miércoles, 24 de septiembre de 2014

Sobre el nuevo libro de Naomi Klein "El capitalismo y el cambio climático"




El nuevo libro de Naomi Klein, *Esto lo cambia todo. Capitalismo vs el Clima* (Allen Lane, London, 2014), pone el cambio climático en el centro de la política. Ella traza las conexiones locales y globales de los movimientos que por todas partes actúan contra el petróleo, el carbón y la extracción de gas; se podría añadir movimientos en Brasil y en otros lugares contra la deforestación. "Sea o no el cambio climático su motivo principal, (tales movimientos locales) merecen ser reconocidos como “guardadores de carbono” anónimos, que mediante la protección de sus amados bosques, montañas, ríos y costas, están ayudando a protegernos a todos" (p . 352). Naomi Klein alaba la "Ogonización" y la "Yasunizaciónn" (citando informes del proyecto EJOLT), y está de acuerdo con el ecologismo de los pobres y los indígenas. Naomi Klein quedó impresionada por la fuerza de la demanda del reclamo de la Deuda Ecológica al hablar en abril de 2009 con Angélica Navarro, la joven embajadora boliviana ante la ONU en Ginebra. El libro denuncia la falta de acción de las Naciones Unidas durante y después de Copenhague de 2009, y el fracaso de los principales políticos mundiales para hacer frente a la cuestión. Narra con buen humor la participación de la autora como invitada (¿o sin invitación?) en las reuniones del Heartland Institute donde se organiza la negación por motivos políticos del cambio climático, y también en un retiro de los principales expertos sobre métodos de geoingeniería, incluyendo Ken Caldeira y David Keith, patrocinado por la Royal Society en Chicheley Hall, una espléndida casa de campo en Gran Bretaña compartida en los mismos días por la empresa automovilística Audi. Ella se burla amargamente de la organización conservacionista The Nature Conservancy que saca petróleo en una reserva natural en Texas a la que tiene acceso con la excusa de preservar la especie llamada “gallo Attwater de la pradera” (Tympanuchus cupido attwateri).

Naomi Klein cree en el ecologismo de los pobres y los indígenas mucho más que en el ecologismo de las grandes organizaciones verdes.

El libro explica sus correrías hasta las barricadas y bloqueos contra la minería de oro a cielo abierto en Grecia por la empresa canadiense Eldorado y en contra de la fractura hidráulica de gas de esquisto en Rumania por Chevron, contra oleoductos en Canadá, en los humedales de Louisiana para inspeccionar los daños del derrame de British Petroleum. Basándose en los informes de EJOLT y otras fuentes, reconstruye la historia real de la propuesta de dejar el petróleo en el suelo en la región de los Ogoni en el delta del Níger y en la Amazonía de Ecuador, y la fundación de Oilwatch en 1995 que ya combinaba entonces la resistencia local contra la industria de los combustibles fósiles con el énfasis en "combustibles que no deben ser quemados", combustibles fósiles que debemos dejar en tierra si el aumento de la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera debe ser evitado.

El libro incluye viajes a la devastación de las arenas bituminosas de Alberta en Canadá y la participación en la resistencia de "vaqueros e indios" contra el oleoducto Keystone XL y otros medios de transporte. Los vaqueros y los indios estaban aquí del mismo lado. Narra también los éxitos de los movimientos de resistencia contra el fracking en Francia y en otros lugares (se oponen a causa de las emisiones de metano y de los daños locales al agua y paisajes), y también la resistencia a la minería de carbón en la cima de montañas.

Naomi Klein, sin duda, habría podido viajar aún más, podría haber visitado otras terribles minas de carbón en la India y China para reforzar su argumento de la convergencia potencial de la resistencia local y de la resistencia global a la industria de los combustibles fósiles. Pero ha viajado lo suficiente -y mientras escribía este libro estaba tratando de tener un bebé, ahora un niñito que se llama Toma. Sufrió un par de abortos involuntarios; ella dedica algunas páginas a estos acontecimientos tan normales en la vida de las mujeres pero que son muy duros. Es inusual que aparezcan en un libro sobre la justicia climática pero ella piensa que nosotros (sus cientos de miles de lectores) queremos conocerla mejor como persona, ella quiere que entendamos que la reproducción social y el cuidado es más importante que la producción económica, y quiere mostrar el poder de la regeneración de la vida, como en su propia experiencia íntima. Podría haber citado a Georges Bataille sobre las potencialidades anti-entrópicas de la vida. Naomi Klein no es pesimista. Sus dolores y trabajos, su obra escrita y sus documentales no son sólo para los movimientos sociales en la actualidad, son también para nuestros hijos y nietos, y para el beneficio de la vida en el planeta. Cita también el artículo 71 de la Constitución de Ecuador sobre los Derechos de la Naturaleza, incluida la obligación de respetar y restaurar los poderes regenerativos de la Naturaleza.

El "derecho a regenerar" es una palabra clave de este libro. Naomi Klein quiere contribuir con este libro al movimiento por la justicia climática global. No da instrucciones detalladas sobre la forma de ponerlo en marcha y cómo debamos proceder. ¿Hay que ir a París en 2015? No hay necesidad de esto porque ya existen muchos movimientos ambientales de resistencia en cualquier lugar donde estemos viviendo. Sin embargo, tal vez algunos de nosotros también debe ir a las calles de París, ¿un millón de personas pacíficas y hacerse cargo de la COP?

El movimiento contra el cambio climático debe estar abierto a otros movimientos -por ejemplo, el movimiento en los distintos países que defiende un ingreso universal de ciudadanía que cuestiona todo el sistema socio-económico. El movimiento ha de ser tan vigoroso y exitoso como fue el movimiento contra la esclavitud de africanos y como el feminismo lo ha sido, y aún más. El movimiento debe ser consciente de sí mismo, poniendo el cambio climático en el centro, "la cosa que lo cambia todo", como ella misma se dio cuenta después haber publicado sus dos famosos libros anteriores *No Logo* y *La doctrina del shock*.

