Por María Jimena Duzán
EN PLATA BLANCA
Juan Manuel Díaz, biólogo de la
Fundación Mar Viva, comenta el problema de la Drummond.
MARÍA JIMENA DUZÁN: ¿Le sorprendió la
noticia de que la Drummond vertió carbón al mar?
JUAN MANUEL DÍAZ: No me sorprendió. Lamentablemente eso ha pasado desde que hay
barcazas transportando carbón en esa bahía. Fíje
se usted, en esa zona hay tres puertos de carbón en menos de 30
kilómetros. El primero, el de Santa Marta, nos lo vendieron con la idea de que
iba a ser provisional. Sin embargo al crearse la Sociedad Portuaria los
empresarios del carbón entraron a formar parte de ese grupo y terminaron
quedándose allí. El segundo fue el de Prodeco que queda al lado del aeropuerto
y el tercero el de la Drummond cerca a Ciénaga. Le puedo asegurar que problemas
de vertimientos no solo ha tenido la Drummond. También Prodeco y la Sociedad
Portuaria.
M.J.D.: ¿Y por qué asegura eso?
J.M.D.: Pues porque como investigador de Invemar me tocó ir a ayudar en
esas emergencias. En 2000 tuve que ir a bucear a Prodeco a mirar una
barcaza que se fue a pique con carbón y todo. En el puerto de Santa Marta
enfrente de Invemar se hundió otra. Recuerdo que la reflotaron, pero el carbón
quedó en el fondo. En la mitad de la bahía entre punta Betín y el Morro se
hundió otra.
M.J.D.: ¿Cuántas toneladas habrán caído
al mar durante estos años?
J.M.D.: Es difícil saberlo a ciencia cierta. Lo que sí sabemos es que hay
un efecto acumulativo. A ojo de buen cubero yo diría que esas operaciones
ineficientes dejan una tonelada semanal en el fondo del mar. Afortunadamente en
Santa Marta se logró finalmente que la Sociedad Portuaria hiciera el cargue
directo desde 2001. Sin embargo, en ese puerto sigue existiendo el problema de
que el sitio donde se apila el carbón es muy pequeño y no está cubierto. Los
vientos hacen que ese polvillo impregne la ciudad, lo que afecta el medio
ambiente y la calidad de vida de los samarios. De otra parte, las operaciones
que hacen Prodeco y la Drummond a punta de barcazas son muy ineficientes. Las
que están llenas de carbón son remolcadas hasta los barcos que están bien
afuera. ¿Cómo sacan el carbón de esas barcazas…? Pues con unas cucharas
inmensas. Y en cada cucharada se pierde algo del mineral. Por eso digo que
todos los días cae carbón y que no es extraño que los medios reporten
evidencias de que hay carbón viejo y nuevo en el mar. A estos vertimientos
diarios hay que agregarles los que se producen por accidentes como el de la
semana pasada.
M.J.D.: Según el ministro de Minas,
Federico Renjifo, Drummond (y Prodeco) deben implementar el cargue directo en
febrero de 2014. La idea es que las operaciones se hagan desde otro puerto en
Ciénaga, que está en construcción, y de esa manera la zona de Pozos Colorados
se pueda recuperar para el turismo.
J.M.D.: Eso de hacer otro puerto no sé qué tan buena idea sea. Lo que hay que
evitar es hacer más puertos y buscar utilizar mejor los que hay. Ese puerto
nuevo requiere de un plan de dragado que hay que vigilar porque tiene también
un alto impacto ambiental, que podría afectar el ecosistema del parque de la
isla de Salamanca, ya de por sí vulnerable luego de que le construyeron una
carretera. Ojalá no sea peor el remedio que la enfermedad. Lo cierto es que por
el momento los tres puertos que operan en la bahía de Santa Marta acopian el
carbón a cielo abierto, cuando lo debían hacer bajo techo. Me imagino que el
nuevo puerto en Ciénaga acopiará el carbón de la misma forma y me temo que
trasladaremos el problema del polvillo a Ciénaga.
M.J.D.: ¿Cuál es el impacto de este
polvillo de carbón en el aire?
