miércoles, 30 de mayo de 2012

“Los países latinoamericanos siguen pagando el doble de lo que cuesta la energía renovable en Europa”

Entrevista con el ingeniero alemán Björn Pieprzyk, de la Federación Alemana de Energía Renovable.


IPS

Las fuentes limpias son agentes clave para combatir el cambio climático y desarrollar una economía más verde, sostiene Pieprzyk, de la Federación Alemana de Energía Renovable (BEE por sus siglas en alemán). Para 2050, Alemania debe ser capaz de satisfacer toda su demanda energética con fuentes renovables, según Pieprzyk, entrevistado por Tierramérica en Río de Janeiro, en una de las numerosas actividades previas a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible (Río+20), que se desarrollará en junio en esta ciudad de Brasil.

Esa es la meta de la BEE, una entidad fundada en 1991 a la que pertenecen 22 asociaciones de energía hidráulica, solar, eólica, de biomasa y geotérmica, integradas por más 33.000 personas y empresas. Pero se necesita una transición de la matriz energética actual, basada en el consumo de hidrocarburos (carbón, gas y petróleo), hacia esas fuentes limpias. Para eso hay que cortar los subsidios a los combustibles fósiles y a la generación nuclear, sostiene Pieprzyk, cofundador de la consultora Energy Research Architecture.
Pregunta: ¿Cómo ve la discusión sobre energías renovables en el contexto de la cumbre Río+20?
BJÖRN PIEPRZYK: El desarrollo en los últimos 20 años mostró que las energías renovables son un importante factor para la protección del clima. Para seguir este rumbo necesitamos una transición del actual sistema energético y una planificación para cortar subsidios a las fuentes fósiles y a la atómica y garantizar incentivos para las renovables.

Y se requieren modelos de monitoreo de los costos reales de producción de las fuentes fósiles. Espero que a partir de Río+20 se implementen patrones de sustentabilidad, es decir condiciones claras para el desarrollo de las energías renovables como una parte importante del proceso.

P: ¿Cuál es el potencial de las renovables en Alemania?
BP: Las energías renovables incluyen las que provienen del sol, del viento (eólica), de la biomasa (aprovechamiento de materia orgánica) y del agua (hidroelectricidad), entre otras.
En Alemania, las renovables constituyen 12 por ciento de la matriz energética: aportan 20 por ciento de la generación eléctrica, nueve por ciento de la calefacción y seis por ciento de los combustibles. Aún es un porcentaje pequeño si lo comparamos con las fuentes fósiles. Sin embargo, las potencialidades son muy altas, especialmente en el segmento solar, pero también en biocombustibles e hidroelectricidad. En un período de 40 años, en 2050, podremos cubrir 100 por ciento de la demanda energética. Ese es el objetivo de la BEE, si bien la población y el gobierno son menos optimistas y creen que para ese año se llegará a 50 por ciento.

P: ¿Hoy en día las renovables son viables económicamente?
BP: En los últimos 10 años el costo de la eólica y de la solar se redujo rápidamente en Alemania. Hoy los costos de generación eléctrica con esas fuentes están muy próximos a los de los combustibles fósiles. Y los planes de desarrollo nuclear son mucho más costosos.
Según la trayectoria actual de costos, en 2013, generar energía solar en los hogares será aún más barato que lo que están pagando hoy las familias por la electricidad convencional. Una vivienda familiar paga el equivalente a 32 centavos de dólar por kilovatio/hora. El precio de la energía solar es incluso menor que este valor. En poco tiempo esta fuente será muy competitiva.

P: ¿Los demás países de la Unión Europea (UE) se adhieren a esta tendencia de sustituir la energía fósil?
BP: Alemania está al frente, pero otros países están siguiendo este camino, y muchos de ellos tienen mejores condiciones y recursos para desarrollar el sector, como Gran Bretaña e Irlanda, que tienen más sol en el sur. Es posible que Europa siga esta trayectoria y alcance algunas metas en la próxima década. Pero el sector eléctrico necesita más incentivos legales y políticos.

