ejemplos más avanzados. En Bolivia, por ejemplo, desde hace años miles de indígenas lograron irrumpir en la escena política en defensa de las condiciones sociales, la preservación del territorio y la conservación de los recursos. Esta lucha ha logrado evolucionar hasta cuestionar los fundamentos sobre los cuales el Estado está organizado en su país, exigiendo su refundación partiendo del reconocimiento a los diversos grupos indígenas y procurando la conservación de la naturaleza.

En América Latina la lucha ecológica de los campesinos e indígenas, en donde también han participado de manera protagónica estudiantes, mujeres y obreros, se ha convertido rápidamente en una lucha política, de esta manera las luchas por el bienestar comunitario y la lucha por la preservación de los recursos y el respeto a la naturaleza son simultáneas e indisolubles.

La crisis ecológica actual, agudizada por el estallido económico de 2008, ha precipitado las condiciones de lucha política, revelando la conexión estructural entre el conjunto de problemas sociales a nivel mundial y la lógica de la sociedad capitalista. Las respuestas que demos, en esa medida, deben poseer la fuerza y determinación necesarias para cuestionarlo todo, para enfrentar a los gobiernos del capital y sobrepasarlos con poder popular.

La respuesta de las y los explotados y oprimidos del mundo a la crisis ecológica ha evolucionado considerablemente. Muestra de ello, es la reciente Cumbre de los Pueblos sobre el Cambio Climático y la Defensa de la Madre Tierra realizada en Cochabamba (Bolivia), con la participación de 30.000 delegados indígenas, campesinos, sindicales, ecologistas, de América Latina y de todo el planeta, que denunció claramente al capitalismo como responsable del calentamiento global; así como la última sesión plenaria de la Asamblea Nacional de Afectados Ambientales en México, en donde las conclusiones relacionan directamente la lucha en contra de la devastación ecológica con la necesidad de luchar por un cambio social. Las luchas sociales en contra de la crisis ecológica del capitalismo, a nivel mundial, confirman que una lucha coherentemente ecológica es consecuentemente una lucha anticapitalista, una lucha por una revolución social.

Como estas, hay muchas otras luchas, sea en Francia, India o México y en otros países del mundo entero, en donde cada vez más se da esa convergencia. Pero ella no ocurre espontáneamente, tiene que ser organizada conscientemente por los militantes, por las organizaciones. Es necesario construir una estrategia de lucha que haga converger a las luchas sociales con las luchas ecológicas. Esta nos parece ser la respuesta al desafío, la perspectiva radical de una transformación revolucionaria de la sociedad más allá del capitalismo.

Sabiendo que el capitalismo no va a desaparecer como víctima de sus contradicciones, como dicen algunos supuestos marxistas, ya un gran pensador marxista de comienzos del siglo XX, Walter Benjamin, decía que, si tenemos una lección que aprender es que el capitalismo no va a morir de muerte natural, será necesario acabar con él…Necesitamos de una perspectiva de lucha contra el capitalismo, de un paradigma de civilización alternativo, y de una estrategia de convergencia de las luchas sociales y ambientales, desde ahora plantando las semillas de esa nueva sociedad, de ese futuro, plantando semillas del ecosocialismo.

TARJETA ROJIVERDE A CANCÚN

Manuel Garí, Izquierda Anticapitalista

Viento Sur
 
La Cumbre del Clima de Cancún aprobó ayer con el voto de 193 delegaciones gubernamentales –solo se opuso la boliviana- un acuerdo que, en esencia, es la formalización jurídica de la regresiva fórmula barajada un año antes en Copenhague por las delegaciones estadounidense y china. Las decisiones sustantivas se aplazan un año más para la cumbre de Durban en 2011. Se presenta como un gran logro el que los gobiernos van a seguir negociando, por lo que la diplomacia climática internacional se felicita porque el “proceso se ha salvado”. Teresa Ribera, secretaria de Estado española de Cambio Climático, señala en el activo de la Cumbre que por primera vez aparezcan objetivos de emisiones para China, EE UU y Brasil, obviando la no obligatoriedad de cumplimiento de los mismos. La canciller mejicana Patricia Espinosa, que presidía la reunión, intentó mediante la maza de su cargo de moderadora acallar la disidencia boliviana y mediante el juego de palabras conjugar la coexistencia de dos procesos: Kyoto y No Kyoto empleando trucos de la caja del mago malo como “se deben completar los trabajos (…) para evitar una brecha entre…”




El acuerdo de los necios



Quienes así piensan se engañan, pero no nos engañan. Poco esperaban de la cumbre en lo político, lo que explica su autocomplacencia, pero no estamos ante un juego de esgrima entre cancillerías que se juegan escenarios de influencia o compromisos filantrópicos. Estamos ante una emergencia climática. Y ante la misma, no hay motivos para aplaudir el resultado de Cancún. Se han perdido dos preciosos años por inacción en una cuestión que no admite demora. El riesgo del cambio climático aumenta sin cesar mientras las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) no se reduzcan drástica e inmediatamente.



La cuenta atrás sigue

Por ello, podemos calificar el resultado como un nuevo, irresponsable y criminal retraso en la adopción de decisiones y acciones capaces de detener el calentamiento atmosférico. Calentamiento que no se conjura mediante grandilocuentes y vacíos compromisos –exentos de medidas concretas realistas- como los contenidos por el acuerdo suscrito en el que se formula la intención de evitar el aumento de 2º C en el año 2100. De hecho, los recortes de emisiones previstos por los actuales compromisos voluntarios, de cumplirse, supondrían en 2020 una disminución de un 14% respecto a 1990 a nivel global mundial, muy lejos del intervalo de los porcentajes –entre el 25% y el 40%- planteado por los científicos del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de Naciones Unidas (IPCC en sus siglas en inglés). O sea, en el mejor de los casos, los compromisos llegarán al 60% de la reducción que el IPCC considera ineludible para limitar el calentamiento.

