YVES DACHY
Miércoles 17 de octubre de 2012
"Aserraban las ramas sobre las que estaban sentados,
y a gritos se transmitían unos a otros los trucos aprendidos para aserrar más
rápido, y se hundían con estrépito, y quienes lo estaban viendo sacudían la
cabeza mientras aserraban y seguían aserrando"
(Bertolt Brecht, 1954
- Traducción: Jorge Riechmann )
El concepto de biodiversidad que
defendió el entomólogo Edward Wilson en la Cumbre de Río (1992) es
probablemente la idea más interesante que nos ha dejado aquel foro. Este
concepto va más allá de la concepción clásica en la que las especies se
entendían bien como independientes unas de otras, bien como parte de un
conjunto. Se hablaba de la necesidad de proteger las especies", lo que a
veces se limitaba a proteger algunos animales o plantas raras, emblemáticas o
vistosas.
El concepto de biodiversidad se basa en
una visión integral que toma en cuenta la interacción de los organismos entre
ellos mismos y en relación con el medio en el que se desenvuelven. No existe
una jerarquización sino una interacción entre los organismos vivos. La defensa
de las especies se plantea sin ningún a prioriideológico o cultural
y teniendo en cuenta el conjunto de ecosistema Tierra, que está siendo puesto
en peligro por una de sus especies: la humana. A pesar de la gravedad del
problema, las corrientes anticapitalistas dudan, no dominan el tema o
argumentan que no hay prisas para integrar la defensa de la biodiversidad, que
afecta a la supervivencia de los seres humanos, en la lucha contra la barbarie
social y en una perspectiva socialista.
La desaparición de
las especies
En el siglo XX, las estaciones de
servicio disponían de un cubo de agua y una esponja para limpiar restos de
insectos incrustados en el parabrisas. A medida que los insectos fueron
desapareciendo, en la década de 1990 los automovilistas dejaron de limpiar el
parabrisas tan asiduamente y desaparecieron los cubos de las estaciones de
servicio. En la región mediterránea, la gente instaló rejillas en las puertas y
ventanas de sus casas para evitar la intrusión de insectos. Una solución que
evitaba las molestias causadas por los intrusos y permitía disponer de luz
natural en las habitaciones. Desde el año 2000, la gente las está retirando
porque los insectos apenas constituyen una molestia.
Asociaciones de naturalistas han
reelaborado los registros de insectos siguiendo la recolección de datos
realizados cien años antes. Pero ya no es posible confeccionar las fabulosas
colecciones del siglo XIX; muchas especies apenas existen o están circunscritas
a localidades muy concretas. Observaciones espontáneas realizadas por los
habitantes, agricultores o guardabosques, confirman la gravedad del fenómeno
tanto en tierra como en agua dulce (aquí no abordamos los océanos). Los
agricultores han remarcado la desaparición de acianos y de neguillas
(Agrostemma githago), antes bastante comunes, así como de escarabajos y
lombrices, en las tierras tratadas con fertilizantes químicos. Los pescadores
constatan la escasez de gobios, cotos, bagres, percas, truchas y lucios en los
ríos contaminados (en Francia, el 60%); los jardineros apenas ven grillos y
larvas de escarabajo. Algunas especies amenazadas se conservan en zonas protegidas
por sus condiciones locales o en reservas. La gente se sorprende por la
aparición de "nuevas" plantas como la Jussiaea repens, originaria de
Brasil, que se importaron para embellecer las cuencas de los jardines botánicos
de Montpellier... y que ahora saturan los canales, lagos y ríos porque se
importaron sin sus parásitos y predadores naturales.
Los naturalistas realizan informes más
detallados y cuando un depredador no encuentra su presa habitual hablan de
"ruptura en la cadena alimentaria". Desde la década de 1970, en las
publicaciones científicas han aparecido comentarios como "no ha sido visto
desde entonces ..."," es raro "," parece que ha
desaparecido"... Se empezaron a notar los efectos de los pesticidas. En
1966, la mariposa de la col (Pieris rapae) era tan abundante cerca de la ciudad
de Sedan, que pude encontrar varios ejemplares con morfología anormal en un
campo de alfalfa. En una jornada pude completar una hermosa colección de
ejemplares con anomalía en el desarrollo del ala (formas teratológica).