Si debemos sufrir todavía las reuniones insufribles de las COP, si las tesis de la deuda climática y la deuda ecológica (y ahora, tal vez, en un nuevo vocabulario, los enormes "daños y perjuicios", loss and damage) no son aceptadas por los países ricos en las reuniones oficiales internacionales, eso es debido a que el movimiento se debilitó o fue comprado.

Naomi Klein sostiene que el ecologismo de las décadas de 1960 y 1970 fue más fuerte que en posteriores décadas. En América del Norte después de Rachel Carson en 1962, logró algunos éxitos legislativos y prácticos, que se enumeran en este libro, y fue reforzado en los inicios de la década de 1980 por el movimiento en Estados Unidos de la Justicia Ambiental contra el "racismo ambiental". Su fuerza se pierde en la era neoliberal de Ronald Reagan y posteriormente con Stephen Harper en Canadá, que es el país de Naomi Klein. El mercado autorregulado se convirtió en un eslogan político triunfante, aunque muy debilitado después de la crisis financiera y económica de 2008. En Europa, los mercados de crédito de carbono han fallado. Es hora de que haya políticas más radicales. Pero ellas no vendrán de políticos ineficaces como Obama o de la ONU.

La tarea histórica y muy urgente de disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero recae sobre todo en los numerosos movimientos de base que forman redes, en la fuerza de sus batallas en el terreno frente a las empresas privadas o estatales de combustibles fósiles, en contra de pozos de petróleo y minas de carbón, sus poliductos y sus transportes marítimos, sus refinerías y centrales térmicas. Paren de una vez, por el bien de la humanidad y otras especies.

El libro tiene 570 páginas, contiene explicaciones cuidadosas de la química y de la economía política del cambio climático, y lleva 70 páginas de notas al pie y referencias en letra pequeña. Es un libro muy serio y también un libro inspirador que uno debe leer de golpe (en una noche tranquila o un fin de semana) para absorber toda su fuerza en la propia sangre para estar listo para la acción local. En las últimas páginas hay una anécdota más, resumida aquí.

En diciembre de 2012, “Brad Werner... se abrió paso entre la multitud de 24.000 científicos de la reunión de otoño de la Unión Geofísica Americana en San Francisco... la propia sesión de Werner... fue titulada "¿Está la Tierra j*d*da?" ... De pie en frente de la sala de conferencias, el profesor de la Universidad de California, San Diego, hizo seguir su conferencia al público a través del modelo de computadora avanzada que estaba usando... habló de los límites del sistema, las perturbaciones, la disipación, los atractores, las bifurcaciones... en la teoría de sistemas complejos. Pero el resultado final fue bastante claro ... Cuando un periodista presionó a Werner para una respuesta clara a la pregunta ¿Está la Tierra j*d*da"?, él dejó la jerga de lado y respondió: "Más o menos". Sin embargo, había un factor dinámico en el modelo que ofrecía alguna esperanza. Werner lo describió como la "resistencia", aclarando que esto incluye "la acción directa de los ambientalistas, la resistencia desde fuera de la cultura dominante, como en las protestas, bloqueos y sabotajes de los pueblos indígenas, obreros, anarquistas y otros grupos de activistas". Se necesita tal "fricción" para detener la máquina económica que se precipita fuera de control".

El pasado fin de semana del 20 de septiembre se produjo la mayor movilización contra el cambio climático en la historia de la humanidad -con cientos de miles marchando en 2.700 eventos en 156 países. Uno de los manifestantes fue un fiscal de distrito del condado de Bristol, Massachusetts (EE.UU.), que hace pocas semanas se negó a procesar a activistas que pacíficamente anclaron su pequeño barco precisamente donde un gran barco estaba llegando para descargar carbón para una central térmica. Ese es el tipo de acción que da esperanza: activistas del clima que toman los asuntos en sus propias manos y funcionarios que se arriesgan. Los activistas que bloquean puertos de carbón forman parte de lo que Naomi Klein llama Blockadia y ahí es donde podemos poner nuestra esperanza.

Como tal vez diría Walter Benjamin, tales movimientos de resistencia deben ir más allá de ejercer un poco de "fricción"; deben tirar con fuerza de los frenos de emergencia del tren que está produciendo más y más gases de efecto invernadero. El Antropoceno es la era en que la humanidad se ha convertido en una fuerza geológica que estropea la faz de la Tierra, pero también podría ser la época en que la humanidad, a través de sus movimientos de resistencia locales y globales, detiene el cambio climático y ayuda a regenerar la diversidad y riqueza de la vida en Tierra.

Agricultura campesina sostenible

Desenmascarando la agricultura climáticamente inteligente



La historia se presenta primero como una tragedia, después se repite como una farsa…

Como mujeres, hombres, campesinos, pequeños granjeros familiares, migrantes, trabajadores rurales, indígenas y jóvenes de La Vía Campesina, denunciamos a la Agricultura Climáticamente Inteligente la cual se nos presenta como la solución para resolver el cambio climático y como un mecanismo para el desarrollo sustentable. Para nosotras y nosotros lo que queda claro es que bajo la apariencia de abordar el problema persistente de la pobreza en el campo y el cambio climático, no hay nada nuevo. Más bien, es la continuación de un proyecto iniciado con la Revolución Verde en la década de 1940 y que continuó de los 70 a los 80 con los proyectos de Reducción de Pobreza del Banco Mundial y los intereses de las corporaciones involucradas. Estos proyectos, como la mentada llamada Revolución Verde, diezmaron las economías campesinas particularmente en el Sur, al grado que muchos países, como México, por ejemplo, que fueron auto-suficientes en producción de comida en un par de décadas se hicieron dependientes del Norte para poder alimentar a su población.