Son numerosos los científicos del Panel Intergubernamental que señalan como “línea roja climática”, no ya el aumento de los 2 grados respecto a la época anterior a la Revolución Industrial, sino un incremento de 1,5º C. Con los compromisos gubernamentales voluntarios de reducción que los países remitieron a Naciones Unidas tras el fiasco de Copenhague, en 2020 el exceso de emisiones de CO2 alcanzará una cifra superior a los 10.000 millones de toneladas. Imposible cumplir los buenistas deseos de evitar una subida media planetaria de 2 grados que, en el caso español supondría un aumento de 5º C en verano y la desertificación de la mitad sur de la península.

Entre las medidas adoptadas no cabe solo señalar, como se ha hecho, su insuficiencia cuantitativa, además, hay que destacar que las reducciones no tienen un mismo recorrido ni tampoco un mismo método de verificación. Los países son libres para elegir el año de referencia para medir las emisiones (EE UU toma 2005, no 1990), los porcentajes de reducción (Obama se compromete a un raquítico 17% en 2005, por debajo de los compromisos que en su día hizo Clinton) e incluso el indicador de la misma (como es el caso de China) y, lo que es más grave, no habrá un sistema de verificación de los datos transparente y gestionado de forma neutral por la comunidad científica mundial. De manera que las reducciones obtenidas por los países emergentes mediante financiación internacional sí que tendrán supervisión internacional, pero no serán auditadas las reducciones que se declaren obtenidas mediante esfuerzo nacional. Una puerta abierta a la picaresca internacional en nombre de la soberanía nacional.

Respecto a la financiación por parte de los países industrializados de la reducción de emisiones en los países empobrecidos, los primeros se han comprometido a realizar una dotación de 30.000 millones de $ US (22.600 millones de €) hasta 2012, que en años siguientes alcanzará la cifra de 100.000 millones de $ US /año, cantidad a todas luces insuficiente para lograr los objetivos enunciados. Ese Fondo Verde será gestionado por el Banco Mundial, de cuya honorabilidad cabe albergar la desconfianza acumulada por años de políticas antipopulares de la entidad. Pero el problema más inmediato es ¿quién, cómo y para qué se harán las dotaciones? Pregunta pertinente ante los sistemáticos incumplimientos de los compromisos gubernamentales respecto a la dotación de diversos fondos, excluidos los de salvamento de la banca especulativa que ha sido debidamente atendida. Pregunta que se complica cuando se explicita que la financiación pública será limitada al 15% del monto total y que el resto corresponde al capital privado. Se especula con la posibilidad que la fuente financiera se base en los mercados de CO2, opción que, aparte de otras consideraciones, resulta ridícula por el monto actual de las transacciones entre los países del Norte y del Sur y la ausencia de indicios en el horizonte de que su evolución sea creciente. Por lo que, probablemente, estemos ante un fondo desfondado y al albur del capital privado.



Nuevo escenario, nuevos actores



En los pocos años que separan Kyoto de Cancún, el peso económico de los países y su aportación en el total de emisiones de GEI ha variado sustancialmente. Copenhague y ahora Cancún han puesto sobre el tapete, de forma colateral, quien manda en el mundo y quien, como la Unión Europea, atraviesa una crisis política y una pérdida de peso comercial creciente. No es necesario abundar en ello, es evidente. A su vez, desde Copenhague, la crisis económica ayudó a dinamitar el viejo discurso climático buenista de los principales países industrializados y, de pronto, pese a la persistencia del volumen de emisiones, gobernantes y medios de comunicación dejaron en un segundo plano la cuestión climática. De nuevo la consigna era crecer a costa de lo que sea.

Nunca se había puesto tan en evidencia el maridaje indisoluble entre un modo de producción, el capitalista, y un modelo de producción, el carbonizado. Cuestión que se puede verificar tanto en las viejas metrópolis industrializadas como en los países emergentes. Todos actúan con los mismos patrones. Tal como van las cosas hay profetas neoliberales que anuncian la apertura de un nuevo nicho de negocio para algunas fracciones del capitalismo que pueden aprovechar la coyuntura, no para invertir en medidas de mitigación del cambio climático ya que su real negocio actual se basa en contaminar y emitir sin tino, sino para situarse mejor en el control de sectores estratégicos como el agua bien escaso hoy y que más lo será de no parar el calentamiento. Por eso si hasta Copenhague los lobbies más activos, esta vez no lo han sido los ambientalistas, que se han visto superados por la activa presencia de las compañías.

Ante este escenario no faltarán quienes desde las ONG que han venido haciendo trabajo de lobby intenten encontrar, como vienen haciendo algunos asistentes cumbre tras cumbre pese a la evidencia de los problemas, el aspecto positivo de Cancún. Ese vaso medio lleno, hoy lo está de hiel: ya no estamos ni siquiera en el Bali de 2007. Para remontar una mala situación, lo primero es identificarla, analizarla y buscar medidas. No es fácil, no es objeto de este artículo, pero debemos de ponernos de inmediato a la tarea, en ello nos va el futuro de nuestra gente y, en concreto el futuro del movimiento social.



