miércoles, 3 de septiembre de 2014

El último retrato




Recién está saliendo el sol y la fotógrafa ya lleva varias horas caminando. Le ha costado más de lo habitual encontrar las escenas de aves despertándose, de lombrices trabajando o de abejas cortejándose que buscaba para su catálogo, pero finalmente ha tenido suerte y ha podido hacer varias tomas en un campo de maíz. Con el macro como objetivo ha captado ese momento mágico en que las hojas verdes sudan, como si la noche hubieran sido largas horas de esfuerzo para ellas. Tomas de perfectas gotitas de agua como una hilera de funambulistas en la cuerda floja. En una de ellas, como un espejo, se ve el rostro reflejado de una abeja a punto de saciar su sed.
Pobre animal. No es agua solo lo que ingiere en ese momento. Ese maíz ha sido tratado con productos de Bayer o Syngenta y su organismo está recibiendo una dosis de 11.709 µg/l de clotianidina o una dosis de 55.260 µg/l de tiametoxam. Según explica el informe de Greenpeace ‘Gotas de Veneno para las Abejas’, en un solo trago de esas gotitas de gutación en plantas tratadas incluso un mes antes, la abeja beberá veneno por encima de la ‘dosis letal 50′. Es decir, como un guión de cine de terror, una de cada dos abejas que bebe este néctar estará muerta antes del tercer día. Si ella no es la que muere, entonces de por vida volará desorientada, con torpeza, tal vez no sepa regresar a su colmena. ¿Será este el último retrato de la abeja?
Quizás, o así parece que lo deseen las emp resas agroquímicas que fabricando esta clase de venenos, los llamados neonicotinoides, ven crecer a muy buen ritmo sus ganancias económicas. En el mercado de insecticidas, esta familia de pesticidas neurotóxicos derivados de la nicotina, ya alcanza el 40% de cuota, con unas ventas globales de más de 2.630 millones de dólares anuales. La compañía líder es Bayer que exporta cada año más de 1.000 toneladas de imidacloprid a más de 120 países y sus ventas son superiores a 597 millones de euros. Cuando la exclusividad de la patente venció, Bayer añadió en el mercado la clotianidina, y sus millones de euros anuales, más de 192, ya son muy significativos. Detrás tenemos a S yngenta con el tiametoxam.
La toxicidad de estas sustancias ya estaba demostrada, y por ello desde Diciembre del año pasado, Europa decidió prohibir su uso durante dos años. Ahora, un reciente informe elaborado por un equipo internacional de 29 investigadores e investigadoras, después de evaluar más de 800 artículos científicos y 150 estudios de efecto directo al respecto, han repetido la afirmación: el uso de este tipo de insecticidas sistémicos es responsable del descenso de población de mariposas, abejas, otros insectos polinizadores y también de la lombriz de tierra. «La evidencia es muy clara. Estamos siendo testigos de una amenaza para la productividad de nuestro medio ambiente natural y de cultivo», son las tajantes palabras empleadas por uno de los científicos del Grupo de Acción sobre Plaguicidas que elaboraron el trabajo referido para la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
Pocos meses antes, la doctora Cynthia Palmer de la American Bird Conservancy presentó un informe similar respecto al impacto de estos insecticidas sobre las aves en EEUU. Y la conclusión es idéntica. «Un solo grano de maíz recubierto de neonicotinoides puede matar un pájaro» -dijo – «incluso un ínfimo grano de trigo o colza tratado con imidacloprid puede envenenar fatalmente a un ave». Pero lamentablemente en su país parece que las evidencias científicas se diluyen ante los lobbys de las empresas que producen estos venenos.
Menos científicas son mis propias observaciones pero en las tierras de secano y cereales de la Segarra tarragonina (Catalunya) por donde paseo, la primavera nos ha traído menos golondrinas, (según la sociedad científica y conservacionista SEO/Birdlife, en España había, en 2004, cerca de 30 millones de ejemplares y desde entonces han desaparecido una de cada tres golondrinas, un millón por año), hemos visto menos gorriones y recién han llegado los abejarucos, pero también nos parece que son menos. Y a usted, ¿cuánto hace que no le pica una abeja?
No hacen falta más datos, lo que escasea es la voluntad política de preservar la vida ante la muerte.

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