martes, 26 de enero de 2010

¿Cómo puede haber dejado Dios que pase esto?

Por: Gonzalo Palomino Ortíz
Periódico El Nuevo Día. Enero 26 de 2010


Después de nuestro regreso de Yanacocha, Perú, hemos llegado a la conclusión de ser radicales en la oposición a la invasión de las minas, especialmente en las llamadas "de cielo abierto", a impedir a cualquier precio que el planeta muera, ahora, en la locura del cambio climático;

a impedir el avance de las siembras y uso de los biocombustibles en su afán de desplazar las especies que quitan el hambre; a denunciar las formas como las transnacionales matan las agua; definirnos hasta las últimas consecuencias en el compromiso de salvar a la especie humana, como la esencia de la vida en el planeta.


Recemos juntos

Después de meditar la experiencia única -gracias a Pax Christy- de viajar a la Cajamarca del Perú, y caminar el sendero de la muerte de la minería del cianuro, actualizarnos sobre la crisis del cambio climático, mirar todas nuestras groserías globalizadas para con el agua, y, llorar la suerte de los últimos esclavos negros en Haití... tenemos la irreversible conclusión de un cambio profundo en nuestra percepción ambiental.

Es que se le acabó el tiempo de la ciencia y el momento histórico a la ecología romántica: como si de espectadores de la evolución pasáramos al espectáculo circense de los gladiadores convertidos, con espadas y cascos, en miembros de los ejércitos de la muerte.

El registro fotográfico de la Mina Yanacocha, cerca de la otra Cajamarca, la del Perú, no nos deja alternativa en el campo de la caridad cristiana:

• Sentir el mercado negro de la ciencia patentada, al servicio de los dólares para diseñar tecnologías que destruyen las rocas, las pulverizan, las bañan con cianuro y cal para liberar onzas de oro que no beneficia en nada al género humano...

• Que además del oro inútil, esa mezcla de cianuro arrastra mercurio, cadmio, plata, cobre y muy probablemente otros metales más...

• Ver como todos los residuos mezclados en los ríos, quebradas e infiltraciones, bajan por las cuencas y microcuencas convirtiendo al agua en un líquido que más parece sobrantes de guerra...

• Presentirse en un entorno sin campesinos, sin pájaros, sin mamíferos, sin insectos, sin vegetación sin las auras de los ecosistemas...

• Recordar que en los orígenes de las cordilleras existe una identidad entre todas las rocas de nuestra América, desde la Patagonia hasta Alaska, vulnerable al mismo tratamiento fatídico.

• Las tendencias económicas de la globalización, aplicadas a la geología del planeta... nos condicionan a la misma suerte, tratamiento y destino con las urgencias de las potencias en crisis.

Todo ello nos alteró profundamente, nos compromete y nos obliga a muchas cosas...

La otra Cajamarca

Nos fuimos desprevenidos a un paisaje andino, muy parecido al nuestro, a convivir con las gentes de un pueblo que parece nuestro, con problemas como los nuestros, con gentes como las nuestras.... un pueblo que está predestinado a desaparecer por el impacto extranjero, múltiple, de las llamadas "Minas a cielo abierto".
Nuestro grupo, muy chévere, en un trote permanente cae en manos de anfitriones increíbles, charladores, solidarios, quienes nunca nos abandonaron, y siempre compartieron intereses, motivaciones y esperanzas.
Nos organizaron, al detalle, giras, charlas, diálogos, nos colamos en otras visitas,... todo para que nosotros penetráramos a una realidad camuflada en un aparente flujo de dinero, de ofertas laborales, y los vapores del cianuro con olor a muerte en su proceso para producir dólares en la conversión de la vida, al transformar el oro dormido en lingotes cotizados.

¿Cómo puede haber dejado Dios que pase esto?

Como reitera el doctor James Lovelock, en su libro La Venganza de la Tierra; "Nuestra reacción cuando sucede una catástrofe es exclamar: "¿Cómo puede haber dejado Dios que pase esto?". Y ahora es probable que la mayoría de nosotros muera ¿Se puede seguir creyendo en Dios? Darwin describió una vez el proceso de la evolución como "tosco, despilfarrador, idiota, bajo y horriblemente cruel". Pero seguramente no es tan cruel, o culpable, como lo hemos sido y todavía lo somos nosotros, arrastrando al desastre a muchas otras especies inocentes".

"Es fácil pensar en nosotros mismos y nuestras familias como si estuviéramos encarcelados en una celda de tamaño planetario – una especie de corredor de la muerte cósmico – esperando la inevitable ejecución. Pasarán los días y los años y continuarán sucediéndose las estaciones y seguiremos alimentados y entretenidos y, si tenemos fe, pediremos a Dios un aplazamiento. Algunos probablemente burlaremos al verdugo y moriremos antes de que se ejecute la condena. Las consecuencias más crueles de lo que hemos hecho entre todos las sufrirán nuestros hijos y nietos".

Esta es la primera entrega de evidencias premonitorias de lo que será la Cajamarca del Tolima:

Por GONZALO PALOMINO ORTIZ

Observatorio Ambiental de la Universidad del Tolima
www.siempreseremosverdes.com
Ibagué,Tolima, Colombia

jueves, 14 de enero de 2010

Copenhague: Disputas al borde del abismo

Rafael Colmenares*
Las razones reales bajo el fracaso de la Cumbre oficial y las conclusiones de la Cumbre alternativa: ¿cómo evitar la catástrofe anunciada que traerá el cambio climático?

El “acuerdo” debajo de la mesa

La Cumbre de Copenhague que sesionó del 7 al 18 de diciembre pasados concluyó en medio de un gran escándalo, del descontento de todos -unos más que otros- y de la represión policial del movimiento alternativo.

Veníamos acostumbrándonos a que las reuniones mundiales fueran escenarios de confrontación, más afuera que adentro de los glamorosos recintos, pero en esta ocasión el enfrentamiento se produjo tanto en la calle como en los salones. Al final un poco más de veinte países -algunos poderosos y los demás, comparsas- emitieron un documento difuso del cual “tomó nota” la Asamblea de Representantes de casi doscientos Estados, con lo cual la discusión podrá continuarse el año próximo. La forma irregular como el documento fue elaborado por un pequeño grupo de Estados “invitados” por el gobierno danés, pero en realidad convocado por Estados Unidos, provocó el rechazo de la mayoría de las delegaciones y frustró la posibilidad de una declaración de la Cumbre.

Debe recordarse que la “Cumbre de Copenhague” era una cita acordada en la reunión de los países suscriptores del Protocolo de Kioto que tuvo lugar en Bali, en diciembre de 2007, y que la discusión debería girar en torno a los documentos sobre “mitigación” del cambio climático y “adaptación, financiación y transferencia de tecnología”, a cargo de grupos de trabajo del mencionado Protocolo y la Convención de Cambio Climático, respectivamente, con el liderazgo visible del Señor Ivo De Boer, principal negociador designado por la ONU, y en la perspectiva de establecer nuevas metas obligatorias de reducción de emisiones a partir de 2012, fecha de expiración del mencionado Protocolo, y hasta 2020.


