miércoles, 16 de abril de 2014

Los refugiados del clima: los nuevos movimientos sociales, nueva responsabilidad solidaria

Elementos de reflexión alimentados por la experiencia asiática y presentados al Comité Internacional de la Cuarta Internacional en 23 de febrero de 2014
Al igual que muchos otros movimientos dedicados a la solidaridad con las personas afectadas por los desastres humanitarios, decidimos tener en cuenta, como elemento central, la magnitud de los desastres naturales (sean o no de origen humano) después del tsunami que golpeó el Océano Índico en 2004. Al año siguiente, Nueva Orleans (Estados Unidos) fue devastada por el huracán Katrina; seguido por un terremoto al norte de Pakistán y Cachemira.
Con este contexto, presenté un primer informe en 2006 para introducir un debate sobre estos desastres, tratando entonces, como parte de la situación mundial, los fundamentos sociales de la "política de ayuda "implementada por los poderes establecidos, abriendo la discusión sobre nuestras propias responsabilidades y tareas en esta esfera [1].
Este informe demostró que, en particular, la solidaridad prestada por las organizaciones progresistas "sobre el terreno" fue eficaz tanto en situaciones de urgencia como a largo plazo. En caso de emergencia, especialmente, utilicé el ejemplo de Pakistán, donde las primeras casas "duras" reconstruidas en Cachemira en una zona devastada por el terremoto habían sido promovidas por la campaña de Labour Education Foundation y el Labour Party Pakistán. A largo plazo, me referí en particular a los esfuerzos del AREDS, en Tamil Nadu (India), donde se movilizaron los Dalits (intocables) y los pescadores conjuntamente, por encima de las barreras de las castas, y donde los barcos reconstruidos en las aldeas costeras se convirtieron en propiedad colectiva de las mujeres: la reconstrucción no debe hacerse "a la idéntica" - reproduciendo las desigualdades del pasado -, sino "mejor", fortaleciendo la solidaridad popular y la lucha contra la dependencia.
Reconstruir "mejor" es una lucha. En efecto, lejos de reducir las desigualdades sociales y la opresión, provocadas por las catástrofes humanitarias, los ricos buscan aprovecharse de la dependencia y el impacto sobre las poblaciones afectadas. El desarrollo de complejos turísticos en lugar de aldeas borradas del mapa por el tsunami proporciona un ejemplo clásico. Una solidaridad internacional "pueblo a pueblo" "movimiento a movimiento" permite, en cambio, ayudar a la clase obrera en una mejor defensa de sus derechos en todas las etapas, desde la ayuda de emergencia hasta la reconstrucción (hábitats, conciencias, economía…).
Ocho años han pasado desde aquel primer informe, con una nueva acumulación de experiencias. Las conclusiones políticas parecen confirmarse. Sin embargo, es importante volver hoy sobre la evolución reciente y las cuestiones pequeñas que no se abordaron en el informe de 2006, en particular, en lo que respecta a las reglas de la acción humanitaria.
I. Algunos acontecimientos recientes
Observamos entre los acontecimientos recientes:
La extensión y el agravamiento de las condiciones climáticas extremas
El tifón Haiyan (Yolanda) que azotó Filipinas en 2013 es el peor ciclón que tocó tierra jamás registrado. Debe configurarse como de clase 6 (clasificación internacional) o de clase 5 (clasificación de Filipinas) –ahora bien, estos niveles no existían, siendo el 5 (ó 4 en las Filipinas) la clase más alta. Esto implica un nuevo fenómeno.
El calentamiento global provoca un aumento de la temperatura media del agua, y por lo tanto su nivel - y en consecuencia la gravedad media de las inundaciones de origen marino a lo largo de la costa. Así, la elevación del nivel de agua se combina con el poder de los vientos (con rachas superiores a 300 km/h) para causar la destrucción de una magnitud poco común en el centro de Filipinas.
Los fenómenos meteorológicos extremos no se limitan al sur. Este invierno, en Francia y Gran Bretaña han padecido una sucesión muy inusual de tormentas (con rachas superiores a 150 km/h), causando la destrucción costera y repetidas inundaciones. En los Estados Unidos, por su parte, han conocido regiones la sequía y olas de frío excepcional (en contraposición al invierno templado en Europa occidental).