E pur… podemos reaccionar, actuar y ganar



La primera cuestión sobre la que, seguramente, habrá un amplio acuerdo en el movimiento social contra el cambio climático, es situar como prioridad la necesidad de descarbonizar el modelo energético de forma inmediata mediante la introducción masiva de las energías renovables e iniciar un giro en el modelo de movilidad y transporte de personas y mercancías. Y también habrá acuerdo en que la cuestión energética no termina en las fuentes, debe estar guiada por el criterio del ahorro y usada a través de tecnologías eficientes.

El cambio de modelo energético no solo es clave en la lucha contra el calentamiento, es el vector decisivo para un cambio de modelo productivo que, en el conjunto del proceso de uso de recursos, fabricación de bienes y servicios, y generación de residuos es, además de económicamente ineficiente, ambientalmente insostenible. Ello puede formar parte de un posible segundo núcleo de acuerdos más amplio que apunta una serie de objetivos intermedios y reivindicaciones transitorias de sumo interés.

Ello exige plantearnos la necesidad de construir una amplia coalición social de organizaciones ancladas en el trabajo de base, cotidiano, que aúne esfuerzos y reivindicaciones, que trence nuevas alternativas populares. En esta tarea, últimamente, no todas las fuerzas políticas y organizaciones sociales y ecologistas han puesto todo el empeño requerido, a la luz de la soledad en la que en ocasiones nos hemos encontrado, entre otros, las gentes de Izquierda Anticapitalista, que, por otra parte, cuenta con fuerzas limitadas. Ya no es el momento del trabajo basado principalmente en la presión sobre los poderosos y en el impacto mediático de minorías activistas. Hoy es preciso detectar, organizar y enlazar las resistencias de los pueblos y por tanto, vincular las acciones simbólicas y minoritarias con la movilización social. Hoy es preciso volver a identificar nuestros aliados en cada país y en el ámbito internacional. Así iremos construyendo las bases de un programa contra el cambio climático basado en criterios de sostenibilidad ambiental y justicia social. Un programa de reivindicaciones transitorias para la acción que, a partir de la experiencia en la lucha, llevarán a más y más gentes a posiciones anticapitalistas.

Madrid, 12 de diciembre de 2010

domingo, 5 de diciembre de 2010

El negocio minero se complica para las transnacionales en América Latina

Agencias/Rebelión
XII 5 2010
La explotación minera en América Latina se está convirtiendo en un negocio cada vez más complicado para las compañías transnacionales, después de que protestas de las poblaciones indígenas, iniciativas legales y fallos judiciales pongan coto a la posibilidad de seguir expoliando las entrañas de la tierra para obtener metales.


El más reciente golpe fue propinado por un tribunal de Costa Rica a la empresa canadiense Infinito Gold, a la que ordenó retirar la concesión de una mina a cielo abierto que tiene más de un millón de onzas de oro, en un fallo aplaudido por ecologistas, pero que complica al gobierno de Laura Chinchilla.

El miércoles 24 de noviembre la Sección IV del Tribunal Contencioso Administrativo anuló la concesión, otorgada por entidades del Gobierno, debido a múltiples irregularidades, así como el decreto de Conveniencia Nacional, promulgado por el ex presidente Oscar Arias Sánchez.

La compañía, que dijo que apelará la sentencia, tiene la opción de exigir una suculenta indemnización al gobierno costarricense, pero eso tomaría tiempo. Infinito ha gastado 127 millones de dólares en la mina Las Crucitas, sin haber extraído una pepita de oro ni recuperado un centavo de su inversión.

"Costa Rica se puso los pantalones largos. Es un ejemplo para otros países de la región que ya están bien afectados en el tema minero y poder ver allí que la última palabra no la tienen las empresas mineras que están continuamente amenazando con demandar internacionalmente", dijo a la AFP la directora de la Fundación Panamá Sostenible, Raisa Banfield.

"Este fallo debería ser un ejemplo para los países que estamos siendo víctimas de los caprichos de las empresas mineras", agregó Banfield.

El fallo del Tribunal de Costa Rica cayó como un balde de agua fría sobre Infinito Gold, que confiaba en recuperar con creces su inversión de la mano de los altos precios del oro en el mercado mundial, superiores a 1.300 dólares la onza.

El fallo fue celebrado en las calles de San José como un carnaval, pero preocupa a los empresarios, que temen que frene la inversión extranjera.

Pero la actividad minera no solo ha sido puesta en entredicho en Costa Rica, sino también en otros países latinoamericanos.

El Congreso de Argentina convirtió en ley el 30 de septiembre un proyecto que protege los glaciares y fija severas restricciones a la minería; mientras en Perú --con larga tradición minera-- pobladores de la región sureña de Arequipa han protestado en los últimos días contra un proyecto cuprífero de la empresa Southern Perú, de capital mexicano.

Esta semana, una indígena guatemalteca presentó una demanda en un tribunal de Canadá alegando que su marido fue asesinado por un guardia de una mina de capital canadiense en Guatemala, informó la organización maya Waqib Kej.

La demanda por el homicidio de Adolfo Ich, perpetrado en septiembre de 2009, fue presentada por su viuda Angélica Choc contra las mineras HudBay Minerals y HMI Nickel, propietarias del yacimiento de níquel Fénix en El Estor, en el caribe guatemalteco.

Además, indígenas guatemaltecos han exigido que se paralice la explotación de una mina de oro de una subsidiaria de la canadiense GoldCorp, invocando las medidas cautelares exigidas por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos por presunta contaminación.

