lunes, 28 de diciembre de 2009

Hacia México 2010

Manuel Rodríguez Becerra
El Tiempo Bogotá
Diciembre 27 de 2009
La Cumbre de Copenhague fracasó en su propósito central de generar los compromisos políticos requeridos para colocar al mundo en la senda para combatir el cambio climático. Al mismo tiempo, se constituyó en una expresión de lo que significa el nuevo ambientalismo, que está surgiendo con una fuerza inusitada como producto de la acción de diversas organizaciones de la sociedad civil y del sector privado, y que se augura como una nueva luz de esperanza.
Comencemos por el fracaso de los 125 jefes de Estado y de los altos representantes de otros 67 países en sellar un acuerdo de valía. El documento firmado no compromete ni a los países desarrollados, ni a aquellos países en desarrollo que -como la China y la India- se encuentran hoy entre los principales causantes del calentamiento global, con unas metas de disminución de emisión de gases de efecto invernadero (GEI) que aseguren que la temperatura global no excederá los 2 grados centígrados, límite máximo prescrito por la ciencia, más allá del cual se correrían riesgos inaceptables. Y se limita a establecer que cada país definirá en forma voluntaria sus propias metas.

Quienes tenían expectativas moderadas sobre la cumbre esperaban como mínimo que, dadas las actuales dificultades de algunos países claves para fijar sus compromisos individuales (Estados Unidos y China, en particular), se firmara un robusto acuerdo político que, además de definir metas globales de reducción de gases de efecto invernadero para el 2020 y el 2050, estableciera el procedimiento y los plazos para realizar acuerdos jurídicamente vinculantes con los suficientes dientes para asegurar su cumplimiento. Nada de esto se logró.
El hecho de que se alcanzaran notables avances sobre la adaptación al calentamiento global, las medidas para detener la deforestación y los posibles recursos para financiar los programas de mitigación y de adaptación a los países más vulnerables, ha servido a muchos en su infructuoso intento de salvar la cara de Copenhague. Pero, infortunadamente, la mayor parte de los logros aducidos corresponden a medidas para hacer menos dolorosa la enfermedad (o los impactos del calentamiento global) y no para curarla (o los acuerdos requeridos para disminuir las emisiones de CO2).

Contrasta el fracaso intergubernamental con la positiva participación de cerca de 35.000 representantes de diversas organizaciones de la sociedad civil y del sector privado, no obstante la pésima logística ofrecida por las Naciones Unidas, que acabó vulnerando su derecho de participar en la Cumbre.

Estas organizaciones hicieron -tanto en el marco de la conferencia como en el del Clima Forum, un evento alternativo- una formidable exhibición de la diversidad de acciones que adelantan para lidiar con el cambio climático, y propiciaron una profunda reflexión y análisis sobre los enormes retos que enfrentamos, incluyendo la imperiosa necesidad de transformar los estilos de vida y de dirigirse hacia una sociedad caracterizada por la justicia social y ambiental. Tuve el privilegio de participar en esa gran fiesta de la acción colectiva, que no fue suficientemente reconocida por los medios de comunicación masiva, más ocupados en registrar la represión policial contra las expresiones de los grupos más inconformes con lo que estaba ocurriendo en el Bella Center.

Son organizaciones de la sociedad civil que se han ganado su puesto para iluminar a los gobiernos en el inevitable propósito de forjar un acuerdo eficaz para enfrentar el cambio climático, esta gran amenaza que, como una bomba de tiempo, se cierne sobre la civilización contemporánea. Pero no queda mucho más tiempo para perder. Los platos rotos habrá que repararlos en las sesiones regulares de las conferencias de las partes del Protocolo de Kioto y de la Convención de Cambio Climático, que se reunirán en Bonn y Ciudad de México en el curso del próximo año.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

CRIA DE MICOS

Por Antonio Caballero

Revista SEMANA

Una red de 450 organizaciones ambientales, The Climate Acting Network, acusa al equipo de funcionarios colombianos que participa en la Cumbre Climática de Copenhague de haber sembrado de micos el texto de un acuerdo casi aprobado, volviéndolo así incomprensible y muy difícil de aprobar. Y, si se aprueba, de aplicar. Los colombianos dicen que, al contrario, lo dejaron más claro. Pero les creo más a las ONG.

Toda una vida de observador me enseña que es una especialidad de los funcionarios y los políticos colombianos la de colgar en los textos micos que hagan inaplicable cualquier iniciativa, desde la Constitución hasta el Runt, desde el referendo reeleccionista hasta la reforma agraria. Por eso nada funciona, y el país se deshace.

No es una característica exclusiva de este gobierno. Es una tradición nacional que se remonta, me parece, a los años sangrientos y leguleyos de la Conquista, hace cinco siglos. Y el tema del medio ambiente la ilustra particularmente bien, no sólo porque ahí la destrucción salta a la vista sino porque en ella hemos participado todos los colombianos, sin distinción política ni de clase, ni de sexo, ni de religión. De raza sí: los indígenas –esos que el presidente Uribe llama “los más grandes terratenientes del país”, protegen la naturaleza, en vez de destruirla. Son los únicos habitantes de este país que no tienen el espíritu de saqueo que aquí trajeron los conquistadores, de quienes fueron las primeras víctimas.

No me extraña, pues, la actitud saboteadora del equipo colombiano en la cumbre climática. Contribuir a la destrucción en la medida de nuestra fuerzas es, ya digo, propio de los colombianos. Este gobierno de Uribe ha sido paradigmático, es verdad: basta con pensar en ese ministro de Medio Ambiente, Lozano, cuya residencia en una urbanización semicampestre arrojaba las aguas negras en uno de los raros humedales que quedan en la Sabana de Bogotá; o en ese otro de Hacienda, Carrasquilla, que es un negacionista de la responsabilidad humana en el cambio climático. Pero no son sólo ellos: somos todos los colombianos, insisto. A todos nos cae el guante del Monumento al Hacha que se levanta en Armenia, en donde en otro tiempo se levantaban árboles.

Con la excepción de un puñado de columnistas de prensa preocupados por la ecología, y que denuncian en vano, desde la impotencia, las situaciones más aberrantes, todos hemos participado activamente en el arrasamiento de Colombia, o no hemos alzado un dedo para evitarlo. En la medida de nuestras fuerzas, repito: destruyen más, contaminan más, envenenan más, los ricos que los pobres, como es obvio. Pero todos lo hacemos. Los tecnócratas que abren licitaciones para autopistas en el Tapón del Darién o conceden permisos de explotación minera en los páramos y en los parques naturales. Los cocaleros que talan selva para sembrar matas de coca; los erradicadores que vienen fumigando detrás. Los ganaderos que secan y rellenan ciénagas. Los guerrilleros que abren trochas en La Macarena, y los militares que bombardean esas trochas. Los paramilitares que expulsan campesinos de sus tierras y los sustituyen por vacas. Los campesinos que huyen monte adentro, a tumbar monte. Los cazadores que han exterminado la fauna, los pescadores que han aniquilado la pesca con ayuda de los ingenieros sanitarios, incapaces de paliar el envenenamiento de los ríos. Los que pescan con dinamita. Los que les cortan las aletas a los tiburones de Malpelo. Los golfistas que recuperan humedales para sus campos de golf: y ya no vuelven las tinguas ni las caicas, y se acaban las ranas. Los burócratas que se jactan de “nuestra biodiversidad”, de “nuestra riqueza hídrica”, de la extensión de “nuestras selvas” sin darse cuenta de que están hablando sólo de lo que queda de todo eso, que además no era suyo: de lo que no han podido todavía destruir ni sus antecesores ni ellos.

Es porque el mal lo hemos hecho entre muchos que no debemos ser demasiado severos con los miembros del equipo colombiano enviado a Copenhague. Ellos, al menos, crían micos.

En reversa

Revista SEMANA
Muchos negocios se quedaron en el tintero este año y pasarán a la lista de los nuevos propósitos de 2010.

Encabeza la lista la licitación del tercer canal de televisión. Aún son muchas las dudas jurídicas que quedan y la Comisión Nacional de Televisión (Cntv) deberá resolverlas si quiere sacar este proceso antes de marzo del próximo año, según quedó establecido en el nuevo cronograma.
¿Cómo aplicar la ley de reciprocidad en la inversión extranjera? ¿Cuál será la frecuencia que se empleará para el nuevo canal? ¿Quién cubrirá los riesgos no cuantificados en los pliegos? ¿Los actuales concesionarios como Planeta -que tiene la licencia de Citytv- podrán participar? Son muchas las dudas sin respuestas. Por ahora todo indica que la Cntv se la va a jugar por una subasta para la asignación del canal.

Para la ministra de Comunicaciones, María del Rosario Guerra, quien se retiraría del gobierno en febrero, el proceso no se debe dilatar más, pues lo que se afecta es el derecho que tienen los ciudadanos a encontrar nuevas ofertas en el servicio de televisión.

También se quedó en el tintero el primer satélite colombiano, que se embolató por la falta de proponentes idóneos. La Ministra reconoció que Colombia no tenía experiencia en licitaciones aeroespaciales y por eso hubo errores en la convocatoria. La alternativa que se busca ahora es que el satélite se logre poner en órbita gracias a un acuerdo intergubernamental. El proceso de venta de Isagén, que podría representarle al gobierno más de tres billones de pesos, también entró al congelador. La idea del Presidente Álvaro Uribe de entregarle esta compañía a otra entidad pública para hacer la negociación más expedita terminó por enredar la venta de Isagén. La única compañía de carácter público que tendría esa capacidad es Empresas Públicas de Medellín (EPM), pero quedaría con posición dominante en la generación de energía. Así que es necesario buscarle una salida jurídica, pero ya que se fue para el Próximo año.

Por el lado de las telecomunicaciones, la búsqueda de un socio estratégico para la ETB se demoró por cuenta de una acción popular que avanza en un juzgado de Bogotá. El juez ordenó congelar el proceso mientras emite su fallo; sin embargo, el Tribunal Administrativo de Cundinamarca le dio la razón a la ETB y descongeló la venta, aunque sigue sin fallarse la acción popular.

Los nombres de las compañías que respondieron la convocatoria se mantienen bajo reserva; sin embargo, es claro que el tema se resolverá sólo en abril.

Finalmente, el proyecto de la mina de oro la Colosa, que aspira a explotar la compañía Anglo Gold, sigue congelado pues aunque el Ministerio de Medio Ambiente avaló la exploración, la Corporación Autónoma Regional del Tolima (Corpotolima) aún no ha dado licencia para el uso de aguas. El proyecto está embolatado por las enormes implicaciones para la región y la pelea que declararon los arroceros del Tolima, quienes ven una amenaza para la disposición de líquidos para sus cultivos. Hasta el momento todo indica que el tema seguirá engavetado.Todas estas demoras tienen un denominador común: a la hora de hacer negocios en Colombia, las reglas del juego no son claras desde un comienzo. Lo que empieza mal, termina mal.

martes, 22 de diciembre de 2009

COPENHAGUE: DERROTA EN LA CUMBRE, VICTORIA EN LA BASE

Lunes, 21/12/2009
Daniel Tanuro
Se sabía que la cumbre de las Naciones Unidas en Copenhague no desembocaría en un nuevo tratado internacional sino en una simple declaración de intenciones -una más. Pero el texto adoptado al término del encuentro es peor que todo lo que se había podido imaginar: ¡no hay objetivos cifrados de reducción de las emisiones, ni año de referencia para medirlos, ni plazos, ni fecha!. El texto contiene una vaga promesa de cien millardos de dólares por año para la adaptación en los países en desarrollo, pero las fórmulas utilizadas y diversos comentarios hacen temer préstamos administrados por las grandes instituciones financieras más que verdaderas reparaciones pagadas por los responsables del desastre.