P: ¿Cómo incide la crisis económica que vive la UE?
BP: En Alemania las inversiones en el sector permanecen estables, si bien hay planes de cortar los apoyos a la energía solar. En todo el país hay mucha creación de empleos descentralizados. Es un área prioritaria, y grandes empresas, como Siemens, están obteniendo buenas ganancias.
El sector privado está invirtiendo unos 25.000 millones de euros por año (33.000 millones de dólares), y el gobierno tiene programas de apoyo para la instalación de sistemas de calefacción que no llegan a los 500 millones de euros (660 millones de dólares). Casi todo el dinero viene de las empresas. Con este desarrollo, tanto mi país como Europa pueden reducir su dependencia de la importación de energía, crear más puestos de trabajo y promover el crecimiento económico.
El problema se da cuando los gobiernos reaccionan como en España e Italia, cortando el apoyo estatal y los estímulos legales que son importantes en un momento en que las fuentes renovables están tan cerca de volverse competitivas.

P: ¿Cómo ve las energías renovables en países emergentes como Brasil?
BP: Brasil tradicionalmente tiene mucha experiencia en el uso de hidroelectricidad y de biomasa para producir combustibles, como etanol. Tiene liderazgo en este sector y ahora empieza a producir energía eólica y solar. Hay una ventaja, pues estas dos fuentes ya tienen costos mucho más bajos que 10 años atrás tanto para los hogares y las empresas como para toda la economía. Hay una gran oportunidad para que Brasil aumente la proporción de renovables muy rápidamente, usando nuevas tecnologías.
Sin embargo, los países latinoamericanos siguen pagando el doble de lo que cuesta la energía renovable en Europa. Hay varias razones, por ejemplo que es un mercado nuevo. Ahora mismo hay negociaciones para instalar nuevos parques eólicos en Brasil que pueden generar electricidad a un costo de entre seis y siete centavos de dólar el kilovatio/hora. Pero para que las empresas inviertan se necesitan estructuras claras para energía renovable y condiciones estables para las inversiones.

Fuente: http://periodismohumano.com/sociedad/medio-ambiente/el-remedio-es-renovable.html

martes, 29 de mayo de 2012

Un fraude llamado “locomotora minera”


Freddy Cante

Agencia Prensa Rural


El Estado se está convirtiendo en cómplice de los nuevos conquistadores ante un país que ve crecer rápidamente sus exportaciones, pero no percibe avances en la distribución de esos enormes ingresos: las regalías sólo han sido un factor de distracción.


“Los españoles descubrieron América hace 500 años y los canadienses descubrieron Colombia hace 10. De lo que estamos muy contentos”.

Juan Carlos Echeverry, Ministro de Hacienda


“Con criterios objetivos se asignarán títulos mineros a quienes realmente tengan la idoneidad y la capacidad técnica y económica para explotar los recursos, bajo estándares de responsabilidad social y ambiental”.

Mauricio Cárdenas
, Ministro de Minas y Energía


“Hacer minería con responsabilidad ambiental es posible y no se debe caer en el falso dilema de minería o medio ambiente…”  
Claudia Jiménez, Directora Ejecutiva, Minería a Gran Escala



Gracias a los buenos oficios de funcionarios como los citados, estamos pasando rápidamente de la extracción gota a gota — la minería artesanal, ínfimamente productiva— a la avalancha de minerales hacia los mercados internacionales: la extracción en el menor tiempo posible de nuestro potencial energético agotable.


La metáfora de la locomotora aplica al sector transformador o secundario y se asocia con la revolución industrial. Las locomotoras se mueven por conversión de energía térmica en movimiento mecánico. Esto no sería posible sin el combustible que se deriva de recursos naturales como la madera, el agua o los minerales.