El documento adoptado irregularmente por un grupo de países, liderados en últimas por Estados Unidos, que no suscribió ni la Convención de Cambio Climático ni el Protocolo de Kioto, y que aparece como el resultado de la Cumbre de Copenhague, es evidentemente una ruptura de los procedimientos de la ONU y una herida de muerte al Protocolo de Kioto.

No quieren ver el problema

Las perspectivas, entonces, son cada vez más sombrías pues, al contrario de otras ocasiones, la retórica no puede ocultar la gravedad del problema ni la necesidad de soluciones concretas en torno a metas precisas.

El cambio climático, cada vez mas evidente, tiene un ritmo inexorable: aumento de la temperatura, del nivel del mar, de los “eventos extremos” como sequías e inundaciones y su secuela de desplazados, de recursos destruidos, de cosechas perdidas, de disminución del agua dulce disponible, etcétera. La Naturaleza está pasando la cuenta de cobro a la especie que ha pretendido estar por fuera y por encima de ella: el ser humano.

La contundencia de los hechos no da lugar a divagaciones: o se toman medidas que conduzcan a una reducción efectiva de los gases de efecto invernadero (GEI), o la catástrofe es inevitable. Para ello es necesario ir a las causas del problema, que tienen que ver con el modelo de sociedad predominante, consumista y destructiva. Pero al llegar a ese punto los representantes del mundo industrializado, de viejo y nuevo cuño, no están dispuestos a ceder a sus sueños desarrollistas o, en el mejor de los casos, no a la velocidad que la solución lo requiere.

Los representantes del mundo desarrollado y de las potencias emergentes como China, Brasil, India y Sudáfrica no lograron ponerse de acuerdo en las metas de reducción de los GEI, ni para el 2020 ni para el 2050, quedándose muy por debajo de sus propios anuncios previos a la Cumbre. Tan sólo la intención de no sobrepasar el límite de dos grados en el aumento de la temperatura, pero sin decir cómo ni cuándo. El problema se traslada a nuevas reuniones en los próximos meses, sin mayores perspectivas de un acuerdo sólido. Actúan como si se tratara de adictos que visitan al médico para obtener alivio a los síntomas de su enfermedad, pero no están dispuestos a renunciar al alcohol o a la droga que la causa.

La recriminación mutua fue otra manera de escamotear la búsqueda de soluciones efectivas. Estados Unidos explica que China es hoy en día el principal contaminador de la atmósfera con 6.017,69 millones de toneladas métricas anuales de CO2, frente a 5.902,75 millones de los norteamericanos. Sin embargo la emisión per cápita de estos es de 19,78 (toneladas métricas) por 4,58 de los chinos, lo cual pone en evidencia el consumismo enorme de los 300 millones de estadounidenses frente a los 1.200 millones de chinos.

La negativa de los poderosos a ver la realidad resultó tan patética que el débil Protocolo de Kioto se convirtió en bandera del tercer mundo pues, a pesar de sus modestísimas metas, es el único acuerdo vinculante que se ha logrado[1]. En dicho Protocolo se reconoce además que la responsabilidad es común pero diferenciada, en virtud de la cual los países que primero se industrializaron, y son en consecuencia los contaminadores históricos, deben asumir mayores reducciones en la emisión de CO2 que los países en desarrollo y las potencias emergentes, que no quieren renunciar al denominado “derecho al desarrollo”. Valdría la pena preguntarles: ¿el derecho que alegan es el de convertirse en sociedades tan consumistas y contaminadoras como las norteamericanas y europeas?

Uno de los problemas de fondo, como señala el analista mejicano Alejandro Nadal, es la resistencia del capital al cambio tecnológico. El sistema económico tiene límites en su capacidad de adaptación a las nuevas circunstancias. “Por ejemplo, hay algo que no ha cambiado en la trayectoria tecnológica del capitalismo en los últimos 200 años. El proceso de acumulación ha estado cristalizado sobre una plataforma energética de combustibles fósiles. Desde los albores de la revolución industrial la base material del capitalismo, a escala global, depende de una manera u otra de la extracción y utilización de combustibles fósiles. Este perfil energético terminó por alterar la composición química de la atmósfera en estos últimos dos siglos”[2]. Por consiguiente, añade: “La única manera de enfrentar estos cambios en la atmósfera implica transformaciones profundas en la estructura material que sostiene la acumulación capitalista. El capitalismo resistirá esos cambios, porque los costos asociados se presentan como insoportables a los funcionarios del capital”[3].

La Cumbre que sí propuso salidas

Mientras en Bella Center, lugar de reunión de las delegaciones oficiales, no se llegaba a ningún acuerdo y se intentaba imponer una declaración espuria y manipulada, la Cumbre alternativa, denominada Klimafourum, proponía un nuevo modelo de sociedad y de vida: “Hay soluciones a la crisis del clima. Lo que necesitan los pueblos y el planeta es una transición justa y sostenible de nuestras sociedades a un modelo que garantice el derecho a la vida y la dignidad de todas las personas, y entregue un planeta más fértil y vidas más plenas a las generaciones presentes y futuras”[4].

La declaración de siete páginas exige puntualmente lo siguiente:

•“Abandonar completamente los combustibles fósiles en los próximos 30 años, que deben incluir hitos específicos para cada período quinquenal. Exigimos una reducción inmediata en las emisiones de gases de efecto invernadero de los países industrializados de, como mínimo, un 40% en comparación con los niveles de 1990 para el año 2020″.


•“Reconocer, pagar y compensar la deuda climática por el consumo excesivo del espacio atmosférico y los efectos negativos del cambio climático sobre los pueblos y poblaciones afectados”.


•“Rechazar las falsas y peligrosas soluciones orientadas al mercado y centradas en la tecnología que proponen muchas compañías transnacionales. Entre ellas, la energía nuclear, los agrocombustibles, la captura y el almacenamiento del carbono, los Mecanismos de Desarrollo Limpio, el biochar, los cultivos transgénicos ´climate ready´, la geoingeniería y la reducción de emisiones a través de la deforestación y de la degradación de los bosques (REDD) definida en la CMNUCC (Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático), que agravan los conflictos sociales y medioambientales”.


•“Soluciones reales a la crisis climática basadas en el uso seguro, limpio, renovable y sostenible de los recursos naturales, y la transición a la soberanía alimentaria, energética, sobre la tierra y las aguas. Por tanto exigimos que la CDP15 (Conferencia de las Partes firmantes de la CMNUCC) llegue a un acuerdo que inicie la recuperación del equilibrio ambiental, social y económico del planeta con medios que sean sostenibles e igualitarios ambiental, social y económicamente, y que finalmente culmine en un tratado jurídicamente vinculante”.
Como pasos hacia una transición justa y sostenible la declaración plantea lo siguiente: soberanía alimentaria y agricultura ecológica; apropiación democrática y control de la economía; soberanía energética; planificación ecológica de las zonas rurales y urbanas; reorientación de las instituciones educativas, científicas y culturales y poner fin al militarismo y a las guerras.

