domingo, 20 de marzo de 2011

El plan B de la minera Greystar por el oro de Santurbán

Por Omar G Ahumada Rojas
El Tiempo
III 20 2011

Con explotación subterránea, se dará 2 millones de onzas de oro, con cielo abierto 7,1 millones.


Si el ministro de Minas, Carlos Rodado, sorprendió con el anuncio anticipado de que la minera Greystar retiraba la solicitud de licencia técnica y ambiental para el proyecto de oro de Angostura, en Santander, más asombro causó la revelación por parte de la minera, en el sentido de presentar una alternativa para la extracción del valioso mineral, que consiste en hacerlo de forma subterránea. Esta semana, las directivas de la compañía se reunirán con Rodado y con la ministra de Ambiente, Beatriz Uribe, con el fin de discutir la forma en que se puede modificar el proyecto.

Tras perder el primer tiempo de este partido, este plan B va más allá de manifestar la intención de querer hacerlo, pues la compañía también sorprendió al revelar que que ya realizó una evaluación económica preliminar para iniciar una operación a través de socavones, cuyo foco es la zona más rica en oro.

Nuevos cálculos

Ahora, estos análisis prevén la explotación de 14 millones de toneladas de materiales, de los cuales se obtendrían 5,34 gramos de oro por cada tonelada y se producirían 29,6 gramos de plata por tonelada.

La nueva opción estima la explotación de 4.000 toneladas por día y una operación de la planta de flotación de 3.300 toneladas diarias, con lo cual, después de un año de iniciar en firme el proceso, se obtendrían cerca de 200.000 onzas de oro anuales en los primeros siete años, "antes de que la producción disminuya debido a limitaciones del recurso".

Al comparar estas cifras con las metas que se proyectaban para la operación a cielo abierto, la reducción en la producción será sustancial, incluso por debajo de la mitad, pues el proyecto retirado contemplaba una producción anual de 511.000 onzas de oro. En resumen, la proyección total del proyecto pasará de 7,1 millones de onzas a sólo 2 millones de onzas de oro.

Entre tanto, si las autoridades mineras y ambientales le dan la bendición a la nueva propuesta de Greystar, el proyecto Angostura produciría 8 millones de onzas de plata.

Los cálculos de rentabilidad también son detallados.

La canadiense estima que los costos de producción por cada onza de oro serán de 395 dólares, después de los créditos de plata, frente a un precio del oro de 1.015 dólares por onza a largo plazo.

Greystar no sólo mantiene la promesa de asegurarse de que su proyecto no afectará la calidad del abastecimiento de agua de Bucaramanga, su área metropolitana y la Provincia de Soto Norte, sino que mantendrá informada a la comunidad sobre el nuevo plan.

Algo difícil de creer

Entre tanto, los contradictores del proyecto que fracasó tampoco ven que la nueva fórmula sea viable.

Para el director de Fenalco Santander, Erwing Rodríguez-Salah, resulta difícil creer que la empresa vaya a proceder de forma responsable, porque se trata de una compañía sin experiencia y que fue sancionada por la Corporación para la Defensa de la Meseta de Bucaramanga por incumplir el plan de manejo ambiental en la fase de exploración.

El gremio de los comerciantes en ese departamento considera que ahora lo más importante es la declaratoria del páramo de Santurbán como parque natural en la zona que corresponde a Santander.

Agrega que el debate no se puede quedar en la fijación de un límite de 3.000 metros sobre el nivel del mar, ya que el ecosistema del páramo comprende los páramos, subpáramos y el bosque alto andino. "Es un ecosistema que no se puede ver a pedazos", dijo.

Fenalco plantea un estricto control a la explotación ilegal por parte del Estado, que debe voltear su mirada hacia estas municipalidades y buscar la reorientación de su actividad económica, como por ejemplo hacia el ecoturismo.