En Centroamérica, la minería enfrenta el rechazo de organizaciones sociales y ecológicas en Costa Rica, Guatemala, El Salvador y Panamá. Incluso obispos católicos han pedido prohibir esta actividad por su carácter contaminante.

"Los sectores que adversan a la actividad minera están estructurados y formados con argumentos, mientras que a los sectores que promueven la explotación minera, yo no les escucho una explicación lo suficientemente contundente", dijo el analista Edwin Cabrera a la AFP.

Cancún: de la tierra a la luna

Silvia Ribeiro

La Jornada
XII 6 10

Desde hace una semana, representantes de gobiernos de todo el mundo están reunidos en un búnker de superlujo llamado Moon Palace (Palacio de la Luna), supuestamente para discutir el cambio climático.


El lugar está lejos de los hoteles y más lejos de la ciudad de Cancún, lo que sumado a abundantes retenes policiales significa invertir 2-3 horas diarias en pocos kilómetros de ida y vuelta. Exceptuando a los delegados de países ricos, que como si fuera otra forma de mostrar la injusticia climática, se alojan en el Moon Palace a precios exorbitantes. La mayoría de delegados de África, Asia, América Latina están en hoteles fuera del complejo lunático y necesitan horas para desplazarse. Además de dejar a los delegados del Sur agotados, parece un intento para frenar que lleguen a la conferencia las protestas de la gente víctima del cambio climático.

Miles de activistas y afectados por la crisis climática, social y ambiental de todo el mundo, llegaron a Cancún en seis caravanas desde varios puntos de México, atravesando el país desde sus raíces, para conocer y mostrar la verdadera política ambiental del país, sus causas y la relación con la crisis climática aquí y en otras partes del mundo. Los testimonios locales convergieron con los de activistas, campesinos e indígenas, hermanos de luchas de base en Estados Unidos, Europa, Sudamérica, Centroamérica, India.

Partieron de San Luis Potosí, Acapulco, Guadalajara, Oaxaca, Chiapas, convocadas por la Vía Campesina, la Asamblea Nacional de Afectados Ambientales, el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) y el Movimiento de Liberación Nacional, a los que se sumaron redes de justicia climática de las Américas y de Europa, la red Oilwatch y otras. Las tres primeras caravanas convergieron en la ciudad de México, donde realizaron un Foro Internacional en el auditorio del SME, con más de mil asistentes y una marcha por el centro de la ciudad.

Las caravanas se detuvieron en varios puntos, donde activistas y organizaciones locales los recibieron con gran entusiasmo y solidaridad para compartir sus luchas y sumarse. Dieron a conocer, entre muchos otros, los casos de ríos con enorme contaminación industrial, agrícola y urbana como el Río Santiago en El Salto, Jalisco, donde un niño murió sencillamente por caer en él; proyectos mineros en San Luis, Guerrero, Oaxaca, Chiapas, que en todas partes se hacen devastando territorios, contra la voluntad de las comunidades y para ganancia de transnacionales; proyectos de mega represas como Zapotillo y La Parota, que pese a la sostenida oposición de los comuneros el gobierno insiste en imponer; zonas de altísima contaminación de suelos, aire y aguas que provocan altas tasas de enfermedad, cáncer y deformaciones genéticas a los vecinos, como enormes basureros en Morelos, Tlaxcala, Edomex y México, mega granjas porcinas industriales, como Granjas Carroll en Veracruz y Puebla donde se originó la epidemia de gripe porcina y otras se gestan; contaminación petrolera e industrial, tala de bosques y sustitución con grandes monocultivos y plantaciones para agrocombustibles en varios estados; contaminación transgénica del maíz nativo...

La devastación ambiental y social es enorme y muestra la verdadera política “ambiental” en México, muy distinta de las fotos que se muestran en Cancún.

Quizá lo más cínico es que el gobierno de México está usando esta devastación masiva para generar ganancias adicionales a las transnacionales responsables de los desastres, como parte de su política sobre cambio climático, avalando esos desarrollos en proyectos presentados al Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL) de la Convención de Cambio Climático.

México es uno de los países que más usa este perverso mecanismo que se basa en incentivos para que desarrollos sucios recuperen -supuestamente- parte de los gases de efecto invernadero que producen o que emitan menor cantidad. Obtienen certificados de reducción que se pueden negociar en los mercados de carbono. Ni México ni el MDL toma en cuenta que si estos proyectos no existieran, obviamente no emitirían ningún gas.

La mitad de los proyectos presentados por el gobierno de México en el MDL son granjas porcinas industriales, como Granjas Carroll, donde el estiércol del millón de cerdos que crecen hacinados es una fuente de contaminación sin fin. La transnacional Smithfield, dueña de Granjas Carroll, junto con la gigante de agronegocios Cargill y el broker de carbono Ecosecurities, presentaron un proyecto para convertir una mínima parte del metano que emiten las inmensas lagunas de estiércol en biogás para electricidad. La otra mitad de los proyectos avalados por México son a partir de enormes basureros como Alpuyeca, Morelos, grandes represas en Jalisco y Guerrero, desarrollos petroleros y cementeros con enormes impactos.

O sea, la política que el gobierno presenta como baja en carbono es en realidad alta devastación ambiental, muerte y enfermedad para cientos de comunidades en esos territorios.

