El mal acuerdo
inminente
DANIEL TANURO
Miércoles 10 de junio de 2015
Laurence Tubiana es la embajadora francesa encargada
de las negociaciones climáticas. Su responsabilidad es particularmente
importante, dado que París acogerá la cumbre de las Naciones Unidas a finales
de este año. El 27 de mayo, Tubiana compareció ante las comisiones de asuntos
exteriores y de desarrollo sostenible del senado francés en sesión conjunta.
Existe un vídeo en Internet que permite escuchar su alocución, las preguntas de
senadoras y senadores (sin duda más pertinentes las de ellas que las de ellos,
dicho sea de paso) y las respuestas de la embajadora/1.
Tubiana parece ser una persona honesta, realmente
preocupada por la gravedad de la situación y que hace todo lo que está en su
mano por encontrar las mejores soluciones posibles dentro del marco en que
actúa. Además, responde sin irse por las ramas a las preguntas que le formulan.
Su comparecencia muestra por tanto a las claras qué podemos esperar: un acuerdo
totalmente insuficiente, hecho a medida de las empresas responsables de la
catástrofe, y una estrategia de comunicación encaminada a crear a pesar de todo
la ilusión de que la situación está controlada.
¿Nos contradice la física? ¡Pues
cambiémosla!
Empecemos por este último aspecto, la comunicación. De
entrada, Tubiana hace una revelación bastante edificante: si los negociadores
han acordado establecer para la política climática el objetivo de mantener el
recalentamiento por debajo de los 2 °C con respecto al periodo preindustrial,
es según ella para no tener que comprometerse a respetar un tope concreto de
concentración atmosférica de gases de efecto invernadero, un tope del que
forzosamente se derivarían objetivos igualmente concretos de reducción del
volumen de emisiones, escalonados con arreglo a un calendario de obligado
cumplimiento.
Esta afirmación de la embajadora parece a primera
vista incomprensible. En efecto, a un volumen de emisiones x corresponde
una concentración y que produce una temperatura z. A
menos que se extraiga artificialmente carbono de la atmósfera o se recurra a
aprendices de brujo de la geoingeniería, existe un vínculo indisociable entre
estos tres elementos. Se puede fijar el objetivo a alcanzar en términos de
temperatura, de concentración o de volumen de emisiones, ya que no son más que
maneras distintas de expresar la misma cosa. Para que todo el mundo pueda
comprender la cuestión, conviene recordar los principales datos del problema,
tal como figuran en el 4º informe del GIEC (Grupo Intergubernamental de
Expertos sobre el Cambio Climático) y en el informe “Emissions gap” del
PNUMA (Programa de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente):
• mantener el recalentamiento por debajo de los 2 °C
solo es posible si la concentración atmosférica de gases de efecto invernadero
no supera la cota de 450 a 490 ppm (partes por millón en volumen) y si la
concentración de CO2 no sobrepasa la
cota de 350 a 400 ppm (acaba de rebasar este umbral el pasado mes de marzo);
• respetar esta condición implica a su vez que el
volumen de las emisiones mundiales se reduzca entre un 50 y un 85 % de aquí a
2050 –empezando a más tardar en 2015–, para volverse negativo a finales de
siglo/2;
• teniendo en cuenta el principio de la
responsabilidad común pero diferenciada (es decir, de la responsabilidad
histórica de cada país), el objetivo de reducción de los países desarrollados
debería ser del 25 al 40 % en 2020 y del 80 al 95 % en 2050;
• estos objetivos también pueden expresarse en cifras
absolutas y por tanto en cantidades máximas de gases de efecto invernadero
emitidas en determinados periodos: según el PNUMA, para que sea “probable” (más
del 66 % de probabilidad) que el recalentamiento se mantenga por debajo de los
2 °C, las emisiones mundiales deben frenarse antes de 2020/3 para
descender a 44 gigatoneladas (Gt) en 2020 (en lugar de las 54 a 60 Gt previsibles
al ritmo actual), a 40 Gt en 2025 y a 35 Gt en 2030.
