jueves, 14 de enero de 2010

Copenhague: Disputas al borde del abismo

Rafael Colmenares*
Las razones reales bajo el fracaso de la Cumbre oficial y las conclusiones de la Cumbre alternativa: ¿cómo evitar la catástrofe anunciada que traerá el cambio climático?

El “acuerdo” debajo de la mesa

La Cumbre de Copenhague que sesionó del 7 al 18 de diciembre pasados concluyó en medio de un gran escándalo, del descontento de todos -unos más que otros- y de la represión policial del movimiento alternativo.

Veníamos acostumbrándonos a que las reuniones mundiales fueran escenarios de confrontación, más afuera que adentro de los glamorosos recintos, pero en esta ocasión el enfrentamiento se produjo tanto en la calle como en los salones. Al final un poco más de veinte países -algunos poderosos y los demás, comparsas- emitieron un documento difuso del cual “tomó nota” la Asamblea de Representantes de casi doscientos Estados, con lo cual la discusión podrá continuarse el año próximo. La forma irregular como el documento fue elaborado por un pequeño grupo de Estados “invitados” por el gobierno danés, pero en realidad convocado por Estados Unidos, provocó el rechazo de la mayoría de las delegaciones y frustró la posibilidad de una declaración de la Cumbre.

Debe recordarse que la “Cumbre de Copenhague” era una cita acordada en la reunión de los países suscriptores del Protocolo de Kioto que tuvo lugar en Bali, en diciembre de 2007, y que la discusión debería girar en torno a los documentos sobre “mitigación” del cambio climático y “adaptación, financiación y transferencia de tecnología”, a cargo de grupos de trabajo del mencionado Protocolo y la Convención de Cambio Climático, respectivamente, con el liderazgo visible del Señor Ivo De Boer, principal negociador designado por la ONU, y en la perspectiva de establecer nuevas metas obligatorias de reducción de emisiones a partir de 2012, fecha de expiración del mencionado Protocolo, y hasta 2020.


El documento adoptado irregularmente por un grupo de países, liderados en últimas por Estados Unidos, que no suscribió ni la Convención de Cambio Climático ni el Protocolo de Kioto, y que aparece como el resultado de la Cumbre de Copenhague, es evidentemente una ruptura de los procedimientos de la ONU y una herida de muerte al Protocolo de Kioto.

No quieren ver el problema

Las perspectivas, entonces, son cada vez más sombrías pues, al contrario de otras ocasiones, la retórica no puede ocultar la gravedad del problema ni la necesidad de soluciones concretas en torno a metas precisas.

El cambio climático, cada vez mas evidente, tiene un ritmo inexorable: aumento de la temperatura, del nivel del mar, de los “eventos extremos” como sequías e inundaciones y su secuela de desplazados, de recursos destruidos, de cosechas perdidas, de disminución del agua dulce disponible, etcétera. La Naturaleza está pasando la cuenta de cobro a la especie que ha pretendido estar por fuera y por encima de ella: el ser humano.

La contundencia de los hechos no da lugar a divagaciones: o se toman medidas que conduzcan a una reducción efectiva de los gases de efecto invernadero (GEI), o la catástrofe es inevitable. Para ello es necesario ir a las causas del problema, que tienen que ver con el modelo de sociedad predominante, consumista y destructiva. Pero al llegar a ese punto los representantes del mundo industrializado, de viejo y nuevo cuño, no están dispuestos a ceder a sus sueños desarrollistas o, en el mejor de los casos, no a la velocidad que la solución lo requiere.

Los representantes del mundo desarrollado y de las potencias emergentes como China, Brasil, India y Sudáfrica no lograron ponerse de acuerdo en las metas de reducción de los GEI, ni para el 2020 ni para el 2050, quedándose muy por debajo de sus propios anuncios previos a la Cumbre. Tan sólo la intención de no sobrepasar el límite de dos grados en el aumento de la temperatura, pero sin decir cómo ni cuándo. El problema se traslada a nuevas reuniones en los próximos meses, sin mayores perspectivas de un acuerdo sólido. Actúan como si se tratara de adictos que visitan al médico para obtener alivio a los síntomas de su enfermedad, pero no están dispuestos a renunciar al alcohol o a la droga que la causa.