Cuarenta años más tarde, volví a visitar los mismos campos de alfalfa y no
logré ver más que una mariposa ¡por hectárea! La situación es similar para
otras especies que observé en los años 60. En muy poco tiempo, los insectos
desaparecieron del campo; los agricultores no se habían percatado de su
utilidad,... hasta que las abejas, principales proveedoras de polen, también
comenzaron a desaparecer. La posibilidad de que desaparezcan los polinizadores
es una perspectiva inquietante que, afortunadamente, está saliendo al debate
público y plantea la necesidad de actuar.
En 1987, un equipo de naturalistas
alemanes publicaron un extenso libro para llamar la atención sobre el peligro
de extinción de las mariposas. El libro fue inmediatamente traducido al francés
por Gérard-Christian Luquet /1. Ilustrado y con un contenido muy
didáctico, el libro presenta pruebas sobre prácticas muy extendidas como la
quema de terraplenes y otros matorrales en primavera y el uso sistemático de
productos químicos innecesarios y peligrosos para las especies que se refugian
fuera de las zonas de cultivo. Este denuncia no provocó ninguna reacción por
parte de los partidos políticos ni de los gobiernos. Si tomamos la
biodiversidad en su globalidad, lo que estamos destruyendo es un capital
económico, genético, científico, estético y cultural. Las mariposas, símbolos
de la futilidad, de la inocencia y la paz, están desapareciendo debido a que
"las mariposas sólo puede existir en un ambiente natural opulento
" (Luquet). Frente las carcajadas de la gente ignorante -y a
veces de los activistas- está la risa amarga de quienes se ven privados de los
insectos que precisan sus plantas para la polinización.
El fin de la caza de
escarabajos
En la década de 1970 ocurrió un hecho
característico del nuevo mundo en que vivimos, cada vez más antropocéntrico.
Estamos hablando del poco conocido y casi nunca mencionado destino del
escarabajo común (Melolontha melolontha). Históricamente, este gran coleóptero
era temido por los agricultores, y jardineros, porque atacaba casi todas sus
cosechas. Las quejas de los campesinos contra los escarabajos datan desde el
desarrollo de la agricultura en la Edad Media. Sus larvas, conocidas como
"larvas de abejorro", se crían en la superficie de terrenos blandos,
no sujetos a inundaciones y ricos en materia orgánica. Se alimentan de las
raíces de las plantas tiernas, llenas de nutritivos dulces, y matan las
herbáceas. La metamorfosis se da cerca de la superficie y los adultos emergen
de la tierra entre los meses de abril y junio. Atacan las hojas y los brotes en
primavera. Se alimentan de los pistilos de las flores que preceden a la fruta o
mordisquean los primeros frutos en mayo-junio, imposibilitando su
comercialización y su buena conservación. La acción desarrollada por el
escarabajo era de tal envergadura que influyó en las prácticas de cultivo de
los campesinos.
Para combatir las larvas de abejorro se
aró profundamente la tierra, ya que las larvas hibernan a 60 centímetros. Esta
práctica requería una tracción potente, con dos o cuatro arados tirados por
caballos, lo provocó otros problemas: mayor erosión del suelo y mezcla de
tierra fértil con un sustrato menos rico en materia orgánica. A consecuencia de
ello, fue necesario aumentar la cantidad de fertilizantes. La tierra que no se
cultivaba, también se labraba antes del invierno para destruir los huevos
depositados en ella y dañar las larvas. Pero los escarabajos comunes eran tan
numerosas que esta práctica, desarrollada a partir de 1945 con la introducción
de los tractores en el campo, no logró evitar la obsesiva presencia de estos
insectos. Tampoco evitó los "años de larvas", en los que estos
insectos, sin que nadie sepa por qué, proliferaban con especial abundancia.
Para limitar su presencia, la solución más eficaz continuó siendo la
recolección de los escarabajos adultos a través de la movilización masiva de la
población.