Sin embargo, expertos ven muy complicado dar un giro tan radical, teniendo en cuenta los altos precios que se están pagando por el oro en los mercados local e internacional, que incentivan la extracción del material de una forma u otra. El presidente de la Cámara Colombiana de la Minería, César Díaz, señala que mientras los opositores piensan que Colombia es el único país del mundo que utiliza cianuro, el químico se emplea en minería en más de 30 naciones con minería de oro.

Era la salida más sensata

La propuesta tendrá en cuenta las inquietudes

La minera canadiense Greystar reconoce que el retiro de la solicitud de licencia para la explotación a cielo abierto era la salida más sensata, luego del evidente rechazo de los gobiernos regional y nacional, y de la comunidad de Bucaramanga.

La empresa quiere asegurar que la futura aplicación del proyecto reflejará las inquietudes presentadas, porque esto permitirá obtener la licencia para operar en forma sostenible.

Debate

Hay que tener cuidado, porque se trata de una empresa que ha sido sancionada por las autoridades ambientales.

Erwing Rodríguez-Salah

Director de Fenalco En Santander

Esperamos que Greystar realice los ajustes necesarios que garanticen que el proyecto contará con licencia ambiental.

Cesar Díaz Guerrero

Cámara Colombiana de La Minería

La riqueza minera sólo se puede convertir en prosperidad si respeta las normas ambientales y usa prácticas internacionales.



Carlos Rodado Noriega

Ministro de Minas y Energía



Ómar G. Ahumada Rojas

Jurisprudencia social

Por: Alfredo Molano Bravo
EL espectador
III 20 2011

POR AHORA TODO INDICA QUE LA Greystar retiró la solicitud de licencia para llevarse el oro, la plata, el cromo, el zinc, el cobre, el estaño, el plomo y el manganeso del páramo de Santurbán.


No fue, sin duda, una decisión fundada en su sensibilidad ambiental, sino en un hecho simple: la tenían perdida desde el punto de vista legal: la explotación de minas en los páramos está prohibida. Punto. El gobierno de Uribe —siniestro también en materia ambiental— aceptó evaluar el estudio de impacto elaborado por la compañía siendo sólo una concesionaria. Manuel Rodríguez, uno de los críticos más solventes y ácidos del proyecto, tildó de aberrante el procedimiento. Con el cambio de gobierno que declaró locomotora de la economía nacional a la minería, que contabilizó las ganancias de Santurbán y La Colosa en el Plan Nacional de Desarrollo y nombró ministra del Medio Ambiente a Sandrita Bessudo, una excelente nadadora submarina especializada en el tiburón martillo, pocas esperanzas había de un timonazo en materia de política ambiental. Pero como vivimos en el país de La Perrilla, “donde sale lo que no se espera”, el ministro Rodado Noriega advirtió en la Feria Minera de Toronto: “De ninguna manera, de acuerdo con la legislación colombiana, es posible hacer minería en páramo”. El Gobierno desconfiaba de los estudios de la Greystar y de la llamada responsabilidad ambiental de la compañía y era posible que negara la licencia. Total, a la multinacional no le quedaba otro camino que retirar la solicitud, lo que no quiere decir que haya renunciado a presentarla en el futuro, apelando quién sabe a qué tinterillada. No es fácil resignarse a perder 511.000 onzas de oro y 2,3 millones de onzas de plata.



