miércoles, 21 de mayo de 2014

CAMBIO CLIMÁTICO

Glaciares: “Se ha franqueado el punto de no retorno”

DANIEL TANURO
Sábado 17 de mayo de 2014
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Nuestras observaciones aportan hoy la prueba de que un amplio sector del casquete glaciar del Antártico Oeste ha entrado en una fase de retroceso irreversible. El punto de no retorno se ha franqueado”. Esto es lo que ha declarado recientemente el glaciólogo Eric Rignot, profesor de la Universidad de California, Irvine, en declaraciones publicadas por el New York Times/1.
El profesor Rignot coordina un programa de investigación sobre la evolución de seis glaciares que desembocan en el Mar de Amundsen (costa occidental del continente Antártico). La región tiene la forma de una taza, abierta del lado del océano. El zócalo rocoso sobre el que avanzan los glaciares está situado bajo el nivel del mar y no presenta asperezas significativas susceptible de frenarles. Debido al calentamiento de las aguas, la capa de glaciar se estrecha al nivel del borde de la taza. Debido a ello, la masas de hielo situadas hacia abajo aceleran su deslizamiento hacia las aguas más profundas, lo que acelera su deshielo y aumenta los riesgos de ruptura (ver el esquema en http://www.lcr-lagauche.org/calotte... ).
De 1,2 a 4 metros
El casquete glaciar del Antártico Oeste alcanza hasta cuatro kilómetros de espesor en algunos lugares. Por lo tanto, los volúmenes de hielo implicados son enormes. Según el equipo del profesor Rignot, por si misma, la desaparición de los seis glaciares estudiados hará subir cuatro pies (1,2 metros) el nivel del agua de los océanos en algunos siglos. Eso no es todo: esta desaparición desestabilizará más que probablemente (most likely) a los sectores adyacentes del casquete, de forma que el nivel de los mares podría al final elevarse cerca de cuatro metros.
Estas conclusiones son confirmadas por otro estudio cuyos resultados han sido desvelados simultáneamente. Dirigida por el profesor Ian Joughin de la Universidad de Washington, trata sobre uno de los seis glaciares de la región, Thwaites; uno de los más importantes. Según este equipo de investigadores, la desaparición lenta deThwaites es inevitable e irreversible. Según Ian Joughin, aunque las aguas cálidas se dispersaran de una u otra forma, sería “demasiado poco y demasiado tarde para estabilizar el casquete glaciar”. Y añade: “No hay mecanismo de estabilización”.
En efecto, como he explicado un día antes de la publicación de estos estudios /2, el único mecanismo susceptible de estabilizar la situación, e incluso de invertir la tendencia, sería una nueva glaciación. Ahora bien, según los astrofísicos, ésta no ocurrirá antes de 30 000 años...
35 años de advertencias
Las observaciones de Rignot y Joughin vienen a corroborar las alarmas lanzadas desde hace varios decenios por otros especialistas. Los autores del artículo del New York Times informan de que John H. Mercer, glaciólogo de la Universidad del Estado de Ohio, había lanzado en 1978 una primera alarma sobre la fragilidad del casquete. Según Mercer, el calentamiento debido a las emisiones de gas con efecto invernadero hacía planear una “amenaza de desastre”.
Este pronóstico había sido muy cuestionado en aquellos años. Pero diez años más tarde, y un año después del fallecimiento de Mercer, el climatólogo jefe de la NASA, James Hansen, lanzaba la misma advertencia ante una Comisión del Congreso de los Estados Unidos. Y también diez años más tarde, en 2008, Hansen y otros ocho científicos publicaban en Science un artículo que desmenuzaba al detalle la amenaza evocada por primera vez por Mercer.
Mercer llegaba a su conclusión mediante un razonamiento teórico sumado a un conocimiento detallado de las características del Antártico Oeste. Hansen y sus colegas llegaban a ella interrogando a los paleoclimas. Su demostración era impresionante: hace 65 millones de años, la Tierra no tenía hielo; la glaciación del Antártico se produjo hace treinta y cinco millones de años aproximadamente; en ese momento, se franqueó un umbral, caracterizado por parámetros precisos en términos de radiación solar, de albedo (el albedo es el porcentaje de radiación que cualquier superficie refleja respecto a la radiación que incide sobre la misma ndt) y de concentración atmosférica en gas con efecto invernadero; comparando los valores estimados de esos parámetros hoy y en el pasado, los autores concluían que estábamos probablemente franqueando el umbral en el otro sentido...
Una confirmación por observación
La novedad de los estudios que se publican hoy es que se basan en observaciones y medidas, no en razonamientos. Eric Rignot ha recurrido a observaciones por satélite, mientras que Ian Joughin ha concebido un modelo matemático sobre la evolución del glaciar Thwaites. El hecho de que esos métodos diferentes concluyan en resultados concordantes con las explicaciones teóricas no deja ninguna duda seria sobre la extrema gravedad de la situación. Sin embargo, nada permite esperar que quienes toman las decisiones saquen las conclusiones necesarias de ello.