Fue la época de la caza del escarabajo:
se organizaron grandes y festivas batidas populares en los pueblos afectados,
desde Francia hasta Hungría (hasta hubo bodas). Todo el mundo disponible,
incluso los escolares, participaba en la actividad. Al alba, cuando los
escarabajos están aún entumecidos por el frío y la humedad de la noche, se
golpeaban las ramas con grandes varas y los insectos caían al suelo. Solo hacía
falta recolectar inmediatamente lo que caía. Había mucho para recolectar. La
enorme cantidad de escarabajos recolectados terminaban siendo arrojados a
zanjas o utilizados como abonos para los jardines.
El escarabajo común representó típicamente
una "plaga" o una "catástrofe". Durante siglos, se utilizó
de todo para destruir las larvas, sin que se lograra reducir su población hasta
la década de 1970. De haberse logrado antes, quizás hubiera sido posible evitar
dañar otras especies. En Francia, desde la creación del Instituto Nacional de
Investigaciones Agronómicas (INRA) en 1946, varios laboratorios intentaron
abordar su erradicación, pero sin éxito inmediato. La primera generación de
insecticidas químicos como el DDT, al no lograr alcanzar las larvas, no obtuvo
resultado en sus primeros años. No fue sino en la década de 1960, tras la
acumulación de pesticidas en tierra, agua y plantas, cuando se empezó a
registrar la primera disminución de la población de escarabajos. Una
disminución que se confirmó en la década siguiente. En los años 80, la caza del
escarabajo dejó de existir en Europa occidental. En el siglo XXI, se ha
convertido en una de esas historias que cuentan los abuelos a los nietos.
Con el desplome de las poblaciones de
escarabajos, lo que está ocurriendo en realidad es que está desapareciendo una
larga lista de invertebrados que viven bajo tierra. La Cetonia arauta (larva
que consume madera seca o paja descompuesta) y los cárabos (que son carnívoros
en todas sus fases), por no mencionar más que los insectos más espectaculares,
hace tiempo que no se ven en los jardines, y han desaparecido en regiones con
grandes extensiones agrícolas. Hay gente del campo que nunca han visto
escarabajos o la Cetonia arauta, y no son capaces de reconocerlos cuando se les
muestra un ejemplar conservado. Los invertebrados están sufriendo la misma
suerte en este impulso ecocida /2que se está extendiendo a toda la
fauna. Este fenómeno está dando lugar a un empobrecimiento del vocabulario
común en lo que respecta al medio ambiente, ya que solo nombramos lo que
conocemos. El conocimiento empírico de los agricultores, basado en la
proximidad con la naturaleza, que podría hablarnos de la diferencia entre los
insectos ofensivos y los inofensivos, ha sido reemplazado por términos
genéricos a los que se les da una connotación negativa como "moscas",
"mosquitos", "avispas, ","larvas ",
"parásitos", "fétidos", "inmundos", etc.,
sustentados por la publicidad, los media, las sociedades de caza... Esta
evolución ha venido acompañada de muchas fobias, e incluso, entre las personas
que aún viven en las ciudades, por un síndrome de "miedo a todos los
animales".
Los invertebrados no sólo están
desaparecen de las zonas de cultivo sino también de las tierrasbaldías, al
margen de la distancia en la que se encuentren respecto a las cultivadas.
La fumigación de terrenos con pesticidas constituyen verdaderas trampas
mortales para volátiles como las mariposas, las libélulas, los coleópteros y
los pájaros, todos ellos buenos voladores . Las moléculas que están envenenando
la biosfera son las famosas COP: contaminantes orgánicos persistentes. Se
instalan en la grasa de los animales y se concentran a lo largo de la cadena
alimentaria, especialmente en los grandes depredadores como el oso polar y ...
los humanos.
Los herbívoros los asimilan cuando
pastan en campos contaminado. En las personas la contaminación se da a través
de la leche y el pescado. Los pesticidas utilizados en los continentes también
envenenan los mares.
