Sin Permiso
Puede que haya ya rumores, pero todos nosotros tendremos que esperar hasta la 82ª edición de los Premios de la Academia del 7 de marzo para descubrir cuantos oscars se va a llevar el taquillazo de Avatar. Ese espectáculo de ciencia ficción en 3D, dirigido por James Cameron, ha cosechado nueve nominaciones, incluyendo las de mejor película y mejor director, y ya a superado a Titanic, otro exitazo mundial de Cameron, como la película que más ha recaudado en la historia del cine. Pero hay incluso una duda mayor que atenaza a los millones de fans de Avatar: ¿qué será lo siguiente que va a hacer Cameron, el cuál ya ha anunciado que planea escribir una novela basada en Avatar, para la gran pantalla? Como suele ocurrir, yo tengo una sugerencia: que pase de las secuelas sobre otros lejanos mundos como Pandora, ¡y que haga la precuela!
Cameron nos da numerosas pistas en Avatar de que esa es la dirección que lógicamente debería tomar. En una conmovedora escena justo antes de que empiece la crucial batalla entre los Na'vi y los despiadados humanos, por ejemplo, Scully, el marine renegado que se ha vuelto un rebelde nativo, suplica ayuda a Eywa, la diosa que rige en toda Pandora: "Escucha, en el mundo del que venimos – no queda allí nada verde – ellos mataron a su Madre". En otro momento el Coronel Quaritch, el psicópata líder de los marines que con tanto brío interpreta Stephen Lang, se refiere al anterior servicio de Scully en el Primer Batallón de Reconocimiento de los Marines en la Tierra, destacando sus tres campañas en Venezuela. "Eso fue un asunto jodido", le dice. Y después, hablando de su propio historial de combate, Quaritch menciona duras batallas en Nigeria. Para cualquiera que esté familiarizado con la actual competencia global por los recursos energéticos, Venezuela y Nigeria son claramente grandes productores de petróleo con un largo historial de conflictos civiles.
2144 en 3D
Imaginémoslos, pues, en un planeta futuro agotado energéticamente. De hecho yo puedo fácilmente pintar ese futuro, de modo que permitidme que dé un paso más y me ofrezca a Cameron como asesor técnico para su precuela. Está claro que yo no podré ser la persona que escriba el guión o los diálogos de la película – conozco mis límites – pero cuando se trate de esbozar las futuras guerras por los recursos creo que puedo ser de gran utilidad. Así que partiendo de las pistas que da Cameron en Avatar junto con mis propios libros, Resource Wars, Blood and Oil y Rising Powers, Shrinking Planet, permitidme que dibuje el escenario que imagino para la precuela:
Es el caluroso verano de 2144, justo una década antes de que arranque Avatar (la película tiene lugar en el verano del 2154, tras un viaje desde la Tierra que se nos dice que conlleva seis años de hibernación, lo que nos permite pues situar temporalmente los combates en Venezuela en los que participó Jake Scully). Como ha venido ocurriendo durante décadas el mundo está en guerra, con varias potencias y bloques luchando amargamente por una decreciente reserva de recursos esenciales.
Tres grandes potencias dominan la lucha global, todos ubicados en latitudes nórdicas donde el clima sigue siendo tolerable y la tierra todavía recibe suficiente lluvia para sostener la agricultura. La primera de ellas, en la cual luchan tanto Scully como Quaritch, es la Federación de Norte América, fundada después de que los EEUU, ante la total desertificación de su mitad sur, invadiese y absorbiese Canadá. La segunda, la Gran China, que incluye el norte de China, la península de Corea y el este de Siberia (arrebatada a Rusia tras varias guerras), domina lo que queda de Asia; y en tercer lugar la Alianza Norte Europea, que incluye Alemania, Rusia (al oeste de los Urales) y Escandinavia, y que depende enormemente de los recursos del Ártico. Como en el mundo descrito por George Orwell en 1984, estas tres potencias se alternan permanentemente en el poder mediante alianzas cambiantes, mientras sus ejércitos se enfrentan unos a otros en las tórridas partes del planeta que todavía alojan algo de recursos naturales. En este mundo neo-Orweliano, el combate y la continua presión sobre los recursos escasos son la única constante.
Debido al calentamiento global, las regiones tropicales y subtropicales del planeta, incluyendo gran parte de África, la cuenca mediterránea, Oriente Medio, el sur y el sureste asiáticos, así como México y el suroeste de los EEUU, han devenido virtualmente inhabitables. Muchos países que eran islas y demás zonas costeras, incluyendo la mayor parte de Florida, Bangladesh, Vietnam, Sri Lanka, Indonesia y las Filipinas, están bajo el agua. Materias primas como el petróleo, carbón, gas natural, uranio, cobre y cobalto son ya irremediablemente escasas. El hambre es un peligro constante para aquellos que no puedan permitirse pagar los cada vez más caros cultivos y carne modificados genéticamente, y producidos en empresas agrarias que utilizan multitud de pesticidas.