En cuanto a las causas, Rignot y Joughin confirman el mecanismo ya puesto a la luz por otros investigadores antes que ellos: no es el calentamiento del aire sino el del agua el que provoca la dislocación del casquete. Los negacionistas climáticos, a sueldo de los lobbies petroleros y del carbón, se agarrarán evidentemente a ese elemento para clamar alto y fuerte que el cambio climático no tiene nada que ver con este tema. Los investigadores, por su parte, vinculan los dos fenómenos de la forma siguiente: la atmósfera que hay encima de la Antártida se mantiene a una temperatura muy baja debida a los violentos vientos que giran alrededor del continente; debido al calentamiento, la violencia de esos vientos aumenta, porque el diferencial de temperatura entre la Antártida y el resto del globo aumenta, y la fuerza del viento provoca un movimiento de las aguas que "arrastra", por así decirlo, las aguas más cálidas de los grandes fondos hacia la superficie.
De verdad, ¡ecosocialismo o barbarie!
Conviene precisar que las proyecciones avanzadas más arriba en lo que se refiere a la elevación del nivel de los mares (1,2 m y cerca de 4 m en algunos siglos) no concierne más que a los seis glaciares estudiados y la zona que les rodea de la Antártida Oeste. Sin embargo, la fragilización de los casquetes afecta también a otras regiones, en particular Groenlandia y la península antártica -la región del mundo en la que el calentamiento (y aquí se trata efectivamente de calentamiento del aire) es más rápido (0,5º C por decenio). Si los hielos acumulados en esas regiones desaparecieran totalmente, equivaldrían respectivamente a seis y cinco metros de subida del nivel de los océanos.
Conviene recordar también que, según el profesor Kevin Anderson, director de uno de los más prestigiosos centros de estudios del cambio climático (Tyndall Center on Climate Change Research), el ritmo actual de aumento de la concentración atmosférica en CO2 nos pone en el camino hacia un calentamiento de 6º C de aquí a fin de siglo. Según Anders Levermann, uno de los "lead authors" del GIEC, esto correspondería a una elevación del nivel de los mares de una docena de metros en los próximos mil a dos mil años/3.
Finalmente, y sobre todo, conviene recordar que los mecanismos capitalistas imaginados desde hace más de veinte años (Río 1992) por los neoliberales (primas, cuotas, derechos de emisión intercambiables, impuestos, y demás "internalizaciones de las externalidades", que sirven de pretexto a una gigantesca ola de apropiación de los recursos) han sido y son impotentes para cambiar la curva de las emisiones de gas con efecto invernadero; por el contrario, éstos ¡aumentan más rápidamente desde el cambio de siglo! Esta impotencia no puede sino aumentar en el futuro. Para hacer frente a la situación de urgencia absoluta cuya realidad acaba de ser confirmada por los investigadores, sería preciso:
1. que las emisiones de los países desarrollados disminuyeran inmediatamente al menos un 11% al año; y
2. que los responsables capitalistas del desastre sean obligados a financiar un gigantesco plan mundial de adaptación, incluyendo en particular la protección de las zonas costeras.
Sería insensato creer que objetivos tan ambiciosos puedan ser alcanzados en el marco del mercado. No se pueden alcanzar más que poniendo radicalmente en cuestión la acumulación capitalista y optando por la planificación de la transición ecológica. Para lograrla democráticamente y con justicia social es necesario, por lo menos, realizar la apropiación colectiva del sector de la energía, la expropiación del sector del crédito, la supresión de las producciones nocivas e inútiles, la localización de las producciones (en prioridad agrícolas), el libre acceso a las tecnologías verdes, una nueva organización del espacio y de la movilidad, así como la reducción radical del tiempo de trabajo, sin pérdida de salario, con contrataciones compensatorias y reducción de los ritmos de trabajo.
Hermanos humanos que viváis después que nosotros...
No es fácil acabar este artículo sin caer en la escatología catastrofista. Ciertamente, la catástrofe está ahí. Está en marcha, inexorable. Si Rignot y Joughin tienen razón -¡y creer que se equivocan sería el colmo de la sinrazón!- nada puede detenerla y es irreversible... por al menos 30.000 años. Para limitarla al máximo, saquemos las conclusiones que se imponen.
Rechacemos el nihilismo misantrópico de los cretinos para quienes la verdadera naturaleza, es la naturaleza sin el ser humano. Denunciemos el cinismo criminal de quienes prefieren imaginar el fin del género humano que la desaparición del capitalismo. Interpelemos a los científicos para que salgan de su torre de marfil y bajen a la arena social. Demos la voz de alarma sin tregua ni reposo, en nuestras asociaciones, en nuestros sindicatos, en todas partes.
La alternativa anticapitalista, ecosocialista, no es una postura "ideológica" sino una necesidad objetiva, imperiosa, insoslayable. Actuemos juntos para transformar esta necesidad en conciencia antes de que sea demasiado tarde. En caso contrario, de verdad, solo nos quedará implorar el perdón de nuestra descendencia, en la forma que plantea François Villon: "Hermanos humanos, que viváis después de nosotros, no tengáis endurecidos los corazones contra nosotros, pues, si tenéis piedad de nuestras pobres almas, Dios premiará vuestra consideración”.
13/05/2014
http://www.lcr-lagauche.org/calotte...
Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR
Notas
1/ “Scientists Warn of Rising Oceans from Polar Melt”, New York Times, 12/05/2014.http://www.nytimes.com/2014/05/13/science/earth/collapse-of-parts-of-west-antarctica-ice-sheet-has-begun-scientists-say.html?_r=1.
2/ Discours au meeting de la LCR, 11 mai. http://www.youtube.com/watch?v=TzR6GkfTBYQ&list=PLWrLel4u0C80hJ8izacfzwrZcNEes0irH
3/ http://www.lcr-lagauche.org/plus-de-renouvelables-ou-moins-demissions/