Pero ni aunque se reúnan en la luna pueden parar las denuncias de organizaciones y comunidades en lucha. Desde el sábado 4, se instala en la Unidad Deportiva Jacinto Canek del centro de Cancún, el campamento y Foro global por la vida, la justicia social y ambiental, adonde llegarán las caravanas y más organizaciones internacionales a dar testimonios y compartir reflexiones, denuncias, estrategias. El 7 de diciembre, la Vía Campesina convoca a realizar Miles de Cancún, con manifestaciones en todo el mundo. Aquí en la tierra, sí se discuten las causas reales de la crisis climática y por cierto, también las soluciones.

Silvia Ribeiro es Investigadora del Grupo ETC

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2010/12/04/index.php?section=opinion&article=029a1eco

rCR

jueves, 2 de diciembre de 2010

Carta abierta de Hugo Blanco a Mario Vargas Llosa

Sin Permiso
28 XI 10




El veterano dirigente de la izquierda indígena, obrera y campesina peruana Hugo Blanco –miembro del Consejo Editorial de SinPermiso— dirige una carta abierta al reciente ganador del Nobel de literatura Mario Vargas Llosa. Como apéndice a esa carta, publicamos los párrafos que Vargas Llosa dedicó a Hugo Blanco en su libro La utopía arcaica (1996).





Señor Mario Vargas Llosa:



El premio Nóbel otorgado a usted representa un golpe más del neoliberalismo a las poblaciones indígenas, ya que difícilmente podrá encontrarse mayor enemigo de ellas que su persona.



Son diarios los golpes del sistema mundial gobernado por las grandes empresas multinacionales contra dichas poblaciones, consistente en la depredación de la naturaleza en sus zonas de vida, lo que significa la muerte para ellas.

El ataque es múltiple, solo menciono algunos ejemplos: La implantación de minas a cielo abierto, que roban el agua de la agricultura y la envenenan, matando vegetales, peces, suelo y seres humanos. La extracción de hidrocarburos con parecidos efectos. La instalación de fuentes hidroeléctricas para la minería, que roban el agua de la agricultura y provocan inundaciones. La tala de la selva para extracción de madera, para instalaciones ganaderas o para plantaciones de biocombustibles, lo que debido a las intensas lluvias de la zona provoca la desertificación. La agroindustria que debido al monocultivo y al uso intensivo de agroquímicos, mata la tierra cultivable. El calentamiento global provocado por la emisión de gases de efecto invernadero que asola con inundaciones y deslizamientos de cerros, mata arroyos, disminuye el volumen de los ríos, diluye glaciares, sumerge islas; provoca veranos muy calientes e inviernos muy fríos.



Estos ataques no son sólo contra los pueblos indígenas, sino contra toda la humanidad, pues todos vivimos de lo que la naturaleza nos brinda; lo que sucede es que son las poblaciones indígenas las directamente afectadas por él y por eso son las primeras en reaccionar, ofrendando su vida ante la brutal arremetida del sistema, lo que los convierte en héroes de la humanidad.



Usted, en más de una ocasión ha defendido a las empresas depredadoras contra las poblaciones indígenas.

Veamos sólo dos ejemplos:



Medio Ambiente



El 5 de junio del 2009, día mundial de la defensa del medio ambiente fue escogido por el gobierno de Alan García para masacrar a traición a más de 200 indígenas (no 10 que es la cifra oficial repetida por usted) que defendían la selva amazónica, el pulmón del mundo.



Esta masacre, el encarcelamiento y procesamiento de numerosas víctimas del ataque, fueron respondidas con multitudinarias protestas en la capital peruana y otras ciudades, se levantaron voces de protesta en diversos lugares del mundo (naturalmente usted no estuvo entre quienes protestaron), los hermanos amazónicos no se rindieron, había un poderoso avance de los habitantes de la selva central hacia Lima.



Frente a eso, el gobierno se vio obligado a retroceder y se derogaron dos de los más feroces Decretos Ley de depredación (que además eran ilegales pues van en contra del derecho a consulta de los pueblos indígenas por cualquier cosa que tenga que ver con su territorio, reconocido por el convenio 169 de la OIT, que es ley peruana de carácter constitucional aprobada por el Congreso).



¿Cuál fue la actitud de usted? Al contrario de la mayoría del pueblo peruano, lamentó la derogatoria, escribió "Victoria Pírrica", manifestando que futuros gobiernos peruanos no osarán "volver a meter la mano en la Amazonía para alentar la inversión privada y el desarrollo económico de esta región", "los satanizados decretos estaban en el fondo bastante bien orientados. Perseguían una necesidad imperiosa: atraer inversión privada y tecnología de punta hacia una región que tiene grandes reservas de gas, petróleo y muchos minerales…." "A esto acaban de renunciar de manera suicida las comunidades amazónicas que siguieron las consignas retrógradas de Alberto Pizango". Fue al revés, ha sido Pizango quien obedeció las consignas dadas por la población amazónica, un estilo de democracia que jamás entenderá usted, "demócrata" Vargas Llosa.

Usted usa el mismo lenguaje que la gran prensa en manos de las empresas multinacionales depredadoras.

Además se lanza contra "las estúpidas mentiras según las cuales aquellos decretos formaban parte del Tratado de Libre Comercio firmado entre el Perú y Estados Unidos". Esas "estúpidas mentiras" están en los preámbulos de los decretos y fueron pregonadas por la ministra Mercedes Araoz.



No se detiene ahí, considerando a los habitantes amazónicos retardados mentales, no concibe que la resistencia pueda haber sido pensada por ellos, dice que fueron instigados por Hugo Chávez y Evo Morales.



