lunes, 30 de noviembre de 2009

Capitalismo en el país de las maravillas

Herramienta
En un ensayo reciente, “Economics Needs a Scientific Revolution” publicado en Nature, una de las principales revistas científicas, el físico Jean-Philippe Bouchaud, investigador para un banco de inversión, preguntó retóricamente “¿Cuál es el logro distintivo de la economía?” y respondió: “Sólo la recurrente incapacidad de predecir y advertir las crisis.” [1] Aunque su discusión se centra en la actual crisis financiera mundial, la observación se aplica igualmente bien a los enfoques económicos predominantes respecto del medio ambiente -según los cuales, por ejemplo, selvas antiguas son vistas como bienes no productivos a ser liquidados, y el aire limpio y el agua son bienes de lujo para que el adinerado compre indiscriminadamente.
El campo de la economía en los Estados Unidos ha sido dominado por pensadores que aceptan acríticamente el status quo del capitalismo y, por consiguiente, valoran al mundo natural sólo en términos de cuánto beneficio puede generar su explotación en el corto plazo. Como resultado, la incapacidad de economía establecida para hacer frente o percibir la crisis ecológica global es alarmante en su alcance y consecuencias.
Bouchaud observa con agudeza que “La supuesta omnisciencia y perfecta eficacia de un mercado libre como impulsor del funcionamiento económico, según se creía en 1950 y 1960, en retrospectiva se ve mas como propaganda anticomunista que como ciencia verosímil”. La ideología capitalista que subyace a lo económico en Estados Unidos, ha llevado a que la profesión se aleje de la realidad, volviéndose incapaz de entender muchas de las crisis que el mundo enfrenta. La obsesión de la corriente económica dominante con el crecimiento sin fin del PBI — una medida del “valor agregado”, no del bienestar humano o el bien intrínseco de ecosistemas y otras especies— y su incapacidad para reconocer el fundamental sustrato ecológico de la economía, ha provocado más que una mera incapacidad de percibir el deterioro del medioambiente global. De hecho, el problema es mucho más profundo. La economía ortodoxa, tal como el sistema capitalista al que sirve, lleva a un “Après moi le déluge!”[2], filosofía que es cualquier cosa menos una orientación sustentable. Como Naomi Klein ha dicho, hay algo perversamente “natural” en el capitalismo del desastre. [3]
Economistas en el País de las Maravillas
En los Estados Unidos el mejor ejemplo de la inherente incapacidad de la economía ortodoxa o neoclásica para tomar en cuenta los costos ecológicos y sociales fue tal vez el trabajo de Julian Simon. En artículos e intercambios en Science y Social Science Quarterly y en su libro The Ultimate Resourse publicado a comienzos de 1980, insistía en que no había problemas ambientales serios, que no había limitaciones ambientales a la economía o al crecimiento de la población, y que no habría falta de recursos a largo plazo. Por ejemplo, proclamaba que el Cobre podría hacerse a partir de otros metales y que sólo la masa del Universo y no la de la Tierra ponía un límite teórico a la cantidad de cobre que podría ser producido. Si el libre mercado no es encadenado –sostiene - aseguraría el progreso continuo hasta el futuro lejano. Estas y otras dudosas aseveraciones llevan al ecologista Paul Ehrlich a referirse a Simon como “un economista en el País de las Maravillas”.[4]
Los apologistas del capitalismo siguen residiendo en el País de las Maravillas, porque sólo en el País de las Maravillas los problemas ambientales no existen realmente o pueden ser solucionados por el capitalismo, el cual también puede mejorar la calidad de vida de las masas. Bjørn Lomborg, un cientísta político y estadístico danés (actualmente profesor adjunto en la Copenhagen Business School), tomó la antorcha de Simon, publicando sus disparos contra el ambientalismo, The Skeptical Environmentalist, en 2001. Lomborg argumenta, por ejemplo, que tratar de prevenir el cambio climático podría ser mas costoso y dañino que dejar que ocurra. El libro de Lomborg fue inmediatamente elogiado por los medios, a la búsqueda de una cruzada anti-ambientalista. Después de la publicación de The Skeptical Environmentalist, científicos ambientalistas documentaron innumerables errores (no todos involuntarios) en el razonamiento y las evidencias de Lomborg. Scientific American dedicó parte de su publicación a cuatro artículos de científicos de primera línea que criticaban duramente a Lomborg. Como resultado de sus serias falencias, el libro fue rechazado por la comunidad científica. Sin embargo, a despecho del firme rechazo a The Skeptical Environmentalist por parte de los investigadores dedicados a las ciencias naturales, todo esto sólo pareció aumentar la celebridad de Lomborg en el seno del corporativo sistema de medios audiovisuales. The Economist intentó promocionar el libro y sus conclusiones, proclamándolo como “uno de los libros más valiosos en la política pública” que disciparía la idea de “desastres ambientales amenazadores” y “la convicción de que el capitalismo es autodestructivo”.[5] La revista Time en 2004 designó a Lomborg como una de las 100 personas más influyentes en el mundo; en tanto que el diario británico Guardian lo etiquetó en 2008 como una de las “50 personas que podrían salvar al planeta.
”En 2003 Lomborg organizó lo que llamó el “Consenso de Copenhague” para hacer un ranking de los problemas más importantes del mundo. Esto se hizo mediante la redacción de una serie de informes sobre las diversas prioridades globales por un selecto grupo, en su mayoria reconocidos economistas, y el subsiguiente ordenamiento de estos problemas llevado a cabo por ocho “expertos” —todos economistas, dado que los economistas fueron declarados los únicos expertos en “priorización económica”, es decir, las decisiones referidas a dónde destinar los recursos de la sociedad. Los ocho economistas del Consenso de Copenhague, previsiblemente, ubicaron al cambio climático en o casi al final de la agenda mundial, respaldando la posición de Lomborg.[6]
El libro de Lomborg de 2007 Cool It: The Skeptical Environmentalist’s Guide to Global Warming fue un amplio ataque al Protocolo de Kyoto y todos los intentos de llevar a cabo reducciones substanciales en las emisiones de gas invernadero. Para Lomborg el punto esencial era que “todos los principales modelos económicos revisados acuerdan en justificar una pequeña reducción de las emisiones.” El confiaba particularmente en el trabajo del economista de Yale William Nordhaus, un prominente economista que opinó en la discusión del calentamiento global oponiéndose a cualquier reducción drástica de gases y argumentando, en cambio, a favor de un lento proceso de reducción de emisiones, sobre la base de que sería económicamente más justificable.[7]
Economistas vs. Científicos Naturales.
No hace falta decir que los economistas del establishment, casi por definición, tienden a ser ambientalistas escépticos. Pero tienen una gran influencia en la política climática como representantes del fin dominante de la sociedad capitalista, frente al cual los otros fines están subordinados. Otros científicos sociales coinciden con los economistas en aceptar la acumulación como el correcto objetivo de la sociedad o bien son en su gran mayoría excluidos del debate. En marcado contraste, los científicos naturales y físicos están cada vez más interesados en la degradación del medioambiente del planeta, pero tienen menos influencia directa en las respuestas de la política social.
Los economistas de la corriente dominante están entrenados para la promoción de las ganancias privadas como la gran “causa principal” de la sociedad, incluso a expensas de asuntos más importantes como el bienestar humano y el medioambiente. El mercado controla todo, incluso la naturaleza. Para Milton Friedman el medioambiente no era un problema dado que tenía una respuesta simple y clara. En sus palabras: “los valores ecológicos pueden encontrar su espacio natural en el mercado, como cualquier otra demanda de consumo”.[8]
Quienes se dedican a las ciencias naturales, a diferencia de los economistas, generalmente enraizan sus investigaciones en una concepción materialista de la naturaleza y están comprometidos con el estudio de algún determinado nivel del mundo natural, cuyas condiciones están mucho más dispuestos a tomar seriamente. Están, por ello mucho menos inclinados a subestimar los problemas ambientales.
El conflicto entre economistas y científicos naturales sobre calentamiento global surge como resultado de un artículo de Nordhaus que apareció en la revista Science, en 1993. Nordhaus estimó que la pérdida del producto bruto mundial en 2100 a causa de la continuidad del calentamiento global tendería a ser insignificante (alrededor del 1% del PBM en 2100). Su conclusión claramente chocaba con los resultados de las ciencias naturales ya que de mantenerse la tendencia, de acuerdo con los escenarios de la UN Intergovernmental Panel on Climate Change (IPCC) podría llevar a un incremento de hasta el 5,8°C (10,4°F) en la temperatura global promedio, lo que para los científicos era nada menos que catastrófico para la civilización y la vida misma. Nordhaus concluía su artículo sosteniendo que intentar estabilizar las emisiones podría ser mas dañino que no hacer nada. Esto provocó muchas y duras respuestas de destacados científicos naturales (en cartas a Science), considerando que el análisis de Nordhaus era evidentemente absurdo.
Nordhaus luego defendió sus puntos de vista entrevistando a algunos economistas y científicos influyentes, preguntándoles sobre sus mejores cálculos aproximativos y publicando los resultados en American Scientist en 1994. Los economistas que eligió consultar coincidían con él en que el cambio climático tendría un efecto pequeño en la economía. Sin embargo, los científicos naturales consideraron que las consecuencias eran potencialmente catastróficas. Un físico respondió afirmando que, de mantenerse las tendencias presentes había un 10 % de probabilidades de destrucción total de la civilización –y visiones semejantes serían más comunes hoy. Nordhaus señaló que los que más sabían de economía eran optimistas. Stephen Schneider, un biólogo y científico climático de Stanford (y crítico de Lomborg y Nordhaus) le contestó que quienes más conocían sobre el medioambiente estaban preocupados. Como Schneider resumió el debate en 1997 en su Laboratory Earth: los economistas mas convencionales (…) pensaban que este gigantesco cambio climático [un aumento en la temperatura global promedio de 6ºC] —equivalente a la escala de cambio de una era de hielo a una época interglaciar en unos cien años, en lugar de miles de años— tendría sólo un pequeño impacto en la economía mundial. En esencia consideran que el paradigma de que la sociedad es casi independiente de la naturaleza”.[9]
Los economistas ortodoxos, en verdad, usualmente calculan que los costos económicos del calentamiento global en 2100 van a ser sólo unos pocos puntos porcentuales y por lo tanto casi insignificantes, incluso a niveles de cambio climático que pondría en riesgo la mayoría de las especies “elevadas” en el planeta y la civilización humana misma, costando cientos de millones, si no billones, de vidas humanas.
El fracaso de los modelos económicos para dar cuenta de los costos humanos y ecológicos del cambio climático no debería sorprendernos. La economía burguesa tiene una cuidadosamente cultivada insensibilidad a la tragedia humana (para no hablar de la catástrofe natural) que se ha convertido casi en la definición de “la inhumanidad del hombre hacia el hombre”. Thomas Schelling, que recibiera el Nobel Memorial Prize in Economic Sciences del Banco de Suecia y fue uno de los ocho expertos de Lomborg en el Consenso de Copenhague, es conocido por argumentar que, como los efectos del cambio climático van a recaer desproporcionadamente en las naciones mas pobres del Sur, es discutible cuántos recursos deben asignar las naciones ricas del Norte a la mitigación de la tendencia climática. Schelling, en su evaluación en el Consenso de Copenhague, ubicó al cambio climático bien al final del ranking mundial de prioridades.[10] Aquí uno no puede dejar de recordar a los planificadores del Hudson Institute que cuando proponian la construcción de una inmensa represa en el Amazonas a comienzos de 1970 respondieron que en efecto “si la inundación ahoga [como un critico dijo en ese momento] algunas tribus que no fueron evacuadas porque se suponía que debían estar en un terreno mas alto, o se exterminan algunas especies de la selva, ¿a quién le importa?”.[11] De igual modo, el entonces Jefe de economistas del Banco Mundial, Lawrence Summers, y ahora el mas importante consejero económico de Obama, escribió un memo interno del Banco Mundial en el cual declara: “la lógica económica que está por detrás del verter una carga de desecho tóxico en el país con salarios mas bajos es impecable y es algo que debemos enfrentar”. Y lo justificó argumentando:La medida de los costos de la contaminación que daña la salud depende de la pérdida de los ingresos ocasionados por el incremento de la morbilidad y mortalidad. Desde este punto de vista, una determinada cantidad de contaminación que afecta la salud debe hacerse en el país con los costos más bajos, que será el país con los menores salarios.[12]