Todavía persiste la civilización industrial a gran escala, pero muchas de las regiones que una vez fueron industriales han sido abandonadas, y las fábricas y sistemas de transporte que quedan están continuamente amenazadas por cortes en el suministro de energía y la falta de una provisión estable de materias primas. El petróleo es especialmente difícil de conseguir, y por lo tanto en los tres grandes bloques su uso está mayoritariamente restringido a los militares, las fuerzas de seguridad, los servicios de emergencia, las empresas más grandes y, por último, los muy ricos (si quieren hacerse una idea de cómo sería ese mundo, imaginen la película de Mel Gibson de 1979 Mad Max pero más exagerado si cabe). Otras fuentes de energía, incluido el gas natural y el uranio, son también cada vez más escasas. Las renovables, incluidas las energías solar y eólica, sirven para contrarrestar parte, pero no toda, la diferencia, mientras que la escasez de minerales clave – cobre, cobalto, estaño, manganesio, titanio – limita la escala de muchas actividades industriales.
Para la gente corriente – y solamente algo menos para la elite de un planeta fuertemente militarizado – la lucha por la supervivencia es una constante. Fuera de los centros industrializados de cada una de las potencias, la vida supone una búsqueda diaria de comida, agua y energía de cualquier tipo, así como toda clase de bien de lujo (piedras preciosas, armas, pedazos de tecnología) que pueda servir para comerciar a cambio de productos básicos. Para las grandes empresas y los gobiernos que las promueven, los cuales mandan a los Scully y los Quadritch a las cuatro esquinas del planeta para imponer su voluntad, el combate no es menos fiero para controlar los restantes yacimientos de petróleo, gas natural, carbón, cobre y uranio.
En el 2144, sólo cinco regiones del mundo todavía poseen reservas de petróleo y gas natural relativamente significativas: Rusia (y áreas fronterizas que pertenecieron a la antigua Unión Soviética), el Golfo Pérsico, el oeste de África (incluida Nigeria), la cuenca del Orinoco en Venezuela, y el ahora casi sin hielo Ártico. Pero hasta estas reservas se han visto seriamente mermadas, otorgando los yacimientos que quedan un inmenso poder a la empresa o el país que los controle. Si bien no son tan valiosos como el "unobtanium", el raro metal del que se saquea a Pandora y que luego se lleva a la Tierra, sí se podría decir que vienen a ser algo como un "casi-obtanium".
Vida (y muerte) en un planeta agotado
Que conste que estoy siendo un optimista para bien de Avatar: La Última Esperanza de la Tierra. Según mis propios cálculos de las reservas de recursos energéticos en el planeta, dudo mucho que en 2144 quede nada de petróleo o gas natural por el que valga la pena perforar. Pero desde la óptica narrativa, si en algún lugar fuesen a quedar dichas reservas dentro de un siglo y medio, los candidatos más probables son: el Golfo Pérsico porque todavía posee las mayores reservas mundiales combinadas de petróleo y gas natural, así que posiblemente sean las últimas en agotarse; Rusia, África y la cuenca del Orinoco porque hasta el momento han conseguido evitar la explotación intensiva por parte de las compañías occidentales, de modo que todavía retienen importantes reservas extraíbles; y el Ártico, el cuál sólo será totalmente accesible a los productores de petróleo cuando el calentamiento global haya fundido el casquete polar.
Dada la estructura de poder global tripartito del 2144, las reservas de petróleo y gas rusas se las habrán repartido la Alianza Norte Europea, que controla Siberia occidental y el Cáucaso, y la Gran China, que ha fortificado Siberia oriental y Asia Central. El Ártico será una fuente permanente de conflictos entre los tres bloques, con periódicas escaramuzas que romperán los acuerdos sobre las múltiples reivindicaciones territoriales que se solapan. Eso nos deja con el Golfo Pérsico, África occidental y Venezuela – los sitios donde se libra una lucha constante entre los Na'vi de este planeta y las distintas fuerzas expedicionarias que mandan los tres grandes bloques los cuales, a menudo mediante alianzas temporales y por conveniencia, también batallan entre ellos.
De nuevo, podemos hacernos una idea de que pinta puede tener eso. Bajo el mandato de su presidente ultra-nacionalista Hugo Chávez, Venezuela ha logrado distanciarse de su tradicional cliente, los EEUU, y ha fortalecido sus lazos con Rusia y China. Como parte de ese esfuerzo, Venezuela ha gastado miles de millones de dólares en comprar armas a Rusia y ha forjado una alianza energética estratégica con China. Alegando tener pruebas de un plan norteamericano para invadir su país, Chávez también ha llevado a cabo importantes maniobras militares de defensa nacional y ha aumentado el control militar de los puertos y otras infraestructuras clave.
Mirando hacia el futuro uno puede imaginar, pasadas unas décadas, que Venezuela es un satélite de la Gran China y sus yacimientos de petróleo pesado – los mayores que quedan en el planeta – están reservados para uso exclusivo de China. En estas circunstancias, no es difícil imaginarse que la Federación de Norte Ámerica tome medidas para derrocar el régimen venezolano de ese momento, lanzando una invasión en un remoto tramo de costa y dirigiéndose rápidamente hacia la capital, Caracas. Los venezolanos, respaldados por las fuerzas expedicionarias chinas, puede que logren detener la invasión pero no expulsar a los norteamericanos, refugiados en la maleza de las zonas selváticas. Puede que haya combates sangrientos – el "asunto jodido" mencionado por Quaritch en Avatar. Jake Scully, enviado a esta cruenta batalla por tercera vez, resulta gravemente herido y por poco no sobrevive al rescate.