Para el Gobierno tampoco era sencillo desconocer la poderosa oposición ciudadana que desencadenó el proyecto. El argumento principal fue la contaminación de las fuentes de agua que alimentan los acueductos de una población de dos millones de personas, incluidas Bucaramanga y Cúcuta. “El agua vale más que el oro” fue la consigna. Convergieron en un vasto movimiento de oposición crítica las reflexiones de las organizaciones ambientalistas, los intereses gremiales, las reacciones del gobernador Serpa y del senador Robledo y las denuncias de los medios. Para rematar, El Espectador trajo a Al Gore. La resistencia de la ciudadanía contra los planes y procedimientos de la compañía canadiense y contra la presión de la Embajada de Canadá fue el soporte del movimiento. Sin duda, las recientes tragedias en las minas de carbón en Amagá y Sardinata, las inundaciones de pueblos, la brutalidad de la explotación del carbón en Cesar, las playas negras de carboncillo en Santa Marta, las íntimas relaciones de la minería de oro con el paramilitarismo han hecho crecer lo que se podría llamar “conciencia social ambiental” en el país. El efecto en perspectiva es la defensa del agua como bien público y, claro está, la de los páramos, humedales, ríos y quebradas. Al Gore dijo que la costa atlántica será un desierto en 50 años. El movimiento no se puede limitar a la Greystar. En Santurbán hay siete empresas medianas con licencia y muchas sin ella. Más aún, en las 100.000 hectáreas de nuestros páramos han sido otorgados 391 títulos mineros. El movimiento debe ir más allá, como pide Manuel Rodríguez: declarar una moratoria de grandes proyectos mineros hasta saber sus verdaderos efectos ambientales y sociales. El cuento de que lo que es bueno para los bolsillos de los grandes depredadores es bueno para todo el país –porque genera regalías y empleo– no es sólo una falacia sino, en el fondo, un crimen.



La amenaza a los páramos no es sólo la minería: los cultivos de papa y la ganadería avanzan destrozando fraylejonales, desecando lagunas, arrasando bosques. De los páramos habrá que ir a los valles y de las cordilleras a las sabanas. En mora está la evaluación científica del impacto que tendrán sobre los humedales y las fuentes de agua del Llano los grandes proyectos agroindustriales que están en marcha. La Orinoquia colombiana guarda la tercera parte del agua de todo el país. No se puede contribuir irresponsablemente a la desertización de gran parte del territorio en aras de un desarrollo tan parcializado como gravoso. Tampoco se podrá pasar de agache con la desecación de ciénagas en el bajo Magdalena, un fenómeno que tiene cercados los espejos de agua, arrinconados a los pescadores y ahogados a los campesinos. La conciencia ambiental deberá seguir poco a poco el curso de las corrientes. Es muy difícil, después del gran triunfo de Santurbán, que el movimiento por el agua se evapore. Más que un antecedente jurídico, el hecho es una jurisprudencia social y política trascendental.



Nota. Escrito lo anterior, se acaba de conocer un comunicado de la Greystar donde dice haber sido malinterpretada y que retira la solicitud actual de licencia solo para hacer una nueva; no renuncia, por tanto, al Proyecto Angostura. ¿Se trata de una maniobra más de una empresa acostumbrada a poner de rodillas a los gobiernos y a las comunidades y a engañar a la opinión pública? El gobierno colombiano debe pronunciarse sin ambigüedades porque la palabra del ministro Rodado está empeñada.

 Elespectador.com

jueves, 17 de marzo de 2011

"LA ECONOMÍA CAPITALISTA Y PARTICULARMENTE EL CAPITALISMO FINANCIARIZADO ES EL CÁNCER DE LA BIOSFERA"

Jorge Riechmann / Rebelión III-17-2011


Transcripción de la presentación del Informe sobre Energía "Cambio Global 2020/50" CONAMA 10

Les propongo unas reflexiones finales en torno a la cuestión de la energía. A mi entender la pinza de la doble crisis energética que padecemos, el final de la era del petróleo barato, más en general de los combustibles fósiles tal y como los hemos empleado en el siglo XX por una parte, y la desestabilización del clima del planeta por otra parte, esa pinza está atenazando las posibilidades de vida humana decente sobre el planeta Tierra.


