lunes, 21 de junio de 2010

Lo que todo ambientalista necesita saber sobre capitalismo

Fred Magdoff / John Bellamy Foster


Monthly Review

Ha llegado el momento de que los que estén preocupados por el destino de la Tierra enfrenten los hechos: no sólo la grave realidad del cambio climático sino también la acuciante necesidad de un cambio en el sistema social
 
Ha llegado el momento de que los que están preocupados por el destino de la Tierra se enfrenten a los hechos: no sólo la grave realidad del cambio climático ,sino también la acuciante necesidad de un cambio en el sistema social. La incapacidad de llegar a un acuerdo sobre el clima global en Copenhague en diciembre de 2009 no fue únicamente una simple abdicación del liderazgo mundial, como se ha sugerido frecuentemente, sino que tuvo raíces más profundas en la incapacidad del sistema capitalista para lidiar con la creciente amenaza a la vida en el planeta. El conocimiento de la naturaleza y los límites del capitalismo, y los medios para trascenderlo, tienen entonces importancia vital. En palabras de Fidel Castro en diciembre de 2009: “Hasta hace muy poco se discutía sobre el tipo de sociedad en que viviríamos. Hoy se discute si la sociedad humana sobrevivirá” [1].


I. La crisis ecológica planetaria

Existen pruebas abundantes de que los humanos han causado daño ambiental durante milenios. Problemas por deforestación, erosión de suelos y salinización de suelos irrigados se remontan a la antigüedad. Platón escribió en Critias:

Nuestra tierra ha venido a ser, en comparación con la que fuera entonces, como el esqueleto de un cuerpo descarnado por la enfermedad. Las partes grasas y blandas de la tierra se han ido disperdado en derredor, y no queda más que el espinazo desnudo de la región. Pero, en aquellos tiempos, cuando estaba aún intacta, tenía montañas, elevadas ondulaciones de tierra; las llanuras que hoy día se llaman campos de Feleo estaban cubiertas de glebas grasísimas; sobre las montañas había extensos bosques, de los que aún quedan actualmente huellas visibles. Pues, entre estas montañas que no pueden alimentar ya más que las abejas, las hay sobre las que se cortaban, no hace aún mucho tiempo, grandes árboles, aptos para levantar las mayores construcciones, cuyos revestimientos aún existen. Había también multitud de altos árboles cultivados y la tierra brindaba a los rebaños unos pastos inagotables. El agua fecundante de Zeus que caía cada año sobre ella no corría en vano, como actualmente, para irse a perder en el mar desde la tierra estéril: la tierra tenía agua en sus entrañas y recibía del cielo una cantidad que ella había hecho impermeable; y ella conducía también y desviaba por sus anfractuosidades el agua que caía de los lugares elevados. De esta manera, por todas partes se veían rielar las generosas corrientes de las fuentes y los ríos. Respecto a todos estos hechos, los santuarios que en nuestros días aún subsisten en honor de las antiguas fuentes, son un testimonio fehaciente de que esto que acabamos de contar es verídico [2].

Lo que es diferente en nuestra era actual es que somos muchos habitando la Tierra, que tenemos tecnologías que pueden ocasionar daños mucho peores y hacerlos más rápido, y que tenemos un sistema económico que no conoce límites. El daño que se está haciendo se encuentra tan extendido que éste no sólo degrada ecologías locales y regionales, sino que también afecta al medio ambiente planetario.

Existen muchas sólidas razones para que, junto a muchas otras personas, nos preocupemos de la vigente y rápida degradación del medio ambiente de la Tierra. El calentamiento global, ocasionado por el aumento inducido de gases de efecto invernadero (CO2, metano, N2O, etc.), se encuentra en proceso de desestabilizar el clima mundial –con horrendos efectos para la mayoría de las especies en el planeta y la propia humanidad cada vez con más seguridad. Cada década es más cálida que la anterior, con 2009 alcanzando el nivel del segundo año más cálido (2005 se encuentra primero) en los 130 años de registros instrumentales de la temperatura a nivel mundial [3.] El cambio climático no ocurre de forma gradual, lineal, sino que es no-lineal, con todo tipo de retroalimentaciones que lo amplifican y puntos de no retorno. Existen claros indicios de los problemas que nos deparará el futuro. Éstos incluyen:

- Derretimiento del hielo del Océano Ártico durante el verano, que reduce el reflejo de la luz solar al reemplazar el hielo blanco por el océano oscuro, y por lo tanto, aumentando el calentamiento global. Los satélites muestran que el remanente del hielo ártico durante el verano se redujo en un 40% en 2007 respecto a finales de la década de 1970, cuando comenzaron las mediciones precisas [4].

- La eventual desintegración de las capas de hielo de Groenlandia y la Antártida, ocasionada por el calentamiento global, ocasiona aumentos en los niveles de los océanos. Incluso un aumento del nivel del mar de entre 1-2 metros podría ser desastroso para cientos de millones de personas que habitan en países que se encuentran a nivel del mar como Bangladesh y Vietnam, y varios Estados insulares. Un aumento del nivel del mar a una tasa de unos pocos metros por centuria no es inusual en el registro paleoclimático, y por lo tanto debe considerarse posible, dadas las actuales tendencias de calentamiento global. Actualmente, más de 400 millones de personas viven dentro de los cinco metros sobre el nivel el mar, y más de mil millones dentro de los veinticinco metros [5].

- La veloz disminución de los glaciares de montaña a nivel mundial, muchos de los cuales –de continuar las actuales emisiones de gases de efecto invernadero- podrían encontrarse prácticamente (o totalmente) desaparecidos en la presente centuria. Los estudios han demostrado que un 90% de los glaciares de montaña a nivel mundial ya se encuentran en franco repliegue debido al calentamiento global. Los glaciares del Himalaya proveen de agua a países con miles de millones de habitantes en Asia durante la temporada seca. Su reducción ocasionará inundaciones y agudizará la escasez de agua. El derretimiento de los glaciares de los Andes está contribuyendo a inundaciones en esa región. Pero el problema más inmediato, vigente y a largo plazo, asociado con la desaparición de los glaciares –visible hoy en Bolivia y Perú- es el de la falta de agua [6].

- Devastadoras sequías que se expandirán a un 70% de las tierras dentro de las próximas décadas de continuar la situación actual; ya se ha hecho evidente en el norte de India, noreste de África y Australia [7].

- Mayores niveles de CO2 en la atmósfera pueden incrementar la producción de algunos tipos de cultivos, pero éstos podrían verse dañados en años futuros por una desestabilización que ocasione condiciones climáticas secas o muy húmedas. Ya se han constatado pérdidas en campos de arroz en el Sureste Asiático, atribuidos a mayores temperaturas durante la noche que ocasionan disminuciones en el incremento de la respiración nocturna de la planta. Esto implica una mayor pérdida de lo producido por fotosíntesis durante el día [8].

- Cambios rápidos en el clima de ciertas regiones ocasionan la extinción de especies que no pueden migrar o adaptarse, conduciendo a un colapso de todo el ecosistema que depende de las mismas, y la muerte de más especies. (Ver debajo para más detalles de la extinción de especies) [9].

- Relacionado con el calentamiento global, la acidificación del océano producto de un aumento en la absorción de carbono amenaza con el colapso de ecosistemas marinos. Recientes indicios sugieren que una acidificación del océano puede, eventualmente, reducir la eficiencia del océano en la absorción de carbono. Esto significa una potencial y más veloz acumulación de dióxido de carbono en la atmósfera, y una aceleración del calentamiento global [10].

Si bien el cambio climático y sus consecuencias, junto con el “hermano malvado” de la acidificación del océano (también ocasionado por las emisiones de carbono), se presentan, de lejos, como las mayores amenazas a la vida en la Tierra, incluyendo la de los humanos, también existen otros severos problemas medioambientales. Éstos incluyen la contaminación de aire y agua con desechos industriales. Algunos de los mismos (el metal de mercurio, por ejemplo) se amontonan y ascienden con el humo para luego caer y contaminar suelo y agua, mientras que otros provenientes de depósitos de desechos se filtran en cursos de agua. Muchos peces de océano y agua dulce se encuentran contaminados con mercurio y con numerosos químicos industriales orgánicos. Los océanos contienen grandes “islas” de desechos –“bombillos de luz, tapas de botellas, cepillos de dientes, palitos de chupetines y pequeños pedazos de plástico, cada uno del tamaño de un grano de arroz, habitan la mancha de basura del Pacífico, un área muy extendida de basura que duplica su tamaño cada década y actualmente se estima del doble del tamaño de Texas” [11].

En Estados Unidos, el agua potable que beben millones de habitantes se encuentra contaminada con pesticidas como atrazine, así como también con nitratos y otros contaminantes de la agricultura industrial. Los bosques tropicales, las áreas con mayor biodiversidad terrestre, se están destruyendo velozmente. La tierra se está convirtiendo en plantaciones de aceite de palma en el Sudeste Asiático, con el propósito de exportar el aceite como insumo para la elaboración de biodiesel. En Sudamérica, las selvas tropicales son usualmente convertidas en amplias pasturas y luego utilizadas para cultivos de exportación como el poroto de soja. Esta deforestación está causando alrededor del 25% de las emisiones de CO2[12] inducidas por los seres humanos. La degradación de los suelos por erosión, el sobrepastoreo y la falta de retorno de materiales orgánicos amenazan la productividad de grandes áreas de tierra dedicadas a la agricultura a nivel mundial.

Todos estamos contaminados con una variedad de químicos. Recientes exámenes sobre veinte médicos y enfermeras testados por sesenta y dos químicos en sangre y orina –la mayoría químicos orgánicos como retardantes de ignición y plastificantes- encontraron que: "cada participante tenía al menos 24 químicos individuales en su cuerpo, y dos participantes tenían un máximo de 39 químicos […] todos los participantes tenían bisphenol A [utilizado para hacer policarbonatos plásticos rígidos usados en las botellas refrigeradoras de agua, botellas para bebés, forros de la gran mayoría de los envases metálicos de comida, y presente en los alimentos contenidos en esos recipientes, electrodomésticos de cocina, etc.], y algunas formas de ftalato [presentes en muchos productos como fijadores de cabello, cosméticos, productos plásticos, y barnices] PBDE [éter de difenil polibrominado utilizado como retardante de ignición en computadoras, muebles, colchones y equipos médicos] y PFC [componentes perfluorinados utilizados en ollas antiadherentes, capas protectoras para alfombras, papel, etc.] [13].

Si bien los médicos y las enfermeras se encuentran rutinariamente expuestos a grandes cantidades de químicos con respecto al común de la gente, todos estamos expuestos a esos y otros químicos que no forman parte de nuestros organismos y cuya mayor parte tiene efectos negativos sobre la salud. De los 84.000 químicos de uso comercial en Estados Unidos no tenemos ni idea de la composición y potencial capacidad de daño de un 20% (cerca de 20.000). Su composición cae dentro de la categoría “secreto comercial” y se oculta legalmente [14].

Están desapareciendo especies a una tasa acelerada al destruirse sus hábitats, no sólo por causa del calentamiento global sino también por acción directa de los seres humanos. Un reciente estudio estimó que más de 17.000 especies de animales y plantas están en riesgo de extinción. “Más de uno de cada cinco de todos los mamíferos conocidos, más de la cuarta parte de los reptiles y el 70% de las plantas están en riesgo, de acuerdo al estudio que comprendió más de 2.800 especies nuevas comparado con 2008. ‘Esos resultados son simplemente la punta del iceberg’, sostuvo Craig Hilton-Taylor, quien lleva adelante la lista. Afirmó que muchas más especies que todavía deben ser evaluadas podrían estar "seriamente amenazadas” [15]. Al desaparecer las especies, los ecosistemas que dependen de una multitud de especies para funcionar comienzan a degradarse. Una de las muchas consecuencias de los ecosistemas degradados con menor cantidad de especies parece ser una mayor transmisión de enfermedades infecciosas [16].

Está fuera de debate que la ecología de la tierra –y los mismísimos sistemas vitales de los que dependen los humanos así como otras especies- está bajo un sostenido y severo ataque debido a las actividades humanas. También está claro que de seguir por el mismo camino los efectos serán devastadores. Como declaró James Hansen, director del Instituto Goddard para los Estudios Espaciales de la NASA: “el planeta Tierra, creación, el mundo en el que cada civilización se desarrolló, los patrones climáticos y estables franjas costeras que conocemos, está en inminente peligro […] la alarmante conclusión es que la continua explotación de combustibles fósiles en la Tierra amenaza no sólo a las otras millones de especies en el planeta sino también la propia supervivencia de la humanidad –y el tiempo es mucho menos del que pensamos-” [17]. Además, el problema no comienza y termina con los combustibles fósiles sino que se extiende a toda la interacción humano-económica con el medio ambiente.

Uno de los últimos y más importantes desarrollos de la ciencia ecológica es el concepto de “límites planetarios”, de los cuales se han establecido nueve límites/umbrales críticos para el sistema de la tierra relacionados con: (1) cambio climático; (2) acidificación de los océanos; (3) agotamiento del ozono de la estratósfera; (4) el límite de la circulación biogeoquímica (el ciclo del nitrógeno y los ciclos del fósforo); (5) la utilización de agua dulce global; (6) cambio en la utilización del suelo; (7) pérdida de biodiversidad; (8) carga atmosférica con aerosoles; y (9) contaminación química. Cada uno de ésos está considerado esencial para mantener el relativamente benigno clima y las condiciones medioambientales que han existido en los últimos 20.000 años (la era del Holoceno). Los límites sustentables en tres de esos sistemas –cambio climático, biodiversidad, y la interferencia humana en el ciclo del nitrógeno- ya se habrían cruzado [18].

II. Intereses en común: trascender el funcionamiento actual

Coincidimos plenamente con muchos ambientalistas que han concluido que continuar con las cosas “así como van” constituye un camino hacia el desastre global. Mucha gente ha determinado que, en función de limitar la huella ecológica de los seres humanos en la Tierra, necesitamos una economía –particularmente en los países ricos- que no crezca y con ello sea capaz de detener y posiblemente reducir el aumento de las emisiones contaminantes, así como también favorecer la conservación de recursos no renovables y una utilización más racional de los que son renovables. Algunos ambientalistas están preocupados por el hecho de que si la producción mundial continuase expandiéndose y todos en los países en desarrollo buscasen alcanzar el nivel de vida de los estados capitalistas ricos, no sólo la contaminación continuará aumentando más allá de lo que el sistema de la tierra puede absorber, sino que también agotaremos los limitados recursos no renovables a nivel mundial. Los límites del crecimiento, de Donella Meadows, Jorgen Randers, Dennis Meadows y William Behrens, publicado en 1972 y actualizado en 2004 como Límites al crecimiento: actualización de 30 años, es un ejemplo de la preocupación por este tema [19]. Está claro que existen límites biosféricos y que el planeta no puede soportar los alrededor de 7.000 millones de habitantes (mucho menos, por supuesto, los 9.000 millones proyectados para mediados de siglo) bajo lo que se conoce como el standard de vida de la “clase media” occidental. El Instituto Worldwatch ha estimado recientemente que un mundo que utilizase su biocapacidad per cápita al nivel de los Estados Unidos en la actualidad únicamente podría soportar 1.400 millones de habitantes [20]. El problema principal es antiguo y reside no en los que no tienen lo suficiente para un nivel de vida decente, sino en aquéllos para quienes no existe lo suficiente. Como sostuvo Epicuro: “nada es suficiente para quien lo suficiente es poco” [21]. Un sistema social global organizado en base a “lo suficiente es poco” está destinado a destruir eventualmente todo lo que lo rodea, incluso a sí mismo.

Muchas personas son conscientes de la necesidad de justicia social a la hora de resolver este problema, especialmente porque una gran mayoría de los desposeídos que viven en condiciones peligrosamente precarias, han sido particularmente golpeados por desastres y la degradación ambiental, y se avizoran como las próximas víctimas si se permite que continúen las tendencias actuales. Está claro que aproximadamente la mitad de la humanidad –más de 3.000 millones de personas, viviendo en pobreza extrema y subsistiendo con menos de 2,5 dólares diarios- necesitan tener acceso a los elementos básicos para la vida humana como una vivienda digna, una fuente segura de alimento, agua limpia y atención médica. Nosotros no podríamos estar más de acuerdo con esas preocupaciones [22].

Algunos ambientalistas sienten que es posible resolver la mayoría de estos problemas mediante algunos ajustes en nuestro sistema económico, introduciendo una mayor eficiencia energética y reemplazando los combustibles fósiles por energías “verdes” –o utilizando tecnologías que alivien los problemas (como la captura de carbono desde plantas de energía y su inyección en la profundidad de la tierra). Existe un movimiento hacia prácticas “verdes” que se utiliza como herramienta de mercadeo o para mantenerse al paso de otras compañías que alegan la utilización de dichas prácticas. No obstante, dentro del movimiento ambientalista, existen quienes tienen claro que meros ajustes técnicos en el sistema productivo vigente no serán suficientes para resolver los dramáticos y potencialmente catastróficos problemas que enfrentamos.

Curtis White comienza su artículo de 2009 en Orion, titulado “El corazón brutal: capitalismo y crisis de la naturaleza” diciendo: “existe una cuestión fundamental que los ambientalistas no se preguntan lo suficiente, y ni hablar de que la contesten: ¿por qué está ocurriendo la destrucción del mundo natural?” [23]. Es imposible encontrar solucione reales y duraderas hasta que no respondamos satisfactoriamente esta aparentemente simple pregunta.

Nuestra opinión es que la mayoría de los críticos problemas ambientales que tenemos están ocasionados, o magnificados, por el funcionamiento de nuestro sistema económico. Incluso los temas relacionados con el crecimiento de la población y la tecnología pueden apreciarse mejor apreciados en términos de su relación con la organización socioeconómica de la sociedad. Los problemas ambientales no son resultado de la ignorancia humana o de una codicia innata. No se presentan porque los empresarios que dirigen grandes corporaciones son moralmente deficientes. En cambio debemos observar el patrón fundamental de funcionamiento del sistema económico (y político/social) para encontrar respuestas. Es precisamente el hecho de que la destrucción ecológica está integrada en la naturaleza interna y lógica de nuestro sistema de producción vigente lo que hace tan difícil la solución del problema.