La consecuencia de estos proyectos, dictados por la necesidad de expansión del capital industrial, fue el acaparamiento y la integración de los productores y la producción agrícola tradicional con la agricultura industrial y su régimen alimentario. Un régimen que se basa en el aumento de la utilización de químicos altamente tóxicos, dependiente en los insumos basados en combustibles fósil y la tecnología, la creciente explotación de trabajadores agrícolas y rurales, y la pérdida de la biodiversidad; la alimentación bajo control de las corporaciones y de los grandes productores agrícolas industriales que han sido los beneficiarios de estos proyectos. El resultado ha sido la pérdida de la seguridad y la soberanía alimentaria, la transformación de países de exportadores netos de comida a importadores, no tanto porque no pueden producir comida sino porque ahora producen materia prima para producir alimentos industriales, para elaborar combustibles y para fabricar productos para su venta y especulación en los mercados financieros mundialmente.

Hoy en día, varios de los mismos actores de esos proyectos, como el Banco Mundial, son las fuerzas atrás de la imposición de la agricultura climáticamente inteligente como solución para resolver el cambio climático e incrementar el ingreso de los campesinos pobres con la misma tesis fallida de que lo que se necesita es incrementar su productividad. Es claro que la intención es implantar el mercado de la Revolución Verde como una solución al cambio climático, a la pobreza y además como una propuesta de desarrollo sostenible en el medio rural. Identificamos esto como parte de un largo proceso de proyectos de ajuste estructural “verdes” requeridos por un sistema económico y una clase política en apuros, porque han agotado otros lugares para sus inversión financieras enormes y ahora ven la agricultura y las tierras agrícolas como la nueva frontera para dichas inversiones especulativas.

La agricultura climáticamente inteligente empieza con la decepción de no diferenciar entre los efectos negativos de la agricultura industrial y las soluciones reales de la agricultura campesina y tradicional que ha contribuido al alivio de la pobreza, a remediar el hambre y a aminorar el cambio climático. Por lo contrario, la agricultura climáticamente inteligente socializa y achaca de igual forma a todos los modos de producción agrícola los efectos negativos que la producción industrial agrícola y de comida ha provocado y rehúye reconocer y aceptar las diferencias entre agriculturas y producción agrícola. La mayor parte de la actividad agrícola que ha contribuido significativamente a la emisión de gases tipo invernadero ha sido de la agricultura convencional o industrial, no de la agricultura campesina.

La agricultura climáticamente inteligente va a provocar más concentración de la tierra al empujar a los productores campesinos y familiares a proyectos del Banco Mundial, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y otras instituciones, creando una dependencia en las llamadas nuevas tecnologías a través de los paquetes completos que incluyen la prescripción de “variedades climáticamente inteligentes”, insumos y créditos, ignorando la mayoría de las técnicas tradicionales agrícolas y el cuidado y mantenimiento de variedades de semillas criollas experimentadas y practicadas por campesinos.

Dependencia en los métodos de producción y variedades de semillas genéticamente modificadas promovidos por el Banco Mundial sólo aumentará así la vulnerabilidad de los productores campesinos y pequeños ya que éstos no van a poder absorber los efectos del cambio climático, así van a estar imposibilitados de mejorar su ingreso y van a caer aun más en el endeudamiento y una mayor dependencia. A medida que la Revolución Verde significó la imposición de fertilizantes y plaguicidas sintéticos como requisito para acceder a créditos y apoyo técnico, ahora es la imposición de transgénicos y biotecnología aplicadas a los mismos requisitos, y todo bajo el nombre de la productividad.

La idea de incrementar la productividad agrícola de un modo sostenible es una falsedad. Aun más si considera uno que el incremento en rendimiento por hectárea a través de la intensificación solo traerá un mayor ingreso para las corporaciones, especuladores financieros y los grandes latifundistas productores. La tal llamada "intensificación sostenible" no es para aumentar el rendimiento por acre, es más para enmascarar con un perfil verde la producción industrializada a gran escala siguiendo el viejo adagio de "crecer o salirse fuera". Cada vez más, los campesinos y pequeños agricultores familiares tienen que producir cultivos para el mercado de materias primas y no para el sistema alimentario local y regional. Ellos están produciendo para las empresas que fabrican alimentos procesados poco saludables, combustible y suministros para la producción de otros productos como carne y farmacéuticos. Los campesinos y agricultores familiares de pequeña escala no tendrán más remedio que seguir aceptando la tarea de alimentar a la máquina insaciable capitalista de producción de alimentos y sus actividades especulativas en los mercados financieros.

Esta intensificación de la producción es un esfuerzo por reducir el costo de la mano de obra, lo que significa empeoramiento de las condiciones de trabajo degradantes, y salarios más bajos para los trabajadores migrantes. La mayoría de los campesinos y pequeños propietarios serán echados a un lado, porque no hay lugar para ellos en la agricultura industrial, excepto como campesinos sin tierra y uno mas de los millones de inmigrantes que se juegan la suerte como trabajadores de bajos salarios en las ciudades y en el campo.

Ultimadamente, la agricultura climáticamente inteligente intenta ocultar y eliminar la necesidad de una reforma agraria y de tierras. También oculta y miente sobre el tema de la escasez de tierra y de los recursos naturales. La tierra y los recursos naturales solamente son escasos para los campesinos y los agricultores en pequeño. La pobreza existe en función de la falta de acceso a la tierra, a la tenencia de la tierra y de su uso, así como del tratamiento y salarios injustos de los trabajadores y de una incesante explotación de su fuerza laboral para satisfacer las necesidades del capitalismo, todo lo cual está moldeando la locura que estamos enfrentando en la actualidad.

