sábado, 13 de febrero de 2010

Los otros lugares

PROPUESTA A LA ADT
Alberto Bejarano Ávila
Revista Cofradía

¿Cuántos avisos más de la naturaleza y cuántos anuncios de los científicos se requerirán para que la conciencia política del Pijao admita la grave urgencia de proteger el agua? ¿Cuántos años de conciencia serán necesarios para que la voluntad tolimense decida asumir acciones concretas para preservar el agua? ¿Qué acciones concretas hemos de emprender para garantizar el agua por centurias? Dulima, Ibanasca, Bochica, todos los dioses del agua y hasta el Mohán, no perdonarán desidias ni irresponsabilidades históricas y el castigo a la nuestra y a las futuras generaciones podría ser brutal. Entonces la defensa del agua, que es defensa de la propia vida, tiene que asumirse ahora mismo y nadie está exento de hacerlo so riesgo de que sea la flojera o la majadería las que deban explicar el por qué, a estas alturas, aun estamos embebidos en disquisiciones sobre una cuestión capital que ya debería estar resuelta. Muchas serán las acciones a emprender para lograr tan elevado fin y, entiéndase bien, porque esas acciones conciernen al interés común es que obligadamente tienen que partir de una unánime y franca expresión de voluntad política del colectivo tolimense.

Ese Tolima nuestro e históricamente viable que soñamos y que hoy parece destinado a la inviabilidad, ese Tolima fragmentado, estancado y desprovisto de objetivos comunes, exige que todos nosotros, respetuosos de las diferencias, empecemos a caminar juntos hacia un destino de positiva y equitativa calidad de vida y, sin dudarlo, considero que el recurso agua es razón vital para lograr la cohesión. ¿Por qué? porque el agua es futuro y la más grande responsabilidad que nos es común es la de garantizar ese futuro. ¿Cómo producir un hecho que marque el fin de una historia enajenada y el inicio de una historia de construcción colectiva? fácil, volviendo los ojos hacia las riquezas hídricas, hacia nuestros afluentes: Amoyá, Cucuana, Saldaña, Coello, Combeima, Riorecio, Lagunilla, Gualí. Estos ríos, sus nacederos y vertientes, unen a montañeros y calentanos, enlazan viejos ayeres con ilusiones de mañanas, fusionan leyendas con historias y, potencialmente, poseen el don para agruparnos alrededor del más digno interés comunitario: la supervivencia y el progreso tolimense.

Para desmentir aquella irracional tesis que sostiene que para progresar es necesario destruir y para esquivar mezquinas como falsas connotaciones e intencionalidades políticas alrededor de este delicado asunto, respetuosamente propongo que la Asociación para el Desarrollo del Tolima, ADT, sea la entidad que enalteciendo su razón social hasta el cénit convoque el próximo “Encuentro de Tolimenses” para que allí, colegiada y razonadamente, produzcamos el hecho político de regionalidad más auténtico y caracterizado jamás sucedido en el país de los pijaos: La unánime declaración de soberanía tolimensista sobre todas nuestras aguas.

A este encuentro serían convocados los usuarios de acueductos urbanos y rurales para que apalabren la voluntad de perpetuidad de la vida, los usuarios de distritos de riego y productores agropecuarios cordilleranos para que pacten el futuro del campo y la sostenibilidad alimentaria, los gobernantes para que descubran el sentido estratégico y superior del poder, los empresarios y trabajadores para que cimenten la proyección y sustentabilidad de las estructuras productivas, los dirigentes políticos para que se alejen de la mentira y se aproximen al sentido histórico, los ambientalistas para que atestigüen como la estupidez humana puede mutar en sensatez y sientan cercanos sus nobles sueños, las universidades para que respondan ya por las ciencias del agua. En ese evento hoy imaginado todos deberíamos estar y, además, allí no sería necesaria mayor presencia foránea, toda la fotografía podría ser nuestra, de familia, para registrar el momento crucial de una decisión colectiva que nos convertiría en verdaderos constructores de historia.

Pienso que son innecesarias controversias menores, el asunto es hacerlo o no hacerlo, corregir o no corregir, virar o seguir hacia el despeñadero, unirnos o perpetuar quehaceres cainescos, especular y no concretar tareas. No enmendar a tiempo sólo habrá de conducir a una situación cierta e inexorable, al agotamiento de la vida en la medida en que se vaya agotando el agua, y solo ahí, seguramente tarde, entenderiamos que la subsistencia depende del agua y que el oro, el dinero y las mercancías, ni se comer ni se beben.

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