Maxime Combes · · · · ·
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16/11/14
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Un acuerdo inédito, casi «histórico»
para algunos, recoge las palabras de Obama sin ponerlas en perspectiva. Este
miércoles, 12 de noviembre, los medios de comunicación acogen, de forma
unánime, el informe conjunto de Estados Unidos y China. ¿Pero, realmente, qué
hay detrás de todo esto?
Los hechos
Barack Obama y Xi Jinping anunciaron
el miércoles en Pekín sus objetivos enfocados a la reducción de la emisión de
gases de efecto invernadero (GEI). Estados Unidos anuncia que, entre 2005 y
2025, sus emisiones se verán reducidas del 28 al 26 %. China, por su
parte, pretende alcanzar una cota similar lo antes posible, pero siempre
apuntando hacia 2030.
¿De verdad es un acuerdo inédito?
En la cumbre sobre el clima del pasado
23 de septiembre en Nueva York, Zhand Gaoli, vice primer ministro
chino, comunicó que el país asiático quería alcanzar, cuanto antes, un pico
de emisiones para luego reducirlas. Por otro lado, China ya había anunciado
su deseo de reducir la intensidad del carbono (emisiones de GEI por unidad de
PIB), con relación a su economía, del 45 % a fechas de 2005 hasta un
40 % para 2020. Así pues, lo único verdaderamente novedoso es
la fecha tope: 2030; un día demasiado lejano. Por su parte, Estados Unidos y
Barack Obama se habían limitado hasta ahora a sus propias metas para 2020; a
saber: una reducción de las emisiones del 17 % con relación a 2005. Así
pues, lo verdaderamente inédito es el anuncio de objetivos para 2025.
¿Son declaraciones históricas?
Si las emisiones en China no alcanzan
ese ansiado pico hasta 2030, significa que estas irán en aumento hasta
entonces. Pese a una probable mejora significativa en la intensidad de las emisiones
de carbono respecto a la economía china, los dirigentes de la República Popular
acaban de informar que continuarán batiendo récords, año tras año, en
emisiones de GEI; y así, sucesivamente, durante los próximos quince años. En
cierto modo, este aviso es, efectivamente, algo histórico(sic). Respecto a
Estados Unidos, véase que sus objetivos se basan con relación al nivel de
emisiones alcanzado en 2005, el año en que las emisiones estadounidenses
fueron las más altas de la historia, con casi 7200 Mt de CO2e [1].
Si vamos hasta 1990, año que sirve de rasero internacional, los objetivos de
Estados Unidos son completamente modestos: un -13.8 % en 2025 respecto a
1990. Es decir, un esfuerzo anual de apenas un -0.43 %. ¿Y esto es un
anuncio histórico?
¿Está a la altura de las
circunstancias?
El resumen de los informes del Grupo
Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (GIEC), publicado el
2 de noviembre, recordó los objetivos. Para mantenernos, de aquí a finales de
siglo, por debajo de un recalentamiento de 2 ºC haría falta no superar una
concentración de GEI en la atmósfera de 450 partes por millón (ppm). Y para
ello, las emisiones mundiales deberían ser reducidas del 70 % (año 2010)
al 40 %, antes del 2050; llegando a un nivel «próximo a cero» en 2100. El
GIEC insiste en la necesidad de una inflexión total y absoluta de emisiones
mundiales hasta 2020, invitando a los países más emisores y a los que van en
camino de serlo a que las reduzcan significativamente.
Estados Unidos y China representan
casi la mitad de esas emisiones mundiales (cerca del 45 %). Sus
reducciones, de aquí a 2050, son cruciales. Respecto a sus responsabilidades
históricas, bastante importantes, deberían, igual que debería la Unión
Europea, haber reducido, como mínimo, un 80 % sus emisiones en 2050.
Suponiendo que alcanzan el objetivo fijado para 2025, esto supondría una
reducción de casi un 5 % por año durante los siguientes veinticinco
años. Es decir, diez veces más de lo que se establecieron como objetivo para
2025. Dicho de otro modo, Estados Unidos aplaza para después de 2025 el esfuerzo
capital necesario que ya debería estar haciendo. Del lado asiático, cualquier
objetivo de reducción considerable queda prorrogado hasta después de 2030.