Además, sostenemos que las “soluciones” propuestas para la devastación ambiental, que permitirían al actual sistema de producción y distribución continuar intacto, no son soluciones reales. De hecho, ese tipo de “soluciones” harán que las cosas empeoren al dar la falsa impresión de que los problemas se encuentran en vías de superarse cuando la realidad es bastante diferente. Los acuciantes problemas ambientales que enfrenta el mundo y sus habitantes no estarán efectivamente resueltos hasta que instituyamos otra forma de interacción de los seres humanos con la naturaleza –modificando la forma en que tomamos decisiones sobre cuánto y cómo producimos. Nuestras metas más necesarias y racionales requieren que tomemos en cuenta las necesidades humanas fundamentales, y que creemos condiciones justas y sustentables para generaciones presentes y futuras (lo que también implica preocuparse por la preservación de otras especies).

III. Características del capitalismo en conflicto con el ambiente

El sistema económico que domina casi todos los rincones del planeta es el capitalismo, que, para la mayoría de los humanos, es tan “invisible” como el aire que respiran. Estamos, de hecho, enormemente ajenos al sistema mundial, tanto como los peces se encuentran ajenos al agua en que nadan. Es la ética del capitalismo, sus perspectivas, y forma de pensar que asimilamos y a la que nos aculturamos cuando crecemos. Inconscientemente, aprendemos que la codicia, la explotación de los trabajadores, y la competencia (entre personas, negocios y países) no son sólo aceptables sino de hecho buenas para la sociedad porque ayudan a que nuestra economía funcione “eficientemente”.

Consideremos algunos aspectos claves del conflicto del capitalismo con la sustentabilidad ambiental:

A. El capitalismo es un sistema que debe expandirse continuamente

Un capitalismo sin crecimiento es un oxímoron: cuando cesa el crecimiento, el sistema ingresa en un estado de crisis particularmente sufrido por los desempleados. La fuerza rectora básica del capitalismo y toda su razón de ser es la consecución de ganancias y riqueza a través del proceso de acumulación (ahorro e inversiones). No reconoce límites para su propia auto-expansión –ni en la economía como un todo; ni en las ganancias deseadas por los ricos; ni en el aumento en el consumo que se induce para generar mayores ganancias o corporaciones. El medio ambiente existe, no como un lugar con límites inherentes dentro de los cuales los seres humanos deben vivir junto a otras especies, sino como un reino a ser explotado en un proceso de creciente expansión económica.

De hecho, los negocios, de acuerdo con la lógica interna del capital, que es reforzada por la competencia, deben o “crecer o morir” –como el sistema en sí mismo. Es poco lo que se puede hacer para aumentar las ganancias cuando el crecimiento es lento o nulo. Bajo tales circunstancias, existen pocas razones para invertir en nueva capacidad, cerrando por lo tanto la posibilidad de obtener nuevas ganancias a partir de nuevas inversiones. En una economía estancada puede exprimirse a los trabajadores para obtener mayores ganancias. Medidas como la reducción de personal y la exigencia de “hacer más con menos” a los que quedan, la transferencia de los costos de pensiones y seguros de salud a los trabajadores, y la automatización que reduce el número de trabajadores necesarios sólo pueden llegar hasta cierto punto sin que el sistema se desestabilice más. Si una corporación es lo suficientemente grande puede, como Wal-Mart, forzar a los proveedores, temerosos de perder su negocio, a reducir sus precios. Pero esos medios no son suficientes para satisfacer lo que es, de hecho, una búsqueda insaciable de mayores ganancias, con lo cual las corporaciones se encuentran continuamente impelidas a luchar contra sus competidores (incluyendo frecuentemente su compra) para incrementar porciones de mercado e ingresos por ventas.

Es cierto que el sistema puede continuar moviéndose hacia adelante, hasta cierto punto, como resultado de la especulación financiera apalancada por deuda creciente, inclusive en medio de una tendencia de lento crecimiento de la economía subyacente. Pero esto significa, como hemos visto una y otra vez, el crecimiento de burbujas financieras que explotan inevitablemente.[24] Bajo el capitalismo no existe alternativa a una expansión indefinida de la “economía real” (por ejemplo, la producción), independientemente de las necesidades humanas reales, consumo, o el medio ambiente.

Uno podría considerar aún que es teóricamente posible una economía capitalista con crecimiento cero, y que aún así logre hacer frente a las necesidades humanas básicas. Supongamos que todas esas ganancias que obtienen las corporaciones (luego de reponer equipos o instalaciones obsoletas) son gastadas por los capitalistas en su propio consumo o dadas a los trabajadores como salarios y beneficios, y consumidas. Capitalistas y trabajadores gastarían este dinero, comprando los bienes y servicios producidos, y la economía podría permanecer en un estado constante, un nivel de no-crecimiento (lo que Marx denominó “reproducción simple” y algunas veces ha sido llamado “estado estacionario”). Como no habría inversión en nuevas capacidades productivas, no habría crecimiento económico y acumulación, y tampoco habría ganancias.

Existe, no obstante, un pequeño problema con esta “utopía capitalista de no-crecimiento”: la misma viola la fuerza básica de movimiento del capitalismo. Por lo que el capital lucha y constituye el propósito de su existencia es la propia expansión. ¿Por qué los capitalistas, quienes en cada fibra de su ser creen poseer un derecho personal a las ganancias de los negocios, y quienes se encaminan hacia la acumulación de riqueza, simplemente gastarían el excedente económico a su disposición en su propio consumo o (muchísimo menos) lo entregarían a los trabajadores para que lo gasten en el propio –en lugar de buscar expandir su riqueza? ¿Si no se generan ganancias, como podrían evitarse las crisis económicas bajo el capitalismo? Al contrario, está claro que los dueños del capital harán, en tanto y en cuanto continúen vigentes esas relaciones de propiedad, todo lo que su poder les permita para maximizar las ganancias que acumulan. Una economía en estado estacionario, o constante, como solución estable sólo puede ser concebida si se la separa de las relaciones sociales del capital.

El capitalismo es un sistema que constantemente genera un ejército de reserva de desempleados; significativamente, el pleno empleo es una rareza que únicamente ocurre con tasas de crecimiento muy altas (que, correspondientemente, son peligrosas para la sustentabilidad ecológica). Tomando el ejemplo de los Estados Unidos, observemos qué ocurre con el número oficial de “desempleados” cuando la economía crece a tasas diferentes en un período de cerca de sesenta años.

Como trasfondo, notemos que la población de Estados Unidos está creciendo a poco menos del 1 por ciento cada año, como lo hace el número neto de nuevos ingresantes en la población económicamente activa. En las mediciones actuales de desempleo en EE.UU., para que una persona sea considerada oficialmente desempleada, debe haber buscado trabajo dentro de las últimas cuatro semanas y no puede estar desempeñando trabajos de medio tiempo. Personas sin trabajo, que no han buscado trabajo en las últimas cuatro semanas (pero que han buscado dentro del último año), tanto porque creen que no hay empleos disponibles, o porque piensan que no están calificados para los disponibles, son clasificadas como “desanimadas” y no son contadas como oficialmente desempleadas. Otros “trabajadores marginalmente adjuntos”, que no han buscado trabajo recientemente, no porque estuvieran “desanimados”, sino por otras razones, como falta de una guardería asequible, también son excluidos del conteo oficial de desempleo. Además, aquellos trabajando medio tiempo pero queriendo trabajar tiempo completo no son considerados oficialmente desempleados. La tasa de desempleo para la definición más abarcativa del Buró de Estadísticas Laborales, que también incluye las categorías que desarrollamos más arriba (por ejemplo, trabajadores desanimados, trabajadores marginalmente adjuntos, trabajadores de medio tiempo queriendo trabajos de tiempo completo) prácticamente dobla la tasa oficial de desempleo de los EE.UU. En el siguiente análisis nos focalizamos únicamente en los datos oficiales de desempleo.





¿Qué vemos entonces en la relación entre crecimiento económico y desempleo en las últimas seis décadas?

1. Durante los once años de crecimiento muy lento, menos del 1,1 por ciento por año, el desempleo aumentó en cada uno de esos años.

2. En un 70 por ciento (9 de 13) de los años en que el PBI creció entre 1,2 y 3 por ciento, el desempleo también creció.

3. Durante los veintitrés años en los que la economía de EE.UU. creció considerablemente rápido (de 3,1 a 5 por ciento cada año), el desempleo también creció en tres años y la reducción del desempleo fue muy magra en la mayoría de los restantes.

4. En sólo trece de los años en los que PBI creció a más del 5 por ciento anual el desempleo no creció.

A pesar de que esta tabla se basa en años calendario y no sigue los ciclos económicos, que por supuesto, no se corresponden en lo más mínimo al calendario, está claro que, si la tasa de crecimiento de PBI no es sustancialmente mayor a la del crecimiento de la población, la población pierde empleos. Si el crecimiento lento o su ausencia constituyen un problema para los dueños de negocios que intentan aumentar sus ganancias, es un desastre para la clase trabajadora.

Lo que esto nos dice es que el sistema capitalista es un instrumento muy rudimentario en términos de proveer trabajos en relación al crecimiento –si el crecimiento estuviese justificado por la generación de empleo. Tomaría una tasa de crecimiento de alrededor del 4 por ciento o más, bastante lejos de la tasa de crecimiento promedio, para que los problemas de desempleo se resolvieran en el capitalismo norteamericano actual. Peor es notar el hecho de que, desde la década de 1940, difícilmente se han alcanzado semejantes tasas de crecimiento en la economía de EE.UU., excepto en época de guerras.

B. La expansión conduce a inversiones en el extranjero en búsqueda de fuentes seguras de materias primas, trabajo barato, y nuevos mercados

Cuando las compañías se expanden, saturan, o casi, el mercado local y buscan nuevos mercados en el extranjero para vender sus bienes. Además, aquéllas y sus gobiernos (trabajando en función de los intereses corporativos) ayudan a asegurar acceso y control sobre recursos naturales claves como el petróleo y una variedad de minerales. Nos encontramos en medio de un proceso de “captura de tierras”, en tanto el capital privado y los fondos soberanos de riqueza del gobierno se esfuerzan por ganar control de vastas porciones de territorio en todo el mundo para producir comida y cultivos que sirvan de insumo para biocombustibles en sus propios mercados. Se estima que alrededor de treinta millones de hectáreas de tierra (prácticamente dos tercios de la tierras cultivables en Europa), la mayoría en África, han sido recientemente adquiridas o están en proceso de adquisición por países ricos y corporaciones internacionales.[25]

La confiscación global de tierras (inclusive por medios “legales”) puede ser considerada parte de la historia del imperialismo. La historia de centurias de expansión y saqueo por parte de Europa está bien documentada. Las guerras comandadas por EE.UU. en Irak y Afganistán siguen el mismo patrón histórico general, y están claramente relacionadas con los intentos de EE.UU. por obtener el control de las principales fuentes de petróleo y gas.[26]

Hoy en día las corporaciones multinacionales (o trasnacionales) rastrean el mundo en búsqueda de recursos y oportunidades en cualquier lugar donde puedan hallarlos, explotando el trabajo barato en países pobres y reforzando, más que reduciendo, las divisiones imperialistas. El resultado es una explotación global mucho más rapaz de la naturaleza y mayores diferencias de riqueza y poder. Semejantes corporaciones no tienen lealtad más que para sus propios balances contables.

C. Un sistema que, por su mismísima naturaleza, debe crecer y expandirse eventualmente chocará con la finitud de los recursos naturales

El agotamiento irreversible de los recursos naturales dejará a las generaciones futuras sin posibilidades de tener acceso a los mismos. Los recursos naturales son utilizados en el proceso de producción –petróleo, gas, carbón (combustible), agua (en la industria y la agricultura), árboles (madera y papel), una variedad de depósitos minerales (como el mineral de hierro, cobre y bauxita), etc. Algunos recursos, como los bosques y bancos de pesca son finitos, pero pueden ser renovados mediante procesos naturales si se utiliza un sistema planificado lo suficientemente flexible para cambiar cuando las condiciones así lo exijan. La utilización futura de otros recursos –petróleo y gas, minerales, acuíferos en algún desierto o área seca (agua depositada prehistóricamente)- se encuentran limitados para siempre a las provisiones que actualmente existen. El agua, aire y suelo de la biósfera puede continuar funcionando bien para las criaturas vivientes del planeta únicamente si la polución no excede su limitada capacidad de asimilación y atenuación de los efectos dañinos.

Los dueños de empresas y los gerentes generalmente consideran el corto plazo de sus operaciones –la mayoría toma en cuenta los próximos tres o cinco años, o, en raras ocasiones, hasta diez años. Esta es la forma en que deben funcionar debido a las impredecibles condiciones de los negocios (períodos del ciclo económico, competencia de otras corporaciones, precios de los insumos necesarios, etc.) y las demandas de los especuladores que buscan retornos en el corto plazo. Actúan entonces de formas que son totalmente ajenas a los límites naturales de sus actividades –como si existiera un aprovisionamiento ilimitado de recursos para ser explotados. Inclusive si la realidad de la limitación penetra en sus conciencias, ésta únicamente aumenta la velocidad de explotación de un recurso dado, que es extraído lo más rápido posible, permitiendo la movilidad del capital hacia nuevas áreas de explotación. Cuando cada capital individual persigue la obtención de ganancias y la acumulación de capital, el conjunto de las decisiones que se toman dañan a la sociedad como totalidad.

El tiempo antes de que los depósitos de recursos no renovables se encuentren agotados depende del tamaño del depósito y de la tasa de extracción del mismo. Mientras la desaparición de ciertos recursos puede estar a cientos de años de distancia (asumiendo que la tasa de crecimiento de la extracción continuase igual), los límites para algunos importantes –petróleo y ciertos minerales- no se encuentran muy lejos. Por ejemplo, las predicciones acerca del cenit del petróleo varían entre los analistas energéticos –tomando las conservadoras estimaciones de las compañías mismas, a la tasa en la que el petróleo es actualmente utilizado, las reservas conocidas estarán agotadas dentro de los próximos cincuenta años. La perspectiva del cenit del petróleo es proyectada en numerosos reportes corporativos, gubernamentales y científicos. La pregunta hoy en día no es si el cenit del petróleo llegará pronto, sino qué tan pronto.[27]

Inclusive si la utilización no creciese, los depósitos conocidos de fósforo –elemento fundamental de los fertilizantes- que pueden ser explotados en base a la tecnología actual estarán exhaustos en este siglo.[28]

Frente a la limitación de los recursos naturales, no existe forma racional de establecer un orden de prioridades bajo el sistema capitalista moderno, en el que la asignación de productos básicos corre por cuenta del mercado. Cuando la extracción comience a declinar, como está proyectada con el petróleo en un futuro cercano, los incrementos en los precios pondrán aún más presión sobre lo que había sido, hasta hace poco, el alarde del capitalismo mundial: la supuestamente próspera “clase media” de trabajadores en los países centrales.

La bien documentada declinación de muchas especies de peces oceánicos, casi al punto de su extinción, es un ejemplo de cómo los recursos renovables pueden ser agotados. Está en los intereses individuales cortoplacistas de los dueños de los botes pesqueros –algunos de los cuales operan a escala integrada, pescando, procesando y congelando el pescado- maximizar la pesca. Por consiguiente, los peces son depredados. Nadie protege los intereses comunes. En un sistema generalmente regido por el interés privado y la acumulación, el estado es frecuentemente incapaz de hacerlo. Esto es usualmente denominado la tragedia de los bienes comunes. Pero debería llamarse la tragedia de la explotación privada de los bienes comunes.

La situación sería muy diferente si el recurso fuese manejado por las comunidades que tienen un interés en la continuidad del mismo en lugar de las grandes corporaciones. Las corporaciones son sujetos con el único objetivo de maximizar las ganancias en el corto plazo –luego del cual se movilizan, dejando devastación tras de sí. Aunque no existen límites naturales a la ambición humana, existen límites, como estamos aprendiendo diariamente, para muchos recursos, incluyendo los “renovables”, tal como la productividad de los mares. (Se cree que la depredación de peces en la costa de Somalia debido a la sobrepesca de las grandes compañías es una de las causas del aumento de la piratería que asola el tránsito marítimo internacional en el área. De modo interesante, la vecina industria pesquera keniata está actualmente repuntando debido a que los piratas también mantienen a las grandes flotillas fuera de la zona).

La explotación de recursos renovables antes de que éstos puedan renovarse es entendida como una “sobreexplotación” del recurso. Esto está ocurriendo no sólo con las grandes pesqueras, sino también con depósitos de agua subterránea (por ejemplo, el acuífero de Oglala en los Estados Unidos, grandes áreas del noroeste de la India, el norte de China y numerosas regiones en el norte de África y Medio Oriente), bosques tropicales e inclusive los suelos.

El ecologista de la Universidad de Duke, John Terborgh describió un reciente viaje que realizó a un pequeño país africano donde la explotación económica extranjera se combina con una despiadada depredación de recursos.