Como cinco siglos atrás, gran parte de nuestra economía está hoy anclada en actividades extractivas. La misma lógica aplica a otras fuentes energéticas, como el uso del agua para producir electricidad y el uso de vegetales para alimentar motores.

El país se está convirtiendo en una enorme despensa o cantera para proveer minerales que —transformados por otros más vivos en combustibles— serán usados para mover las verdaderas locomotoras del mundo industrializado.


Recursos que se agotan

El proceso económico no es circular: más bien implica el desgaste creciente de los recursos naturales. Estamos abocados a una transformación continuada e irrevocable de baja en alta entropía. Para Roegen [1], por ejemplo, existen límites al desarrollo económico que deben guiar las decisiones sobre la intensidad de la explotación de recursos minerales agotables. Antes de tomar tales decisiones se necesita discutir seriamente acerca de problemas como los siguientes:

Aunque “… la energía no se crea ni se destruye, sólo se transforma... En el universo hay una degradación cualitativa continua e irrevocable de energía libre en energía independiente (o desordenada y caótica). Esta degradación abarca todo lo existente, incluso aquello que no ha sido alterado por el trabajo humano”.

Existe un límite cierto e inexorable de las reservas de recursos de baja entropía. La energía libre no puede utilizarse más de una vez. Entonces, la dotación de energía de la humanidad se extinguirá inexorablemente – y aun suponiendo una población constante (sin la abrumadora explosión demográfica) y un flujo constante per cápita de recursos mineros extraídos.

El progreso tecnológico —la continua revolución industrial— ha significado un largo proceso de intensificación en el uso de la energía del Planeta: desde la fuente de baja entropía más abundante —la radiación solar que hace posible la agricultura — a la menos abundante —recursos minerales que más tarde se queman en la industria—.

Sin los flujos de la agricultura y la minería no habría producción industrial (y viceversa). No obstante el ritmo al que llegan los recursos agrícolas y minerales a la industria limita la producción humana.


La industrialización y la minería causan perjuicios ambientales inevitables:


La contaminación: el proceso económico transforma la baja entropía en desechos, muchos de ellos nocivos, y causa el sobrecalentamiento global mediante la combustión de maderas y de petróleo;

El despliegue de energías destructivas como la energía nuclear, ya sea para fines bélicos o para generar energía supuestamente limpia;

La extracción de recursos minerales y los usos del agua para hidroeléctricas alteran la naturaleza, como la extirpación de un órgano afecta el desempeño de un organismo vivo.


Un fraude doble

Los fundadores de la teoría económica —Smith, Ricardo, Malthus y Marx— establecieron la existencia de tres fuentes de ingresos, correspondientes a tres clases sociales distintas: el trabajo, el capital y la renta. La economía y las empresas requieren trabajadores, maquinarias y recursos naturales.

El trabajo —ya sea simple o complejo, burdo o calificado— permite transformar el mundo: trasladar los materiales de unos espacios a otros o alterar su forma y composición para producir artículos terminados. También las transformaciones sociales, la política y la organización humana exigen trabajo. El trabajo intelectual, núcleo de una economía terciaria o del conocimiento, se traduce en servicios y en creaciones, en respuestas a interrogantes y solución de problemas que nos ayudan en la transformación del mundo.

El capital equivale a trabajo acumulado en un lapso de tiempo: i. si es capital físico consiste en un acervo de instrumentos (máquinas y herramientas) que surgieron de un trabajo pretérito;

ii. si es capital humano consiste en un conjunto de saber-hacer tecnológico, de habilidades y de conocimientos, y de imaginación que se pueden entender como un trabajo complejo.