Ahora no se trata ya de evitar que la generación de los hijos, en ese horizonte 2020/2050 que plantea el Informe que hoy presentamos, no se trata –decía-- de evitar que la generación de los hijos viva peor que la de los padres. Eso en cierto sentido resulta inevitable, por ejemplo no se repetirá la sobreabundancia energética del siglo XX con el terrible despilfarro concomitante. Pero en otro sentido es muy engañoso, no se debería identificar una vida buena, una vida decente, con el empobrecedor consumismo que se nos vendió como tal. Hoy --ya digo-- el horizonte es otro, aunque cueste tanto mirarlo de frente. Se trata de evitar una regresión civilizatoria, una catástrofe ecológico-social que dejaría chiquitas las grandes crisis que la humanidad tuvo que hacer frente en el pasado. Y el tiempo disponible para actuar está menguando de forma dramática. En lo que se refiere al calentamiento climático y al cénit del petróleo y el gas natural estamos en la cuenta atrás. También lo estamos en otras dimensiones de la crisis económico-social, acaso menos visibles pero no menos peligrosas, como la hecatombe de diversidad biológica que también estamos causando por un conjunto de causas que en realidad son comunes. Menciono eso y lo dejo de lado porque no es la cuestión que nos reúne hoy aquí.

Quizá recuerden ustedes la revista Bulletin of the Atomic Scientists que fundó en 1947 un grupo de físicos atómicos en EEUU ante la perspectiva muy sombría de la guerra fría que comenzaba entonces. Una característica de esa publicación, que sigue publicándose en EEUU, es un reloj que aparece en su cabecera y que desde aquellos años iniciales de la guerra fría viene marcando los minutos que probablemente nos separan de un cataclismo nuclear, el cual correspondería a la medianoche: es un reloj que marca un tiempo antes de la medianoche. Desde 1947 el minutero cambió de posición 17 veces, con un mínimo de dos minutos en 1953, el año en que EEUU y la Unión Soviética realizaron sus primeras pruebas con bombas de hidrógeno, y con un máximo de 17 minutos en 1997. Pues bien, en el número de enero y febrero de 2007, el reloj que estaba marcando 7 minutos desde 2002 se adelantó dejando la distancia a la medianoche en 5 minutos. Pero la novedad, lo relevante, es que se trataba de la primera vez que el desplazamiento horario tenía lugar en relación con un suceso no nuclear. No estaba ya hablando de la posibilidad de un enfrentamiento con armas atómicas. En el texto de ese número se leía: “Las armas nucleares todavía plantean la amenaza a la humanidad más poderosa, pero el cambio climático y las tecnologías emergentes han acelerado nuestra capacidad de autodestrucción”. Toda la información científica de que disponemos hoy confirma esa apreciación de los redactores del Bulletin of the Atomic Scientists. Cinco minutos antes de la medianoche, pero no por una guerra nuclear sino por la devastación equiparable en su orden de magnitud que puede venir de la mano del calentamiento climático y el cénit del petróleo.

La Red de científicos Global Carbon Project, ya lo saben ustedes, vigila la emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera y en particular de dióxido de carbono. En otoño de 2009 advirtió: a finales del siglo XXI la temperatura promedio del planeta podría aumentar en 6oC si continuamos emitiendo gases de efecto invernadero en la forma descontrolada en que lo estamos haciendo ahora. En un mundo seis grados más caliente en promedio las zonas habitables para los seres humanos se reducirían drásticamente. La mayoría de la población humana del planeta se convertiría en excedente. Las posibilidades de mantener una civilización compleja serían casi nulas.

Ángel evocó al comienzo de esta sesión el informe Los límites del crecimiento del Club de Roma de 1972. Uno de los autores de aquel informe, Dennis Meadows , uno de los coordinadores y autores principales de ese mismo informe, a quien entrevistaba La Vanguardia hace no mucho tiempo en una visita a nuestro país, advertía: “Dentro de cincuenta años la población mundial será inferior a la actual, seguro. Las causas serán un declive del petróleo que comenzará en esta década, cambios climáticos… Descenderán los niveles de vida y un tercio de la población mundial no podrá soportarlo”. De hecho, si la temperatura promedio aumenta en seis grados incluso esa espantosa previsión referida a un tercio de la población mundial será demasiado optimista.