No desperdicia la oportunidad para ensalzar a los dos gobiernos más retrógrados y asesinos de indígenas de Sudamérica: Perú y Colombia.



Organización colectiva democrática



Seminario Las amenazas de la Democracia en América Latina: Terrorismo, Debilidad del Estado de Derechos y Neopopulismo, evento realizado en Bogotá (tenía que ser Colombia) durante los días 19 y 22 de noviembre del 2009

Sus palabras:



"El desarrollo y la civilización son incompatibles con ciertos fenómenos sociales y el principal de ellos es el colectivismo. Ninguna sociedad colectivista o impregnada con esa cultura es una sociedad que desarrolla, moderniza y alcanza la civilización... El socialismo, el nazismo y el fascismo son los fenómenos colectivistas del pasado. Hoy se expresa mediante el nacionalismo y los integrismos religiosos. El fenómeno está brotando en América Latina de una manera muy sinuosa y revistiéndose con unos ropajes que no parecen ofensivos sino prestigiosos... En Perú está brotando con dos o tres hermanitos que en nombre de esa identidad colectiva, la identidad indígena, autóctona, genuina, la de la verdadera peruanidad, ha lanzado una campaña que cuando uno la examina racionalmente parece que fuera tonta, casi cómica, pero que toca un centro neurológico llamado el espíritu de la tribu, que nunca desparece incluso en sociedades que han avanzado más en el camino de la civilización. . . El indigenismo de los años 20 que parecía haberse rezagado es hoy en día lo que está detrás de fenómenos como el señor Evo Morales en Bolivia. En Ecuador hemos visto operando y además creando un verdadero desorden político y social. El indigenismo en Ecuador, Perú y Bolivia está provocando un verdadero desorden político y social, y por eso hay que combatirlo... De Ecuador sé muy poco lo que está sucediendo ahora... Si queremos alcanzar el desarrollo y elegir la civilización y la moralidad, tenemos que combatir resueltamente esos brotes de colectivismo... Creo que en el movimiento indígena hay un elemento profundamente perturbador que apela a los bajos instintos, a los peores instintos del individuo como la desconfianza hacia el otro, al que es distinto. Entonces se encierran en sí mismos".



Usted entiende clara y correctamente que la comunidad indígena es la herramienta fundamental para la defensa de la Madre Tierra. Por eso el sistema dirigido por las empresas depredadoras multinacionales comprende que el ataque a la naturaleza debe ir acompañado del ataque a la comunidad indígena. Donde hay indígenas, en cualquier continente, hay comunidad indígena, organismo verdaderamente democrático donde manda la colectividad, no el individuo, como en la sociedad "democrática" actual, donde mandan los intereses de las grandes empresas.



Esa real democracia se manifiesta en el acuerdo de acciones de protesta colectivas, en plebiscitos como los de Tambogrande, Ayabaca, Huancabamba e Islay en el Perú, Andalgalá en Argentina, donde más del 90% manifiesta democráticamente "Vida sí, mina no". Es a esa democracia a la que tiene terror el sistema, por eso Fujimori en el Perú y Salinas en México casi simultáneamente dieron leyes contra la comunidad indígena, por eso de los Decretos Ley de Alan García algunos van contra la naturaleza y otros contra la comunidad indígena. Por eso usted habla con horror del "espíritu de tribu", de "la colmena", "el hormiguero", comprendiendo que la fuerza del movimiento indígena para defender la naturaleza contra la depredación del gran capital es la comunidad indígena.



Ese "desorden político y social" es la ruptura del "orden" que necesitan las compañías depredadoras para asolar la naturaleza con sus acciones hacia el "progreso", que es por una parte el progreso de sus ingresos millonarios y por otra el camino a la extinción de la especie humana.



Usted ataca el colectivismo en nombre de la defensa del individuo. El colectivismo no niega la individualidad, que debe ser respetada. La individualidad es aplastada por el fundamentalismo mercantil que implanta la "moda" obligando a todos a acatarla (McDonald's, Coca Cola), los menos sometidos a este aplastamiento son los indígenas, entre los que cada pueblo se viste diferente.



Es la sociedad que usted defiende la que aplasta la individualidad y exalta el individualismo que es el egoísmo supremo. La cultura colectivista es la de la solidaridad humana, al contrario que la que usted defiende, extremadamente egoísta. El mejor ejemplo de esto es que las grandes empresas multinacionales están dirigidas por personas que saben que con la desbocada emisión de gases de invernadero están conduciendo a la extinción de la especie humana, pero ya no les importa sus nietos ni sus hijos, sino cumplir con el sagrado mandamiento neoliberal, ganar la mayor cantidad de dinero posible en el menor tiempo posible.



La condena que usted hace a la democracia indígena ha sido suficientemente bien replicada por Saramago:

"Que alguien haya podido decir que el movimiento indígena es un peligro para la democracia me parece algo increíble. Cómo de una cabeza inteligente puede salir una afirmación tan monstruosa como esa".



Para responder "a quien diga que el movimiento indígena en América es el enemigo más grande de la democracia" "yo lo que les propongo a vosotros indígenas de esta América, es que os convirtáis en heraldos de la democracia. Si vosotros levantáis la bandera de la democracia, tal vez los demás aprendamos".