El pago por recursos naturales -la “renta de la tierra”- por el contrario, no es producto del trabajo y por eso equivale a un doble robo social:

i. es un subproducto derivado de la propiedad del suelo, originalmente producido por la naturaleza, y pagado al terrateniente por permitir el acceso y el uso de los poderes o servicios o energías productivos del suelo;

ii. esta renta aumenta de manera sostenida, debido a la escasez de tierras de “alta calidad” para usos productivos (calidad que depende sobre todo de la localización y la fertilidad o potencial productivo). Así pues, los rentistas no trabajan; son parásitos que prosperan a medida que aumenta la población y crece la demanda por productos que utilizan recursos naturales.

Prosperidad no democrática

En el contexto colombiano y en el caso de la renta de las minas, el Estado opera como un terrateniente sui generis. Por una parte y en teoría protege o administra la riqueza del subsuelo —que es propiedad de todos—. Por otra parte y en realidad la minería es una fábrica de rentas para explotadores —foráneos en su mayoría— con el respaldo del Estado, a cambio de un humillante goteo de regalías, que ni siquiera se atreve a cobrar en su totalidad (y así lo muestra, por ejemplo, Guillermo Rudas en Razón Pública):

El título para explotar una mina se recibe de manera gratuita o tiene muy bajo costo, pero su dueño disfruta de una renta jugosa, que aumenta cuando suben los precios del mineral o a medida que éste se va volviendo más escaso.

Los ingresos astronómicos (rentas exclusivas) de una firma que tiene derechos para explotar una mina, se derivan del “saber hacer”, de la tecnología que le permite explorar y extraer los recursos minerales. Las grandes compañías mineras manejan recursos “posicionales” (es decir, generadores de rentas) en términos de secretos industriales, de tecnología sofisticada y de capital humano.

El dueño de aquel título puede usar y abusar de su derecho. Como hoy por hoy la minería genera más valor agregado que las demás “improductivas” faenas económicas, el minero puede vulnerar los derechos de otra gente y causar daños sobre bienes públicos como la preservación ambiental, la apacibilidad, el desarrollo agrícola, la preservación cultural y el simple deleite con el paisaje natural.

No hay que olvidar que la queja y la protesta son derechos costosos, al igual que la acción colectiva de las víctimas.

Existe tal asimetría de información que la compañía poseedora de una concesión sabe qué recursos contiene la mina y a qué ritmo los extrae… cosa que ignoran el Estado y el ciudadano de la calle.

El recurso mineral está sujeto a rendimientos decrecientes y a un agotamiento inevitable. Los minerales no son expandibles ni reproducibles, mientras el suelo urbano se puede multiplicar debido a la densificación, la tierra agrícola se puede transformar para hacerla más fértil debido a los abonos, y la mano de obra se puede reproducir gracias a los salarios.

Los recursos minerales líquidos, sólidos o gaseosos emanan de la tierra a manera de una donación. Quien los posee, los toma y los vende al mejor postor y se queda con la parte sustancial de la renta.

Los pocos ingresos derivados del trabajo que implica la actividad extractiva se reparten entre unas pocas decenas de trabajadores muy calificados y bien remunerados (técnicos nacionales o extranjeros) y varios miles de obreros rasos (que extraen, limpian, empacan y transportan dichos materiales) a cambio de bajos salarios y poca seguridad.


Fuente: http://prensarural.org/spip/spip.php?article8274

lunes, 21 de mayo de 2012

Naturaleza, capitalismo y desarrollo depredador


Andrés Mora Ramírez
Barómetro Internacional 


Según el informe Planeta Vivo 2012, la biodiversidad mundial se redujo un 30% desde 1970 a 2008

En el desafío de pensar y proponer un desarrollo alternativo, o mejor aún, “alternativas al desarrollo”, necesariamente debemos apuntar a la construcción de una sociedad y una cultura nuevas, sobre la base de principios y acuerdos sociales que superen el carácter depredador intrínseco al capitalismo y las utopías modernas: esas que vieron en el dominio y sometimiento de la naturaleza a la voluntad del hombre occidental, el trofeo de caza de la superioridad humana en el planeta.