El referendo de Evo

En verdad pocas veces, en las últimas décadas, el modelo capitalista había recibido un embate tan fuerte como el de Copenhague. Consignas como: “No cambien el clima, cambien el sistema” o “Si el clima fuera un banco ya lo habrían salvado”, fueron suficientemente elocuentes. En el salón de reuniones de Bella Center, la voz de un descendiente de los indígenas americanos, el Presidente boliviano, Evo Morales, se elevó para proponer un referendo, es decir una consulta a toda la humanidad, sobre cinco puntos concretos[5]:

1) ¿Está usted de acuerdo con restablecer la armonía con la naturaleza reconociendo los derechos de la madre tierra? SI o NO

2) ¿Está usted de acuerdo con cambiar este modelo de sobreconsumo y derroche que es el sistema capitalista? SI o NO

3) ¿Está usted de acuerdo con que los países desarrollados reduzcan y reabsorban sus emisiones de gases de efecto invernadero de manera doméstica para que la temperatura no suba más de 1 grado centígrado? SI o NO

4) ¿Está usted de acuerdo en transferir todo lo que se gasta en las guerras y destinar un presupuesto superior al presupuesto de defensa para el cambio climático? SI o NO

5) ¿Está usted de acuerdo con un Tribunal de Justicia Climática para juzgar a quienes destruyen la Madre Tierra? SI o NO

Entre tanto el tic - tac del reloj planetario sigue su marcha incontenible, y cada día que se pierde nos acerca más al abismo. Por ello la cita en las calles y en los salones de la capital danesa fue el escenario de la revancha de la Naturaleza, golpeada por más de doscientos años de “desarrollo” bajo el modelo del mercado, la acumulación de capital, la utilización sin límites de todos los recursos, incluida la fuerza de trabajo humana, y todo ello para beneficio de una minoría y a costa de la destrucción del planeta.

Por eso resuenan las palabras de alguien libre de toda sospecha, James Hansen, Director del Instituto Goddard para Estudios Espaciales de la NASA: “¿Nos pondremos de pie y daremos una bofetada en la cara de los políticos para que vean la realidad?”[6].

* Director Ejecutivo de Ecofondo y Vocero del Comité Promotor del Referendo por el Derecho Humano al Agua.

Notas de pie de página
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[1] Para concretar en metas lo acordado en la Convención Marco sobre Cambio Climático, adoptada en Río de Janeiro en 1992, se suscribió en 1997 el Protocolo de Kioto, que obliga a los países desarrollados a reducir sus emisiones en el período 2008 - 2012 en un promedio de 5,2% en relación con los niveles de emisiones de 1990.
[2] “Copenhague: las resistencias del capital”, La Jornada 9 de Diciembre de 2009
[3] Ibídem
[4] Visible en www.basurillas.org
[5] La propuesta de Evo Morales puede consultarse en www.movimientos.org
[6] Tomado de “Cambio climático: sin acuerdo real y sin salida”, por Stephen Leía, publicado por IPS-Terraviva, 18-12-09

domingo, 10 de enero de 2010

La reunión de Copenhague sobre el cambio climático, vista desde el Sur

Hugo Blanco
Enero 10/10
Sin Permiso

“La concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera ha alcanzado niveles tan altos que el sistema climático se ha desequilibrado. La concentración de dióxido de carbono (CO2) y la temperatura del mundo han aumentado aceleradamente en los últimos 50 años y subirán aun más rápido en las próximas décadas. Esto se suma a multitud de desequilibrios ecológicos, cuyo impacto pone en peligro las vidas y medios de subsistencia de los pueblos del mundo, y en particular de las personas desfavorecidas y otros grupos vulnerables.”

“El desequilibrio del sistema climático da lugar a episodios extremos más acusados y frecuentes de calor y lluvias, ciclones tropicales, huracanes y tifones, inundaciones y sequías intensas, pérdida de biodiversidad, corrimientos de tierras, aumento del nivel del mar, escasez de agua potable, periodos vegetativos mas cortos, menor rendimiento, deterioro o pérdida de tierras agrícolas, menor producción agrícola, pérdidas de ganado, extinción de ecosistemas y agotamiento de los caladeros, entre otros. Estos fenómenos dan lugar a crisis alimentarias, hambruna, enfermedades, muertes y desplazamientos, así como a la desaparición de formas de vida sostenibles.” (Declaración de los pueblos en Klimaforum09).

Frente a esto las Naciones Unidas acordaron realizar una Convención Marco sobre Cambio Climático (COP 15), que se desarrolló del 7 al 18 de diciembre en Copenhague con el objeto de diseñar un tratado para la reducción de las emisiones de gases de invernadero, causantes del recalentamiento planetario.

Dicha reunión fracasó, no se llegó a ningún acuerdo, pues los países que más culpables son por el calentamiento (Estados Unidos aunque solamente representa el 4% de la población mundial, produce el 25% de la contaminación por emisión de dióxido de carbono) no quisieron comprometerse a reducir ni un ápice de la contaminación.

A última hora, luego del fracaso de la reunión oficial, Obama se reunió con algunos cómplices y les hizo firmar un papel, sin discusión, donde se manifestaba “buenos deseos” de reducir la emisión de gases de invernadero pero sin fijarse ninguna meta, también prometieron “ayudar” a las principales víctimas del calentamiento, fundamentalmente de África y otros países pobres, pero también sin fijar cantidades ni ejecutores. Sólo expresiones de buenos deseos sin compromiso alguno.

A pesar del fracaso de la reunión oficial, Evo Morales dijo: “Se dice que fue un fracaso, pero yo diría que no ha sido un fracaso la cumbre de Copenhague, más bien diría que es un triunfo de todo el mundo (…) porque los países capitalistas desarrollados no pudieron imponer su declaración”.

Coincidimos plenamente con él. Fue diferente a la reunión de Kyoto que fijó metas ridículas que no firmaron EEUU ni otros grandes culpables, que no se cumplieron, que convirtió la defensa del medio ambiente en mercancía, pero que a pesar de eso dio esperanzas a la gente de que algo se estaba haciendo En Copenhague afortunadamente fue completamente claro el fracaso de la reunión oficial.

Esto despertó a muchos que todavía tenían la ilusión de que dentro del sistema capitalista es posible detener el calentamiento global, de que los grandes depredadores del mundo pueden actuar en defensa de la supervivencia de la especie humana.

Copenhague no reunió sólo a mandatarios, en la manifestación internacional del sábado 12 de diciembre hubo 100.000 personas preocupadas por el cambio climático. La reunión fue precedida por manifestaciones masivas en Inglaterra y otros países.

Se conformó la organización “Cambiemos el sistema, no el clima” que emitió la “Declaración de los pueblos en Klimaforum09”.

Hugo Chávez repitió en la reunión de presidentes dos consignas que pregonaba la gente en las calles: “Cambiemos el sistema, no el clima” y “Si el clima fuera un banco ya lo hubieran salvado”.
Evo Morales denunció que cuando iba a hablar hicieron desalojar la sala para que sólo los mandatarios lo escucharan.

Dejó cinco preguntas para que las Naciones Unidas consulten a los pueblos del mundo sobre el cambio climático en un referéndum mundial para que los pueblos del mundo digan si o no:
“Eso dejaremos en manos de la decisión de los pueblos del mundo”. (Se sobrentiende que las Naciones Unidas no impulsarán el referéndum).

1 ¿Está usted de acuerdo con restablecer la armonía con la naturaleza, reconociendo los derechos de la Madre Tierra?

2.- ¿Está usted de acuerdo con cambiar este modelo de sobre consumo y derroche que es el sistema capitalista?