Los escarabajos no se desplazan mucho y
en áreas no tratadas por los fertilizantes químicos sólo han podido ser
erradicadas por el desplazamiento natural (por el viento, la lluvia, o tránsito
de los animales contaminados) de los contaminantes orgánicos persistentes. De
aquí se deriva que si los pesticidas utilizados en algunos cultivos llegan a
afectar a amplias zonas colindantes es debido a que se han utilizado cantidades
excesivas, mal calculadas y mal aplicadas, como ocurre con los plaguicidas
fumigados desde el aire, especialmente en los EEUU, que forman una temible
neblina, peligrosamente transportada por el viento.
En el tiempo que abarca una generación
humana, la dispersión de los contaminantes orgánicos persistentes,
frenéticamente expandidos por la especie humana, se ha extendido a todo el
planeta y ahora mismo nadie está libre de sus efectos. ¡A las mujeres Inuit que
habitan en las zonas glaciares del norte de América y Groelandia, que
tradicionalmente sólo comen la carne de foca o pescado, se les ha aconsejada no
consumir productos locales cuando están embarazadas, ¡a pesar de la ausencia
total de vertidos tóxicos en estas enormes áreas! En el umbral del tercer
milenio, una muestra de sangre tomada en no importa qué parte de Europa revela
la presencia de varias sustancias tóxicas; entre ellas, !dioxinas! Si bien
conocemos más o menos los efectos que produce cada plaguicida por separado, aún
no tenemos ningún conocimiento verificado de los efectos que pueden producir
combinadamente. La dispersión creciente de millones de toneladas de
desinfectantes, antibióticos y sustancias que perturban el sistema endocrino a
lo largo de todo el planeta forma un cóctel incontrolable para una
biodiversidad y una población humana debilitadas.
A pesar de que se conocen los efectos
de los contaminantes orgánicos persistentes sobre los seres vivos, no se ha
reducido su cantidad. Desde 1945 se han filtrado en la tierra cada vez en
cantidades mayores y, debido a la extraordinaria capacidad de resistencia de
los COP, la naturaleza no tiene mecanismo para degradarla, por lo que estas
moléculas artificiales ponen en riesgo las aguas del subsuelo. Como es lógico,
los capitalistas fomentan su consumo y generan ansiedad entre la gente a través
de una propaganda demagógica e informes "científicos" deshonestos.
Aunque las dosis recomendadas por los vendedores son ya demasiado altas en
relación al efecto esperado, los agricultores y jardineros las incrementan aún
más para tratar de evitar problemas en los cultivos y las plantas. Lo que da que
pensar cuando los parásitos contra los que se utilizan ya han desaparecido. En
cuanto a los capitalistas que inundan el mercado con productos dañinos para los
organismos vivos, su política se puede resumir de la siguiente manera:
"Después de mí, el diluvio". También contaminan la conciencia de la
gente difundiendo la idea de que los espacios entre las plantas cultivadas
deben estar limpios como una bola de billar y que el medio ambiente ha de estar
completamente libre de "bichos".
Cuando se fumigan amplias extensiones
de cultivos se puede considerar, es lo que confirman las muestras obtenidas,
que la fumigación afecta a toda la región, zonas urbanas incluidas, y a los
habitantes que respiran e ingieren productos de "efectos múltiples".
Ahora mismo, la disminución en las especies de cigarras -emblemáticas en las
fábulas de La Fontaine- es una prueba de la repercusión generalizada de los
plaguicidas utilizados en la agricultura. Las cigarras no frecuentan mucho las
áreas de cultivo, desarboladas y demasiado ruidosas para la larga vida de las
larvas (4 a 17 años). Los adultos de muchas especies se reúnen en los árboles
de las ciudades que, en principio, no sufren el efecto de las plagas. Pero como
los plaguicidas llegan a todas partes, van desapareciendo.
Denunciado desde hace mucho tiempo por
los científicos (algunos sufrieron represalias por ello), ya se está empezando
a reconocer el impacto de los agentes tóxicos en la salud humana. En febrero de
2012, el Tribunal Superior de Lyon condenó a Monsanto a indemnizar a un
agricultor expuesto a uno de sus pesticidas durante su actividad profesional.