Además, la agricultura climáticamente inteligente, como la Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación de Bosques (REDD), ampliará el mercado de carbono y su uso para la especulación financiera. La posibilidad de grandes ganancias con inversiones en créditos de carbono producidos por las tierras de cultivo que participan en proyectos de agricultura climáticamente inteligente aumentará la especulación en el mercado de carbono. Esto lograría así "el acaparamiento de tierras para el secuestro de carbono" por los inversores, los productores a gran escala, y el mayor desplazamiento de campesinos y pequeños agricultores, al igual que REDD ha desplazado a pueblos indígenas.

Bajo este marco de la agricultura climáticamente inteligente existen muy pocas esperanzas de reducir y remover los gases de tipo invernadero, de intentar solucionar la inseguridad alimentaria o de cualquier desarrollo económico y social significativo. Y es que los problemas de la pobreza, de la inseguridad alimentaria y del cambio climático no son fallas del mercado, son fallas estructurales que van a persistir y empeorar con la implementación de la agricultura climáticamente inteligente.

¡Necesitamos un cambio del sistema YA!

Sin embargo, actualmente, tal y como en el pasado, estamos listos para luchar en contra de las soluciones engañosas de la economía verde del capital y a favor de soluciones reales al cambio climático y a la pobreza, a través de nuestras demandas de justicia climática y ambiental.

Seguimos proponiendo y poniendo en practica en todos lados donde podemos hacerlo la producción agroecológica y la construcción de la soberanía alimentaria. Lo hacemos conscientemente como otro espacio para atraer los cambios estructurales requeridos para lidiar verdaderamente con las cuestiones de pobreza, del cambio climático y de la incapacidad de la gente para alimentarse por si mismos.

Nosotras y nosotros hacemos un llamado a todos los movimientos sociales reunidos en Nueva York a denunciar a la propuesta de la agricultura climáticamente inteligente, oponerse a la Alianza Global para la Agricultura Climáticamente Inteligente que lanzara el Secretario General de la Organización de Naciones Unidas Ban Ki-moon en la Cumbre contra el Cambio Climático, y a que nos unamos a luchar por la soberanía alimentaria, y por un modo de producción de comida que proporcionará un bienestar económico justo para los campesinos, pequeños agricultores y sus comunidades, mientras que se produce suficientes alimentos saludables para satisfacer las necesidades nutricionales de los pueblos y la garantía de acceso a la alimentación para todos. Cualquier método de producción y consumo, para que sea realmente sostenible, debe enriquecer y proteger a la Madre Tierra (Descargar PDF).

¡NO A LA AGRICULTURA CLIMATICAMENTE INTELIGENTE!

¡REFORMA AGRARIA Y AGROECOLOGIA

PARA LA SOBERANIA ALIMENTARIA POPULAR!

¡GLOBALICEMOS LA LUCHA, GLOBALICEMOS LA ESPERANZA! 

'Fracking' sin precaución y con altos costos

Excelente el artículo de Rodrigo Uprimny del domingo pasado, titulado “Precaución con el ‘fracking’”. Hace síntesis de los escritos previos de especialistas y sustenta el argumento jurídico según el cual “conforme al principio de precaución, el Gobierno debería reconsiderar su decisión de utilizar el fracking”.
Por: Juan Pablo Ruiz Soto
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A lo dicho por Uprimny desde el punto de vista jurídico no hay nada más que agregar. El Gobierno reconsidera su decisión de manera inmediata y voluntaria o tendrá que hacerlo mediante proceso jurídico que será mucho más costoso para todos, Gobierno, Ecopetrol, sector privado y sociedad civil. Todos pagaremos los costos del reversazo del Gobierno, por su error de aprobar el uso de esta tecnología. Se debe suspender la autorización al fracking lo antes posible, cuanto más avance el proceso será peor y resultará más costoso pararlo.
Un punto crítico es que el Gobierno Nacional parece no aprender de sus errores y minería e hidrocarburos son los sectores donde con mayor frecuencia ensaya y yerra. Primero se aventuró de manera temeraria a impulsar la minería, antes de desarrollar la capacidad institucional para garantizarle al país que la extracción de sus recursos naturales no renovables generaría el máximo beneficio social y económico, con el mínimo impacto ambiental. En 10 años, multiplicó por 40 el área con título minero. En 2011, en lugar de declarar una moratoria para el trámite de títulos mineros y la emisión de licencias ambientales, dada la incapacidad institucional para hacer seguimiento a los proyectos en ejecución, el Plan Nacional de Desarrollo convirtió la minería en su locomotora. Su actividad aumentó y se convirtió en un loco-motor. Mientras este loco-motor se movía, entre 2010-2014, el Gobierno tuvo que desarrollar la institucionalidad del sector minero con la creación de la Agencia Nacional de Minería, el cambio de la naturaleza jurídica del Ingeominas que pasó a ser un instituto científico y técnico, el Servicio Geológico Colombiano. También tuvo que fortalecer la Unidad de Planeación Minero Energética (UPME) y crear una oficina de asuntos ambientales y sociales en el Ministerio de Minas y Energía. Simultáneamente, resucitó el Ministerio de Ambiente, creó la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (ANLA) y la Agenda Interministerial Ambiental Minera.
Con retraso, elaboró y aprobó el Plan Nacional de Ordenamiento Minero (PNOM), que propone enmiendas, pero que aún no ha sido implementado, y está formulando del Plan Nacional de Desarrollo Minero. Vendrán más reformas y ajustes; el ingreso de Colombia a la OCDE exige seguir las directrices de esta organización sobre minería libre de conflicto y asociada con el crecimiento verde.
Hubiese resultado menos costoso y más eficiente adelantar los ajustes institucionales de manera ordenada y no en respuesta a las múltiples crisis sociales, económicas y ambientales que ha vivido y provocado el loco-motor minero en los últimos 4 años. Paremos el fracking, antes de que resulte más costoso, pues de todas maneras hay que pararlo. No se puede seguir improvisando, ahora la sociedad civil protesta, se organiza y exige el cumplimiento de la ley.