La incoherencia del documento es total. Los jefes de Estado y de gobierno reconocen que “el cambio climático constituye uno de los mayores desafíos de nuestra época” pero, a la salida de la 15ª conferencia de este tipo, siguen sin ser capaces de tomar la menor medida concreta para hacerle frente. Admiten -¡menuda noticia!- la necesidad de permanecer “por debajo de 2ºC” de subida de temperatura, consiguientemente la necesidad de “reducciones drásticas” de las emisiones “conforme al cuarto informe del GIEC”, pero son incapaces de asumir las conclusiones cifradas por los climatólogos: al menos el 40% de reducción en 2020 y el 95% de reducción en 2050 en los países desarrollados. Subrayan con énfasis su “fuerte voluntad política” de “colaborar en la realización de este objetivo” (menos de 2º C de subida de la temperatura), pero no tienen otra cosa que proponer que una casa de locos en la que cada país, de aquí al 1 de febrero de 2010, comunicará a los demás lo que piensa hacer.

Pillados por la hipermediatización que ellos mismos han orquestado, los grandes de este mundo se han encontrado bajo los focos mediáticos sin otra cosa que mostrar que sus sórdidas rivalidades. Entonces, los representantes de 26 grandes países han expulsado a las ONGs, marginado a los pequeños estados y redactado catastróficamente un texto cuyo objetivo principal es hacer creer que hay un piloto en el avión. Pero no hay piloto. O más bien, el único piloto es automático: es la carrera por el beneficio de los grupos capitalistas lanzados a la guerra de la competencia por los mercados mundiales. El candidato Obama y la Unión Europea habían jurado que las empresas deberían pagar sus derechos de emisión. Cuentos: a fin de cuentas, la mayor parte de ellas los han recibido gratuitamente y hacen ganancias con ellos, revendiéndolos y facturándolos al consumidor!. Lo demás va en concordancia. No tocar la pasta, tal es la consigna.

Este autodenominado acuerdo suda la impotencia por todos sus poros. Permanecer por debajo de 2º C, es algo que no se decreta. A poco que sea aún posible, hay condiciones drásticas que cumplir. Implican en definitiva consumir menos energía, y por tanto transformar y transportar menos materia. Hay que producir menos para la demanda solvente y satisfacer al mismo tiempo las necesidades humanas, particularmente en los países pobres. ¿Cómo hacer? Es la cuestión clave. No es tan difícil de resolver. Se podría suprimir la producción de armas, abolir los gastos de publicidad, renunciar a cantidad de productos, actividades y transportes inútiles. Pero eso iría en contra del productivismo capitalista, de la carrera por el beneficio, que necesita el crecimiento. ¡Sacrilegio!. ¡Tabú!. ¿Resultado de las carreras?. Cuando las emisiones mundiales deben disminuir el 80% al menos de aquí a 2050, cuando los países desarrollados son responsables de más del 70% del calentamiento, la única medida concreta planteada en el acuerdo es la detención de la deforestación… que no concierne más que al Sur y representa el 17% de las emisiones. ¿Avance ecológico? ¡En absoluto!. “Proteger” las selvas tropicales (¡expulsando a las poblaciones que viven en ella!) es para los contaminadores el medio menos caro de comprar el derecho a continuar produciendo (armas, publicidad, etc) y a contaminar…, es decir, a continuar destruyendo las selvas por el calentamiento. Es así como la ley de la ganancia pudre todo lo que toca y transforma todo en su contrario.

El planeta primero, la gente primero

Felizmente, frente a la derrota en la cumbre, Copenhague es una magnífica victoria en la base. La manifestación internacional del sábado 12 de diciembre ha reunido a unas 100.000 personas. El único precedente de movilización tan masiva sobre esta temática es el de los cortejos que reagruparon a 200.000 ciudadanos australianos en varias ciudades simultáneamente, en noviembre de 2007. Pero se trataba de una movilización nacional y Australia sufre de lleno los impactos del calentamiento: no es (aún) el caso de los países europeos de los que han venido la mayor parte de los manifestantes que, a pesar de una feroz represión policial, han sitiado la capital nórdica al grito de “Planet first, people first” [“El planeta primero, la gente primero”]. Frente a la incapacidad total de los gobiernos, frente a los lobbies económicos que impiden tomar las medidas para estabilizar el clima respetando la justicia social, cada vez más habitantes del planeta comprenden que las catástrofes anunciadas por los especialistas no podrán ser evitadas más que cambiando radicalmente de política.

Copenhague simboliza esta toma de conciencia. Se expresa por la participación de actores sociales que, hace poco todavía, se mantenían al margen de las cuestiones ecológicas, que incluso las contemplaban con desconfianza: organizaciones de mujeres, movimientos campesinos, sindicatos, asociaciones de solidaridad Norte-Sur, movimiento por la paz, agrupamientos altermundialistas, etc. Un papel clave es jugado por los pueblos indígenas que, luchando contra la destrucción de las selvas (¡en una correlación de fuerzas digna de David contra Goliat!), simbolizan a la vez la resistencia a la dictadura de la ganancia y la posibilidad de una relación diferente entre la humanidad y la naturaleza. Sin embargo, estas fuerzas tienen en común apostar más por la acción colectiva que por el trabajo de lobby, muy apreciada por las grandes asociaciones medioambientales. Su entrada en escena desplaza radicalmente el centro de gravedad. En adelante, la lucha por un tratado internacional ecológicamente eficaz y socialmente justo se jugará en la calle –más que en los pasillos de las cumbres- y será una batalla social- más que un debate entre expertos.

Mientras la cumbre oficial producía un pedazo de papel mojado, la movilización social y la cumbre alternativa han puesto las bases políticas de la acción a llevar por la base en los próximos meses: “Change the system, not the climate”, “Planet not profit”, “bla bla bla Act Now”, “Nature doesn’t compromise”, “Change the politics, not the climate”, “There is no PLANet B”. A pesar de sus límites (sobre el papel de las Naciones Unidas en particular) la declaración del Klimaforum09 es un buen documento, que rechaza el mercado del carbono, el neocolonialismo climático y la compensación de las emisiones por plantaciones de árboles u otras técnicas falsas. Cada vez más gente lo comprende: la degradación del clima no es debido a “la actividad humana” en general sino a un modo de producción y de consumo insostenible. Y saca la conclusión lógica de ello: el salvamento del clima no puede derivar solo de una modificación de los comportamientos individuales sino que requiere, al contrario, cambios estructurales profundos. Se trata de acusar a la carrera por los beneficios, pues ésta conlleva fatalmente el crecimiento exponencial de la producción, del derroche y del transporte de materia, y por tanto de las emisiones.

¿Fracaso?

¿Es una catástrofe el fracaso de la cumbre?. Al contrario, es una excelente noticia. Excelente noticia pues es tiempo ya de que se detenga el chantaje que impone que, a cambio de menos emisiones, haría falta más neoliberalismo, más mercado. Excelente noticia pues el tratado que los gobiernos podrían concluir hoy sería ecológicamente insuficiente, socialmente criminal y tecnológicamente peligroso: implicaría una subida de temperatura de entre 3,2º y 4,9ºC, una subida del nivel de los océanos de entre 60 cm y 2,9 metros (al menos), y una huida hacia adelante en tecnologías de aprendices de brujo (nuclear, agrocarburantes, OGM y “carbón limpio”, con almacenamiento geológico de millardos de toneladas de CO2). Centenares de millones de pobres serían sus principales víctimas. Excelente noticia pues este fracaso disipa la ilusión de que la “sociedad civil mundial” podría, por “la buena gobernanza”, asociando a todos los stakeholders, encontrar un consenso climático entre intereses sociales antagónicos. Ya es hora de ver que no hay, para salir de los combustibles fósiles, más que dos lógicas totalmente opuestas: la de una transición pilotada a ciegas por el beneficio y la competencia, que nos lleva derechos contra la pared, y la de una transición planificada consciente y democráticamente en función de las necesidades sociales y ecológicas, independientemente de los costes, y por consiguiente recurriendo al sector público y compartiendo las riquezas. Esta vía alternativa es la única que permite evitar la catástrofe.

El rey está desnudo. El sistema es incapaz de responder al gigantesco problema que ha creado de otra forma que infligiendo destrozos irreparables a la humanidad y a la naturaleza. Para evitarlo, es el momento de la movilización más amplia. Todos y todas estamos concernidos. El calentamiento del planeta es bastante más que una cuestión “medioambiental”: una enorme amenaza social, económica, humana y ecológica que necesita objetivamente una alternativa ecosocialista. El fondo del asunto: el capitalismo, como sistema, ha superado sus límites. Su capacidad de destrucción social y ecológica es claramente muy superior a su potencial de progreso. Ojalá pueda esta constatación ayudar a hacer converger los combates en favor de una sociedad diferente. Los manifestantes de Copenhague han abierto el camino. Nos invitan a unirnos a ellos en la acción: “Act now. Planet, not profit. Nature doesn´t compromise”.

*Traducción de Alberto Nadal para Izquierda Anticapitalista.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Nuevo clima en Copenhague

Silvia Ribeiro
La Jornada

Copenhague, 18 de diciembre. Mientras escribo esta nota, no se sabe si habrá un nuevo acuerdo global sobre el cambio climático en la conferencia de Naciones Unidas que se realiza del 7 al 18 de diciembre. Pero en todos los escenarios de las negociaciones en curso, falla lo principal: ninguno va a modificar las causas del cambio climático, que implicaría cambiar radicalmente el modelo industrial de producción y consumo.

En las negociaciones, los países más industrializados plantean un nuevo acuerdo que incluya a Estados Unidos, pero que no sea legalmente vinculante. Le llaman políticamente vinculante, que es un eufemismo de haremos lo que queramos, si nos conviene, según el momento político.Quieren sustituir de facto el Protocolo de Kyoto, del que EU no es signatario y que es vinculante.

Por otro lado, los países del G77 reclaman compromisos legalmente vinculantes de parte de los países industrializados, con metas de reducción de emisiones mínimas de alrededor de 50% para el año 2020 (mucho más de lo que ninguno ha propuesto) y recursos para adaptación de los países de Sur al caos climático. Quieren que sea dentro del Protocolo de Kyoto, prolongando su vigencia, porque un nuevo proceso llevaría años durante los cuales los países del Norte no tendrían obligaciones legalmente establecidas.