Daniel Janzen, científico estadounidense afincado en nuestro país desde hace casi medio siglo, lanzó una severa advertencia sobre el rumbo equivocado de las políticas públicas y las estrategias de conservación del medio ambiente. En una entrevista publicada por el diario La Nación, el ecólogo afirmó que “en la última década, Costa Rica ha perdido mucho de su iniciativa y energía para la conservación, que era muy evidente entre 1970–2000”. Según Janzen, “la descomposición de la voluntad costarricense es una tragedia casi invisible a su sociedad, en gran parte ciega a lo que es la naturaleza, ciega a lo que tenía y tiene todavía el país (…). La naturaleza de Costa Rica está como decimos en Gringolandia, muriendo de miles de pequeñas heridas en vez de una sola bomba”. En su opinión, una de las causas que explican el deterioro de las áreas silvestres de conservación es que no reciben, para su mantenimiento y resguardo, “la proporción justa de las ganancias que generan al país en bienes y servicios” (La Nación, 15–05–2012).

Aunque no lo dice abiertamente, ni la periodista lo preguntó en su entrevista, de las palabras del científico se deduce una doble crítica: una, la que se dirige contra un modelo de (mal) desarrollo que impacta al medio ambiente, usufructúa de los recursos naturales y que, por su propia lógica de acumulación, distribuye de forma desigual la riqueza generada –por la vía del turismo, fundamentalmente– concentrándola en los sectores y grupos más poderosos de la economía nacional. La otra crítica es la que apunta a la dimensión cultural de ese modelo de (mal) desarrollo, es decir, cómo los valores que lo sustentan y se reproducen desde el sistema educativo, los medios de comunicación y el mundo del trabajo, por citar tres espacios decisivos del campo cultural, transforman la mentalidad colectiva, las aspiraciones individuales y modifican la dinámica de las relaciones entre naturaleza y sociedad, al punto de provocar la descomposición de la voluntad de una nación.

Por supuesto, este no es un problema que afecte solo a Costa Rica, país que se precia de ser un paraíso verde sin ingredientes artificiales, sino que se trata de un fenómeno de alcance global. Los resultados del informe Planeta Vivo 2012, del Fondo Mundial para la Naturaleza, divulgados recientemente, demuestran el carácter depredador del desarrollo moderno–capitalista, en tanto forma específica de organización de los factores de producción, y como expresión y aspiración ideológica dominante en los procesos de cambio social, económico y cultural que experimentamos en las últimas décadas.

De acuerdo con este informe, “la biodiversidad mundial se ha reducido en un 30% en promedio desde 1970 a 2008 y el impacto mayor se ha sufrido en los trópicos, donde la pérdida de biodiversidad llegó a un 60%”. Además, al relacionar el impacto de la actividad económica nacional sobre el medio ambiente y los recursos utilizados en productos importados, los autores del estudio determinaron que “los países ricos tienen de media cinco veces más impacto que los menos desarrollados, pero el mayor declive en biodiversidad lo sufren los países más pobres, que subsidian el estilo de vida de los países ricos” (BBC Mundo, 15–05–2012).

Analizados desde América Latina, estos datos y realidades deberían llevarnos a considerar dos cosas: la primera, que la historia del “progreso” y el “desarrollo” en esta parte del mundo a partir del siglo XVI, con toda su carga de explotación humana y genocidio, y de permanente depredación y degradación ambiental, es también la historia de unos territorios y unos pueblos que, como explica el historiador ambiental panameño Guillermo Castro [1], fueron incorporados muy pronto a las necesidades del desarrollo del capitalismo noratlántico, lo que provocó severas modificaciones del paisaje natural, producto de las demandas económicas del sistema mundo, e introdujo nuevos sentidos culturales que orientaron las relaciones naturaleza-sociedad precisamente en función de aquellas demandas.