La recriminación mutua fue otra manera de escamotear la búsqueda de soluciones efectivas. Estados Unidos explica que China es hoy en día el principal contaminador de la atmósfera con 6.017,69 millones de toneladas métricas anuales de CO2, frente a 5.902,75 millones de los norteamericanos. Sin embargo la emisión per cápita de estos es de 19,78 (toneladas métricas) por 4,58 de los chinos, lo cual pone en evidencia el consumismo enorme de los 300 millones de estadounidenses frente a los 1.200 millones de chinos.

La negativa de los poderosos a ver la realidad resultó tan patética que el débil Protocolo de Kioto se convirtió en bandera del tercer mundo pues, a pesar de sus modestísimas metas, es el único acuerdo vinculante que se ha logrado[1]. En dicho Protocolo se reconoce además que la responsabilidad es común pero diferenciada, en virtud de la cual los países que primero se industrializaron, y son en consecuencia los contaminadores históricos, deben asumir mayores reducciones en la emisión de CO2 que los países en desarrollo y las potencias emergentes, que no quieren renunciar al denominado “derecho al desarrollo”. Valdría la pena preguntarles: ¿el derecho que alegan es el de convertirse en sociedades tan consumistas y contaminadoras como las norteamericanas y europeas?

Uno de los problemas de fondo, como señala el analista mejicano Alejandro Nadal, es la resistencia del capital al cambio tecnológico. El sistema económico tiene límites en su capacidad de adaptación a las nuevas circunstancias. “Por ejemplo, hay algo que no ha cambiado en la trayectoria tecnológica del capitalismo en los últimos 200 años. El proceso de acumulación ha estado cristalizado sobre una plataforma energética de combustibles fósiles. Desde los albores de la revolución industrial la base material del capitalismo, a escala global, depende de una manera u otra de la extracción y utilización de combustibles fósiles. Este perfil energético terminó por alterar la composición química de la atmósfera en estos últimos dos siglos”[2]. Por consiguiente, añade: “La única manera de enfrentar estos cambios en la atmósfera implica transformaciones profundas en la estructura material que sostiene la acumulación capitalista. El capitalismo resistirá esos cambios, porque los costos asociados se presentan como insoportables a los funcionarios del capital”[3].

La Cumbre que sí propuso salidas

Mientras en Bella Center, lugar de reunión de las delegaciones oficiales, no se llegaba a ningún acuerdo y se intentaba imponer una declaración espuria y manipulada, la Cumbre alternativa, denominada Klimafourum, proponía un nuevo modelo de sociedad y de vida: “Hay soluciones a la crisis del clima. Lo que necesitan los pueblos y el planeta es una transición justa y sostenible de nuestras sociedades a un modelo que garantice el derecho a la vida y la dignidad de todas las personas, y entregue un planeta más fértil y vidas más plenas a las generaciones presentes y futuras”[4].

La declaración de siete páginas exige puntualmente lo siguiente:

•“Abandonar completamente los combustibles fósiles en los próximos 30 años, que deben incluir hitos específicos para cada período quinquenal. Exigimos una reducción inmediata en las emisiones de gases de efecto invernadero de los países industrializados de, como mínimo, un 40% en comparación con los niveles de 1990 para el año 2020″.


•“Reconocer, pagar y compensar la deuda climática por el consumo excesivo del espacio atmosférico y los efectos negativos del cambio climático sobre los pueblos y poblaciones afectados”.


•“Rechazar las falsas y peligrosas soluciones orientadas al mercado y centradas en la tecnología que proponen muchas compañías transnacionales. Entre ellas, la energía nuclear, los agrocombustibles, la captura y el almacenamiento del carbono, los Mecanismos de Desarrollo Limpio, el biochar, los cultivos transgénicos ´climate ready´, la geoingeniería y la reducción de emisiones a través de la deforestación y de la degradación de los bosques (REDD) definida en la CMNUCC (Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático), que agravan los conflictos sociales y medioambientales”.