Descontando el Futuro
Nordhaus —hoy clasificado como uno de los mas influyentes economistas de la corriente principal de calentamiento global, superando a figuras como Simon y Lomborg— ha propuesto, en su libro de 2008 A Question of Balance: Weighing the Options on Global Warming Policies, una estrategia de avance lento para combatir las emisiones de gas invernadero.[13] Nordhaus evidenció aquí que, a pesar de sus impresionantes títulos, cojea por la misma ideología que ha paralizado otros economistas de la corriente dominante. En esencia esto se deriva de la creencia en que el capitalismo ofrece la respuesta más eficiente a las cuestiones referidas al uso de recursos y, de hecho, una respuesta suficiente a los problemas del mundo.
A Question of Balance presenta un argumento económico bastante estándar sobre cómo enfrentarse al cambio climático global, aunque sea apoyado por el característico análisis de Nordhaus empleando sofisticadas técnicas de modelización. Reconoce que el cambio climático global es un problema real, y es generado por el hombre, y argumenta que es necesario alejarse lentamente de las fuentes de energía que emiten carbón. No obstante, las fallas centrales de su enfoque residen en que asigna valor al ambiente natural y al bienestar humano utilizando medidas económicas estándar que son fundamentalmente inadecuadas para semejante propósito, y no logra incorporar debidamente la posibilidad de que un colapso ecológico puede socavar completamente la economía y de hecho el mundo tal como lo conocemos. Estos fracasos, que son los de la corriente dominante de la economía, son muy evidentes en su enfoque del descuento para estimar cuánto esfuerzo debe dedicarse a reducir las emisiones de carbón. En líneas generales, Nordhaus propone que debemos invertir sólo una modesta cantidad de esfuerzo en reducir las emisiones de carbón en el corto plazo e incrementarlo lentamente en el tiempo, porque acuerda con una alta tasa de descuento.
El asunto del descuento debe parecer esotérico para la mayoría, pero no para los economistas, y merece cierta revisión. El descuento trata básicamente de cómo valoramos el futuro en relación al presente —como si tuviera algún sentido atribuir números a dichas valuaciones. La “tasa de descuento” puede ser pensada como operando en relación inversa al interés compuesto. En tanto “el interés compuesto mide cuánto valdrán las inversiones presentes en el futuro, la tasa de descuento mide cuánto valen los beneficios futuros hoy”.[14] La estimación de la tasa de descuento está basada en dos cuestiones morales. En primer lugar, está la cuestión de cuánto valoramos el bienestar de generaciones futuras en relación a las actuales (el tiempo de tasa de descuento). Como dice Nordhaus,
Una tasa de descuento cero significa que todas las generaciones en el futuro indefinido son tratadas como iguales; una tasa de descuento positiva significa que el bienestar de generaciones futuras es reducido o “descontado” en relación con generaciones más cercanas.
Una catástrofe que afecte a la humanidad dentro de 50 años, dada una tasa de descuento del 10 %, tendría un “valor presente” menor al 1 % de su costo futuro. En segundo lugar, está la cuestión de considerar cual será la riqueza de las generaciones futuras en comparación con las presentes y si es apropiado desplazar los costos del presente al futuro. Si suponemos una alta tasa de crecimiento económico en el futuro indefinido, nos inclinaremos a evitar invertir en la resolución de los problemas ahora, porque suponemos que las generaciones futuras van a ser más ricas que lo que somos hoy y eso les podría permitir abordar mejor estos problemas, aún si los problemas se tornaran sustancialmente peores.[15]
El problema de la tasa de descuento, como ha escrito el economista ambiental Frank Ackerman, es que:es de hecho un elección; la tasa de descuento apropiada para decisiones de política económica que alcanzan a tantas generaciones no puede ser deducida de las decisiones del mercado privado hoy, o desde una teoría económica. Una tasa de descuento más baja otorga una importancia mayor a las vidas futuras y a las condiciones de vida. Para muchos, parece éticamente necesario tener una tasa de descuento cercana a cero, para respetar a nuestros descendientes y crear un futuro sustentable.[16] De hecho, la idea de sustentabilidad es la de mantener el medioambiente para futuras generaciones.
El teórico de crecimiento económico Roy Harrod sostuvo en 1940 que descontar el futuro basándose en una “pura preferencia temporal” (la preferencia miope del consumo hoy dejando de lado todas las otras consideraciones) era una “denominación cortés de la rapacidad”. Una tasa de descuento alta tiende a alentar los gastos en políticas/proyectos con beneficios a corto plazo y costos a largo plazo, en oposición a otros con un alto costo inicial y una rentabilidad a largo plazo. Con el se alientan los enfoques “esperar y ver” y “ir despacio” para impedir catástrofes como el cambio climático, en vez de estimular una fuerte acción preventiva.[17]
Nordhaus, como la mayoría de los economistas de la corriente dominante, con el apoyo a una alta tasa de descuento, otorga un valor bajo al bienestar de las futuras generaciones en relación a las presentes, y asume, a pesar de una considerable incertidumbre en este sentido, que las generaciones futuras van a ser mucho más ricas que las presentes. Esto lo lleva a argumentar en contra de las grandes inversiones inmediatas para reducir el cambio climático. Es partidario de poner un impuesto al carbón de $30 a $50 por tonelada y aumentarlo a aproximadamente a $85 dentro de medio siglo. Poner un impuesto al carbón a $30 la tonelada incrementaría el precio de la gasolina a sólo 7 centavos el galón, lo cual dará un sentido al bajo nivel de importancia que Nordhaus otorga a reducir el cambio climático así como también al futuro de la humanidad y el medioambiente. Nordhaus ha triplicado su estimación de la perdida económica de producción global debido al cambio climático en 2100, modificando la estimación previa del 1 % al 3 % en su último estudio.[18] Aún así, dichas pérdidas son consideradas insignificantes dada una alta tasa de descuento, en comparación a los costos que hubiera ocasionado cualquier intento de reducir drásticamente el cambio climático hoy, lo que lleva a que Nordhaus defienda una respuesta débil.
Nordhaus está particularmente interesado en contrarrestar los argumentos presentados en The Economics of Climate Change (comúnmente conocido como The Stern Review), el reporte escrito por Nicholas Stern (primer economista del Banco Mundial) para el gobierno británico, que defiende substanciales e inmediatas inversiones enfocados a la reducción de las emisiones de carbón. Stern, desviándose de las prácticas de los economistas más ortodoxos, utiliza una tasa de descuento baja, argumentando que es moralmente inexcusable otorgar un valor bajo al bienestar de generaciones futuras e imponer los costos de los problemas que generamos a nuestros descendientes. Nordhaus descuenta el futuro aproximadamente al 6 % anual; Stern al 1,4 %. Esto significa que para Stern tener un trillón de dólares dentro de un siglo vale $247 billones hoy, mientras que para Nordhaus solo vale $2.5 billones.[19] Debido a esto, Stern apoya la imposición de impuestos al carbón en más de $300 por tonelada y el incremento a casi $1.000 antes del fin de siglo.[20] Lomborg en el Wall Street Journal caracterizó el Stern Review como atemorizante y se refirió a el en Cool It! como un “informe radical,” comparándolo desfavorablemente con respecto al trabajo de Nordhaus.[21]
El economista ingenuo
Es importante advertir que la diferencia expuesta aquí entre Nordhaus y Stern es fundamentalmente moral, no técnica. Donde primordialmente difieren no es en las concepciones científicas sobre el cambio climático, sino en las valoraciones que asumen sobre lo correcto de transferir las cargas a generaciones futuras. Esto desnuda la ideología embebida en la economía neoclásica ortodoxa, un campo que regularmente se presenta a si mismo como usando métodos objetivos, hasta incluso naturalistas, para la modelización de la economía. Sin embargo, más allá de todas las ecuaciones y la jerga tecnológica, el paradigma económico dominante se construye sobre un sistema de valores que premia la acumulación del capital en el corto plazo, en tanto subvalúa todo lo demás en el presente y absolutamente a todo en el futuro.
Algunas anteojeras son comunes en distinto grado en Nordhaus y Stern. Nordhaus propone lo que llama un “sendero óptimo” en términos económicos, dirigido a desacelerar el crecimiento de emisiones de carbón. In su “climate policy ramp” la reducción de emisiones comenzaría lentamente al principio para acelerarse después, pero sin embargo, eventualmente llevaría (en el próximo siglo) a una concentración atmosférica de carbón cercana a 700 ppm. Esto implica la posibilidad de que la temperatura global promedio se incremente hasta 6ºC (10,8ºF) por encima de los niveles preindustriales — un nivel que Mark Lynas en su Six Degrees compara con el sexto circulo en el Infierno de Dante.[22]
De hecho, con un nivel de concentración de carbón mucho menor que este, 500 ppm (asociado con un calentamiento global del orden de 3,5ºC o 6,3ºF), los efectos sobre la diversidad biológica mundial y sobre los seres humanos sería desastrosa. “Una estimación conservadora del número de especies que serían exterminadas (o condenadas a la extinción)” con este nivel, de acuerdo a James Hansen, director de Goddard Institute for Space Studies de la NASA, “es un millón.” Además, el crecimiento del nivel del mar, el derretimiento de los glaciares y otros efectos podrían afectar drásticamente cientos de millones, probablemente billones, de personas. Hansen, el climatólogo mas famoso del mundo, sostiene que para evitar un cambio catastrófico, es necesario reducir el carbón de la atmósfera a un nivel del 350 ppm.[23]
Pero el Stern Review, a pesar de ser señalado como un informe “radical” y “atemorizante” por Lomborg, fija como objetivo un nivel de concentración de carbón atmosférico estabilizado en 480 ppm (550 ppm en equivalente de carbón), el cual —aunque no alcanza el pico de Nordhaus de 700 ppm (mas de 900 ppm equivalentes de carbón) — seguramente será desastroso, si se aceptan el análisis de Hansen y la mayoría de los principales climatólogos.[24] ¿Por qué un objetivo tan alto de carbón atmosférico? La respuesta esta dada explícitamente por Stern Review, argumentando que la experiencia pasada muestra que una reducción de apenas el 1 % anual de las emisiones de carbón en países industriales tendría un significativo efecto negativo en el crecimiento económico. O como el Stern Review dice, “es difícil asegurar la reducción de emisiones mas rápido que al 1% anual excepto en momentos de recesión”.[25] Es decir que el umbral de carbón atmosférico esta determinado no de acuerdo a lo que es necesario para la sustentabilidad del medioambiente global, proteger las especies, y asegurar la civilización humana, sino por lo requerido para mantener la vitalidad de la economía capitalista.
