Si el cuidado de los recursos naturales
fuera prioritario, sería el Minminas el que tuviera que esperar el visto bueno
del Minambiente.
Después de mucho
cavilar logré encontrar la prueba reina para demostrar que para este gobierno y
para los anteriores (¿y para los que vendrán?) el cuidado de los recursos
naturales, uno de los cuales ya está siendo clave en la riqueza y el bienestar
de los pueblos, el agua, no es prioritario, por más que en las campañas y giras
electorales y en los discursos de gobernantes y funcionarios sea tema
socorrido, según el escenario y los oyentes.
Y la irrefutable
prueba reina es la siguiente, dada con un ejemplo. Para poder declarar
territorio Ramsar al conjunto impresionante de aguas que se reúnen en el rincón
fronterizo de los departamentos del Guainía y del Vichada, el Ministerio de
Ambiente debe pedir y esperar el dictamen del Ministerio de Minas, el ministerio
más desprestigiado hoy para los que verdaderamente aman los recursos naturales
del país.
Decir de alguien que
ama los recursos naturales equivale a decir que sí ama y entiende por dónde va
la riqueza. Declarar un territorio Ramsar conlleva la obligación de proteger el
inmenso caudal de agua de esa región, caudal clave para el futuro, no solo del
país en cuestión, sino de la humanidad. Pero ¿qué ocurre con el Ramsar del
Guainía? Que allí hay posibles minas y, con su actitud, el Gobierno declara que
son más importantes los metales que el agua. (Siendo así las cosas, ¡apague y
vámonos!)
Pero... sigamos. Si el
cuidado de los recursos naturales fuera prioritario, sería el Minminas el que
tuviera que esperar el visto bueno del Minambiente, cosa que no ocurre entre
nosotros. Digamos una vez más: sí a la minería seria, responsable, respetuosa
del medio ambiente y que realmente aporta dinero a las arcas del país, porque,
por lo que se ve, envenena ríos, acaba con bosques, tributa poco y gana mucho.
Más aún, si yo fuera
presidente de Colombia, para que mi carreta ambientalista no fuera pura
cháchara, obligaría a todos los ministerios a consultar y esperar el visto
bueno del Minambiente para todos sus proyectos y ejecuciones. Pero, como dice
la canción, “¿cuándo será ese cuándo y esa dichosa mañana?”.
En las circunstancias
actuales de mucho ruido de locomotoras, parece que eso sería pedirle peras al
olmo, y nos tendremos que resignar a ver cómo se destruyen nuestros bosques y
selvas, cómo se degradan los páramos y cómo se envenenan los ríos, y nuestra
tan cacareada biodiversidad se nos escapa de las manos. El Gobierno declaró
hace poco que destinará una millonada de pesos para sostener y salvar la
biodiversidad. Interesante noticia, con tal de que se cumpla. Yo preferiría
que, en vez de entregar ese dinero, obligara a todos los ministerios a ajustar
sus proyectos a los requerimientos del cuidado del medio ambiente. Porque lo
que podría ocurrir, y seguramente ocurrirá, es que lo que escribe una mano lo
borra la otra.
* * * *
Mucho que ver con lo
anterior. Hay particulares y entidades privadas cuya dedicación para salvar los
recursos naturales es admirable y ojalá fuera imitada, incluso por el mismo
Estado. Tal sucede con la Fundación Palmarito, que en Casanare está salvando al
cocodrilo de los Llanos y hace lo propio con las tortugas. Y calladamente, sin
cháchara ecológica, está obteniendo resultados palpables y maravillosos.
Ellos recorren los
ríos de los Llanos recogiendo los huevos de tortugas antes de que los nativos
se los coman (sí, los fritan al desayuno) y los incuban en arenales propicios.
Luego, liberan centenares de tortuguitas en su medio natural. ¡Bravo!
Andrés Hurtado García
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