James Petras
Rebelión
Traducido para Rebelión por Silvia Arana
Introducción
La lucha de clases es esencial para enmarcar
cuestiones de régimen político, relaciones de clase, estructuras y estrategias
económicas y distribución de la riqueza.
La lucha de clases posee un carácter
internacionalista, especialmente en esta era de globalización imperialista; las
corporaciones multinacionales, las organizaciones financieras internacionales y
los estados imperiales intervienen directa o indirectamente, a través de
estados colaboracionistas o testaferros, en la "lucha de clases entre los
trabajadores y el capital". Esto es particularmente evidente en América
Latina con el auge del capitalismo extractivo: las gigantescas corporaciones
agro-mineras tienen un papel principal en la elaboración de políticas
económicas, que van en detrimento de los trabajadores, de las comunidades y de
los pueblos indígenas.
Las clases en lucha varían según la época y el
lugar, dependiendo de condiciones socio-económicas y políticas, organización,
trayectoria histórica, distribución del ingreso y sitios de explotación
económica y despojo.
La naturaleza de las luchas y las demandas
conflictivas entre trabajadores y capital varía en términos de alcance,
intensidad, ubicación geográfica e intereses de clase. El rango de temas abarca
desde demandas sectoriales específicas sobre salario y condiciones de trabajo
hasta luchas más amplias que abarcan tanto políticas públicas sobre
presupuesto, decisiones de inversión y derechos de propiedad como cuestiones de
despojo, contaminación y los impactos destructivos en las comunidades locales.
En las luchas de clases participan dos rivales
principales. La lucha de la clase dominante, "desde arriba", en la
que varios sectores capitalistas usan su poder social, control económico y
penetración estatal para maximizar las ganancias inmediatas y futuras, para
monopolizar las asignaciones del presupuesto estatal, para limitar la parte del
ingreso destinado a los trabajadores y para despojar y desplazar a pequeños
productores y habitantes locales de las regiones ricas en recursos. La lucha de
la clase popular, "desde abajo", involucra a una panoplia de clases
abarcando a desempleados y a obreros de la industria, gremios públicos y
empleados asalariados del sector privado, campesinos sin tierra, pequeños
productores y comunidades indígenas. Sus demandas cubren un amplio rango que va
desde una mayor participación en el ingreso nacional, la recuperación de
tierras y recursos usurpados por el estado para las corporaciones agro-mineras,
hasta un cambio sistémico en derechos de propiedad y relaciones de clase.
Uno de los determinantes clave del alcance y
la profundidad de la lucha de clases es el "momento del ciclo
económico" -el punto en el cual un modelo económico particular está en una
fase ascendente o ya ha extenuado sus posibilidades y ha ingresado en su
declinación y crisis. Por ejemplo, en años recientes presenciamos el auge del
neoliberalismo, entre mediados de los 70s y fines de los 90s, un periodo en el
que el capital estuvo en la ofensiva, librando una guerra de clases y
revirtiendo los avances de los obreros y campesinos, privatizando la economía y
saqueando el tesoro público. A fines de la década del 90 y principios del siglo
XXI, el neoliberalismo entró en crisis, se intensificó la lucha de clases desde
abajo, abarcando desde los movimientos de trabajadores desocupados de
Argentina, a los movimientos indígenas de Bolivia y Ecuador que causaron la
caída de varios regímenes y el surgimiento de gobiernos post neoliberales.
De igual manera, la declinación del mega-ciclo
(boom de una década de las economías exportadoras de commodities) que comenzó
en 2012-2013, está siendo acompañada por un auge de movimientos urbanos de
masas que protestan contra las políticas de los regímenes post neoliberales en
Brasil, Perú y Argentina.