3.- ¿Está usted de acuerdo con que los países desarrollados reduzcan y reabsorban sus emisiones de gases de efecto invernadero de manera doméstica para que la temperatura de la tierra no suba más de 1 grado centígrado?

4.- ¿Está usted de acuerdo en transferir todo lo que se gasta en las guerras y destinar un presupuesto superior a los presupuestos de defensa para el cambio climático?

5.- ¿Está usted de acuerdo con un tribunal de justicia climática para juzgar a quienes destruyen la Madre Tierra?

Además Morales convocó a la “Cumbre Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático” en defensa de la humanidad, la vida y el planeta. Serán invitados no solamente presidentes de países interesados y preocupados sobre el tema, sino expertos, académicos y representantes de las organizaciones sociales.

“El objetivo es lograr una posición de consenso a ser planteada en la próxima Cumbre sobre el Cambio Climático que se realizará en México en diciembre de 2010”

Se realizará en Cochabamba, Bolivia, del 20 al 22 de abril, coincidirá con la primera celebración mundial del Día de la Madre Tierra recién instituido por la Organización de las Naciones Unidas.
Es ingenuo pensar que los grandes contaminadores del mundo hagan algo en defensa del clima.
Las grandes empresas multinacionales son las que gobiernan el mundo a través de los “mandatarios” que no son más que meros sirvientes suyos.

Su religión neoliberal les ordena ganar la mayor cantidad de dinero posible en el menor tiempo posible. Ellos saben muy bien que para hacer eso deben destruir la naturaleza, saben muy bien que sus descendientes ya no existirán, pero no les importa. A través de los medios de comunicación que están a su servicio, desinforman en la medida de lo posible sobre el calentamiento global y las medidas que debieran tomarse.

Tiene razón Evo cuando dice: “Solamente tratan de los efectos y no de las causas del cambio climático”.

“El cambio climático es producto del sistema capitalista que favorece la obtención de la máxima ganancia posible. Ese es el propósito del sistema capitalista sin tener en consideración la vida de los demás. En Copenhague deberíamos analizar que países son los que mas están dañando el medio ambiente y deberíamos considerar estos daños para enfocarnos en los países con mayor responsabilidad para que paguen por esta deuda con el clima del planeta, es una obligación”. …“La cumbre de Copenhague es mucho más de carácter mundial, es un debate sobre la vida, sobre la humanidad. Ahí tenemos profundas diferencias con Gobiernos capitalistas. Yo sigo convencido de que el capitalismo es el peor enemigo de la humanidad”

Pueda ser que todavía alcancemos a lograr la supervivencia de la especie. Nos pone optimistas la reunión de 100.000 personas en Copenhague, la conformación de la organización “Cambiemos el sistema, no el clima”, la convocatoria para la reunión en Cochabamba, el sacudimiento de los países ricos de Europa por la baja violenta de temperaturas en estos días.

Al parecer vamos a dejar de estar solos los pueblos indígenas que desde hace siglos venimos luchando y muriendo en defensa de la Madre Tierra y por la defensa de nuestras organizaciones colectivistas, solidarias.

Sólo la extinción del capitalismo logrará la supervivencia de nuestra especie, cuanto más antes lo comprenda el mundo, mejor.

Hugo Blanco, veterano luchador de la izquierda peruana, es miembro del Consejo Editorial de SinPermiso.

martes, 5 de enero de 2010

Más allá del imperialismo ecológico

Jayati Ghosh
Enero 4 de 2010
Sin Permiso


La disputa sobre el cambio climático no sólo es una batalla entre ricos y pobres: ilustra la futilidad de la obsesión del crecimiento económico.

Y bien: la cumbre de Copenhague no transmitió ninguna esperanza de cambio substancial, ni siquiera una indicación de que los líderes mundiales sean suficientemente conscientes de la vastedad y urgencia del problema. Pero, ¿constituye eso una sorpresa? Nada indicaba en el tan jaleado periodo previo a la cumbre que los organizadores tuvieran de verdad la ambición de cambiar su curso y detener o invertir un proceso de crecimiento claramente insostenible.

Parte del problema reside en que la cuestión del cambio climático se describe cada vez más como competencia de intereses entre países. De este modo, la cumbre se ha interpretado como una lucha entre “los dos grandes culpables” –los EE.UU. y China– o entre un pequeño grupo de naciones desarrolladas y un pequeño grupo de países recién emergentes (el grupo de los cuatro, China, India, Brasil y Sudáfrica), o en el mejor de los casos, entre países ricos y pobres. El legado histórico del crecimiento en el pasado de los países ricos, que tiene una repercusión adversa real, se deja sentir vivamente en el mundo en desarrollo. No se trata sólo del pasado: las emisiones per cápita de gases de invernadero en el mundo desarrollado multiplican todavía por mucho las de cualquier país en desarrollo, incluida China. Así que los intentos de los comentaristas del norte de cargar las culpas sobre algunos países por hacer descarrilar el resultado se ven en la mayoría de los países desarrollados como una prueba más de un enfoque esencialmente colonial.

Pero describir esto como una lucha entre países pierde de vista el punto esencial: que la cuestión está vinculada a un sistema económico –el capitalismo– que depende de forma crítica del rápido crecimiento como fuerza impulsora, aunque este “crecimiento” no suponga una vida mejor para la gente. De manera que no se cuestiona la suposición de que los países ricos cuya población desciende deban seguir creciendo en términos de PIB, en lugar de encontrar formas distintas de crear y distribuir la producción para generar una mayor calidad de vida. No se debate el patrón de “crecimiento” de los países en desarrollo “con éxito”, que se ha producido en muchos casos al precio del aumento de la desigualdad, de mayor inseguridad material para un sector considerable de la población y un enorme perjuicio al medio ambiente.

Puesto que dichas cuestiones ni siquiera se pusieron sobre la mesa en la cumbre de Copenhague, incluso un resultado con “éxito” sobre la base de una declaración común apenas sí habría señalado la clase de cambio que se requiere. Pero eso no significa que el problema haya desaparecido; de hecho, es más apremiante que nunca.

Los optimistas creen que el problema se puede resolver con un resultado beneficioso para todos que se base en el crecimiento "verde" y las nuevas tecnologías que proporcionan una producción desmaterializada, de modo que el crecimiento tenga un impacto decreciente sobre el medio ambiente. Pero dicha esperanza se ve también limitada por la paradoja de Jevons (del economista decimonónico inglés William Stanley Jevons) [1], que establece que la expansión típicamente abruma de forma característica cualquier aumento de la eficiencia en el rendimiento de los materiales y la energía.