Sin embargo, el Protocolo de Kyoto ya era tremendamente limitado en los porcentajes acordados y dañino en la forma de cumplirlos: acepta como reducción el pago de créditos de carbono, que en realidad no es tal, sino sencillamente nuevos negocios, sobre todo para las empresas más grandes y contaminantes. Un pequeño ejemplo: en Copenhague tomé un taxi que anunciaba este taxi es carbono-neutral. Le preguntamos al conductor qué quería decir y se rió. Dijo que era lo mismo de siempre, pero pagaba una cantidad que se enviaba a Nigeria para que allí las empresas petroleras plantaran unos arbolitos, que se supone absorbían el equivalente del carbono de su taxi. No se lo creía, pero desde que tenía ese cartel, tiene más clientes y gana mucho más de lo que paga a Nigeria. El problema, explicó, es que es muy buen negocio y no hay que hacer nada, entonces muchos querrán hacerlo y habrá demasiada competencia. Que la Shell en Nigeria desplaza y mata a los indígenas que allí viven y a sus tierras, tanto para la explotación petrolera como para las plantaciones –que le resultan un excelente y subsidiado negocio allí y en otros países–, no figuraba en su ecuación.

Más allá de titulares, la Convención aprobó aumentar esos mecanismos de mercado. Por ejemplo, a través del programa REDD (reducción de las emisiones debidas a la deforestación y degradación de bosques), que implica una nueva ola de apropiación empresarial de los bosques, y paradójicamente, premios para deforestar y sustituir los bosques naturales con plantaciones. El problema comienza, explica el Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales, con la definición de bosque. Según la convención, cualquier área superior a 500 metros cuadrados con una cubierta forestal del 10 por ciento y con árboles que puedan alcanzar dos metros de altura, es un bosque. Hasta los bosques cortados a tala rasa estarían incluidos en esta definición de bosque (wrm.org.uy)

También avanzaron en incorporar la agricultura como forma de obtener créditos de carbono, abriendo las puertas a que los extensos monocultivos de soya transgénica y muchos otros desarrollos altamente nocivos de la agricultura industrial que provocan el cambio climático, puedan beneficiarse entrando en estos esquemas.

Otra caja de Pandora es el nuevo aumento de apoyo para la transferencia de tecnología, sin ningún mecanismo de evaluación previa de riesgo ambiental y social. Muchas de los anuncios sobre millones de dólares comprometidos para adaptación o mitigación en un nuevo Fondo Climático, tienen que ver con el subsidio a la propiedad intelectual y la transferencia de tecnologías altamente riesgosas para aumentar esos y otros desarrollos. Por ejemplo, la muy nombrada contribución de miles de millones de dólares anuales de EU en el marco de la convención podría ser para pagar a sus trasnacionales la transferencia de biología sintética para agrocombustibles de tercera generación o de tecnologías de geoingeniería, como el biochar o la captura y almacenamiento de carbono a grandes profundidades en formaciones geológicas (CCS), que además de riesgoso, justifica seguir explotando la sucia energía carbo-eléctrica.

No obstante, algo sí cambió radical y definitivamente en Copenhague. Muchos movimientos y organizaciones sociales, así como jóvenes organizados autogestionariamente de toda Europa y allende el mar, tomaron las calles para dejar claro que el clima y el planeta son demasiado importantes para dejarlos en manos de transnacionales y negociados gubernamentales.

Cien mil personas marcharon en la manifestación más grande de Dinamarca en las últimas décadas. Días después, miles de jóvenes, junto a movimientos y organizaciones sociales, se lanzaron contra las gruesas barreras policíacas que rodeaban el centro de convenciones, para denunciar la farsa e instalar la asamblea de los pueblos. En una imagen demasiado parecida al mundo real, rodeados de cientos de policías, helicópteros y camiones represivos que defendían a los gobiernos y empresas, los movimientos se sentaron en el suelo y compartieron las verdaderas alternativas al cambio climático: las formas campesinas de vivir y producir, la soberanía alimentaria, la autonomía indígena, dejar el petróleo y carbón en el suelo, el trabajo digno, la diversidad, la necesidad de mundos sin fronteras. Es apenas el comienzo. México es la próxima parada.

*Investigadora del Grupo ETC
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2009/12/19/index.php?section=opinion&article=018a1eco&partner=rss

Mitos y realidades de la minería transnacional

Jennifer Moore

Periodista canadiense de prensa y radio radicada en Ecuador. Sus documentales radiales se han
difundido por la radio pública de Canadá, la CBC y The Green Planet Monitor, además de varias
producciones de la Asociación Nacional de Radios Comunitarias y Universitarias de Canadá. Sus
artículos se han publicado en upsidedownworld.org, dominionpaper.ca, rabble.ca y otros.

La minería de gran escala se ha convertido en una de las principales actividades económicas del
mundo. En buena medida se localiza en países en vías de desarrollo, cuya legislación es supremamente favorable para los intereses privados de las transnacionales de la exploración, explotación y exportación. En el presente artículo, Jennifer Moore, autora de múltiples estudios sobre el tema y quien cuenta con una experiencia de varios años monitoreando el problema, analiza –a la luz de algunos mitos que se tejen sobre la gran minería– los perjuicios causados y los abusos cometidos en la gran minería transnacional en América Latina. Deslinde
Desarrollo

Mito #1: Empleo y crecimiento económico local

– La gran minería genera oportunidades económicas y laborales para la población local.

Los proyectos mineros a gran escala generan una demanda intensiva de trabajo en las fases iniciales, lo que crea la ilusión de trabajo permanente. Generalmente el peor trabajo queda para los vecinos del lugar y los puestos mejor pagados y más altos son para gente de afuera.
Ejemplo: Durante la fase de construcción de la mina San Martín en Honduras en el año 2000, hubo más de 1.000 puestos de trabajo. Ahora que la mina está en la última fase de operación (cierre), hay 76 personas trabajando.1
La minería metálica industrial emplea 2,75 millones de personas, lo cual representa 0,09% de los
puestos de trabajo a nivel mundial; la minería de pequeña escala emplea 13 millones. Según la
Organización Internacional del Trabajo, OIT, entre 1995 y 2000 la tercera parte de los trabajadores mineros en los 25 países de mayor producción de minerales perdieron su trabajo. La razón principal: la introducción de nueva tecnología que desplaza la mano de obra.2

Además, la rentabilidad de esta actividad económica es cíclica y depende principalmente de los precios de metales en el mercado internacional. Las poblaciones locales pierden el control de las principales variables de su economía, la cual pasa a responder a intereses anónimos y especulativos. Según Derechos en Acción, la duración de una mina en promedio es de 10 a 15 años.3

Adicionalmente, la minería impone primarización de la economía, lo que impide agregar valor y
desarrollo económico. Earthworks ha observado: “Al inicio de la operación de una mina, la actividad económica local crece notablemente. Hay nuevas vías y nuevas viviendas construidas para los mineros; también se establecen pequeños negocios para atender la mina y sus trabajadores. Pero aquellas economías frecuentemente se debilitan por el fenómeno llamado company town, es decir: hay poca actividad económica independiente de la mina. Este nivel de dependencia no genera estabilidad económica a largo plazo.”4

Mito #2: La minería invierte enormes recursos necesarios para el desarrollo.

Las empresas mineras hacen grandes inversiones en instalaciones necesarias para la extracción de metales. Pero en carreteras y otra infraestructura, que pueden beneficiar a la población, las empresas hacen los gastos mínimos y utilizan recursos del Estado para construir su infraestructura.

Ejemplo: República Dominicana, donde Goldcorp y Barrick Gold proponen reabrir la mina de oro
Pueblo Viejo. Entre 1979 y 1999 la mina funcionaba bajo la empresa estatal Rosario Dominicana S.A. Ahora 100 familias viven en extrema pobreza sin acceso al agua potable en sus alrededores. Por un acuerdo entre las empresas y el Estado dominicano, el gobierno es responsable de ubicar el agua necesaria para las nuevas operaciones, reubicar alrededor de 1000 pobladores, remediar los pasivos ambientales de la operación anterior y adquirir los derechos necesarios de tierras. El solo arreglo de los pasivos ambientales tiene un valor estimado de US $100 millones.5

Otro ejemplo ocurre en Argentina donde Barrick Gold, que explota la mina Veladero, descuenta del pago de regalías a la provincia de San Juan todas sus acciones de “responsabilidad social
empresaria” y diversos aportes de dinero a instituciones locales. Es decir que la política de relaciones comunitarias de la empresa la paga el propio Estado provincial.

Mito #3: Los beneficios de la minería se quedan en los países donde se extraen los minerales, y las empresas contribuyen con impuestos para el desarrollo del país.

Con mucha frecuencia la minería deja a su paso descomposición social, desplazamiento, pobreza,
contaminación y destrucción ambiental permanente. Los beneficios se van para el Norte, a las empresas y a sus inversionistas. Por eso, se habla de la “la maldición de los recursos naturales”.

Ejemplo: En el caso de Chile, conocido como país minero, según César Padilla del Observatorio de
Conflictos Mineros de América Latina (OCMAL), hay un marco legal que favorece a las
transnacionales y 70% de la producción de cobre está en manos extranjeras. En cuanto a la
tributación, constata que sólo 3 de 47 mineras extranjeras de cobre arrojan pequeñas utilidades y el resto “a través de resquicios legales, manipulan sus balances para presentar pérdidas”; por eso no pagan impuestos.6

Medio ambiente

Mito #4: La minería puede ser limpia, no contamina el ambiente, y se puede hacer sin riesgos ambientales. Hay una solución técnica para cada problema ambiental.

Las tecnologías que permiten la explotación de yacimientos son altamente contaminantes y
destructivas. La minería demanda enormes cantidades de agua, que contamina permanentemente con químicos como el cianuro. El drenaje ácidoa, y otras formas de contaminación, son efectos comprobados y a veces comienzan después de que se retiró la empresa y se cerró la mina. En promedio se extrae un 0,51% de cobre de la roca (antes en Estados Unidos, a comienzos del siglo XX, era 2,5%) y 0,0001% en el caso del oro. Por cada onza de oro producida, se genera un promedio de 79 toneladas de desechos.

El fenómeno del drenaje ácido puede durar cientos o miles de años, y puede ser particularmente grave cuando la explotación minera está ubicada en zonas de nacimientos de agua o en cabeceras de cuencas. Adicionalmente se estima que, en el caso del cobre por ejemplo, se utilizan entre 10.000 y 30.000 litros de agua por día.7 Muchos Estados otorgan el uso y/o control sobre el agua con las concesiones mineras sin costo para las empresas.

Ejemplo: En El Salvador hay 29 proyectos de minería metálica radicados en la región montañosa del norte. Los ríos que abastecen el país vienen de aquí, y sólo el Río Lempa, por ejemplo, sirve a más de 50% de la población de la capital, San Salvador.

En la provincia de Cabañas, en donde se encuentra el Proyecto El Dorado, una mina de oro y plata de una superficie de 144 kilómetros cuadrados en fase de exploración por Pacific Rim Mining Corp., muchos habitantes se preocupan porque la mina propone consumir 30.000 litros de agua diarios durante su existencia, dependiendo de la misma fuente de agua que abastece a la población local sólo una vez cada semana. Actualmente el proyecto está suspendido debido a la oposición que ha generado, hasta que el Ministerio del Ambiente y Recursos Naturales presente un nuevo estudio sobre el proyecto, el cual estudiará el Parlamento de El Salvador.