Los cambios en las configuraciones económicas
de América Latina, especialmente en la expansión de los sectores agro-mineros,
financieros y comerciales y la caída del sector manufacturero han tenido un
profundo impacto en la forma de la estructura de clase, la organización de los
sindicatos y el conflicto de clase. La afiliación a los sindicatos ha sufrido
una caída estrepitosa. En Brasil, los afiliados a los sindicatos decrecieron de
un 32,1% a principios de la década del 90 (previo a la elección del neoliberal
Cardoso en 1994) al 17% a mediados de los 90 en la presidencia de Lula (2005).
En Argentina, entre 1986 y 2005, la cantidad de afiliados a los sindicatos bajó
del 48,7% al 25,4%. En México, los afiliados disminuyeron del 14% al 10% entre
1985 y 2005. Chile es la excepción: comenzó con un índice bajo del 11.6% en
1986 y aumentó al 16% en 2005. Además, la caída de la cantidad de afiliados a
los sindicatos ha estado acompañada por la disminución de la cantidad de
obreros industriales, especialmente en las industrias de bienes de consumo que
requieren mano de obra intensiva, afectadas negativamente por importaciones de
textiles, zapatos, juguetes y otros productos de bajo costo desde Asia -como
parte del intercambio entre exportadores agro-mineros e importadores de
manufacturas.
El debilitamiento de los sindicatos va a la
par con la disminución de la influencia política en las políticas estatales y
un giro hacia la reducción de los salarios y empeoramiento de las condiciones
de trabajo. A raíz de ello, hay menos huelgas y estas se enfocan en
reivindicaciones de índole inmediata.
Los movimientos sociales masivos ocuparon el
espacio social y político de la lucha de clases que había sido dejado vacante
por los obreros industriales. En el campo, el movimiento anteriormente liderado
por campesinos, indígenas y los trabajadores sin tierra durante la era
neoliberal fue reemplazado por las luchas urbanas lideradas por trabajadores de
servicios de bajos ingresos y empleados de clase media baja en el periodo post
neoliberal "tardío". Esto fue puesto en evidencia por las luchas
urbanas masivas en las que participaron millones de personas en Brasil en
mayo-junio de 2013.
El cambio en las luchas económicas y sociales
condujo a transformaciones fundamentales en la ubicación de las luchas de
clases y en las demandas socio-económicas.
Antes de la década del 90, las principales
huelgas, protestas y otras actividades de clase eran organizadas en el sitio de
trabajo por trabajadores empleados y afiliados a sindicatos. Durante la década
del 90 el eje de la lucha se trasladó a las calles, el campo y los barrios
mientras que la lucha de clases era impulsada por trabajadores rurales sin
tierra, obreros desocupados y la clase media en descenso. En la primera década
y media del 2000, la ubicación de la lucha de clases se focalizó en las
comunidades indígenas y de las provincias aledañas a la explotación corporativa
agro-minera. Las luchas se centraron en la resistencia al despojo, a la
erradicación y a la destrucción del hábitat. En los movimientos urbanos de masa
de las principales ciudades brasileñas confluyeron personas de la clase media
baja, trabajadores informales y estudiantes. Estos se organizaron en las
calles: el centro de organización y confrontación se ubica en los barrios y
comunidades. El blanco de ataque es el estado post neoliberal. El poder de
convocatoria de los sindicatos ha disminuido en un ratio de 20 a 1. Dos
millones de trabajadores participaron en marchas de protesta contra la
corrupción masiva, la asignación injusta de los recursos presupuestarios y la
caída de los estándares de vida y la calidad de servicios básicos de salud, educación
y transporte.
La nueva lucha de clases está conformada
básicamente por la joven generación de trabajadores no sindicalizados, muchos
de los cuales son trabajadores del sector informal y trabajadores de servicios
con salarios bajos, alto nivel de dependencia de los servicios públicos y sin
protección social del estado.
La fisonomía compleja y cambiante de la
"lucha de clases desde abajo" se corresponde con la continuidad y los
cambios de la "lucha de clases desde arriba".