Así se elucida en un libro importante de reciente aparición de John Bellamy Foster. [2] Foster sostiene que una reorganización racional del metabolismo entre naturaleza y sociedad debe dirigirse no sólo al cambio climático sino a la panoplia entera de problemas ambientales. “El inmenso peligro al que se enfrenta hoy la especie humana (...) no se debe sólo a las limitaciones del medio ambiente natural sino que se desprende de un sistema social trastornado que gira sin control y más concretamente del imperialismo norteamericano”. (pág. 105)

¿Qué tiene que ver con esto el imperialismo? "El capital se abalanza contra barreras ecológicas que no pueden superarse a escala de la biosfera, como era anteriormente el caso, a través del "arreglo espacial" de la expansión geográfica y la explotación. El imperialismo ecológico – el crecimiento del centro del sistema a tasas insostenibles, mediante la exhaustiva degradación ecológica de la periferia – está generando ahora un conjunto de contradicciones ecológicas a escala planetaria que ponen en peligro la biosfera en su conjunto". (pág. 249)

Esto no significa que los intereses de la gente del centro se opongan inevitablemente a los de la gente de la periferia, puesto que en ambos casos se ven adversamente afectados por los resultados de esos desequilibrios ecológicos. Significa en cambio que va hoy en interés de todos nosotros pasar de una obsesión por un crecimiento que se dirige primariamente al aumento del beneficio capitalista a una organización más racional de la sociedad y de la relación entre la humanidad y la naturaleza.

Así pues, existe desde luego una solución en la que todos ganan, pero que no puede basarse en el paradigma económico existente. La buena noticia es que las alternativas más humanas y democráticas también tienen la probabilidad de ser más sostenibles ambientalmente.


Notas: [1] La paradoja de Jevons afirma que a medida que el perfeccionamiento tecnológico aumenta la eficiencia con la que se usa un recurso, lo más probable es que aumente el consumo de dicho recurso, antes que disminuya. Concretamente, la paradoja de Jevons implica que la introducción de tecnologías con mayor eficiencia energética puede, a la postre, aumentar el consumo total de energía. [2] John Bellamy Foster, The Ecological Revolution: Making Peace with the Planet, Nueva York, Monthly Review Press, 2009.

Jayati Ghosh es profesora de Economía de la Universidad Jawaharlal Nehru de Nueva Delhi, y secretaria ejecutiva de IDEAS (International Development Economics Associates). Colabora habitualmente con diversos medios periodísticos de la India, así como con varias organizaciones y movimientos sociales de corte progresista. Es también miembro de la National Knowledge Commission (Comisión Nacional para el Conocimiento) que asesora al primer ministro indio.

Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón

domingo, 3 de enero de 2010

Matrix climática

Enero 3 de 2010
Durante las negociaciones de Naciones Unidas sobre cambio climático en Copenhague, Dinamarca, en diciembre pasado, la delegación de Bolivia comparó lo que allí sucedía con la película Matrix. Agregó que los únicos que tomaban la pastilla roja (que en la película permite ver la realidad como es) eran los que marchaban protestando por las calles de Copenhague. Es una de las imágenes más atinadas que he escuchado.

Al contrario de lo que uno creería, esa convención no trata de las causas y soluciones reales al cambio climático, sino sobre todo de cómo gestionar y aumentar las ganancias con el comercio del cielo y el aire limpio –materias cada vez más escasas (y, por tanto, más rentables) gracias al desastre climático, a su vez provocado por los que más lucran ahora con ese comercio.

Afuera convergen en la protesta los que tienen las alternativas reales para salir de las crisis –campesinos, indígenas, pescadores artesanales, comunidades en resistencia contra megaproyectos energéticos y otros– con miles de jóvenes que, como tantas veces en la historia, se niegan a participar en esta farsa que les roba el futuro. Son reprimidos porque nada hay más peligroso para los dueños de la Matrix que jóvenes decididos a ver la realidad, a no venderse y a autogestionar su vida, o campesinos e indígenas que pretenden seguir en sus tierras y culturas produciendo sus alimentos y los de la mayoría de la gente mientras cuidan el planeta. Pero lo que a los señores les resulta realmente insoportable es que se pongan de acuerdo, que es justamente lo que sucedió en Copenhague.

El 16 de diciembre, mientras comenzaban dentro de la cumbre climática los discursos de más de 110 primeros mandatarios y aumentaban a niveles absurdos los controles policíacos, comenzó una marcha desde fuera y desde dentro de la propia convención, reclamando justicia climática. La idea era forzar el muro que los dividía para instalar la Asamblea de los Pueblos, lo cual sucedió horas más tarde, en las orillas del Bella Center. Allí, pese a abundantes golpes, gas pimienta y represión, a las detenciones de cientos de jóvenes antes y durante la manifestación, la marcha no se detuvo y siguió avanzando en ordenadas y apretadas filas tomada del brazo. Finalmente, en medio de un muro triple de policías vestidos de robocops y varias filas de camiones policiales se logró instalar la Asamblea de los Pueblos con la consigna Cambiar el sistema, no el clima. Sentados en el suelo, bajo lloviznas de nieve y en un ambiente de tremenda tensión externa, los asambleístas compartieron sus denuncias y alternativas. Vía Campesina habló de cómo los campesinos están enfriando y alimentado el planeta; ambientalistas de base e indígenas de Ecuador, Canadá y otros países de por qué hay que dejar el petróleo, el carbón y las arenas bituminosas en el suelo; pescadores artesanales, sindicalistas, activistas sociales y de derechos humanos, que venían en caravana desde Suiza contra la OMC y el cambio climático, y muchos más de distintas partes del mundo, fueron tejiendo un complejo y diverso panorama que mostró que no sólo saben qué sucede con el cambio climático y quiénes lo provocan, sino también cómo enfrentarlo y tienen las soluciones.

Fue una imagen fuerte: la gente organizada desde las bases, en diversidad y solidaridad, compartiendo como cotidianamente alimentan y sanan al planeta, pero rodeados de un ambiente tremendamente hostil y agresivo instalado desde el poder para defender a los ricos –gobiernos y transnacionales– reunidos al otro lado del muro. Muy similar al mundo real, donde la mayoría de la gente vive, construye, sueña, lucha y resiste desde sus milpas, sus barrios y comunidades, pese a que unos pocos con fuerza bruta o manipulaciones matan gente y destruyen el planeta para su lucro, intentando hacernos creer, como en Matrix, que es el orden que todos debemos mantener.

Hubo también muchas otras protestas y manifestaciones –incluso una de más de 100 mil personas, la más grande de Dinamarca en las últimas décadas– que denunciaron realidades que contribuyen al cambio climático: contra las transnacionales y los sistemas de libre comercio; contra la producción industrial de carnes y el círculo vicioso con la soya y maíz transgénico que representan; contra los agrocombustibles y los grandes monocultivos y árboles transgénicos, y contra la explotación petrolera, así como luchas por el reconocimiento de la deuda climática, en favor de los migrantes, por los derechos indígenas y campesinos, y en defensa del agua.

También un gran espacio de talleres y debates llamado KlimaForum. Los organizadores de ese espacio habían tomado distancia públicamente de manifestaciones como la del 16 de diciembre, organizada por la red Acción por Justicia Climática, Vía Campesina y Justicia Climática Ahora, entre otras agrupaciones, pero finalmente asumieron como propio el lema Cambiar el sistema, no el clima. Parte de la dinámica de Matrix es hacernos creer que la desobediencia civil, incluso pacífica y por más justificada que esté, debe ser evitada por el castigo que recibiremos. Creo que también por eso debemos agradecer a esos jóvenes, campesinos y otros activistas de base que, a sabiendas que recibirían golpes, gases –y varios de ellos siguen aún detenidos– se tomaron la pastilla roja y llevaron un trocito de la dignidad de todos contra el muro del absurdo en Bella Center.