Siendo esto así, y dado que la impronta de esa historia sigue vigente en nuestros días, la segunda cuestión a considerar es que en el desafío de pensar y proponer un desarrollo alternativo, o mejor aún, alternativas al desarrollo, necesariamente debemos buscar puntos y caminos de ruptura con el lastre negativo, pernicioso, de ese pasado que nos marca, y al mismo tiempo, apuntar a la construcción de una sociedad y una cultura nuevas, sobre la base de principios y acuerdos sociales que superen el carácter depredador intrínseco al capitalismo y las utopías modernas: esas que vieron en el dominio y sometimiento de la naturaleza a la voluntad del hombre occidental, el trofeo de caza de la superioridad humana en el planeta.

De lo contrario, si profundizamos el actual rumbo del desarrollo, entendido como proceso de acumulación sin fin, exacerbado además por la pulsión del consumo (hoy sabemos que, en promedio, los seres humanos utilizamos más del 50% de los recursos que la Tierra puede generar y regenerar en forma natural y sostenible), nos aproximaremos cada vez más a la imagen con que Franz Hinkelammert ilustraba, hace algunos años, la dramática situación de la especie humana: la de los competidores que “están sentados cada uno sobre la rama de un árbol, cortándola. El más eficiente será aquel que logre cortar la rama sobre la cual se halla sentado con más rapidez" [2].

Enfrentamos un tiempo de decisiones que nos coloca en una disyuntiva trascendental: optar por un cambio civilizatorio para garantizar la continuidad de la vida humana en el planeta o cavar la tumba de nuestra autodestrucción.

http://connuestraamerica.blogspot.com/2012/05/guatemala–ellas–un–simbolo.html Notas:

[1] Al respecto véase: Castro Herrera, Guillermo (1994). Los trabajos de ajuste y combate. Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina. Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura – Casa de las Américas (Cuba).

[2] H inkelammert, Franz (2003). El sujeto y la ley. El retorno del sujeto reprimido. Heredia, C.R: EUNA. Pág. 31.

jueves, 17 de mayo de 2012

Desafíos sociales y ambientales

Frei Betto
Alainet

Un documento divulgado en diciembre del 2011 por el Proyecto Milenio, que monitorea los Objetivos del Milenio establecidos por la ONU, constata que en la última década la mortalidad infantil se redujo a nivel mundial un 30 %; aumentó la escolaridad en la enseñanza media y disminuyeron los conflictos armados.

Los principales problemas globales en la década actual son: los cambios climáticos, la corrupción, el terrorismo y el narcotráfico. En el 2010, el 90 % de los desastres naturales fueron causados por los cambios climáticos, que segaron la vida de 295 mil personas, con un perjuicio económico de US$ 130 mil millones.

En junio el Brasil acogerá, en Rio de Janeiro, la Conferencia de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sustentable (Rio+20). Paralela al acontecimiento oficial se celebrará la Cumbre de los Pueblos, que congrega a los movimientos sociales y ambientales. La discusión será entre la “economía verde”, defendida por los heraldos del neoliberalismo, y la “economía solidaria”, propuesta por quienes creen que no habrá preservación ambiental sin la superación del modelo actual de desarrollo predatorio basado en la acumulación privada de riqueza.

Constata la ONU que, aunque haya habido mejoría en los apartados salud y educación, comparados con las décadas anteriores, todavía hoy cerca de 900 millones de personas carecen de acceso al agua potable, y 2 mil 600 millones no disponen de saneamiento básico (en el Brasil 34.5 millones de personas viven sin ese derecho elemental, según el IPEA).

La desigualdad entre ricos y pobres se profundiza, informa el documento. Más de 900 millones de personas (el 13 % de la población global) sobreviven en extrema pobreza, y apenas 17 millones habrán salido de dicho estado de penuria en el 2015 (véase Banco Mundial, “Estado del futuro 2011”).