Un Estudio de Impacto Ambiental de dicho proyecto realizado por el ingeniero hidrológico, Robert Moran de EEUU, concluyó que ni la población ni el Parlamento tenían suficiente información sobre los posibles impactos sociales y ambientales del proyecto. Agregó que un gran porcentaje de proyectos similares ha generado pasivos ambientales negativos a través del mundo y muchas veces aparecen después que la mina se cierra.

Bosques amenazados: Según Earthworks, 39% de los bosques en peligro están amenazados por la minería de gran escala. Además, una cuarta parte de los sitios catalogados como Patrimonio Global por su valor natural, están amenazados por proyectos mineros o de hidrocarburos futuros. Asimismo más de un cuarto de las minas activas y los sitios de exploración se superpone con o están a 10 kilómetros de parques, reservas y otros áreas protegidas estrictamente, según el criterio de la UICN.8

En cuanto al aire, la fundición de metales contribuye con el 13% de las emisiones de dióxido de azufre a nivel mundial, y consume entre el 7 y 10 por ciento de la producción de energía, principalmente en base a carbón y petróleo.

Derechos Colectivos

Mito #5: Las empresas de exploración vienen sólo a averiguar si hay metales. Si encuentran algo, es la comunidad local la que decide cómo proceder.

Si una empresa de exploración (frecuentemente llamado junior) encuentra algo, muchas veces se vende el proyecto a una empresa más grande, con mayores recursos y capacidad operativa, que lo pueda extraer. En 2006, tales empresas contribuyeron con más del 50% de la exploración minera de minerales no ferrosos en el mundo, mostrando un crecimiento de 600% en sus inversiones desde 20029, lo cual pertenece al período reciente de boom en el mercado de metales.

Ejemplo: En Guatemala la mina Marlin fue descubierta por Francisco Gold y desarrollada por Glamis Gold, ahora propiedad de Goldcorp Inc., a través de su subsidiaria Montana Exploradora de Guatemala.

Los compromisos que las empresas de exploración hacen con las comunidades no son vinculantes, ni siquiera en los casos donde hay diálogo con las compañías grandes, las cuales también frecuentemente venden sus proyectos.

Ejemplo: En Ecuador hay más de veinte empresas juniors, algunas que ya tienen “alianzas
estratégicas” con empresas grandes o que ya han vendido su proyecto a una empresa más grande. Ascendant Copper Corporation (ahora se llama Copper Mesa) tiene una alianza estratégica con Río Tinto que garantiza a la minera inglesa comprar hasta 70% de interés en un proyecto de Ascendant. Río Tinto realizó exploraciones en algunos lugares del Ecuador en los años 90, pero salió del país por razones también “estratégicas”. Esta empresa comparte información con las empresas junior. Recientemente, Aurelian Resources, que descubrió uno de los mayores depósitos de oro mundiales en el sur de la Amazonía ecuatoriana, vendió su proyecto (llamado Fruta del Norte) a Kinross Gold. La gran minería está compuesta por carteles y consorcios que se encubren unos a otros, y hay monopolio y concentración entre los más grandes.

En octubre de 2007, Latin American Newsletter destacó “una pirámide divina de la minería”,
refiriéndose precisamente a este fenómeno de las juniors y las empresas mineras más grandes. Basado en una entrevista con el director de Ascendant Copper Corporation (ahora Copper Mesa Corporation, la cual ha sido suspendida debido a la oposición en contra de su proyecto cuprífero en la zona de Intag, al noroeste de Ecuador). Steve Vaughn, quien lleva muchos años en la industria minera, explica que hay cuatro o cinco compañías mineras en la cumbre de la pirámide, luego hay unas medianas, y después cientos de pequeñas. Estas últimas “están encargadas de manejar los procesos antes de entrar en operación, o sea de limpiar el camino antes de que lleguen las grandes”. El autor, Luís Ángel Saavedra, concluye que las pequeñas protegen a las más grandes de la posibilidad de llevarlas a juicio.10

Mito #6: Ningún proyecto minero se hace sin consentimiento previo de las comunidades.

Hay innumerables estrategias de engaño, cooptación y coerción social; son estrategias acumuladas por una larga historia de explotación. A pesar de existir recomendaciones durante los últimos años pidiendo que se reconozca el consentimiento de las comunidades para resolver tales conflictos, no hay prácticas ni reglamentos establecidos. Cuando las comunidades intentan realizar sus propias consultas populares, enfrentan mucha presión. Además, existen estándares internacionales sobre la reubicación forzada, que muchas veces dejan sin alternativa a las comunidades.

Ejemplo: En tres municipalidades de la parte alto andina de Piura, Perú, a través de una consulta
popular en septiembre de 2007, el 94% de los pobladores dijeron “no” a la actividad minera. Antes del evento, el gobierno central hizo todo lo posible para evitar la consulta y el ejercicio democrático. Dos semanas después, el gobierno declaró 20 proyectos mineros como prioridad nacional, dentro de los cuales estaba el proyecto minero de Río Blanco Copper (antes Minera Majaz, de la inglesa Monterrico Metals, hoy en manos de un consorcio chino), al que refería la consulta.
Ahora hay más de 300 moradores de la zona que han participado en el frente contra la minería y
quienes están enjuiciados. El gobierno peruano ha decretado una nueva legislación para implementar el Tratado de Libre Comercio con EEUU, legislación que puede negar el derecho a consultar a las comunidades campesinas y pueblos indígenas en particular.

Ejemplo: En la ciudad patagónica de Esquel, en Argentina, más del 80 por ciento de la población
rechazó el proyecto de explotación de oro Cordón Esquel, que proponía la empresa canadiense
Meridian Gold (absorbida este año por Yamana Gold), en una consulta popular realizada el 23 de
marzo de 2003. Luego de esto, la empresa declaró el proyecto “en pausa” y aseguró públicamente que no avanzaría hasta “responder a todas las dudas de la comunidad”.

Meses después la Asamblea Local de Vecinos local difundió las grabaciones de una reunión secreta, realizada en un lujoso hotel de Buenos Aires, donde la empresa –con el apoyo de una consultora en comunicación y la organización Business For Social Responsability (BSR) de Estados Unidos– desarrollaba estrategias para “dar vuelta a la comunidad” y desarticular la oposición social al proyecto. Seis vecinos de Esquel y dos periodistas fueron llevados a juicio por la empresa después de la difusión de esas grabaciones.

Mito #7: La minería fortalece el tejido social, y reduce la migración y descomposición de las comunidades indígenas.

Todo lo contrario. Al no respetar los derechos para decidir sobre el uso de su territorio y su derecho a la autodeterminación, en muchas circunstancias las empresas aplican otras estrategias para ingresar en los territorios ancestrales, los cuales actualmente se ven muy afectados por la expansión minera.
Contratos directos y dádivas u ofertas a comunidades particulares pueden desestabilizar las
organizaciones indígenas por interferir en sus procesos de comunicación, planificación y manejo de recursos naturales.

Estas actividades afectan a las comunidades étnicas fuertemente, las dividen y promueven el conflicto social para tener acceso a los minerales. Se estima que alrededor de la mitad del oro explotado entre 1995 y 2015 se va a extraer de territorios de los pueblos indígenas.11

Ejemplo: La mina de oro más grande en América Central de la empresa canadiense Goldcorp,
llamada “Marlin”, se encuentra en Guatemala en las municipalidades de San Miguel Ixtahuacán y Sipakapa en el oeste del país. Se ha convertido en un problema nacional por no consultar con los pueblos. En el municipio de Sipakapa se ha iniciado una serie de consultas populares convocadas por los pueblos mismos, las cuales han resultado en un fuerte rechazo de la actividad minera. Sin embargo, los resultados de las consultas no han sido aceptados y los pueblos sufren amenazas permanentes y otras afectaciones por la explotación de la mina. Actualmente han apelado a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos Interamericana por una decisión sobre las consultas.
En los pocos casos, según Derechos en Acción, en que pueblos indígenas en Canadá han negociado
acuerdos sobre los impactos y beneficios con empresas mineras, el éxito ha sido “limitado”. Las
negociaciones son duras y, mientras algunos grupos indígenas han ganado algo de empleo, capacitación y dinero, todavía tales acuerdos ofrecen mínima protección ambiental y “es improbable que vayan a contribuir a economías sustentables después de que la mina cierre.”
Agregan que las comunidades afectadas por la minería reportan mayor uso de drogas y alcohol,
carencia de viviendas y más violencia contra la mujer.12

Transparencia

Mito #8: Las empresas transnacionales garantizan transparencia

El financiamiento de las empresas mineras, especialmente de muchas juniors, utiliza prácticas no
transparentes que muchas veces son monitoreadas muy débilmente en cuanto a los impactos
ambientales y sociales de sus proyectos. Además, estas empresas tienen estructuras empresariales muy complicadas, diseñadas para evitar el riesgo judicial.

Ejemplo: La Bolsa de Valores de Toronto (TSX) – La Bolsa de Valores de Toronto ha emergido como fuente importante de fondos para la exploración minera. Alrededor del 57% de las empresas mineras cotizan sus acciones en la Bolsa de Valores de Toronto y, según sus propios informes, en los primeros seis meses de 2007 facilitó 48% de los financiamientos mineros mundiales, más que cualquier otra bolsa de valores en el mundo.13 Está especializada en financiar proyectos en lugares riesgosos, o sea en donde hay conflicto o mucha oposición.

La TSX procura la mayoría de fondos mediante “colocaciones privadas”: “ofertas de valores a un
número limitado de inversionistas grandes, principalmente los que se llaman ‘inversionistas
institucionales’ –bancos, fondos mutuos y fondos de pensiones–, que se caracterizan por un menor grado de transparencia, lo cual a su vez implica: (1) una amplia distribución de las acciones mineras en la población canadiense (se estima que 49% de los canadienses tienen acciones en la minería) y (2) resulta difícil trazar los orígenes de los fondos que se destinan a la actividad minera.”14

La Corporación de Desarrollo de Exportaciones de Canadá (EDC) también es poco transparente. Ella es “una institución financiera para los exportadores e inversionistas canadienses en el extranjero, que en 2006 dio $66 billones [miles de millones] en ayuda a empresas canadienses, de los cuales $30 billones se invirtieron en el sector de recursos naturales. Hasta 2007, no ha estado sujeta a la legislación de acceso a la información”.15

Respecto a las estructuras de estas empresas, las empresas juniors –que han aumentado mucho su participación en la exploración minera– pueden brindar seguridad a las empresas más grandes que van a desarrollar las minas. Incluso, por su propia constitución, estas empresas pueden evitar el riesgo judicial.

Ejemplo: Ascendant Copper Corporation (ahora Copper Mesa) ha enfrentado una fuerte oposición comunitaria a su proyecto en el noroeste de Ecuador, en la zona de Intag. Ha sido implicada en violaciones de los derechos humanos y denunciada ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en 2007 por el intento de un grupo de más de 50 guardias fuertemente armados y principalmente ex militares que trataron de ingresar por la fuerza a las concesiones mineras de Ascendant en Intag.