La comunidad indígena, sin darle ese nombre, hace tiempo que está levantando la bandera de la auténtica democracia, además la está llevando a niveles superiores, con la comunidad de comunidades en el Cauca, Colombia, en las islas Kuna de Panamá, y en mayor grado en la zona zapatista de Chiapas, donde desde hace 16 años gobiernan los indígenas mediante las "Juntas de Buen Gobierno" que son rotativas, cuyos miembros pueden ser revocados en cualquier momento y no ganan ni un centavo (como en las comunidades indígenas) por ejercer esa función Por eso no es casual que usted haya escrito "La Otra Cara del Paraíso" desatando una catarata de calumnias contra esos indígenas, comprende muy bien el peligro que para las grandes empresas significa su ejemplo a los otros pueblos.



Las palabras de usted en el seminario también fueron refutadas por dirigentes indígenas.



Leonidas Iza, presidente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador: (CONAIE): "Vargas Losa está pensando en el siglo anterior y cree que los indígenas tenemos que continuar marginados. Si hay hambre, pobreza, iniquidad, no podemos estar tranquilos". "Si la democracia significa igualdad y equidad, nosotros perseguimos justamente una verdadera democracia".

Luis Macas, fundador de la CONAIE: "Vargas Llosa apoya un poder excluyente, semejante al que propone el presidente estadounidense George Bush, con un mundo unipolar. Los indígenas en cambio proponemos otro tipo de poder, que es el "ushay", en kichua, que es perfeccionar las condiciones de vida, la capacidad de desarrollarnos colectivamente, desde el aporte de los distintos espacios".



El diputado Ricardo Ulcuango: "¿Civilización es dejar que tres o cuatro lucren con el negocio del gas en Bolivia, con las privatizaciones en Perú o con el petróleo del Ecuador; es contaminar la naturaleza hasta dejarla seca o vender el agua de los ríos al que pague mejor?"



Humberto Cholango de ECUARUNARI, la organización más grande de la CONAIE que agrupa a los indígenas de la sierra: Son posturas como esa "las que no dejan avanzar en la consolidación de una Latinoamérica más democrática, más tolerante, más participativa, y más integrada, reconociendo la diversidad de cada país con todos los actores que construyen este continente".

Como se ve, ellos tienen un concepto diferente de la libertad y la democracia que usted, que opina: "El combate por la libertad nos obliga a tomar partido resueltamente, sin subterfugios, por las sociedades abiertas y democráticas del mundo libre cuyo liderazgo ejercen los Estados Unidos".



Racismo



Usted goza de un intenso racismo.



Se nota cuando recomienda a los indígenas que para superarse abandonen su cultura.



Basta leer su novela "Lituma en los Andes", un libro contra los "serranos" (en el Perú costeño hay un racismo regionalista contra los indígenas identificados regionalmente como habitantes de la sierra).



Cuando el cabo costeño le dice al guardia serrano que "merece ser costeño", éste le agradece. La culminación de la novela es la constatación de que el canibalismo es un ritual serrano. Yo soy serrano y en toda mi existencia no he visto nada semejante. Lo que sí veo es lo que dije más arriba, que la cultura que usted defiende está llevando al exterminio de la humanidad, no se la come, simplemente la está matando.



En mi libro "Nosotros los Indios" dedico un capítulo ("La cultura india y el neoliberalismo" - José María Arguedas y Mario Vargas Llosa) a la defensa de mi "tayta" José María Arguedas contra los ataques suyos en su libro "La Utopía Arcaica". No voy a repetir acá lo dicho allí, sólo menciono la presentación hecha para la segunda edición: "Este artículo fue escrito en marzo de 1999. De entonces a ahora se ha desarrollado una oleada de movimientos indígenas en el continente y una desastrosa crisis del neoliberalismo. Esto demuestra que "la utopía arcaica" no es el "indigenismo de José María Arguedas" sino el bienamado neoliberalismo de Vargas Llosa, del cual continúa siendo uno de sus gurúes."



Uchuraqay



En enero del 83 fueron asesinados 8 periodistas en la comunidad de Uchuraqay, Ayacucho.



El gobierno represor que entregó el poder político del departamento al genocida general Clemente Noel (fui suspendido por 120 días de la Cámara de Diputados por haber dicho esto y haberme negado a retirar ese calificativo), nombró una comisión presidida por usted para encubrir la responsabilidad del ejército en el crimen. Usted cumplió perfectamente ese cometido, culpando a los comuneros en forma colectiva por las muertes, desdeñando informes de antropólogos, juristas, lingüistas y psicoanalistas.



La Comisión por la Verdad y Reconciliación y otras organizaciones de defensa de los derechos humanos denuncian que usted se limitó a recoger los testimonios y pruebas que dieron los militares implicados en el crimen, las que naturalmente exculpaban al ejército, eliminando el resto. Aplicando el racismo manifestado en "Lituma en los Andes" dijo que habían sido los comuneros quienes mataron a los periodistas y piadosamente afirmó que "todos éramos culpables" por no "civilizarlos".

Dicen que pasado un tiempo un tribunal encontró pruebas de la implicancia militar, y que usted manifestó que su conclusión la había hecho por el "bien de la democracia".



Menciono esto porque hay quienes presentan a usted como "defensor de los Derechos Humanos".



Los familiares de los periodistas muertos sienten asco por usted debido a su labor de encubridor de genocidas como Noel.



Conclusión



Afortunadamente los pueblos indígenas del mundo inspiran cada vez mayor respeto de otros sectores de la población mundial por estar a la vanguardia de la defensa de la naturaleza en favor de toda la humanidad y por practicar la verdadera democracia solidaria en sus organizaciones, mostrando el único camino posible para asegurar la supervivencia de la especie: Que sea toda la sociedad quien se gobierne a sí misma y sea la que determine qué instalaciones industriales pueden continuar existiendo sin poner en riesgo la supervivencia de la especie.