A todos los lugares donde fui, intereses comerciales extranjeros estaban explotando recursos luego de firmar contratos con el gobierno autocrático. Prodigiosos troncos, de entre cuatro y cinco pies de diámetro, estaban saliendo del bosque tropical, el petróleo y el gas estaban siendo exportados desde la región costera, los derechos de pesca habían sido vendidos a intereses extranjeros, y la exploración de petróleo y minerales estaba en marcha en el interior. La explotación de recursos en Norte América durante los cinco siglos posteriores al descubrimiento siguieron una secuencia típica –peces, pieles, caza, madera, cultivo de suelos vírgenes- pero debido a la enormemente expandida escala de la economía actual y la disponibilidad de una miríada de tecnologías sofisticadas, la explotación de todos los recursos en los países pobres ocurre ahora al mismo tiempo. En unos pocos años, los recursos de este país africano y los de otros como este estarán totalmente agotados. ¿Y qué sucederá entonces? La gente ahí está actualmente disfrutando una ilusión de prosperidad, pero se trata únicamente de una ilusión, con lo cual no se están preparando para nada más. Y nosotros tampoco.[29]

D. Un sistema orientado hacia el crecimiento exponencial en la búsqueda de ganancias inevitablemente trascenderá los límites del planeta

El sistema de la Tierra puede ser visto como consistiendo de un número crítico de procesos biogeoquímicos que, por cientos de millones de años, han servido para la reproducción de la vida. En los últimos 12 mil años el clima mundial ha tomado una forma relativamente benigna asociada con la era geológica conocida como Holoceno, durante la cual surgió y se desarrolló la civilización. Ahora, no obstante, el sistema socioeconómico del capitalismo ha crecido a una escala tal que traspasa límites planetarios fundamentales –el ciclo del carbono, del nitrógeno, del suelo, los bosques, los océanos. Más y más productos fotosintéticos (asociados al suelo), hasta el 40 por ciento, se explican por la producción humana. Todos los ecosistemas de la Tierra están en visible declinación. Con la creciente escala de la economía mundial, las fisuras generadas al metabolismo de la tierra por el comportamiento humano se vuelven cada vez más severas y multifacéticas. Pero la demanda por un mayor crecimiento económico y una mayor acumulación, inclusive en los países más ricos, está inscripta en el sistema capitalista. Como resultado, la economía mundial está en una burbuja masiva.

No existe nada en la naturaleza del sistema vigente, además, que nos permita frenarnos antes de que sea demasiado tarde. Para hacer eso, se requieren otras fuerzas desde el fondo de la sociedad.

E. El capitalismo no es únicamente un sistema económico –crea un sistema político, judicial y social para sostener el sistema de riqueza y acumulación

Bajo el capitalismo la gente se encuentra al servicio de la economía y es concebida como necesitando consumir más y más para mantener la economía funcionando. La masiva y, en palabras de Joseph Schumpeter, “elaborada psicotécnica de la publicidad” es absolutamente necesaria para mantener a la gente comprando.[30] Moralmente, el sistema está basado en la proposición de que cada uno, siguiendo su propio interés (codicia), promoverá el interés general y el crecimiento. Adam Smith lo explicó así: “No es por la benevolencia del carnicero, del cervecero, del panadero que esperamos nuestra cena, sino del cuidado que prestan a sus propios intereses”[31]. En otras palabras, la codicia individual (o búsqueda de riquezas) conduce el sistema y las necesidades humanas son satisfechas como un mero sub-producto. El economista Duncan Foley ha llamado a esta proposición y a las irracionalidades económicas y sociales que genera “la falacia de Adam”.[32]

Las actitudes y buenas costumbres necesarias para el correcto funcionamiento de semejante sistema, así como las necesarias para el progreso en la sociedad –codicia, individualismo, competitividad, explotación de terceros, consumismo (la necesidad de comprar cada vez más cosas, no relacionadas a las necesidades e inclusive a la felicidad)- son inculcadas en la gente desde la escuela, los medios de comunicación y los lugares de trabajo. El título del libro de Benjamin Barber –Consumidos: cómo los mercados corrompen a los niños, infantilizan a los adultos y tragan a toda la ciudadanía- es muy sugerente.

La noción de responsabilidad hacia otros y hacia la comunidad, que es la piedra fundacional de la ética, se corroe bajo semejante sistema. En palabras de Gordon Gekko –personaje de ficción de la película de Oliver Stone Wall Street- “la codicia es buena”. Hoy en día, frente a la enorme indignación pública, con el capital financiero haciéndose de grandes dividendos a partir de la asistencia gubernamental, los capitalistas han vuelto a predicar desde el púlpito al egoísmo como cimiento de la sociedad. El 4 de noviembre de 2009, el Jefe Ejecutivo de Barclay, John Varley, declaró desde un atril en Trafalgar Square, Londres, que “la ganancia no es satánica”. Semanas atrás, el 20 de octubre, el asesor internacional de Goldman Sachs, Brian Griffiths, declaró luego de la congregación en la Catedral de San Pablo en Londres que “el mandamiento de Jesús de amar a los otros como a nosotros mismos es un reconocimiento al egoísmo”.[33]

La gente rica llega a creer que merece su riqueza debido al trabajo duro (propio o el de sus antecesores) y posiblemente a la suerte. El hecho de que su riqueza y prosperidad se haya erguido a partir del trabajo social de una cantidad innumerable de otras personas es minimizado. Ven a los pobres –y los pobres frecuentemente acuerdan- como portadores de algún defecto, como la pereza o la falta de educación. Los obstáculos estructurales que evitan que la mayoría de la gente mejore significativamente sus condiciones de vida también son minimizados. Esta mirada de cada individuo como una entidad económica separada y preocupada primariamente por el bienestar propio (y familiar), oculta nuestra humanidad y necesidades comunes. La gente no es inherentemente egoísta pero es estimulada para actuar de esa manera debido a las presiones y características del sistema. Después de todo, ¿si cada persona no se cuida a sí misma en un sistema en el que “el hombre es lobo del hombre”, quién lo hará?

Los rasgos fomentados por el capitalismo son comúnmente vistos como propiedades innatas de la “naturaleza humana”, por lo que organizar a la sociedad en base a metas que vayan más allá de la consecución de ganancias es algo impensable. Pero los humanos son claramente capaces de un amplio rango de capacidades, desde una gran crueldad hasta un gran sacrificio por una causa, desde preocuparse por otros, hasta un verdadero altruismo. El “instinto asesino” que supuestamente nos es inherente desde nuestros ancestros evolutivos –con la “evidencia” de chimpancés asesinando a los bebés de otros- está siendo cuestionado tomando como referencia las pacíficas características de otros homínidos como los gorilas y los bonobos (tan relacionados a los humanos como los chimpancés).[34] Estudios de bebés humanos han demostrado también que, si bien el egoísmo es un rasgo humano, también lo son la cooperación, la empatía, el altruismo y la amabilidad.[35] Más allá de los rasgos que hayamos heredado de nuestros ancestros homínidos, las investigaciones acerca de las sociedades pre-capitalistas indican que éstas incentivaban y expresaban patrones muy diferentes a los de las sociedades capitalistas. Como lo resumió Karl Polanyi: “el asombroso descubrimiento de la reciente investigación histórica y antropológica es que la economía del hombre se encuentra, por regla, inmersa en sus relaciones sociales. Él no actúa con el propósito de salvaguardar su interés individual en la posesión de bienes materiales; él actúa para salvaguardar su prestigio social, sus derechos sociales, sus activos sociales”[36]. En su artículo de 1937 sobre la “Naturaleza humana” para la Enciclopedia de Ciencias Sociales, John Dewey concluyó –en términos que han sido verificados por toda la Ciencia Social subsecuente- que:

Las presentes controversias entre aquellos que afirman la esencial fijeza de la naturaleza humana y aquellos que creen en un mayor rango de modificación se centran principalmente en torno al futuro de guerra y al futuro de un sistema económico competitivo motivado por la ganancia privada. Es justificable decir sin dogmatismo que tanto la antropología como la historia dan apoyo a quienes desean modificar estas instituciones. Es demostrable que muchos de los obstáculos al cambio que se han atribuido a la naturaleza humana son de hecho debidos a la inercia de las instituciones y el deseo voluntario de las clases poderosas de mantener el status existente.[37]

El capitalismo es único entre los sistemas sociales por su activo, extremo fomento del interés individual o el “individualismo posesivo”.[38] La realidad es que las sociedades humanas no-capitalistas han prosperado durante un largo período –por más del 99 por ciento del tiempo desde la emergencia de los humanos anatómicamente modernos- promoviendo otros rasgos como la capacidad de compartir y la responsabilidad hacia el grupo. No existe razón para dudar que esto pueda volver a suceder.[39]

La incestuosa conexión que existe hoy en día entre los intereses de negocios, la política, y la ley es razonablemente aparente para la mayoría de los observadores.[40] Ésta incluye sobornos descarados, o más sutiles formas de compra, amistad, y la influencia a través de las contribuciones de campaña y el lobby. Además, se ha desarrollado una cultura entre líderes políticos basada en el precepto de que lo que es bueno para el negocio capitalista es bueno para el país. De ahí que los líderes políticos se ven a sí mismos cada vez más como emprendedores políticos, o las contrapartes de emprendedores económicos, y regularmente se convencen a sí mismos de que lo que hacen por las corporaciones para obtener los fondos que les ayudarán a ser reelegidos es en realidad de interés del público. Dentro del sistema legal, los intereses de los capitalistas y sus negocios reciben casi todos los beneficios.

Dado el poder ejercitado por el interés de los negocios sobre la economía, el estado, y los medios de comunicación, es extremadamente difícil llevar a cabo los cambios fundamentales a los que ellos se oponen. Y por lo tanto hace casi imposible tener una política energética, sistema de salud, sistema de agricultura y alimentación, política industrial, de intercambio, educación, etc. que suene ecológicamente racional.

IV. Características del capitalismo en conflicto con la justicia social

Las características del capitalismo discutidas más arriba –la necesidad de crecimiento; el empujar a la gente a comprar más y más; la expansión al extranjero; la utilización de recursos sin importar las generaciones futuras; el exceso más allá de las fronteras planetarias; y el rol predominante ejercido por el sistema económico sobre las formas morales, legales, políticas y culturales de la sociedad- son probablemente las características del capitalismo que resultan más dañinas para el ambiente. Pero existen otras características del sistema que impactan enormemente sobre la justicia social. Es importante observar más de cerca esas contradicciones sociales incrustadas en el sistema.

A. Con el funcionamiento natural del sistema, surge una gran disparidad entre riqueza e ingreso

Existe una conexión lógica entre los éxitos y fracasos del capitalismo. La pobreza y miseria de una buena parte de la población mundial no es un accidente, un subproducto involuntario del sistema, que puede ser eliminado con pequeños ajustes aquí o allá. La fabulosa acumulación de riqueza –como consecuencia directa de la forma en que el capitalismo funciona nacional e internacionalmente- ha producido simultanea y persistentemente hambre, desnutrición, problemas de salud, falta de agua, servicios sanitarios, y la miseria generalizada para una gran porción de los habitantes del planeta. Los pocos ricos recurren a la mitología de que las grandes disparidades son en realidad necesarias. Por ejemplo, como Brian Griffiths, el asesor de Goldman Sachs International, citado más arriba, sostuvo: “debemos tolerar la inequidad como una forma de alcanzar una mayor prosperidad y oportunidad para todos”.[41] Lo que es bueno para los ricos también –de acuerdo a ellos mismos- es coincidentemente bueno para la sociedad en su conjunto, a pesar de que muchos permanecen en un perpetuo estado de pobreza.

La mayoría de la gente necesita trabajar para obtener salarios que les permitan obtener lo necesario para la vida. Pero, debido a la forma en que funciona el sistema, existe un gran número de personas conectadas precariamente al trabajo, ocupando los “últimos peldaños de la escalera”. Son contratados durante las épocas de crecimiento y despedidos en cuanto el crecimiento disminuye o debido a que su trabajo ya no es requerido por otras razones –Marx se refirió a este grupo como “ejército industrial de reserva”.[42] Dado un sistema con auges y caídas, y en el que las ganancias son la prioridad máxima, tener un grupo de sujetos en el ejército de reserva no es meramente conveniente; es absolutamente esencial para la dinámica del sistema. Sirve, sobre todo, para mantener bajos los salarios. El sistema, sin una significativa intervención del gobierno (a través de altos impuestos a la ganancia e impuestos substancialmente progresivos al ingreso), produce una enorme inequidad del ingreso y la riqueza, que pasa de generación en generación. La producción de grandes riquezas y, al mismo tiempo enorme pobreza, dentro y entre países no es coincidencia –riqueza y pobreza son en realidad las dos caras de una misma moneda.

En 2007, el 1 por ciento de la población de los Estados Unidos controlaba el 33,8 por ciento de la riqueza del país, mientras que el 50 por ciento de la población era dueña del 2,5 por ciento. De hecho, los 400 individuos más ricos sumaban US$ 1,54 billones en 2007 –aproximándose a los últimos 150 millones de personas (que sumaban US$ 1,6 billones). A escala global, la riqueza de los 793 milmillonarios del mundo es, en el presente, más de US$ 3 billones -equivalentes a alrededor del 5 por ciento del ingreso total mundial (US$ 60,3 billones en 2008). Apenas 9 millones de personas en el mundo (alrededor de un décimo del 1 por ciento de la población mundial) designados como “individuos de alta riqueza neta” actualmente poseen una riqueza de $35 billones –equivalente a más del 50 por ciento del ingreso mundial.[43] Al concentrarse cada vez más la riqueza, los ricos ganan más poder político, y harán lo que esté a su alcance para retener todo el dinero que puedan –a expensas de aquellos en los estratos más bajos. La mayor parte de las fuerzas productivas de la sociedad, como las fábricas, la maquinaria, las materias primas, y la tierra, están controladas por un relativamente pequeño porcentaje de la población. Y, por supuesto, la mayoría de la gente no ve nada de malo en este supuesto orden natural de las cosas.

B. Bienes y servicios son racionados de acuerdo a la capacidad de pago

Los pobres no tienen acceso a hogares dignos o raciones adecuadas de comida debido a que no poseen demanda “efectiva” –a pesar de que ciertamente poseen demandas biológicas. Todos los bienes son mercancías. La gente sin suficiente demanda efectiva (dinero) no tiene derecho en el sistema capitalista a ningún tipo particular de mercancía –ya sea un artículo de lujo como un brazalete de diamantes o una enorme mansión, o se trate de necesidades vitales como un medio ambiente saludable, fuentes seguras de alimento, o atención médica de calidad. El acceso a todas las mercancías está determinado, no por el deseo o la necesidad, sino por la disponibilidad de dinero o crédito para adquirirlos. De este modo, un sistema que, por su simple funcionamiento produce inequidad y mantiene deprimidos los salarios de los trabajadores, asegura que muchos (en algunas sociedades, la mayoría) no tendrán acceso a la satisfacción de necesidades básicas o lo que podríamos considerar una vida digna.

Debe notarse que, en los períodos en los que los sindicatos y los partidos políticos fueron fuertes, algunos de los países capitalistas de Europa instituyeron una red de programas de seguridad social, como un sistema universal de atención sanitaria, más benevolente que los Estados Unidos. Esto ocurrió como resultado de la lucha de la gente que demandaba que el gobierno proveyera aquello que el mercado no –satisfacción igualitaria de algunas necesidades básicas.

C. El capitalismo es un sistema marcado por recurrentes recesiones económicas

En el ciclo de negocios ordinario, las fábricas y todas las industrias producen más y más durante una fase de alza –asumiendo que no terminará nunca y no queriendo desperdiciar la oportunidad- ocasionando sobreproducción y sobrecapacidad, conduciendo a una recesión. En otras palabras, el sistema es propenso a la crisis, durante las cuales los pobres y los cercanos a ser considerados pobres sufren la peor parte. Las recesiones ocurren con cierta regularidad, mientras que las depresiones son mucho menos frecuentes. En estos momentos, estamos en una profunda recesión o mini-depresión (con un 10 por ciento de desempleo oficial), y muchos piensan que nos hemos librado de una depresión de gran escala de pura suerte. Teniendo esto en cuenta, desde mediados de 1850 ha habido treinta y dos recesiones o depresiones en los Estados Unidos (sin incluir la actual) –con una duración de la contracción promedio desde 1945 de alrededor de diez meses y una expansión promedio entre contracciones con una duración promedio de seis años.[44] Irónicamente, desde el punto de vista ecológico, las grandes recesiones –a pesar de ocasionar severos perjuicios a numerosas personas- son en realidad un beneficio, en tanto una menor producción genera menos polución de la atmósfera, el agua y la tierra.

V. Propuestas para la reforma ecológica del capitalismo

Existen personas que entienden perfectamente los problemas ecológicos y sociales que el capitalismo ocasiona, pero creen que éste debería ser reformado. De acuerdo a Benjamin Barber: “La lucha por el alma del capitalismo es […] una lucha entre el cuerpo económico de la nación y su alma cívica: una lucha por poner al capitalismo en el lugar que corresponde, en el que sirva a nuestra naturaleza y necesidades en lugar de manipular y fabricar caprichos y carencias. Salvar al capitalismo significa armonizarlo con el espíritu –con prudencia, pluralismo y “la cosa pública” […] que define nuestra alma cívica. Una revolución del espíritu”.[45] William Greider ha escrito un libro titulado El alma del capitalismo: abriendo senderos para una economía moral. Y hay libros de Paul Hawken, Amory Lovins, y L. Hunter Lovins que intentan vender el potencial del “capitalismo verde” y del “capitalismo natural”.[46] Aquí, se nos dice que nos podemos hacer ricos, puede continuar creciendo nuestra economía y aumentar el consumo sin fin –¡y salvar al planeta al mismo tiempo! ¿Qué tan bueno puede ser? Existe un pequeño problema –un sistema que tiene una única meta, la maximización de ganancias, no tiene alma, nunca podrá tener un alma, nunca podrá ser verde, y, por su propia naturaleza, debe manipular y fabricar caprichos y carencias.

Existe un importante número de activistas y pensadores ambientalistas “listos para usar”. Son personas genuinamente buenas y bien intencionadas preocupadas por la salud del planeta, y la mayoría también están preocupados por los problemas de justicia social. Sin embargo, existe un problema que no pueden sortear –el sistema económico capitalista. Inclusive el número creciente de individuos que critica el sistema y sus “fallas de mercado” frecuentemente termina con “soluciones” que apuntan a un capitalismo “humano” y no-corporativo fuertemente controlado, en lugar abandonar los límites del capitalismo. Son incapaces de pensar, ni hablar de promover, un sistema económico con diferentes objetivos y procesos de toma de decisiones –uno que ponga el énfasis en las necesidades humanas y ambientales, en oposición a las ganancias.