Otro mundo es posible

El cambio climático ya es un hecho que pocos se atreven a negar y en cuyo acrecimiento la actividad humana ha sido la principal culpable.
Por: Arlene B. Tickner
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Según el más reciente informe del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), la disrupción climática antropogénica es severa, extendida e irreversible. Sin cambios en los niveles actuales de emisiones de gases de efecto invernadero, el riesgo (palabra empleada 351 veces en tan sólo 127 páginas) para el planeta y sus habitantes será entre alto y muy alto al finalizar el siglo XXI. Además de los problemas causados por las variaciones extremas del clima y los aumentos en el nivel del mar, se prevé la agravación de los conflictos violentos, el aumento en el número de refugiados, reducciones en el cultivo de alimentos y la disminución de la vida marina provocada por la acidificación de los océanos. Se trata, sin lugar a dudas, de la mayor amenaza a la salud, por no decir a la existencia humana misma, de la historia contemporánea.
En años recientes, la ONU se ha mostrado incapaz de jugar un papel proactivo en la creación de acuerdos que permitan frenar la velocidad con la cual los seres humanos estamos degradando nuestro entorno. En parte, la resistencia a asumir los sacrificios necesarios, tanto de gobiernos como de corporaciones, se debe al temor por los costos de las medidas de protección ambiental y sus efectos sobre la productividad y el crecimiento económico. La afectación del capital de los líderes políticos, cuyos tiempos electorales son de corto plazo, constituye un desincentivo adicional para adoptar estrategias que, aunque urgentes, no producen réditos inmediatos. La importancia de la Cumbre Climática realizada ayer en Nueva York se halla, tal vez, en la visibilización de algunos esfuerzos en curso por reducir las emisiones de gases invernadero y el anuncio de nuevos compromisos y medidas por parte de los jefes de Estado y empresas participantes con miras a la suscripción de un tratado global efectivo en la próxima cita internacional ambiental de finales de 2015 en París.
En su nuevo libro, This Changes Everything: Capitalism versus the Climate, Noemi Klein realiza un análisis fascinante sobre el papel del capitalismo neoliberal en la generación de la crisis actual. Su crítica gira en torno a la visión extractivista que sostiene este modelo, en la que el medio ambiente sólo tiene valor como mercancía, así como al rechazo del neoliberalismo a la acción colectiva y la regulación de las fuerzas de mercado que el combate eficiente al deterioro planetario exige a gritos.
Empero, no todo está perdido. Según Klein, aunque ya no es posible salir del hueco en el que el consumismo nos ha metido, es razonable pensar que los seres humanos seremos capaces de transformar nuestra relación con el mundo natural. Hace pocos días, más de 500.000 personas realizaron marchas en 161 países distintos con el fin de aumentar la conciencia global sobre el problema del deterioro ambiental, y ejercer presión en los gobernantes y el sector privado para que lo enfrenten con mayor firmeza. Lo que queda claro de esta movilización masiva es que el cambio climático ya no es sólo asunto de los “verdes” sino de todos. Como en otros momentos extraordinarios de la historia en los que los seres humanos se han contagiado de la necesidad de actuar para salvarse, Klein nos invita a pensar que otro mundo también es posible ahora.

    Otro mundo es posible

    El cambio climático ya es un hecho que pocos se atreven a negar y en cuyo acrecimiento la actividad humana ha sido la principal culpable.
    Por: Arlene B. Tickner
    INSERTAR
    Según el más reciente informe del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), la disrupción climática antropogénica es severa, extendida e irreversible. Sin cambios en los niveles actuales de emisiones de gases de efecto invernadero, el riesgo (palabra empleada 351 veces en tan sólo 127 páginas) para el planeta y sus habitantes será entre alto y muy alto al finalizar el siglo XXI. Además de los problemas causados por las variaciones extremas del clima y los aumentos en el nivel del mar, se prevé la agravación de los conflictos violentos, el aumento en el número de refugiados, reducciones en el cultivo de alimentos y la disminución de la vida marina provocada por la acidificación de los océanos. Se trata, sin lugar a dudas, de la mayor amenaza a la salud, por no decir a la existencia humana misma, de la historia contemporánea.
    En años recientes, la ONU se ha mostrado incapaz de jugar un papel proactivo en la creación de acuerdos que permitan frenar la velocidad con la cual los seres humanos estamos degradando nuestro entorno. En parte, la resistencia a asumir los sacrificios necesarios, tanto de gobiernos como de corporaciones, se debe al temor por los costos de las medidas de protección ambiental y sus efectos sobre la productividad y el crecimiento económico. La afectación del capital de los líderes políticos, cuyos tiempos electorales son de corto plazo, constituye un desincentivo adicional para adoptar estrategias que, aunque urgentes, no producen réditos inmediatos. La importancia de la Cumbre Climática realizada ayer en Nueva York se halla, tal vez, en la visibilización de algunos esfuerzos en curso por reducir las emisiones de gases invernadero y el anuncio de nuevos compromisos y medidas por parte de los jefes de Estado y empresas participantes con miras a la suscripción de un tratado global efectivo en la próxima cita internacional ambiental de finales de 2015 en París.
    En su nuevo libro, This Changes Everything: Capitalism versus the Climate, Noemi Klein realiza un análisis fascinante sobre el papel del capitalismo neoliberal en la generación de la crisis actual. Su crítica gira en torno a la visión extractivista que sostiene este modelo, en la que el medio ambiente sólo tiene valor como mercancía, así como al rechazo del neoliberalismo a la acción colectiva y la regulación de las fuerzas de mercado que el combate eficiente al deterioro planetario exige a gritos.
    Empero, no todo está perdido. Según Klein, aunque ya no es posible salir del hueco en el que el consumismo nos ha metido, es razonable pensar que los seres humanos seremos capaces de transformar nuestra relación con el mundo natural. Hace pocos días, más de 500.000 personas realizaron marchas en 161 países distintos con el fin de aumentar la conciencia global sobre el problema del deterioro ambiental, y ejercer presión en los gobernantes y el sector privado para que lo enfrenten con mayor firmeza. Lo que queda claro de esta movilización masiva es que el cambio climático ya no es sólo asunto de los “verdes” sino de todos. Como en otros momentos extraordinarios de la historia en los que los seres humanos se han contagiado de la necesidad de actuar para salvarse, Klein nos invita a pensar que otro mundo también es posible ahora.