El Proyecto Milenio llama la atención acerca de la importancia de promover el desarme, reducir el consumo de energía proveniente de combustibles fósiles y combatir la corrupción y el narcotráfico. La ONU calcula que el crimen organizado mueve anualmente más de US$ 300 mil millones, el doble del presupuesto militar del mundo. Y cálculos del Banco Mundial indican que los sobornos llegan a US$ 100 mil millones por año.

Para el Proyecto Milenio los gobiernos deben poner en práctica medidas educacionales y de transparencia a fin de contener la corrupción. Las familias y las escuelas necesitan inculcar en los más jóvenes el horror a la falta de ética y la autoestima basada en el carácter. Las empresas ya empiezan a premiar con salarios extras a los funcionarios que, en el sistema de llame-denuncie, señalan la corrupción de sus colegas. Y es necesario aumentar el control de la sociedad sobre la administración pública, tal como sucede con la Ficha Limpia en el Brasil.

Para ajustarse a los objetivos del Proyecto Milenio nuestro país clama por reformas: política, judicial, agraria y tantas otras que corrijan los desmadres que todavía imperan, como residuos de una mentalidad colonialista que consideraba ciudadanos sólo a aquellos que tenían propiedades. (Traducción de J.L.Burguet)

Frei Betto es escritor, autor de “El amor fecunda el Universo. Ecología y espiritualidad”, junto con Marcelo Barros. http://www.freibetto.org twitter:@freibetto

Fuente: http://alainet.org/active/54820

jueves, 10 de mayo de 2012

Ibagué (Colombia) Tercer Marcha Carnaval

El próximo 5 de junio en la ciudad de Ibagué, se conmemorará el día del medio ambiente con la tercera marcha carnaval en defensa de la vida, con la que ambientalistas y ciudadanos en general expresaremos nuestro compromiso con el agua y la biodiversidad, así como nuestro rechazo cívico y popular a los proyectos de megamineria que pretenden realizarse en el departamento del Tolima; como el proyecto "la Colosa". 


Invitamos a todas las personas que puedan acompañarnos ese día en la ciudad de Ibagué, o desde sus respectivos lugares para que se movilicen cívicamente en defensa del medio ambiente.

viernes, 4 de mayo de 2012

Se Vende la Naturaleza


Alai-AmLatina


En vísperas de Rio+20 es imprescindible denunciar la nueva ofensiva del capitalismo neoliberal: la mercantilización de la naturaleza. Ya existe el mercado de carbono, establecido por el Protocolo de Kyoto (1997), el cual determina que los países desarrollados, principales contaminadores, reduzcan sus emisiones de gases de efecto estufa en un 5.2 %.

Reducir el volumen de veneno vomitado por esos países a la atmósfera implica reducir las ganancias. Por eso se inventó el crédito del carbono. Una tonelada de dióxido de carbono (CO2) equivale a un crédito de carbono. El país rico o sus empresas, al sobrepasar el límite de contaminación permitida, compra el crédito del país pobre o de sus empresas que todavía no alcanzaron sus respectivos límites de emisión de CO2 y de este modo queda autorizado a emitir gases de efecto estufa. El valor de ese permiso debe ser inferior a la multa que el país rico pagaría, en el caso de que sobrepasara su límite de emisión de CO2.

Pero surge ahora una nueva propuesta: la venta de servicios ambientales. Léase: apropiación y mercantilización de las selvas tropicales, bosques plantados (sembrados por el ser humano) y ecosistemas. Debido a la crisis financiera que afecta a los países desarrollados el capital anda buscando nuevas fuentes de lucro. Al capital industrial (producción) y al capital financiero (especulación) se le suma ahora el capital natural (apropición de la naturaleza), conocido también como economía verde.

