Por Andrés Tafur Villareal
El pasado viernes, en la Mesa Técnica de Participación sobre la
megaminería, convocada por la Cortolima; la ciudadanía, el gremio
arrocero y la academia le dijeron NO al megaproyecto de La Colosa, que la
trasnacional sudafricana AngolGold Ashanti pretende adelantar en Cajamarca.
Campesinos
movilizados desde Cajamarca y Anaime, así como la comunidad del municipio de
Piedras y del corregimiento de Doima; estudiantes, profesionales,
ambientalistas y ciudadanía de en general, se dieron cita en el auditorio
Alfonso López Pumarejo de la gobernación del Tolima, en el poco espacio que se
dispuso para el evento, para participar [y no para que les socialicen] de la
discusión sobre el megaproyecto de explotación aurífera de La Colosa. El hecho
político definitivo es que, por segunda vez, en las dos únicas oportunidades
con que ha contado la ciudadanía en los once años que la trasnacional lleva en
las montañas de Cajamarca [primero con el nombre de Kedaha S.A, y ahora como
AngloGold Ashanti Colombia], para manifestar su posición, ha dicho rotundamente
NO, a despecho de quienes quieren tomar esa decisión desde un escritorio en
Bogotá.
La primera oportunidad fue en Cajamarca, en el febrero de hace cuatro
años en audiencia pública, en donde cajamarcunos y espinalunos, y de nuevo el
gremio arrocero, amparados en los conceptos técnicos de la Corporación Autónoma
Regional del Tolima, Cortolima, y de la Procuraduría Regional Ambiental y
Agraria del Tolima[1]; que recomendaron al Ministerio de la época
adoptar el principio de precaución para no otorgar ni siquiera licencia de
exploración a la empresa[2]; también rechazaron enérgicamente que se
llevara a cabo el megraproyecto.
Dichos
conceptos técnicos, deslegitimados por el gobernador de la época, Oscar Barreto
Quiroga; rechazados por la empresa, opacados sistemáticamente por los medios de
comunicación regionales, e ignorados por el Ministerio, que terminó otorgando
la licencia de exploración, proceso que ya se venía adelantando ilegalmente por
parte de la empresa desde el 2006; básicamente comprobaron la existencia de
aguas subterráneas en la zona y el nacimiento de más de 160 afluentes, realidad
que tuvo que ser aceptada por los “técnicos” de Anglogold que se habían
obstinado demagógicamente en negarla [revisar publicaciones de la empresa asesoradas
por los “periodistas” Silverio Gómez y Gilberto Martínez Prado]. Esa realidad
es la que hoy los ha obligado a replegarse a los municipios de Piedras y
Coello, en busca de explanadas y sobre todo de agua, para instalar la planta de
metalurgia que convertirá el material molido en oro, es decir, donde llevar a
cabo los procesos de cianurización que separarán el metal diseminado en muy
pequeñas partículas dentro del material rocoso, y que luego será fundido en
lingotes.
En ese
sentido, fue clave la articulación del movimiento social, el gremio arrocero y
los académicos, [también los cuestionamientos de la Contraloría General] del
pasado viernes, ratificando la impertinencia del
megaproyecto, para la vida, la economía y la paz del departamento. Ahora, con
estos actores y con los que vengan sobre el principio de defender la vida,
debemos empezar a pensarnos a largo plazo
1.
Eterna
etapa de prefactibilidad
El
ministerio le dio vio libre a la empresa para continuar el proceso de
exploración sobre la base de que en tres años, es decir en 2012, entregara un
diagnóstico detallado de los bancos de flora y fauna de la zona, y un estudio
hidrogeológico de la región, estudios que la empresa no ha entregado. Sin
embargo, lo que sí reposa en las oficinas de Bogotá, no del ministerio sino de
la Agencia Nacional de Licencias Ambientales, Anla, es un oficio radicado por
parte de la empresa solicitando la sustracción de más área para exploración.
Sin estudios técnicos, que tanto le gusta reclamar a la empresa para la
discusión, pasamos de ocho mil hectáreas concesionadas en títulos mineros, a
450 mil, que equivalen al ciento por ciento de Anaime y al 85 por ciento de
Cajamarca. Y sin embargo, Anglogold sostiene que todavía no sabe si va a
explotar.