El punto de partida que llevó a la conclusión de Summers en el memo del Banco Mundial de 1992 es de hecho el mismo que orienta los análisis tanto de Nordhaus como de Stern. Esto es, la vida humana en efecto vale solo la contribución de cada persona a la economía medida en términos monetarios. Entonces, si el calentamiento global aumenta la mortalidad den Bangladesh, lo que probablemente ocurra, esto solamente será reflejado en los modelos económicos en la medida en que las muertes de los bengalíes dañe la economía. Dado que Bangladesh es muy pobre, los modelos económicos del tipo de Nordhaus y Stern no estimarían que valga la pena prevenir muertes allí, dado que tales pérdidas aparecerían minúsculas en las mediciones. Nordhaus, de acuerdo con su análisis, iría un paso más allá que Stern y atribuiría un valor aun menor a la vida de las personas si se pierde dentro de varias décadas. Esta ideología económica, por supuesto, se extiende mas allá de la vida humana, porque todos las millones de especies en la tierra están valuadas solo si contribuyen al PBM. Así, las cuestiones éticas relacionadas con el valor intrínseco de la vida humana y de la vida de otras criaturas son completamente invisibles en los modelos económicos estándar. La creciente mortalidad humana y la aceleración de la tasa de extinciones, para la mayoría de los economistas solo son un problema si amenazan la “cuestión decisiva”. Fuera de esto son invisibles: como lo es el mundo natural como un todo.
Desde cualquier perspectiva racional, es decir, que no sea dominada exclusivamente por el objetivo económico de la acumulación de capital, estas visiones parecerían ser enteramente irracionales, si no patológicas. Para resaltar este modo de pensar en el trabajo es necesario citar un pasaje de Lewis Carroll Through the Looking Glass:
“¡Las mas bellas están siempre mas adelante!” (Alicia) dijo al final, con un suspiro a la obstinación de las flores de crecer tan lejos, y con sonrojadas mejillas y los cabellos y las manos empapadas, se ubico en su lugar, y comenzó a arreglar su nuevo tesoro encontrado.
¿Qué le importaba entonces que las flores hubieran comenzado a desteñirse, y a perder toda su esencia y belleza, desde el primer momento que ella los recogió? Incluso su perfume, tu sabes, duran muy poco tiempo — y estos, siendo de sueño, se derretían como la nieve, mientras se amontonaban en sus pies—pero Alicia casi no lo notaba, habían tantas otras cosas curiosas sobre las que pensar. [26]
Una sociedad que valora por sobre todo la adquisición de valores agregados abstractos, y con esa perspectiva derrama desperdicios a la naturaleza, en una búsqueda sinfín de mayor acumulación, es en definitiva una sociedad irracional. ¿Qué hace que deje desperdicios a sus pies y gire en cualquier dirección en una búsqueda sin fín por mas? La economía de la corriente dominante, irónicamente, nunca ha sido una ciencia materialista. No hay una concepción materialista de la naturaleza en lo que Joseph Schumpeter llamó su “visión preanalítica”.[27] Existe una ignorancia casi completa de la física (constantemente contradice la segunda ley de la termodinámica) y de la degradación de la biosfera. Ve al mundo simplemente en términos de relaciones económicas en un “flujo circular” ampliado y sinfín.
La ceguera ecológica de la economía neoclásica, que excluye al planeta mismo de su visión, está bien ilustradas por un debate que se llevó a cabo en el seno del Banco Mundial, relatado por el economista ecológico Herman Daly. Según lo cuenta Daly, en 1992 (cuando Summers era el jefe de economistas del Banco Mundial y Daly trabajaba para el banco) el World Development Report anual estaba centrado en el tema Desarrollo y el Medioambiente.
Un borrador inicial contiene un diagrama titulado “La Relación entre la Economía y el Medioambiente.” Consiste de un cuadro llamado “economía,” con una flecha hacia adentro etiquetada como inputs y otra que flecha hacia fuera llamada outputs — nada más. Sugerí que la figura fallaba en mostrar el ambiente, y que hubiera estado bien incluir una caja más grande que contenga la descripta, para representar el medioambiente. De ese modo, la relación entre el medioambiente y la economía estaría más clara — específicamente, la economía es un subsistema del medioambiente, tanto como fuente de materias primas (inputs) y como “pileta” de residuos (outputs).
El siguiente borrador incluía el mismo diagrama y texto, pero con una caja sin etiqueta dibujada alrededor de la economía, como un portarretrato. Comenté que la caja más grande debía ser llamada “medioambiente” o sino era meramente decorativa, y que el texto debía explicar que la economía esta relacionada como un subsistema dentro de un ecosistema mayor y es dependiente tal como antes se dijo. El siguiente borrador omitía complétamente el diagrama.[28]
Por supuesto, no toda la economía es tan decididamente de otro mundo como la que acabamos de considerar. Nicholas Georgescu-Roegen, un economista crítico de la orientación anti-ecológica de la economía -y el fundador de la tradición heterodoxa conocida como economía ecológica, que construye dentro de su visión pre-analítica la noción de que la economía es de hecho materialmente limitada por la física y la ecología- explicó que el empuje continuo hacia el bienestar social y las ganancias económicas aumentaron las demandas ecológicas dirigidas a la naturaleza, expandiendo la escala de degradación ecológica. El destacó lo erróneo de la pretención de que la economía estuviese separada de la ecología. Otros, como Herman Daly y Paul Burkett en la tradición marxista, impulsaron esta noción de economía ecologista.[29] Sin embargo, estos economistas ecológicos fueron marginados, excluidos de las grandes decisiones políticas y de la influencia académica.
El monstruo del capital
Los economistas de la corriente dominante consideran que ellos son los que se ocupan de la ciencia del crecimiento económico. Sin embargo, el supuesto del crecimiento económico infinito, como si ese fuera el propósito de la sociedad y la via para satisfacer las necesidades humanas, resulta ser completamente naif. Como dice Daly, “una economía siempre en crecimiento es biofísicamente imposible.”[30] Que dicho supuesto es propio del País de las Maravillas resulta particularmente obvia desde que se comprende que en el basamento de la economía el medioambiente natural mismo está comprometido.
Marx no le quitó importancia a esta relación socio-económica. Puntualizó que los humanos son dependientes de la naturaleza, dado que ésta provee la energía y materiales que hacen la vida posible. En tanto el centro de los capitalistas está en el intercambio de valores y las ganancias de corto plazo, Marx explicó que la tierra es en definitiva la fuente de todas las riquezas materiales, y que necesitaba ser sostenida para “generaciones venideras”. La “conquista de la naturaleza” a través de la infinita carrera del capital que requiere la constante explotación de la naturaleza, alteró los ciclos y procesos naturales, socavando ecosistemas y causando grietas metabólicas. Engels advirtió que dichas acciones humanas dejaron una particular “estampa… sobre la tierra” y podían causar cambios imprevistos en las condiciones naturales que exigen la “venganza” de la naturaleza. [31] Hoy en día el dióxido de carbono está siendo añadido a la atmósfera a una velocidad acelerada, mucho más rápidamente de lo que los sistemas naturales pueden absorber. Entre el 2000 y 2006, de acuerdo con Josep G. Canadell y sus colegas en los artículos del Proceedings of the National Academy of Sciences, la tasa de crecimiento de las emisiones aumentaba mientras la economía global crecía y se volvía más intensiva en carbón, esto significa que las sociedades emitieron más carbón por unidad de actividad económica al principio del nuevo milenio de lo que lo hicieron en el pasado. Al mismo tiempo, la capacidad de los receptores naturales para absorber el dióxido de carbono ha decaído, dada la degradación ambiental como la deforestación. Esto contribuyó a una más dramática alza en la acumulación de carbón en la atmósfera de lo que fue anticipado.[32] El monstruo del capital sobreexplota tanto los recursos clave como los resumideros del medioambiente, socavando su capcidad para operar y proveer servicios naturales que mejoren la vida humana.
Hay muchas razones valederas para pensar que los patrones y procesos sostenidos durante el siglo pasado -por ejemplo, el crecimiento económico- no podría sostenerse durante la próxima centuria, un punto hacia el cual la actual crisis económica debería tal vez enfocar nuestra atención. La justificación del traslado de costos del presente al futuro, en base al supuesto de que las generaciones futuras serán más ricas que las presentes, es altamente dudosa. En lo referente a la economía tanto como a la ecología el futuro es altamente incierto, y las tendencias actuales claramente apuntan al desastre. Si el clima global cambia, para no mencionar otros muchos problemas ambientales interconectados que enfrentamos, planteando algunos de los efectos más catastróficos que los científicos predijeron, no sólo puede resultar obstaculizado el crecimiento, sino que la economía entera puede ser socavada, sin mencionar las condiciones de la naturaleza de las que dependemos. Por lo tanto, las generaciones futuras podrían ser mucho más pobres que las presentes y aún menos capaces de solucionar los problemas que estamos actualmente creando.
Además, la creciente manía por el crecimiento de los economistas neoclásicos se centra en un tipo de cosas, principalmente bienes privados que reflejan intereses individuales, incluyendo el PBI, mientras que los bienes colectivos y los recursos comunes globales están comparativamente devaluados. Así alienta un enfoque de burbuja económica para los recursos del mundo que desde una perspectiva más profunda y duradera es insostenible.
Por todas estas razones, el actual orden económico tiende a medir mal el bienestar humano y de la tierra. En muchos aspectos, el capitalismo ha devenido un sistema fracasado en términos de ecología, economía y estabilidad mundial. Difícilmente es capaz de sumunistrar los bienes esenciales, y en su proceso de desenfrenada adquisicion socaba las perspectivas a largo plazo de la humanidad y la tierra.[33]
Si no podemos confiar en los economistas ortodoxos para prevenir las crisis en los mercados financieros, un área que está supuestamente en el centro de sus conocimientos, ¿por qué debemos confiar en ellas para prevenir crisis ecológicas, cuyo comprensión requiere de un conocimiento del medioambiente natural normalmente que no está incluido en su formación? Y que tampoco es compatible con la visión capitalista que impregna la economía establecida. Ehrlich señaló que, “la mayoría de los economistas son totalmente ignorantes de las constricciones que actuan sobre el sistema económico debido a factores físicos y biológicos” y son incapaces de “reconocer que el sistema económico está completa e irreparablemente incorporado al medioambiente” y no a la inversa. Debido a estos problemas, expresó directamente que “parece justo decir que la mayoría de los ecologistas ven, al sistema económico orientado al crecimiento y a los economistas que promocionan dicho sistema, como la más grave amenaza enfrentada por la humanidad hoy.” Más aún, “la disociación de lo económico con las realidades medioambientales puede verse en la noción de que el mecanismo del mercado elimina completamente la necesidad de preocuparse por los recursos decrecientes a largo plazo.”[34]
Plan B: El País de las Maravillas Tecnológico