Sólo entre 2000 y 2008 las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera aumentaron un 29%. En los años 2008 y 2009 la crisis económica ralentizó este crecimiento pero el alivio ha durado muy poco. Según pudieron leer ustedes ayer y hoy mismo en la prensa, la misma fuente científica, universidades de las que están en el Global Carbon Project, en un estudio recién publicado anticipan que en 2010 las emisiones mundiales del principal gas de efecto invernadero crecerán un 3% retomando la senda de incremento de 2000 a 2008. Esa senda que nos lleva a seis grados o más de aumento de temperaturas a finales del siglo XXI.

Un clima estable, un abastecimiento energético suficiente y sostenible o el adecuado suministro de crédito a una economía que haga las paces con la naturaleza son bienes comunes. La racionalidad económica, ecológica o social nos dice que los sistemas que garantizan estos bienes no pueden ser privados ni gestionarse buscando el máximo beneficio para las minorías rentistas que nos han llevado al borde del abismo.

Creo que vale la pena atender a la reflexión que hacía no hace tanto Susan George: “Una economía capitalista conlleva a la existencia del mercado pero lo contrario no es verdad, todo depende de la clase de mercado de que se trate. El sueño neoliberal del mercado autorregulado se ha revelado finalmente como una pesadilla y una bestia mitológica. El debate no debería centrarse en decir sí o no al mercado sino más bien en qué artículos deberían ser comprados y vendidos a precios fijados con arreglo a la oferta y la demanda, y cuáles deberían ser considerados bienes y servicios comunes o públicos cuyo precio tendría que fijarse en función de su utilidad social. Mi lista de bienes públicos o comunes --decía Susan George-- comenzaría con uno que hace una década no aparecía: un clima adecuado para los seres humanos. Actualmente el clima es un bien común porque el bienestar de todos depende de él, lo cuál no impide los intentos de convertirlo en un artículo rentable y comercializable por medio de permisos y compensaciones relativas a la contaminación. Se trata de un enfoque erróneo aunque solo sea porque el mercado presupone la existencia continuada de la mercancía comercializada, en este caso las emisiones de dióxido de carbono, que es exactamente lo que hemos de eliminar”. Y terminaba Susan George diciendo: “La siguiente lista más convencional de bienes públicos intentaría reparar el daño de décadas de privatización e incluiría no solo puntos obvios como la salud, la educación y el agua, sino también la energía, buena parte de la investigación científica y los fármacos, así como parte del crédito financiero y el sistema bancario”.

Hoy los poderes financieros e industriales que nos han llevado a este violento choque contra los límites biofísicos del planeta que marca nuestra época están recomponiendo su dominio tras la fuerte conmoción de 2007, 2008 y 2009. Si lo consiguen, si la guerra de los ricos contra el mundo que llamamos neoliberalismo prosigue su curso, como lo vino haciendo durante los tres decenios últimos, la repetición de la crisis está asegurada. Pero quizá en la siguiente gran crisis sistémica no tengamos ya ni el mínimo margen de maniobra necesario para llevar a cabo una transición no catastrófica. Como se ha dicho, quizá el capitalismo se recupere de esta crisis sistémica pero entonces el mundo probablemente no podrá recuperarse ya de la siguiente crisis capitalista.

En sociedades desiguales, donde una gran fracción de la riqueza y el poder se concentra en los estratos superiores, la preservación del statu quo absorbe casi todos los esfuerzos de estas capas que harán lo posible y lo imposible por retener sus privilegios. Esto se aplica igual a las élites de las antiguas ciudades sumerias que a los banqueros de Wall Street. Sólo las sociedades igualitarias puedes ser sustantivamente racionales en sentido histórico: aprender del pasado para anticipar y sortear con éxito los problemas del futuro.

A veces se nos dice que el ser humano es como un cáncer de la biosfera. Creo que no es así. La economía capitalista y particularmente el capitalismo financiarizado es el cáncer de la biosfera. Mi maestro Manuel Sacristán lo formuló con claridad en uno de sus textos clave, la comunicación a las Jornadas de Ecología y Política de 1979: “No es posible conseguir mediante reformas que se convierta en amigo de la Tierra un sistema cuya dinámica esencial es la depredación creciente e irreversible”. O logramos poner fuera de juego la dinámica de acumulación ciega de capital, o quebramos el doble movimiento de endeudarse para crecer y luego crecer para pagar las deudas, o estamos perdidos.

