Por: Gonzalo Palomino Ortíz
Periódico El Nuevo Día. Enero 26 de 2010
Después de nuestro regreso de Yanacocha, Perú, hemos llegado a la conclusión de ser radicales en la oposición a la invasión de las minas, especialmente en las llamadas "de cielo abierto", a impedir a cualquier precio que el planeta muera, ahora, en la locura del cambio climático;
a impedir el avance de las siembras y uso de los biocombustibles en su afán de desplazar las especies que quitan el hambre; a denunciar las formas como las transnacionales matan las agua; definirnos hasta las últimas consecuencias en el compromiso de salvar a la especie humana, como la esencia de la vida en el planeta.
Recemos juntos
Después de meditar la experiencia única -gracias a Pax Christy- de viajar a la Cajamarca del Perú, y caminar el sendero de la muerte de la minería del cianuro, actualizarnos sobre la crisis del cambio climático, mirar todas nuestras groserías globalizadas para con el agua, y, llorar la suerte de los últimos esclavos negros en Haití... tenemos la irreversible conclusión de un cambio profundo en nuestra percepción ambiental.
Es que se le acabó el tiempo de la ciencia y el momento histórico a la ecología romántica: como si de espectadores de la evolución pasáramos al espectáculo circense de los gladiadores convertidos, con espadas y cascos, en miembros de los ejércitos de la muerte.
El registro fotográfico de la Mina Yanacocha, cerca de la otra Cajamarca, la del Perú, no nos deja alternativa en el campo de la caridad cristiana:
• Sentir el mercado negro de la ciencia patentada, al servicio de los dólares para diseñar tecnologías que destruyen las rocas, las pulverizan, las bañan con cianuro y cal para liberar onzas de oro que no beneficia en nada al género humano...
• Que además del oro inútil, esa mezcla de cianuro arrastra mercurio, cadmio, plata, cobre y muy probablemente otros metales más...
• Ver como todos los residuos mezclados en los ríos, quebradas e infiltraciones, bajan por las cuencas y microcuencas convirtiendo al agua en un líquido que más parece sobrantes de guerra...
• Presentirse en un entorno sin campesinos, sin pájaros, sin mamíferos, sin insectos, sin vegetación sin las auras de los ecosistemas...
• Recordar que en los orígenes de las cordilleras existe una identidad entre todas las rocas de nuestra América, desde la Patagonia hasta Alaska, vulnerable al mismo tratamiento fatídico.
• Las tendencias económicas de la globalización, aplicadas a la geología del planeta... nos condicionan a la misma suerte, tratamiento y destino con las urgencias de las potencias en crisis.
Todo ello nos alteró profundamente, nos compromete y nos obliga a muchas cosas...
La otra Cajamarca
Nos fuimos desprevenidos a un paisaje andino, muy parecido al nuestro, a convivir con las gentes de un pueblo que parece nuestro, con problemas como los nuestros, con gentes como las nuestras.... un pueblo que está predestinado a desaparecer por el impacto extranjero, múltiple, de las llamadas "Minas a cielo abierto".
Nuestro grupo, muy chévere, en un trote permanente cae en manos de anfitriones increíbles, charladores, solidarios, quienes nunca nos abandonaron, y siempre compartieron intereses, motivaciones y esperanzas.
Nos organizaron, al detalle, giras, charlas, diálogos, nos colamos en otras visitas,... todo para que nosotros penetráramos a una realidad camuflada en un aparente flujo de dinero, de ofertas laborales, y los vapores del cianuro con olor a muerte en su proceso para producir dólares en la conversión de la vida, al transformar el oro dormido en lingotes cotizados.
¿Cómo puede haber dejado Dios que pase esto?
Como reitera el doctor James Lovelock, en su libro La Venganza de la Tierra; "Nuestra reacción cuando sucede una catástrofe es exclamar: "¿Cómo puede haber dejado Dios que pase esto?". Y ahora es probable que la mayoría de nosotros muera ¿Se puede seguir creyendo en Dios? Darwin describió una vez el proceso de la evolución como "tosco, despilfarrador, idiota, bajo y horriblemente cruel". Pero seguramente no es tan cruel, o culpable, como lo hemos sido y todavía lo somos nosotros, arrastrando al desastre a muchas otras especies inocentes".
"Es fácil pensar en nosotros mismos y nuestras familias como si estuviéramos encarcelados en una celda de tamaño planetario – una especie de corredor de la muerte cósmico – esperando la inevitable ejecución. Pasarán los días y los años y continuarán sucediéndose las estaciones y seguiremos alimentados y entretenidos y, si tenemos fe, pediremos a Dios un aplazamiento. Algunos probablemente burlaremos al verdugo y moriremos antes de que se ejecute la condena. Las consecuencias más crueles de lo que hemos hecho entre todos las sufrirán nuestros hijos y nietos".
Esta es la primera entrega de evidencias premonitorias de lo que será la Cajamarca del Tolima:
Por GONZALO PALOMINO ORTIZ
Observatorio Ambiental de la Universidad del Tolima
www.siempreseremosverdes.com
Ibagué,Tolima, Colombia
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