martes, 29 de septiembre de 2009

Inundados y con sed

REVISTA SEMANA
Sábado 26 Septiembre 2009

Colombia es uno de los países menos contaminantes, pero será uno de los más afectados por el calentamiento global, con graves consecuencias para su economía. Si no se hace algo ya, el desastre será inevitable.

Con el cambio climático y sus consecuencias sobre los países, parece confirmarse el refrán según el cual siempre pagan justos por pecadores. Sólo basta con mirar los efectos que ya está ocasionando el calentamiento global en Colombia para saber quiénes comienzan a pagar los platos rotos de la contaminación que por décadas han acumulado los países industrializados y las economías más potentes del planeta

Aunque Colombia carece de una gran industria y su energía es limpia, pues proviene un 80 por ciento de centrales hidroeléctricas, eso no significa que saldrá inmune de los efectos del calentamiento global. Paradójicamente es uno de los más afectados por algo que no es su responsabilidad. El efecto invernadero es el fenómeno por el cual las emisiones generadas por la combustión, entre otros, de carbón, gas natural y petróleo (debido a la actividad industrial y económica) se retienen en las capas más altas de la atmósfera terrestre, por lo que evitan que el calor del sol se difumine, lo que recalienta la superficie y 'enloquece' el clima.


El país sólo produce el 0,37 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero en el nivel global, mientras que Estados Unidos y China son responsables cada uno del 20 por ciento, la Unión Europea del 14 y Rusia e India del 5 por ciento cada uno. Pero en Colombia sí están pasando cosas 'raras'. El Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam), entidad que durante 30 años hace registros y sigue de cerca lo que pasa en los páramos, los ríos y los glaciares del país, tiene la evidencia.

Ricardo José Lozano, su director, asegura que la entidad ya ha detectado un cambio en la tendencia histórica de la temperatura del país, con un aumento anual de 0,02 grados centígrados y que al mismo tiempo se ha evidenciado una reducción en las lluvias. Esto, según los expertos, es muy grave. De hecho, por culpa de esa tendencia se está perdiendo al año un 3 por ciento del área de los glaciares en el país. El Ideam estima que de continuar, en 2035 Colombia ya no tendría nevados. Uno de los daños más palpables del cambio climático se nota en el área glaciar de la Sierra Nevada de Santa Marta. Y esto no sólo implica la pérdida económica en que lleguen menos turistas, sino el impacto en el ecosistema.

Algunos episodios climáticos también dan pistas de que algo está pasando. La primera temporada de lluvias de 2008, entre mayo y junio, aumentó los niveles de los principales ríos (Magdalena y Cauca) que superaron los valores históricos. A esto hay que agregar las tormentas y granizadas en lugares inusuales y la pérdida de cosechas, por ejemplo la producción cafetera se redujo considerablemente por el fuerte invierno del año pasado.

Pero si lo que está sucediendo es preocupante, lo que vendría, si nada se hace para bajar el efecto invernadero, sería aún más grave. Los últimos datos recogidos por el Ideam son escalofriantes. Los colombianos sentirían el impacto en varios frentes: variaciones extremas, es decir, lluvias intensas en algunas regiones y sequía en otras; aumento del nivel del mar en las costas Pacífica y Caribe con inundaciones y un incremento gradual en la temperatura del aire en todo el territorio.

Según los cálculos de este organismo, para el período 2070 - 2100 se estima que la temperatura subiría entre 2 y 4 grados centígrados en la mayor parte del territorio nacional. Y en algunos casos podría sobrepasar los 4 grados, como en el valle interandino del Magdalena, en el Norte de Santander y el Bajo Magdalena. Esto afectaría las cosechas de muchos de los cultivos, ocasionaría la aparición de plagas tanto para los animales como para los sembrados, incluidos los pastos necesarios para la ganadería. También para ese período se reduciría en forma muy importante la cantidad de lluvias al año. Especialmente en el piedemonte llanero, Norte del Pacífico y Magdalena Medio.
Ninguna región se escapará de los efectos. En la región Caribe aumentaría la frecuencia e intensidad de los huracanes, subiría la temperatura superficial del mar y eso generaría graves trastornos en las especies marinas que emigrarían a buscar un mejor hábitat.
Un deshielo de glaciares como el que se produciría en el planeta ocasionaría un aumento del nivel del mar, con graves consecuencias para la población costera, y Colombia tiene dos costas y 28 islas. Algunos primeros efectos ya se perciben en ciudades como Buenaventura, Cartagena o San Andrés.
Las áreas secas como el Caribe, La Guajira, Santa Marta, entre otras, sufrirán procesos de desertificación y degradación de suelos. En la zona Pacífica las inundaciones traerían como consecuencia una mayor transmisión de vectores como el dengue y la malaria y el desabastecimiento de los acueductos.
En la región Andina se estima que el 56 por ciento de sus páramos pueden desaparecer para 2050 y hay que recordar que el 25 por ciento de la población colombiana depende de las aguas provenientes de los mismos. Pero además, ello traería consecuencias de pérdida de la biodiversidad y de la capacidad de las hidroeléctricas para producir energía. Para colmo, los incendios forestales se producirían con mayor frecuencia.
En la Amazonia y la Orinoquia, ante la reducción de lluvias, habría pérdida de humedad. Según los expertos este es una de los más graves efectos por su impacto en el resto de las regiones, pues los vientos del sur arrastran la humedad hacia las cordilleras.
Sin duda el panorama anteriormente descrito luce bastante dramático, pero no hay que salir corriendo. Lo que sigue ahora es diseñar planes de adaptación para mitigar el impacto en las comunidades más vulnerables. Y aunque todavía hay muchos incrédulos sobre la real dimensión de los daños que se podrían generar con el calentamiento global, la verdad es que en este caso es mucho mejor prevenir que lamentar, no sea que de pronto sea demasiado tarde para actuar.

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