La interacción de los desastres "naturales" con otros desastres socio-humanitarios
Sabemos desde hace tiempo que el caos climático empeorará muchos conflictos, sobre todo por el control del agua. Volvamos sobre tres ejemplos recientes que ilustran hasta qué punto los desastres naturales pueden causar (o combinarse con) otros desastres sociales y humanitarios.
El ejemplo más dramático, por supuesto, se dio en el noreste de Japón, donde, en 2011, en un contexto de irresponsabilidad y falta de preparación de los lobbies industriales y el gobierno, un terremoto seguido de un tsunami devastador fue el detonante del desastre nuclear de Fukushima, el más grave desde Chernobyl.
Recordemos que muchas plantas nucleares fueron construidas a lo largo de la costa o en zonas sísmicas...
Una parte importante de Bangladesh se ve amenazada por inundaciones, especialmente relacionadas con las tormentas tropicales. Los refugiados climáticos, expulsados de sus aldeas, ya son numerosos. Los flujos migratorios, incluyendo los transfronterizos, aumentan en un contexto de crisis social que promueve tensiones entre comunidades en la India y Bangladesh.
En Filipinas el tifón Haiyan (Yolanda) ha afectado a millones de familias. Las áreas afectadas se encontraban entre las más pobres del archipiélago y las poblaciones pueden sumergirse en una mayor pobreza estructural insostenible. Muchos refugiados climáticos también han viajado a la capital, a Cebu o Mindanao, estimulando el chabolismo. Se pide un esfuerzo adicional a los trabajadores filipinos emigrantes -con o sin papeles- en muchos países, pues están enviando una gran cantidad de dinero a sus familias. La onda del impacto social de un fenómeno meteorológico extremo a gran escala puede extenderse más allá del área directamente afectados.
Los países del Norte tienen en general más capacidad para afrontar los desastres climáticos y limitar la propagación de sus efectos sociales. Pero con el aumento de la pobreza en estas sociedades y la reducción drástica de los medios atribuidos a las políticas públicas de solidaridad, existe una preocupación en esta área de una "Tercera Mundialización" de Europa o Estados Unidos...
El capital, de la inacción a la acción negativa
Frente a la crisis ecológica mundial, continúan como si no hubiera pasado nada -esto es la filosofía de los lobbies capitalistas y los gobiernos a sus órdenes. Si hubiera acción, sólo se referiría a los márgenes, o, a menudo, a operaciones de comunicación. Se teme que el momento de actuar venga para lo peor y no lo mejor.
La crisis climática de hecho puede ser una oportunidad para aumentar los beneficios capitalistas. El mecanismo se pone a prueba en una pequeña escala. El capital se asegura las ganancias produciendo de manera contaminante- y asegura nuevos beneficios mediante la venta de sistemas de control de la contaminación... La geoingeniería pretende aumentar esta lógica a través de verter en el planeta limaduras de hierro en los océanos para capturar CO 2 o dispersar azufre a la atmósfera para reducir la temperatura, o poner en órbita espejos espaciales gigantes para reflejar los rayos del sol...
La investigación y los experimentos climatológicos, así como la geoingeniería, ya está en marcha -con el apoyo de la financiación pública. Sin embargo, su aplicación causaría una cadena de desequilibrios en la atmósfera o en los océanos (de la multiplicación de la lluvia ácida a la modificación de los ecosistemas marinos) de la que no podemos prever todas sus consecuencias. También significaría un nuevo salto en la producción, por su impacto en el caos climático y, más en general, en la crisis ecológica global: una espiral infernal.
Sin embargo, la razón ecológica pesa poco frente al atractivo de la geoingeniería para los capitalistas: además de enormes beneficios, promete la creación de nuevos oligopolios que benefician a las rentas a través de su control de los sistemas mundiales –con el contrapunto añadido de fortalecer su poder política dictatorial sobre la sociedad.