El evidente fracaso de la economía establecida en ofrecer una solución al problema ambiental compatible con la economía capitalista ha resultado recientemente en un Plan B para salvar el sistema con la proliferación de balas de plata tecnológicas que llevarían a cabo una “revolución verde” sin alterar las relaciones sociales y económicas del sistema. Esto suele ser presentado en términos de una “estrategia de inversión” eslabonada con innovaciones neo-schumpeterianas de naturaleza medio-ambiental que salvarían de algún modo la situación, tanto para la economía como para la ecología, mientras se reestablece el imperio U.S. Los economistas ortodoxos asumen que el problema de los recursos de hoy va a forzar altos precios mañana y que estos precios altos van a forzar la creación de una nueva tecnología. La nueva arma propuesta por los tecnócratas ambientales es que las nuevas innovaciones que solucionarán todos los problemas están simplemente allí esperando ser desarrolladas —a condición de que se cree un mercado, usualmente con la ayuda del estado. Dichas visiones han sido promovidas en los últimos años por figuras como Thomas Friedman, Newt Gingrich, Fred Krupp de la Environmental Defense Fund, y Ted Nordhaus y Michael Shellenberger del Breakthrough Institute. Krupp y Miriam Horn presentan esto como una cuestión de carrera competitiva entre naciones para ser los primeros en las tecnologías verdes y mercados que salvarán al mundo. “La cuestión” escriben “ya no es únicamente prevenir los impactos catastróficos del cambio climático, sino como estas naciones pueden producir, y exportar, las tecnologías verdes del siglo XXI.”[35] Estos análisis tienden a basarse en las maravillas de la tecnología y el mercado, dejando de lado las cuestiones de la física, la ecología, las contradicciones de la acumulación y las relaciones sociales. Ellos asumen que la cuestión reside en terminar con la caida de eficiencia energética, sin entender que en un sistema capitalista el crecimiento de la eficiencia normalmente lleva a un incremento de escala en la economía (y a más grietas en los sistemas ecológicos) que niega cualquier beneficio ecológico logrdo (problema conocido como la paradoja de Jevons).[36]
Al igual que el establishment de economistas, con los que se aliaron, los tecnócratas prometen solucionar todos los problemas manteniendo las relaciones sociales intactas. Los esquemas más ambiciosos incluyen propuestas de geoingeniería masiva para combatir el cambio climático, generalmente apuntados a mejorar la reflectividad de la tierra. Estos proyectos suponen usar aviones de alto vuel, armas navales, o gigantescos globos para lanzar materiales reflexivos (aerosoles de sulfato o polvo de oxido de aluminio) en la estratosfera para refractar los rayos del sol. Hay hasta propuestas de crear “particulas diseñadas” que van a ser “auto-levitantes” y “auto-orientadas” que se desplazarán por la atmósfera sobre los polos para proveer “sombrillas” a la región polar.[37] Estos tecnócratas viven en un País de las Maravillas donde la tecnología soluciona todos los problemas, y donde nunca escucharon nada sobre el Aprendiz de Hechicero. Todo esto está diseñado para extender la conquista de la tierra más que para hacer las paces con el planeta.
Revolución ecológica
Si es que existe un comienzo nítido para la revolución ecológica moderna, éste puede ser rastreado en el Silent Spring de Rachel Carson. Intentando contar lo que ella llama “estéril preocupación con cosas que son artificiales, la alienación de las fuentes de nuestra fuerza” que ha llgado a caracterizar el capitalismo del País de las Maravillas, Carson insistía que era necesario cultivar un renovado capacidad de maravillarse ante el mundo y los seres vivos. Pero, como ella lo demostró a través de sus acciones, no basta con meramente contemplar la vida. Es necesario también sostenerla, lo que significa oponerse activamente a los “dioses de la ganancia y la producción” -y sus fieles mensajeros, los economistas dominantes de nuestro tiempo.
Notas
1. Jean-Philippe Bouchaud, “Economics Needs a New Scientific Revolution,” Nature 455 (October 30, 2008): 1181.
2. See Naomi Klein, The Shock Doctrine: The Rise of Disaster Capitalism (New York: Henry Holt, 2007). “Après moi le déluge! is the watchword of every capitalist and every capitalist nation. Capital therefore takes no account of the health and length of life of the workers unless society forces it to do so.” Karl Marx, Capital, vol. 1 (New York: Vintage, 1976), 381.
3. Paul R. Ehrlich, “An Economist in Wonderland,” Social Science Quarterly 62 (1981): 44-49; Julian L. Simon, “Resources, Population, Environment: An Oversupply of False Bad News,” Science 208 (June 27, 1980): 1431-37, “Bad News: Is It True?” Science 210 (December 19, 1980): 1305-8, “Environmental Disruption or Environmental Improvement?” Social Science Quarterly 62 (1981): 30-43, The Ultimate Resource (Princeton, NJ: Princeton University Press, 1981), “Paul Ehrlich Saying It Is So Doesn’t Make it So,” Social Science Quarterly 63 (1982): 381-5. For the rest of Ehrlich and colleagues’ side of the exchanges, see: Ehrlich, “Environmental Disruption: Implications for the Social Sciences,” Social Science Quarterly 62 (1981): 7-22, “That’s Right—You Should Check It For Yourself,” Social Science Quarterly 63 (1982): 385-7, John P. Holdren, Paul R. Ehrlich, Anne H. Ehrlich, and John Harte, “Bad News: Is It True?” Science 210 (December 19, 1980): 1296-1301.
4. Bjørn Lomborg, The Skeptical Environmentalist (Cambridge: Cambridge University Press, 2001); Stuart Pimm and Jeff Harvey, review of The Skeptical Environmentalist, Nature 414 (November 8, 2001): 149-150; Stephen Schneider, John P. Holdren, John Bogaars, and Thomas Lovejoy in Scientific American 286, no. 1 (January 2002), 62-72; “Defending Science,” The Economist, January 31, 2002, 15-16.
5. Bjørn Lomborg, Global Crises, Global Solutions (Cambridge: Cambridge University Press, 2004), .
6. Bjørn Lomborg, Cool It: The Skeptical Environmentalist’s Guide to Global Warming (New York: Alfred A. Knopf, 2007), 37. See also Frank Ackerman, “Hot, It’s Not: Reflections on Cool It, by Bjørn Lomborg,” Climatic Change 89 (2008), 435-46.
7. Milton Friedman in Carla Ravaioli, Economists and the Environment (London; Zed Press, 1995), 32, 64-65.
8. Stephen H. Schneider, Laboratory Earth (New York: Basic Books, 1997), 129-35; William D. Nordhaus, “An Optimal Transition Path for Controlling Greenhouse Gases,” Science 258 (November 20, 1992): 1318; Stephen Schneider, “Pondering Greenhouse Policy,” Science 259 (March 5, 1993): 1381. The discussion here borrows from the introduction to John Bellamy Foster, The Ecological Revolution (New York: Monthly Review Press, 2009), 24-25.
9. Thomas C. Schelling, “The Greenhouse Effect,” The Concise Encyclopedia of Economics, http://www.econlib.org/library/Enc1/GreenhouseEffect.html; Schelling in Lomborg, Global Crises, Global Solutions, 630. Schelling is often “credited” with having been the leading “strategist” of the Vietnam War.
10. Gordon Rattray Taylor, The Doomsday Book (Greenwich, CT: Fawcett Publications, 1970), 32-33.
11. After the memo was leaked Summers claimed that he was being “ironic” but the fact that his position conformed to both mainstream economic analysis and other statements that he had argued explicitly and publicly belied that claim. See Summers’s memo and its critique in John Bellamy Foster, Ecology Against Capitalism (New York: Monthly Review Press, 2002), 60-68.
12. William Nordhaus, A Question of Balance: Weighing the Options on Global Warming Policies (New Haven: Yale University Press, 2008).
13. Coastal Services Center, National Oceanic and Atmospheric Association, “Restoration Economics: Discounting and Time Preference,” http://www.csc.noaa.gov/coastal/economics/discounting.htm.
14. William Nordhaus, “Critical Assumptions in the Stern Review on Climate Change,” Science 317 (2007): 201-202; Coastal Services Center, National Oceanic and Atmospheric Association, “Restoration Economics.”
15. Ackerman, “Hot, It’s Not,” 443.
16. Roy Harrod, Towards a Dynamic Economy (New York: St. Martin’s Press, 1948), 40; Stern, The Economics of Climate Change, 35-36; William Cline, “Climate Change,” in Lomborg, Global Crises, Global Solutions, 16.
17. Nordhaus, A Question of Balance, 13-14.
18. John Browne, “The Ethics of Climate Change: The Stern Review,” Scientific American 298, no. 6 (June 2008): 97-100.
19. Nicholas Stern, The Economics of Climate Change: The Stern Review (Cambridge: Cambridge University Press, 2007).
20. Bjørn Lomborg, “Stern Review: The Dodgy Numbers Behind the Latest Warming Scare,” Wall Street Journal, November 2, 2006, and Cool It!, 31.
21. Nordhaus, A Question of Balance, 13-14; Simon Dietz and Nicholas Stern, “On the Timing of Greenhouse Gas Emissions Reductions: A Final Rejoinder to the Symposium on ‘The Economics of Climate Change: The Stern Review and its Critics,’” Review of Environmental Economics and Policy 3, no. 1 (Winter 2009), 138-40; Intergovernmental Panel on Climate Change (IPCC), Summary for Policymakers in Climate Change 2007: Mitigation (Cambridge: Cambridge University Press, 2007), 15; Mark Lynas, Six Degrees (Washington, D.C.: National Geographic, 2008), 241.
22. James and Anniek Hansen, “Dear Barack and Michelle: An Open Letter to the President and the First Lady from the Nation’s Top Climate Scientist,” Gristmill, January 2, 2009, http://www.grist.org; IPCC, Summary for Policymakers in Climate Change 2007, 15; Stern, The Economics of Climate Change, 16.
23. IPCC, Summary for Policymakers in Climate Change 2007, 15; Dietz and Stern, “On the Timing,” 139; Stern, The Economics of Climate Change, 16.Rather than using atmospheric carbon dioxide concentration, like Hansen and Nordhaus, the Stern Review focuses on carbon dioxide equivalent concentration, which includes the six Kyoto greenhouse gases (carbon dioxide, methane, nitrous oxide, hydrofluorocarbons, perfluorocarbons, and sulfur hexafluoride) all expressed in terms of the equivalent amount of carbon dioxide. For the sake of consistency, we present here the carbon dioxide concentration and then in parentheses the corresponding carbon dioxide equivalent concentration.
24. Stern, The Economics of Climate Change, 231. See John Bellamy Foster, Brett Clark, and Richard York, “Ecology: Moment of Truth—An Introduction,” Monthly Review 60, no. 3 (July-August 2008), 1-11.
25. Lewis Carroll, The Annotated Alice: The Definitive Edition, ed. Martin Gardner (New York: Norton, 2000), 204.
26. Joseph A. Schumpeter, A History of Economic Analysis (New York: Oxford University Press, 1951), 41-42.
27. Herman Daly, Beyond Growth (Boston: Beacon Press, 1996), 5-6. Summers himself, Daly explains, later denied that the economy should be seen as a subset of the biosphere.
28. In addition to Daly’s book cited above see Paul A. Burkett, Marxism and Ecological Economics (Boston: Brill, 2006).
29. Herman Daly, “Economics in a Full World,” Scientific American 293, no. 3 (September 2005), 102.
30. Karl Marx, Capital, vol. 1 (New York: Vintage, 1976), 134, 637-638 and Capital, vol. 3 (New York: Vintage, 1981), 754; Frederick Engels, The Dialectics of Nature (Moscow: Progress Publishers, 1966), 179-180. See also John Bellamy Foster, Marx’s Ecology (New York: Monthly Review Press, 2000), 141-77.
31. Josep G. Canadell, Corinne Le Quéré, Michael R. Raupach, Christopher B. Field, Erik T. Buitenhuis, Philippe Ciais, Thomas J. Conway, Nathan P. Gillett, R. A. Houghton, and Gregg Marland, “Contributions to Accelerating Atmospheric CO2 Growth from Economic Activity, Carbon Intensity, and Efficiency of Natural Sinks,” Proceedings of the National Academy of Sciences 104, no. 47 (2007): 18866-18870.
32. See John Bellamy Foster, “A Failed System,” Monthly Review 60, no. 10 (March 2009): 1-23.
33. Paul Ehrlich, “Environmental Disruption,” 12-14.
34. Fred Krupp and Miriam Horn, Earth: The Sequel (New York: W.W. Norton, 2009), 261. For a treatment of the views of Friedman, Gingrich, and the Breakthrough Institute see the introduction to Foster, The Ecological Revolution.
35. See Brett Clark and John Bellamy Foster, “William Stanley Jevons and The Coal Question: An Introduction to Jevons’s ‘Of the Economy of Fuel,’” Organization and Environment 14, no. 1 (March 2001): 93-98; Brett Clark and Richard York, “Rifts and Shifts: Getting to the Root of Environmental Catastrophe,” Monthly Review 60, no. 8 (November 2008): 13-24.
36. David G. Victor, M. Granger Morgan, Jay Apt, John Steinbruner, and Katharine Ricke, “The Geoengineering Option,” Foreign Affairs 88, no. 2 (March-April 2009), 64-76. Este artículo, publicado originalmente en Monthly Review, fue enviado por los autores a Herramienta gracias a los buenos oficios de Ricardo Antunes. La traducción del inglés fue realizada por María Luján Veiga y la corrección de etilo por Aldo Casas.Bellamy Foster, John. Es un editor del Monthly Review. Es autor de Marx's Ecology: Materialism and Nature y The Vulnerable Planet, y co-editor de Hungry for Profït: The Agribusiness Threat to Farmers, Food and the Environment, todos publicados por Monthly Review Press.Clark, Brett. Es profesor asistente de sociología en la Universidad Estatal de Carolina del Norte. York, Richard. Es profesor asociado de sociología en la Universidad de Oregon. Es coeditor de la revista Organization & Environment .http://www.herramienta.com.ar/herramienta-web-3/capitalismo-en-el-pais-de-las-maravillas-0