J.M.D.: Es nefasto. El polvillo puede producir enfermedades mortales como
la silicosis que se adquiere cuando se congestionan los pulmones. Hay otras
menos graves como la conjuntivitis crónica que padecí yo por cuenta de que las
oficinas de Invemar quedaron al lado del lugar donde se acopiaba el carbón en
el Puerto de Santa Marta. Pronto el polvillo nos impregnó todo. Si uno no se
comía el arroz rápido a los diez minutos estaba negro. La camisa, el carro, la
piel, todo quedaba negro. En general se produjo un deterioro de la calidad de
vida que motivó la salida de Invemar de Punta Betín.
M.J.D.: ¿Cuál es el impacto en el
ecosistema marino de los vertimientos de carbón en el agua?
J.M.D.: Depende de la calidad del mineral. Hay carbones que tienen azufres
y otros metales pesados contaminantes. Pero cuando el carbón es de muy
buena calidad y parece que el que se extrae en esa zona lo es, hay expertos que
afirman que este se comporta como un sedimento más. Es, decir, como arena.
M.J.D.: ¿Y usted como investigador
veterano en el tema?, ¿qué cree?
J.M.D.: En Invemar hicimos un experimento. Pusimos en unas piscinas unos
rotíferos,
– invertebrados que filtran el agua y se usan como alimento de camarón
en cautiverio–. Les aplicamos unas dosis de carbón y llegó un momento en que
los bichos se murieron. En nuestra oficina en Invemar en punta Betín, el
polvillo acabó hasta las arañas. Además, en el agua, el carbón tiene un impacto
visual terrible porque pone negras las playas como ha sucedido en las de Pozos
Colorados y las que quedan más allá del aeropuerto. Esto sin contar con la
contaminación que puedan haber traído los accidentes en el mar como el de la
Drummond. Ese carbón que se ha derramado en el fondo va a salir poco a poco a
las playas.
J.M.D.: ¿No se sintió impotente al ver
que las investigaciones de Invemar quedaban desplazadas por otros
intereses?
J.M.D.: Para mí fue muy doloroso ver que Invemar nada pudo hacer. El estudio de
impacto ambiental que se hizo en el 91, cuando empezaron las operaciones de carbón
en Santa Marta, ignoró las recomendaciones de Invemar, que señalaban los
riesgos que esa operación tenía para el ambiente marino. A lo largo de estos
años, Invemar se ha encargado de verificar el cumplimientosde las medidas de
mitigación. Y cuando ha denunciado que los operadores no estaban cumpliendo lo
pactado, tanto los empresarios como la autoridad ambiental se han hecho los
sordos.
M.J.D.: ¿Y qué opina de la decisión del
Anla de suspender la operación de cargue del carbón hasta que no presente un
programa de contingencia que evite nuevos vertimientos?
J.M.D.: No conozco bien el antecedente de fallas de la Drummond. Lo que sí
sé es que lo que se fue al agua es una proporción mínima de lo que ya está en
el fondo. ¿Cuántos años llevan echando carbón al mar sin que las autoridades
ambientales le hubieran dicho algo? Aunque la medida llega tarde es bueno que
los metan en cintura. Ojalá esta decisión no haya sido producto de la presión
mediática. Yo quisiera ver a una Anla más proactiva que reactiva.
M.J.D.: ¿Se pueden recuperar esas zonas
turísticas dominadas por las operaciones de carbón?
J.M.D.: Recuperar esas zonas es muy complicado. Hay por lo menos 36
kilómetros de mar cuyo uso exclusivo por mucho tiempo ha sido la extracción de
carbón. En el fondo hay ya una capa gruesa de ese mineral que limita la
productividad del sistema y lo más probable es que la fauna y la flora hayan
quedado muy afectadas. Recuperar ese espacio turísticamente también va a ser
difícil, a no ser que les parezca bien poner una marina en medio de
playas cada vez más negras.
M.J.D.: ¿Y cuál sería la solución?
J.M.D.: Ahora está de moda una ciencia que estudia el Ordenamiento
Espacial Marino. Es una herramienta para concertar con los que tienen intereses
turísticos, históricos, pesqueros y empresariales. Lo que no se puede es poner
a jugar turismo con pesca, con puerto. No solo se necesita meter en cintura a
los operadores de carbón. Se necesita una política portuaria seria basada en un
ordenamiento del espacio marino.
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