lunes, 5 de noviembre de 2012

Los insensatos



Hay voces que claman en el desierto, que gritan a los cuatro vientos la imperiosa necesidad de dar ya un giro brusco a nuestros patrones de consumo, pero seguimos sordos a sus advertencias.

Sigamos destrozando la Naturaleza que la Naturaleza acabará con nosotros. Creemos que podemos doblegarla a nuestro antojo, explotar carbón a cielo abierto, arruinar páramos, convertir ríos en cloacas, tumbar selvas para extraer petróleo, consumir gasolina, ropa, agua y aparatos desechables de manera desaforada y que nos va a salir gratis. Pues ya vieron en la capital del mundo y regiones aledañas. El huracán Sandy les recordó que si seguimos por esta senda, vamos derecho al abismo.

Hay voces que claman en el desierto, que gritan a los cuatro vientos la imperiosa necesidad de dar ya un giro brusco a nuestros patrones de consumo, pero seguimos sordos a sus advertencias.

Un experto en la materia, Kevin Trenberth, del Centro Nacional para la Investigación Atmosférica de Estados Unidos, dijo que si bien el huracán no se puede evitar, el cambio climático "ha hecho que sus efectos sean entre un cinco y un diez por ciento más fuertes de lo que cabría esperar de una tormenta de estas características. La temperatura del agua es mayor, las olas más grandes y la lluvia más fuerte a consecuencia de la perturbación humana del clima". Lo leí esta semana en Confidencialcolombia.com y seguro que tampoco esta vez le pararemos bolas.

Y en El Mundo de España publicó un experto, Antonio Ruiz de Elvira, "los fenómenos meteorológicos se van a hacer cada vez más extremos conforme avance el siglo y tanto cuanto más carbón, petróleo y gas quememos (...) El ser humano es muy lento en darse cuenta de las consecuencias de sus acciones, y rechaza de plano los avisos que le dan".

Aún hay demasiado insensato que da la espalda a los evidentes signos que emite el planeta. Y lo que más sorprende es que sea la juventud la que desprecia las alertas y no es capaz de modificar su estilo de vida para aportar su grano de arena.

Por supuesto que las políticas públicas equivocadas y suicidas de los gobiernos son las que más daño causan al medio ambiente, pero cada ciudadano no puede eludir su responsabilidad.

Uno creía que después de leer sobre el cambio climático y padecer un rosario de catástrofes naturales como nunca antes, la ciudadanía sería más consciente y, por ejemplo, bajaría al consumo de aires acondicionados. Pero si uno viaja a Estados Unidos comprobará que no han reducido un solo grado, que hace el mismo helaje en aeropuertos y oficinas, y si es un apartamento de fin de semana de Cartagena o Santa Marta, pueden llegar a tener el aire prendido las 24 horas.

Y aunque parezca mentira, en las grandes ciudades colombianas apenas se recicla, ni siquiera separan el vidrio en infinidad de edificios. Arrojan toda la basura al mismo recipiente y como la empresa que recolecta gana por kilo y no por material reciclado, tampoco hacen el menor esfuerzo.

Me contaban el otro día que algo tan sencillo, como los conos de tránsito que vemos en la mayoría de carreteras y calles, son de un plástico no reciclable cuando existen otros que se reutilizan. Uno imagina montañas y montañas de esos conos, de vasos de icopor, de televisores viejos, de cargadores de celular, pilas, llantas, bolsas plásticas, latas, pantalones viejos, pañales, y entra en pánico.

Para quienes presumen que tenemos tres cordilleras y dos océanos, los reto a que pongan el dedo sobre un mapa de Colombia donde quieran. Les aseguro que en ese punto, en un radio de 50 kilómetros como máximo, algo está depredando la Naturaleza: minas de oro, de carbón, coca, madereros furtivos, pueblos y pequeñas fábricas que arrojan desechos a los ríos, quemas masivas, amapola, por citar solo unos casos.

Sigan creyendo que la Colombia exuberante y verde es eterna y no hagamos nada. Veremos a la vuelta de unos años de qué color la dejamos.

Salud Hernández-Mora


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