Las corporaciones se están desviviendo por presentarse a sí mismas como “verdes”. Ahora podés comprar y vestir tu ropa Gucci con la conciencia limpia porque la compañía está ayudando a proteger las selvas tropicales utilizando menos papel.[47] Newsweek sostiene que gigantes corporativos como Dell, Hewlett-Packard, Johnson & Johnson, Intel e IBM están en el top cinco de compañías verdes de 2009 debido a la utilización de fuentes “renovables” de energía, por reportar las emisiones de gases de efecto invernadero (o disminuirlas), e implementar políticas ambientales formales.[48] Podés viajar a donde quieras, sin culpa, con sólo comprar “compensaciones” de carbono que supuestamente cancelan los efectos ambientales de tu viaje.

Veamos algunos de los dispositivos propuestos para lidiar con desbarajuste ecológico sin perturbar al capitalismo.

A. Mejores tecnologías que son energéticamente más eficientes y utilizan menor cantidad de insumos

Algunas propuestas para mejorar la eficiencia energética –como aquellas que sugieren cómo reciclar casas viejas para que requieran menor energía para calentarse en invierno- son simplemente de sentido común. La eficiencia de la maquinaria, incluyendo electrodomésticos y automóviles, ha ido creciendo continuamente, y es una parte normal del sistema. A pesar de lo mucho que pueda lograrse en esta área, un aumento de la eficiencia usualmente conduce a menores costos y una mayor utilización (y frecuentemente un aumento de tamaño, como ocurre con los automóviles), por lo que la energía que se consume es en realidad mayor. El equivocado incentivo a los agrocombustibles “verdes” ha sido enormemente perjudicial para el medio ambiente. No sólo ha puesto a los alimentos y los combustibles de los automóviles en competencia directa, a expensas de los primeros, sino que en algunas oportunidades también ha reducido la eficiencia energética global.[49]

B. Energía nuclear

Algunos científicos preocupados con el cambio climático, incluyendo a James Lovelock y a James Hansen, ven a la energía nuclear como una energía alternativa, y como una respuesta tecnológica parcial a la utilización de combustibles fósiles; una que es preferible al creciente uso de carbón. No obstante, a pesar de que la tecnología de la energía nuclear ha mejorado un tanto, con plantas nucleares de tercera generación, y con la posibilidad (todavía no realidad) de plantas de energía nuclear de cuarta generación, los peligros son todavía enormes –dada la duración por cientos o miles de años de los residuos radioactivos, el manejo social de sistemas complejos, y el alto nivel de riesgo que implican. Además, la construcción de plantas nucleares toma alrededor de diez años y son extremadamente costosas. Existen todo tipo de razones, entonces (y una importante son las generaciones futuras), para ser extremadamente cautelosos con la energía nuclear como algún tipo de solución. Ir en esa dirección equivaldría prácticamente a tomar una oferta Faustiana.[50]

C. Soluciones de infraestructura de gran escala

Un vasto número de proyectos se han propuesto tanto para volcar CO2 fuera de la atmósfera o para incrementar el reflejo del sol de vuelta hacia el espacio, fuera de la Tierra. Éstos incluyen: Proyectos de secuestro de carbono como la captura de CO2 desde las plantas de energía y su inyección en la profundidad de la Tierra, y la fertilización de los océanos con hierro para estimular el crecimiento de algas que absorban el carbono; y sistemas mejorados de reflexión de la luz solar como el despliegue de grandes islas blancas en los océanos, la creación de grandes satélites que reflejen la luz solar, y la contaminación de la estratósfera con partículas que reflejen la luz.

Nadie sabe, por supuesto, qué efectos perjudiciales podrían derivarse de semejantes invenciones. Por ejemplo, una mayor absorción de carbono por parte de los océanos podría incrementar la acidificación, mientras que arrojar dióxido de sulfuro en la estratósfera para bloquear la luz solar podría reducir la fotosíntesis.

También se han propuesto numerosas alternativas de baja tecnología para capturar carbono como un aumento en la reforestación y la manipulación de suelos ecológicos para incrementar la materia orgánica de los mismos (que está compuesta principalmente de carbono). La mayoría de éstas deberían hacerse de todas formas (los materiales orgánicos ayudan a mejorar al suelo de muchas formas). Algunas podrían ayudar a reducir la concentración de carbono en la atmósfera. Aunque la reforestación, que captura carbono de la atmósfera, es a veces entendida como generando emisiones negativas. Pero las soluciones de baja tecnología no pueden solucionar el problema de un sistema en expansión –especialmente considerando que los árboles plantados ahora pueden ser cortados más tarde, y que el carbono almacenado como materia orgánica en los suelos puede ser convertido posteriormente en CO2 si las prácticas se modifican.

D. Los sistemas de comercialización

El dispositivo económico favorito del sistema son los mercados de carbono instrumentados para limitar las emisiones. Éstos implican establecer un tope en el nivel permitido de emisiones de gases y luego distribuir permisos (tanto por cuota o por subasta) que permitan a las industrias emitir dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero. Las corporaciones que tengan más permisos de los que necesitan pueden venderlos a aquellas otras firmas que requieran cuotas adicionales para contaminar. Estos esquemas invariablemente incluyen “compensaciones” que actúan como indulgencias medievales, permitiendo a las corporaciones continuar contaminando mientras compren gracia divina ayudando a reducir la contaminación en otro lugar –digamos, en el tercer mundo.

En teoría, se supone que los mercados de carbono estimulan la innovación tecnológica para incrementar la eficiencia. En la práctica, no han ocasionado una reducción en las emisiones de dióxido de carbono en aquellas áreas donde han sido introducidos como Europa. El principal resultado de estos intercambios han sido enormes ingresos para algunas corporaciones e individuos, y la creación de un mercado de carbono sub-prime.[51] No existen controles significativos de la efectividad de los “compensadores”, ni de las prohibiciones para cambiar las condiciones que eventualmente resultarán en una liberación de dióxido de carbono a la atmósfera.

VI. ¿Qué puede hacerse ahora?

En ausencia de un cambio sistémico, desde ya que hay ciertas cosas que se han hecho y todavía más se pueden hacer en el futuro para disminuir los efectos negativos del capitalismo sobre el ambiente y las personas. No hay ninguna razón particular por la que Estados Unidos no pueda tener, como en otros países capitalistas avanzados, un mejor sistema de seguridad social, incluyendo acceso universal a la salud. Para controlar los más graves problemas ambientales los gobiernos pueden dictar leyes y aplicar regulaciones. Lo mismo ocurre para el ambiente o para la construcción de vivienda social. Un impuesto al carbono como ha propuesto James Hansen -en donde el 100 por ciento de los dividendos retornan al público, estimulando la conservación al mismo tiempo que poniendo la carga sobre aquellos con grandes huellas de carbono y una riqueza mayor- podría ser implementado. Las nuevas usinas termoeléctricas de carbono (sin captura) podrían ser prohibidas al tiempo que las existentes cerradas.[52] A nivel global, se podría promover la contracción y convergencia de las emisiones de carbono, transitar hacia índices mundiales per cápita uniformes, con cortes mucho más profundos en países ricos y con mayores huellas de carbono.[53] El problema es la gran oposición a estas medidas por fuerzas muy poderosas. Por ende, este tipo de reformas se implementan, con suerte, limitadas, con una existencia marginal siempre y cuando no afecten el proceso básico de acumulación del sistema.

Es más, el problema con todas estas aproximaciones es que permiten a la economía continuar el desastroso camino que actualmente está llevando. Podemos seguir consumiendo todo lo que queramos (o lo que nuestros ingresos y riqueza nos permitan), agotando recursos, manejando mayores distancias en nuestros autos energéticamente más eficientes, consumiendo todo tipo de productos hechos por las corporaciones “verdes”, y así sucesivamente. Todo lo que tenemos que hacer es apoyar a las nuevas tecnologías “verdes” (algunas de las cuales, como las que convierten productos agrícolas en combustibles ¡no son verdes!) y ser “aplicados” al separar la basura que pueda ser compostada o reutilizada de alguna forma. De esta manera podemos seguir viviendo bastante parecido a como lo veníamos haciendo –en una economía de crecimiento y rentas perpetuas.

La gravedad del cambio climático debido a las emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero generados por el humano ha desembocado en nociones donde lo necesario es solamente reducir la huella de carbono (que ya es un problema en sí). Sin embargo, la realidad es que existen numerosos problemas ecológicos interrelacionados y en aumento debido a un sistema en función de la infinita expansión de la acumulación de capital. Lo que es necesario reducir no es solamente la huella de carbono, sino también la huella ecológica, esto quiere decir reducir, o bien frenar, la expansión económica a nivel mundial, especialmente en países ricos. Al mismo tiempo, las economías de muchos países pobres deben expandirse. Los nuevos principios que podríamos promover son, entonces, los de un desarrollo humano sustentable. Esto quiere decir lo suficiente para todos y no más. El desarrollo humano no se vería dificultado, y podría ser considerablemente realzado para el beneficio de todos, si se hiciera énfasis en éste, y no en un desarrollo económico insustentable.

VII. Otro sistema económico no sólo es posible -Es esencial

El análisis precedente, si es correcto, apunta al hecho de que la resolución de la crisis ecológica no puede darse dentro de las lógicas del sistema actual. No hay esperanzas de éxito en las diversas sugerencias. El sistema capitalista mundial es insustentable en: (1) su búsqueda por una acumulación sin fin de capital tendiente a una producción que debe expandirse continuamente para obtener ganancias; (2) su sistema agrícola y alimentario que contamina el ambiente y sin embargo no garantiza el acceso cuantitativo y cualitativo universal de comida; (3) su desenfrenada destrucción del ambiente; (4) su continua reproducción y aumento de la estratificación de riqueza dentro y entre los países; y (5) su búsqueda por la “bala de plata” tecnológica para evadir los crecientes problemas sociales y ecológicos emergentes de sus propias operaciones.

La transición a una economía ecológica –que consideramos que también debe ser socialista- será un proceso arduo que no ocurrirá de un día para el otro. Esto no es una cuestión de “asaltar el Palacio de Invierno”. Más bien, es una lucha dinámica, multifacética para un nuevo pacto cultural y un nuevo sistema productivo. La lucha es en última instancia contra el sistema del capital. Sin embargo, tiene que comenzar oponiéndose a la lógica del capital, esforzándose en el aquí y el ahora en la creación, en los intersticios del sistema, de un nuevo metabolismo social arraigado en el igualitarismo, la comunidad y una relación sustentable con la tierra. Las bases para la creación de un desarrollo humano sustentable deben surgir desde el interior del sistema dominado por el capital, sin ser parte de él, como la misma burguesía lo hizo desde los “poros” de la sociedad feudal.[54] Eventualmente, estas iniciativas pueden volverse lo suficientemente poderosas para constituir las bases revolucionarias de un nuevo movimiento y una nueva sociedad.

Estas luchas en los intersticios de la sociedad capitalista están teniendo lugar en todo el mundo, y son demasiado numerosas y complejas para ser desarrolladas en su totalidad aquí. Los pueblos originarios hoy en día, con nuevos bríos gracias a la continua lucha revolucionaria en Bolivia, reintroducen una nueva ética y responsabilidad hacia la tierra. La Vía Campesina, una organización campesina global, promueve nuevas formas de agricultura ecológica, como el MST (Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra) en Brasil, como en Cuba y Venezuela. Recientemente, el presidente venezolano Hugo Chávez enfatizó las razones sociales y ambientales por las cuales había que liberarse de una economía basada en la renta petrolera, siendo Venezuela un gran exportador de petróleo.[55] El movimiento de justicia climática está demandando soluciones igualitarias y anticapitalistas a la crisis climática. En todos lados estrategias radicales, esencialmente anticapitalistas están emergiendo, basadas en otras éticas y formas de organización más que en la motivación de ganancia; ecoaldeas; el nuevo ambiente urbano promovido en Curitiba, Brasil, y otras partes; experimentos en permacultura, agricultura comunitaria, cooperativas industriales y agrícolas en Venezuela, etc. El Foro Social Mundial ha dado voz a muchas de estas aspiraciones. Como ha dicho el destacado ambientalista norteamericano James Gustave Speth: “El movimiento internacional por el cambio –que se refiere a sí mismo como ‘el irresistible ascenso del anticapitalismo global’- es más fuerte de lo que muchos pueden imaginar y seguirá cobrando fuerza”.[56]

La oposición a la lógica del capitalismo –teniendo como horizonte desplazar al sistema en su totalidad- crecerá imponentemente debido a que no existe otra alternativa, si es que la tierra como la conocemos y la humanidad misma han de sobrevivir. Aquí, los objetivos de la ecología y el socialismo se encontrarán necesariamente. Será crecientemente más claro que la distribución de tierra, salud, vivienda, etc. tendrían que ser en base a la satisfacción de necesidades humanas más que las fuerzas de mercado. Esto, desde ya, es más fácil decirlo que hacerlo. Pero quiere decir que la toma de decisiones económicas tiene que ser en niveles locales, regionales y multirregionales por procesos democráticos. Tenemos que enfrentar cuestiones: (1) ¿Cómo podemos satisfacer las necesidades básicas de comida, agua, vivienda, vestimenta, salud, y dar las mismas oportunidades de educación y cultura a todo el mundo? (2) ¿Cuánto de la producción económica tendría que ser consumida y cuanto invertida? Y (3) ¿Cómo tendrían que ser dirigidas las inversiones? En el proceso, las personas tienen que encontrar las mejores maneras para llevar adelante estas actividades en una interacción positiva con la naturaleza –para mejorar el ecosistema. Nuevas formas de democracia serán necesarias, enfatizando nuestra mutua responsabilidad, tanto al interior de las comunidades como con aquellas repartidas por el mundo. Alcanzar este deseo, desde ya, requiere planificación social en todos los niveles: local, regional, nacional e internacional –que solamente puede ser fructífero si es de y por, y no sólo aparentemente para el pueblo.[57]

Un sistema económico democrático, razonablemente igualitario, y capaz de poner límites al consumo significará sin lugar a dudas que las personas vivirán con un nivel de consumo menor del que se denomina, algunas veces en los países ricos, el estilo de vida de la “clase media” (que nunca fue universalizado incluso en estas sociedades). Un estilo de vida más sencillo, a pesar de ser “más pobre” materialmente, puede ser más rico cultural y socialmente al reconectar a las personas entre sí y con la naturaleza, y al tener que trabajar menos horas para proveer las cosas esenciales para la vida. Una gran cantidad de trabajos en los países capitalistas ricos son improductivos y pueden ser eliminados, lo que indica que la jornada laboral puede ser acortada en una economía organizada más racionalmente. El eslogan que algunas veces se ve en los parachoques, “Vive sencillamente para que otros puedan sencillamente vivir”, tiene poco sentido en una sociedad capitalista. Vivir una vida sencilla, como hicieron Helen y Scott Nearing, demostrando que es posible que sea gratificante e interesante, no ayuda a los pobres en las circunstancias presentes.[58] Sin embargo, el eslogan tendrá importancia real en una sociedad bajo control social (más que privado) que intenta satisfacer las necesidades básicas de todas las personas.

Tal vez los Consejos Comunales de Venezuela –donde los habitantes locales reciben los recursos y deciden las prioridades para la inversión social en sus comunidades- son un ejemplo de planificación a nivel local para la satisfacción de necesidades humanas. Este es el camino por el que necesidades tan importantes como escuelas, clínicas, caminos, electricidad y redes de agua pueden complacerse. En una sociedad realmente transformada los concejos comunales pueden interactuar con los esfuerzos que se hagan a nivel regional y multirregional. Y el uso del excedente de la sociedad, una vez satisfechas las necesidades básicas de las personas, debe basarse en sus propias decisiones.[59]

El propósito mismo del nuevo sistema sustentable, que es el resultado necesario de estas innumerables luchas (necesario en términos de supervivencia y realización de la potencialidad humana), debe ser la satisfacción de necesidades básicas materiales y no materiales de todas las personas, mientras se protege el ambiente global y los ecosistemas locales y regionales. El ambiente no es algo “externo” a la economía humana como lo dicta nuestra ideología presente; constituye la base vital esencial para todas las criaturas vivientes. La cura para la “ruptura metabólica” entre la economía y el ambiente implica nuevas formas de vivir, de producir, cultivar, transportarse, etc.[60] Tal sociedad debe ser sustentable; y la sustentabilidad requiere igualdad sustantiva enraizada en un modo de producción y consumo igualitario.

Concretamente, las personas deben vivir más cerca de sus lugares de trabajo, en hogares ecológicos y energéticamente eficientes como también confortables, y en comunidades diseñadas para el compromiso público, con suficientes espacios, como parques y centros comunitarios para reunirse y tener oportunidades de divertimento. Son necesarios mejores medios de transporte masivo dentro y entre ciudades para reducir el uso de automóviles y camiones. El tren es significativamente más eficiente energéticamente que el transporte de carga (413 millas por galón de nafta por tonelada versus 155 millas para los camiones) y causan menor cantidad de accidentes fatales, al mismo tiempo que emiten menos gases de efecto invernadero. Un tren puede llevar la carga de 280 a 500 camiones. A su vez, está estimado que una sola vía ferroviaria puede llevar la misma cantidad de personas que numerosos carriles de autopistas.[61] La producción industrial debe basarse en los principios ecológicos “de la cuna a la cuna”, donde los productos y edificios se diseñan para un consumo de energía bajo, utilizando lo más posible luz y calefacción/refrigeración natural, una construcción sencilla como también facilidad para la reutilización y asegurando que el proceso de manufactura produce pocos o ningún desperdicio.[62]

La agricultura basada en principios ecológicos, llevada adelante por familias campesinas o cooperativas, reencontrándose con la tierra en la que cultivan su propia comida, ha demostrado ser no solamente tanto o más productiva que la producción a gran escala, sino que a su vez tiene un impacto negativo menor en las ecologías locales. De hecho, los mosaicos creados por pequeñas granjas intercalados con vegetación nativa son necesarios para proteger especies en peligro de extinción.[63]

Una mejor existencia tiene que ser alcanzada para los habitantes de villas miserias, un sexto de la humanidad aproximadamente. Primero y principal, un sistema que requiere un “un planeta de villas miseria”, como lo ha dicho Mike Davis, tiene que ser reemplazado por un sistema que tenga lugar para comida, agua, viviendas y empleo para todos.[64] Para muchos, esto puede implicar -con una provisión de tierra, vivienda y otros apoyos adecuados- un regreso a la vida campesina.