Haití y la crisis del sistema de ayudas institucionales
No voy a detenerme en este tema, pero el increíble estancamiento en el que la ayuda institucional cayó en Haití después del terremoto de enero de 2010, ha sido muy profundo, revelando cómo las políticas gubernamentales y la intervención de algunas ONG´s podría alimentar una lógica perversa, descalificando permanentemente los llamamientos a la solidaridad de muchas personas de buena voluntad: el colapso mortal de la ONU y de los gobiernos, la creación de un "mercado de la ayuda" con la competencia entre las organizaciones humanitarias, el abandono de las poblaciones afectadas a su suerte...
No dije en 2006 y no lo estoy diciendo hoy que ¡ninguna organización internacional humanitaria hace un buen trabajo! Pero tenemos que ayudar a crear las condiciones que permitan a las personas que lo hacen –a través de un buen trabajo de la solidaridad- a cooperar más eficazmente con los movimientos sociales progresistas.
Conclusiones
De todo esto extraigo tres conclusiones:
• Los efectos de la crisis climática se hacen sentir cada vez más. Claro que hay que abordar el problema de la oposición a la lógica capitalista a través de políticas públicas basadas en exigencias sociales y ambientales, para limitar y luego detener el calentamiento atmosférico, implicando necesariamente medidas anticapitalistas radicales. Pero también hay que tener muy en cuenta que la crisis es un hecho hoy en día, con consecuencias que hay que incorporar en el análisis de la situación mundial y en la definición de nuestras tareas.
• La primera de estas tareas sigue siendo el despliegue de una autoridad solidaria independiente. Esta fue la principal conclusión del informe de 2006. No se puede confiar en las instituciones o en la "ayuda profesional". Se han logrado avances en esta área, pero limitados. Además, no podemos responder sólo al problema planteado. Es muy importante la participación de (o asociarse con) las organizaciones progresistas que participan en este campo, los sindicatos, los movimientos campesinos, etc.
• Debemos seguir aprendiendo de las experiencias aún recientes y completar el informe de 2006. Necesitamos un verdadero trabajo colectivo de reflexión en un campo de intervención cuya importancia es cada vez mayor, pero que para nosotros es todavía nuevo.
II. Lecciones recientes
Una vez más, no tenemos que comenzar en el vacío: hay que aprender de movimientos que trabajan mucho en la ayuda humanitaria. Pero en algunos países, como Filipinas, nuestra propia experiencia es suficientemente amplia para la reflexión. En especial, me gustaría abordar tres temas poco o nada tratados en mi informe de 2006: los principios de la ayuda humanitaria, la cuestión de los refugiados climáticos como nuevo sector social, la política de prevención -y volver a valorar las decisiones realizadas en la reconstrucción.
Las reglas de la ayuda humanitaria
Insistí en 2006 en el hecho innegable de que la acción humanitaria no puede escapar de la política. Los ricos tratan de aprovecharse de la crisis para fortalecer su control sobre la sociedad y promover sus propios intereses. Nuestro objetivo es ayudar a los más pobres para que no sean los olvidados de la ayuda y defender sus intereses incluyéndolos en la reconstrucción socio-económica.
Sin embargo, podemos llegar a la conclusión de que "todo es político", ignorando incluso las reglas de la acción humanitaria en tiempos de desastre.
Hagamos un paralelo con la acción médica. Un grupo de médicos progresistas eligen intervenir más entre los sectores populares que en los bellos barrios; pero donde lo hagan, sanarán a todos, ricos o pobres. Proponemos llevar la ayuda a las comunidades pobres, a menudo donde el apoyo institucional no llega, escasa o tardíamente; pero la ayuda se distribuirá de acuerdo con la necesidad (magnitud de la destrucción sufrida por cada familia y su estado de privación...) sin hacer una previa consideración política de unos u otros.
Esta cuestión es especialmente sensible después de una catástrofe climática a gran escala: la devastación es tal que el tejido social se rompe y las poblaciones supervivientes permanecen profundamente traumatizadas, perdiendo su libre albedrío. Además de familiares, los supervivientes a menudo han perdido todo: no sólo vivienda y bienes, sino también medios de subsistencia (barcos de pesca, maquinaria agrícola o de transporte, cultivos o plantaciones, fuentes de empleo...) -la economía está devastada. Tienen que empezar literalmente desde cero. Si la zona devastada es amplia, más profundo en el sentimiento de abandono -la sensación de no tener futuro.