161 personas de 26 países firman el "Manifiesto de la Geografía por el Yasuní"

Rebelion
El manifiesto "el 1 por 1000 no existe en el territorio" se propone derrumbar el principal sofisma que sostiene el discurso del presidente Rafael Correa para la explotación petrolera en el Yasuní-ITT, que mantiene que se explotará sólo el uno por mil del Parque Nacional Yasuní en el bloque 43, y por ello la afectación será mínima.

El manifiesto expone que el uno por mil es una "simplificación de una realidad compleja" porque la explotación petrolera no solo implica el espacio físico de las infraestructuras, sino que reúne distintos impactos de distintas dimensiones en un lugar extremadamente sensible. La supuesta fiabilidad absoluta de la técnica que argumenta el gobierno ecuatoriano se basa en un uso "ideológico de la técnica", lo que "solapa cualquier debate democrático" indica el texto. El manifiesta recuerda además que el Yasuní-ITT es el territorio de los pueblos en aislamiento Tagaeri-Taromenani, y que la explotación petrolera implicaría un alto riesgo de etnocidio y la violación de la Constitución de Ecuador.

El texto fue firmado por intelectuales y activistas de 26 países en concreto de México, Venezuela, Colombia, Ecuador, Brasil, Argentina, Chile, Estados Unidos, Canadá, Nigeria, Suráfrica, India, China, Australia, Portugal, Grecia, Alemania, Suiza, Italia, Reino Unido, España, Suecia, República Checa, Holanda, Irlanda y Turquía.

Podemos encontrar personas vinculadas directamente a la geografía como el brasileño Carlos Walter Porto Gonçalves, premio Casa de las Américas vinculado a la lucha de Chico Mendes, la argentina Ana María Liberali, presidenta del Centro Humboldt, o el italiano Massimo de Marchi de la Universidad de Padova con numerosas investigaciones sobre el Yasuní. Otras personas firmantes vinculadas a los estudios territoriales son Boaventura de Sousa Santos de la Universidad de Coimbra, la activista canadiense Sara Koopman, el escritor inglés Raj Patel o Joan Martínez Alier del ICTA.

Entre las personas de Ecuador encontramos al Decano de la Facultad de Geología de la Universidad Politécnica Pablo Duque, a Pablo Ospina de la Universidad Andina Simón Bolívar o los docentes de FLACSO Lisset Coba, Pere Ariza, Ivette Vallejo o Luciano Martínez, junto con líderes barriales urbanos como Pablo Cornejo, feministas como Lucía Pérez o Nancy Carrión, o ecologistas como la antropóloga Daniela Ochoa.

El manifiesto fue lanzado hace un mes y ha recabado estos apoyos en unas semanas, para visibilizar la necesidad de un debate profundamente democrático que no esté basado en mitos técnico-territoriales propios de la forma de entender el espacio del capital trasnacional que niega los derechos de los pueblos y la naturaleza. Los firmantes consideran que "las soluciones pasan por cuestionarse este modelo hegemónico de desarrollo y de la restitución de la deuda histórica contraída por un sistema capitalista global y sus clases dominantes en Ecuador y el resto del mundo".

