DANIEL TANURO
Sábado 23 de mayo de 2015
Cuando faltan siete meses para la cumbre de París
sobre el clima, ¿hasta qué punto se es consciente del desafío y de la necesidad
de una transición para evitar una catástrofe? Decir que nada se mueve no sería
verdad, pero 1) lo que se mueve sigue siendo muy insuficiente para no
sobrepasar los 2 °C de calentamiento; 2) es muy probable que los gobiernos no
logren ponerse de acuerdo para acelerar la marcha, y 3) la política que se
practica acentúa las desigualdades sociales.
El avance de las renovables…
En los medios de comunicación proliferan informaciones
optimistas sobre los avances de las energías renovables. El progreso, en
efecto, es impresionante: en 2013, las energías renovables (sin incluir las
grandes presas hidroeléctricas) representaban el 41,3 % de la nueva capacidad
de producción instalada a escala mundial. De este modo, la parte de la
electricidad generada a partir de fuentes verdes pasó del 7,8 % en 2012 al 8,5
% en 2013. Estas inversiones han permitido reducir un 12 % la diferencia
proyectada para 2020 entre las emisiones reales y las que corresponden a un
calentamiento inferior a 2 °C.
Estos avances son fruto del descenso de los precios y
del aumento de la eficiencia derivados del constante progreso tecnológico. El
precio de las células fotovoltaicas ha disminuido un 80 % desde 2008. En las
condiciones actuales, sin subsidios, si en la proximidad no hay carbón o gas
baratos, y si hace viento y mucho sol, la energía eólica terrestre y la solar
fotovoltaica son competitivas frente a las energías fósiles. No es extraño que
las inversiones se centren en estos dos sectores. En los llamados países
“emergentes” han crecido un 36 % en 2014, alcanzando un importe total de 131
300 millones de dólares (China 83,3; Brasil 7,6; India 7,4 y Sudáfrica 5,5).
… no implica un descenso de las emisiones
Sin embargo, el avance de las energías renovables no
comporta de por sí un descenso de las emisiones de CO2. Es cierto que algunos países las han
reducido de un modo espectacular o se plantean seriamente hacerlo. Alemania va
en cabeza con su Energiewende (cambio energético), que
pretende rebajar las emisiones un 70 % hasta 2040 y del 80 al 95% para 2050
(con respecto al nivel de 1990). También es cierto que las emisiones mundiales
de CO2 del sector
eléctrico tocaron techo en 2014, lo que constituye un primer éxito en el
intento de desvincular las emisiones del crecimiento económico.
No obstante, lo que interesa no es que las emisiones
“toquen techo”, sino de que de aquí a 2050 disminuyan del 50 al 80 % a escala
mundial –del 80 al 95 % en los países desarrollados– y que lo hagan en todos
los sectores (no solo en el de la generación eléctrica), y esta reducción ha de
comenzar a más tardar en 2015, según el Grupo intergubernamental de expertos
sobre el cambio climático (GIEC). Estamos lejos de esta meta. En 2013, las
emisiones derivadas de la quema de combustibles fósiles y de los procesos
industriales (acero y cemento) aumentaron un 2 % con respecto al año anterior.
El aumento es menor que el crecimiento económico (por tanto, también en este
terreno se produce una desvinculación incipiente entre emisiones y crecimiento)
e inferior al que hubo en la década de1990 (un 3 % de aumento anual), pero es
dos veces mayor que el de la década de 1980…
La contradicción aparente entre el avance de las
energías renovables y el alza de las emisiones se explica principalmente por el
hecho de que las inversiones en energías renovables no sustituyen a las
fósiles, sino que se suman a ellas (en su totalidad o en parte), de modo que
ambos tipos de energía se combinan para aportar las cantidades que exige el
crecimiento capitalista neoliberal y globalizado. Destacar el hecho de que en
2013 se hayan invertido 230 000 millones de dólares en nuevas capacidades de
electricidad verde refleja una imagen sesgada de la realidad, pues en el
transcurso de ese mismo año se invirtió una suma todavía mayor en nuevas
capacidades de generación de electricidad sucia, especialmente en centrales
térmicas de carbón que está previsto que funcionen durante 40 años…
El caso alemán y el “mix energético”
Se cita a Alemania como modelo porque abandona la
energía nuclear y favorece las fuentes renovables. El paso, en efecto, es
notable, pero ello no impide que de momento las emisiones alemanas vuelvan a
aumentar. En primer lugar por la misma razón que acabamos de señalar: las
renovables no sustituyen completamente a las energías fósiles. Pero también
porque dado que las renovables son competitivas (gracias a los subsidios), los
capitales se retiran de las centrales de gas para afluir a las centrales de
carbón o de lignito, que generan una electricidad más barata… si bien emiten el
doble de CO2.
Muchos comentaristas consideran que el avance
exponencial de las renovables refleja una tendencia que se prolongará y
eliminará las energías fósiles a corto o medio plazo. Sin embargo, las cosas
son más complejas. El hecho de que las energías renovables resulten
competitivas gracias a los subsidios hace que las empresas del sector fósil
reclamen la supresión de los mecanismos de apoyo al precio de la energía eólica
o fotovoltaica. En la UE, estas empresas han visto satisfecha en parte su
demanda. Si se mantiene la misma política, de aquí a 2020 se prevé la
continuación de las inversiones verdes a un ritmo elevado (unos 230 000
millones de dólares al año), pero no un flujo torrencial que se lleve por
delante las energías fósiles.