* Silvia Ribeiro es Investigadora del Grupo ETC

La gran esperanza del hidrógeno

El Tiempo, Colombia
Enero 3 de 2010
Peter Hoffman

Rhinecliff, Nueva York. En la novela de Julio Verne La isla misteriosa, publicada en 1874, Cyrus Harding, el ingeniero/héroe del libro, declara que "el agua algún día será utilizada como combustible, que el hidrógeno y el oxígeno que la conforman, utilizados por separado o en conjunto, proporcionarán una fuente inagotable de calor y luz". El agua, anuncia Harding, se descompondría "sin duda mediante la electricidad" en hidrógeno y oxígeno.

Muchas de las reflexiones de Verne aún permanecen en el terreno de la fantasía, pero en lo que concierne al hidrógeno, ha dado en la tecla. Hoy, varios cientos de prototipos propulsados por hidrógeno de autos, micros, furgones y furgonetas, una que otra motocicleta, algunos scooters, vehículos utilitarios (entre ellos, muchas carretillas elevadoras) y hasta un par de tractores agrícolas ya están en funcionamiento. Hace dos años, el Parlamento Europeo, en Estrasburgo, sancionó una declaración en la que se instaba a una economía verde sustentada en el hidrógeno.

Se están desarrollando proyectos basados en hidrógeno en Norteamérica, Europa, Japón, Corea, Australia, Suramérica y, de manera embrional, en China e India. La mayor parte de los vehículos propulsados a hidrógeno están alimentados por celdas de combustible, pero tanto BMW como Mazda ya convirtieron motores de gasolina a combustible de hidrógeno (los fantásticos V-12 en el caso de BMW; los motores rotatorios, en el de Mazda).

De hecho, fabricantes importantes como Toyota, Honda, Daimler, General Motors y Hyundai/Kia ya están inmersos en planes para una producción comercial de autos alimentados por celdas de combustible de hidrógeno. Honda dio a conocer una línea de montaje de prototipos de autos alimentados por celdas de combustible el año pasado; Daimler ya lanzó uno este año; Hyundai/Kia planea tener uno para 2012, y Toyota, probablemente el mayor jugador, para 2015, con pequeñas producciones en un principio, de a miles más tarde, y aumentando marcadamente desde entonces.

Al igual que el gas natural, el hidrógeno se puede usar como un combustible para autos haciéndole modificaciones al motor. Pero los fabricantes piensan que las celdas de combustible son la mejor fuente de energía para el transporte, la más eficiente, silenciosa y limpia. Funcionan más o menos como una batería, excepto que su combustible se reabastece constantemente, reaccionando electroquímicamente con el oxígeno del aire para generar electricidad que propulsa un motor eléctrico.

Hoy, este tipo de vehículos están hechos a mano y son costosos -por lo general, un millón de dólares cada uno-. Pero los costos bajarán una vez que se implemente una producción en serie: Toyota dice que espera "sorprender" a la industria con sus cifras de reducción de costos cuando lance la producción comercial. La firma espera que los costos de las celdas de combustible, el corazón de la transmisión, se reduzcan hasta el 90%.

En su análisis más reciente, el Departamento de Energía de E.U. estimó que, aplicando tecnología de 2010 y suponiendo un volumen de producción de 500.000 unidades, los costos de producción para una celda de combustible de 80 kilovatios serían de aproximadamente 57 dólares por kilovatio. Con las supuestas mejoras tecnológicas, el costo caería a unos 47 dólares por kilovatio para 2015, a campo de tiro del objetivo del Departamento de 30 dólares por kilovatio, una cifra de referencia que más o menos corresponde al costo de fabricación actual de los motores de gasolina.

En cuanto a los costos del combustible de hidrógeno, actualmente no existen cifras fijas, pero el objetivo de E.U. es 2-3 dólares por kilogramo para aproximadamente 2018 (un kilogramo de hidrógeno tiene más o menos el mismo contenido de energía que un galón de gasolina). Como las celdas de combustible son casi el doble de eficientes que los motores de combustión interna, el costo efectivo por unidad de distancia sería aproximadamente la mitad de eso.

Tradicionalmente, E.U. estuvo a la vanguardia de la investigación y el desarrollo en este campo, pero en los últimos años el hidrógeno ha quedado desplazado gracias a los intensos cabildeos a favor de otras alternativas. Algunos defensores influyentes sostienen que los vehículos híbridos enchufables, los vehículos alimentados a batería y los autos a biodiésel están más cerca del mercado y que son tecnologías mejores y menos costosas que los autos propulsados a hidrógeno y celdas de combustible.

La administración Obama se hizo eco de esta opinión, lo que este verano (boreal) le generó cierta incomodidad al nuevo secretario de Energía, Steven Chu, un físico ganador del Premio Nobel. Chu había ordenado un recorte de 130 millones de dólares en el financiamiento en 2010 de tecnología de transporte a base de hidrógeno y celdas de combustible. Pero un estallido de grupos diversos, desde la Unión de Científicos Preocupados, el Consejo Nacional de Investigación, asociaciones de celdas de combustible e hidrógeno hasta la Asociación de Cáncer de E.U. y fabricantes de automóviles, sumado a un fuerte respaldo en el Congreso, probablemente derive en una marcha atrás en los recortes.

Infinidad de laboratorios están trabajando en una producción mejor y más barata de hidrógeno y métodos de almacenamiento, y en cómo reducir los costos y alentar la durabilidad de las celdas de combustible. Esas anomalías siguen siendo un motivo importante de preocupación.

Es más, se debe construir infraestructura de combustibles de hidrógeno. Esto resultará costoso, pero probablemente no más costoso que mantener la actual estructura de combustibles fósiles, y muy probablemente comenzará como nodos o corredores en zonas metropolitanas para luego propagarse gradualmente. Este procedimiento ya está en marcha en las zonas metropolitanas de Los Ángeles y Nueva York y, muy significativamente, en Japón. De hecho, se dice que en Tokio más de una docena de importantes compañías de energía japonesas se están agrupando para presionar por la creación de una infraestructura nacional de combustible de hidrógeno para 2015.

La revolución del hidrógeno ya comenzó, pero con un fusible de combustión lenta. El hidrógeno no es la única arma en la lucha contra el calentamiento global, pero es un elemento esencial -en el sentido más realista del término-.

* Autor de 'Tomorrow's Energy-Hydrogen, Fuel Cells, and the Prospects for a Cleaner Planet' (MIT Press) y editor de 'The Hydrogen & Fuel Cell Letter'.© Project Syndicate 2010
Peter Hoffmann

Ojo con la "huella hídrica"

El Nuevo Día Ibagué Tolima
Domingo 03 de Enero de 2010
MANUEL JOSÉ ÁLVAREZ DIDYME DOME

Cuando alguien, con premonitorio acento y refiriéndose a la vigésima primera centuria cuyo décimo año apenas iniciamos, sentenciaba que la próxima guerra mundial sería por la posesión del agua, lo mirábamos cual orate o exagerado profeta de desastres.

Hasta cuando las informadas prédicas de los ecologistas arreciaron acicateadas por el acelerado cambio climático y lograron eco en los diversos encuentros de gobernantes, convirtiendo tan oscuro pronóstico en axioma o verdad evidente de aquellas que no requieren demostración alguna.