El 7 de mayo de 2012 será más recordado que el 6 de ese mismo mes (elección de
François Hollande) debido a la entrada en vigor de un decreto que, por primera
vez, establece un vínculo entre la exposición a los pesticidas y la enfermedad
de Parkinson, que ahora se reconoce como enfermedad profesional en la
agricultura, si la exposición se da durante ¡diez años! Esta restricción
burocrática ignora la intensidad de la exposición y su peligro para los
agricultores. El decreto incluye productos de uso agrícola y la inhalación o
contacto con cultivos, superficies o animales que hayan sido tratados con
pesticidas (antiparásitos). Así pues, quienes vivan colindando con terrenos agrícolas,
los excursionistas y los niños y niñas que transiten en un entorno natural que
ahora sabemos que está contaminada por todas partes, están expuestos a las
mismas patologías que están empezando a ser identificadas para los
agricultores. En vez de reconocer las enfermedades profesionales después de
largos litigios, sería mejor que dejaran de utilizar los cóctel de plaguicidas
que las generan.
Para abandonar el uso de pesticidas
será necesaria una larga batalla, como lo fue la emprendida para prohibir el
uso industrial del amianto y compensar a sus víctimas. Pero, si en el caso del
amianto se necesitaron tres décadas para obtener resultados, ¿cuánto tiempo
tardaremos en acabar el caso mucho más complejo de los plaguicidas, multiformes
y de uso mundial, sabiendo que habrá que volver a aprender a trabajar la tierra
para redescubrir los ecosistemas y reorientar las ayudas estatales?
Hacia un mundo sin
animales salvajes
Gravemente afectados por la pérdida de
sus presas, también están disminuyendo las aves, murciélagos, reptiles y
anfibios; y esta tendencia parece estar acelerándose a nivel mundial. El
recuento de los anfibios en las selvas de América Central, extensas zonas donde
no hay agricultura ni ciudades, muestra un déficit en el número de individuos por
especie de anfibio de hasta un 90% en 25 años. Las población de estas especies
están disminuyendo y la falta de alimento está creciendo a lo largo de la
cadena alimentaria. En estas situaciones de escasez, algunos depredadores están
cambiando su dieta: atacan nuevas presas, como se observa en la impresionante
depredación de las cigarras por gorriones que los naturalistas han observado
desde hace varios años en Europa,.
Entre las grandes poblaciones de
animales de mayor tamaño están apareciendo otros fenómenos extraños e
inquietantes, como las pandemias que, sin precedente alguno y sin que se
conozcan las causas, se están produciendo en diversas especies: herbívoros
africanos, murciélagos americanos, peces, cangrejos europeos y moluscos de agua
dulce en los continentes. Hemos asistido a la desaparición de grupos enteros de
anfibios en varios continentes. Estos desastres parecen estar relacionados con
la combinación de diversos productos muy agresivos: dioxinas, furanos, PCBs,
organoclorados, organofosforados, trastornadores endocrinos, etc. Existen
fuertes sospechas sobre los graves efectos que puede provocar la sinergia de
este cóctel. Los trastornadores endocrinos, que se usan habitualmente de forma
muy ingenua, actúan en dosis infinitesimales y desregulan los delicados
equilibrios hormonales que determinan la reproducción en los insectos, y
también en los vertebrados, provocando una desregulación espectacular del
sistema reproductivo, que les produce infertilidad. Su impacto en nuestra
especie es más que probable, tal y como sugiere, por ejemplo, la pubertad
precoz (sin precedentes) en los adolescentes y la degradación continua de la
calidad del esperma humano.
A todos estos agentes cuya actividad es
letal, hay que añadir ahora los productos farmacéuticos y los de uso
veterinario: antibióticos, estrógenos, antiinflamatorios, etc. Los organismos
sólo absorben una pequeña parte de los medicamentos que reciben; el resto queda
depositado en la naturaleza, porque las plantas purificadoras de agua no
depuran los medicamentos. Los antibióticos se utilizan en todo el mundo para
fomentar el crecimiento del ganado. El uso de antibióticos, que se utilizan
masivamente en su alimentación a lo largo de varios años, contribuye a la
selección de bacterias resistentes a los antibióticos. De ese modo, por
selección evolutiva, hemos seleccionado bacterias patógenas ¡resistentes a
todos los antibióticos conocidos! Ahora mismo, la medicina se encuentra
impotente para hacer frente a algunas bacterias resistentes a los antibióticos.