Los movimientos sociales no suelen soportar un gran desastre, y en el mejor de los casos, necesitan tiempo antes de encontrar cierta capacidad de reacción. Por ejemplo, en Tacloban (la principal ciudad portuaria en la isla de Leyte) tras el tifón Haiyan, se atomizó el sindicato de los conductores de vehículos de tres ruedas. Tuvieron que reanudar contactos y ocuparse de miembros de familias sumidos en la angustia, ayudarles a encontrar bebida, comida, vivienda… mucho antes de que el sindicato pudiera volver a desempeñar su papel de actor social.
Las actividades de emergencia no sólo tienden a apagar el fuego, sino a recrear la recuperación esencial de unas condiciones de actividad colectiva. Se trata de un momento muy delicado porque determinados poderes (grandes familias adineradas, partidos clientelistas, iglesias identitarias…) no dudan en tomar ventaja para requerir una “deuda de gratitud” al obtener  una ayuda (más o menos real).
¿Cuál puede ser para nosotros el vínculo entre la acción humanitaria con sus principios "apolíticos" (ofrecer una asistencia incondicional a las poblaciones afectadas) y el compromiso político con la clase obrera en su lucha por sus derechos en tiempos de crisis? Nuestros propios principios de auto-organización, concebidos como una condición de auto-emancipación. Mientras que los poderes establecidos pretenden perpetuar la dependencia de la población afectada, nosotros buscamos fomentar su capacidad de autoafirmación, su independencia; esa es la diferencia.
Refugiados Climáticos: sector social, movimiento social
Una de las principales lecciones de nuestra experiencia reciente es que en los países afectados por catástrofes climáticas recurrentes, aparece un nuevo entorno social, un nuevo sector social: los "sobrevivientes", las poblaciones de refugiados climáticos. Si los ricos tienen los recursos necesarios para poner un pie rápidamente en la sociedad, esto no es cierto para los pobres (o familias brutalmente empobrecidas por el desastre). En ausencia de una intervención pública masiva y efectiva a su favor, están condenados a sufrir las consecuencias por mucho tiempo tales desastres; incluso otros desastres van a crear nuevas poblaciones supervivientes-, ¡incluso atacarán de nuevo a las víctimas del anterior!
Podemos trazar un paralelo con los parados y precarios en la Europa de la posguerra. Ayer, un desempleado o desempleada era generalmente un empleado entre puestos de trabajo; hoy es un medio social permanente y en constante renovación. Ayer la situación precaria fue marginal (incluso los inmigrantes a menudo disfrutaron de un trabajo estable); ahora se convierte en una norma. Aparecen nuevos círculos sociales (o vuelven a aparecer), que exigen (re) pensar, percibir sus posibles formas de organización, su dinámica.
Las situaciones de desastres humanitarios no son nuevos en Mindanao, a causa de los recurrentes conflictos militares; y nuestros camaradas tienen una larga experiencia en este campo. Sin embargo, sólo recientemente los ciclones de gran intensidad han vuelto con mayor frecuencia en el sur de Filipinas (previamente golpearon el centro o norte del archipiélago). En diciembre de 2011, el tifón Washi/Sendong y las inundaciones devastaron las zonas costeras donde están activos, especialmente en Iligan, en los barrios populares donde estaban ubicados. Por primera vez, nuestros compañeros se enfrentaron directamente a los efectos devastadores, de los desastres climáticos, psicológicos y sociales - y la aparición de ese entorno social como son los refugiados climáticos. Movilizaron sus redes militantes en esa provincia y otras vecinas: fue una "experiencia fundacional" que les permitió estar mejor preparados para actuar cuando un tifón mucho más violento, Haiyan, golpeó el centro de la Archipiélago dos años más tarde.
Los movimientos de "supervivencia" y los sobrevivientes nacen, auto-organizados, dirigidos por las víctimas de la catástrofe climática. Dos años más tarde, mientras que la lucha por sus derechos continuaba en Iligan (Mindanao), los marcos de este experimento se llevaron a Leyte (Visayas) para ayudar a las víctimas del tifón Haiyan: estos movimientos se reconocen, pueden ayudarse y establecer vínculos, para afirmarse a nivel nacional - y por qué no internacional.