Manifiesto completo y listado de firmantes en el siguiente enlace: http://geografiacriticaecuador.wordpress.com/2014/04/09/manifiesto-de-la-geografia-por-el-yasuni-el-1x1000-no-existe-en-el-territorio/

Colectivo de Geografía Crítica de Ecuador, Geografiando para la Resistencia.

161 personas de 26 países firman el "Manifiesto de la Geografía por el Yasuní"

Rebelion
El manifiesto "el 1 por 1000 no existe en el territorio" se propone derrumbar el principal sofisma que sostiene el discurso del presidente Rafael Correa para la explotación petrolera en el Yasuní-ITT, que mantiene que se explotará sólo el uno por mil del Parque Nacional Yasuní en el bloque 43, y por ello la afectación será mínima.

El manifiesto expone que el uno por mil es una "simplificación de una realidad compleja" porque la explotación petrolera no solo implica el espacio físico de las infraestructuras, sino que reúne distintos impactos de distintas dimensiones en un lugar extremadamente sensible. La supuesta fiabilidad absoluta de la técnica que argumenta el gobierno ecuatoriano se basa en un uso "ideológico de la técnica", lo que "solapa cualquier debate democrático" indica el texto. El manifiesta recuerda además que el Yasuní-ITT es el territorio de los pueblos en aislamiento Tagaeri-Taromenani, y que la explotación petrolera implicaría un alto riesgo de etnocidio y la violación de la Constitución de Ecuador.

El texto fue firmado por intelectuales y activistas de 26 países en concreto de México, Venezuela, Colombia, Ecuador, Brasil, Argentina, Chile, Estados Unidos, Canadá, Nigeria, Suráfrica, India, China, Australia, Portugal, Grecia, Alemania, Suiza, Italia, Reino Unido, España, Suecia, República Checa, Holanda, Irlanda y Turquía.

Podemos encontrar personas vinculadas directamente a la geografía como el brasileño Carlos Walter Porto Gonçalves, premio Casa de las Américas vinculado a la lucha de Chico Mendes, la argentina Ana María Liberali, presidenta del Centro Humboldt, o el italiano Massimo de Marchi de la Universidad de Padova con numerosas investigaciones sobre el Yasuní. Otras personas firmantes vinculadas a los estudios territoriales son Boaventura de Sousa Santos de la Universidad de Coimbra, la activista canadiense Sara Koopman, el escritor inglés Raj Patel o Joan Martínez Alier del ICTA.

Entre las personas de Ecuador encontramos al Decano de la Facultad de Geología de la Universidad Politécnica Pablo Duque, a Pablo Ospina de la Universidad Andina Simón Bolívar o los docentes de FLACSO Lisset Coba, Pere Ariza, Ivette Vallejo o Luciano Martínez, junto con líderes barriales urbanos como Pablo Cornejo, feministas como Lucía Pérez o Nancy Carrión, o ecologistas como la antropóloga Daniela Ochoa.

El manifiesto fue lanzado hace un mes y ha recabado estos apoyos en unas semanas, para visibilizar la necesidad de un debate profundamente democrático que no esté basado en mitos técnico-territoriales propios de la forma de entender el espacio del capital trasnacional que niega los derechos de los pueblos y la naturaleza. Los firmantes consideran que "las soluciones pasan por cuestionarse este modelo hegemónico de desarrollo y de la restitución de la deuda histórica contraída por un sistema capitalista global y sus clases dominantes en Ecuador y el resto del mundo".

Manifiesto completo y listado de firmantes en el siguiente enlace: http://geografiacriticaecuador.wordpress.com/2014/04/09/manifiesto-de-la-geografia-por-el-yasuni-el-1x1000-no-existe-en-el-territorio/

Colectivo de Geografía Crítica de Ecuador, Geografiando para la Resistencia.

Productos químicos cancerígenos envenenan a trabajadores chinos que trabajan para Apple y otras grandes compañías

