miércoles, 20 de agosto de 2014

Coincido con Juan Pablo Ruiz: el presidente Santos nada dijo en el discurso de reposesión sobre medio ambiente.
Por: Alfredo Molano Bravo
Nada. Nada. O mucho, desde otro punto de vista: un vacío siempre es un mensaje. Lo confirma el nombramiento del nuevo ministro del ramo: el Gobierno no está interesado en conservar el medio ambiente sino en transarlo y por eso nombró a un señor, muy elegante, según dicen: Gabriel Vallejo, de los Vallejo bien de Manizales que llaman por allá azucenos. Fue candidato a la Alcaldía de Caldas por el uribismo. Es un gurú de altísimo nivel de una nueva disciplina del saber científico: el servicio al cliente. Traducido a lo cotidiano, quiere decir que cuando uno quiere cambiar unos calzoncillos rojos que compró por unos azules, va la dependencia y allí le dan el número de un call center. Normalmente ese dato se apunta en un papelito que termina la vida derritiéndose en una lavadora. Pero si uno se acuerda y llama, le va peor: hay que hacer 20 llamadas cercenadas por un pito intermitente. Si por fin se consigue una voz humana que no es de carne y hueso sino de grabadora, bota una serie de números sobre la variedad de servicios al cliente que se ofrecen. De ahí en adelante uno —el cliente— se ahoga en el mar de la incertidumbre. Es la misma sensación que ha producido en la opinión pública el nombramiento de un personaje en cuya hoja de vida no se encuentra la expresión medio ambiente. Ni siquiera una de las dos palabras. Tiene grados, cierto, y según lo que puede uno deducir de su hoja de vida, es un gran especialista en promociones comerciales y eventos internacionales, muchos dedicados a los cosméticos. Por eso es posible que quien intrigó su nombramiento haya sido la exministra de Medio Ambiente Sandra Suárez, que promovía cremas para el cutis. Así que Vallejo se mostrará extremadamente atento a responder las llamadas que le hagan sus clientes privilegiados, como será sin duda el nuevo ministro de Minas, doctor Tomas González, quien sí sabe lo que hace desde cuando fue alto ejecutivo de la conocida British Petroleum Company. La BP, como la llaman sus clientes, explotó los campos Cusiana y Cupiagua y fue denunciada por tener vínculos con grupos paramilitares (www.nocheyniebla.org/node/68).
El caso espinoso de esta pareja de clientes mutuos es que el Ministerio de Medio Ambiente se convirtió en el vagón de cola de la locomotora minera, una dependencia a la cual se le pasan memos para que firme licencias ambientales. Para hablar en concreto: la ministra saliente, doctora Sarmiento, dejó listo y empaquetado un proyecto que fija la ruta legal para determinar las áreas protegidas, sin consulta previa y sin que sea discutida por la opinión pública. Un tamalito bien amarrado que espera a Vallejo en el cajón del escritorio. Se trata de una guía para declarar los parques nacionales naturales, parques naturales regionales, áreas de reserva forestal protectoras y demás áreas protegidas y hasta ahí, vamos bien. Lo que sigue es escandaloso: al maquinista de la locomotora se le otorga la facultad de decidir si existe interés minero en la zona que se busca declarar área protegida. O sea: si la Anglo Gold Ashanti Colombia S.A., la Pacific Rubiales o la Drummond le han echado el ojo a una zona, esa región no podría ser declarada parque nacional, ni reserva forestal, ni nada que permita conservarla. En el modelo de reglamentación vale la pena subrayar el inestimable daño que le han hecho la minería y la explotación de petróleo al agua. Lo que sucedió en Casanare, la muerte de los 5.000 chigüiros y 20.000 vacas, tiene que ver con la actividad de los petroleros, como la misma Contraloría lo ha probado; lo que puede suceder con el río Ranchería si vuelve a subir el precio del carbón y lo que sucede hoy con los huecos que abren las retroexcavadoras en casi todo el país buscando oro muestran la relación de los dos sectores. De manera que nuestro patrimonio natural, del que tanto se habla, queda en manos desde ahora de un ministro que sabe lo que quiere y otro que no sabe dónde está parado.

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