      sábado, 20 de septiembre de 2014

      Un año de acampe contra Monsanto




      Estos días la Asamblea Malvinas Argentinas Lucha por la Vida celebra un año del acampe que consiguió paralizar la obra más grande que la multinacional lleva adelante en el mundo. Un pequeño grupo de vecinos de la ciudad-barrio a 14 kilómetros de Córdoba comenzó a movilizarse dos años atrás, cuando la presidenta informó por cadena nacional la inversión de Monsanto para instalar una planta de semillas de maíz transgénico, que incluye 240 silos y la utilización de millones de litros de agroquímicos.
      Los vecinos consiguieron la paralización del emprendimiento, en lo que es la primera gran derrota de la multinacional en Argentina, uno de los epicentros de su actividad para la región. Conocer más de cerca esta notable experiencia de organización y resistencia puede contribuir a comprender los porqué de su triunfo ante una de las empresas más poderosas del mundo.
      La primera enseñanza es que un pequeño grupo puede cambiar la historia si es capaz de arraigar en un territorio y convertirlo en lugar de resistencia. Eligieron plantarse frente al predio de Monsanto. El punto de quiebre fue el festival Primavera Sin Monsanto, en septiembre de 2013, que culminó con la acampada, sorpresiva, ya que decidieron no anunciarla para evitar que la policía desbaratara sus planes.
      Durante un año desafiaron el frío y la lluvia, sin agua y sin luz, durmiendo en tiendas de campaña; se sostuvieron con base en la solidaridad y voluntad militantes. Pusieron el cuerpo a los camiones para impedir el acceso de materiales de construcción, enfrentaron la represión policial, los ataques de las pandillas del sindicato de la construcción y la presión de los poderes públicos. Construyeron refugios con barro para usarlos como cocina, depósito y lugar para reuniones y asambleas, y una huerta junto a la carretera para la comida comunitaria. La cohesión y la decisión del núcleo que sostiene el acampe lo ha convertido en una comunidad de vida.
      La segunda enseñanza es la heterogeneidad y la horizontalidad. Esther Quispe, nieta de bolivianos, madre y abuela, destaca que los vecinos que formamos la asamblea nunca habíamos participado en nada, salvo dos universitarios del barrio que no perdieron la humanidad en las aulas. Pero lo fundamental es que pudieron articularse con militantes provenientes de la universidad y de partidos,lo que nos permitió aprender palabras nuevas como capitalismo y organismos genéticamente modificados.
      Una constante que puede constatarse en todos los movimientos populares es la confluencia de sectores populares y de militantes formados en otros espacios. En Malvinas Argentinas –reflexiona Esther– el nivel educativo es muy bajo, de modo que el contacto con militantes con formación política y teórica los ayudó a tener una mirada más amplia. El abanico se le fue abriendo a los vecinos –dice–, en la reciprocidad de saberes diversos.
      Una parte de esa heterogeneidad fue la confluencia con otras experiencias de lucha. Las Madres de Ituzaingó, que habían obtenido una importante victoria el mismo día que se anunció la inversión de Monsanto, son apoyo y punto de referencia ya que fueron las primeras en salir a la calle contra las fumigaciones, en otro barrio de la ciudad de Córdoba. Conocieron a las Madres de Plaza de Mayo a través de Nora Cortiñas, al Nobel Adolfo Pérez Esquivel, a los científicos comprometidos Andrés Carrasco y Raúl Montenegro (Nobel alternativo).
      En los 12 meses de acampada aprendimos a escuchar al otro, a comer juntos, aprendí que hay veganos y vegetarianos, aprendimos a negociar entre nosotros, asegura Esther. El paso siguiente, fue que aprendimos a hacer política sin ser políticos. La heterogeneidad y el sentirse todos iguales creó un espacio-tiempo de autoeducación colectiva, sin dirigentes y dirigidos, sin división del trabajo entre los que mandan y obedecen.
      La tercera cuestión también la destaca Esther: Si abandonamos la calle las luchas se caen. La acción directa es tan insustituible como poner el cuerpo. A veces son grandes manifestaciones de 5 mil personas, en un pueblo de 15 mil habitantes, o acciones casi individuales como echarse al suelo frente a decenas de camiones. La potencia no está en la cantidad sino en la decisión de jugársela. Es esa decisión la que atrajo al acampe a decenas de jóvenes, a los que ahora llaman “los hippies”, que están sosteniendo el campamento en los últimos meses.
      Con ellos también aprendieron a convivir y, sobre todo, a superar las desconfianzas. Cuando la huelga policial en Córdoba, a finales de 2013, se desató un clima de terror. Llamaron a “los hippies” para que los ayudaran a cuidar las casas y los pequeños negocios, y allí –en medio de la crisis– cambiaron la mirada sobre los jóvenes diferentes ( MU, agosto de 2014).
      Finalmente, una cuestión mayor: la creatividad. No podemos ganar siguiendo los caminos trillados. No se puede convencer sin producir cosas nuevas que muestren la potencia que emana de las resistencias. Los miembros de la asamblea aprendieron conceptos científicos, rastrearon información para difundir en el barrio, y junto a un laboratorio y la cátedra de toxicología de la Universidad de Buenos Aires realizaron extracciones de sangre a vecinos, que mostraron que siete de cada 10 tienen agroquímicos en sangre, como Aldrin y Dieldrin, que están prohibidos en buena parte del mundo.
      Comunicadores y colectivos de jóvenes crearon la web Ecos Córdoba (http://ecoscordoba.com.ar/), que publica artículos, fotos y videos sobre la resistencia a Monsanto, con el propósito de dar visibilidad a las implicancias del modelo extractivista y sus consecuencias. La página contribuye a la coordinación de las luchas en provincia.
      Hay más. Se podría mencionar el destacado papel de las mujeres, pero ya es casi un lugar común. Por ahora, vale insistir en que un pequeño grupo de personas, hermanadas en la acción, es capaz tanto de vencer multinacionales y estados, como de sacudir la inercia de buena parte de la población.
      Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2014/09/19/index.php?section=opinion&article=032a1pol