Por lo
menos, el proyecto de explotación aurífera La Colosa se encuentra hace más de
cuatro años en etapa de prefactibilidad. Solo se sabe, para los intereses económicos
de la empresa en la bolsa de valores, que ya no hay once sino 24 millones de
onzas de oro en las montañas de Cajamarca. Pero no se sabe a ciencia cierta
cuántas hectáreas de bosque comprometería el área de explotación, ni cuánto el
volumen de roca que van a dinamitar [por eso tampoco se sabe cuántos kilos de
dinamita estamos hablando] ni el agua que precisarían y que podrían reutilizar,
y si se trata de agua subterránea, superficial o de lluvia, o de las tres; y
tampoco los litros de cianuro que tomaría aislar el preciado metal. Tampoco
precisaron la forma como trasportarían el material a la planta de metalurgia
[porque aunque no saben si van a explotar ya están pensando en garantizar ese
proceso], y ni siquiera saben dónde podría quedar ubicada. Nada. No se sabe
nada. Todo está en etapa de prefactibilidad, aunque algunos compartimos la
tesis de que, aunque no se puede defender lo indefendible, lo único que está
explorando la empresa es la forma de sobre explotar el recurso, multiplicar la
tasa de plusvalía y reducir en lo más mínimo la inversión de capital.
Por
otra parte, parece que la nueva dirección de Cortolima ha empezado a emular la
actitud de la empresa. Ahora es posible que la corporación tampoco sepa nada.
Su director pasó de agache como organizador de la mesa, y no dispuso de su
personal técnico para realizar exposición alguna, o en otras palabras, a
despecho del carácter autónomo de la corporación, Jorge Enrique Cardozo no fijó
ninguna posición, a pesar de contar con los conceptos que la misma corporación
adelantó años atrás, durante el período de Carmen Sofía Bonilla, y con todos
los recursos para realizar todos los estudios pertinentes.
Contrariamente,
la asesoría técnica de la alcaldía de Piedras, y la Universidad del Tolima,
fijaron posiciones claras, serias, y con sufi-ciencia le explicaron y describieron
al auditorio, todas las implicaciones ambientales y sociales que comprometería
la puesta en ejecución del proyecto, tanto en Cajamarca, en donde se llevaría a
cabo a cielo abierto como en Piedras, Doima, Camao o Coello o cualquiera de los
51 puntos que supuestamente cuentan como “opcionados” para levantar la planta
de metalurgia.
1.
Un
gobernador desinformado pide consulta popular
El
mandatario seccional pidió un compás de espera para tomar cualquier decisión
frente al megaproyecto. Se declaró “confundido y totalmente desinformado, pese
a toda la información que circula sobre el tema”, al tiempo que volvió sobre su
supuesta “defensa a ultranza del medio ambiente” que asumió rápidamente con el
cargo, a cambio de la timoneada lucha frontal contra Anglogold, con la que se
jugaba los votos de la campaña.
El
punto político importante de la posición del gobernador es su llamado a una
consulta popular, iniciativa ciudadana que en la contraparte al megaproyecto
nos hemos venido debatiendo desde que empezó esta pelea, y sobre la que hoy
Delgado Peñón quiere capitalizar, para quedar bien con Dios y con el Diablo, “y
que sean los ciudadanos quienes decidan si el proyecto va o no va.”
La
propuesta de consulta en el marco de dos coyunturas, una de carácter político y
la de otra de carácter económico, ambas de nivel macro, muy lejos de las
posibilidades del gobernador. La primera tiene que ver con la discusión sobre
la política agraria y desarrollo rural, que es el punto político más importante
que se negocia en la agenda del proceso de paz en la Habana. Con el acenso del
movimiento social y el rechazo generalizado a la locomotora minero-energética
en todo el país [palmario en la agenda de los medios de comunicación que no
pueden ocultar los abusos de las trasnacionales y la posición genuflexa del
gobierno], la balanza se inclina políticamente a favor de uno de los
negociantes, las Farc, que lograron imponerse en las conclusiones del Foro
Agrario Integral con Enfoque Territorial, abierto en el marco de los
diálogos, completamente desfavorables al auge desinstitucionalizado de los
megaproyectos y al latifundio ganadero [de ahí la cólera de Uribe frente al
proceso].
La
segunda coyuntura tiene que ver con el problema macroeconómico que enfrenta el
país por la dependencia de las rentas del sector minero-energético [sin haber
arrancado la locomotora], fenómeno denominado como la enfermedad
holandesa, y cuyo primer efecto, la revaluación de la moneda, pone en
jaque a los sectores exportadores, en este caso del agro: los cafeteros y los
arroceros [también a los floricultores], esa es la explicación por la cual los
costos de producción de las cargas del café superan por mucho el precio que las
comercializadoras están pagando a los campesinos. ¿Todavía piensan que Delgado
Peñón está del lado de la consulta por afinidad con la democracia?