Las clases dominantes han cambiado de postura:
pasaron de tener una posición de fuerza bruta -vía dictaduras militares y
regímenes ultra-autoritarios al lanzar la contrarrevolución neoliberal a
principios de la década del 70 y mediados del 80- hacia una postura de apoyo a
la transición negociada a políticas electorales como un medio de consolidar el
modelo e implementar rápidamente la agenda neoliberal en la década del 90.
Frente a las revueltas populares contra el
neoliberalismo de fines de la década del 90, la élite agro-minera apoyó a los
regímenes post neoliberales de centro-izquierda y se aseguró un lugar de
privilegio en el nuevo modelo, aceptando el aumento de impuestos y los pagos de
royalties a cambio de vastos subsidios estatales y apropiaciones de tierra a
gran escala.
Con la caída del mega-boom (después de 2012)
diferentes sectores de la clase dominante adoptaron distintas estrategias:
algunos, sobretodo los sectores agro-mineros de Brasil, presionaron por un
regreso al neoliberalismo dentro de los regímenes de centro-izquierda; otros,
especialmente la unión agro-industrial de Argentina, organizaron
"protestas masivas" para deteriorar al gobierno post neoliberal y la
inversión inmobiliaria y el capital financiero internacional trasladaron
capital hacia sitios más lucrativos en otras regiones.
Mientras que la lucha de clases en sus
múltiples expresiones es una fuerza "constante" y en movimiento que
determina estrategias económicas y la dirección de la política social, la forma
organizativa que adquiere ha cambiado drásticamente en la última mitad del
siglo. Incluso lo que aparenta ser una organización similar
("movimientos", "sindicatos" y "movilizaciones basadas
en la comunidad") posee grandes variantes en su composición interna y en
su modo de operar. Para aumentar la complejidad, las organizaciones cambian con
el tiempo tanto en sus estructuras como en sus relaciones con el estado, según
la tendencia política del gobierno en el poder.
Vamos a examinar algunos ejemplos:
En la década del 70, los sindicatos de Chile,
Argentina, Perú y Uruguay estaban altamente politizados, tenían un papel
principal en la movilización y en la unión con partidos y movimientos barriales
promoviendo la socialización de la economía y la resistencia a las dictaduras
militares. Así mismo, durante las últimas fases de las dictaduras militares en
Brasil y Perú, los sindicatos militantes participaron en huelgas masivas para
acelerar el advenimiento de políticas democráticas electorales. Posteriormente,
con el surgimiento de los regímenes post neoliberales, la mayoría de los
sindicatos participaron en negociaciones colectivas tripartitas sobre estrechas
demandas corporativas, eludiendo cualquier lucha enraizada en la comunidad
sobre cuestiones sociales y, en muchos casos, respaldando las políticas gubernamentales
mediante sus líderes cooptados. En otras palabras, los sindicatos han tenido en
diferentes épocas tanto el papel de "vanguardias sociales" y aliados
de los movimientos de masa, como de mediadores del compromiso social o el de
colaboradores activos y correa de transmisión del estado. El mismo concepto
organizativo de sindicato abarca respuestas contradictorias a las demandas de
la lucha de clases. Lo mismo sucede con los "movimientos sociales".
Desde el comienzo de los regímenes neoliberales, y durante su accionar
catastrófico los movimientos sociales tuvieron un papel de liderazgo
cuestionándolos y derrocándolos ante la crisis económica. Los movimientos
abarcaron un amplio abanico, desde los trabajadores urbanos desempleados
organizados localmente en Argentina a los movimientos indígenas comunitarios de
Ecuador y Bolivia, y a los movimientos de trabajadores rurales centralizados de
Brasil. Con el surgimiento de los regímenes post neoliberales y el auge del
mega-ciclo, los movimientos de desocupados (piqueteros) prácticamente
desaparecieron en Argentina, sectores importantes del movimiento indígena,
especialmente los cocaleros de Bolivia perdieron su autonomía y pasaron a
apoyar políticamente al gobierno de Evo Morales, y el movimiento MST (Movimiento
de los trabajadores rurales sin tierra) disminuyó su actividad de recuperación
de la tierra en pos de los subsidios económicos de los regímenes de Lula y
Dilma en Brasil.
