Democracy Now!
La semana pasada, en el lejano Océano
Ártico, el buque de Greenpeace Arctic Sunrise navegó hacia una plataforma
petrolera rusa para realizar una protesta pacífica. Varios manifestantes
intentaron subir a la plataforma para llamar la atención acerca de lo que
podría constituir un peligroso precedente: la plataforma de la empresa de gas
rusa Gazprom será la primera en producir petróleo en las delicadas aguas
heladas del Ártico. El Gobierno ruso respondió rápidamente mediante el uso de
la fuerza, al enviar soldados de las fuerzas especiales al lugar, que llevaban
pasamontañas y portaban armas automáticas. Los soldados amenazaron a los
activistas pacíficos de Greenpeace, destruyeron sus botes inflables, arrestaron
a treinta de ellos y remolcaron el buque de Greenpeace hacia el puerto de
Murmansk, en el norte de Rusia. Según la información más reciente, los
activistas podrían afrontar acusaciones de piratería.
El Director Ejecutivo de Greenpeace
Internacional, Kumi Naidoo, participó en una acción similar el año pasado junto
a otros activistas, aunque en esa oportunidad no fueron arrestados. Naidoo
habló acerca de la acción de este año: “Uno de los activistas del grupo, Denis
Sinyakov, un compañero ruso que es fotógrafo a bordo del buque, dijo: "La
actividad delictiva de la que me acusan se llama periodismo y continuaré
realizándola". Sus palabras captan muy bien lo sucedido. Se trata de un
uso desproporcionado de la autoridad del Estado para intentar silenciar las
importantes conversaciones que necesitamos tener a nivel global. En este
momento estamos llegando a un punto de inflexión a nivel climático. El Ártico
sirve como refrigerador y aire acondicionado del planeta y, en lugar de ver lo
que sucede en el mar Ártico en los meses de verano como una señal de advertencia,
de que tenemos que tomar medidas serias para combatir el cambio climático,
lamentablemente las empresas petroleras de Occidente como Exxon, Shell y otras
se están asociando con el Estado ruso para intentar extraer hasta las últimas
gotas de petróleo en el medio ambiente más frágil, remoto y riesgoso para
realizar esas actividades”.
La protesta llama la atención por su gran
audacia. Sin embargo, no es la única protesta reciente contra la extracción y
el consumo de combustibles fósiles. En todo el mundo, cada vez hay más personas
que se manifiestan para exigir que se tomen medidas para combatir el
calentamiento global. En América del Norte, hay una coalición cada vez más
grande de grupos que se unieron para detener el proyecto de construcción del
oleoducto Keystone XL y la explotación de arenas bituminosas de Alberta,
Canadá, que el oleoducto planea transportar.
El 21 de septiembre pasado, el último día
de verano del Hemisferio Norte, miles de personas se manifestaron en todo el
continente en contra del oleoducto Keystone XL. En Nebraska, activistas
construyeron una granja ecológica que funciona íntegramente a energía solar,
precisamente en un lugar por donde está planeado que pase el oleoducto. Los
habitantes locales temen que el oleoducto derrame petróleo en el frágil
ecosistema de médanos de la región y contamine el importante Acuífero Ogallala.
Ese mismo día se realizó la Cumbre Internacional de Mujeres sobre la Tierra y
el Clima en Suffern, Nueva York, un encuentro de mujeres de todo el mundo.
Todas ellas son reconocidas por haber luchado de diferente forma para reclamar
que se tomen medidas urgentes para combatir el cambio climático. Una de las
participantes, Melina Laboucan-Massimo, de la nación indígena Cree, del norte
de Alberta, describió el efecto de la extracción de arenas bituminosas en su
comunidad y su territorio:
“Nada se compara con la destrucción que
está ocurriendo aquí. Si existiera un premio mundial para el desarrollo no
sustentable, las arenas bituminosas serían un claro ganador. Cubren 141.000
kilómetros cuadrados, que equivalen a destruir Inglaterra y Gales juntos, o el
estado de Florida entero. Las minas que nos rodean son más grandes que ciudades
enteras. En este momento hay seis o siete y podría haber hasta nueve. Imperial
Oil, por ejemplo, será más grande que Washington D.C. Hay muchos problemas de
toxicidad con los que tenemos que lidiar y que están relacionados con el agua y
con las grandes balsas de aguas residuales. Las llaman balsas, pero en realidad
son grandes lagos de lodo tóxico. Actualmente hay una extensión de 180
kilómetros cuadrados de lodo tóxico en nuestro paisaje. Cada día, un millón de
litros de estas aguas residuales se filtran a la Cuenca de Athabasca, que es de
donde se extrae el agua que beben nuestras familias. Soy de la Región Peace,
que está conectada con la cuenca del Athabasca, que se conecta con la cuenca
del Ártico, y de esta manera es que las poblaciones del norte se contaminan con
las toxinas, que contienen cianuro, mercurio, plomo, hidrocarburo aromático policíclico,
de modo que debemos afrontar muchos problemas de salud.”