“Si se mantiene la misma política”, decimos.
Precisamente, es poco probable que la política actual cambie. Los ministros de
energía –en particular la ministra belga Marghem– han hecho declaraciones
optimistas sobre el texto preparatorio de la cumbre de París. No obstante, este
documento no hace más que enumerar las posiciones existentes, que a fin de
cuentas vienen dictadas todas por intereses capitalistas productivistas y
enfrentados entre sí y no por imperativos climáticos. Al final, entre Alemania
que apuesta por la renovables, Francia que opta por la energía nuclear,
Australia que se inclina por el carbón, Arabia Saudita que propugna el
petróleo, Canadá que insiste en las arenas bituminosas, Rusia que defiende el
gas, EE UU que propone el gas de esquisto y China que juega con todas las
cartas a la vez… habrá un compromiso insuficiente para mantener el
calentamiento global por debajo de los 2 °C, por no hablar ya de 1,5 °C, que
sería un objetivo infinitamente más prudente.
El “mix” del que tanto se habla es por así decir la
traducción técnica de este compromiso en ciernes. En él, el sector de las
energías renovables tiene necesidades específicas. En particular, dada su
elevada intensidad en capital, la prensa patronal subraya que exige un contexto
de mercado que asegure una rentabilidad de la inversión “razonable y
previsible”. Dicho en plata: una política neoliberal sin tacha, basada sobre
todo en la reducción del coste salarial.
Mecanismos antiigualitarios
Los grandes de este mundo preparan un acuerdo
totalmente insuficiente para detener la catástrofe climática que se avecina. Un
acuerdo del que los explotados y oprimidos sufrirán graves consecuencias. De
hecho, la política climática capitalista ya está agravando las desigualdades
sociales. So pretexto de conservar la capacidad de los bosques de absorber el
CO2de la atmósfera, las
comunidades indígenas se ven atacadas y sus bosques convertidos en plantaciones
industriales. So pretexto de producir suficientes alimentos en el contexto del
calentamiento global, se incautan los recursos acuáticos, se saquean las
reservas haliéuticas, se expanden los OGM, se expulsa a los campesinos de sus
tierras y se condena a los pequeños pescadores a la ruina.
Los países desarrollados no escapan de esta dinámica
antiigualitaria. En este terreno, el ejemplo alemán también es revelador.
La Energiewendecuesta mucho dinero. ¿Quién paga la cuenta? Los
consumidores, claro, mediante un suplemento (Umlage) incluido en las
facturas de electricidad. Un hogar medio paga 260 euros al año. Es cierto que
numerosos hogares han invertido en parques eólicos gestionados por
cooperativas. En 2010, el 51 % de la capacidad de generación de energía
renovable pertenecía a particulares, para quienes los beneficios de las
cooperativas compensan laUmlage. Sin embargo, son sobre todo los
sectores acomodados de la población los que invierten en estas cooperativas.
Los demás, en particular los ocho millones de precarizados que ganan 5 euros a
la hora, pagan así por los ricos… y por las 3000 empresas grandes consumidoras
de electricidad que están exentas de la Umlage para seguir
siendo competitivas…
Los mecanismos antiigualitarios de la política
climática capitalista ya están haciendo estragos en el Sur. En Europa, lo peor
todavía está por venir. A este respecto, conviene saber que cuatro quintos de
las reservas fósiles deben permanecer en el subsuelo si queremos salvar el clima.
El problema es que dichas reservas pertenecen a empresas, y por tanto existe
una “burbuja del carbono”, análoga a la “burbuja del ladrillo” que estalló con
las “hipotecas basura” en 2008, pero mucho más grande. Cuando estalle, que
nadie dude de que los gobiernos se apresurarán a salvar al sector de la energía
como han salvado al de las finanzas: a costa de la colectividad.
Los sindicatos en la encrucijada
La lucha por el clima es una cuestión social de suma
importancia. De momento, a escala internacional, las fuerzas que encabezan esta
lucha son el movimiento campesino y los pueblos indígenas. Esto se debe a una
razón evidente: la agricultura campesina y el modo de vida de las comunidades
indígenas contribuyen a salvar el clima. El mundo del trabajo se halla en una
situación más difícil porque la mayoría de los asalariados trabajan en el
complejo industrial basado en la energía fósil, qua habrá que desmantelar.
Por consiguiente, los sindicatos tendrán que optar: si
se mantienen dentro de la lógica y la temporalidad de la transición capitalista
(contentándose con la vaga exigencia de una “transición justa”), serán
cómplices de las consecuencias ecológicas y sociales cuya factura pagarán sus
afiliados. La única estrategia posible pasa por una transición anticapitalista:
un plan de reconversión de los sectores sucios y de desarrollo de los sectores
limpios, financiada mediante la socialización de las finanzas y de la energía,
con una ampliación radical del sector público, creación masiva de puestos de
trabajo útiles, reducción radical del tiempo de trabajo sin pérdida de salario
y desmantelamiento de la agricultura industrial.
11/05/2015
Traducción: VIENTO SUR
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