Pero
como ni el gobernador del Tolima ni el director de Cortolima son demócratas ni
tontos, la consulta se asoma como salvavidas, del primero, para no fijar
ninguna posición que incomode al gobierno nacional, del que ha recibido
bastantes beneficios, ni a su potencial base electoral, mucho menos cuando de
telón de fondo están las elecciones para el congreso. De todas maneras, nadie
con dos dedos de frente quiere ser recordado como el gobernador que abrió paso
a la megaminería, aunque a Delgado Peñón tampoco lo vamos a recordar como quien
la enfrentó.
Y en
el caso del segundo, de Jorge Enrique Cardozo, quien entre otras cosas está
allí porque su antecesora sí tuvo el valor civil de enfrentarse a la
trasnacional, por eso se tuvo que ir de la corporación; la propuesta de
consulta es una forma de hacerle el quite a su responsabilidad como director de
la corporación de llevar la tercería en la vigilancia del proceso, y a su
obligación de decirnos qué está pasando y qué va a pasar. Es desconcertante que
el director de Cortolima avale la propuesta de preguntarle a la gente lo que se
debe hacer aun contando con los instrumentos y los funcionarios para explicarle
técnicamente todas las implicaciones, de todo calado, que la realización del
megaproyecto traerían al departamento.
1.
Una
democracia débil
El
Estado colombiano es un Estado fallido, por eso a las trasnacionales y a su
gruesa chequera, les queda tan fácil suplantarlo en las obligaciones con sus ciudadanos:
carreteras, ambulancias, escuelas, vivienda, servicios públicos, becas,
empleos transitorios, proyectos productivos; financiación para eventos
culturales, deportivos, religiosos, etcétera, etcétera, logran que AngloGold
sea vista hoy en el Tolima más que como una empresa, como una fundación
filantrópica. Y eso es lo que esa empresa quiere.
Pero
ese no es el único problema para la débil tradición democrática colombiana:
según fuentes no autorizadas, solamente en la emisora Ecos del Combeima, Anglogold
Ashanti “invierte” en gastos de publicidad la suma de 76 millones de pesos
anuales, aparte de los eventos que la emisora realiza y que la empresa no se
niega en respaldar económicamente. Anglogold pauta en todas las emisoras
comerciales del departamento, tanto en las locales como en las pertenecientes a
cadenas nacionales, en el A.M y en F.M, en informativos matutinos y meridianos,
y en la programación diaria de las casas comerciales. Actualmente patrocina un
programa de televisión de un conocido periodista en El Kanal de Ibagué, y un
programa propio en el canal de Cajamarca, adicional a eso patrocina al Deportes
Tolima, al Conservatorio, y a cuanto evento, salida, actividad, iniciativa… que
le permita reconocimiento ante la opinión pública.
Por
eso extraña el reclamo de Rafael Herz, ex gerente de la empresa en Colombia, y
hoy vicepresidente de sostenibilidad ambiental, quien apeló a la democracia
para ser escuchado cuando los ciudadanos presentes en la mesa técnica no le
permitieron continuar con su intervención. También el del procurador regional
ambiental y agrario quien rechazó la supuesta beligerancia de algunos de los
asistentes, pero no ha sido capaz de musitar palabra ante el lobby permanente
de la empresa en todos los escenarios públicos del departamento, y las pocas
garantías con que ha contado la ciudadanía y la contraparte al proyecto para
dar el debate público en igualdad de condiciones.
Para
no hablar desde fuentes no autorizadas, que no significa que no sean verídicas,
considero saludable que la empresa trasnacional y las empresas de la
información del departamento nos revelen la suma a la que ascienden sus
contratos de publicidad e información. Dicha actitud, antes que violar sus
estatutos comerciales, serían una muestra de trasparencia y de interés por
hacer periodismo de calidad, como lo sugieren los códigos y las conclusiones de
la Fundación Interamericana de Prensa que día a día viene promoviendo esa
iniciativa en América Latina.
1.
Estigmatización
del movimiento
La
última perla de Anglogold, otro golpe más a la moribunda democracia colombiana,
constituye la fotografía que el reportero gráfico de El Nuevo Día tomó de la
pantalla del Smartphone de Herz, quien recibía de Iván Malaver, gerente de
comunicaciones del proyecto, un mensaje en el que le decía textualmente:
“Identificaron en el público de los opositores a varios guerrilleros de
Anaime”, a lo que Herz le responde: “Entendido perfectamente”. ¿Quién los
identificó? ¿Con qué argumentos se los acusa? ¿Por qué no les dieron captura?