Si actualmente Venezuela todavía es un sitio pacífico, Nigeria sí se encuentra ya inmersa en múltiples conflictos y sin duda destinada a ser uno de los grandes campos de batalla de las interminables luchas por los recursos naturales en nuestro futuro planeta. Con la mayor reserva sin explotar de petróleo y gas natural de África, es ya el escenario de una feroz competencia económica que involucra a los EEUU, China, Rusia y la Unión Europea, todos ellos queriendo explotar las riquezas energéticas nacionales. Las reservas de petróleo y gas natural de Nigeria fueron inicialmente habilitadas por Royal Dutch Shell y British Petroleum (ahora BP) – herencia del pasado del país como colonia británica – pero actualmente empresas norteamericanas, chinas y europeas ya han adquirido derechos para perforar valiosos yacimientos de hidrocarburos. Rusia ha entrado también en escena, al prometer ayudar a construir un gaseoducto desde el delta del Níger en el sur de Nigeria y a través del Sahara hasta la costa mediterránea, para un eventual flete hacia Europa.
Nigeria es ya hoy en día un campo de batalla. Habitantes descontentos del delta del Niger, donde se produce la mayoría del petróleo del país pero en cambio no llegan a penas los beneficios, se han alzado en armas en una lucha por conseguir una mayor parte de los ingresos petrolíferos del país. Tanto los EEUU como China están ya tratando de vender ayuda militar al gobierno de Nigeria para acabar con los insurgentes, con la esperanza de además poder reforzar sus respectivas posiciones en los campos petrolíferos de Nigeria.
De nuevo, es bien sencillo imaginar un escenario en el que, dentro de 134 años (o incluso antes), Nigeria haya pasado a estar bajo la influencia de la Gran China o la Federación de Norte América mientras el coronel Quaritch y su pelotón llevan a cabo operaciones de combate en la jungla de la región del delta, un lugar no tan distinto de Pandora, con obvias posibilidades para efectos "a la Cameron".
¿A donde más podrían Scully, Quaritch y sus colegas ser enviados a luchar? Para empezar, no asumamos que los actuales combates en Irak y Afganistán van simplemente a terminar o que los EEUU van alguna vez a retirarse voluntariamente de su maraña de bases en la región del Golfo Pérsico. Mientras los EEUU sigan obteniendo parte de su petróleo de esta zona – y la Federación de Norte América bien puede seguir luchando por ello en el 2144 – las fuerzas norteamericanas posiblemente sigan allí. Dados los históricos conflictos y enemistades que dividen a la región y la patente y extendida enemistad hacia la presencia norteamericana, no sería sorprendente que las fuerzas de la Federación de Norte América siguiesen combatiendo allí bien entrado el siglo XXII.
Finalmente el Ártico, cada vez más caliente, de momento no está en el mapa de los conflictos globales aunque bien podría convertirse en otro escenario de combates a medida que vaya atrayendo más y más operaciones extractivas. La región también hospeda una de las pocas comunidades indígenas que quedan en el planeta y que todavía mantienen un modo de vida tradicional, y que sin duda deberá enfrentar el tipo de invasiones destructivas que vemos en Avatar.
Con todo, y como imaginó Cameron, a pesar de la permanente lucha tanto la Federación de Norte América como las otras grandes potencias siguen, en el 2144, necesitando desesperadamente materas primas que ya no están fácilmente disponibles en este planeta. Las condiciones económicas, incluso para las elites privilegiadas, estarán en esos momentos ya deteriorándose rápidamente. Es en este contexto en el que las gigantescas corporaciones mineras puede que se unan en una fabulosa y gigantesca apuesta para recurrir a los viajes espaciales como una forma de reabastecer el planeta, viajando a la distante Pandora para extraer sus preciadas reservas de unobtanium, una milagrosa nueva fuente de energía.
No es pues tan difícil imaginar ese mundo futuro si seguimos en nuestra actual carrera hacia un cada vez mayor consumo de recursos, mayores emisiones de CO2, y la militarización del acceso a los recursos. ¿Tienen alguna duda de que la película que Cameron y yo haríamos, Avatar: La Última Esperanza de la Tierra, no sería a la vez apasionante y espectacular? Sería un mundo impactante, y un tanto angustioso, para visitar en 3D. Y tendría sólo un pero: a uno no le gustaría vivir ahí.
Michael T. Klare es profesor de estudios de Paz y Seguridad Mundial en el Hampshire College. Su último libro es Rising Powers, Shrinking Planet: The New Geopolitics of Energy (Metropolitan Books). Una versión documental de su anterior libro, Blood and Oil, puede encontrarse en la Media Education Foundation (Bloodandoilmovie.com).
Traducción parawww.sinpermiso.info: Xavier Fontcuberta
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