Se necesitarán ciudades más pequeñas, con habitantes que vivan cerca de los lugares de producción de sus alimentos y donde la industria se encuentre dispersa, y en menores escalas.

Evo Morales, presidente de Bolivia, ha capturado la esencia de la situación en sus comentarios sobre el cambio hacia un sistema que promueva el “vivir bien” en vez del “vivir mejor” del capitalismo. Como ha dicho en la Conferencia Climática de Copenhague de diciembre de 2009: “El vivir mejor es explotar seres humanos. Es agotar recursos naturales. Es egoísmo e individualismo. Entonces, en esas promesas del capitalismo no existe solidaridad ni complementariedad. No hay reciprocidad. Por eso es que estamos tratando de pensar otras formas de vivir y de vivir bien, no vivir mejor. Vivir mejor es siempre a costa de otro. Vivir mejor es a costa de la destrucción del ambiente”.[65]

Las anteriores experiencias de transición hacia sistemas no capitalistas, especialmente en sociedades de tipo soviético, indican que esto no será fácil y que lo que se necesita son nuevas concepciones de lo que constituye el socialismo, distinguiéndolas claramente de esos tempranos, y frustrados intentos. Las revoluciones del siglo XX se erigieron típicamente en países relativamente pobres y subdesarrollados, que fueron rápidamente aislados y continuamente amenazados desde el exterior. Tales sociedades posrevolucionarias se terminaron burocratizando fuertemente, con una minoría al mando del estado y gobernando sobre el resto de la sociedad. Se terminaron reproduciendo muchas de las relaciones de producción jerárquicas que caracterizan al capitalismo. Los trabajadores continuaron proletarizados, mientras que la producción fue expandida por el bien de la producción misma. Las mejoras sociales reales existieron demasiado frecuentemente con formas extremas de represión social.[66]

Hoy en día debemos esforzarnos por construir un sistema socialista genuino; uno donde la burocracia sea puesta bajo control, y el poder sobre la producción y la política resida verdaderamente en el pueblo. Así como los nuevos desafíos que enfrentamos están cambiando en nuestra época, también lo están haciendo las posibilidades para el desarrollo de la libertad y la sustentabilidad.

Cuando el reverendo Jeremiah Wright habló en la reunión del sexagésimo aniversario de Monthly Review en septiembre de 2009 repitió continuamente la pregunta “¿Y qué pasa con las personas?”. Si todavía queda esperanza de mejorar significativamente las condiciones de vida de la vasta mayoría de los habitantes del mundo –muchos de los cuales viven desesperanzadamente en las peores condiciones de existencia- y al mismo tiempo preservar a la Tierra como un planeta habitable, necesitamos un sistema que constantemente pregunte: “¿Y qué pasa con las personas?” en vez de “¿Cuánta plata puedo ganar?”. Esto es necesario, no sólo para los humanos, sino para todas las otras especies que comparten el planeta con nosotros y cuyos destinos se encuentran íntimamente ligados al nuestro.

Notas

[1] Fidel Castro Ruz: La verdad de lo ocurrido en la Cumbre, 20 de diciembre de 2009.

[2] Nota del traductor: a los efectos de mantener la fidelidad de pasaje, hemos tomado la traducción de Platón: Critias o la Atlántida. 1975. Buenos Aires: Aguilar. Traducción del griego, prólogo y notas por Francisco De P. Samaranch.

[3] James Hansen, Reto Ruedy, Makiko Sato, and Ken Lo, “If It’s That Warm, How Come It’s So Damned Cold?” http://columbia.edu/~jeh1/.

[4] Hansen, Storms of My Grandchildren, (New York: Bloomsbury, 2009), 164.

[5] Hansen, Storms of My Grandchildren, 82-85; Richard S. J. Tol, et al., “Adaptation to Five Meters of Sea Level Rise,” Journal of Risk Research, no. 5 (July 2006), 469.

[6] World Glacier Monitoring Service/United Nations Environment Programme, Global Glacier Change: Facts and Figures (2008), http://grid.unep.ch/glaciers; Baiqing Xu, et al., “Black Soot and the Survival of Tibetan Glaciers,” Proceedings of the National Academy of Sciences, December 8, 2009, http://pnas.org; Carolyn Kormann, “Retreat of Andean Glaciers Foretells Water Woes,” Environment 360, http://e360.yale.edu/; David Biello, “Climate Change is Ridding the World’s Tropical Mountain Ranges of Ice,” Scientific American Observations, December 15, 2009, http://scientificamerican.com; Union of Concerned Scientists, “Contrarians Attack IPCC Over Glacial Findings, But Glaciers are Still Melting,” January 19, 2010, ucsusa.org.

[7] Agence France Presse (AFP), “UN Warns of 70 Percent Desertification by 2025,” October 4, 2005.

[8] Shaobing Peng, et al., “Rice Yields Decline with Higher Night Temperature from Global Warming,” Proceedings of the National Academy of Sciences 101 no. 27 (2005), 9971-75.

[9] James Hansen, “Strategies to Address Global Warming” (July 13, 2009), http//columbia.edu; Hansen, Storms of My Grandchildren, 145-47.

[10] “Arctic Seas Turn to Acid, Putting Vital Food Chain at Risk,” Guardian, October 4, 2009; The Earth Institute, Columbia University, “Ocean’s Uptake of Manmade Carbon May be Slowing,” November 18, 2009, http://earth.columbia.edu; “Seas Grow Less Effective at Absorbing Emissions,” New York Times, November 19, 2009; S. Khatiwal, F. Primeau, and T. Hall, “Reconstruction of the History of Anthropogenic CO2 Concentrations in the Ocean,” Nature 462, no. 9 (November 2009), 346-50.

[11] Lindsey Hoshaw, “Afloat in the Ocean, Expanding Islands of Trash,” New York Times, November 10, 2009.

[12] United Nations Food and Agricultural Organization, http://fao.org.

[13] Bobbi Chase Wilding, Kathy Curtis, Kirsten Welker-Hood. 2009. Hazardous Chemicals in Health Care: A Snapshot of Chemicals in Doctors and Nurses, Physicians for Social Responsibility, http://psr.org.

[14] Lyndsey Layton, “Use of potentially harmful chemicals kept secret under law,” Washington Post, January 4, 2010.

[15] Frank Jordans, “17,000 Species Threatened by Extinction,” Associated Press, November 3, 2009.

[16] Monitra Pongsiri, et al., “Biodiversity Loss Affects Global Disease Ecology,” Bioscience 59, no. 11 (2009), 945-54.

[17] James Hansen, Storms of My Grandchildren, ix.

[18] Johan Rockström, et al., “A Safe Operating Space for Humanity,” Nature, 461 (September 24, 2009), 472-75.

[19] Donella H. Meadows, Dennis L. Meadows, Jorgen Randers, and William W. Behrens. The Limits to Growth: A Report for the Club of Rome’s Project on the Predicament of Mankind (New York: Universe Books, 1972); Donella H. Meadows, Jorgen Randers, and Dennis L. Meadows, The Limits to Growth: The 30-Year Update (White River Junction, VT: Chelsea Green Publishing Company, 2004).

[20] Erik Assadourian, “The Rise and Fall of Consumer Cultures,” in Worldwatch Institute, State of the World, 2010 (New York: W. W. Norton, 2010), 6.

[21] Epicurus, “The Vatican Collection,” The Epicurus Reader (Indianapolis: Haskett, 1994), 39.

[22] “Poverty Facts and Statistics, Global Issues, http://globalissues.org.

[23] Curtis White, “Barbaric Heart: Capitalism and the Crisis of Nature,” Orion (May-June 2009), http://orionmagazine.org/index.php/articles/article/4680.

[24] For treatments of the role of speculation and debt in the U.S. economy, see John Bellamy Foster and Fred Magdoff, “The Great Financial Crisis (New York: Monthly Review Press, 2009) and Fred Magdoff and Michael Yates, The ABCs of the Economic Crisis (New York: Monthly Review Press, 2009).

[25] “Fears for the World’s Poor Countries as the Rich Grab Land to Grow Food,” Guardian, July 3, 2009; “The Food Rush: Rising Demand in China and West Sparks African Land Grab,” Guardian, July 3, 2009.

[26] For a brief discussion of European expansion, see Harry Magdoff and Fred Magdoff, “Approaching Socialism,” Monthly Review 57, no. 3 (July-August 2005), 19-61. On the relation of oil and gas to the wars.

Traducción al español: Observatorio Petrolero Sur



Fuente: http://www.monthlyreview.org/100301magdoff-foster.php

jueves, 17 de junio de 2010

Retiro de glaciares: el Salto de Tequendama

Por: José Fernando Isaza


El Espectador

VI 17 10

HACE CERCA DE 10.000 AÑOS TERMInó la última glaciación que cubrió de un extenso y profundo glaciar a Norteamérica, Europa y Asia. En las altas montañas de los trópicos y al sur del continente también se localizaron los glaciares.


En períodos muy cortos, desde el punto de vista geológico, se produjeron grandes cataclismos. Uno de los más conocidos fueron los deshielos que causaron inundaciones en amplias zonas. Este hecho puede explicar por qué muchas civilizaciones de Oriente Medio comparten el mito de un diluvio universal. Los grandes lagos de Estados Unidos y Canadá y las Cataratas del Niágara son producto del retiro del glaciar.

En la zona tropical los glaciares de las montañas se retiran miles de años después de finalizar la edad de hielo en el hemisferio norte. Este retiro se acelera a partir de 1850, período que coincide con el aumento de temperatura atmosférica, conocido como efecto invernadero. En Colombia la disminución del área de lo que pomposamente se llamaban “nieves perpetuas” en el período 1850-2008 ha sido de más del 80%. En el caso de la Sierra Nevada de Santa Marta el glaciar sólo cubre el 10% del área que tenía a mediados del siglo XIX.

En el transcurso de dos generaciones desaparecieron los nevados del Quindío, Cumbal y Azufral.

En un trabajo realizado con Diógenes Campos, al observar datos y referencias del retiro de los glaciares que rodeaban el altiplano Cundiboyacense, esbozamos la hipótesis de que el mito de la creación del Salto de Tequendama puede tener sustento histórico.

En la zona tropical, hace 2 o 3 mil años, el nivel de las nieves, restos de la última edad del hielo, debían estar localizados en los 3.000-3.500 metros sobre el nivel del mar. Al retirarse empiezan a producir inundaciones en la Sabana, lugar original del asentamiento de la civilización muisca. Un líder, Bochica, padre de la cultura, inicia un éxodo hacia las laderas de las montañas de la Cordillera Oriental, y de los cerros occidentales, como respuesta a la inundación de la Sabana, que la mitología atribuye al malvado Chibchacum. Es posible que esta migración explique los hallazgos de piezas arqueológicas en alturas superiores a la Sabana. El retiro del glaciar debió ser muy rápido en términos geológicos, pero lento en términos de la duración de la vida humana, lo cual permitió preservar la cultura que se había desarrollado en el altiplano. La gran laguna que se formó con el agua del deshielo crea un espejo de agua que cubre el altiplano. Las aguas buscan una salida y forman el Salto de Tequendama, que sirve de desagüe al lago. Poco a poco éste se va secando y permite el retorno de los hijos o nietos de quienes se vieron obligados a buscar en las montañas su lugar de asentamiento.

Este proceso se asemeja, aunque en escala muy inferior, al que origina las Cataratas del Niágara, y los diluvios “universales” de Oriente Medio.

No es tarea sencilla delimitar los factores geológicos de los antrópicos que explican la disminución de los glaciares en los últimos 160 años. Muchos años antes que la actividad económica del hombre causara emisiones de anhídrido carbónico, la atmósfera se calienta y se inicia el fin de la edad de hielo. Hoy una parte del fenómeno es simplemente la continuación del período interglaciar actual, y otra el efecto de las emisiones de gases de invernadero generadas por la actividad humana.

domingo, 13 de junio de 2010

Día Mundial del Medio Ambiente: Hay todavía muchas razones por las cuales luchar

Paulo Piramba

El 5 de junio es conmemorado, por iniciativa de la ONU, como el Día Mundial del Medio Ambiente. Esta fecha hace referencia a la primera Conferencia Mundial del Medio Ambiente realizada en 1972. En esta Conferencia realizada en Estocolmo, por primera vez se ha discutido, de forma coherente, la relación entre medio ambiente y desarrollo, y la disminución de los efectos del cambio climático.


Esta fue la primera tentativa del capital para encontrar una salida a los problemas que él mismo creó para la biodiversidad planetaria. Hoy en día, casi cuarenta años después, no hay nada que conmemorar. Al contrario, el planeta asiste al aumento del calentamiento global, que es resultado del aumento de la emisión de gases. Según el IPCC, agencia multilateral de la ONU, no hay duda de que este proceso acelerado de calentamiento es responsabilidad de la humanidad y del modelo de producción del capitalismo, que es el modelo económico hegemónico en el planeta.

Además del calentamiento del planeta, lo cual inevitablemente producirá modificaciones climáticas que afectarán dramáticamente la vida en la Tierra; el modelo de producción capitalista también es responsables del agotamiento acelerado de los recursos naturales y de la contaminación del agua, del aire y del suelo. Los pasivos medioambientales creados por el capitalismo están directamente vinculados a su necesidad de mantener elevadas sus ganancias, lo cual representa una amenaza para la biodiversidad y vislumbra un futuro dudoso para las futuras generaciones.

Sin tener cómo justificar lo injustificable, el capital intenta encontrar salidas para los problemas medioambientales que él mismo ha creado. Desde Estocolmo, pasando por Kioto, hasta recientemente en Copenhague, sus fracasos se van acumulando. En verdad, no existe salida posible para el planeta sin que se cambie el modelo económico. Después de la creación del mercado de carbono en Kioto, donde se negociaba el derecho a contaminar, en Copenhague la solución recomendada fue el capitalismo verde.

En Copenhague, el fracaso de la tentativa de disminuir las emisiones de carbono y la estabilización de la temperatura media global, hizo que los movimientos alterglobalistas y anticapitalistas tuvieran el papel de hacer la crítica y proponer alternativas. Como nuevos protagonistas, aparecieron los pueblo originarios y las comunidades indígenas que extendieron la bandera del bien vivir y contra el consumismo estimulado por la sociedad de mercado. En este contexto, el debate sobre un modelo alternativo de desarrollo que coordina la investigación por otra sociedad más fraternal e igualitaria, respetando la naturaleza, se impone.

Para la izquierda, este debate sigue pospuesto, pues aún tiene concepciones de desarrollo y de producción que mantienen, en gran parte, las mismas relaciones de dominación y explotación relativas a la naturaleza. Incluso entre estas personas que se reivindican ecosocialistas, esto es, partidarios de una sociedad socialista que toman en consideración el respeto a los ciclos naturales y la necesidad de frenar el calentamiento global, nuestras tareas son enormes. Tenemos que sobrepasar la etapa actual de simple denuncia de la acción del capital sobre la naturaleza y empezar una producción teórica y práctica que coordina las dos necesidades históricas. Nuestra tarea, como militantes revolucionarios, debe ser pensar y construir, de forma integrada, los aspectos ecológicos, populares y socialistas. Se hace necesario ser ecologistas y no podemos limitarnos al discurso de simple denuncia del capitalismo, aunque este sistema sea el principal responsable de la actual crisis climática, social y medioambiental del planeta.

*Paulo Piramba es militante ecosocialista y miembro de la dirección nacional de Enlace, corriente interna del Partido Socialismo y Libertad (Psol) en Brasil.

El cambio climático capitalista y nuestras tareas

Resoluciones congresos IV Internacional


(Febrero de 2010)

1. El cambio climático actual no es el producto de la actividad humana en general sino del paradigma productivista desarrollado por el capitalismo e imitado por otros sistemas que se pretendían alternativos a este. Frente al peligro de una catástrofe social y ecológica sin precedentes e irreversible a escala de la era humana, el sistema, incapaz de replantear su lógica fundamental de acumulación, se lanza a una carrera tecnológica peligrosa y sin salida.


El cambio climático actual capitalista no es el producto de la actividad humana en general sino que se da principalmente por el hecho de que el sistema capitalista, guiado por la ganancia y la sobrexplotación a corto plazo, construyó y sigue construyendo su desarrollo no sólo en la explotación de la fuerza de trabajo, sino también en el saqueo de los recursos naturales, especialmente las reservas finitas y no renovables de combustibles fósiles de bajo precio.

i. En las últimas décadas del siglo XIX y a principios del siglo XX, las propuestas coherentes de sistemas energéticos alternativos, basados en la utilización de la energía solar, fueron descartadas por las leyes de la rentabilidad capitalista o se hicieron fracasar bajo la presión de grupos de empresarios carboníferos.

ii. Después de 1945, para perpetuar sus ganancias excedentarias, los monopolios del petróleo y de los sectores dependientes del petróleo desactivaron muchas alternativas técnicas e impusieron estilos de transporte, de consumo y de organización del territorio dictados tan solo por la voluntad de vender una cantidad siempre creciente de mercancías, especialmente automóviles y otros bienes de consumo individual de masas.

iii. Durante los últimos 40 años, a pesar de un conjunto de evidencias cada vez más convincentes, las advertencias de los científicos fueron ignoradas por los gobiernos y los medios de comunicación burgueses. Estos, por el contrario, han alternado campañas de desinformación de los lobbies capitalistas en tanto que, al mismo tiempo, la mundialización neoliberal de la producción y del comercio hacían crecer enormemente las emisiones de gases con efecto invernadero.

iv. En este inicio del siglo XXI, las causas del calentamiento están plenamente documentadas, el peligro es conocido y se reconoce por todos los gobiernos, las soluciones técnicas existen y la gravedad de la situación aumenta en cada nuevo informe de los expertos. Por falta de política voluntarista, los expertos proyectan que el alza de la temperatura media podría superar 6 grados de aquí a 2100, en relación con el siglo 18. Y solo con un alza de + 3, 25 grados C (en relación con el periodo pre industrial), situada mas o menos al medio de las proyecciones del GIEC, las inundaciones costeras, según ciertas estimaciones, provocarían entre 100 y 150 millones de victimas de ahora a 2050, las hambrunas hasta 600 millones y la malaria 300 millones, mientras que la escasez de agua podría afectar hasta a 3,5 miles de millones de personas suplementarias. Pero el capitalismo, a pesar de todo, sigue utilizando principalmente enormes reservas de carbón a bajo precio. La lógica de la acumulación constituye su fundamento, el sistema se ha lanzado en un curso productivista que implica el uso de tecnologías peligrosas: desarrollo de la energía nuclear, los combustibles fósiles, incluyendo fuentes no convencionales (aceites pesados, arenas y pizarra bituminosa), así como las manipulaciones genéticas que tienden a incrementar la producción nefasta de agrocarburantes, “carbón limpio” con captura-secuestro de gigatoneladas de CO2 en las capas geológicas profundas. Para el capital, las fuentes de energía renovable son sólo un nuevo campo para la acumulación de valor, lo que implica que su utilización pueda tomar formas particularmente destructivas y se den en forma complementaria del aprovisionamiento por los fósiles y no para sustituirlos.