Fue así como el mundo entero pasó a medir hoy la huella del agua, llamada entre nosotros con el nombre de "huella hídrica" y que indica la cantidad de agua indispensable para el sostenimiento del estilo de vida de cada habitante, indicador inventado por el científico holandés Arjen Hoekstra, docente de la Universidad de Twente, adoptado como parámetro universal por las Naciones Unidas.

De tal manera que nuestra existencia futuramente solo será calificada como sustentable si disponemos, -de acuerdo con dicha medida-, del agua necesaria para todas y cada una de las actividades que la conforman y procedemos a gastar únicamente tal cantidad, pues de lo contrario estaríamos festinando o "despilfarrando" un recurso que cada vez va a ser más y más escaso.

Aclarando sí, para la cabal inteligencia de la gravedad de la situación, que la referida medición no debe limitarse a aquella cantidad del líquido que diariamente destinamos al aseo y la alimentación, sino a la totalidad de nuestras circunstancias que requieren de elementos que a su vez demandan de agua para que se puedan fabricar o producir.

Así la fabricación de una prenda destinada a nuestro vestido o una hoja de papel para nuestro rutinario trabajo o la producción de un kilo de carne, una pera, una manzana o un grano de nuestro fruto insignia, el café, necesitan varios cientos de litros de agua, al punto que la cantidad que cada ser humano necesita al año, su "huella hídrica" promedio, según ya se estima universalmente por el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), es de 1.240.000 litros de agua o sea 1.240 metros cúbicos, equivalentes a la mitad del contenido de una piscina olímpica. Dicha medida para Colombia hasta hoy, apenas ha sido estimada en 800 metros cúbicos por persona al año.

Lo cual torna cada vez mas ilusorios el desarrollo y bienestar económico que prometen quienes aspiran a explotar la mina de oro "La Colosa" en predios de nuestro departamento, en Cajamarca, en cuanto su ubicación en zona alta donde existen importantes nacimientos de agua, pronostica el daño al hábitat haciendo a aquellos objetos vulnerables y sujetos de contaminación, cuando no de destrucción. Igual a lo que debe ocurrir con cualquier otro proyecto que conlleve los ingredientes de depredación o daño irreparable a nuestros recursos hídricos.

Así que apenas estamos en tiempo de detener la destrucción de esta fuente de agua, obligándonos a un radical cambio cultural, mediante el cual obtengamos el conocimiento del verdadero valor presente y futuro de dicho bien para la subsistencia.