El Comercio mundial acelera la crisis climática

Ecologistas en Acción denuncia con el informe “Cambiemos el Comercio, no el Clima” los impactos del llamado “libre” comercio en el Cambio Climático, y exigen al Gobierno español no avanzar en las negociaciones de la OMC como condición para frenar el Cambio Climático.

Con motivo de la 7ª Conferencia Ministerial de la Organización Mundial de Comercio (OMC), que se llevará a cabo en Ginebra del 30 de noviembre al 2 de diciembre de 2009 – y pocos días antes de la crucial Cumbre del Clima de la ONU en Copenhague, Ecologistas en Acción evidencia en un informe la relación entre liberalización comercial y Cambio Climático.

Las conclusiones del informe “Cambiemos el Comercio, no el Clima” son claras y contundentes: el sistema mundial del llamado “libre” comercio es una de las causas fundamentales para el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) que provocan el calentamiento global. El 89,3% del total de las emisiones de GEI mundiales se originan en la industria, el uso de la energía, la deforestación y la agricultura industrial. Aun así, los acuerdos internacionales sobre comercio e inversiones impulsan la expansión de los sectores industriales con uso intensivo de energía, el aumento de la extracción y procesamiento de combustibles fósiles y la expansión de la agricultura intensiva. Todas estas actividades contribuyen a la destrucción de sumideros que regulan el clima, como los bosques.

Además, el transporte internacional es responsable de una parte importante de las emisiones de GEI. Cerca de 60% del petróleo usado en el mundo se consume en las actividades del transporte motorizado que depende en un 95% de combustibles fósiles. Lo que genera entre 20-25% del total de las emisiones, aunque en los países industrializados esta cifra alcanza el 66%. Haber puesto en práctica las obligaciones comerciales adquiridas en la Ronda de Uruguay de la OMC supuso un incremento del 70% (sobre los niveles de 1992) del transporte de mercancías.

Al mismo tiempo, la OMC y las distintas reglas internacionales de comercio y inversión impiden una respuesta rápida y efectiva de las administraciones públicas al cambio climático, como se señala en el informe elaborado por la red internacional “Nuestro Mundo no está en Venta”, de la que Ecologistas en Acción es miembro. Las normas sobre los derechos de propiedad intelectual, por ejemplo, encarecen las tecnologías limpias, el sistema de patentes de seres vivos monopoliza en empresas privadas los genes para plantas resistentes al Cambio Climático y limita así la posibilidad de control público del proceso de adaptación, y la liberalización de los servicios energéticos relentiza el cambio hacía fuentes de energía renovable. Las negociaciones sobre el Acceso al Mercado No Agícola (NAMA) está siendo utilizado para cuestionar medidas contra el Cambio Climático como “obstáculos no arancelarios” y el Acuerdo sobre Agricultura frustra los intentos de proteger y promover la producción y el consumo local y a pequeña escala de alimentos. Incluso, las claúsuras sobre subsidios de la OMC restringen o impiden que se preste apoyo financiero público al desarrollo de energías y tecnologías limpias.

“La liberalización comercial es una amenaza para el desarrollo de medidas que intenten frenar el Cambio Climático”, explica Tom Kucharz, de Ecologistas en Acción. “El gobierno español tiene que decidir entre combatir el Cambio Climático o seguir impulsando políticas que representen únicamente los intereses económicos de una minoría y que causan sistemáticamente crímenes de lesa humanidad como el hambre, la pobreza, falta de agua, desplazamiento forzado y enfermedades curables”.

Con la liberalización de los bienes y servicios ambientales, prevista en Ginebra, la OMC pretende promover las “falsas soluciones” al Cambio Climático, tales como los mercados de carbono, los agrocombustibles industriales a gran escala, y los mal llamados “Mecanismos de Desarrollo Limpio”, con las que se pretende crear uno de los mercados financieros especulativos de materias primas más grandes del mundo. “Ello retrasa peligrosamente la transición necesaria hacía un modelo económico post-petróleo y con bajas emisiones de GEI”.

Por otra parte, la negociación de la UE de tratados comerciales con decenas de países de África, Asia y América Latina, resultaría en pérdidas económicas en términos de recaudación de aranceles y, por ende, estos países tendrían menos capacidad todavía para sobrellevar los impactos del Cambio Climático.