El único límite del capital es el capital mismo (Marx). La loca carrera de este sistema que acumula riqueza y sobreconsumo en un polo, y pobreza y penuria en el otro, amenaza con precipitar una catástrofe humana y ecológica irreversible a escala histórica, con daños irreparables infligidos a los ecosistemas, especialmente a la biodiversidad. Cuando el umbral de peligrosidad, muy por debajo de +2°C en relación con la era preindustrial, ya se ha sobrepasado en muchas regiones (Estados insulares, países andinos, regiones árticas, zonas semi-áridas…) los planes adoptados o que se están debatiendo a nivel de las potencias imperialistas anuncian un calentamiento entre +3.2 y +4.9°C, que corresponde a un aumento en el nivel de los mares entre 60 cm y 2.9 metros en el equilibrio (sin considerar el desmembramiento de los casquetes polares). Los Objetivos de Desarrollo del Milenio, que son insuficientes, no sólo no serán alcanzados, sino que además cientos de millones de seres humanos estarán expuestos a una seria degradación de sus condiciones de vida. Los más pobres incluso están amenazados en su misma existencia, particularmente por los riesgos de inundación en las costas, de la presión sobre sus fuentes de agua dulce y por la baja de la productividad agrícola que ha afectado las regiones tropicales.

2. Seria una ilusión creer que la estabilización del clima se producirá espontáneamente al agotarse los recursos fósiles. Estos son ampliamente suficientes para provocar el vuelco climático. La estabilización del clima a nivel lo menos peligroso posible requiere una disminución drástica del consumo de energía, y en consecuencia de la producción material. Al mismo tiempo, se requieren energía y otros recursos para asegurar el derecho al desarrollo de tres mil millones de hombres y mujeres que viven en condiciones indignas de su humanidad y que son las primeras víctimas del calentamiento global. El sistema capitalista es incapaz de atender estos dos desafíos en forma separada. Atenderlos simultáneamente equivale para él a resolver la cuadratura del círculo. Para poner en práctica un plan de transición mundial hacia un sistema energético ahorrativo y eficiente, independientemente de los costos, basado exclusivamente en fuentes renovables y capaz de satisfacer las necesidades fundamentales de la humanidad, son indispensables medidas anticapitalistas radicales.

Según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre la Evolución del Clima (GIEC), la estabilización del clima a nivel lo menos peligroso posible requiere que las emisiones de gases con efecto invernadero terminen antes de 2015 y disminuyan de 50 a 85% de aquí al año 2050, en relación con el 2000. En nombre del principio de precaución, se impone adoptar al menos los más drásticos de estos objetivos. En efecto, los modelos climáticos no integran, o lo hacen en forma muy imperfecta, los fenómenos denominados “no lineales”, particularmente el desmembramiento de los casquetes polares del Ártico y el Antártico y la liberación de metano de los suelos congelados permanentemente (pergelisol). Estos fenómenos, ya perceptibles, pueden acelerar enormemente el cambio climático e incrementar considerablemente los efectos negativos en las siguientes décadas.

A estas presiones físicas se agregan otras de tipo social, político y técnicas.

i. Para tomar en cuenta las responsabilidades históricas diferenciadas de los países imperialistas y de los países dominados, el GIEC estima que los primeros deben reducir sus emisiones de 25 a 40% de aquí al 2020 y de 80 a 95% de aquí al 2050, tomando como referencia base las emisiones de 1990, en tanto que la curva de emisiones de los segundos debe bajar de 15 a 30% en relación con las proyecciones, en todas las regiones en 2050 y en la mayoría de las regiones (salvo África) desde el 2020. Nuevamente, los objetivos más drásticos deben ser adoptados como un mínimo, por las razones expuestas anteriormente.

ii. En virtud de su responsabilidad en el calentamiento global, la parte de estos objetivos que compete a las naciones desarrolladas debe ser asumida por éstas con la contribución de medidas domésticas, es decir con la reducción de sus propias emisiones. Estas reducciones no pueden ser sustituidas por la compra de derechos para contaminar a partir de inversiones que se autodenominan “limpias” en los países en desarrollo o en transición, ni con la plantación de árboles –que no ofrece una solución estructural, ni con la protección de los suelos o de los bosques existentes. La salvaguarda de los suelos y de los bosques, necesaria en sí misma, no debe permitir a los contaminadores seguir contaminando. Estos pretendidos mecanismos de compensación y el Mercado de los derechos de emisión previstos por el Protocolo de Kyoto se han revelado perfectamente ineficaces en el plano ambiental, incluso para alcanzar el objetivo, totalmente insuficiente, de estos acuerdos (una reducción de las emisiones de un 5,2% durante el periodo 2008-2012).

iii. En nombre de la justicia climática y de la reparación de su deuda ecológica, los países imperialistas deben transferir a los países dominados los conocimientos y las tecnologías que permitan a éstos desarrollarse respetando las limitaciones físicas de la estabilización del clima. También deben financiar las medidas de adaptación a la parte inevitable de los cambios climáticos, de los cuales las poblaciones pobres de los países pobres, principalmente las mujeres, son las principales víctimas.

iv. Desde el punto de vista técnico, las fuentes renovables permiten ampliamente hacer frente a las necesidades futuras de la humanidad. Sin embargo, por el hecho de la necesidad de cambiar el sistema energético, el éxito de la transición en los siguientes 40 años está condicionado por una importante disminución del consumo de energía (50% y más en los países desarrollados). Esto implica, a su vez, una reducción significativa de la producción material, de manera que el problema clave es el siguiente: hay que producir globalmente menos, al tiempo que se atienden las demandas legítimas de tres mil millones de seres humanos que tienen muchas necesidades fundamentales insatisfechas.

Es ilusorio creer que este conjunto de condiciones podría ser respetado asignando al carbón un precio que integre el costo de los daños que han contribuido al cambio climático. El valor es un indicador puramente cuantitativo que expresa la cantidad de trabajo humano abstracto que se requiere en un momento determinado del desarrollo del capital: por definición es incapaz de tomar en consideración las riquezas naturales, tomar en cuenta las necesidades de las generaciones futuras, hacer diferenciaciones entre los trabajos concretos útiles o inútiles desde el punto de vista humano e integrar los diversos parámetros cuantitativos y cualitativos de la estabilización del clima. Esta incapacidad se traduce ya en la práctica en el hecho de que los monopolios capitalistas presionan con toda su fuerza, y con éxito, para impedir que se les cargue la factura del calentamiento, de tal forma que ellos determinen a final de cuentas los ritmos y las formas de la política que se seguirá, en función de sus intereses. En el terreno social, finalmente, la imposición de un precio mundial para el carbón haría pagar la factura del calentamiento a los trabajadores y a los pobres, profundizando con ello las desigualdades, entre Norte y Sur, pero también en el seno de las sociedades del Norte y del Sur.

El capital no puede resolver el problema clave pues es estructuralmente incapaz de reducir la producción material global al tiempo que produce más para atender las necesidades aún no atendidas. Combinar el legítimo derecho al desarrollo humano y la puesta en marcha de un programa de transición mundial planificado, democrático y racional hacia un sistema energético ahorrativo y eficiente, basado exclusivamente en fuentes renovables, independientemente de los costos, sólo es posible si se recurre a medidas anticapitalistas radicales. Estas medidas incluyen particularmente la expropiación de los sectores de la energía y del crédito; la reducción masiva del tiempo de trabajo (hacia la media jornada de trabajo) con reducción de los ritmos de trabajo, sin pérdida de salario y con contratación compensatoria de más trabajadores; con sangrías significativas sobre las ganancias capitalistas; la más amplia reubicación posible de la producción, especialmente agrícola, mediante un apoyo a la agricultura campesina; iniciativas públicas en el terreno de la vivienda y del transporte, indispensables para cambiar los patrones de consumo; la constitución de un fondo mundial de adaptación financiado con los beneficios de los monopolios; financiamiento público de la investigación, eliminando su subordinación a la industria y la transferencia gratuita de tecnologías limpias hacia los países del Sur; así como la conformación de dispositivos de participación democrática y de control por parte de las poblaciones y comunidades locales, en todos estos niveles.

3. Herencia envenenada de 200 años de desarrollo capitalista basado en los combustibles fósiles, el cambio climático concentra la crisis de civilización debida al hecho de que el potencial de destrucción social y ecológica de este sistema está por encima de su capacidad de identificar las necesidades humanas y de atenderlas. La combinación de crisis económicas, climática y alimentaria en el marco de la ley de población capitalista lleva en sí la amenaza de una catástrofe humanitaria mayor, incluso de una caída en la barbarie.

Herencia envenenada de 200 años de desarrollo capitalista, el cambio climático constituye la manifestación más clara de la crisis global de un sistema cuyo potencial de destrucción social y ecológica está por encima de su capacidad de identificar las necesidades humanas y atenderlas. El crecimiento de las fuerzas productivas se ha convertido en el crecimiento de fuerzas destructivas, no sólo porque cada día se despliegan tecnologías social y ecológicamente destructivas, sino también, globalmente, porque la lógica capitalista, al alterar el clima conduce a la humanidad hacia un conjunto de dificultadas críticas. El modo de producción capitalista implica una ley de población específica que expresa la necesidad permanente de un “ejército de reserva industrial”. En el marco de esta ley y en el contexto del agotamiento histórico del capitalismo tardío, la combinación de crisis económica, climática y alimentaria lleva en sí la sorda amenaza de una ola de “destrucción creadora” (Schumpeter) de una amplitud sin precedentes, que implica no sólo la eliminación masiva de las fuerzas productivas materiales y de riquezas naturales irreemplazables, sino también el riesgo mayor de destrucción física de cientos de millones de seres humanos. Esta lógica infernal ya está en marcha en la convergencia de fracciones del gran capital invertidas en el agronegocio, la energía, la industria automotriz y la petroquímica, que al abalanzarse sobre la apropiación de tierras y la explotación industrial de la biomasa como recurso energético, aceleran la ruina de los pequeños campesinos y el éxodo rural, amenazan a las comunidades indígenas y aumentan dramáticamente el número de subproletarios víctimas del hambre crónica. A falta de una alternativa de conjunto, la dinámica interna del sistema le empujará siempre más fuertemente hacia la pendiente resbalosa de una crisis global que podría ser de una brutalidad y de una barbarie sin precedente histórico alguno.

4. El cambio climático resalta a la vez la urgencia de una alternativa socialista mundial y de una ruptura radical del proyecto socialista con el productivismo. La saturación del ciclo del carbón y el agotamiento de los recursos no renovables significan en efecto que, a diferencia del pasado, la emancipación de los trabajadores ya no es concebible sin tomar en consideración las principales contingencias naturales.

La oposición al crecimiento capitalista, en sí, no constituye ni un proyecto de sociedad ni una estrategia por la movilización social amplia en favor de otra sociedad. Se requiere en lo inmediato la disminución de la producción y del consumo materiales para la estabilización del clima, porque el capitalismo ha llevado a la humanidad demasiado lejos en un camino sin salida. Pero esto no compromete en lo absoluto las posibilidades de desarrollo futuros, una vez que el sistema climático haya sido estabilizado, por una parte, y sólo constituya un criterio cuantitativo de la transición necesaria hacia una economía sin carbón fósil, por otra. So pena de desembocar en conclusiones antisociales, incluso reaccionarias, este criterio cuantitativo debe combinarse con criterios cualitativos, especialmente redistribución de las riquezas, reducción del tiempo de trabajo sin pérdida del salario y desarrollo del sector público. Si estos aspectos son satisfechos, y por poco que afecte a la producción de bienes inútiles o dañinos, la reducción de la producción material será en realidad sinónimo de aumento del bienestar, de la riqueza y de la calidad de vida de la inmensa mayoría de la humanidad, mediante inversiones en los sectores sociales, otra forma de utilización del territorio, la gratuidad de los servicios vitales y la reconquista del tiempo libre necesario para la actividad autónoma, la auto-organización y para la autogestión democrática a todos los niveles.

El sistema capitalista es inseparable del crecimiento de la producción y del consumo material, pero éste constituye un efecto no una causa. La producción de valor, en tanto forma abstracta de valores de cambio, es la que induce la tendencia permanente a la acumulación sin límites de la riqueza en un polo y provoca al mismo tiempo la acumulación de miseria en el otro. Una política climática que no tomara en cuenta esta doble realidad estaría condenada al fracaso. El punto crucial y la palanca de la alternativa anticapitalista siguen siendo fundamentalmente los que el proyecto socialista ha definido: la movilización de los explotados y oprimidos contra un sistema capitalista basado en la búsqueda de la ganancia, la propiedad privada de los medios de producción, la producción de mercancías, la competencia y el trabajo asalariado. Pero este punto crucial y esta palanca no bastan para definir la alternativa. La saturación del ciclo del carbón constituye en efecto la demostración más evidente y la más global del hecho de que, a diferencia del pasado, la emancipación de los trabajadores ya no es concebible sin la consideración de las principales contingencias naturales: límites de las reservas de recursos no renovables a escala histórica, velocidad de la reconstitución de los recursos renovables, leyes de conversión de la energía, condiciones de funcionamiento de los ecosistemas y de los ciclos biológicos, ritmos de éstos últimos.

No basta con afirmar que el socialismo debe integrar las cuestiones ecológicas. El verdadero desafío consiste más bien en crear las condiciones para que el proyecto socialista sea compatible con la ecología global del superecosistema terrestre. El desarrollo no puede concebirse solamente con el objetivo de satisfacer las necesidades humanas reales democráticamente determinadas, sino también en función de su sustentabilidad por el ambiente y aceptando por añadidura que la complejidad, los aspectos desconocidos y el carácter evolutivo de la biósfera confieren a esta empresa un grado de incertidumbre irreductible, La noción de “dominio humano sobre la naturaleza” debe ser abandonado. El único socialismo realmente posible a partir de esta consideración es el que satisfaga las necesidades humanas reales (desprovistas de la enajenación mercantilista), democráticamente determinadas por los mismos interesados, teniendo cuidado de preguntarse al mismo tiempo en forma prudente sobre el impacto ambiental de estas necesidades y de la forma como serán satisfechas.

Pensar en la intrincación de lo social y lo ecológico implica en primer lugar superar la visión compartamentalista, utilitarista y lineal de la naturaleza como una plataforma física a partir de la cual opera el humano, como un almacén del que toma los recursos necesarios para la producción de su existencia social y como el basurero en que descarga los desechos de esta actividad. En realidad, la naturaleza es a la vez la plataforma, el almacén, el basurero y el conjunto de los procesos vivos que, gracias al aporte externo de la energía solar, hacen circular la materia entre estos polos, reorganizándola constantemente. Los desperdicios y su modo de almacenarlos deben ser por tanto compatibles en calidad como en cantidad con las capacidades y ritmos de reciclaje por los ecosistemas, con objeto de no trastornar el buen funcionamiento de la biósfera. Ahora bien, este buen funcionamiento depende del número y la diversidad de los operadores biológicos, así como de la calidad y la complejidad de múltiples cadenas de relaciones que los unen, el equilibrio de los flujos que determinan a fin de cuentas el aprovisionamiento de la humanidad en recursos.

Pensar en la intrincación de lo social y lo ecológico implica en segundo lugar sacar las lecciones de la constatación de que un modo de producción no se define solamente por sus relaciones de producción y de propiedad sino también por sus ramificaciones tecnológicas, que son modeladas por sus elecciones energéticas. El cambio climático lo muestra claramente: las fuentes energéticas utilizadas por un modo de producción y los métodos empleados para convertir la energía a fin de satisfacer las necesidades humanas (en alimentos, en calor, en movimiento y en luz) no son socialmente neutras sino que tienen un carácter marcado de clase. El sistema energético capitalista es centralizado, anárquico, dispendioso, ineficiente, intensivo en trabajo muerto, basado en fuentes no renovables y orientado hacia la sobreproducción tendencial de mercancías. La transformación socialista de la sociedad requiere su destrucción progresiva y su sustitución con un sistema descentralizado, planificado, ahorrativo, eficiente, intensivo en el uso de trabajo vivo, basado exclusivamente en fuentes renovables y orientado hacia la producción de valores de cambio duraderos, reciclables y reutilizables. Esta transformación no comprende solamente a la “producción” de energía en sentido estrecho, sino al conjunto del aparato industrial, la agricultura, los transportes, las distracciones y la utilización del territorio. El desafío energético/climático impone la concepción de la revolución socialista no sólo como la destrucción del poder del Estado burgués, la creación de un Estado proletario que comience a desaparecer desde su formación e instauración progresiva de la autogestión por las masas, sino también como el inicio de un proceso de destrucción del viejo aparato productivo capitalista y su remplazo por un aparato alternativo, introduciendo otras fuentes energéticas, otras tecnologías y otras reglas al servicio de objetivos establecidos democráticamente. Esta transformación histórica extremadamente profunda puede comenzar en un país o un grupo de países, pero sólo puede alcanzar toda su amplitud y terminar después de la victoria de la revolución socialista a nivel mundial, una vez que la abolición de las principales desigualdades del desarrollo haya permitido satisfacer el derecho fundamental de cada ser humano a una existencia digna de este nombre; supone, por supuesto, la previa realización de la autonomía energética, especialmente de la autonomía alimentaria de los diferentes países. Lejos de ser sinónimo de detención del desarrollo humano, implica un progreso importante de las ciencias y la técnica, así como de la capacidad social de llevarlas a cabo democráticamente, con la participación activa de todas y todos, en el marco de una cultura de “hacerse cargo con prudencia” de la biósfera, para lo cual la aportación de las comunidades indígenas será invaluable.