En el caso del DDT, se conoce su peligrosidad para los seres humanos desde los
años 1960. Sin embargo, la Organización Mundial de la Salud y el Programa de
las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, controlados y financiados por
gobiernos liberales, sólo prevén el abandono total de DDT ¡a partir del año
2020! Poco utilizado en Europa, el DDT aún se fabrica para ser vendido en
África, América del Sur y Asia bajo 25 marcas diferentes, aunque la molécula
básica siga siendo Dicloro-difenil-tricloroetano (DDT). Son pocos los gobiernos
que se oponen abiertamente a este producto aplicando el dicho de que "todo
tiene un precio".
También hay que dar a conocer las
razones de la disminución radical de la población de golondrinas y vencejos (de
las que no quedan en Europa más que cinco y tres especies respectivamente).
Estas aves se alimentan de insectos que capturan en vuelo. Respetadas por los
agricultores, estas especies se aprovechan del trabajo en los campos, que
avienta numerosos insectos a los que capturan al ras del vuelo. Con la llegada
de la fumigación, los insectos que vuelan mientras fumigan las máquinas, se
impregnan de veneno concentrado. En este estado son atrapadas por los pájaros,
que terminan envenenándose y transmitiéndolo a sus crías a través de la alimentación.
Sus poblaciones está en regresión: el vencejo común ha sufrido una caída del
41% en veinte años en Francia (Fuente: LPO, Francia). Pero desde que se
introdujeron los pesticidas, en 1945, esta población ha disminuido en un 60%.
El famoso vals de Trogne y Pagano, "El regreso de las golondrinas",
un clásico para virtuosos del acordeón, ya no tendrá la misma resonancia si
quienes lo escuchan no conocen las hermosas golondrinas.
Tratando salvarse del hambre, las
especies recurren a áreas urbanizadas para aprovechar las migajas de nuestra
civilización. Las urracas se están convirtiendo en amigas de la gente y se
establecen en los suburbios. Los zorros viven en los intersticios de las
ciudades europeas. Las cornejas proliferan en Tokio. Estas especies emblemáticas
en todas las culturas que se refugian de sus peores enemigos en las ciudades,
¡están derrotadas! La presión humana sobre estas especies declaradas
"nocivas" es cada vez mayor: ¡van a desaparecer!
¿Quién hubiera pensado que nuestros
incansables gorriones, siempre unidos a un entorno urbano, fueran disminuyendo
tan bruscamente como ahora? Parecía que estos geniecillos del aire de las
ciudades no se verían afectados por las fumigaciones porque habitan en zonas
urbanas. El error está en creer que la fumigación sólo actúa localmente. Pero,
los gorriones deben reproducirse, y sus crías son insectívoras. Aquí se repite
el mismo proceso que condujo a la disminución de la población de golondrinas.
El número de individuos que alcanzan la madurez sexual en buen estado de salud
se hunde. Hay zonas vinícolas en las que ya no existen gorriones. Estamos
entrando en la era predicha por Rachel Carson en su libroSilent spring,
publicado en 1962 en los Estados Unidos, /3 cuya pertinencia,
para disgusto de los industriales estadounidenses, que le acusaron de
"comunista", condujo a la prohibición del DDT en los Estados Unidos
en 1972.
En la superficie del planeta, existen
vastas regiones agrícolas sin animales salvajes, a los que matamos de hambre o
exterminamos a través de la caza y la destrucción de biotopos. Ahora estamos
descubriendo que nuestra especie se ve afectada, que nuestros cuerpos acumulan
moléculas cancerígenas o neurotóxicas. Las abejas, seleccionadas y cuidadas por
los seres humanos, y todos los insectos que participan en el proceso de
polinización, muestran un declive preocupante. Su desaparición abre un nuevo
capítulo en la perspectiva de la pérdida de especies de plantas que dependen de
un polinizador para su reproducción. Lo que resulta sorprendente, ya que los
animales salvajes están muriendo masivamente a causa del envenenamiento ¡que
era lo que se buscaba!
