DANIEL TANURO
Sábado 9 de mayo de 2015
La cuestión de la burbuja del carbono/1 adquiere
una importancia creciente en los medios mercantiles. Recordemos que la señal de
alarma fue dada por la ONG Carbon Tracker/2 : no superar 2º C de
calentamiento respecto al período preindustrial implica renunciar a quemar dos
tercios de las reservas conocidas de carbón, de petróleo y de gas natural. Como
estas reservas están en manos privadas y su valor figura en el activo de los
grupos propietarios, de forma que renunciar a explotarlas equivale a destruir
capital o a considerarlo como ficticio. Dicho de otra forma, que constituye una
burbuja.
28 billones de dólares
Una burbuja enorme, muy grande: 28 billones de
dólares. Esta cifra astronómica es la adelantada por Kepler Cheuvreux/3,
una sociedad de servicios financieros especializada en el corretaje y los
consejos a los inversores. Que una empresa de ese tipo haya estudiado el
problema muestra bastante la inquietud entre los accionistas… De hecho, Carbon
Tracker tiene razón: tanto el Banco Mundial como la Agencia Internacional de
Energía han convalidado la estimación de la ONG, y el G20 acaba de demandar un
estudio en profundidad sobre la burbuja de carbono al Consejo de Estabilidad
Financiera (el sucesor del Foro del mismo nombre, creado en 1999 por el G7).
Actualmente, el Consejo de Estabilidad Financiera
(CSF) está presidido por Mark Carney. Carney, Director del Banco de Inglaterra,
está muy sensibilizado por el problema de la burbuja del carbono. El año
pasado, cogió su bastón de peregrino para testimoniar ante la comisión de medio
ambiente del Parlamento británico, y luego planteó la cuestión ante la
importante reunión ministerial informal que el Banco Mundial organiza cada año
sobre el tema del precio del carbono. En paralelo, el Banco de Inglaterra/4 encargó
un estudio sobre la dimensión de la burbuja. El informe, que se presentará el
próximo mes de junio, dará probablemente el tono del que el CFS remitirá al
G20.
París 2015
Evidentemente, todo este alboroto hay que situarlo en
el contexto de la preparación de la cumbre sobre el clima en París a finales de
este año 2015 (COP 21). Se supone que para esa ocasión los gobiernos del
planeta concretarán finalmente el compromiso tomado en Cancún (COP 16, en 2010)
sobre las medidas a adoptar para no superar 2ºC de calentamiento (e incluso
1,5º C si fuera necesario según los científicos). Es muy poco probable que las
decisiones de la COP 21 permitan cumplir este acuerdo, pero tampoco es probable
un fracaso como el de Copenhague en 2009. Salvo gran sorpresa, “algo saldrá de
París”.
Por lo tanto, el problema para las compañías fósiles
es el siguiente: cuanto más sustancial sea este “algo”, más se hinchará la
burbuja y se acercará a los 28 billones de dólares de Kepler Cheuvreux. Y con
ello, el zafarrancho de combate en los consejos de administración de las
multinacionales del petróleo, del carbón, del gas y de los sectores conexos.
Nadie se queda parado. Objetivos: 1) limitar al máximo el volumen de las
reservas que no puedan ser explotadas, y 2) hacer de forma que el estallido de
la burbuja esté a cargo de la colectividad, como ocurrió con la crisis de las subprimes
en 2008. Todos los medios son buenos.
Furiosos
Los patronos más furiosos se encuentran entre los del
sector del carbón, de quienes explotan las arenas bituminosas de Canadá y los
grupos petroleros que han invertido masivamente en la exploración petrolíferas
en el Ártico. Es lógico: si la COP 21 tomara decisiones coherentes con el
límite de 2ºC, los yacimientos del Ártico permanecerían intactos, el 95% de las
reservas verificadas de hulla deberían permanecer bajo tierra, y habría que
renunciar al 75% de los hidrocarburos contenidos en las arenas bituminosas…
ExxonMobil está muy implicada en el Ártico y en las
arenas bituminosas de Alberta. Recientemente su dirección ha remitido a los
accionistas un informe que afirma perentoriamente que “ninguna de nuestras
reservas de hidrocarburos no está ni será devaluada”/5. Para
garantizar esta afirmación, la mayor multinacional mundial del petróleo se basa
en un escenario de transición energética en el que las emisiones de gas con
efecto invernadero continuarán creciendo hasta 2030… Hay que recordar que el
GIEC estima que deberían haber comenzado a disminuir en 2015… como muy tarde.
Greg Boyce es el big boss de Peabody Energy, el mayor
grupo privado carbonero a nivel internacional. En una conferencia reciente
sobre las energías fósiles en Houston (Texas) declaraba que el principal
problema mundial es “una crisis humana que tenemos los medios de resolver” -la
garantía de una energía barata- “y no la crisis medioambiental prevista por
modelos informáticos poco seguros” /6. La pobreza energética que
golpea a una fracción creciente de la población es así utilizada para barrer la
política climática que es necesaria, en particular en interés de los pobres.
¡Puro cinismo!
El patrón de Glencore Xstrata, otro gigante del
carbón, no se queda atrás. Ivan Glansenberg/7 apuesta abiertamente
por el fracaso de la COP21. Ha declarado que nada le impedirá vender los 4300
millones de toneladas de hulla que tiene en reserva, y echa la culpa a los
gobiernos: ha declarado que “los gobiernos no serán capaces de tomar medidas
para reducir las emisiones de carbono” … Por supuesto, Gransenberg omite
precisar que él y sus semejantes hacen todo lo posible para que los gobiernos
no tomen las medidas en cuestión.
Suben las pujas
La actualidad reciente ha dado un nuevo ejemplo de la
capacidad de hacer daño de estos fósiles. El Senado estadounidense, en el
debate a favor del oleoducto Keystone XL, que debe llevar los hidrocarburos de
Alberta hacia las refinerías del Golfo de México,/8 se ha visto
obligado a votar una moción sobre el cambio climático. La enmienda que
estipulaba que éste es debido “significativamente” a la actividad humana no ha
recogido el número suficiente de votos. James Inhofe, presidente del Comité del
Medio Ambiente (!) en el Senado, ha declarado que el calentamiento provocado
por la combustión de los combustibles fósiles “es el mayor bulo” jamás
inventado para hacer daño a la humanidad. La presidenta del Comité de Energía,
Lisa Murkowski, le ha apoyado. Los principales patrocinadores económicos de las
campañas electorales de Murkowski e Inhofe son empresas del sector de la
energía fósil o de sectores aledaños…
Una victoria de los capitalistas que quieren quemar
hasta el último barril de petróleo, hasta la última tonelada de carbón y hasta
el último metro cúbico de gas natural -con riesgo de provocar una subida del
nivel de los océanos de más de diez metros- no parece el escenario más probable
para la COP 21. El voto en el senado americano muestra sin embargo que no puede
ser excluido. En cualquier caso, desde su punto de vista, el combate de los
criminales fósiles está lejos de ser absurdo o inútil: en efecto, aferrándose a
sus reservas, gritando que se les asesina, manipulando los temores de una
energía cara y apoyándose en su enorme poder económico y político, hacen subir
las pujas.
Así, en el caso en que tuvieran que renunciar a una
parte de sus stocks, estos multimillonarios avariciosos habrían creado las
mejores condiciones para que la colectividad pague por el estallido de la
burbuja del carbón, como pagó por el estallido de las subprimes.
A buen entendedor… Un asno no tropieza jamás dos veces
en la misma piedra, pero ¿somos asnos?
5/05/2015
Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR
Notas
No hay comentarios:
Publicar un comentario