Tecnología tóxica

Asia Times Online

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Ming Kunpeng fue a trabajar para ASM Pacific Technology –proveedor de chips para Apple– cuando tenía 19 años. Al tener que trabajar a diario con el conocido cancerígeno benceno sin capacitación adecuada o equipo protector, el joven trabajador cayó enfermo a los 22 años. Los médicos finalmente le diagnosticaron una leucemia ocupacional.
Después de una disputa de un año, ASM Pacific Technology aceptó compensar a Ming por su enfermedad, pero la indemnización fue insuficiente para cubrir la atención necesaria. El 28 de diciembre de 2013 el joven se convirtió en uno de los casos muy publicitados de suicidio de trabajadores electrónicos chinos.
Se suicidó saltando desde lo alto del hospital en el que recibía tratamiento.
La historia de Ming solo es una de muchas detalladas en el nuevo breve documental de las cineastas Heather White y Lynn ZhangWho Pays the Price? The Human Cost of Electronics [¿Quién paga el precio? El coste humano de la electrónica].
En su cinta, White y Zhang exploran el uso de productos tóxicos peligrosos en las fábricas chinas. Se concentran en los efectos de esos productos químicos sobre los millones de trabajadores expuestos mientras producen iPhones, iPads, y otros artefactos electrónicos de los cuales los consumidores globales han llegado a depender.
Considerando que tres cuartos de toda la población del planeta tiene ahora acceso a un teléfono celular, la dimensión de este problema es inmensa. Aproximadamente la mitad de estos artefactos se hacen en China, donde el benceno cancerígeno (prohibido como disolvente industrial en muchos países) está permitido y donde a menudo los empleadores no suministran a los trabajadores equipos de protección adecuados. Las fábricas de productos electrónicos utilizan toxinas reproductivas como toluol y también neurotoxinas como n-hexano.
“He pasado por 28 tratamientos de quimioterapia”, dice Yi Yeting, un trabajador industrial chino envenenado con benceno, que comparte su historia en la cinta ¿Quién paga el precio? “Me duelen mucho los huesos. Parece como si tuviera miles de hormigas mordiendo mis entrañas.”
A medida que aumenta la demanda de productos electrónicos baratos, evidentemente los trabajadores pagan el precio. Según las propias estadísticas del Gobierno chino, un trabajador resulta envenenado por productos químicos tóxicos cada cinco horas, la mayoría por benceno.
Afortunadamente hay alternativas.
El Secretariado Químico Internacional, una organización sin fines de lucro con base en Suecia, suministra a las compañías sustitutos de productos químicos tóxicos en su lista “Sustitúyalo ahora”. La lista detalla 626 productos químicos dañinos para la salud humana y provee alternativas, como el ciclohexano y el heptano, disolventes más seguros similares al benceno.
Los expertos en toxicología familiarizados con kis procedimientos de las fábricas chinas han estimado que las compañías de teléfonos inteligentes podrían reemplazar el benceno con disolventes más seguros por menos de 1 dólar por teléfono. Con compañías como Apple, que obtuvo ganancias de 37.000 millones de dólares en 2013, los fabricantes de artículos electrónicos pueden permitirse el lujo de dar pasos semejantes para proteger las vidas de los trabajadores.
“Queremos que las marcas de fábrica asuman la responsabilidad de las condiciones de trabajo de las fábricas de sus proveedores”, dice Pauline Overeem, coordinadora de redes de GoodElectronics, una organización internacional sin fines de lucro que trabaja para limpiar la cadena de suministro de artefactos electrónicos. “Prohibir el benceno es parte de eso”.
En el verano de 2013, Apple reveló una nueva campaña de anuncios llamada “Nuestra firma”.
Sobre secuencias de consumidores felices que gozan con sus productos Apple escuchando música, sacando fotografías, estudiando en la escuela, y chateando por video con amigos, una reconfortante voz grabada dice: “Esto es lo que importa: la experiencia de un producto. ¿Cómo hace sentir a alguien? ¿Mejorará la vida?”
Apple debería preguntar a trabajadores como Yi Yeting cómo se sienten al trabajar con benceno y la compañía debería haber preguntado a Ming Kunpeng si los productos de Apple hacen que su vida sea mejor.
Las compañías de productos electrónicos deben responsabilizarse de las fábricas de sus proveedores, no importa dónde decidan hacer sus productos. Tienen que detener hoy mismo el uso de benceno y otros productos químicos peligrosos que dañan la salud humana.
Publicado originalmente en OtherWords.
Fuente: http://www.atimes.com/atimes/Global_Economy/GECON-01-160514.html
rCR

¿La agricultura campesina y ecológica puede alimentar al mundo?