Esto he podido constatarlo en la gira que hice por Europa últimamente hablando precisamente de ese tema.



El verticalismo antidemocrático y egoísta de las grandes empresas multinacionales a lo que usted no sé por qué llama "democracia", tiene cada vez menos admiradores.



No me extraña que usted haya recibido el Premio Nobel. También Obama recibió el premio Nobel de la Paz por impulsar la guerra de Afganistán.



Pienso que Alfred Nobel, quien se sentía culpable por su responsabilidad como empresario enriquecido a través de la producción de dinamita usada por la minería y la guerra, no estaría satisfecho con los dos premiados.



Hugo Blanco es miembro del Consejo Editorial de SinPermiso.





Apéndice: Vargas Llosa sobre Hugo Blanco (en La utopía arcaica [1996])



Un peán a la revolución.- Días antes de matarse, Arguedas había tenido un intercambio de cartas en quechua con Hugo Blanco, líder revolucionario de tendencia trotskista, organizador de sindicatos campesinos y de tomas de tierras en el valle de La Convención, en Cusco, que se hallaba preso en la isla de El Frontón, acusado del asesinato de un policía, y a quien aquél no conocía personalmente. Según la correspondencia, el episodio comenzó con una visita a Hugo Blanco de Sybila, la mujer de Arguedas, quien le llevó un ejemplar de Todas las sangres y le confió que éste le había escrito una larga carta en quechua, pero que no se animó a enviársela («puede tener vergüenza de mí, diciendo»). Ese mismo día, Hugo Blanco escribió a Arguedas un texto lírico, llamándolo Taytay (Padre), agradeciéndole sus traducciones de textos quechuas al español y exaltando la ternura y los matices de la lengua de los incas, así como las punas de los Andes, «con todo su silencio, con su dolor que no llora». Blanco recuerda un mitin en la plaza del Cusco, donde los campesinos gritaban «¡Que mueran todos los gamonales! » mientras los «blanquitos» «se metían en sus huecos, igual que pericotes» y termina con una profecía: «Días más grandes llegarán; tú has de verlos».



Arguedas respondió con una carta sin fechar, escrita sin duda cuatro días antes de su muerte, en la que llama a Blanco: «Hermano Hugo, querido, corazón de piedra y de paloma ». El texto es un peán a la revolución de los indios, dirigido por un revolucionario a otro revolucionario. Arguedas exhibe sus credenciales políticas, asegurando que, con excepción de uno solo (se refiere a César Lévano), ningún crítico entendió que la invasión de los indios colonos a la ciudad de Abancay descrita en Los ríos profundos prefiguraba «la sublevación» que sobrevendría en el Perú cuando llegara «ese hombre que la ilumine» y los haga «vencer el miedo, el horror que les tienen » a los gamonales. Dice haber llorado esperando la llegada de ese líder, que es Hugo Blanco: «¿No fuiste tú, tú mismo quien encabezó a esos "pulguientos" indios de hacienda de nuestro pueblo; de los asnos y los perros el más azotado, el escupido con el más sucio escupitajo? Convirtiendo a ésos en el más valeroso de los valientes, ¿no aceraste su alma?».

Luego se refiere a su propia obra, «lágrimas de fuego» con las que «he purificado algo la cabeza y el corazón de Lima, la gran ciudad que negaba, que no conocía bien a su padre y a su madre; le abrí un poco los ojos». Y compara los logros de ambos en la tarea común: «esas cosas hemos hecho; tú lo uno y yo lo otro, hermano Hugo, hombre de hierro que llora sin lágrimas». La admiración por el revolucionario cusqueño (que no se había manifestado durante los años de la acción revolucionaria de éste en La Convención, a principios de los sesenta) da pie a un emotivo recuerdo: el entusiasmo que Arguedas dice haber sentido cuando, en una librería de París, divisó el retrato de Hugo Blanco junto a los de Camilo Cienfuegos y el Che Guevara. Luego de evocar a dos indios que lo protegieron cuando niño —cuyas siluetas recorren míticamente sus cuentos y novelas—, don Victo Pusa y don Felipe Maywa, se despide vaticinando también la revolución: «Ese día que vendrá».



Esta carta, en la que habla de manera críptica de su muerte inminente («mis fuerzas anochecen», «si ahora mue ro, moriré más tranquilo», «te he escrito, feliz, en medio de la gran sombra de mis mortales dolencias»), fue traducida al español por el propio Arguedas, lo mismo que la primera carta de Hugo Blanco, y enviada a la revista Amaru, donde ambas aparecerían —junto con una segunda carta y un cuento de este último que Arguedas llegó a recibir pero no a leer— unas semanas después de su suicidio. Ella es otro de sus testamentos, por la fecha y circunstancias en que fue redactada, y por la imagen que Arguedas quiso legar de sí al escribirla, en la lengua de su infancia, en el momento final: la de un escritor comprometido con la revolución y legitimado como tal por el respeto de un líder extremista encarcelado.



En verdad, estas cartas son apenas unos apéndices a su verdadero testamento, El zorro de arriba y el zorro de abajo, la novela que dejó sin concluir y uno de cuyos asuntos centrales es su suicidio, anunciado desde las primeras páginas como probable final del libro.





www.sinpermiso.info, 28 noviembre 2010