La diferencia de los servicios ambientales es que no son prestados por una persona o empresa, sino ofrecidos, gratuitamente, por la naturaleza: agua, alimentos, plantas medicinales, carbono (su absorción y almacenamiento), minerales, madera, etc. La propuesta es poner un basta a dicha gratuidad. En la lógica capitalista el valor de cambio de un bien está por encima de su valor de uso. Por lo cual los bienes naturales deben tener precio.

Los consumidores de los bienes de la naturaleza pasarían a pagar, no sólo por la administración de la "manufactura" del producto (igual que pagamos por el agua que sale por el grifo en casa), sino por el bien mismo. Sucede que la naturaleza no tiene cuenta bancaria para recibir el dinero pagado por los servicios que presta. Los defensores de esta propuesta afirman que, por tanto, alguien o alguna institución debe recibir el pago (el don de la selva o del ecosistema).

Tal propuesta no toma en cuenta a las comunidades que habitan en las selvas. Dice una habitante de la comuidad de Katobo, selva de la República Democrática del Congo: "En la selva recogemos leña, cultivamos alimentos y comemos. La selva proporciona todo: legumbres, toda clase de animales, y eso nos permite vivir bien. Por eso nos sentimos muy felices en nuestra selva, porque nos permite conseguir todo lo que necesitamos. Cuando oímos que la selva puede estar en peligro, eso nos preocupa, porque no podríamos vivir fuera de la selva. Y si alguien nos ordenara salir de la selva, quedaríamos con mucha rabia, porque no podemos imaginar una vida que no sea dentro o cerca de la selva. Cuando plantamos alimentos, tenemos comida, tenemos agricultura, y también caza, y las mujeres recogen mariscos y peces en los ríos. Tenemos diferentes tipos de legumbres, y también plantas comestibles de la selva, y frutas y todo tipo de cosas que comemos, que nos dan fuerza y energía, proteínas, y todo lo que necesitamos".

El comercio de servicios ambientales ignora esa visión de los pueblos de la selva. Se trata de un nuevo mecanismo de mercado, por lo cual la naturaleza es cuantificada en unidades comercializables.

Esta idea, que suena como absurda, surgió en los países industrializados del hemisferio Norte en la década de 1970, cuando se dio la crisis ambiental. Europa y los Estados Unidos comprendieron que los recursos naturales son limitados. La Tierra no tiene forma de ser ampliada. Y está enferma, contaminada y degradada.

Ante esto los ideólogos del capitalismo propusieron valorar los recursos naturales para salvarlos. Calcularon el valor de los servicios ambientales entre US$ 160 mil y 540 mil millones (el PIB mundial, o sea la suma de bienes y servicios, totaliza actualmente US$ 620 mil millones). "Es el momento de reconocer que la naturaleza es la mayor empresa del mundo, trabajando para beneficiar al 100 % de la humanidad, y lo hace de gratis", afirmó Jean-Cristophe Vié, director del Programa de Especies de la IUCN, principal red global para la conservación de la naturaleza, financiada por gobiernos, agencias multilaterales y empresas multinacionales.

En 1969 Garret Hardin publicó el artículo "La tragedia de los comunitarios", para justificar la necesidad de cercar la naturaleza, privatizarla, y garantizar así su preservación. Según el autor, el uso local y gratuito de la naturaleza, como lo hace una tribu indígena, acaba en destrucción (lo que no corresponde a la verdad). La única forma de preservarla para el bien común es volverla administrable por quien tenga competencia, o sea las grandes corporaciones empresariales. He ahí la tesis de la economía verde.

Pero de sobra sabemos cómo enfocan ellas la naturaleza: como mera productora de "commodities". Por lo cual empresas extranjeras compran, en el Brasil, cada vez más tierras, lo que significa una desapropiación mercantil de nuestro territorio. (Traducción de J.L.Burguet)


- Frei Betto es escritor, autor de "El amor fecunda el Universwo. Ecología y espiritualidad", entre otros libros. http://www.freibetto.org/> twitter:@freibetto.
 
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=148894&titular=se-vende-la-naturaleza-