Así que lo que nos viene a decir Tubiana a propósito
de los 2° C de aumento máximo es nada menos que lo siguiente: los negociadores
han decidido arbitrariamente que en su mundo el vínculo entre temperatura,
concentración y emisiones ha dejado de ser indisociable. Para tranquilizar a
las poblaciones y hacerles creer que sus gobiernos controlan la situación, la
cumbre de París “reafirmará el objetivo de los 2 °C” (Laurence Tubiana
dixit)… tomando decisiones que no permiten en modo alguno alcanzar este
objetivo. “Puesto que no logramos actuar de acuerdo con las leyes de la física,
cambiemos las leyes de la física”: a esto se reduce de hecho el juego malabar.
O dicho de otro modo: “Puesto que no conseguimos todavía desvincular el
crecimiento económico del aumento de las emisiones… desvinculemos el objetivo
que fijamos sobre el papel de lo que lo determina en la realidad.”
Vuelva usted… pasado mañana
Con esto, Tubiana lo dice claramente: lo que se negocia
con vistas a la cumbre de París es y será del todo insuficiente. Dado que
parece tener cierto afán de coherencia intelectual, la embajadora expone
entonces la solución que imagina para intentar a pesar de todo reducir el
trecho que hay entre el dicho y el hecho, es decir, entre el objetivo de los 2
°C y la realidad de las emisiones. Esta solución, según ella, consiste en un
mecanismo de revisión del acuerdo: las partes deberán reunirse regularmente
para constatar que lo que acaban de decidir no conviene y debatir medidas
complementarias. Aparte de que no se explica por qué hay que dejar para pasado
mañana lo que se podría hacer hoy, puesto que todos los datos están encima de
la mesa, ni por qué iba a ser más fácil encontrar una solución válida en una situación
todavía más grave y tensa a causa de la urgencia, esta “solución” a todas luces
no lo es.
La negociación y la ratificación de un tratado de este
tipo es una cuestión de años. El precedente del protocolo de Kioto nos da una
idea: se adoptó siete años después de la cumbre de Río, y su ratificación tardó
otros ocho años adicionales. Aunque supongamos que los plazos de revisión del
acuerdo de París sean más cortos, ello no quita que la propuesta presentada por
la embajadora Tubiana es incompatible con el cumplimiento de dos condiciones
fundamentales para mantener el recalentamiento por debajo de los 2 °C: 1) el
pico de las emisiones mundiales antes de 2015 (GIEC) o de 2020 (PNUMA); 2) los
objetivos de reducción intermedios, antes mencionados, para 2020, 2025 e
incluso para 2030.
La zanahoria antes que el palo
En el debate que siguió a la alocución, una senadora
del partido EELV (los Verdes) preguntó a la embajadora cómo pensaba abordar la
cuestión del enorme poder de las empresas que explotan los combustibles fósiles
sabiendo que para salvar el clima es preciso que no lleguen a explotarse nunca
dos tercios de las reservas fósiles existentes (o lo que es lo mismo, que hay
que destruir una parte sustancial del capital de dichas empresas). Otro senador
planteó la cuestión de la impunidad de los grandes contaminadores, que
contrasta con el castigo a los pequeños. Estas son, en efecto, cuestiones
fundamentales.