Sabemos desde hace mucho que las catástrofes sociales pueden desencadenarse en un lapso de apenas unos años. Ahora sabemos también que las peores catástrofes ecológicas, grandes cambios climáticos por ejemplo, pueden ocurrir en un lapso de solo decenios. Estamos, les decía, en la cuenta atrás.

Las sociedades humanas van a reajustarse a la biosfera sí o sí. La idea de que podemos vivir haciendo caso omiso de las constricciones ecológicas y termodinámicas es nueva, apenas se ha abierto pasa en los últimos doscientos años y sobre todo en los últimos decenios, en ese periodo de la revolución industrial y la expansión del capitalismo. Es una idea por tanto muy nueva, es insensata --y tendrá una vida breve en términos históricos. La opción se nos da entre una transición ordenada --para la cual nos queda cada vez menos margen-- o un cambio descontrolado y catastrófico. Vamos hacia un tiempo mucho más turbulento y doloroso de lo que ninguno de nosotros desearíamos. La única vía para minimizar los daños es un salto cualitativo en las dimensiones de igualdad, cooperación y cuidado. La serie de informes España 2020/ 2050, una valiosa iniciativa que hemos de agradecer al Centro Complutense de Estudios e Información Medioambiental y a la Fundación Conama, entre otras instituciones, está dibujando para la sociedad española precisamente las posibilidades de transición ordenada: trayectorias técnicamente viables desde nuestro insostenible presente hacia una posible España en el horizonte 2050 que hubiera hecho las paces con la naturaleza. Pero mostrar la viabilidad técnica no es sino uno de los pasos necesarios. Mucho más importante resulta el acumular la fuerza sociopolítica suficiente para que esos cambios necesarios se vuelvan posibles y les invito a

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

lunes, 7 de marzo de 2011

La contradicción capitalismo/ecología

25/07/06 Por Leonardo BOFF

Por primera vez en el proceso conocido como hominización, el ser humano se ha dado a sí mismo los instrumentos de su propia destrucción. Se creó el principio de autodestrucción que tiene en el principio de responsabilidad y de cuidado su contrapartida. De ahora en adelante la existencia de la biosfera estará a merced de la decisión humana.


La lógica del capital, como modo de producción y como cultura, es ésta: producir acumulación mediante la explotación -de la fuerza del trabajo de las personas, por la dominación de clases, por el sometimiento de los pueblos y finalmente por el pillaje contra la naturaleza-.

Un análisis incluso superficial entre ecología y capitalismo identifica una contradicción básica. Donde impera la práctica capitalista se envía al exilio o al limbo la preocupación ecológica. Ecología y capitalismo se niegan frontalmente. No hay acuerdo posible. Si, a pesar de ello, la lógica del capital asume el discurso ecológico... o es para obtener lucro, o para espiritualizarlo y así vaciarlo, o simplemente para imposibilitarlo y, por tanto, para destruirlo. El capitalismo no sólo quiere dominar la naturaleza, sino arrancar todo de ella, depredarla.



Hoy, por la unificación del espacio económico mundial en los moldes capitalistas, el saqueo sistemático del proceso industrial contra la naturaleza y contra la humanidad, hace al capitalismo claramente incompatible con la vida. Se plantea así una bifurcación: o el capitalismo triunfa al ocupar todos los espacios como pretende, y entonces acaba con la ecología y pone en riesgo el sistema-Tierra, o triunfa la ecología y destruye al capitalismo, o lo somete a tales transformaciones y reconversiones que no pueda ya ser reconocible como tal. Esta vez no va a haber un arca de Noé que nos salve a algunos y deje perecer a los demás. O nos salvamos todos o pereceremos todos.