sábado, 2 de enero de 2010

LA CUMBRE DE COPENHAGUE FRACASA. EL CAMBIO CLIMÁTICO AMENAZA

Diciembre 31 de 2009.
Declaración de Izquierda Anticapitalista.
El resultado de la Cumbre de Copenhague es un fracaso para sus organizadores y una mala noticia para la humanidad. El documento Acuerdo de Copenhague, conocido comos los “papeles de Obama”, es la plasmación de una criminal no-decisión sobre las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Los efectos negativos de la Cumbre afectan al conjunto de la sociedad, pero su impacto inmediato es diferente para pobres y ricos. El razonamiento sobre la cuestión climática en términos de la “alta” geopolítica –que identifica gobernantes, países y pueblos- solo sirve para encubrir los motivos del desastre actual y las raíces materiales y sociales de este modelo económico insostenible, lo que, por tanto, impide identificar adecuadamente responsables y víctimas.
Gobernantes irresponsables
La reunión de Copenhague se puede narrar con dos palabras: fracaso y estafa. Para los jefes de los gobiernos allí reunidos el resultado de la Cumbre es un rotundo fracaso político y diplomático. No han guardado ni las formas. No son capaces de acordar soluciones conjuntas ante el calentamiento. No logran ocultar que la crisis económica exacerbó la competencia capitalista y el nacionalismo gubernamental. No tienen reparo en mostrar que todos ellos se pliegan a los dictados de los gobernantes de EE UU y China. Esta es la nueva realpolitik del siglo XXI.
El Acuerdo de Copenhague es un triste papel declarativo y una tabla en blanco en la que cada gobierno deberá rellenar, antes del próximo 1 de febrero, el hueco con sus propósitos. La parte declarativa es inconsistente e incoherente hasta constituir una tomadura de pelo. Los gobernantes que suscriben el “papel de Obama”, como se le ha denominado con razón, afirman lo obvio: “el cambio climático constituye uno de los mayores desafíos de nuestra época” y que es necesario que el aumento de la temperatura media planetaria se sitúe “por debajo de 2ºC” para lo que es necesario realizar “reducciones drásticas de las emisiones conforme al cuarto informe del IPCC”.
Los gobernantes no han establecido objetivos de reducción de emisiones concretos, cuantificados, mensurables y evaluables, ni se han planteado plazos temporales para conseguirlos, ni han acordado un año base de referencia para comparar la evolución. Todo ello impide la evaluación de las políticas. Lógico, porque lo que no ha habido es propuesta política alguna. Los “lideres mundiales” no adoptaron una sola medida acorde con las previsiones, escenarios y conclusiones de los climatólogos quienes aconsejaban al menos el 40% de reducción en 2020 y el 95% de reducción en 2050 en los países desarrollados –responsables principales del calentamiento con una contribución que supera el 70%- para lograr una reducción del 80% de las emisiones mundiales antes de cuarenta años. La reducción propuesta por los expertos no es arbitraria ni banal, con ella pretenden que no se supere la concentración de 450 partes por millón de CO2 en la atmósfera que nos conduciría al fatídico aumento de 2º C en la temperatura media del planeta, lo que generaría procesos climáticos en cadena de diferente signo y con efectos devastadores.
Uno de los pretendidos “logros” de la Cumbre ha sido la promesa, por parte de las potencias industriales consolidadas y de los países emergentes, de financiación a los países empobrecidos con el fin de ayudarlos a adoptar medidas de mitigación y adaptación, posibilitando así un desarrollo no contaminante. Pero esa promesa dineraria no se concreta en compromisos precisos por parte de los países donantes, ni se determinan los criterios de selección de los países receptores ni los de asignación de recursos. Tampoco se definen las fuentes de financiación ni el carácter público o privado de las mismas. Las cifras del “compromiso” son: 10.000 millones de dólares anuales durante los 3 próximos años hasta llegar en el 2020 a crear un fondo de 100.000 millones de dólares anuales, o sea, unos 70.000 millones de euros. La cifra, por grande que parezca, y comparándola con la movilización financiera para sufragar el rescate de los bancos en crisis o las guerras de Afganistán e Irak, resulta insuficiente y ridícula. Además, las propuestas monetarias de los países donantes, al igual que las propuestas de reducción de emisiones, se harán directamente a Naciones Unidas, que respetará la “soberanía nacional” y no podrá ejercer control alguno. Sin embargo, las acciones de reducción que se hagan con dinero internacional sí que estarán sujetas a un completo sistema de comprobación. Quien paga, manda.
Las propuestas de acuerdo que existían sobre la mesa eran insuficientes para erradicar el problema -y algunas directamente negativas social y ambientalmente-, pero la situación actual de inacción supone, incluso, un mal mayor. La peor de las soluciones es la que han adoptado: no hacer nada para detener el calentamiento.
Perdedores y víctimas
Para las expectativas depositadas por numerosas organizaciones sociales y ecologistas en la Cumbre, esta ha resultado una estafa. Mucha gente todavía confiaba en los gobiernos allí reunidos. Los “líderes” mundiales han demostrado ser un atajo de inútiles al servicio del capital, de quienes no nos podemos fiar ya que nos llevan al abismo climático.
El cambio climático pone en riesgo las bases materiales de existencia de los seres humanos. Por ello, los grandes perdedores del resultado de la Cumbre no estaban en la sala de reunión, son los pueblos, las gentes, la humanidad. Contra ellos se ha cometido una felonía. En el conjunto del planeta están modificándose de forma acelerada los patrones epidemiológicos a causa de los cambios en los ecosistemas, lo que redundará muy negativamente en la salud pública.
En este momento ya existen millones de refugiados climáticos. El calentamiento está originando desde hace años disturbios climáticos que provocan agudos problemas que de no detenerse pueden originar una crisis alimentaria y productiva mucho más grave y duradera que la crisis financiera que comenzó en 2008. Los disturbios climáticos están produciendo crisis económicas, pérdida de recursos, hambrunas y muerte en amplias zonas del planeta, tanto costeras –cada vez más inundables- como del interior de los continentes –cada vez más secos-. Los efectos del calentamiento son ya especialmente agudos, dramáticos y visibles en países empobrecidos; pero sus impactos económicos negativos en breve comenzarán a sentirse también en los países industrializados.
Cambio de época
La crisis económica mundial modificó las condiciones anteriores en múltiples dimensiones, y también respecto a la cuestión climática. Ante la crisis se podía considerar el reto climático como parte de la solución, como posible factor coadyuvante para la salida de la misma. Pero esta no ha sido la opción adoptada. Ello no es casualidad, porque esa opción hubiera requerido atribuir al capital una racionalidad estratégica incompatible con su comportamiento cortoplacista. Para los capitales ociosos y disponibles tras el estallido de las burbujas del siglo XXI (tecnológica, del crudo, de la construcción y financiera) el objetivo es maximizar la tasa de ganancia en el más breve plazo de tiempo y con el menor riesgo posible. Se ha pasado de aceptar el reparto de las migajas para calmar a los “alarmistas” del clima a cerrar el grifo en espera de que el temporal escampe.
En este momento vuelven los discursos del crecimiento sostenido frente a los del desarrollo sostenible. Durante un corto periodo de tiempo fue tomando posiciones la idea de una reconversión ecológica de la economía con el objetivo de hacerla ambientalmente sostenible y socialmente justa. Pero en este momento se vuelve, con los gobiernos de los dos países con mayor número de emisiones de GEI, China y EE UU a la cabeza, al manido e incoherente discurso de inscribir las preocupaciones ecológicas en los mecanismos de crecimiento. Una contradicción en los términos.
Los gobiernos de Japón y la UE tienen ahora la oportunidad de apostar -aunque sea en solitario- por las medidas que anunciaron iban a adoptar; aunque insuficientes, esas medidas suponen quebrar el consenso actual de la inacción. En el caso del gobierno español, la posición mantenida en la Cumbre por una ministra que en nada atiende las cuestiones ambientales y que tiene la osadía de culpabilizar a los dirigentes del ALBA –que jugaron un papel secundario- del fracaso de la cumbre y renegar de la participación de las ONG en el evento, fue marginal y secundaria. Participación acorde con la falta de esfuerzo efectivo por adoptar medidas eficaces en el Estado español contra el cambio climático.
El castillo de naipes de la “gobernanza” fue a tierra
Durante unos años se pudo creer (y vivir) en una suerte de ficción en la que las ONG, particularmente las ecologistas y las de desarrollo, iban a jugar un papel importante en la creación de líneas de trabajo y de políticas gubernamentales. Eso ha terminado: la arquitectura institucional sobre el clima de Naciones Unidas ha implosionado. No ha sido desbordada por el movimiento social, simplemente ha caído bajo los efectos combinados de la entrada en escena de nuevos protagonistas gubernamentales y de la crisis económica mundial.
Terminó la época idílica de la buena “gobernanza” con activa participación de la denominada -en la jerga de las jet-cumbres- “sociedad civil”, en un supuesto papel de observadora y garante de transparencia de los debates, aunque en realidad funcionaba como compañera de viaje de los amos y legitimadora de las decisiones de los gobernantes.
La represión callejera y el desalojo de los activistas previamente acreditados de las salas de reunión por “desorganización” de la organización formaban parte del nuevo escenario. Hoy como siempre, los poderosos solo pueden imponerse recurriendo al engaño y/o la fuerza. Y junto a la marginación de los testigos incómodos y la represión, debe imponerse el secretismo para que la diplomacia pueda hablar tranquilamente a puerta cerrada. Por ello exigimos la inmediata liberación sin cargos de las personas encarceladas en la prisión danesa de Vestre Faengsel y otras, como es el caso del director de Greenpeace España, Juantxo López de Urralde y de tres compañeros suyos por exhibir una pancarta así como de los jóvenes del black block y otros cortejos que fueron detenidos en las calles de forma “preventiva” y arbitraria.
La táctica de actuación de la “sociedad civil” en forma de lobby de presión sobre los “decisores” ya no tiene espacio en la nueva realidad post-Copenhague. Hoy más que nunca es bueno seguir el viejo instinto libertario: Desconfiemos de los gobernantes. No necesitamos líderes, necesitamos pueblo.
La adopción de medidas es urgente y debe tenerse presente que, incluso en el caso de adoptarse las correctas a fecha de hoy –cosa ya descartada-, el calentamiento seguirá su curso durante un tiempo, ya que existe una inercia climática derivada de la acumulación ya existente de GEI en la atmósfera. Es tiempo de tomar medidas frente al fiasco porque lo que no hay es tiempo de espera.
En Dinamarca se han reunido los componentes sindicales, campesinos, ecologistas, feministas, altermundistas, antiglobalización, etc. que pueden configurar una nueva red alternativa con renovada capacidad de organización, propuesta y movilización. Es urgente crear una amplia alianza mundial capaz de impulsar un gran movimiento social que imponga a los dirigentes mundiales las exigencias de los pueblos a favor de medidas reales contra las emisiones de GEI.
Desde la izquierda hay que asegurar que el proceso de descarbonización se efectúa mediante una transición justa, que permita defender el empleo, las conquistas y los derechos de las clases trabajadoras en los sectores que se vean afectados por la reconversión ambiental. Asimismo, la transición justa tiene una dimensión internacional: los países empobrecidos deberán contar con los apoyos internacionales suficientes para obtener su bienestar y contribuir al cambio de modelo productivo. La justicia social tiene hoy una dimensión central: la justicia ambiental a escala nacional y mundial.
Ello implica la prohibición de emisiones a fecha fija y la apuesta por una economía descarbonizada basada en las energías renovables, el transporte sostenible -público colectivo y no contaminante-, el ahorro y la eficiencia energética. Ello solo será posible si, a la par que lucha por el clima, el movimiento social se enfrenta al capitalismo cuyo motor es el beneficio privado y sus combustibles el carbón y el petróleo.