EL TIEMPO. 18 DE JULIO DE 2009
Hay quizás algo más que estupidez burocrática en la muerte de 'Pepe', el hipopótamo fusilado con licencia del Ministro de Ambiente por cazadores expertos y balas de 375 milímetros. Informes de la reportera de EL TIEMPO Diana María Pachón y pistas recogidas por esta columna indican que intereses ocultos pudieron remover las aguas hasta lograr que, por ligereza o irresponsabilidad, se impartiera la orden de disparar contra el animal.
La revista Donjuán denuncia que narcos o paramilitares de Medellín aspiraban a decorar la sala de su casa con piezas de 'Pepe' y ofrecían 3 millones de pesos a los campesinos de Yondó (Antioquia) por cada cabeza de hipopótamo. Los campesinos no consiguieron la recompensa porque unos les tenían cariño a las curiosas bestias y los demás sabían que no bastan machete y escopeta de fisto para matar a un hipopótamo.
El plan inicial consistía en atrapar a 'Pepe', su cónyuge (hoy viuda) y su hijo, que huyeron hace dos años de la Hacienda Nápoles y llegaron al caño San Juan, en el río Bartola, tras recorrer más de 150 kilómetros por entre ríos y charcas. Estaba lista, incluso, una gran jaula para albergar a los ejemplares capturados. Mucha gente sabía dónde paraban desde hacía meses los tres hipopótamos, supuestamente "muy agresivos", pero que en 28 años no han atacado a nadie: ni ellos ni sus 24 parientes que dormitan en las lagunas de Puerto Triunfo. De repente, el 9 de junio, el Ministerio y Corfiantioquia ordenan la muerte de 'Pepe'. Sospechosamente, luego de perpetrarla, tienden sobre ella un tupido secreto, que desveló a la prensa un mes más tarde una fuente indignada.
Si tuviéramos Procurador, habría que pedir una investigación para saber por qué se decide de pronto matar al animal, por qué no optan por sedarlo, por qué se abandona el plan de la jaula y dónde está en este momento la cabeza de 'Pepe', que es propiedad pública y debería colgar eternamente a modo de cilicio en el despacho del Ministro de Ambiente.
Como no hay mal que por bien no venga -sobre todo si uno se empeña en que así sea-, el caso de 'Pepe' debe marcar una nueva etapa en la lucha de los colombianos por la protección de la naturaleza. Miles de animales condenados a la extinción o el abuso necesitan nuestra ayuda. Para empezar, la familia de 'Pepe', cuya pena de muerte solo ha sido suspendida temporalmente. También los ejemplares de 'Nápoles', que ya son una variedad del africano aclimatada en tierras de la América tropical y -quién quita- mucho más pacífica: el Hippopotamis amphibius colombianensis.
En la lista internacional de animales en vías de extinción aparecen 119 especies nacionales. La desinformación y la irresponsabilidad ayudan a liquidarlas (si el ministerio del ramo fusila hipopótamos, ¿qué ciudadano no se siente autorizado para matar tigrillos, caimanes, pumas, jaguares, osos, micos, jerrejerres, tucanes?). Pero el mayor enemigo es la mafia de negociantes de animales silvestres, que cada año mueve miles de millones de pesos, apenas por debajo del tráfico de drogas y de armas. Entre 1992 y 1998, según estudio oficial, se decomisaron 1.880 aves, 1.125 mamíferos, 963 reptiles, 589 anfibios y miles de insectos, que iban a ser exportados. Los incautados representan solo el 40 por ciento de lo que sale, según la Policía Judicial de Medellín.
Al lado de la depredación animal prosperan el arrasamiento de la flora, las vergonzosas enmiendas al Código Minero para permitir tajos en zonas protegidas, la tala de bosques con permiso o sin él, las fumigaciones de cocales, los destrozos coralinos, la contaminación fluvial...
'Pepe' debe convertirse en símbolo de un despertar ambiental, en una nueva conciencia ecológica más dinámica y militante. Si así ocurre, su cuerpo bajará tranquilo al sepulcro. (Pero que nos digan antes dónde está la cabeza.)
cambalache@mail.ddnet.es
Daniel Samper Pizano
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