Mircoles 21 de mayo de 2014
Esther Vivas | Público
La población mundial, se calcula, llegará en 2050 a los 9.600 millones de habitantes, según un informe de las Naciones Unidas. Lo que significa, 2.400 millones más de bocas que alimentar. Ante estas cifras, se extiende un discurso oficial que afirma que para dar de comer a tantísimas personas es imprescindible producir más. Sin embargo, es necesario preguntarnos: ¿Hoy falta comida? ¿Se cultiva bastante para toda la humanidad?
Actualmente, en el mundo, “se producen alimentos suficientes para dar de comer hasta 12 mil millones de personas, según datos de la FAO”, afirmaba Jean Ziegler, relator especial de las Naciones Unidas para el derecho a la alimentación entre los años 2000 y 2008. Y recordemos que el planeta, lo habitan 7.000 millones. A parte, cada día se tiran 1.300 millones de toneladas de comida a escala mundial, un tercio del total que se produce, conforme un estudio de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Según estos datos, de comida no falta.
Las cifras señalan que el problema del hambre no se debe a la escasez de alimentos, a pesar de que algunos se empeñen en afirmar todo lo contrario. El mismo Jean Ziegler lo decía: “Las causas del hambre son provocadas por el hombre. Se trata de un problema de acceso, no de sobrepoblación o subproducción”. En definitiva, es una cuestión de falta de democracia en las políticas agrícolas y alimentarias. De hecho, en la actualidad, se estima que casi una de cada ocho personas en el mundo pasa hambre, según datos de la FAO. La aberración del hambruna actual es que se da en un planeta de la abundancia de comida. Entonces, ¿por qué hay hambre? Porqué muchas personas no pueden pagar el precio cada día más caro de los comestibles, ya sea aquí o en los países del Sur. Los alimentos se han convertido en una mercancía y si no puedes costearlos antes se tiran que darlos para comer. Del mismo modo, no sólo se producen cereales para alimentar a las personas sino, también, para los coches, como los agrocombustibles, y para los animales, la cría de los cuales necesita de mucha más energía y recursos naturales que si se alimenta, con dichos cereales, directamente a personas. Se elabora comida, pero una gran cantidad de la misma no acaba en nuestro estómago. El sistema de producción, distribución y consumo de alimentos está diseñado únicamente para dar dinero a aquellas empresas del agronegocio que monopolizan de origen a fin la cadena agroalimentaria. He aquí, la causa del hambre. Por consiguiente, ¿por qué algunos siguen insistiendo en que hay que producir más? ¿Por qué nos dicen que hace falta una agricultura industrial, intensiva y transgénica que nos permita alimentar al conjunto de la población? Nos quieren hacer creer que las causas del hambre serán la solución, pero esto es falso. Más agricultura industrial, más agricultura transgénica, como ya se ha demostrado, significan más hambre. Hay mucho en juego, cuando hablamos de comida. Las grandes empresas del sector lo saben bien. De aquí que el discurso hegemónico, dominante, nos diga que ellas tienen la solución a la hambruna mundial, cuando en realidad son quienes, con sus políticas, la provocan.
Otro paradigma agroalimentario
Visto lo visto, ¿qué podemos hacer? ¿Qué alternativas hay? Si queremos comer todos y comer bien, es necesario apostar por otro modelo de alimentación y agricultura. Antes, afirmábamos, que ahora hay comida suficiente para todo el mundo. Esto es así, con una dieta diferente, con mucho menos consumo de carne que la dieta occidental actual. Nuestra “adicción” a la carne, hace que necesitemos mucha más agua, cereales y energía para producir comida, para cebar el ganado, que si nuestra dieta fuese más vegetariana. Se calcula, según el Atlas de la Carne, que 1/3 de las tierras de cultivo y un 40% de la producción de cereales en el mundo se destina a alimentarlos. Hacer compatible, la vida humana con los límites y recursos finitos del planeta tierra pasa, también, por cuestionarnos qué comemos.
A parte, otro tema se plantea, si se propone prescindir de una producción de alimentos industrial, intensiva, transgénica, ¿qué alternativa tenemos? ¿La agricultura campesina y ecológica puede alimentar al mundo? Cada vez son más la voces que dicen que “sí”. Una de las más reconocidas es la de Olivier de Schutter, relator especial de las Naciones Unidas para el derecho a la alimentación entre los años 2008 y 2014, quien afirmaba, en su informe “La agroecología y el derecho a la alimentación”, presentado en marzo del 2011, que “los agricultores pequeños podrían duplicar la producción de alimentos en una década si utilizaran métodos productivos ecológicos” y añadía “se hace imperioso aplicar la agroecología, para poner fin a las crisis alimentarias y ayudar a afrontar los retos vinculados a la pobreza y al cambio climático”.
Según de Schutter, la agricultura campesina y ecológica es más productiva y eficiente y garantiza mejor la seguridad alimentaria de las personas que la agricultura industrial: “La evidencia científica demuestra que la agroecología supera al uso de los fertilizantes químicos en el fomento de la producción de alimentos, sobre todo en los entornos desfavorables donde viven los más pobres”. El informe “La agroecología y el derecho a la alimentación”, a partir de la sistematización de datos de varios estudios de campo, lo dejaba claro: “En diversas regiones se han desarrollado y probado con excelentes resultados técnicas muy variadas basadas en la perspectiva agroecológica. (…) Tales técnicas, que conservan recursos y utilizan pocos insumos externos, tienen un potencial demostrado para mejorar significativamente los rendimientos”.