Los partidos políticos, que no están
reaccionando a esta intoxicación generalizada del planeta que habitamos, se
verán confrontados a movilizaciones sociales, cuyos motivos no logran entender.
La existencia de insectos resistentes a diversos pesticidas y de plantas
salvajes resistentes al glifosato (Round-up, Grassane, …) pone fecha de
caducidad al cultivo de plantas patentadas como tolerantes a los herbicidas.
Las catástrofes de Minamata /4 y Bhopal /5se
produjeron en una situación de absoluta falta de preparación de los gobiernos y
de las organizaciones sociales. Estos dramáticos acontecimientos sólo podían
ser previstos y evitados a través de la presión a los gobiernos que estaban al
servicio de los poderosos lobbys. En su día, en un documental sobre Minamata,
vimos a los científicos obligados a declarar, con el rostro oculto, sobre la
elevada concentración de mercurio en los peces ¡que estaba envenenando a la
población! A menudo descubrimos hechos como esos, que afectan a la salud de la
gente y que se ocultan o se tratan como "secretos de estado". A veces
sin ninguna razón lógica, como en el caso de la "nube de Chernóbil",
cuya existencia negó el gobierno francés de forma totalmente irresponsable.
Debido a estas catástrofes, y a otras
de carácter más local, la variedad y cantidad de agentes nocivos en la biosfera
ha crecido constantemente. La aparición de nuevas patologías en nuestra especie
(mayor incidencia de enfermedades que antes eran raras, la degradación de la
calidad del esperma humano, asma...) anuncian desastres semejantes al de
Minamata a gran escala. Es algo que ya está ocurriendo en muchas especies
animales que sufren patologías masivas. He señalado más arriba que, hoy en día,
un análisis de sangre realizado a cualquier ser humano indica la presencia de
sustancias tóxicas provenientes del medio ambiente o de la degradación de
productos peligrosos (como el DDE para el DDT). En la sangre de los seres
humanos también encontramos productos tóxicos naturales. Estos productos
(radio-isótopos, arsénico, mercurio), estaban fijados en las rocas,
neutralizados y allí se mantenían indefinidamente, sin peligro para las
especies vivas y el agua subterránea, hasta que las actividades geológicas e
industriales llevadas a cabo sin precaución les hizo entrar en contacto con los
seres humanos, la vida animal y la flora.
Envenenamiento y
mutación artificial del suelo, urbanización ...
El envenenamiento y la pérdida de los
suelos, al transformarlos en espacios artificiales, son un asunto vital,
desconocido para el público, las asociaciones y administraciones, que
multiplican las urbanizaciones, aparcamientos y almacenes a expensas de tierras
agrícolas de gran valor agronómico. En Francia, se ha desnaturalizado, es
decir, urbanizado, asfaltado, o cubierto con grava tratada con herbicidas,
alrededor del 6% del territorio. Estos espacios transformados permanentemente
en estériles se han duplicado en 20 años. Los países más industrializados del
mundo se dirigen hacia el 10 y 12% de este tipo de terrenos en el mismo período
de tiempo. En fin, las carreteras, las cimentación de laderas, las zanjas y los
canales generan innumerables parcelas de tierra acordonadas que bloquean la
circulación de los organismos vivos y los intercambios genéticos en el suelo.
El volumen de la biomasa que se
encuentra en el suelo no es menor que la que se encuentra en la superficie. Los
organismos provenientes de muchos grupos animales y vegetales interactúan con
las plantas, a las que proporcionan elementos esenciales (carbono,
oligoelementos y nutrientes importantes como el nitrógeno). Las lombrices
reciclan la materia orgánica atrapada en el suelo y la llevan a la superficie.