Las víctimas del desastre tienen derecho a esperar ayuda y solidaridad -que es lo que nos ocupa principalmente cuando somos capaces de ofrecer una y otra. Pero más allá de este plan, digamos "básico", debemos responder también a la aparición de un nuevo sector social (los refugiados climáticos) que requieren formas específicas de organización - ¡y puede afectar hasta a millones de personas! Del mismo hecho de la profundidad del siniestro, surgirán con una agudeza particular las preguntas clásicas con las que nos enfrentamos en otras movilizaciones: las desigualdades de clase y el estado, la opresión de género, las tensiones sectarias, el racismo y la intolerancia religiosa, el castismo (cuando hay castas), la violencia contra la mujer, situación y necesidades específicas de los niños...
El punto sobre el que quiero insistir es: la intervención (para nosotros) en defensa de este nuevo sector social resulta compleja –hay que aprender de la experiencia- y es un desafío importante que concierne a toda la organización. No se trata de un caso de responsabilidad marginal, el asunto de una comisión “ad hoc” y algunos “especialistas” en asistencia humanitaria, llenos de buena voluntad. La organización debe entender cuál es la novedad en este campo, con capacidad para movilizar sus recursos, mantener una acción a largo plazo; debe saber cómo reaccionar rápidamente cuando se golpea una nueva área y tomar varias medidas; redistribuir sus cuadros, colectivizar la experiencia, formar en los principios de actuación de emergencia, etc…
Del mismo modo, esta área debe ser incluida en el programa general de la organización. Ya hemos mencionado en el pasado muchas facetas de esta cuestión y sólo quiero volver a la actualidad de dos de ellos: la prevención de riesgos y la reconstrucción en interés de las masas.
La política de prevención de riesgos
El informe de 2006 no dio a la prevención de riesgos políticos la importancia que se merece. Para los afectados por los fenómenos meteorológicos extremos y los países recurrentes (que son más numerosos), no se trata de un vago "principio de precaución": esos riesgos están probados y, a menudo, los departamentos administrativos deberían reaccionar a ellos. Si los gobiernos, sin embargo, se revelan incapaces ante los desastres, es con todo conocimiento de causa.
Las razones por las que un gobierno incumple con sus responsabilidades son muchas: la indiferencia de las élites sobre la difícil situación de los pobres, la corrupción... Estas razones pueden ser muy profundas. Por ejemplo, en Filipinas, la distribución de fondos y la implementación de medidas de emergencia nacional pasan por las autoridades locales, no para fortalecer la democracia directa, sino porque es un sistema clientelista, compatible con todos los niveles de relaciones de patronazgo o con la negociación de alianzas entre las " grandes familias". Problemas: una catástrofe climática mayor provoca la impotencia de las autoridades locales y el sistema se gripa...
De manera más general, la prevención no se limita a un conjunto de medidas "técnicas" (disponibilidad de rescate...). Por ejemplo, no podemos evitar los riesgos de inundaciones relacionados con lluvias torrenciales o del aumento del nivel del mar sin abordar a poderosos grupos económicos: la minería, la agroindustria, el sector inmobiliario, el turismo, la especulación financiera... que requiere de un Estado que haga prevalecer el interés común sobre los intereses privados capitalistas.
Hay en esta zona un vínculo muy estrecho entre un programa de emergencia para proteger al público y una serie de "demandas transitorias" cuya legitimidad es evidente (¡para evitar los desastres humanitarios!) y que implican, para ser aplicadas, hacer frente a la omnipotencia del capital.
Política de reconstrucción
Se encuentra ese vínculo en relación con la política de reconstrucción que defendemos después de una catástrofe climática. El informe de 2006 ya lo destacaba. Digamos, de manera muy sintética, que la reconstrucción nos plantea directamente la cuestión de la reforma agraria en el mundo rural y de la reforma urbana en las ciudades. No sólo se trata de un conjunto de exigencias dirigidas a las autoridades, sino que, por otra parte, el movimiento de supervivientes puede iniciar por sí mismos.