Pero en su sitio web la compañía reconoce que por su estructura empresarial se hace muy difícil llevar a juicio a los miembros de su directiva: “Todos los directores de Ascendant y prácticamente todas sus acciones y las de la corporación están radicados fuera de Canadá. Puede ser imposible que quienes compran seguridades... puedan notificar sobre directores que viven fuera del país en un juicio en Canadá…” Mientras la empresa se incorpora en la provincia de British Columbia, Canadá, su sede está en Colorado, EEUU. También Ascendant Copper Corporation tiene subsidiarias radicadas y/o que cotizan en las bolsas de valores del Caribe con sus operaciones principales en Ecuador.

Mito #9: Cada país es autónomo y soberano en sus relaciones con empresas mineras transnacionales. Las empresas mineras transnacionales respetan el marco legal de los países donde operan.

Muy frecuentemente no existen mecanismos, voluntad ni recursos para aplicar los mandatos legales. Además, muchas veces las mismas empresas mineras y/o sus promotores imponen un marco legal a través de gobiernos amigos.

Ejemplo: En el caso de Ecuador, donde hasta ahora no ha empezado a producir el proyecto de la
minería metálica, en el año 2000 se implementaron reformas profundas a la ley minera después de un proyecto financiado por el Banco Mundial y con el apoyo de las embajadas de Inglaterra y Suecia. Las reformas derogaron las regalías de producción debidas al Estado, aumentando el plazo de duración de las concesiones mineras a treinta años renovables, y negaron al Estado la opción de revocar concesiones mineras por afectaciones ambientales o sociales.

Ahora que el país está nuevamente reformando su ley minera para reinstituir el rol del Estado en el control y manejo del sector, las empresas canadienses que dominan la inversión en Ecuador han participado extensivamente en el desarrollo del nuevo texto.

Las empresas también gozan de gran protección por medio de los tratados internacionales que protegen las inversiones (TBI), los cuales se han usado para imponer proyectos mineros cuando se ha presentado una gran resistencia. Las empresas pueden tener una ventaja grande frente a los gobiernos de países en desarrollo cuando van a los tribunales de arbitraje internacional como el Centro Internacional de Arreglo de Disputas de Inversiones (CIADI) por el costo de los procesos y por el hecho de que no hay mecanismo para que las comunidades afectadas puedan participar.

Ejemplo: Goldcorp, a través de su subsidiaria Glamis Imperial Corporation, está utilizando el NAFTA para derogar una ley de California que apoya los reclamos del la tribu Quechan, de la reserva de Fort Yuma, que se oponen a la incursión del Proyecto Minero Imperial en sus tierras sagradas.16

Mito #10: Las empresas transnacionales se comportan con responsabilidad social.

Si el marco legal es desfavorable o hay una fuerte oposición a un proyecto minero, la corrupción, la violencia, la criminalización y la desestabilización de organizaciones pueden imponerse.

Las empresas mineras son las transnacionales con mayor experiencia en el testaferrato.
Ejemplo: Según un informe de la Defensoría del Pueblo de Perú sobre el Proyecto Río Blanco en el noreste del departamento de Piura, la presencia de la minera en las tierras de las comunidades
campesinas se considera ilegal en razón de que no ha sido aprobada por dos tercios de las asambleas de las comunidades campesinas en donde la empresa tiene sus concesiones mineras. Además las comunidades se expresaron fuertemente en contra del proyecto minero durante una consulta popular en septiembre de 2007. Sin embargo, con el apoyo del gobierno del Presidente Alan García la compañía suscribió un acuerdo de estabilidad jurídica y está buscando por cualquier manera abrir su mina, la cual pueda ser el inicio de un gran distrito minero por los dos lados de la frontera Perú - Ecuador.

Un informe del Observatorio de Conflictos Mineros en Perú de agosto de 2008, observa que hay
alrededor de 300 personas criminalizadas en Piura por su posición en contra de la minería. En un
caso muy notable, 35 están enfrentando acusaciones de terrorismo. Las acusaciones fueron
presentadas ante la Fiscalía por un grupo sobre el cual existen sospechas de ser montado o apoyado por la compañía. Un informe elaborado por un grupo de abogados de EEUU e Inglaterra ha concluido que aquel caso no podría ser presentado en una corte de estos dos países desarrollados aún si el Estado sigue con el caso en el que viola los derechos humanos de las personas involucradas.

Necesidad

Mito #11: El desarrollo minero es progreso y la producción campesina es retraso. Sin minas, no hay futuro, no hay machetes ni bicicletas.

La cuestión minera es de gran importancia pública por la destrucción que implica y por las diferencias fundamentales en las visiones sobre el desarrollo. Las comunidades deberían tener su derecho de autodeterminación, de participación en decisiones que afecten su medioambiente, la salud, la autonomía alimentaria, etc., aspectos todos que puedan ser impactados por la minería.
El mercado de los metales en gran parte es impulsado por usos desvinculados a la vida de las
comunidades. En el caso del oro, se utilizó en un 85% para joyería. El níquel, cobalto y tungsteno son considerados minerales estratégicos porque son utilizados por la industria militar.
“La actividad minera de gran escala es posible sólo porque está legitimada y premiada por un marco legal colonial, el cual establece una serie de beneficios e incentivos tributarios para las empresas mineras que discrimina contra las actividades económicas productivas y sostenibles, que son las que verdaderamente dirigen nuestras economías regionales.”17 (Tercer Encuentro de Comunidades

Afectadas por la Minería en Argentina. Agosto 14 de 2005. “Vienen por oro, vienen por todo.”18)
El desarrollo minero literalmente transforma de manera radical el manejo del territorio, la
biodiversidad, el agua, la generación de energía y la sociedad. Asimismo fomenta la dependencia
debido a las relaciones clientelistas que mantiene y/o sostiene la minería de gran escala, las cuales en muchos casos utiliza para inhibir el potencial de construir organizaciones, procesos locales y formas de desarrollo autodeterminadas. De hecho, según algunos investigadores, se observa que un resultado de los procesos de lucha en contra la minería ha sido el surgimiento de organizaciones locales, redes de apoyo y otras formas de sostenimiento que están más cercanas a la realidad de la localidad y la gente.19

Y cuando tengan que imponer la minería, ¿podría constituir desarrollo? Los investigadores Anthony Bebbington de Inglaterra y María Luisa Burneo de Perú al definir desarrollo se orientan por el economista ganador del Premio Nobel, Amartya Sen, diciendo que “el desarrollo no se define por el crecimiento económico, sino por la expansión de libertades y de capacidades humanas. Sen diría, entonces, que si en un proceso de cambio social no hay mejora en la expresión de la ciudadanía, no se puede hablar de un avance en el desarrollo…un crecimiento económico sin desarrollo…puede, más bien, generar conflictos sociales.”

César Padilla concluye que la resistencia de las comunidades afectadas a lo largo de América Latina es parte de un proceso transformado por sí mismo, el cual busca otro modelo de desarrollo “que limite la minería así como la mayoría de las industrias extractivas”.20

Resistencia

Las empresas mineras y las ONG se van después de que se cierra la mina. Los que sufren las
consecuencias son las comunidades que quedan viviendo cerca a una mina abandonada. Debido a que los principales afectados por la minería transnacional son comunidades locales, la estrategia de resistencia debe enfocarse hacia ellas.

Hay una riqueza de experiencias de resistencia, que deben evaluarse, articularse y acumularse.
Generalmente, las comunidades y los movimientos sociales no tienen información suficiente y
apropiada para actuar en consecuencia. Hay una desarticulación entre quienes tienen conocimientos sobre la minería y quienes viven en comunidades concesionadas o afectadas.

La minería es uno de los mejores ejemplos para poner en evidencia los efectos negativos del modelo económico, así como la ocupación y despojo de los territorios y sus impactos, por lo cual sirve para movilizar en resistencia a la población general (norte, sur, ambientalistas, sindicatos, académicos, estudiantes, inversionistas).

Estrategias posibles para la resistencia

– Encuentro, intercambio y articulación entre comunidades afectadas, involucradas y en resistencia.
– Apoyo y acompañamiento de intelectuales y analistas comprometidos con la resistencia y con el conocimiento del sector, y profundizar el desarrollo de saberes que respalden la movilización y la resistencia.
– Estrategias de comunicación, concientización y movilización (ejemplo: formación de un banco de materiales informativos sobre la minería).
– Montar una estrategia de denuncias sobre la acumulación de capital y los abusos efectuados por las empresas mineras.
– Establecer un equipo técnico-operativo de toda la estrategia y una estructura política-organizativa que funcione coordinada pero autónomamente. Establecer un consejo asesor que tenga un equilibrio entre procesos comunitarios y analistas comprometidos.
Notas

1 Goldcorp Inc. (March 25. 2008). Annual information form for the financial year ended December 31, 2007. Retrieved
April 5, 2008 from www.sec.com
2 Earthworks & Oxfam America. 2007. Dirty Metals Report: Mining, Communities and the Environment, p25.
3 Rights Action. (April 2008). INVESTING IN CONFLICT Public Money, Private Gain: Goldcorp in the Americas, p6.
4 Earthworks & Oxfam America. 2007. Dirty Metals Report: Mining, Communities and the Environment, p18.
5 Rights Action. (April 2008). INVESTING IN CONFLICT Public Money, Private Gain: Goldcorp in the Americas, p19.
6 César Padilla Ormeño, Observatorio de Conflictos Mineros de América Latina (OCMAL, 2007). “Minería en Chile:
Conflictos Ambientales Emergentes, El Camino de la Recuperación de Derechos”, p 5-6.
7 DECOIN. Ecuador, ¿País Minero? Por un país libre de minería metálica a gran escala. Intag, Ecuador. 2007;
www.decoin.org
8 Earthworks/Oxfam America. (2004) Dirty Metals Report: Mining, Communities and the Environment, p18.
9 Jason Goulden, Corporate Exploration Strategies. World Exploration Trends: A Special Report fron Metals Economics
Group for the PDAC International Convestion 2007. www.metalseconomics.com
10 Luis Angel Saavedra. Mining territory in dispute. Ecuador, El 4 Octubre 2007.
http://www.latinamericapress.org/article.asp?lanCode=1&artCode=5329; Adquirido 10 de Enero 2008.
11 Earthworks/Oxfam America (2004). Dirty Metals Report: Mining, Communities and the Environment, p21.
12 Rights Action. (April 2008). INVESTING IN CONFLICT Public Money, Private Gain: Goldcorp in the Americas, p6-7.
13 TSX Group sitio web. TSX Mining Presentation: TSX Stock Exchange and TSX Venture Exchange, “A Global Resource
for Capital”. www.tsx.com
14 Timothy David Clark, York University Toronto. La Minería Canadiense en el Mundo. Presentación durante el foro
Comunidades, Minería y Desarrollo. Quito, Noviembre 2007.
15 Ibid.
16 Rights Action. (April 2008). INVESTING IN CONFLICT Public Money, Private Gain: Goldcorp in the Americas, p2.
17 III Meeting of Communities Affected by Mining in Argentina. (August 14. 2005). Declaration of Andalgalá. Retrieved
February 28, 2008 from www.minesandcommunities.org/Action/press714.htm
18 19 Javier Rodríguez Pardo, Movimiento Antinuclear del Chubut, Red Nacional de Acción Ecologista de Argentina, Unión
de Asambleas Ciudadanas. Las Invasiones Mineras Quinientos Anos Después, por la conferencia Comunidades, Minería,
Desarrollo. FLACSO-Quito, Noviembre 2007.
19 Anthony Bebbington, Universidad de Manchester. Los conflictos mineros, su dinámica, actores y participación de las
comunidades. Presentado por la conferencia Comunidades, Minería y Desarrollo, FLACSO-Quito, Noviembre 2007. Rights
Action. (April 2008). INVESTING IN CONFLICT Public Money, Private Gain: Goldcorp in the Americas, p3.
20 César Padilla, OCMAL. ¿Agua o minería? El dilema ante las extractivas. América en Movimiento No. 427, p18-23.
alainet.org

sábado, 19 de diciembre de 2009

Propuesta de Evo Morales en Copenhague

Preguntas para el referéndum global sobre los derechos de la Madre Tierra y el cambio climático
Minga Global
Durante su intervención de ayer en la plenaria de la Conferencia sobre Cambio Climático, el Presidente Evo Morales Ayma de Bolivia planteó un referéndum global y popular para enfrentar las causas reales de cambio climático. Éstas son las preguntas propuestas.