Uno de los principales estudios, dirigido por Jules Pretty, y citado en dicho informe de la ONU, analizaba el impacto de la agricultura sostenible, ecológica y campesina en 286 proyectos de 57 países pobres, en un total de 37 millones de hectáreas (el 3% de la superficie cultivada en países en desarrollo), y sus conclusiones no dejaban lugar a dudas: la productividad de estas tierras, gracias a la agroecología, aumentó en un 79% y la producción media de alimentos por hogar creció en 1,7 toneladas anuales (hasta un 73%). Posteriormente, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) tomaron de nuevo estos datos para analizar el impacto de la agricultura ecológica y campesina específicamente en los países africanos. Los resultados aún fueron mejores: el aumento medio de las cosechas en los proyectos en África fue del 116% y en África Oriental del 128%. Otros estudios científicos, citados en el informe “La agroecología y el derecho a la alimentación”, llegaban a las mismas conclusiones.
Además, la agricultura ecológica y campesina no solo es altamente productiva, e incluso más que la agricultura industrial, especialmente en los países empobrecidos, sino que, como afirmaban los estudios anteriormente citados, cuida de los ecosistemas, permite “contener e invertir la tendencia en la pérdida de especies y la erosión genética” y aumenta la resiliencia al cambio climático. Asimismo, da mayor autonomía al campesinado: “Al mejorar la fertilidad de la producción agrícola, la agroecología reduce la dependencia de los agricultores de los insumos externos y de las subvenciones estatales”.
Más apoyos
Otro importante informe que apunta en esta dirección son las conclusiones a las que llegó un de los principales procesos intergubernamentales que se hayan llevado a cabo para evaluar la eficacia de las políticas agrícolas: la Evaluación Internacional del papel del Conocimiento, la Ciencia y la Tecnología en el Desarrollo Agrícola (IAASTD, en sus siglas en inglés). Una iniciativa impulsada, en un primer momento, por el Banco Mundial y la FAO, y que contó con su patrocinio y el de otras organizaciones internacionales como el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM), el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el PNUMA, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El objetivo de dicho proceso era evaluar el papel del conocimiento, la ciencia y la tecnología agrícola en la reducción del hambre y la pobreza en el mundo, la mejora de los medios de subsistencia en las zonas rurales y la promoción de un desarrollo ambiental, social y económico sostenible. La evaluación, que se llevó a cabo entre los años 2005 y 2007, contó con una dirección integrada por representantes de gobiernos, ONGs, grupos de productores y consumidores, entidades privadas y organizaciones internacionales, con un claro equilibrio geográfico, quienes escogieron a 400 expertos mundiales para que llevaran a cabo dicho estudio, que incluía una evaluación mundial y cinco de regionales.
Sus conclusiones marcaron un punto de inflexión, ya que por primera vez un proceso intergubernamental de estas características, y patrocinado por dichas instituciones, realizaba una apuesta clara y firme por la agricultura ecológica y señalaba su alta productividad. En concreto, el informe afirmaba que “el aumento y el fortalecimiento de los conocimientos, la ciencia y la tecnología agrícola orientados a las ciencias agroecológicas contribuirán a resolver cuestiones ambientales, al tiempo que se mantiene y aumenta la productividad”.
Asimismo, consideraban que la agricultura ecológica era una alternativa real y viable a la agricultura industrial, que garantizaba mejor la seguridad alimentaria de las personas y que era capaz de revertir el negativo impacto medioambiental de esta última. El informe decía: “La huella ecológica de la agricultura industrial es ya demasiado grande como para ignorarla (…). Las políticas que promueven una adopción más rápida de soluciones de eficacia (…) para la mitigación y la adaptación al cambio climático pueden contribuir a frenar o invertir esta tendencia y, al mismo tiempo, mantener una adecuada producción de alimentos. Las políticas que promueven prácticas agrícolas sostenibles (…) estimulan una mayor innovación tecnológica, como la agroecología y la agricultura orgánica para aliviar la pobreza y mejorar la seguridad alimentaria”.
Los resultados del IAASTD consideraban, igualmente, a la agricultura industrial e intensiva como generadora de “inequidades”, la acusaban del “manejo insostenible del suelo o el agua” y de prácticas basadas en la “explotación laboral”. La evaluación concluía que “las variedades de cultivos de alto rendimiento, los productos agroquímicos y la mecanización han beneficiado principalmente a los grupos dotados de mayores recursos de la sociedad y a las corporaciones transnacionales, y no a los más vulnerables”. Unas afirmaciones inauditas, hasta el momento, en el panorama internacional por parte de instituciones y gobiernos.
Este informe, con dichas conclusiones, fue aprobado por las autoridades de 58 países en una asamblea plenaria intergubernamental, en abril de 2008, en Johannesburgo, quienes mostraron su acuerdo y avalaron los resultados. Estados Unidos, Canadá y Australia, por su parte, y como no nos sorprenderá, se negaron a suscribir esta evaluación y mostraron reservas y disconformidades a la totalidad.
En conclusión
Los informes de Olivier de Schutter, relator especial de las Naciones Unidas para el derecho a la alimentación, y del IAASTD señalan sin ambigüedades la alta capacidad productiva de la agricultura campesina y ecológica, igual o superior, dependiendo del contexto, a la agricultura industrial. Al mismo tiempo, consideran que ésta permite un mayor acceso a los alimentos por parte de las personas, al apostar por una producción y una comercialización local, y además, con sus prácticas, respeta, conserva y mantiene la naturaleza. El “mantra” de que la agricultura industrial es la más productiva y la única que puede dar de comer a la humanidad, se demuestra, en base a estos estudios, totalmente falso.
En realidad, no solo la agricultura campesina y ecológica puede alimentar al mundo sino que es la única capaz de hacerlo. No se trata de un retorno romántico al pasado ni de una idea bucólica del campo sino de hacer confluir los métodos campesinos de ayer con los saberes del mañana y democratizar radicalmente el sistema agroalimentario. . @esthervivas |facebook.com/esthervivas| www.esthervivas.com

