Alejandro Nadal · · · · ·
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28/06/15
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La última reunión del G-7 terminó con una declaración sobre la
necesidad de descarbonizar la economía global. La última encíclica papal Laudato
Si’constituye un llamado de atención sobre la urgencia de afrontar el
desafío del cambio climático. Lo anterior parecería anunciar una convergencia
de fuerzas para que la próxima conferencia de las partes (COP21) de la
Convención marco sobre cambio climático de Naciones Unidas desemboque en un
nuevo tratado internacional capaz de reducir emisiones de gases de efecto
invernadero (GEI) y garantizar la adaptación frente a los estragos del cambio
climático.
La declaratoria de los países del G-7 tiene fuertes defectos y una virtud.
Los participantes adoptaron el compromiso de reducir sus emisiones de GEI entre
40 y 70 por ciento para 2050 y de descarbonizar la economía global en el
transcurso de este siglo. También acordaron mantener la meta de limitar el
aumento en la temperatura global a un máximo de 2 grados centígrados respecto
de los niveles anteriores a la revolución industrial. Ese aumento de
temperatura es un umbral más allá del cual se podría pasar a los cambios
peligrosos. Desgraciadamente el G-7 no anunció un calendario con efectos
vinculantes y metas cuantitativas para los integrantes del grupo.
El objetivo general de eliminar las emisiones de GEI asociadas al uso de
combustibles fósiles es el principal elemento positivo del mensaje. Por primera
vez este grupo de países coloca sobre la mesa de negociaciones una meta tan
ambiciosa. La señora Merkel, con su doctorado en física y su muy extraño papel
en la crisis europea, puede vanagloriarse de haber alcanzado este resultado
gracias a su insistencia. Pero aunque la cancillería alemana había anunciado su
pretensión de eliminar los combustibles fósiles en la economía global para
2050, no pudo vencer la resistencia de Canadá (con sus grandes depósitos de
arenas bituminosas) y de Japón (que todavía no sabe qué hacer con su perfil
energético a raíz del desastre de Fukushima).
El plan de reducción de emisiones del G-7 es modesto, lento e incompatible
con la meta de limitar el incremento de temperatura. En la actualidad la
concentración de CO2 en la atmósfera ya rebasa 400 partes por millón (ppm) y
sigue en aumento. Hay que recordar que sería necesario estabilizar la
concentración por debajo de 400 ppm para tener la confianza suficiente de que
el aumento de temperatura no rebasaría los 2 grados centígrados.
Hoy la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera sigue
en aumento y los problemas se multiplican. La capa de permafrost en las
regiones polares contiene grandes cantidades de material orgánico, cuya
descomposición liberaría dióxido de carbono y metano. El metano es treinta
veces más eficaz que el CO2 para capturar radiación infrarroja. El
congelamiento detiene la descomposición, pero a medida que se descongele el
permafrost la descomposición aumenta y con ella la inyección de gases de efecto
invernadero, constituyendo así un peligroso círculo vicioso. Se calcula que 25
por ciento del territorio del hemisferio norte es permafrost y por ello la
contribución al calentamiento global proveniente de la desaparición del
permafrost sería comparable a la provocada por la deforestación del bosque
tropical. Estudios recientes indican que la capa de permafrost se está
descongelando más rápidamente de lo que se pensaba hasta hace pocos años.
La encíclica papal del 24 de mayo no se limita, como erróneamente se ha
considerado por muchos, al tema del cambio climático. Este documento aborda la
problemática de la justicia y la sustentabilidad en el sentido más amplio.
Junto a las dimensiones ambientales del ciclo de agua, el cambio climático y la
pérdida de biodiversidad, la encíclica aborda el tema de la desigualdad y la
injusticia (incluida la asimetría en la distribución de los efectos negativos
de la degradación ambiental).
En el ámbito del cambio climático la encíclica incluye tres puntos
sobresalientes. Primero, el clima es un bien común. No es propiedad de un grupo
de naciones o de las grandes empresas del planeta. Segundo, el documento
recupera el principio de responsabilidad diferenciada, principio que se ha
venido desdibujando en las negociaciones internacionales. El tercer punto es
más amplio: el deterioro ambiental y la degradación de la vida humana van de la
mano. La encíclica papal arremete contra las desigualdades internacionales y
señala que en el plano de la globalización neoliberal constituyen un
instrumento de dominación. Por eso, la verdadera sustentabilidad ambiental sólo
podrá lograrse por medio de la justicia a través de un debate en el que se
pueda escuchar el llanto de la tierra y el llanto de los pobres.
La encíclica critica el afán de lucro de la especulación financiera y el
crecimiento, pero es poco consistente en su análisis sobre el papel del
crecimiento en las economías capitalistas. Ojalá pueda frenar los planes de
convertir el desastre climático en oportunidades de negocios, porque de lo
contrario el gemido de los pobres se convertirá en rugido implacable.
Alejandro Nadal es miembro del
Consejo Editorial deSinpermiso
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