      Islandia

      Tras los pasos de la industria del aluminio



      El congreso de la Sociedad Internacional de Economía Ecológica me llevó a Islandia en agosto de 2014. Geológicamente Islandia se formó hace solamente unos doce millones de años, con volcanes cubiertos por glaciares, con una historia marcada por erupciones. La colonización humana de Islandia se dio hace mil cien años, por navegantes noruegos que eran campesinos y se organizaron sin reyes durante algunos siglos, con su famoso parlamento, Althing, que se reunía en los veranos. Unos pocos de esos campesinos y pescadores, convertidos en Vikingos, se lanzaban al mar aprovechando su habilidad en capturar la energía del viento en embarcaciones bastante grandes. Llegaron hasta Sicilia y Constantinopla regresando a casa con su botín, y llegaron hasta Groenlandia y Vinland (en América) donde se establecieron durante un corto tiempo. Los relatos orales de sus hazañas en un estilo directo y vivo, las Sagas, pervivían en 1200 cuando fueron escritos, al igual que un libro con los repartimientos de tierras desde el año 870 (Landnámabók). Los nombres de las fincas rurales actuales se encuentran ya en ese libro.
      Islandia se convirtió al cristianismo, se reintegró a la corona noruega, perdió la mitad de la población cuando la Peste Negra llegó ya en el siglo XV, siguió la reforma luterana. Sufrió también fuertes procesos de erosión del suelo, como explicó Jared Diamond. Fue después posesión de Dinamarca, alcanzó la autonomía en 1918 y la independencia en 1944. Situada justo bajo el círculo polar ártico, Islandia tiene algo más de 300 000 habitantes en unos 100 000 kilómetros cuadrados, una muy baja densidad de población.
      Fue ocupada por británicos y norteamericanos durante la segunda guerra mundial (cuando los alemanes pusieron en Noruega el gobierno de Quisling). Islandia perteneció a la OTAN. No fue pues un estado neutral en la Guerra Fría pero al acabar ésta, se quedó por voluntad propia y por geopolítica mundial sin lucrativas bases militares estadunidenses. Una visión pro-estadounidense había sido convertir la isla en la “base de portaviones Islandia”, con el 10 por ciento de la población activa dedicada a esa “industria”.
      El gran debate económico y ecológico que continúa hoy en día, ha sido sobre la potencialidad hidroeléctrica (y geotérmica) de Islandia, y su aprovechamiento industrial. En el congreso escuchamos a Andri Snaer Magnason, autor de “Tierra Soñada, un manual de auto-ayuda para una nación asustada”, que ha vendido veinte mil ejemplares en islandés y está traducido a otros idiomas. Su tema principal es el debate entre “tradicionalistas” y “modernos” sobre qué hacer con la economía islandesa, que en realidad no tiene mayores problemas con sus recursos pesqueros exportables, su ganadería de ovejas y vacas en grandes pastizales, y su población con alto nivel de educación y comprobadamente capaz de innovar en diseño industrial. El debate entre tradicionalistas y modernos existe desde hace décadas, en él ya participó Halldór Laxness, premio Nobel de literatura de 1955.
      Los economistas neoliberales y los ingenieros de la industria eléctrica no han sido en realidad muy modernos sino que tienen una idea fija: aprovechar la energía hidroeléctrica a costa de inundar lugares de belleza única y gran valor ambiental en la alta montaña, para aumentar la potencia instalada hasta un nivel de 30 o 40 kw por persona (diez o más veces más de lo que se requiere para el actual consumo doméstico e industrial). Y eso no con el propósito, por ejemplo, de disponer de transporte privado y público movido únicamente por electricidad, sino de multiplicar el número de fábricas de Alcoa y otras multinacionales del aluminio. Esta es una industria que traga electricidad. Islandia no tiene minería de bauxita, la materia prima sería importada desde Brasil u otros lugares.
      El libro “Tierra Soñada” habla también de los costos sociales y ambientales de la minería de la bauxita en Brasil y otros países exportadores. En el congreso de economía ecológica estaba también Samarendra Das, co-autor del libro “Out of the earth: East India adivasis and the aluminium cartel” (2010) sobre las luchas por la bauxita en el estado de Odisha en la India. El ha visitado Islandia desde hace años para explicar los daños que hace la minería de bauxita, la materia prima del aluminio.
      Magnason recordó las promesas de la industria del aluminio, los sacrificios de valiosos paisajes en Karahnjúkar, en Thjorsarver para construir hidroeléctricas para el aluminio, algunos ya realizados y otros interrumpidos, y el papel que esos planes tuvieron en la locura financiera de Islandia antes del 2008. Sobre la garantía ilusoria de la prosperidad exportadora que traería el aluminio, la banca islandesa buscó enormes préstamos de fondos de inversión extranjeros prometiendo intereses que no pudieron pagar. Hubo una gran bancarrota en 2008-09, Islandia renunció a pagar muchas de esas deudas. Cambió radicalmente el gobierno en una dirección ecologista aunque en elecciones parlamentarias posteriores el poder regresó más o menos a los mismos que habían mandado antes, y la industria del aluminio no está vencida. El excelente libro de Andri Snaer Magnason explica todo esto combinando la poesía con los teravatios.