jueves, 1 de mayo de 2014

Editorial

Fallo problemático
Por: Elespectador.com
Una seguidilla de interpretaciones ha dejado el fallo —el comunicado, en realidad, como es la costumbre— de la Corte Constitucional que habla de temas tan profundos como la injerencia que tienen los territorios y los pobladores locales de Colombia frente a los proyectos mineros que se adelantan bajo una de las llamadas locomotoras de la prosperidad.

Tan vastos y de gran calado los temas como sencilla y problemática la respuesta de la Corte: declaró válido un artículo del Código de Minas que prohíbe a las entidades territoriales declarar zonas que queden temporal o permanentemente excluidas de la minería. Así no más. ¿Y la protección del medio ambiente, por ejemplo, un interés de mayor valor constitucional que la minería, que no tiene ninguno? Y por ese mismo boquete: ¿en qué quedan las consultas populares que se han realizado en varios municipios y que se han negado a que en sus territorios se hagan proyectos mineros para proteger algo tan fundamental como, por ejemplo, el agua? ¿En nada?

Es confuso. Lo primero que hay que decir es que no todo el panorama es tan oscuro. La Corte condiciona el fallo a una interpretación extensiva: dice que el artículo vale, siempre y cuando se tenga como base normativa que las entidades del nivel nacional coordinen con las del local cómo es que van a proteger el medio ambiente. Eso tiene que ver, por supuesto, con el fundamento constitucional de que ambos órdenes deben coexistir en un ambiente de coordinación y cooperación mutuos.

Sin embargo, la ley es la ley. ¿Cómo, en lo cotidiano, un habitante va a saber esta compleja declaratoria de exequibilidad condicionada del sentido del fallo de la Corte Constitucional? ¿Cómo le comunicamos de forma más expresa que un artículo de una ley contempla en su espíritu que él sí tiene un derecho a decidir, muy a pesar de que la norma dice expresamente que la determinación corresponde al Gobierno Nacional?
Todo esto se hace más difícil cuando la Procuraduría General de la Nación manda a sus alfiles a expedir comunicados diciendo que los alcaldes no tienen ningún rango de decisión a la hora de convocar una consulta popular. ¿Desde cuándo no? ¿De repente se volvió inviable ese derecho fundamental de que los ciudadanos participen en las decisiones que los afectan? Porque, más que el presidente de la República desde su despacho, son los pobladores los que saben de sus asuntos más inmediatos. Ese desapego con las realidades locales y la creencia de que pueden ser resueltas de un plumazo desde la capital es una tendencia lamentable.

Lo cierto es que, pese a todo este enredo, las consultas populares sí pueden tener cierto tipo de viabilidad. Con un poco de conocimiento institucional, bajo esta ley declarada válida, podría sacarse un provecho positivo para esta democracia. Decía César Rodríguez en las páginas de este diario que las consultas podrían sentar una posición obligatoria para las autoridades locales y que luego éstas defenderán los intereses de la comunidad con las del orden nacional. Así como la protección del medio ambiente. De esta forma se institucionaliza más la cosa, sí, pero todo el entendimiento del asunto se vuelve más largo. Y la posibilidad de pasar por encima de quienes menos poder tienen, mucho mayor.

Ojalá esto dé pie para un conocimiento más amplio de derechos y posibilidades dentro de la institucionalidad. Ojalá no se preste para malas interpretaciones o para que la gente no tenga injerencia en estos asuntos, para que crezca la apatía ciudadana porque se le cierran las puertas a su influencia, de por sí limitada. No puede ser un gol de la minería. Si vamos a hacer esto, pues hagámoslo bien.
El Espectador III 13 2014