En las aldeas devastadas, reconstruir las casas no es suficiente; son las condiciones generales de vida que deben ser repuestas. Las autoridades deben proporcionar a las familias afectadas parcelas que les permitan producir sin esperar, por ejemplo, que maduren los nuevos cocoteros. Por otra parte, los movimientos pueden por su propia iniciativa revitalizar su propia agricultura campesina ayudando a estabilizar el tejido social, sin depender únicamente de monocultivos o terratenientes, ofreciendo un ambiente más saludable para los niños -y eso es forma parte de un programa para luchar contra el calentamiento atmosférico. El intercambio de experiencias resulta crucial: los agricultores y campesinos, comprometidos desde hace años a la agricultura ecológica en Mindanao, aportan su experiencia a las comunidades rurales afectadas en Leyte.
En las ciudades, la reconstrucción impulsada en los barrios pobres por las autoridades puede conducir a situaciones desastrosas cuando se desvía gran parte de los fondos, cuando no se cumplen las normas arquitectónicas mínimas, cuando las condiciones de existencia no son tenidas en cuenta: expulsión de las víctimas fuera de las áreas de trabajo, del transporte público y de los servicios de salud; falta de privacidad en los edificios y niños abandonados "sin protección" cuando sus padres están ausentes; creación de guetos, zonas delictivas... La lucha por el derecho a la vivienda y un urbanismo diseñado para beneficiar a los pobres tiene una vital importancia contra las grandes zonas de bienes inmuebles y terrenos para la especulación.
Los refugiados climáticos pelean y se unen a los movimientos campesinos y urbanos de pobres, la promoción de puentes, la convergencia y la formación de coaliciones regionales o sectoriales desde el nivel local hasta el nacional.
III. Solidaridad internacional
La coalición Mi-Hands (Mindanao) se formó en respuesta a la devastación producida por el súper tifón Haiyan/Yolanda. Ha realizado un esfuerzo considerable para aliviar a las comunidades afectadas en el norte de la isla de Leyte. La campaña que ha promovido no sólo sirve para valorar la capacidad de movilización de recursos militantes, sino el apoyo financiero que ha recibido a nivel internacional.
Si no se tienen en cuenta los préstamos, Mi-Hands hasta la fecha recaudó 32.000€ -aproximadamente unos 1.000 euros sobre el terreno, 10.000 en Bélgica, y 21.000 a través de la campaña iniciada por Europe solidaire sans frontières (ESSF). Doy estas cifras para demostrar que, incluso a nuestra escala, todo esto se puede hacer efectivo. Y que ese apoyo debe continuar, mientras que Mi-Hands entra en una nueva fase: la rehabilitación y la reconstrucción de los pueblos devastados.
ESSF ha recibido el apoyo de muchas personas y organizaciones, reuniendo una parte en esta sala. Sin embargo, los recursos son, por supuesto, demasiado limitados. No se puede iniciar una o dos campañas financieras anuales exclusivamente para Asia. Los importes recibidos son muy inferiores a las necesidades. ESSF no puede apoyar a sus socios locales, siempre y cuando es necesario (grandes asociaciones de solidaridad comprometen los programas de reconstrucción en 10 años...). Por tanto, debemos ampliar la base de solidaridad.
Tropezamos con una dificultad: la pérdida de las tradiciones "solidaridad popular" y "movimientos a movimientos." Esencialmente, las organizaciones progresistas ya no se dedican a este campo desde hace mucho tiempo, dejando sólo a asociaciones y organizaciones no gubernamentales (o incluso a organismos paraestatales). En el mejor caso, una unión sindical, por ejemplo, envía ayuda a su organización hermana en el país afectado por una catástrofe humanitaria. Se han hecho algunos progresos en los últimos años, por ejemplo ESSF ha trabajado en Francia con la solidaridad sindical. Además, otros movimientos defienden planteamientos bastante cercanos al nuestro en esta área, como el Secours Populaire francés.
Nosotros mismos tenemos mucho que aprender -incluso de las principales asociaciones de acciones de solidaridad de muchos años. También alentamos a otros partidos y movimientos progresistas a participar en esta área y a promover la inclusión de este tema en las redes de militantes como el Forum populaire Asie-Europe (AEPF).Tenemos un papel que desempeñar, por pequeño que sea, en el desarrollo de este compromiso internacionalista o en la reflexión política sobre lo que implica.
Todo ello, continuando las campañas de solidaridad financiera –por el momento a Filipinas.
Pierre Rousset



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