El capitalismo produjo también una cultura, derivada de su modo de producción, asentado en la exportación y el pillaje. Sin una cultura capitalista que vehicula las mil razones justificadoras del orden del capital, el capitalismo no sobrevivirá. La cultura capitalista exalta el valor del individuo, le garantiza la apropiación privada de la riqueza, hecha por el trabajo de todos, coloca como quicio de su dinamismo la competencia de todos contra todos, intenta maximizar las ganancias con la mínima inversión posible, procura transformar todo en mercancía para tener siempre beneficios, instaura el mercado, hoy mundializado, como el mecanismo articulador de todos los procesos de producción, de competencia y de distribución...

Si alguien busca solidaridad, respeto a las alteridades, compasión y veneración frente a la vida y al misterio del mundo... que no los busque en la cultura del capital. George Soros, uno de los mayores especuladores de las finanzas mundiales y profundo conocedor de la lógica de la acumulación sin piedad (vive de eso), afirma claramente en su libro La crisis del Capital que el capitalismo mundialmente integrado amenaza a todos los valores societarios democráticos, poniendo en riesgo el futuro de las sociedades humanas.

Queremos mostrar cómo el capitalismo, en cuanto modo de producción y en cuanto cultura, inviabiliza la ecología tanto ambiental como social.

Comencemos con la ecología ambiental. A este respecto, las hipótesis acerca del futuro de la Tierra son dramáticas. Grandes analistas confiesan que el tiempo actual se asemeja mucho a las épocas de gran ruptura en el proceso de evolución, épocas caracterizadas por extinciones en masa.



Efectivamente, la humanidad se encuentra ante una situación inaudita. Debe decidir si quiere continuar viviendo, o si prefiere su propia autodestrucción. Por primera vez en el proceso conocido como hominización, el ser humano se ha dado a sí mismo los instrumentos de su propia destrucción. Se creó el principio de autodestrucción que tiene en el principio de responsabilidad y de cuidado su contrapartida. De ahora en adelante la existencia de la biosfera estará a merced de la decisión humana. Para continuar viviendo el ser humano deberá quererlo positivamente.

Los indicadores son alarmantes. Dejan poco margen de tiempo para los cambios necesarios. Estimaciones optimistas establecen la fecha límite del año 2030-2034. A partir de ahí, si no se toman medidas urgentes y eficaces, la sostenibilidad de sistema-Tierra, ya no estará garantizada.

Entre otros, tres son los nudos problemáticos creados por el orden del capital, que deben ser desatados: el nudo del agotamiento de los recursos, el de la sostenibilidad de la Tierra y el de la injusticia social mundial.

1. El nudo de la extinción de los recursos naturales.

Cada día desaparecen para siempre 10 especies de seres vivos. Desde la época de la desaparición de los dinosaurios, 65 millones de años atrás, nunca se ha visto un exterminio tan rápido. Con esos seres vivos desaparece para siempre una biblioteca de conocimientos que la naturaleza sabiamente había acumulado.

A partir de 1972 la desertificación en el mundo creció igual al tamaño de todas las tierras cultivadas de China y de Nigeria juntas. Se perdieron cerca de 480 millones de toneladas de suelo fértil, una superficie equivalente a las tierras cultivables de India y Francia juntas. El 65% de las tierras que un día fueron cultivables, hoy ya no lo son. La mitad de las selvas existentes en el mundo en 1950 han sido tumbadas. Sólo en los últimos 30 años han sido derribados 600 mil km2 de selva amazónica brasileña, el equivalente a la Alemania unida, o a dos veces el Zaire.

Las inmensas reservas naturales de agua, formadas a lo largo de millones y millones de años, en este siglo pasado han sido sistemáticamente bombeados y están próximos a agotarse. El agua potable ya es uno de los recursos naturales más escasos, pues solamente el 0.7% de toda el agua dulce es accesible al uso humano. Va a haber guerras por las fuentes de agua potable.

Tras este proceso de pillaje, se oculta una imagen reduccionista de la Tierra. Es vista sólo como un almacén muerto de recursos a explotar. No es respetada en su alteridad y autonomía ni se le reconoce ninguna sacralidad. Mucho menos todavía es amada como un superorganismo vivo, la Gran Madre de los antiguos, la Pacha Mama de nuestros indígenas y la Gaia de los cosmólogos.