      Joan Martínez Alier es catedrático de teoría económica de la UAB. Amigo y colaborador de SinPermiso es un investigador pionero en el campo de la economía ecológica.
      Fuente original: http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=7259

      Al borde del abismo

      Cuarto Poder


      Hace ya mucho tiempo que el progreso celebra una victoria pírrica sobre la naturaleza. Decía Simone Weil que “el progreso se transforma, a todos los efectos, en una regresión”. Este verano se ha publicado un manifiesto titulado ‘Última llamada’ en el que un grupo importante de científicos, ecologistas y ciudadanos de relevancia social llaman la atención sobre los grandes riesgos medioambientales que tiene el planeta. Como, a pesar de su importancia, ha pasado desapercibido en los medios de comunicación, merece la pena detenerse en el contenido de su angustioso llamamiento a la ciudadanía. Y de paso reflexionar sobre la necesidad y la posibilidad de un nuevo horizonte económico, social y cultural.
      El manifiesto plantea que si se mantienen las tendencias de crecimiento vigentes (económicas, demográficas, en el uso de recursos, generación de contaminantes e incremento de desigualdades) en el siglo XXI se producirá un colapso civilizatorio. El progreso, tal y como se venía entendiendo está en quiebra por el declive en la disponibilidad de energía barata, los escenarios catastróficos del cambio climático y las tensiones geopolíticas por los recursos. Se llega a afirmar que la vía del crecimiento es ya un genocidio a cámara lenta.
      Rechaza las consideradas hasta ahora soluciones: no bastan los mantras cosméticos del desarrollo sostenible, ni la mera apuesta por tecnologías ecoeficientes, ni una supuesta “economía verde” que encubre la mercantilización generalizada de bienes naturales y servicios ecosistémicos. Y rechaza, por supuesto, las recetas del capitalismo por considerar que un nuevo ciclo de expansión es inviable y nos colocaría en el umbral de los límites del planeta: La sociedad productivista y consumista no puede ser sustentada por el planeta.
      Defiende la necesidad de construir una nueva civilización que asegure una vida digna a más de 7.200 millones de personas que habitan un mundo de recursos menguantes. Y solo se puede conseguir con cambios radicales en los modos de vida, las formas de producción y sobre todo en los valores. El objetivo es recuperar el equilibrio con la biosfera, y utilizar la investigación, la tecnología, la cultura, la economía y la política para avanzar hacia ese fin.
      Pero apunta que lo que llama la Gran Transformación se topará con dos obstáculos titánicos: la inercia del modo de vida capitalista y los intereses de los grupos privilegiados. Defiende una ruptura política profunda con la hegemonía vigente para evitar el caos y la barbarie. Y sitúa un nuevo principio rector de la economía que tenga como fin la satisfacción de necesidades sociales dentro de los límites que impone la biosfera, y no el incremento del beneficio privado. Un modelo que asuma la realidad, haga las paces con la naturaleza y posibilite la vida buena dentro de los límites ecológicos de la Tierra. No hacer nada, o no hacer lo suficiente, nos llevaría al colapso social, económico y ecológico. Estiman que queda un lustro para un debate amplio y transversal en el que hay que ganar a grandes mayorías para un cambio de modelo económico, energético, social y cultural.
      No es un alarmismo infundado. La Organización Meteorológica Mundial afirma que la acumulación de gases de efecto invernadero marca otro máximo histórico, que registra el mayor incremento anual en 30 años de CO2. Por ello, la propia Organización de Naciones Unidas (ONU) prepara un nuevo y detallado informe sobre el cambio climático y no hay buenas noticias. The New York Timesha tenido acceso a un borrador del mismo, y la ONU es más tajante que nunca: si los países no hacen nada para impedirlo, las consecuencias del cambio climático para el planeta serán “severas, continuas e irreversibles”.
      La incógnita es saber qué alternativas ecológicas y energéticas pueden implementarse que sean a la vez rigurosas y viables. Para ello es muy recomendable el libro colectivo Qué hacemos frente a la crisis ecológica que desgrana una amplia serie de propuestas. Defiende la sostenibilidad en su dimensión ecológica, social y económica: la reproducción y producción de las sociedades humanas en su contesto biosférico. Y propone más de una decena de principios de una práctica sostenible a tres escalas: micro (personal o comunitaria), meso (provincial y estatal) y macro (internacional). Son principios como el de suficiencia en el uso de recursos disponibles, cerrar el ciclo de materiales (residuos), evitar los contaminantes, el criterio de cercanía, energía justa y solar, potenciar la diversidad e interconexión biológica, aprender del pasado y del contexto, tener una velocidad de vida acoplada a los ciclos naturales, la interdependencia y la actuación desde lo colectivo, considerar el entorno de incertidumbre en que vivimos, y la capacidad de metamorfosis.
      Pero una economía sostenible no es compatible con el sistema capitalista que explota al hombre por el hombre y a la naturaleza entera. Hablar de economía ecológica supone cambiar el concepto de riqueza y de calidad de vida que se refleja en cuestiones como la esperanza de vida, la educación o la percepción de felicidad. Y ello no tiene correlación con el consumo. De ahí que aprender a vivir con menos materiales y energía es una obligación por los límites físicos del planeta. La clave está en si se hace desde un reparto más justo y equitativo de la riqueza.
      Otro sistema es necesario y urgente antes de que el viejo mundo nos asfixie y arruine el planeta. De lo contrario, entraremos en una situación de desigualdad y de catástrofe como la que describe Antonio Turiel en su relato Distopía III. La tempestad y que la presenta como de ciencia ficción para que no entremos en pánico. Desgraciadamente, nos asustaremos como niños pequeños. Algo que no estamos tan lejos de ser por un comportamiento irresponsable que nos lleva a quemar el mundo para que funcione la locomotora del crecimiento al grito de ¡más madera!
      Fuente orignal: http://www.cuartopoder.es/laespumaylamarea/al-borde-del-abismo/639