Así pues, ni unos ni otros se adecúan a las metas fijadas por el GIEC.
¿Cómo interpretar estas declaraciones?
Más que compromisos estimados, el
informe conjunto de Estados Unidos y China debe ser interpretado por lo que
significa en el plano geopolítico. Este comunicado se concibió fuera de toda
negociación internacional, hecho que los margina y deslegitima nuevamente. Si
las dos potencias mundiales se entienden entre ellos, ¿qué pueden negociar
sobre el clima los otros 194 países? Más aún. Estados Unidos se fija un
objetivo para 2025, momento en que, según las negociaciones internacionales,
serán invitados para fechar nuevas metas para 2030. Esta declaración
significa, única y exclusivamente, que ni Estados Unidos ni China se dejarán
imponer nuevos objetivos de lucha contra los desarreglos climáticos. Ni por
la ONU ni por los otros 194 países ni por las exigencias científicas.
Con este informe, Estados Unidos y
China confiesan, claramente, que sus promesas en materia climática van en
función de sus respectivas circunstancias nacionales y del equilibrio
geopolítico existente entre ambas potencias; nada que ver con el reparto
equitativo de responsabilidades planetarias. Ninguno de los dos quiere
comprometerse dado el peso de las apuestas, y, mucho menos, de manera
unilateral. Ambos han soterrado la lucha contra el desajuste climático en lo
más oscuro de la geopolítica internacional. Presentando este informe
conjunto, de corte muy positivo, la diplomacia estadounidense y china
congelan las negociaciones internacionales en una inacción global casi
generalizada. Toda posibilidad de acuerdo apremiante —algo que ninguno de los
dos desea—, justo y a la altura de lo que se puso en juego para la
conferencia 2015 de la ONU en París, no será más que pura ilusión.
¿Qué se puede hacer?
Las ONG, los movimientos sociales y
ecologistas, los ciudadanos, y el conjunto de medios de comunicación y demás
creadores de opinión han planteado dos opciones. Una, seguirle la corriente a
lo comunicado por la diplomacia estadounidense y china, y alegrarse por tal
acuerdo —contribuyendo así a ratificar la ausencia de ambición y la
congelación diplomática de negociaciones en torno a las mayores potencias
mundiales—. Dos, explicar la situación, apoyándose en hechos, examinando
detenidamente las promesas y desmitificando algo que no es, en absoluto, un
acuerdo histórico ni está a la altura de la situación. Dejarse de contar
historias y dar muestra de cierta lucidez mental.
De este modo, con unos propósitos tan
limitados y suponiendo que la opinión pública mundial se apodere de este
tema, Estados Unidos y China asumen el riesgo de verse en primera línea de
fuego como responsables de los desajustes del clima en un futuro.
Al no querer ocuparse del liderazgo en
la lucha contra los desarreglos climáticos —como tampoco lo hace la Unión
Europea, cuyos objetivos estás muy lejos de cumplir las expectativas—,
podrían verse un día en la lista negra de la sociedad civil internacional,
con la condición de no caer en la trampa de la inacción, tendida por los
diplomáticos estadounidenses y chinos.
Nota de la tr.:
[1] Dióxido de
carbono equivalente (Carbon Dioxide Equivalent) o CO2e, medida
universal que indica la capacidad de calentamiento global de los gases con
efecto invernadero (GEI) y evalúa los impactos causados por su emisión.
Maxime Combes es miembro de Attac Francia y de AITEC
sinpermiso electrónico se
ofrece semanalmente de forma gratuita. No recibe ningún tipo de subvención
pública ni privada, y su existencia sólo es posible gracias al trabajo
voluntario de sus colaboradores y a las donaciones altruistas de sus
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domingo, 16 de noviembre de 2014
¿Un «acuerdo histórico» sobre el clima entre China y Estados Unidos? ¡Para nada!
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