Diez años después de la "Batalla de Seattle”, cuando más de 100.000 personas exigían el desmantelamiento de la OMC, el balance de las políticas de dicho organismo y de todos los acuerdos de libre comercio es catastrófico, sobre todo para la población más vulnerable y el medio ambiente en el mundo. Tras 15 años de oposición a las políticas de la OMC, la sociedad civil internacional ha rebautizado la OMC como la «Organización Mundial de las Crisis».

“Vamos a impedir la conclusión de la Ronda de Doha porque necesitamos girar 180 grados en el sistema mundial de comercio como condición previa para definir las estrategias contra el Cambio Climático en Copenhague”, concluye Tom Kucharz, “y eso implica la desaparición de la OMC, parar las negociaciones de tratados comerciales bilaterales de la UE y revertir los existentes”.

Ecologistas en Acción estará presente en las movilizaciones contra la OMC Ginebra. Como contraparte de la red internacional “Nuestro Mundo no está en Venta” recordará al gobierno español su responsabilidad dentro de la actual crisis alimentaria, financiera y climática.

domingo, 29 de noviembre de 2009

Tal vez el diablo

Por: Héctor Abad Faciolince
28 Nov 2009
Diario El Espectador
Bogotá Colombia
YO NO CREO EN EL DIABLO, PERO ME parece que hace poco lo conocí, al menos en una de sus muchas encarnaciones.

El tipo se presenta como un señor respetable de saco y corbata —un empresario— que tiene un trabajo importante en la industria química. Aclamado por sus colegas, ganador de premios y medallas, fue nombrado miembro de la Academia de Ciencias, pero quizá nadie en la historia del mundo le ha hecho tanto daño al planeta Tierra como él. Su nombre es anodino y pocos lo conocen: Thomas Midgley.

Supe de él por un libro extraordinario: Una breve historia de casi todo, de Bill Bryson. Quien quiera entender la historia y el precario equilibrio de nuestro planeta, sus riesgos, sus maravillas, sus misterios, debería leer este libro, claro y ameno, que tiene incluso una versión para niños.

A Midgley se le deben dos de los inventos más dañinos del siglo 20: el aditivo de plomo para la gasolina (ethyl o plomo tetraetílico) y los clorofluorocarbonos (CFC o freón), los grandes culpables de la aniquilación del ozono atmosférico. Como dice Bryson, “una sola molécula de CFC es aproximadamente diez mil veces más eficaz intensificando el efecto invernadero que una molécula de dióxido de carbono… y el dióxido de carbono no es manco que digamos en lo del efecto invernadero. En fin, los CFC pueden acabar siendo el peor invento del siglo XX”.

Los líderes del mundo se reúnen la semana próxima en Copenhague, para tratar de llegar a un acuerdo sobre las emisiones de dióxido de carbono y así mitigar sus efectos sobre el calentamiento global. Pero quizá esta reunión ni siquiera habría sido necesaria de no haber sido por los inventos de Midgley, quizá la persona que más daño le ha hecho a la atmósfera terrestre desde aquella catástrofe del meteorito que provocó la extinción de los dinosaurios.

Podrá pensarse que este diablo no era un demonio deliberado, sino un pobre inventor que no era consciente del desastre que sus inventos desencadenaban. No es así. A este “químico catastrófico” muchos de sus colegas científicos le escribieron para advertirle sobre los efectos letales que podía tener el plomo en los organismos vivientes. Cuando la General Motors, la Du Pont y la Standard Oil empezaron a producir en gran escala este aditivo para la gasolina, los obreros de sus fábricas tuvieron síntomas de enfermedades graves: saturnismo, desorientación, agresividad, ceguera, alucinaciones, fallas renales… El mismo Midgley se intoxicó con plomo, pero tanto él como los empresarios ocultaron estos efectos colaterales del aditivo que les estaba llenando los bolsillos de plata.

Ellos mismos pagaban las investigaciones sobre los efectos del plomo inhalado, pero no daban a conocer los resultados. Mientras en Europa se llegaba a la conclusión de que incluso una de las causas de la decadencia del Imperio Romano había sido el plomo (que los patricios consumían con el vino), pues se sospecha que en buena medida enloqueció a los gobernantes, Midgley organizaba ruedas de prensa en las que se lavaba las manos con Ethyl y aspiraba su dulce aroma para demostrar lo que sabía que era falso: su inocuidad para la salud.

El plomo que el aditivo de Midgley arrojó a la atmósfera lo seguimos respirando todavía hoy. Incluso hay teorías bastante serias que asocian el crecimiento de la delincuencia en las ciudades con la alta exposición al plomo. El plomo produce daños graves en el cerebro, que se manifiestan en mayor agresividad y menos cociente intelectual.

En cuanto a los efectos nefastos de su otro invento, los CFC, sobre la atmósfera y la capa de ozono, Midgley no alcanzó a vivir para enterarse de ellos. Como en una Némesis o venganza divina, lo último que hizo Midgley —al enfermarse de parálisis— fue inventar una máquina con cuerdas y poleas que, con un motor, le ayudaban a moverse. Pues bien, cuenta Bryson que en 1944 el inventor se enredó en las cuerdas y la máquina en marcha lo estranguló. Un poco tarde para el mundo; el daño ya estaba hecho. Del daño se hablará en Copenhague la próxima semana.

sábado, 28 de noviembre de 2009

Siete hectáreas explorará Anglogold en Cajamarca

Sábado 28 de Noviembre de 2009
Diario El Nuevo Día
Siete hectáreas de la reserva forestal central de la zona aurífera de Cajamarca fueron autorizadas por el Ministerio del Medio Ambiente a la multinacional Anglogold Ashanti, para ser exploradas a partir del 2010.

La empresa había solicitado permiso para 515 hectáreas, solo se adjudicaron siete hectáreas para exploración. Y algunos puntos específicos como plataformas, helipuerto y campamentos.En diálogo con Caracol Radio, el ministro de Ambiente, Carlos Costa, confirmó la noticia, que según aclara el Ministerio la empresa minera realizará pruebas y estudios para determinar la posibilidad de iniciar procesos de sustracción en "La Colosa".
"Para identificar la ubicación y la cantidad de oro que se encuentra en la zona, las actividades que se van adelantar son principalmente de estudios cuyo impacto en el medio ambiente es muy bajo. No se esta generando ningún impacto en la oferta hídrica, de encontrarse cualquier alteración por mínima que sea se suspendería los estudios para la exploración de la mina de Cajamarca", aseguró el Ministro al medio radial.Según dijo el funcionario nacional, desde Cartagena donde se realiza 6º Congreso Nacional de la Infraestructura que "esto no significa que el Gobierno aprobará la extracción de oro en la zona" y fue enfático en señalar que Colombia no priorizara el desarrollo sobre el equilibrio ambiental, y no permitirá que se impacte los ecosistemas de la zona.
Las reservas de oro de la mina La Colosa están estimadas en 13 millones de onzas.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Todo por la plata

Por Cristian Valencia
La imagen es de Sebastião Salgado y es desoladora. Un enorme plano general de un vasto territorio árido repleto de trabajadores esclavizados. Se trata de una mina de oro a cielo abierto y es para sentarse a llorar. Tanta erosión en medio de la manigua, y tanto lamento de seres humanos juntos que apostaron todo por la plata, y tanto río ausente, y tanta contaminación, no es para menos. Los documentales que existen de la fiebre del oro en California muestran lo mismo. Y Chaplin, en La quimera del oro, también retrata ese lado amargo del oro.

En las calles de Ibagué se respira cierta desazón, como una corazonada colectiva de lo que pasará en La Colosa, la enorme mina de oro descubierta en Cajamarca. Luego de más de un año de ejercer una objeción de conciencia sobre su explotación, no les queda más que el lamento. Y en Cajamarca, quienes antes se oponían a la mina con vehemencia, hoy prefieren guardar un silencio cómplice porque han comenzado a recibir algunos beneficios.

La empresa AngloGold Ashanti ha hecho un trabajo de convencimiento en la comunidad. A donde haya una charla de un sicólogo, por ejemplo, llega un representante de la empresa para hablar de los enormes beneficios que recibirán los cajamarcunos. Estoy seguro de que los tendrán, sin duda los tendrán. Pero también estoy seguro de que al cabo de diez años los cajamarcunos tendrán que hablarles a sus hijos del pasado. Un poco de viejos nostalgiosos hablando de ríos, de árboles, de montañas y árboles y animales desaparecidos. Y no podrán sostenerles la mirada a sus críos porque sabrán, en esa soledad de los espejos, que hubieran podido evitarlo pero dejaron de hacerlo por la plata. Todo por la plata: el agua, los ríos, las montañas, la paz, la tranquilidad.

Los tipos de riqueza y miseria que deja una mina de oro en una región son de la misma estirpe que la miseria que producen las zonas cocaleras. Prepárense, señoras y señores, porque vienen los bárbaros, como en el poema de Kavafis; el tiempo de los vaqueros, con sus bang bang, sus putas y malevos.

El silencio que ha amparado las decisiones del Estado al respecto ha servido para que nadie se entere, y nadie proteste, y a nadie le duela. Pero habrá explotación de La Colosa, por encima de lo que pensemos usted y yo.

Dicen que la inversión inicial será de 120 millones de dólares, y que al cabo de 15 años habrán invertido 2.000 millones de dólares; que habrá 1.200 empleos directos y 4.200 indirectos. Qué lujo nos daremos. Vamos a perder un paraíso porque el Estado lo decidió. Por la plata.

Me opongo, aunque esta voz no signifique nada. Porque creo que ese lugar es de todos los colombianos y no del Gobierno. Y esos ríos, y esos árboles y esas montañas y esos animalitos son de todos nosotros y no del Gobierno. Esas decisiones faraónicas del Gobierno, inapelables por el pueblo, no parecen propias de una democracia moderna. Se invita a votar al constituyente primario sobre un poco de cosas políticas, pero no se invita a votar sobre lo importante: nuestros recursos naturales. El verdadero futuro del país. Esa biodiversidad que se perderá la lamentaremos cuando en el mundo falte todo y el verdadero patrimonio de un país sean sus ríos, sus árboles, sus montañas.

La imagen de Sebastião Salgado vuelve una y otra vez a mi cabeza. Y vienen también los ríos contaminados con mercurio y cianuro en el Chocó, la epidemia de prostitutas que brota junto a esas minas de oro; el malevaje, la devastación indolente, la estética del far west o de Juanito Alimaña: ese mundo en donde el perro come perro y por un peso te matan.