2. El nudo de la sostenibilidad de la Tierra.

¿Cuánta agresión aguanta la Tierra sin desestructu-rarse? Las 60 mil armas nucleares construidas, si explotaran podrían causar un invierno nuclear. Las finas partículas del humo de los grandes incendios por ellas producidos, junto con los elementos radioactivos inyectados en la atmósfera, oscurecerían y enfriarían la Tierra de forma más intensa que en las eras glaciales del pleistoceno. Habría un colapso de la humanidad y de todo el sistema de vida, consecuencias perversas siempre descuidadas por las potencias militaristas.

Otra amenaza importante es representada por el calentamiento creciente de la Tierra. Es el así llamado efecto invernadero. La quema de petróleo, de carbón y de las selvas, libera el dióxido de carbono que calienta la atmósfera. En el último siglo la temperatura de la tierra ha aumentado entre 0.3 y 0.6º C. Para los próximos 100 años se calcula un aumento de entre 1.5º a 5.5º C. Tales cambios provocarán desastres descomunales, como sequías y deshielo de los cascotes polares. Las inundaciones de las costas marítimas, donde vive el 60% de la población mundial, causarían millones de víctimas.



¿Qué capacidad tiene la tierra frente a tantas agresiones producidas primordialmente por el modo de producción capitalista? Se teme que el efecto acumulativo de las agresiones llegue a un punto crítico tal que quiebre el equilibro físico-químico-biológico de la Tierra.

3. El nudo de la injusticia social mundial.

Pasemos a la ecología social: ¿Cuánta injusticia y violencia aguanta el espíritu humano? Es injusto y sin piedad que, en el actual orden del capital mundializado, el 20% de la humanidad detente el 83% de los medios de vida (en 1970 era el 70%) y el 20% más pobre tiene que contentarse con sólo 1.4% (en 1960 era 2.3%) de los recursos. Este cataclismo social no es inocente ni natural. Es resultado directo de un tipo de desarrollo que no mide las consecuencias sobre la naturaleza y sobre las relaciones sociales. Por eso constituye una trampa del sistema capitalista el llamado «desarrollo sostenible», que evidencia una contradicción en su mismo nombre.

La categoría «desarrollo» está tomada del área de la economía capitalista. El desarrollo capitalista (deberíamos decir el crecimiento) es profundamente desigual: crea acumulación apropiada por unos pocos a costa de la explotación y del perjuicio de las grandes mayorías. Ese crecimiento pretende ser lineal y siempre creciente.

La categoría «sostenibilidad» proviene de otro ámbito: de la biología y la ecología. Significa capacidad que un ecosistema tiene de incluir a todos, de mantener un equilibrio dinámico que permita la subsistencia de la mayor biodiversidad posible, sin explotar ni excluir.

Como se ve, sostenibilidad y desarrollo capitalista se niegan mutuamente; no combinan los intereses de la producción humana con los intereses de la conservación ecológica; al contrario, se niegan y destruyen. Lo que se necesita es una sociedad sostenible que se dé a sí un desarrollo que satisfaga las necesidades de todos, y del entorno biótico. Que el planeta sea sostenible y pueda mantener su equilibrio dinámico, rehacer sus pérdidas y mantenerse abierto a ulteriores formas de desarrollo.

Además de haber sido, en el pasado, suicidas, homicidas y etnocidas, ahora comenzamos a ser ecocidas. El capitalismo ¿nos llevará a ser, pronto, también geocidas?

Pero una esperanza nos acompaña: en su historia, la Tierra pasó por cerca de 15 grandes exterminios. Siempre salió con más energía y biodiversidad. Ahora no será diferente. Superaremos la enfermedad del capitalismo con la solidaridad, la cooperación y las interdependencias asumidas, pues ellas garantizaron el futuro de la Tierra. Y garantizarán también nuestro futuro. www.ecoportal.net

* Leonardo Boff