Muchos invertebrados, mediante relaciones depredador-presa, animan este medio
que escapa a nuestra vista, lo enriquecen y airean, evitando una compresión
excesiva del suelo.
En el suelo se depositan todos los
productos químicos utilizados en la agricultura. La creencia de que hay que
"arrancar la mala hierba" entre las hileras de las vides, de los
árboles frutales y plantaciones en general es una práctica inútil y nefasta que
aumenta la cantidad de pesticida que afecta al suelo. En última instancia,
estos métodos de cultivo son siempre excesivos e inadecuados para la
conservación de las especies (hasta 16 pulverizaciones al año en los huertos).
Debido a ello, la biodiversidad se agota y, con el tiempo, desaparece. Este
proceso conduce al incremento del consumo de agua y fertilizantes.
Progresivamente, los terrenos así maltratados llevan cada vez más a cultivos
basados en insumos sintéticos en lugar de nutrientes basados en la
biodiversidad de los suelos naturales.
Contaminados y empobrecidos, los suelos
cada vez aceptan menos vegetales en la superficie y quedan pelados. Es ahí
donde empieza otro fenómeno irreversible: la pérdida de humus y partículas
finas erosionadas por la lluvia, el viento y el flujo de agua. Los cultivos en
suelo tan pelados como la cáscara de un huevo (a base de aplicar herbicidas) en
las principales regiones productoras de vino y fruta, producto de los
tratamientos herbicidas, están contribuyendo al envenenamiento de la biosfera y
de las y los trabajadores agrícolas. En estos suelos pelados y secos, el viento
se llena de pesticidas y la erosión deja al descubierto las raíces de las
plantas. Además, y no es una cuestión secundaria, la pérdida de la
biodiversidad natural hace que los suelos ya no retengan el carbono, dejan de
cumplir esa función). En efecto, multitud de organismos que habitan en el suelo
fabrican carbonatos en forma de rocas, mientras que otros capturan el carbono
del CO2 y liberan el oxígeno a la atmósfera.
Estos métodos de cultivo, que cada vez
son más costosos y peligrosos para los seres vivos, son el resultado de la
falta de información por parte de los gobiernos y del comportamiento ortodoxo
de los profesionales “programados” por la industria agroquímica capitalista,
porque el "crecimiento" implica, también para los agricultores y el público,
el uso de plaguicidas. Tratar de vender cada vez más pesticidas, envenenando
más aún la biosfera, por razones puramente capitalistas, confirma la
perversidad profunda de este sistema. Se trata de prácticas y métodos
criminales que se inscriben en la continuidad de las catástrofes
"pioneras" de Bhopal y Minamata. Es urgente poner fin a esto. Las
corrientes anticapitalistas han de plantearse cómo hacer frente a esta
alienación.
05/2012
Traducción: VIENTO SUR
notas
1/ El libro fue
escrito por Josef Blab y otros, y la edición francesa adaptada por Gérard -
Christian Luquet. Fue publicado bajo el título Sauvons les papillons,
ediciones Duculot, París 1988.
2/ Un ecocidio se
define como la acción de las especies y la destrucción de las relaciones que
existen entre ellas, cuyo conjunto forma un ecosistema. El término ecocidio se
dio a conocer con la primera edición del libro de Franz Broswimmer, en 2002: Une
breve histoire de l’extinción en masse des espèces, con prólogo de
Jean-Pierre Berlan, Edit. Agone .
3/ El libro de
Rachel Carson fue publicado en una edición francesa en 1968. Ha sido reimpreso:
Rachel Carson, Silencieux Printemps, Edit Wildproject, Marsella
2009.
4/ En 1932, la
planta petroquímica de la empresa Chisso, instalado en 1907 en Minamata, en el
sur del Japón, comenzó a arrojar al mar cantidad de residuos de metales
pesados, como mercurio. Estos se concentraron en los peces, causando
enfermedades del sistema nervioso en los seres humanos (pérdida del control
motor, por ejemplo), así como abortos y nacimiento de niños con malformaciones.
La compañía Chisso intentó mantener el asunto tranquilo, ofreciendo dinero a las
familias de las víctimas.
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