El oleoducto Keystone XL necesita la
aprobación del Gobierno de Estados Unidos, debido a que atravesará territorio
estadounidense, desde la frontera norte con Canadá hasta la costa del Golfo de
México. El proceso de aprobación se ha postergado debido a las fuertes
protestas. Después de que más de 1.250 personas fueran arrestadas frente a la
Casa Blanca en 2011, en lo que fue el mayor acto de desobediencia civil en
Estados Unidos en 30 años, el Presidente Barack Obama anunció que postergaría
la decisión. Desde entonces, la organización ambientalista Amigos de la Tierra
Estados Unidos (AT) viene denunciando que existe un conflicto de intereses con
el grupo que fue contratado por el Departamento de Estado de Estados Unidos
para realizar el estudio de impacto ambiental de Keystone XL. Amigos de la
Tierra descubrió que el grupo Environmental Resources Management (ERM), una
empresa consultora con sede en Londres, ocultó sus vínculos comerciales con
TransCanada, la empresa de combustibles fósiles que estará a cargo del proyecto
Keystone XL. Del mismo modo, el observatorio Oil Change International acaba de
informar que “Michael Froman, el representante comercial de Estados Unidos que
está a cargo de negociar una serie de tratados de ‘libre comercio’ secretos,
aparentemente apoya el lobby de las grandes empresas petroleras, al exigir a
Europa que suavice sus leyes sobre clima”. Steve Kretzmann, de Oil Change,
explicó: “A menos que Europa suavice sus leyes, la exportación de diésel de
Estados Unidos, que contendrá arenas bituminosas, será menos competitiva”.
La activista por el medio ambiente
Tzeporah Berman también participó en la cumbre de mujeres. Allí habló acerca de
cómo el Gobierno canadiense del Primer Ministro conservador Stephen Harper ha
silenciado a científicos en un intento desesperado de acallar las críticas a
Keystone XL. Berman me dijo: “En primer lugar, el Gobierno canceló la mayor
parte de la investigación científica del país que tenía que ver con el cambio
climático. Se trata de un gobierno que niega el cambio climático y no quiere
hablar del cambio climático. El año pasado clausuraron la Estación de
Investigación Atmosférica, que era uno de los lugares más importantes del mundo
para obtener datos sobre el clima. Cerraron la Mesa Redonda Nacional sobre
Medio Ambiente y Economía. Han despedido a científicos y, a los que quedan, les
dicen que no pueden hacer públicas sus investigaciones, a pesar de que son
financiadas con dinero de los contribuyentes. También se les dice que no pueden
hablar a la prensa a menos que haya un responsable y se trate de una entrevista
aprobada previamente. Deben tener un responsable de la Oficina del Primer
Ministro. De modo que los científicos con los que he hablado se sienten
avergonzados, frustrados, están protestando. La semana pasada en Canadá cientos
de científicos salieron a las calles con su bata de laboratorio para protestar
contra el Gobierno porque no pueden hablar. Los están amordazando a un punto
tal que la destacada revista científica Nature publicó el año pasado un
editorial en el que afirmaba que es hora de que Canadá deje a sus científicos
en paz”.
Las muertes provocadas por desastres
climáticos son cada vez más: desde la devastadora inundación que destruyó
ciudades enteras en Colorado, hasta el norte de la India, donde las
inundaciones y los deslizamientos de tierra provocados por una tormenta en
junio de este año dejaron un saldo de 5.700 muertos. La esperanza está puesta
en el cada vez mayor movimiento mundial por la justicia climática, que exige a
los gobiernos que tomen medidas reales para detener el cambio climático antes
de que sea demasiado tarde.
Denis Moynihan colaboró en la producción
periodística de esta columna.
© 2013 Amy Goodman
Texto
en inglés traducido por Mercedes Camps. Edición: María Eva
Blotta y Democracy Now! en
español, spanish@democracynow.org
Amy Goodman es la conductora de Democracy
Now!, un noticiero internacional que se emite diariamente en más de 750
emisoras de radio y televisión en inglés y en más de 400 en español. Es
co-autora del libro "Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios
en tiempos extraordinarios en Estados Unidos", editado por Le Monde
Diplomatique Cono Sur.
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