En su respuesta, Tubiana denunció en términos bastante
poco diplomáticos los proyectos de explotación petrolera en el mar Ártico, lo
que no deja de ser simpático, pero acto seguido se recompuso y reconoció que no
es fácil renunciar a explotar un recurso que uno tiene la posibilidad de poseer
en su propio territorio, exponiendo fielmente la doctrina neoliberal: hay que
convencer a los capitalistas fósiles de que la transición energética les
interesa, ayudarles a adaptar sus modelos de negocio y… buscar un acuerdo con
ellos sobre la transición. “No vamos a crear un tribunal climático”, “mejor
la zanahora que el palo”, resumió…
Lo que significa esta política de la zanahoria en la
práctica ya se pudo palpar una semana antes, con el discurso de François
Hollande ante la patronal reunida en París en la cumbre empresarial sobre el
clima. Fruto de la voluntad de la ONU de que las empresas participen en la
negociación, esta cumbre contaba con el apoyo de diversos grupos de presión,
entre ellos el World Business Council for Sustainable Development.
Este grupo incluye en sus filas a algunos de los grandes contaminadores del
planeta (Shell, BP, Dow Chemicals, Petrobras, Chevron,…), está presidido por el
patrón de Unilever (¿ha dicho usted “deforestación”?) y lo fundó Stephan
Schmidheiny, el presidente de Eternit (¿ha dicho usted “intoxicación por
amianto”?)/4. ¡Todo un programa!
“Señores empresarios, la Tierra es suya”
Al tomar la palabra ante semejante caterva de canallas
responsables de la explotación del trabajo y de la destrucción del planeta, el
presidente francés no se contentó con darles bombo, sino que les prometió
literalmente, no la Luna, pero sí la Tierra: “Las empresas son fundamentales
porque son ellas las que traducirán, a la luz de los compromisos que se
adopten, los cambios necesarios: la eficiencia energética, la proliferación de
las energías renovables, la capacidad de desplazarse mediante una movilidad que
no consuma energía, el almacenamiento de energía, la forma de construir las
viviendas, la organización urbana, así como la participación en la transición,
en la adaptación de los países que están en vías de desarrollo.”
“Las empresas son fundamentales porque son
ellas las que traducirán los compromisos que se adopten”. Esto lo dice un presidente
social-liberal. Esto sí que es rizar el rizo. Es probable que haya acuerdo en
París: un acuerdo que volcará la catástrofe sobre las espaldas del 99 %. La
magnitud del recalentamiento resultante solo podrá evaluarse con precisión una
vez que todos los países hayan presentado sus objetivos nacionales. A la luz de
lo que se sabe, sobre todo del acuerdo concluido el pasado otoño entre China y
EE UU, hay riesgo de que se acerque a los 4 °C…
Este acuerdo es probable porque los gobiernos, a fin
de contrarrestar la influencia de los escépticos sobre el clima en las filas
empresariales, no han hallado nada mejor que someterse a las exigencias del
capital. “El planeta les pertenece, señores contaminadores”, vienen a decir en
sustancia los responsables políticos. “Desarrollen la energía nuclear, la
captura-secuestro de CO2, los agrocombustibles y otros modos de explotación de la biomasa.
Propongan el ritmo de la transición, las tecnologías y la financiación. El
grado de catástrofe soportable por sus accionistas, la suerte de los países del
Sur, el modo de organización de nuestras ciudades y de nuestros campos.
Propongan, enriquézcanse, nosotros dispondremos…” Y los pobres pagarán el
plato. Sin zanahoria.
1/6/2015
Traducción: VIENTO SUR
Notas
2/ Las emisiones negativas se producen cuando los
ecosistemas terrestres absorben más CO2 que el que emiten.
3/ Según el 4º informe del GIEC, la reducción de las
emisiones debería comenzar a más tardar entre 2000 y 2015. Otras fuentes, como
el PNUMA, dicen que “antes de 2020”.
4/ Como recuerda Mediapart, este fabricante
de amianto fue condenado a 18 años de prisión y a 89 millones de euros de
indemnización en Italia por atentar de modo continuado e intencionado contra la
salud y el medio ambiente, aunque después quedó absuelto por considerar la
justicia que el caso había prescrito. Le sommet Business et Climat de
Paris est squatté par les gros pollueurs, Jade Lindgaard, 20/5/2015)
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