1) ¿Está usted de acuerdo con restablecer la armonía con la naturaleza reconociendo los derechos de la madre tierra? SI o NO
2)¿Está usted de acuerdo con cambiar este modelo de sobreconsumo y derroche que es el sistema capitalista? SI o NO
3) ¿Está usted de acuerdo con que los países desarrollados reduzcan y reabsorban sus emisiones de gases de efecto invernadero de manera doméstica para que la temperatura no suba mas de 1 grado centígrado? SI o NO
4) ¿Está usted de acuerdo en transferir todo lo que se gasta en las guerras y destinar un presupuesto superior al presupuesto de defensa para el cambio climático? SI o NO 5) ¿Está usted de acuerdo con un Tribunal de Justicia Climática para juzgar a quienes destruyen la Madre Tierra? SI o NO

El capital mafioso contra los pueblos

Una de las consecuencias de más largo alcance de la crisis económica en curso es la potenciación de las actividades mafiosas como modo principal de acumulación de capital y, por tanto, de la financiación de las enormes deudas de los estados. En rigor, no es novedad que los negocios sucios sean una de las principales fuentes de ganancias de las multinacionales y de los estados. Lo nuevo es que la crisis refuerza esa tendencia del capital desde que a comienzos de los 70 el sector financiero sustituyó a la producción como motor del sistema.

Por supuesto, esto no sucede sólo en momentos de crisis. Desde que el capital se volcó al robo, la especulación y el pillaje de la naturaleza, de los pueblos, de naciones enteras y de otros capitales, en lo que se ha dado en llamar acumulación por desposesión, la diferencia entre dineros legítimos o legales y los ilegítimos e ilegales se ha difuminado rápidamente. Los ejemplos abundan. El Grupo de Trabajo de Alta Mar (High Seas Task Force) denunció que en 2005 había 800 barcos pesqueros que realizan pesca irregular en aguas de Somalia, país que no puede controlar la depredación de sus costas. Los pesqueros españoles capturan 200 mil toneladas anuales de atún de modo ilegal en Somalia, aportando 40 por cientro del consumo doméstico.

Sin embargo, la Unión Europea regula cuidadosamente la pesca en sus aguas. Esta misma semana, luego de arduas negociaciones, se levantó la veda de cuatro años y medio para la pesca de la anchoa en el mar Cantábrico, admitiendo sólo la captura de 7 mil toneladas anuales, restringiendo severamente zonas de pesca con la amenaza de revisar los permisos. Toda Europa regula la pesca en sus aguas: la del bacalao estuvo prohibida durante 10 años en el Atlántico norte.

Cuando el tsunami de 2004, aparecieron en costas de Somalia contenedores de basura tóxica que habían sido arrojados en secreto al mar. Europa, a través de la mafia italiana, se deshace de residuos tóxicos en aguas somalíes, señala un informe de Ecologistas en Acción. En el viejo continente cada tonelada de residuos tóxicos que se procesa cuesta entre dos y tres mil euros, pero verterlos en Somalia vale apenas dos euros y medio.

Por no hablar de Barrick Gold, multinacional minera dedicada a la extracción de oro más grande del mundo. Sus negocios en Sudamérica ya representan 47 por ciento de sus reservas probadas y probables. Diversos estudios sostienen que Adnan Khashoggi fue fundador de Barrick Gold y quien realizó la inversión mayoritaria junto con amigos que “organizaban el trueque de armas y drogas entre Irán, Israel y Nicaragua, que condujo en 1986 al escándalo de Irán y los contras”. Khashoggi tiene estrechos vínculos con Peter Munk, presidente de Barrick, y éste con George H. W. Bush. Barrick, junto con otras multinacionales mineras, fue responsable de la guerra de Zaire en 1997 que se saldó con 3 millones de muertos para apoderarse de las mayores reservas mundiales de coltan, mineral clave en el mundo de la electrónica.

El Nobel Alternativo 2004, Raúl Monenegro, presidente de la Fundación para la Defensa del Ambiente, denunció las amenazas de muerte que reciben periodistas de la provincia de San Juan, Argentina, por decir la verdad sobre el impacto ambiental que provoca la minera canadiense Barrick Gold. Agregó que varios periodistas sufren censura previa o son desplazados de sus programas por abordar pluralmente los daños ambientales que provoca la empresa minera. La multinacional impidió también la presentación en Canadá de un libro que denuncia sus atrocidades en África.

Esta semana la prensa británica informó que el director de la Oficina contra las Drogas y el Delito de Naciones Unidas, Antonio María Costa, aseguró que el capital proveniente de la delincuencia organizada fue la única inversión de capital líquido en el segundo semestre de 2008, que estuvo a disposición de los bancos al borde del colapso. Se trata de 352 mil millones de dólares de las ganancias del negocio de las drogas que contribuyeron a salvar la situación en plena crisis de liquidez del sistema financiero. El dinero de las drogas, dijo Costa, se convirtió en un factor importante para muchos bancos, lo que permite pensar que el capital financiero es cada vez más capital mafioso.

El tema tiene dos derivaciones para quienes queremos cambiar el mundo. La primera es constatar que el robo y destrucción del medio ambiente y de los pueblos es hoy la principal forma de acumulación de capital. Esto quiere decir que el expolio se intensificará porque es el camino más rápido para salir de la crisis. Cuando Estados Unidos y sus aliados hablan de combatir narcotráfico y terrorismo debe entenderse que se proponen destruir otros capitales, mafiosos o no, como forma de seguir concentrando riqueza. Y poder. Pero esa misma actitud los convierte en mafias institucionales toda vez que recurren a los mismos métodos.

La segunda cuestión tiene que ver con el tipo de régimen político adecuado para proteger y estimular el pillaje. Se trata de regímenes electorales que permiten la rotación de los equipos dirigentes, pero bloquean cambios estructurales. Se trata de democracias tuteladas por el poder blando de los medios masivos de comunicación que condicionan la agenda política, y por el poder duro del imperio, el capital financiero y las multinacionales. El Estado ha sido modelado y desbordado por el capital mafioso; no podrá ser la palanca principal de los cambios necesarios.

Se avecinan tiempos difíciles. El capital mafioso, hegemónico hoy en una América Latina que no sale –no puede o no quiere– del modelo extractivista (minería y monocultivos), necesita estados a su imagen y semejanza, lo que explica las razones por las que algunos aparatos estatales naufragan en la impotencia. Una agudización de un problema histórico que merece debates que orienten la acción colectiva.

jueves, 17 de diciembre de 2009

CUMBRE DE COPENHAGUE: DIRECTO CONTRA LA PARED

Daniel Tanuro / Viento Sur

Ni un solo responsable político importante duda ya de que el calentamiento es debido principalmente a la combustión de carbón, de petróleo y de gas natural. Todos conocen los peligros de la situación.