Nuestro lema del Escudo Nacional, ese lema tan contradictorio que reza 'Libertad y orden', debería cambiarse para siempre. Y que atenazado en las garras de un ave de rapiña haya un letrero que diga: todo por la plata. Porque ese parece ser el verdadero lema que nos mueve.

Doce días para Copenhague

Los pronósticos de la comunidad científica sobre el cambio climático son claros. Las concentraciones de gases de efecto invernadero (GEI) alcanzarán niveles peligrosos en pocos años. Los efectos sobre la temperatura promedio global ya se dejan sentir, precipitando el deshielo de glaciares y de la capa de hielo en el Ártico, entre otras cosas. Si se quiere evitar lo peor es necesario actuar ya.

Es decir, en materia de cambio climático, el recurso escaso es el tiempo. Lo malo es que lo estamos desperdiciando en grande. La conferencia de Copenhague, programada para arrancar el 7 de diciembre, podría ser una de las últimas oportunidades para comenzar la transición económica y tecnológica que reclama el desafío del calentamiento global.

Ésta es la decimoquinta conferencia de las partes (COP-15) de la Convención marco de Naciones Unidas sobre cambio climático (UNFCCC, por sus siglas en inglés). Es un hito decisivo porque en ella se deberían aprobar los grandes lineamientos del acuerdo que debe remplazar al Protocolo de Kyoto (PK), que expira en 2012. Éste es el tratado internacional aprobado en 1997 para comenzar a limitar las emisiones de gases de invernadero y reducir la adicción a los combustibles fósiles. Desgraciadamente, las modestas metas del PK ni siquiera se cumplieron. Las lecciones del PK no pueden ser ignoradas.

El secretario ejecutivo de la UNFCCC, Yvo de Boer, piensa que la conferencia de Copenhague todavía puede cumplir su meta principal si se pueden responder las siguientes preguntas. Desgraciadamente no se da cuenta de que ya se conocen las respuestas.

Primero: ¿cuál es el nivel de reducción de emisiones de gases de invernadero que los países industrializados están dispuestos a aceptar? Aquí se trata de poner sobre la mesa metas cuantitativas que van a tener carácter vinculante. Pero ya es evidente a estas alturas que Estados Unidos no va a acudir a la conferencia con un mandato claro sobre el nivel de reducción de emisiones para los próximos 50 años. La razón es que el Senado de ese país acaba de posponer el debate de la ley Kerry-Boxer para la primavera de 2010. Esa iniciativa establecerá las metas de reducciones estratégicas de Estados Unidos y está articulada con el esquema de mercado de bonos de carbono de la ley Waxman-Markey, que también se encuentra en pleno debate en el Senado. Aun cuando Obama anuncie metas de reducciones en los próximos días, a aprobación de la ley Kerry-Boxer en el Senado no está garantizada: todos sabrán que Estados Unidos llegará con las manos vacías a Copenhague. Eso arrastrará a Europa, China e India.

Segundo: ¿qué están dispuestos a hacer los grandes países en desarrollo como China, India y Brasil para limitar el crecimiento de sus emisiones? Las emisiones de estos países crecen rápidamente. En su viaje a China la semana pasada, Barack Obama y el presidente Hu Jintao llegaron a un acuerdo implícito: en Copenhague no va a surgir un gran acuerdo con metas cuantitativas de reducciones de GEI. Eso implica que la India y Brasil tampoco van a comprometerse.

La tercera pregunta: ¿cómo se va a financiar la ayuda que necesitan los países no industrializados y cómo se va a administrar ese dinero? Para comenzar, las cifras de los últimos tres decenios sobre el flujo de ayuda a los países en desarrollo no permiten el optimismo. Y las cosas han empeorado: con la crisis financiera y económica global, no soplan vientos de gran generosidad en los países de los que podría emanar la ayuda. Así que, más allá de discutir si se establece una agencia multilateral que centralice los recursos y los asigne con un esquema de prioridades, o si se deja que la ayuda bilateral sea el canal privilegiado, lo que se requiere es llamar la atención sobre la necesidad de un nuevo gran paradigma para reorganizar las relaciones económicas internacionales.

Las respuestas a las preguntas de Yvo de Boer no favorecen el optimismo. Sin embargo, si no hay humo blanco en Copenhague, eso no es necesariamente lo más malo que puede suceder. Después de todo, sería peor despertar después de la COP-15 con un tratado que cristalice instituciones perversas en un mundo que se engaña a sí mismo con la ilusión de que, ahora sí, ya trabaja para resolver el problema.

Si lo que se busca en Copenhague es un refrito del Protocolo de Kyoto estamos frente a un grave problema. Hay que reconocer que el PK no fue un buen tratado. Sus metas fueron pobres y tenía grandes ventanas para eludir compromisos. Es hora de abandonar los esquemas que se proponen en su nombre (¡como si la experiencia de Kyoto hubiera sido exitosa!). Entre otras cosas, hay que desechar la solución del mercado de bonos de carbono, en el que, al final de cuentas, el que contamina gana. También hay que desechar la idea de un impuesto regresivo a las gasolinas como si eso fuera la solución. Se necesitan estrategias de transformaciones estructurales, no soluciones mágicas. Sobre todo, es hora de pasar a un esquema en el que la justicia sea el eje principal para enfrentar el problema del cambio climático.

En nuestras manos

Viernes 27 de Noviembre de 2009
Editorial Diario El Nuevo Día
En vísperas de la reunión de Copenhague en la que se supone han de tomarse decisiones urgentes para amainar el acelerado deterioro de la atmósfera se oyen angustiosos llamados a morigerar las emisiones de gases contaminantes, a preservar la Amazonía, a cuidar las reservas de agua y, sobre todo, a evitar el despilfarro de recursos de cualquier índole.

El mundo se debate entre quienes derrochan sin sentido y quienes carecen de lo más elemental, pero son los primeros los que pueden tomar las decisiones para controlar la marcha suicida.No quiere eso decir que quienes carecen de los elementos para detener el viaje al abismo no puedan desde su entorno o acudiendo a su influencia hacer esfuerzos, que sumados, pueden producir un significativo efecto.Los polos no dejarán de derretirse por la acción de un colombiano del común, pero un trabajo mancomunado sí puede lograr que se deje de cultivar en ladera o alimentar ganado en las altas cumbres u oponerse a la tala inmisericorde o la contaminación de las fuentes de agua.
Para cualquiera de esas tareas no se requiere el beneplácito de las grandes potencias ni consensos interesados entre los depredadores, basta la organización de las comunidades y un trabajo político organizado.
Se puede iniciar exigiendo a los organismos protectores del ambiente, a alcaldías y gobernaciones, acciones concretas, inmediatas y efectivas. Con un empleo eficiente de los recursos y la ley para excluir a las altas cumbres de actividades económicas que generan deterioro.
La acción puede ejercerse mediante la adquisición o expropiación de predios y el ejercicio de la autoridad.Todavía los procesos son reversibles y en áreas deterioradas, si se deja actuar a la naturaleza, la vegetación retorna y las especies nativas recuperan su terreno en corto tiempo.
Un símbolo de ese renacimiento se advierte en la aparición de los árboles llamados sietecueros y resulta un canto a la vida y una alegría para el espíritu ver una de esas especies florecidas en terreno recuperado recientemente. Por cierto, mientras el sietecueros reaparece en libertad resulta casi imposible reproducirlo en cautiverio.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Sin modificación

Jueves 26 de Noviembre de 2009
Editorial diario El Nuevo Día
Hace casi 17 años salió la primera edición de EL NUEVO DÍA, fue el domingo 29 de noviembre de 1992 y hubo de imprimirse en otras ciudades pues el montaje de la rotativa no estuvo a punto.

En esa primera edición salió un juicioso trabajo periodístico que daba cuenta de lo que acontecía con la explotación de oro en Ataco y el peligro que se cernía sobre la población, el río Saldaña y las comunidades y cultivadores aguas abajo, por la intención de instalar allí una paladraga de propiedad de Mineros de Antioquia.Como pocas veces en el pasado se aglutinó la gente del Tolima con un objetivo común: defender el río y evitar la degradación que produce el empleo de una paladraga en el sitio donde opera y todas las áreas que sufren los efectos colaterales.
El tiempo pasó y políticos que en una época se alineaban con los defensores del ambiente resultaron del otro lado de la barda y promoviendo la instalación de la actividad depredadora. Seguramente hubo argumentos irrebatibles que convencieron a ciertos opositores.
Pues bien han transcurrido más de tres lustros y a cambio de la paladraga operan en la región varias retroexcavadoras que producen un daño, si se quiere, peor que el anunciado con la aparición de la paladraga y de la movilización regional contra estos otros depredadores nada se ha vuelto a advertir.
Es más, la actividad de las máquinas, el empleo de químicos y venenos se hace a la vista de todos sin que ninguna autoridad se manifieste y mucho menos actúe. De hecho nada se conoce de sanciones, clausuras o decisiones emanadas de las autoridades ambientales mientras la degradación y el daño irreparable al entorno continúa sin interrupción ni cortapisa.
Las notas escritas hace 17 años pueden volverse a publicar como si fueran de actualidad.

La Colosa no es tema de desinformación, es un despertar de la comunidad: Cortolima

Jueves 26 de Noviembre de 2009
Diario El Nuevo Día
La directora de Cortolima Carmen Sofia Bonilla, dijo que así como Anglogold Ashanti ha tenido la oportunidad de defender su operación en zona de reserva forestal de Cajamarca, hay quienes no están de acuerdo con ella, haciendo referencia a los últimos pronunciamientos de la firma y el Ministerio de Minas y Energía, que hablan de una supuesta campaña de desinformación y de desprestigio contra el proyecto de La Colosa.