Lo que es impactante en relación al concepto
de "movimientos sociales" es que cuando disminuye la lucha de clases
llevada a cabo por movimientos anteriores, establecidos y/o cooptados,
movimientos nuevos y vibrantes irrumpen en la escena. En Bolivia el movimiento
TIPNIS lidera la lucha contra las estrategias extractivas del gobierno de Morales.
En Brasil, los movimientos de masas conformados por millones de personas
desafiaron las políticas, prioridades y a los políticos corruptos del gobierno
de Lula-Dilma. Movimientos eco-indígenas sobrepasaron a los sindicatos y los
movimientos sociales cooptados en Ecuador, Argentina, Paraguay y Perú... Nuevas
organizaciones de clase y organizaciones civiles dinámicas y enraizadas en la
comunidad participan en confrontaciones masivas contra las multinacionales
mineras extractivas y el estado en Colombia, Perú, Ecuador y otros países.
La dinámica del capital extractivo, con sus
políticas extremas de erradicación, desplazamiento y desposesión de comunidades
enteras, genera alianzas interclasistas y abarcadoras que desafían el poder y
las prerrogativas del estado para dictar políticas de desarrollo, al menos en
relación con la explotación regional de los recursos. Con la caída del
mega-ciclo extractivo y la disminución de la demanda de commodities y de sus
precios, mientras el crecimiento de China, India y el resto de Asia se
desacelera, regresan los signos de una lucha de clases nueva, amplia, nacional
(en oposición a regional). La élite debate estrategias de clase. Los sectores
del capital extractivo demandan intensificar la producción para compensar la baja
de precios; otros se aseguran recortes en impuestos y costos sociales; otros,
en los regímenes post neoliberales hacen llamados a un "nuevo modelo de
desarrollo" frente a la movilización de las masas (Lula Da Silva en
Brasil). Los gobiernos post neoliberales, temerosos de la fuga de capitales,
son presionados para hacer mayores concesiones impositivas a los capitalistas,
por un lado, y por el otro, sienten temor ante los movimientos urbanos masivos
que exigen mejoras efectivas en los servicios públicos y el empleo; vacilan
entre las concesiones sociales y la represión policial.
Dado el alto grado de dependencia inscripto
dentro del modelo extractivo, cortar las conexiones gubernamentales con el
comercio de commodities, y construir un nuevo modelo equilibrado requerirá de
un compromiso más profundo y amplio con las clases populares y un retorno a la
lucha de clases desde abajo.
Estudios de caso de la lucha de clases desde
arriba y desde abajo
La lucha de clases ha sido claramente
internacionalizada. La intervención imperial es una parte central de la lucha
de clases desde arriba y es endémica, ya sea mediante corporaciones
multinacionales, inversión y desinversión, los golpes de estado promovidos por
el imperio y las políticas desestabilizadoras o las invasiones militares
-directas o a través de terceros países. La lucha de clases antiimperialista
desde abajo es menos prominente, pero se manifiesta en la ayuda internacional y
las políticas solidarias promovidas desde Venezuela con el ALBA, reuniones internacionales
de estrategia campesina, de pueblos indígenas y movimientos de solidaridad. Sin
embargo, lo fundamental de la lucha de clases contra la explotación halla su
expresión en los movimientos de los oprimidos y los desposeídos, quienes solo
pueden contar en última instancia con los recursos de sus propias bases -a
diferencia de las clases dominantes, que dependen de sus aliados imperiales
estratégicos.
Rebelión ha publicado este artículo con el
permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su
libertad para publicarlo en otras fuentes.
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