El resumen, para los que tomen las decisiones, del cuarto informe del GIEC -un documento que compromete a los estados- propone un cuadro de los impactos sobre los recursos de agua dulce, los ecosistemas, la producción agrícola, las zonas costeras y la salud humana. Se deduce de él que el umbral de peligrosidad es bastante inferior a la cifra del +2º C en relación a la era preindustrial. En realidad, en las islas del Pacífico, las regiones árticas, los valles andinos, las zonas costeras de Bangladesh, el umbral ya está superado. Los representantes de los pequeños estados insulares exigen poner en marcha todo lo necesario para no exceder 1,5º C de subida. Como el mercurio ha ganado ya 0,7ºC desde 1780 y como un aumento de 0,6ºC es inevitable (dada la cantidad de gas con efecto invernadero acumulada en la atmósfera), la conclusión es evidente: ¡no hay ya ni un minuto que perder!. Las condiciones de existencia de centenares de millones de personas dependen de una acción rápida, coordinada, mundial, para reducir radical y rápidamente las emisiones, principalmente las emisiones de CO2. ¡Pero esta acción no llega!
Engaños
Cuando la urgencia es máxima, la cumbre de Copenhague de las ONU sobre el clima que concluye el 18 de diciembre de 2009 no desembocará en un tratado internacional vinculante. En el mejor de los casos, los gobiernos se pondrán de acuerdo en una declaración política. Una más… Las negociaciones podrían concluir en México, a fines de 2010. Sobre la base de las posiciones en presencia, no pueden sino dar a luz un texto ecológicamente insuficiente, socialmente inaceptable y tecnológicamente peligroso. Conviene pues dar la voz de alarma. La lógica productivista del capitalismo, su carrera planetaria por la ganancia y su guerra de competencia están precipitándonos directamente contra la pared. Centenares de millones de pobres corren el riesgo de pagar el coste, riquezas naturales irremplazables corren el riesgo de ser destruidas. Una movilización sin fronteras, masiva y unitaria, es absolutamente necesaria para imponer, con justicia social, objetivos y medidas a la altura del peligro. En el seno de esta movilización, un ala izquierda, anticapitalista, debe hacer oír su voz.
Medios y responsables políticos continúan diciendo que las negociaciones tienen por objetivo permanecer por debajo de los 2ºC. Es un engaño. En realidad, los informes del GIEC no prevén ya esta posibilidad. En el mejor de los casos, la temperatura no subiría “más que” de 2 a 2,4ºC y el nivel de los mares en de 40 cm a 1,4m. Estamos pues ya en la zona peligrosa. Para no hundirse más aún, ¿qué habría que hacer?
1º) Los países desarrollados deberían reducir sus emisiones entre el 80% y el 95% de aquí a 2050 (en relación a 1990) pasando por una etapa de 25% a 40% de aquí a 2020; 2º) los países en desarrollo deberían tomar medidas para que sus emisiones, desde 2020 (2050 para África), sean inferiores en un 15% a 30% a las proyecciones; 3º) las emisiones mundiales deberían bajar entre un 50% y un 85% de aquí a 2050 (en relación a 2000) y hacerse nulas, incluso negativas, antes de finales de siglo; 4º) esta disminución a nivel mundial debería comenzar como muy tarde en 2015. Estas cifras son a considerar como mínimos, pues están establecidas a partir de modelos que tienen insuficientemente en cuenta la inquietante desintegración de los casquetes glaciares, entre otros. Según el climatólogo jefe de la NASA, James Hansen, teniendo en cuenta esta desintegración, la subida de los océanos correspondiente a la concentración actual de gas con efecto invernadero podría ser de “varios metros” en algunos decenios. Conclusión: en nombre del principio de precaución, los objetivos de estabilización del clima deberían ser los siguientes: al menos el 95% de reducción de las emisiones de los países desarrollados de aquí a 2050 (en relación a 1990), al menos 40% de aquí a 2020, al menos 85% de reducción a nivel mundial de aquí a 2050 (en relación a 2000).
Les importa un pimiento
Reunidos en Barcelona el 6 de noviembre, los gobiernos han concluido en la imposibilidad de firmar en Copenhague, en diciembre, un tratado internacional que tomara el relevo del Protocolo de Kyoto. Estos señores y señoras tienen otras cosas de que ocuparse: salvar los beneficios de los bancos y de los trusts del automóvil, reducir los déficits atacando a la seguridad social y desmantelando los servicios públicos, acosar a los parados y precarizar el empleo. La movilización en favor del clima la ven sobre todo como un pretexto para imponer más sacrificios al mundo del trabajo y dar más regalos a los capitalistas. Apretar el cinturón a los trabajadores y crear nuevos mercados para que el capital haga aún más beneficios, ese el único camino por el que el desafío climático penetra en las neuronas de los “decididores”. En esta materia, su imaginación es tan ilimitada como la sed de plusvalía de sus dueños: tasa carbono, mercado de los derechos de emisión, mercado de los créditos de carbono, mercado de los fraudes al mercado de esos créditos, mercado de los productos derivados de los seguros contra los accidentes climáticos, etc… A falta de hacer bajar las cantidades de gas con efecto invernadero en el aire, esta política neoliberal hace adelgazar las rentas de los trabajadores y engrosar los de los especuladores. En el mercado climático, cada jefe de estado se transforma en representante de comercio para hacer la promoción de sus capitalistas “limpios”: Obama elogia el “carbón limpio”, que quiere vender a China e India; Merkel se desvive por la industria alemana del fotovoltaico, que disputa a Japón el liderazgo mundial; Sarkozy intenta vender en todas partes las centrales nucleares de Areva; y los daneses ven en la reunión de Copenhague una vitrina para Vestas, el nº 1 mundial de energía eólica. La decisión de no concluir tratado alguno muestra claramente las verdaderas prioridades de esta gente. Pero lo más importante es tomar conciencia de que, sin llegaran a un acuerdo, éste sería ecológicamente insuficiente, socialmente criminal y tecnológicamente peligroso.
Ecológicamente insuficiente
El “paquete energía-clima” de la Unión Europea prevé de aquí a 2020 reducir las emisiones el 20%, es decir, menos que la cifra más baja del GIEC. Además, más de la mitad del objetivo podrá ser realizado recurriendo a la compra de créditos de carbono, esos “derechos a contaminar” generados por inversiones “limpias” en los países en desarrollo. El principio: cuando una inversión en el Sur permite disminuir las emisiones en relación a las proyecciones (hipotéticas), pueden ser puestos en el mercado derechos a contaminar a prorrata de la cantidad de gas no emitido (un derecho=una tonelada). Estos “créditos de carbono” pueden reemplazar a las reducciones de emisión en los países desarrollados. Las multinacionales están muy ávidas de este sistema que les permite disfrazar sus inversiones en el Sur como contribuciones a la protección del clima, hacer ganancias vendiendo créditos y evitar las inversiones tecnológicas más costosas que serían necesarias para reducir sus emisiones en el Norte.
Si como mucho los gobiernos se dan cuenta de que el calentamiento es un asunto serio, lo que hacen es buscar astucias para producir créditos menos caros. Fue así como la cumbre de Balí decidió que no solo las plantaciones de árboles sino también la protección de las selvas existentes sería generadora de créditos (los árboles en crecimiento absorben el CO2 del aire). Esto permite poner en el marcado de créditos cuyo precio de coste oscila alrededor de 2-3 euros/™, revendidos en el mercado mundial por encima de 10 euros/™. De hecho, más del 50% de los créditos no corresponde a ninguna disminución real y estructural de las emisiones. Bien porque provienen de inversiones que habrían sido realizadas de todas formas, bien porque provienen de inversiones forestales, bien porque la certificación está manchada de fraude (los organismos que certifican la reducción son elegidos y pagados por los inversores). Según investigadores de la universidad de Stanford, hasta el 60% de los créditos son falsos. Si las empresas y los gobiernos de la UE utilizan a fondo la posibilidad que les es ofrecida de reemplazar las reducciones de emisión por estas compras de créditos, un simple cálculo indica que la reducción efectiva de emisiones será del 15% a penas en 18 años (de 2012 a 2020). Como base anual, es menos de lo que estaba previsto por Kyoto (8% entre 2008 y 2012).
La situación es idéntica en los Estados Unidos. El proyecto de ley sobre el clima adoptado por la Cámara en junio prevé una reducción del 80% de aquí a 2050 (los EEUU, dadas sus responsabilidades, deberían hacer al menos el 95%). El año de referencia es 2005, mientras que los 80% a 95% del GIEC son calculados en relación a 1990. Sin embargo, las emisiones de CO2 por los EEUU han pasado de 5,8 a 7 millardos de toneladas entre estas dos fechas. De aquí a 2020, el proyecto de ley prevé el 17% de reducción en relación al presente. Este objetivo no solo está por debajo de los 25% a 40% en relación a 1990 avanzados por el GIEC, sino también inferior a lo que los EEUU habrían debido realizar antes de 2012, si hubieran ratificado Kyoto. En cuanto a los créditos de emisión, Washington hace aún más que Bruselas: podrán provenir no solo de inversiones limpias en el Sur sino también de la creación de “pozos de carbono” en los propios EEUU (por la plantación de árboles, el enterramiento de carbón de madera y diversas prácticas agrícolas que se supone aumentan el almacenaje del carbono en los suelos). Si la industria utilizara íntegramente la bicoca de los créditos, podría dispensarse de reducir sus propias emisiones hasta 2026…
Si estos proyectos europeos y estadounidenses sirvieran de base a un tratado, la subida de la temperatura oscilaría entre 3,2º y 4,9º C y el nivel de los océanos subiría entre 60 cm y 2,9 metros… sin contar la subida debida a la desintegración de los casquetes glaciares. Según el cuadro de los impactos (ver más arriba), se derivarían “pesadas consecuencias para los servicios sanitarios”, la “pérdida de alrededor del 30% de las zonas húmedas del planeta”, “millones de personas suplementarias expuestas a inundaciones costeras cada año”, una “bajada del rendimiento de todos los cultivos cerealistas en bajas latitudes”, una “tendencia de la biosfera a convertirse en una fuente neta de carbono” (efecto de bola de nieve del cambio climático), “hasta el 30% de las especies expuestas a un aumento del riesgo de extinción” y “la exposición de centenares de millones de personas a un aumento del stress hídrico”. He aquí, en términos muy generales, las catástrofes que se perfilan y de las que ya son víctimas los pobres de la tierra. Los dirigentes lo saben, pero, como se ha dicho ya, tienen otras cosas que hacer. De todas formas, su reelección no depende de los condenados de la tierra de Tuvalu, Bangladesh, Perú o Malí.
Socialmente criminal
No hay necesidad de largos discursos para caracterizar socialmente esta política climática capitalista: centenares de millones de pobres son víctimas de cambios climáticos cuando su responsabilidad es cercana a cero. ¿Se puede imaginar mayor injusticia? Una adaptación a un cierto calentamiento es posible, pero requiere medios de los que los países menos avanzados no disponen. En nombre del principio (liberal) el que contamina paga, los países desarrollados deberían pagar pero, sencillamente, se niegan a hacerlo. Según el PNUE, la adaptación necesitaría la transferencia anual de 86 millardos de dólares del Norte hacia el Sur. Los diferentes fondos disponibles contienen a penas 26 millones. La última reunión del G20 no ha firmado acuerdo alguno para aumentar estos montantes. Esta avaricia criminal puede costar la vida a muy numerosas personas, principalmente mujeres, niños y personas mayores sin recursos. Algunos hablarán de “catástrofes naturales” pero se trata de negativa a auxilio a personas en peligro. No es que los dirigentes capitalistas sean inconscientes, no. Sencillamente, para ellos, adaptación bien ordenada comienza por ellos mismos: los fondos que el land de Bade Wurtemberg invierte en las infraestructuras contra las inundaciones, por ejemplo, son superiores al conjunto de los presupuestos disponibles para la adaptación de los países en desarrollo. ¡Hay que proteger las fábricas, el capital fijo, las infraestructuras por donde circulan las mercancías!
El paso del ciclón Katrina por Nueva Orleans muestra que los pobres del Norte también están amenazados. Las canículas, inundaciones y demás accidentes climáticos siguen haciendo más víctimas en los grupos sociales de bajas rentas: trabajadores, precarios, parados, especialmente mujeres. Más en general, el objetivo de las clases dominantes es hacer pagar su política climática -¿merece ese nombre?- a la clase obrera, por medio del precio del carbono. Para los liberales, en efecto, todo problema puede resolverse por mecanismos de mercado, jugando sobre los precios. Hay paro porque el precio del trabajo es demasiado elevado, todo el mundo lo sabe, y demasiado carbono en el aire porque el del CO2 es demasiado bajo. Se saben las consecuencias de este paradigma en el terreno social: la crisis social se profundiza sin cesar. Pues bien, ocurrirá lo mismo en materia climática: la crisis se profundizará. Si nos situamos por un momento en la lógica de la regulación por los precios, nos podemos hacer la siguiente pregunta: ¿Cuál debería ser el precio de una tonelada de CO2 para reducir las emisiones el 50%?. Respuesta de la Agencia Internacional de la Energía: de 500 a 700 dólares. Al límite, los patrones pueden acomodarse a una tasa de carbono moderada si tienen la doble garantía de que todos los concurrentes la pagan y que será repercutida íntegramente sobre los consumidores finales, es decir, esencialmente los trabajadores. Ven con buenos ojos las proposiciones que apuntan a utilizar el producto de la tasa para disminuir sus cotizaciones a la seguridad social. Pero, a 500-700 dólares/™, todos estos escenarios se convierten en absurdos pues los montantes de este orden significarían una recesión social tan brutal que ya nadie podría comprar la baratija capitalista.
Tecnológicamente peligroso
En el plazo concedido, las reducciones de emisiones a realizar no pueden ser alcanzadas sin disminuir seriamente el consumo de energía sin disminuir seriamente el consumo de energía, consiguiente también, en una cierta medida, la producción material. Vistas las condiciones técnicas, esta reducción es la condición necesaria para que las renovables puedan sustituir a las fósiles. Sin embargo, el capitalismo es incapaz de cumplir esta condición. Cada propietario de capitales intenta en efecto reemplazar trabajadores por máquinas a fin de aumentar la productividad del trabajo y de cobrar un sobreproducto en relación a sus competidores. Todos hacen igual, de forma que el sistema está agitado de forma permanente por un verdadero baile de San Vito productivista que pone en circulación cada vez más mercancías y crea artificialmente necesidades. Calentamiento o no, el capital tiene pues necesidad de más energía, cada vez de más energía. Para intentar conciliar aunque sea un poco esta exigencia con las limitaciones físicas del clima, las tres soluciones tecnológicas que tienen los favores de los capitalistas son los agrocarburantes, lo nuclear y el “carbón limpio”.
La locura de los agrocarburantes ya ha sido denunciada tan abundantemente que podemos permitirnos no insistir en ella. Nos contentaremos con subrayar que un peligro mayor viene de las investigaciones sobre la producción de agrocarburantes por organismos genéticamente modificados. Lo nuclear hace un come-back señalado presentándose -equivocadamente- como una rama energética sin carbono. Además de los argumentos bien conocidos -los residuos, la proliferación militar, el estado policial, etc- hay que precisar que los proyectos que circulan son totalmente irrealistas. Para reducir las emisiones un 50%, la AIE apuesta por triplicar el parque, es decir, la construcción de 32 centrales por año, durante 40 años. Es delirante: la construcción de una central necesita 10 años, y las reservas conocidas de uranio permiten a penas hacer funcionar el parque actual durante una cincuentena de años. El último en llegar de los Frankenstein productivistas es el “carbón limpio” -dicho de otra forma, la explotación masiva de las enormes reservas de carbón (300 años al ritmo de consumo actual) con almacenamiento del CO2 en las capas geológicas profundas. Corre el riesgo de reservar algunas sorpresas desagradables, pues nadie puede garantizar la estanqueidad a largo plazo de los depósitos, en particular en caso de accidente sísmico…
Opción de civilización
¿Producir menos? El capitalismo no es capaz de ello sino temporalmente, por la crisis que siembra el paro y la miseria. En esas coyunturas, si, las emisiones de gas con efecto invernadero disminuyen. Bajarán el 3% este año. Pero, además de los estragos sociales que causa, la supresión de actividades se desarrolla a ciegas, solo sobre la base de la rentabilidad, sin consideración por la utilidad social de la producción. Va de sí que solo unos locos podrían desear más crisis con la esperanza de que hubiera menos producción, y por consiguiente menos emisiones. Tanto más cuanto que tres mil millones de seres humanos carecen de todo, particularmente de lo esencial. Para satisfacer sus necesidades fundamentales -vivienda, escuelas, cuidados de salud, alimentos, transportes públicos, agua potable de calidad- es preciso producir más. Pero esa producción no interesa al capitalismo, pues la demanda no es solvente. Sin embargo, el capitalismo no produce valores de uso para las necesidades sino mercancías para la ganancia. Hay pues dos desafíos contradictorios: de una parte, para estabilizar el clima al nivel menos peligroso posible, hay que producir menos. De otra parte, para satisfacer las necesidades sociales fundamentales, hay que producir más. La economía de mercado es incapaz de aceptar estos dos desafíos separadamente, aceptarlos conjuntamente sería para ella algo así como la cuadratura del círculo.
¿Cómo salir? A menos de aceptar las tecnologías de los aprendices de brujo (y aún), no hay salida posible sin incursiones en el propiedad privada capitalista. Para estabilizar el clima a la vez que se satisfacen las necesidades fundamentales, hay que suprimir las producciones inútiles o nocivas (armas, publicidad, etc), reconvertir a los trabajadores, reducir el tiempo de trabajo sin pérdida de salario (con baja de los ritmos de trabajo y contratación compensatoria), extender radicalmente el sector público en los sectores de la vivienda y de los transportes. La subida de la eficiencia energética y el paso a las energías renovables deben ser planificados y realizados independientemente de los costes y la mayor parte de la producción agrícola debe ser relocalizada vía un apoyo a la agricultura campesina. La energía y el crédito deben ser colocados bajo un estatus público, y un fondo mundial de adaptación debe ser creado a partir de impuestos sobre los beneficios de los monopolios. En cuanto a la investigación, debe ser financiada y liberada de la tutela de la industria. Todas estas medidas deberían ser tomadas bajo el control del mundo del trabajo, cuya participación activa es una condición de éxito.
Es más fácil de decir que de hacer, dirán algunos. Cierto, esto implica una lucha a contracorriente contra un enemigo muy poderoso. Pero no hay otra salida posible. Lo primero que hay que hacer es decirlo. Es preciso que los cuadros de los movimientos sociales, particularmente sindicales, comprendan que la lucha por el clima es mucho más que un capricho medioambiental: una opción de civilización que pasa por una lucha a la vez ecológica y social -una lucha ecosocialista- contra el capitalismo. Este sistema, como decía Marx, agota a la vez las dos únicas fuentes de toda riqueza: la Tierra y el trabajador. Hay que liquidarlo, sin lo cual la historia corre el riesgo de verdaderamente ir muy mal.
Publicado en Contretemps