El marxismo revolucionario considera que, una vez que sean satisfechas las necesidades humanas fundamentales, el desarrollo cualitativo de la humanidad será prioritario sobre el desarrollo cuantitativo. Esta concepción es coherente con la de Marx, para quien la verdadera riqueza reside en el tiempo libre, las relaciones sociales y la comprensión del mundo. La perspectiva de un comunismo que utiliza exclusivamente las fuentes de energía renovables, principalmente solares, se inscribe en la continuidad de este pensamiento no productivista, profundizando y sacando las nuevas conclusiones en términos de reivindicaciones, tareas y programa. Esta profundización justifica el uso del nuevo concepto de ecosocialismo. El ecosocialismo, como expresión concentrada del combate común contra la explotación del trabajo humano y contra la destrucción de los recursos naturales por el capitalismo, no procede de una visión idealista y quimérica sobre la “armonía” que habría que establecer entre la humanidad y la naturaleza, sino de la necesidad materialista de administrar los intercambios de materia entre la sociedad y el ambiente, manejando conscientemente, colectivamente y democráticamente la tensión entre las necesidades humanas y el buen funcionamiento de los ecosistemas.

5. Nuestras tareas

5.1 Sensibilizar a los militantes de los movimientos sociales para concientizar a las masas y contribuir a la construcción de una movilización de masas sobre el clima. El combate sobre el clima requiere prioritariamente la construcción de relaciones de fuerza sociales. Frente a la urgencia y a la política criminal de los gobiernos capitalistas, obramos en todos los países en la construcción de un poderoso movimiento de masas unitario, coordinado a escala mundial. Este movimiento debe concebirse como un entramado de resistencias sociales que existen en diferentes escenarios, con acciones convergentes coordinadas y manifestaciones ocasionales pluralistas, sobre una plataforma mínima común. Su objetivo debe ser obligar a los gobiernos a contemplar cuando menos las reducciones de emisiones más radicales planteadas por el GIEC, respetando el principio de las “responsabilidades comunes pero diferenciadas”, de los derechos sociales y democráticos así como del derecho de todas y todos a una existencia humana digna. La movilización de masas en defensa del clima es una tarea ardua, particularmente debido al doble desfase, espacial y temporal, entre el fenómeno y sus efectos. Hace falta un amplio trabajo de información sobre el calentamiento global y sus consecuencias. Debe contemplar en particular a los equipos militantes de los diferentes movimientos sociales y a organizaciones políticas de izquierda, pues éstas juegan un papel decisivo para establecer un vínculo concreto entre la amenaza climática global y los problemas sociales particulares, y así deducir estrategias que permitan combinar lucha social y lucha ambiental.

5.2 Construir una corriente de izquierda que vincule la lucha sobre el clima con la justicia social. El cambio necesario no puede conquistarse sin la movilización y la participación activa de los explotados y oprimidos que constituyen la inmensa mayoría de la población. La política climática capitalista hace esta participación imposible porque es inaceptable en el terreno social. Implica en efecto el reforzamiento de la dominación imperialista, de la competencia y la violencia capitalistas; y por tanto de la explotación, la opresión, la desigualdad social, la competencia entre los trabajadores, la violación de los derechos y la apropiación privada de los recursos. En particular esta política no brinda respuesta alguna al desafío mayor del empleo, los salarios y las prestaciones de millones de trabajadores ocupados en sectores que son grandes emisores de gases con efecto invernadero. Por ello sólo puede enfrentar resistencias sociales legítimas. Las grandes ONG ambientalistas intentan radicalizar los objetivos climáticos de los gobiernos sin darse cuenta de que esta radicalización lleva consigo la acentuación de ataques antisociales. Es un camino sin salida. Nosotros defendemos la necesidad de una lucha combinada sobre el clima y la justicia social. En el seno del movimiento general, actuamos por la constitución de un polo de izquierda que vincule estas dos dimensiones y que argumenta en consecuencia contra las recetas basadas en los instrumentos del mercado, la acumulación, la dominación neocolonial y la salida tecnológica. Este polo busca reagrupar elementos de las izquierdas sindical, ecologista, altermundialista, feminista, tercermundista, la izquierda de los “decrecientes”, las organizaciones de la izquierda radical, de los científicos críticos, etc.

5.3 Conducir la lucha ideológica contra el neomaltusianismo verde, en defensa de los pobres y de los derechos de las mujeres. Por su naturaleza de problema global y la amplitud de las catástrofes que puede provocar, el calentamiento global favorece el desarrollo de toda una serie de corrientes ideológicas que, con el disfraz de la ecología radical, pretenden rehabilitar las tesis de Maltuse acomodándolas en un discurso apocalíptico con fuerte acento religioso. Estas corrientes encuentran un eco al más alto nivel en algunos sectores de las clases dominantes, para quienes la desaparición de algunos cientos de millones de seres humanos es más fácil de imaginar que la desaparición del capitalismo. Por eso representan una amenaza potencialmente seria sobre los pobres en general, y muy particularmente sobre las mujeres. La lucha contra estas corrientes constituye una tarea importante, que nuestras organizaciones deben asumir como tales y vinculadas con el movimiento de las mujeres. El tamaño de la población es evidentemente un parámetro de la evolución del clima, pero hay que combatir categóricamente la idea falsa de que el crecimiento demográfico sería una causa del cambio climático. La transición demográfica ya se ha iniciado en muchos países en desarrollo, y progresa más rápido que lo previsto. Es deseable que continúe, pero esto pasa por el progreso social, el desarrollo de sistemas de seguridad social, la información de las mujeres y su derecho a controlar su propia fecundidad (incluyendo el derecho al aborto en buenas condiciones). Se trata obligatoriamente de una política de largo plazo. Salvo que se recurra a medidas bárbaras, ninguna política de control de la población permitiría responder a la urgencia climática.

5.4 Introducir la cuestión del clima en las plataformas y las luchas de los movimientos sociales. En la perspectiva de una amplia movilización enraizada en las luchas existentes, intervenimos para que la defensa del clima se convierta en una preocupación mayor de los movimientos sociales y que ésta encuentre una traducción concreta en sus plataformas de reivindicaciones, en todos los ámbitos. Por ejemplo

• La lucha por la paz: la producción de armas y el empleo de las mismas constituye una locura inaceptable en relación con el cambio climático… que además es en sí mismo una causa posible de conflictos suplementarios.

• La lucha contra la pobreza, por el derecho al desarrollo y la protección social: la capacitad de adaptación ante al cambio climático es directamente proporcional al nivel de recursos y de desarrollo. La desigualdad social incrementa la vulnerabilidad y disminuye las posibilidades de un cambio energético.

• La lucha de las mujeres: la adaptación al cambio climático refuerza la importancia y la urgencia de las reivindicaciones específicas de las mujeres por la igualdad de derechos, por el cuidado social de los niños, contra la doble jornada de trabajo, por el derecho al aborto y a la anticoncepción.

• La lucha por el empleo: reducir radicalmente el consumo de energía, reorganizar el territorio, las ciudades, asumir el cuidado de la biodiversidad, desarrollar los transportes públicos y sustituir con fuentes renovables a los combustibles fósiles ofrece un gigantesco reservorio de empleos de calidad;

• La lucha por el acceso a la tierra, al agua y a los recursos naturales, y por una agricultura orgánica campesina: las comunidades rurales que practican una agricultura orgánica intensiva en mano de obra conocen la forma de aumentar la retención de materia orgánica en los suelos y de reducir la emisión de gases de efecto invernadero del sector;

• La lucha contra la mundialización y la liberalización de los mercados agrícolas: causa de ruina de las poblaciones rurales, de hambre, de éxodo rural y/o saqueo de los ecosistemas, la liberalización de estos mercados, es también una fuente importante de emisiones, directas (trasporte de productos de exportación) e indirectas;

• La lucha por el derecho de asilo: frente al incremento del número de refugiados por afectaciones medioambientales, especialmente climáticas, la libertad de circulación es indispensable y es la única respuesta digna de la humanidad;

• Las luchas de las comunidades indígenas por sus derechos: por su saber y su modo de explotación de los ecosistemas, especialmente forestales, estas comunidades son los mejores incluso para preservar y desarrollar los pozos de carbono;

• La lucha contra la flexibilidad y la precarización del trabajo, contra la ampliación de los tiempos de trabajo: los horarios partidos, flexibles, las campañas capitalistas a favor de la movilidad incrementada de la mano de obra, presionan a los asalariados para que utilicen el coche. La producción “justo a tiempo” es una de las mayores fuentes de emisión de gases de efecto invernadero en el sector de los transportes. La reducción del tiempo de trabajo es una condición necesaria para que haya una eclosión a escala de masas de comportamientos alternativos en materia de consumo y de diversiones.

• La lucha contra las privatizaciones, por un sector público de calidad en el ámbito de los transportes, de la energía y del agua. Un sector público de transporte gratuito y de calidad puede por si solo conciliar el derecho de todas y todos a la movilidad y la reducción de las emisiones. La privatización de la producción de electricidad complica la introducción en la red de fuentes renovables intermitentes. Sólo una empresa pública que no opere en función de las ganancias puede atender el desafío consistente en suprimir en 2 o 3 décadas la totalidad de las emisiones en el sector de la vivienda.

5.5 Trazar la perspectiva de un plan anticapitalista global de reconstrucción social y ecológica. En este marco, avanzar reivindicaciones que relacionen concretamente la lucha por el clima y la lucha por la satisfacción de los derechos sociales, especialmente el derecho al empleo.

Las direcciones de las grandes confederaciones sindicales internacionales acompañan la política climática capitalista a cambio de la posibilidad, para ellas, de negociar al respecto con algunas modalidades en la misma línea. Esta orientación se concretiza en la propuesta de un “Green Deal ”, basado en la ilusión de que las tecnologías verdes permitirán reabsorber el desempleo y darán impulso a una nueva onda larga de prosperidad y de expansión capitalista. Las burocracias sindicales integran los imperativos productivistas y de rentabilidad capitalistas así como las herramientas de la política climática dominante: ayudas públicas a las empresas “verdes”, “fiscalización ecológica”, Mecanismo de Desarrollo Limpio, mercado de los derechos de emisión de contaminantes, incluso apoyo a la energía nuclear y a los biocarburantes. Esta política entraña el riesgo de hacer corresponsable al movimiento sindical de las catástrofes, que siembre la división de los trabajadores a escala internacional y entre sectores al interior de los países.

Para aceptar el reto, no basta que sectores sindicales participen a las movilizaciones medioambientales: la lucha por el clima debe echar raíces en las luchas de los mismos explotados, integrarse en el combate de la izquierda del movimiento obrero por una alternativa anticapitalista. Para esto, hay que salir de una visión mezquina basada únicamente en la redistribución de las riquezas para rechazar la concepción misma de la riqueza y la manera en que las riquezas son producidas, es decir el modo de producción en sus fundamentos. A la política de las direcciones sindicales burocráticas, oponemos la perspectiva de un plan anticapitalista global de reconstrucción social y ecológica. Este plan incluye la defensa y el fortalecimiento del sector publico (especialmente en los sectores de los transportes y de la energía), el derecho al empleo, a la protección social y al ingreso como derechos fundamentales, la reconversión colectiva y bajo control obrero de los trabajadores de las empresas inútiles o dañinas, la reducción radical del tiempo de trabajo sin perdida de salario, con disminución de las cadencias y contratación compensatoria, la creación de empleos verdes en empresas publicas y la gratuidad de los servicios de base. A partir de este marco, intervenimos en las luchas, particularmente sobre restructuraciones industriales en los sectores ecológicamente no sostenibles (automóvil, por ejemplo), para proponer salidas concretas a la opción infernal entre la continuación de la producción y la destrucción del empleo. Exigimos de los gobiernos que creen empleos públicos ecológicamente útiles en los sectores como el aislamiento protector de las casas, los transportes colectivos y el despliegue de fuentes de energía renovables, independientemente de los costos. Hacer de las reivindicaciones sobre el clima un eje de la izquierda sindical, en la perspectiva de una lucha anticapitalista que trascienda el punto de la redistribución de la riqueza.

5.6 La transferencia masiva de tecnologías limpias hacia los países dominados y el financiamiento de la adaptación a los efectos del cambio climático en los países requiere que se compartan los haberes y saberes a escala mundial, y en consecuencia que haya afectaciones sustanciales a las ganancias capitalistas.

• La anulación de la deuda del tercer mundo y la restitución a los pueblos de los haberes que las dictaduras de los países del Sur han colocado en los bancos occidentales.

• El levantamiento del secreto bancario, la supresión de los paraísos fiscales, los impuestos a los patrimonios y de los movimientos especulativos, etc.

• El aumento sustancial de los presupuestos de los países imperialistas consagrados a la ayuda pública al desarrollo.

• La creación, además de esta ayuda, de un fondo mundial único para la adaptación de los países en desarrollo a los inevitables efectos del cambio climático y para la transferencia de las tecnologías limpias hacia el sector público de estos países, sin condicionamientos financieros.

• La alimentación de este fondo mediante afectación de las ganancias y las ganancias excedentarias de los sectores económicos más responsables del cambio climático (sector petrolero, carbonífero, automotriz, de producción de energía eléctrica, principalmente).

• La supresión del régimen de las patentes en la salud y en las tecnologías que permiten producir bienes de consumo y servicios esenciales (transporte, industria ligera, agua y energía, comunicaciones) con objeto de que todas las poblaciones del planeta puedan acceder a los bienes fundamentales.

• Un sistema de compensación financiera para los países del Sur que renuncien a explotar sus recursos en combustibles fósiles.

5.7 Las emisiones de los países dominados no podrán alcanzar la reducción de al menos un 30% en relación con las proyecciones si el modelo capitalista de desarrollo no es replanteado. La contribución de los países dominados para la estabilización del clima al nivel menos peligroso posible solo se puede lograr con un desarrollo endógeno, que responda a las necesidades de la gran masa de la población, que por ende deber estar ligada a una reforma agraria a favor de la agricultura campesina y a una reorientación de la producción hacia el mercado interno. Conciliar el derecho al desarrollo humano y la estabilización del clima requiere pues medidas contra las clases dominantes locales, que ponen como pretexto el derecho al desarrollo para intentar rechazar cualquier traba a la combustión de los combustibles fósiles, al saqueo de los recursos naturales, a la apropiación de los bosques, al recurso a los intermediarios para la venta de créditos de carbono, a la producción de biocombustibles y a la exportación de productos agrícolas o productos industriales a bajo precio para los mercados de los países desarrollados. Para impedir que sirvan para alimentar a este modelo de desarrollo social y económicamente dañino, los fondos y medios tecnológicos que se pongan a disposición de los países del Sur deben ponerse bajo el control democrático de las poblaciones así como de sus movimientos sociales.

5.8 Los pueblos indígenas, al defender su modo de vida y su tipo de relación con el medio ambiente, desempeñan un papel mayor en la lucha por la protección de los bosques, y por consiguiente del clima y del medio ambiente en general.

Considerar pistas de reflexión sobre los modos de vida, sobre las experiencias y concepciones alternativas de los pueblos originarios que apuntan a sobrepasar la división del trabajo, la oposición entre la ciudad y el campo (Marx). También hay que llamar la atención y traer al debate las propuestas de construcción de Estados plurinacionales, comunitarios que se oponen a los Estados construidos por el capital, pero que se basan en la idea de gobiernos construidos a partir de la auto-organización de los pueblos.

Los pueblos de América Latina, especialmente, defienden una concepción relacionada con su civilización ancestral totalmente opuesta a la vida promovida por la ideología burguesa – dicen que no son propietarios de su tierra, sino que le pertenecen, una noción que resume el eje central de su filosofía, inspirada por el respeto a la Tierra, lo que explica porque llaman a su territorio la Madre Tierra, la Pacha Mama. Cuidan, mantienen y cultivan otro modelo de vida comunitario y solidario, intensamente ligado a la naturaleza. Así, la organización socio-política de los pueblos originarios en su territorio no se limita a las fronteras impuestas por los imperialistas. Las amenazas que pesan sobre su modo de vida, sus estructuras sociales, sus recursos naturales, sus pueblos, a través de las innumerables invasiones de sus territorios son una violación de sus derechos inalienables, lo cual los lleva a organizarse y resistir a los saqueos de las transnacionales puestas en marcha en el marco de los tratados, de los acuerdos de libre comercio o de l’IIRSA (Iniciativa por la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana) de estas últimas decenias. Sus reivindicaciones deben ser apoyadas y hay que oponerse a toda ocupación de sus territorios por las industrias extractivas, a toda construcción de fábricas hydroeléctricas, de vías de ferrocarriles o de carreteras, de represas… sin el consentimiento anterior de los pueblos. El reto de estos combates es también salvar las ultimas selvas tropicales que desempeñan un papel esencial en el sistema climático.

