Michael Löwy / Viento Sur
Cada día nos trae noticias más terroríficas de la catástrofe nuclear de Fukushima. Por segunda vez en su historia, el pueblo japonés es víctima de la locura nuclear. No se sabe aún la extensión del desastre, pero es evidente que se trata de un momento crucial. En la historia de la energía nuclear, habrá un antes y un después de Fukushima.
Tras Chernobyl, el lobby nuclear occidental había encontrado una explicación presuntuosa: es el resultado de la gestión burocrática, incompetente e ineficaz, propia del sistema soviético. "Esto no podría ocurrir aquí". ¿Qué vale este argumento hoy, cuando es lo mejor del capitalismo japonés, de hecho, como recuerda en un artículo reciente Pierre Rousset, nada menos que ¡"el mayor productor privado mundial de electricidad"! lo que está implicado? Los medios han puesto en evidencia la irresponsabilidad, la falta de preparación y las mentiras de la Tokyo Electric Power Company (TEPCO) -con la complicidad activa de los organismos de control y de las autoridades locales y nacionales- más preocupada de rentabilidad que de seguridad. Estos hechos son indiscutibles, pero si se insiste demasiado en este aspecto, se corre el riesgo de perder de vista lo esencial: la inseguridad es inherente a la energía nuclear.
El sistema nuclear es fundamentalmente insostenible, los accidentes son estadísticamente inevitables. Tarde o temprano, otros Chernobyl y otros Fukushimas tendrán lugar, provocados por errores humanos, disfuncionamientos internos, terremotos, accidentes de aviación, atentados, o acontecimientos imprevisibles. Parafraseando a Jean Jaurés, se podría decir que la energía nuclear lleva en sí la catástrofe como la nube la tormenta.
No es pues extraño que el movimiento antinuclear esté removilizándose a gran escala, con algunos resultados positivos, por ejemplo en Alemania. La consigna de: "Salida inmediata de lo nuclear" se extiende como un reguero de pólvora. Sin embargo, la reacción de la mayor parte de los gobiernos -particularmente en Europa y en los Estados Unidos- es la negativa a salir de la trampa nuclear. Se intenta calmar a la opinión pública con la promesa de una "seria revisión de la seguridad de nuestras centrales". La MOCN, Medalla de Oro de la Ceguera Nuclear, merece ser atribuida al gobierno francés, un portavoz del cual, el señor Henri Guaino, ha declarado recientemente: "El accidente nuclear de Japón podría favorecer a la industria francesa cuya seguridad es una marca de fábrica". No comment….
Los nucleócratas -una oligarquía particularmente obtusa e impermeable- pretenden que el fin de lo nuclear significaría la vuelta a la vela o a la lámpara de aceite. La verdad simple es que solo el 13,4% de la electricidad mundial es producida por las centrales nucleares. Es perfectamente posible pasarse sin ella… Es posible, probable incluso, que bajo la presión de la opinión pública, en muchos países se reduzcan considerablemente los delirantes proyectos de expansión ilimitada de la industria nuclear y de construcción de nuevas centrales. Pero se puede temer que esto vaya acompañado de una huida hacia adelante en las energías fósiles más "sucias": el carbón, el petróleo offshore, las arenas bituminosas, el gas de pizarra.
El capitalismo no puede limitar su expansión, y por consiguiente su consumo de energía. Y como la conversión a las energías renovables no es "competitiva", se puede prever una nueva y rápida subida de las emisiones de gas con efecto invernadero. El primer paso en la batalla socioecológica por una transición energética es el rechazo a ese falso dilema, de esa opción imposible entre una bella muerte radioactiva o una lenta asfixia por el calentamiento global. ¡Otro mundo es posible!
18/04/2011
http://www.europe-solidaire.org
Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR.
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