Traducción: Alberto Nadal para VIENTO SUR

jueves, 10 de diciembre de 2009

Ultimátum a la Tierra

Ignacio Ramonet
Le Monde diplomatique
Representantes de todos los países del mundo se reúnen en Copenhague (Dinamarca) del 7 al 18 de diciembre en el marco de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, con el objetivo de evitar que, de aquí a 2050, la temperatura media del planeta aumente en más de dos grados. Si la Tierra fuese un balón de fútbol, el espesor de la atmósfera sería de apenas dos milímetros... Nos hemos olvidado de la increíble estrechez de la capa atmosférica y consideramos que ésta puede absorber sin límites cualquier cantidad de gases nocivos. Resultado: se ha creado, en torno al planeta, un sucio envoltorio gaseoso que captura el calor del sol y funciona como un auténtico invernadero.
El calentamiento del sistema climático es una realidad inequívoca. Unos 2.500 científicos internacionales, miembros del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre la Evolución del Clima (GIEEC) (1), lo han confirmado de modo indiscutible. Su causa principal es la actividad humana que produce un aumento descontrolado de emisiones de gases, sobre todo dióxido de carbono, CO2, producto del consumo de combustibles fósiles: carbón, petróleo, gas natural. La deforestación acrecienta el problema (2).
Desde la Convención del Clima y la Cumbre de Río de Janeiro en 1992, y la firma del Protocolo de Kioto en 1997, las emisiones de CO2 han progresado más que durante los decenios precedentes. Si no se toman medidas urgentes, la temperatura media del planeta aumentará por lo menos en cuatro grados. Lo cual transformará la faz de la Tierra. Los polos y los glaciares se derretirán, el nivel de los océanos se elevará, las aguas inundarán los deltas y las ciudades costeras, archipiélagos enteros serán borrados del mapa, las sequías se intensificarán, la desertificación se extenderá, los huracanes y los tifones se multiplicarán, centenares de especies animales desaparecerán...
Las principales víctimas de esa tragedia climática serán las poblaciones ya vulnerables de África subsahariana, de Asia del sur y del sureste, de América Latina y de los países insulares ecuatoriales. En algunas regiones, las cosechas podrían reducirse en más de la mitad y el déficit de agua potable agravarse, lo que empujará a cientos de millones de "refugiados climáticos" a buscar a toda costa asilo en las zonas menos afectadas... Las "guerras climáticas" proliferarán (3).
Para evitar esa nefasta cascada de calamidades, la colectividad científica internacional recomienda una reducción urgente del 50% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Único modo de evitar que la situación se vuelva incontrolable.
En esa perspectiva, tres son los temas centrales que se abordan en Copenhague: 1) determinar la responsabilidad histórica de cada Estado en la actual degradación climática, sabiendo que el 80% de las emisiones de CO2 son producidas por los países más desarrollados (que sólo reúnen el 20% de la población mundial), y que los países pobres, los menos responsables del desastre climático, padecen las consecuencias más graves. 2) fijar, en nombre de la justicia climática, una compensación financiera para que aquellos Estados que más han degradado el clima aporten una ayuda significativa a los países del Sur que permita a éstos luchar contra los efectos de la catástrofe climática. Aquí se sitúa uno de los principales desacuerdos: los Estados ricos proponen una suma insuficiente, cuando los países pobres reclaman una justa compensación más elevada. 3) definir con vistas al futuro un calendario vinculante que obligue política y legalmente a los actores planetarios -tanto a los países desarrollados como a las otras potencias (China, Rusia, la India, Indonesia, México, Brasil)- a reducir progresivamente sus emisiones de gases de efecto invernadero. Ni Estados Unidos ni China (los dos principales contaminadores) aceptan esta perspectiva.
Además de esta agenda, un fantasma recorrerá las mesas de discusión de Copenhague: el del necesario cambio de modelo económico. Existe en efecto una grave contradicción entre la lógica del capitalismo (crecimiento ininterrumpido, avidez de ganancias, explotación sin fronteras) y la nueva austeridad indispensable para evitar el cataclismo climático ( léase, p. 32, el artículo de Riccardo Petrella ).
Si el sistema soviético implosionó fue, entre otras razones, porque descansaba sobre un método de producción que valoraba principalmente el beneficio político de las empresas (creaban obreros) y no su coste económico. De igual modo, el sistema capitalista actual únicamente valora el beneficio económico de la producción, y no su coste ecológico. Con tal de obtener un beneficio, no le importa que un producto tenga que recorrer miles de kilómetros, con la emisión de toneladas de CO2 que eso supone, antes de llegar a las manos del consumidor. Aunque ello ponga en peligro, a fin de cuentas, a toda la humanidad.
Por otra parte, es un sistema despilfarrador que agota los recursos del planeta. Actualmente la Tierra ya es incapaz de regenerar un 30% de lo que cada año consumen sus habitantes. Y demográficamente éstos no cesan de crecer. Somos ya 6.800 millones, y en 2050 seremos 9.150 millones... Lo que complica el problema. Porque no hay recursos para todos. Si cada habitante consumiese como un estadounidense se necesitarían los recursos de tres planetas. Si consumiese como un europeo, los de dos planetas... Cuando no disponemos más que de una Tierra. Una diminuta isla en la inmensidad de las galaxias.
De ahí la urgencia en adoptar medidas que detengan la huida hacia el abismo. De ahí también, ante el cinismo de muchos líderes mundiales, la rabia de los miles de militantes ecologistas que convergen de todo el planeta hacia la capital danesa gritando dos consignas: "¡Cambiad el sistema, no el clima!" y "Si el clima fuese un banco ¡ya lo habrían salvado!".
Se cumplen diez años de las grandes manifestaciones de la "batalla de Seattle" que vieron nacer el movimiento altermundialista. En Copenhague, una nueva generación de contestatarios y activistas, en nombre de la justicia climática, se dispone a abrir un nuevo ciclo de luchas sociales. La movilización es enorme. La pelea va a ser grandiosa. Está en juego la supervivencia de la humanidad.
Notas:
(1) Recompensado colectivamente, en 2007, con el Premio Nobel de la Paz por sus informes sobre los cambios climáticos.
(2) Los árboles, las plantas y las algas de los océanos absorben y neutralizan el CO2, y producen oxígeno; de ese modo ayudan a combatir el efecto invernadero.
(3) Léase Harald Welzer, Les Guerres du climat. Pourquoi on tue au XXIe siècle , traducido del alemán por Bernard Lortholary, Gallimard, París, 2009.http://www.monde-diplomatique.es/