¿Por qué la empresa si cuenta con esa información no los ha denunciado ante las
autoridades? Si quienes identificaron a los “guerrilleros de Anaime” fueron
efectivos de la fuerza pública, ¿Por qué le dieron aviso a la empresa y no
procedieron a capturarlos? y si no se trató de la fuerza pública, ¿Tiene la
empresa investigadores privados para vigilar a los opositores del proyecto?
Afuera del auditorio vi a la policía mientras interrogaba a un hombre que
llevaba una cámara escondida en el pecho y un morral desde el que, al parecer,
contaba con aparatos que le permitían redireccionar la información que captaba
desde su pequeño lente óptico. ¿Será esta la forma de identificar a“los
guerrilleros de Anaime” de la oposición? Por hoy me quedo con el
sarcasmo.
***
La
lucha por la defensa del medio ambiente no le compete solamente a quienes
agitan la bandera del ambientalismo. Tampoco es un debate que comprometa
exclusivamente a los técnicos o a los científicos, mucho menos se puede dejar
en manos de la tecnocracia de carácter privado o público: los estudios y
conceptos científicos deben supeditarse a los fines de lo político. Dicho de
otra manera, la lucha en contra de los megaproyectos minero-energéticos nocivos
para la vida, el territorio, la soberanía y la seguridad alimentaria, es
eminentemente política e ideológica, como ideológico es el discurso
especializado y tecnocrático que sobre supuestos técnicos quiere excluir a la
ciudadanía de ocuparse de lo que le corresponde.
La
lucha en contra de la voracidad de las trasnacionales es contra el
imperialismo, y es perentorio que las comunidades se organicen, que la
información deje de concentrarse en “los entendidos”, y que consolidemos unidad
de acción sobre lo fundamental: la vida. Campesinxs, indígenas, estudiantes,
docentes, académicxs, periodistas, organizaciones de base, todxs vamos al
carnaval de la vida.
[1] Según los estudios técnicos de la
Procuraduría Regional Ambiental y Agraria, las afectaciones del proyecto son:
“alteración y destrucción irreversible de ambientes nativos en el área de
explotación, desforestación de importantes zonas de bosques nativos, bosques
secundarios y páramos, eliminación de vegetación amortiguadora de los efectos
de erosión y de sedimentación, reducción de la superficie, el volumen y la
densidad ecológica original de los bosques; pérdida de cobertura vegetal,
modificación en alto grado de sistemas de drenaje de agua superficial y
subterránea, pérdida de biodiversidad alfa, gamma y beta, principalmente
avifauna, anfibios y macroinvertebrados; contaminación de cuerpos hídricos
presentes en la zona de influencia directa e indirecta del proyecto, cambios en
la estructura hidráulica del suelo, graves e irreversibles alteraciones
geomorfológicas en tiempo ecológico entre 1 y 100 años, distorsión de cuencas
hídricas superficiales y subterráneas, contaminación del aire por emisiones de
fuentes móviles y fijas de dióxido de carbono, oxido de nitrógeno, oxido de
azufre, y material particulado; contaminación rutinaria y accidental del agua
superficial y subterránea, del suelo y de la biota con residuos peligrosos;
accidentes por derrames en el área de explotación, destrucción irreversible de
los mosaicos de paisaje; graves y forzados cambios socio-culturales en la
región municipio de Cajamarcar y departamento del Tolima”…
[2] Textualmente, el concepto de las
autoridades ambientales regionales definió que “Ante el incumplimiento de los
Términos de Referencia, los argumentos técnicos expuestos durante esta
intervención y porque una sustracción a la Reserva Forestal Central va en
contravía de los acuerdos internacionales, tales como el de la Diversidad
Biológica, Convención Marco del Cambio Climático, Convención de las Naciones Unidades
de Lucha contra la Desertificación, Convención Internacional sobre Comercio de
Especies en Peligro, Convención sobre los Humedales de Importancia
Internacional, la Corporación Autónoma del Tolima, “Cortolima” considera
inconveniente para el Tolima que el Ministerio de Ambiente, Vivienda y
Desarrollo Territorial conceda la sustracción del área de Reserva Forestal
Central solicitada por AngloGold Aschanti Colombia para adelantar
actividades de exploración minera”.
ResponderEliminarPost really provice useful information!
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