5.9 Debemos oponernos a la salida tecnológicista e integrar todos los grandes desafíos ecológicos en una perspectiva de desarrollo verdaderamente sustentable. La historia del capitalismo está marcada por crisis ambientales “resueltas” sin una visión ecológica de conjunto, por el recurso a respuestas tecnológicas parciales, subordinadas a los imperativos de la rentabilidad, cuyos efectos ambientales nefastos aparecen más tarde. Resolver la crisis climática/energética siguiendo el mismo método del aprendiz de brujo puede tener incluso peores consecuencias, en particular en tres aspectos: recurrir aún más a la energía nuclear y a los organismos genéticamente modificados y a la reserva geológica de CO2 en el marco de una nueva ola de explotación de la hulla. Oponerse a estas respuestas capitalistas es una de las tareas más importantes. Hay que denunciarlas como símbolos de la locura del crecimiento capitalista sin límites, como la tentativa absurda del sistema de dar vueltas sobre si mismo para mantener a pesar de todo la acumulación generadora de ganancias. De manera más general, el desafío climático federaliza todas las cuestiones ambientales.

La respuesta debe por tanto integrar todos los grandes desafíos ecológicos, principalmente:

i. la defensa de los bosques tropicales con respeto de los derechos de las comunidades indígenas que viven de sus recursos (pozos de carbono);

ii. la defensa de la biodiversidad;

iii. la gestión racional y pública de los recursos de agua;

iv. la lucha contra el envenenamiento de la biósfera por las 100,000 moléculas que surgen de la petroquímica, que no existen en la naturaleza y que por tanto algunas de ellas no pueden ser descompuestas por agentes reductores;

v. la eliminación de los gases destructores del ozono estratosférico y su remplazo por compuestos que no tengan otro impacto ecológico peligroso;

vi. la lucha contra la contaminación atmosférica y sus consecuencias en la salud humana (asma, enfermedades cardiovasculares) y en los ecosistemas (acidificación, ozono trofosférico).

5.10 Denunciar la contradicción que hay entre los planes capitalistas y el diagnóstico de la situación elaborado por los científicos. Establecer vínculos con científicos críticos. Plantear los temas de la propiedad del conocimiento y el papel social de la investigación. La pretensión de los gobiernos que intentan hacer creer que la política climática capitalista y liberal está basada en “la ciencia” debe ser combatida vigorosamente. Para hacerlo hay que denunciar el abismo que separa los objetivos de los gobiernos de las conclusiones que el principio de precaución obliga a sacar de los reportes del GIEC. Esta denuncia implica asimilar lo esencial de la experiencia científica al mismo tiempo que se critica los presupuestos ideológicos y sociales dominantes que son transmitidos por la gran mayoría de los expertos. La izquierda debe establecer relaciones con científicos, invitarlos a comunicar su experiencia y conocimiento a los movimientos sociales, interpelarlos a partir de éstos sobre su posicionamiento político general, presionarlos para que se expresen sobre la contradicción entre las soluciones racionales globales que demanda la lucha contra el calentamiento global, por una parte, y la ultra compartamentalización de las ciencias al servicio de la racionalidad capitalista parcial, por otra. En virtud del papel que juega el conocimiento científico en la elaboración de las políticas, es sumamente importante establecer relaciones entre los movimientos sociales y los investigadores críticos y humanistas. En este marco, desarrollamos un punto de vista más general sobre el papel de la ciencia y la investigación en la lucha por la estabilización del clima en la justicia social. No rechazamos las soluciones tecnológicas, ni los conceptos de desarrollo y de progreso. Lo que proponemos, por el contrario, es que la investigación científica y técnica sea liberada del control del capital a fin de que su potencial pueda ser puesto masiva y rápidamente al servicio del progreso en la eficiencia energética, la gestión racional de los recursos y el desarrollo sustentable de las fuentes energéticas sustentables. Exigimos el financiamiento público masivo de la investigación, la suspensión de los contratos que vinculan a las universidades a la industria y al capital financiero, la definición democrática de las prioridades de investigación en función de la transición, de la justicia social, hacia una sociedad sin combustibles fósiles.

5.11 Combatir la culpabilización individualizante, pero asumir la sobriedad energética en la medida de lo socialmente posible. Los discursos culpabilizantes de los gobiernos que atribuyen el calentamiento global al comportamiento individual de cada uno eluden la desigualdad social, la responsabilidad del capitalismo, desvían la atención de los profundos cambios estructurales que hacen falta y allanan el camino para medidas injustas como el “impuesto al carbono”. Es ilusorio pensar que el clima podría salvarse con un movimiento de “contagio cultural” contra el consumismo, cuando más de la mitad de la población vive en el subconsumo crónico. Pero también es una ilusión apostar por hipotéticos avances científicos revolucionarios para no cuestionar el consumismo y las prácticas individuales que de él se desprenden. En lugar de oponerse a las acciones en la esfera del consumo a los cambios estructurales en la esfera de la producción, los primeros deben ser concebidos como un medio de hacer tomar conciencia de la necesidad de los segundos. Las prácticas sociales alternativas, las campañas y las movilizaciones, aunque minoritarias, que cuestionen el productivismo y el consumismo, pueden jugar un rol positivo en la formación de la conciencia colectiva de que son necesarios cambios estructurales, también en la esfera de la producción y que estos cambios se acompañarán de una mejor calidad de vida.

5.12 Desarrollar una práctica de auxilio popular en caso de catástrofe. El cambio climático incrementa considerablemente los riesgos de catástrofes que afectan muy particularmente a los trabajadores y a los pobres, sobre todo en los países en desarrollo. Frente a esta amenaza debemos prepararnos para intervenir con los movimientos sociales en dos terrenos diferentes: el ámbito reivindicativo que consiste en poner a los Estados ante sus reponsabilidades; y el ámbito de los auxilios directos, populares y solidarios, asumidos por las poblaciones locales y sus organizaciones, con la ayuda de redes de militantes a nivel mundial. La experiencia adquirida en las catástrofes naturales muestra en efecto que estos apoyos populares son más rápidos, más directamente orientados hacia los pobres y las necesidades reales, y poco costosos. Además, son favorables para que surjan nuevas relaciones sociales, de cuestionamiento del orden establecido.

7 de junio de 2010

Nuevamente Stefanoni y el pachamamismo

Hugo Blanco
13/06/10
Sin Permiso


Sigue la interesante polémica entre Pablo Stefanoni y Hugo Blanco. Blanco replica ahora a la réplica de Stefanoni.

La vanguardia en el desarrollo de la lucha contra el sistema en el continente indudablemente la ocupa el movimiento indígena

A pesar de la educación que todos hemos recibido: Que son culturas primitivas que hace mucho tiempo fueron superadas con el desarrollo de la humanidad, cada vez más gente de la que lucha contra el sistema constata esta realidad irrefutable.

El sistema, sabiendo el peligro que implica para él la extensión del respeto y solidaridad que estas luchas despiertan en los pueblos no indígenas del mundo, hace esfuerzos por combatirlo, apelando a los prejuicios sostenidos por él. No nos sorprende que así lo haga ni que la población domesticada por él nos desprecie.

Pero sí me alarmó cuando vi en páginas rebeldes de internet el artículo racista del “progresista” Stefanoni.

Comencemos por el título: “¿A dónde nos lleva el pachamamismo?”

El término Pachamama (Madre Tierra o Madre Naturaleza) tiene profundas implicancias para nuestra cultura. En los últimos años, repito, los pueblos indígenas se han puesto a la cabeza de la lucha contra la depredación de la naturaleza que hace el sistema gobernado por las grandes empresas multinacionales, del cual la mayor parte de los gobiernos no son sino sus sirvientes.

Viendo eso, quienes actúan contra el sistema, apoyan nuestra lucha, precisamente usando el término de naturaleza en mi idioma que no es más que uno de los muchos de nuestros pueblos: Pachamama.

Cito a la célebre ecosocialista catalana Esther Vivas: “Asimismo, hay que integrar las demandas de los pueblos originarios, el control de sus tierras y bienes naturales, y su cosmovisión y respeto a la “pachamama”, la “madre tierra”, y la defensa del “buen vivir”. Valorizar estas aportaciones que plantean un nuevo tipo de relación entre humanidad y naturaleza es clave para enfrentar el cambio climático y la mercantilización de la vida y del planeta.”

Esa palabra es nuestra bandera de lucha.

Y es esa palabra la que él usa en términos despectivos, denigrándola. Que funcionarios gubernamentales y ONGs la usan para fines contrarios a los nuestros, es cierto, precisamente la usan sabiendo la gran implicancia que tiene para nuestros pueblos. Estoy de acuerdo en denunciar ese uso espurio, esto no implica denigrar algo sagrado para nuestros pueblos.

Pero ese es sólo el comienzo del combate de Stefanoni a nuestros movimientos. Luego viene el desprecio por nuestra lucha, por nuestra agricultura ecológica, por lo que se ha dado en llamar “buen vivir”. La lucha por la recuperación de nuestra identidad es calificada como construcción de un gueto y por último nos descalifica en la lucha por un cambio de sistema.

La respuesta de Stefanoni a mis críticas es una no respuesta.

Él dijo:

“Muchos de los errores oficiales en la cumbre no son ajenos a haberle entregado a los pachamámicos la temática del cambio climático”

Le respondí:

“Nadie ha entregado a los indígenas la temática del cambio climático, son ellos quienes día a día vienen luchando y muriendo como en Bagua, Perú, en defensa de la Madre Tierra y contra la contaminación ambiental que produce la acción de las grandes empresas multinacionales. En estos momentos los indígenas ecuatorianos han pasado a la oposición al “Socialismo del Siglo XXI” de Correa por su política extractivista.”

Si se refiere al presidente

“Morales luego de su correcta intervención en Copenhague, que precisamente concordaba con el sentimiento de los 100, 000 que protestaban ante la inacción de los gobiernos, fue el único presidente que convocó a la cumbre no sólo a los indígenas sino a la población mundial.”

No responde si insiste en que alguien les entregó la temática de la defensa de la naturaleza o reconoce que fueron los indígenas quienes con su lucha ganaron ese lugar o si Morales fue o no el único presidente que convocó a una reunión sobre el cambio climático.

Critico que no señala la importancia de las luchas indígenas en defensa de la naturaleza y que opina que más autoridad que ellos para encabezar la defensa de la naturaleza son quienes reciclan la basura:

“En Europa hay mucha más conciencia del reciclado de basura (incluyendo los plásticos) que en nuestro país, donde en muchos sentidos está todo por hacer, y un ecologismo informado –y técnicamente sólido- parece mucho más efectivo que manejar el cambio climático desde una supuesta filosofía originaria, a menudo una coartada de algunos intelectuales urbanos para no abordar los problemas urgentes que vive el país.”

No responde si continúa considerando que en la lucha por la defensa del medio ambiente el reciclado de la basura es más importante que batallas como la de Bagua.

Él señaló:

“Yo nunca vi, pero quizás me equivoque, un bloqueo por el “vivir bien”.

Le respondí:

“En el Perú las batallas mencionadas en defensa del medio ambiente, son dadas por el “buen vivir” en contra de la escuela que nos da el capitalismo de “ganar más dinero en el menos tiempo posible”, hace poco una mujer combatiente declaró: “no voy a comer oro”.”

Es a lo único que me contesta:

“Otras críticas (Hugo Blanco) apuntan a que sí hay luchas por el “vivir bien”, por ejemplo, frente a la minería tóxica. Y es cierto, pero también es cierto que en Argentina esas masivas y combativas luchas contra las transnacionales y el modelo extractivista son protagonizadas también por comunidades modernas y occidentales que no quieren que sus pueblos sean envenenados con cianuro.”

Afortunadamente reconoce que “es cierto” y señala que esas luchas también son desarrolladas por comunidades “modernas y occidentales”. No desconocemos eso, no dije que eso no fuera así; considero, por ejemplo, que indígenas y no indígenas tenemos mucho que aprender de la inteligente y creativa lucha de la población de Andalgalá en Catamarca, Argentina.

Él dijo:

“El debate sobre la descolonización no puede dejar de lado la tensión entre la supervivencia del gueto (bajo la forma de la preservación de la identidad y la cultura ‘ancestrales’ o de las teorías del indio ‘buen agricultor’………

Le respondí que el reivindicar nuestra identidad indígena no implica “la supervivencia del gueto” y señalé varios ejemplos, él no contesta, no dice si insiste en que reivindicar nuestra identidad implica o no la supervivencia del gueto.

También le respondí que efectivamente somos buenos agricultores, que trabajamos la tierra sin deteriorar el medio ambiente a diferencia de la “moderna” agricultura usada por las grandes empresas agrícolas multinacionales que asesinan el suelo con la monoproducción, los transgénicos, el uso de agroquímicos y que han inventado el “terminator”, la maravillosa semilla que no germina.

No dice ninguna palabra al respecto, no se sabe si reconoce que la agricultura indígena (y del pequeño campesino no indígena) es mejor para la naturaleza o considera que lo es la agricultura “moderna” de las multinacionales.

Afirma:

“La pose de autenticidad ancestral puede ser útil para seducir a los turistas revolucionarios en busca del “exotismo familiar” latinoamericano ….. pero no parece capaz de aportar nada significativo en términos de construcción de un nuevo Estado, de puesta en marcha de un nuevo modelo de desarrollo, de discusión de un modelo productivo viable o de nuevas formas de democracia y participación popular.”

“su generalidad “filosófica” no da ninguna pista sobre la superación del capitalismo dependiente, el extractivismo o el rentismo, ni sobre la construcción de un nuevo Estado”

Refuté esta afirmación, pues las luchas indígenas no son sólo en defensa del medio ambiente sino también en defensa de su organización colectivista, auténticamente democrática, lo que precisamente significa defender los embriones de lo que en occidente se denomina socialismo, pero que los indígenas no le dan ese nombre pues a veces están luchando en esa defensa contra gobiernos denominados “socialistas” como lo fue el de Bachelet y ahora lo es el de Correa, puse el ejemplo de Chiapas (donde desde hace más de 15 años están construyendo un poder alternativo al capitalismo) y otros.

¡Ni una palabra de respuesta a esto, ni negativa ni positiva!

Es necesaria una respuesta que sea verdaderamente respuesta.- 7 de junio de 2010

Hugo Blanco es miembro del Consejo Editorial de SinPermiso.



www.sinpermiso.info, 13 junio 2010

Condicionamientos

Por: Alfredo Molano Bravo


Junio 13 de 2010

El Espectador



UN GRAN SECTOR DE LA ELITE DE LOS grandes negocios quiere que al aeropuerto se le deje el nombre que tiene, el de la tierra legendaria donde los nativos se bañaban con oro.

La leyenda de El Dorado tenía patas: en el primer siglo, los conquistadores se cargaron unos 200.000 kilos de oro, la mayoría de la Nueva Granada, a costa del casi exterminio indígena. El mito llevó a los conquistadores a esculcar el territorio de arriba abajo, y a los paisas, en el siglo XIX, a buscar por todas partes el tesoro de Pipintá al sur de Abejorral. La búsqueda de minas y de recursos fabulosos no cesa. El país se halla fotografiado desde los satélites centímetro a centímetro; las grandes compañías mineras saben dónde está el oro, el petróleo, el carbón, el agua; y lo peor, casi toda esa riqueza está concesionada. Las garantías que el gobierno actual otorga se pueden medir en el desaforado gasto militar para cuidar los enclaves y en las gabelas tributarias a los inversores. Sin duda detrás de esta política están quienes quieren que al aeropuerto se le siga llamando El Dorado, como quien le pone a una casa: Se vende. La nueva política económica del gobierno actual —y la del siguiente— es la de abrirse de patas a las multinacionales de la minería, del petróleo y ahora del agua. Están listas instalando entables con todos los fierros en los páramos, las cordilleras, las selvas, las costas, gigantescos depredadores del tamaño y brutalidad de la Anglo Gold Ashanti, la Greystar Resources, la Gran Tierra Energy, la Esmerald Energy la BHP Billiton, Aguas de Barcelona, la Anglo American, la Coca-cola, la Drummond, la Intercor, y la B.P., cuya obsesión por el oro negro se constata en el criminal derrame de crudo en el golfo de México. Una de las garantías que estos monstruos exigen para sacar el oro, el petróleo, el carbón, el agua, el níquel es la flexibilidad laboral o ley del embudo, donde todas las ventajas son para los patrones y todas las limitaciones son para el trabajador. Es tan rentable el modelo que liquidó el código laboral. La resistencia a estas normas —jornadas de trabajo ilimitadas, salarios por debajo de la inflación, desconocimiento de prestaciones y fuero sindical— es el secreto del asesinato de sindicalistas. A bala han impuesto las condiciones de trabajo. Dos mil o más muertos por esta causa. Tantos, que hasta los Demócratas, quizás previendo una especie de dumping originado en los bajos salarios, protestan y no dejan pasar el TLC. La Confederación Sindical Internacional, la más fuerte organización obrera del mundo, de la que hacen parte millones de trabajadores, ha publicado otra de las estadísticas que, con las de corrupción e impunidad, se nos conoce: el año pasado de 101 sindicalistas asesinados, 48 eran colombianos. El Gobierno puso el grito en el cielo: ¡No son 48, son 28! ¡Qué logro! Así, seguimos siendo —con cifras oficiales en mano— el país donde matan más sindicalistas.

Políticas todas, por supuesto, bien cuidadas por las fuerzas del orden. Fuerzas que según el Gobierno deben ser blindadas por un fuero especial —este sí— que impida que el código penal, que rige para civiles, juzgue asesinatos fuera de combate, desapariciones forzadas y demás delitos atroces que el país bien conoce y mucho ha sufrido. El fallo de la valiente juez Jara, que declaró culpable por desaparición forzada al coronel retirado Plazas Vega, le ha dolido a Uribe. Las Fuerzas Militares terminarán declarándole la guerra al juzgamiento de militares por jueces civiles. Los falsos positivos serán eliminados por esta vía. El Derecho Internacional Humanitario fue redactado en Suiza y no en el río Putumayo, ha dicho algún general. Si por él fuera, el aeropuerto debería llamarse Yair Klein.

Nota: Al M19 se le dio la amnistía a cambio de que se acogiera a la Constitución. No estaría mal que a los militares, por simetría, se les pusiera idéntica condición