•“Soluciones reales a la crisis climática basadas en el uso seguro, limpio, renovable y sostenible de los recursos naturales, y la transición a la soberanía alimentaria, energética, sobre la tierra y las aguas. Por tanto exigimos que la CDP15 (Conferencia de las Partes firmantes de la CMNUCC) llegue a un acuerdo que inicie la recuperación del equilibrio ambiental, social y económico del planeta con medios que sean sostenibles e igualitarios ambiental, social y económicamente, y que finalmente culmine en un tratado jurídicamente vinculante”.
Como pasos hacia una transición justa y sostenible la declaración plantea lo siguiente: soberanía alimentaria y agricultura ecológica; apropiación democrática y control de la economía; soberanía energética; planificación ecológica de las zonas rurales y urbanas; reorientación de las instituciones educativas, científicas y culturales y poner fin al militarismo y a las guerras.

El referendo de Evo

En verdad pocas veces, en las últimas décadas, el modelo capitalista había recibido un embate tan fuerte como el de Copenhague. Consignas como: “No cambien el clima, cambien el sistema” o “Si el clima fuera un banco ya lo habrían salvado”, fueron suficientemente elocuentes. En el salón de reuniones de Bella Center, la voz de un descendiente de los indígenas americanos, el Presidente boliviano, Evo Morales, se elevó para proponer un referendo, es decir una consulta a toda la humanidad, sobre cinco puntos concretos[5]:

1) ¿Está usted de acuerdo con restablecer la armonía con la naturaleza reconociendo los derechos de la madre tierra? SI o NO

2) ¿Está usted de acuerdo con cambiar este modelo de sobreconsumo y derroche que es el sistema capitalista? SI o NO

3) ¿Está usted de acuerdo con que los países desarrollados reduzcan y reabsorban sus emisiones de gases de efecto invernadero de manera doméstica para que la temperatura no suba más de 1 grado centígrado? SI o NO

4) ¿Está usted de acuerdo en transferir todo lo que se gasta en las guerras y destinar un presupuesto superior al presupuesto de defensa para el cambio climático? SI o NO

5) ¿Está usted de acuerdo con un Tribunal de Justicia Climática para juzgar a quienes destruyen la Madre Tierra? SI o NO

Entre tanto el tic - tac del reloj planetario sigue su marcha incontenible, y cada día que se pierde nos acerca más al abismo. Por ello la cita en las calles y en los salones de la capital danesa fue el escenario de la revancha de la Naturaleza, golpeada por más de doscientos años de “desarrollo” bajo el modelo del mercado, la acumulación de capital, la utilización sin límites de todos los recursos, incluida la fuerza de trabajo humana, y todo ello para beneficio de una minoría y a costa de la destrucción del planeta.

Por eso resuenan las palabras de alguien libre de toda sospecha, James Hansen, Director del Instituto Goddard para Estudios Espaciales de la NASA: “¿Nos pondremos de pie y daremos una bofetada en la cara de los políticos para que vean la realidad?”[6].

* Director Ejecutivo de Ecofondo y Vocero del Comité Promotor del Referendo por el Derecho Humano al Agua.

Notas de pie de página
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[1] Para concretar en metas lo acordado en la Convención Marco sobre Cambio Climático, adoptada en Río de Janeiro en 1992, se suscribió en 1997 el Protocolo de Kioto, que obliga a los países desarrollados a reducir sus emisiones en el período 2008 - 2012 en un promedio de 5,2% en relación con los niveles de emisiones de 1990.
[2] “Copenhague: las resistencias del capital”, La Jornada 9 de Diciembre de 2009
[3] Ibídem
[4] Visible en www.basurillas.org
[5] La propuesta de Evo Morales puede consultarse en www.movimientos.org
[6] Tomado de “Cambio climático: sin acuerdo real y sin salida”, por Stephen Leía, publicado por IPS-Terraviva, 18-12-09

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