Agregó que el hecho de existir posturas contrarias no significa que las organizaciones o los sectores en contra de la mina estén en contra de la multinacional.
Así mismo argumentó que el proyecto La Colosa no es un tema de desinformación como lo ha venido diciendo el Ministerio de Minas y Energía, incluso por parte de la firma.
"Lo que pasa es que hay un despertar de la comunidad frente a datos tan preocupantes como la cuenca Coello, pues en caso de una afectación más del 60 por ciento de la población en Tolima que toma agua de allí dejaría de hacerlo", expresó la Directora.
Erosión en zona de exploración
La funcionaria habló al respecto de los hallazgos de la comisión que envió en días pasados la Corporación para inspeccionar la zona de reserva, al existir serias sospechas que la empresa Anglogold Ashanti adelantó nuevas operaciones antes de levantarse las suspensiones vigentes, y autorizaran la sustracción del área forestal.
Indicó que los resultados son preocupantes al detectar sitios erosionados como resultado "del proceso de exploración que la multinacional hizo sin permiso".
Carmen Sofía Bonilla recordó que el Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo expidió un oficio donde autorizaba a la entidad hacer tratamientos en la fase de exploración para proceso de erosión.
No obstante, esto sería mucho después que la empresa empezara con su actividad, sin ninguna clase de autorización e inquietaría a la Corporación, por cuanto compromete los recursos naturales del área con procedimientos, presuntamente, ilegales.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Cambio climático y evolución

Martes 24 de Noviembre de 2009
Periódico El Nuevo Día
Para las ciencias naturales y para las ciencias sociales, 2009 es un año de excepcional aniversario. En este año se celebran los 200 años del nacimiento de Carlos Darwin, el 12 de febrero de 1809, y los 150 años de la publicación del "Origen de las especies", el 24 de noviembre de 1859.

Carlos Darwin tenía 22 años cuando se embarcó en el Beagle para viajar alrededor del mundo por cinco años (1831-1836), durante los cuales tuvo la oportunidad de observar la asombrosa diversidad de los organismos vivientes, las sutiles variaciones de los individuos dentro de la especie y su lucha por la supervivencia. A partir de la variabilidad biológica observada incluyendo la geología, las plantas, los animales y los fósiles en diferentes islas y continentes durante el curso de su viaje, Darwin tuvo una excepcional visión para detectar las similaridades y las diferencias entre los organismos y para concebir la idea relativa a que las especies no son entidades fijas sino que por el contrario están sujetas a modificaciones graduales. La formulación de la idea sobre "evolución por selección natural" que ha sido considerada como la idea más brillante y simple que cualquier científico haya tenido alguna vez, fue presentada por Darwin en el "Origen de las especies", obra publicada precisamente hoy hace 150 años, el 24 de noviembre de 1859. La obra fue escrita tras años adicionales de reflexión e investigación después del viaje en el Beagle en 1836, sobre el cual el mismo Darwin escribió en su autobiografía en 1887: "el viaje en el Beagle ha sido el evento más importante de mi vida". El "Origen de las especies" tuvo seis ediciones y se tradujo a 11 idiomas en la época y en la obra Darwin presentó sus reflexiones y evidencias sobre la evolución de las especies por selección natural.
Durante la evolución por selección natural, después de muchas generaciones, se presenta un cambio en frecuencia de los genes de las poblaciones. Esto se explica porque en las poblaciones de cualquier especie, surgen espontáneamente variaciones en su material genético y durante la selección natural el medio ambiente favorece la supervivencia de aquellos individuos que posean genes que le confieran ventajas frente a otros individuos que no poseen dichas variaciones genéticas, lo que resulta finalmente en el predominio de los individuos con estos genes "favorables" y consecuentemente en el desarrollo de nuevas especies. Los efectos de este proceso son generalmente medidos por los evolucionistas en el curso de miles o millones de años, como lo hacen cuando examinan los registros fósiles que se encuentran en la corteza terrestre. Debido al impacto de las actividades del hombre sobre la naturaleza que ha conllevado en las últimas décadas al cambio climático y al aumento de temperatura global, se está presentando un acelerado cambio ambiental que actuará necesariamente sobre las variaciones genéticas de las especies conduciendo a la desaparición de muchas de ellas, a la adaptación de otras al nuevo ambiente y probablemente al origen de nuevas especies. Se debe recordar que esta no es la única vez que en la tierra se han presentado variaciones en la temperatura, pues los científicos han verificado que durante diferentes periodos geológicos la temperatura subió en algunos casos hasta 12 grados centígrados en 10 mil años lo que ocasionó un cambio climático global que causó la extinción masiva de muchas especies. En la actualidad, se espera que en los próximos 50 o 100 años, la temperatura aumente entre 2 y 5 grados centígrados, situación que ocasionará la extinción de muchas de las 20 millones de especies de animales, vegetales, protozoarios, hongos, bacterias y virus que se estima viven en el planeta y otras sobrevivirán adaptándose a nuevas regiones geográficas. En el caso de las enfermedades tropicales que tanto afectan a nuestras comunidades rurales, se espera que la distribución geográfica de los vectores de enfermedades infecciosas y parasitarias, como los mosquitos transmisores de la leishmaniasis, del dengue y otros virus, de la malaria, de la filariasis o los chinches vectores de la enfermedad de Chagas, cambie en los próximos años, de tal manera que regiones en donde anteriormente no se reportaban éstas enfermedades comenzarán a registrar nuevos casos, como ya se ha comprobado con la distribución geográfica de los vectores de la leishmaniasis en Colombia.
Darwin no pudo proveer explicaciones científicas para todos los aspectos de la evolución que él había planteado, particularmente en lo relacionado con el origen de las variaciones en los individuos, pues en su época no se conocía la naturaleza del material genético de la célula. Actualmente con los avances de la biología molecular, se conoce en detalle la estructura y función de los genes, de los genomas y el funcionamiento del código genético, la existencia de secuencias repetitivas de ADN denominadas "microsatélites" y de los "SNP"· que son variaciones de un solo nucleótido localizados en las secuencias de los genes, con los cuales los científicos pueden rastrear y comprobar la selección natural en estudios "in vivo" o en experimentos "in vitro".
Durante el 2009 se han organizado infinidad de eventos científicos y académicos para celebrar el nacimiento de Carlos Darwin y la publicación del "Origen de las especies". Entre el 14 y 16 de noviembre pasado, se celebró en la biblioteca de Alejandría (Egipto) una reunión de 140 científicos de todos los continentes alrededor del tema "El legado viviente de Darwin: una conferencia internacional sobre evolución y sociedad" en el evento se presentaron ponencias sobre evolución por selección natural en la zoología, la botánica, la microbiología, la neurobiología y la sicología, el impacto y legado de Darwin en la biología moderna y en la sociedad, y adicionalmente se debatió la importancia de la educación para la enseñanza de los fundamentos científicos de la evolución. Tres científicos colombianos participaron en el evento y todas las ponencias pueden ser consultadas en la siguiente dirección electrónica: (http://darwin.britishcouncil.org/posts/darwin-s-living-legacy-an-international-conference-on-evolution-and-society-14-16-november).
Hoy 24 de noviembre en muchísimos lugares del mundo, en colegios, universidades, instituciones de investigación, organismos gubernamentales y ONGs, se están celebrando los 150 años de la publicación del "Origen de las especies", se está reflexionando sobre el legado de Darwin y en particular, sobre la actividad antrópica y sus efectos en la evolución y estabilidad de las especies. Desde esta columna queremos rendir tributo al científico más importante en la historia de las ciencias biológicas, quien es responsable de la "revolución darwiniana" en la que el Hombre ya no es considerado como la especie "central de la naturaleza", sino que es una especie más que ha evolucionado al igual que las demás especies, pero que como consecuencia de sus actividades y del impacto sobre el medio ambiente, puede afectar dramáticamente el equilibrio natural alcanzado por todas las especies del planeta durante su larga evolución, con futuras e imprevisibles consecuencias.

Por Gustavo Adolfo Vallejo.Profesor Titular. Laboratorio de Investigaciones en Parasitología Tropical. Facultad de Ciencias. Universidad del Tolima.

Decisiones para una retirada sostenible

Martes 24 de Noviembre de 2009
Periódico El Nuevo Día
Compañeros del Congreso de Acción Comunal y Ambiental... Muy buenas tardes. Bienvenidos al Tolima, territorio con las mayores ofertas ambientales, como lo registran los biólogos de la Universidad del Tolima en su libro "Tolima, biodiversidad en el corazón de los Andes" en un precioso texto sobre nuestra ecología... pero también el Tolima está amenazado por las intenciones procedentes de las transnacionales del oro... pero de todas maneras sean bienvenidos.

Este evento sobre Acción Comunal para Colombia y la poderosa presencia gremial de Ustedes, no es cuestión del azar... viene marcado como una premonición: hace 50 años Camilo Torres Restrepo lanzó el Movimiento Universitario de Promoción Comunal – Muniproc - y con profesores y estudiantes emprendió programas de Acción Comunal en todo el país... y convirtió nuestra filosofía en la bandera política que los agrupa hoy y los compromete un poco más allá... del compromiso político...
Decimos que más allá del compromiso político por cuanto durante miles años la humanidad ha explotado la Tierra sin tener en cuenta las consecuencias... y hoy la Tierra comienza a vengarse... la Humanidad no solo está a punto de autodestruirse, sino que la ceguera, el afán consumista y la adicción al dólar lo empujan atropellada e irreversiblemente hacia el final del trayecto.
Por ello, nuestra propuesta – insistimos – para ustedes es la militancia con la vida del Planeta.Ya no tenemos tiempo para perder el tiempo, tenemos la obligación en pensar en las gentes y trabajar en función de ella, en la claridad inmediata que nos dan las amenazas del calentamiento global y el cambio climático.
La teoría de Gaia
Nuestro profeta de cabecera, James Lovelock ha interpretado al planeta como una entidad cibernética - es decir inteligente - y creó la Teoría de Gaia, según la cual Tierra es un todo que se autorregula, y la bautizó Gaia, y en sus análisis científicos evalúa los problemas del planeta y está convencido en que las dimensiones del desequilibrio ambiental no tienen reversa.
Es como si hubiéramos encendido un fuego para mantenernos calientes y le siguiéramos echando leña sin darnos cuenta de que se ha extendido a los muebles y está fuera de control... y cuando eso sucede hay muy pocas posibilidades de apagarlo antes de que se consuma la casa entera. El calentamiento global, igual que un fuego, está acelerándose y casi no nos queda tiempo para reaccionar.
Lovelock concluye que "al final, de los ocho mil millones de seres humanos, nos veremos reducidos a solo 500 millones de humanos viviendo en el Ártico... y tendremos que empezar de nuevo" Es por ello que proponemos para este evento una actitud de compromiso, una militancia con la vida, basada en recuperar el amor y la empatía por la naturaleza... la que perdimos cuando nos enamoramos de la vida urbana.
Que tomemos conciencia de que... es demasiado tarde para seguir la vía del desarrollo sostenible; lo que hace falta es una retirada sostenible.
La fe sin obras está muerta
Una retirada que se asume desde lo local, donde las comunidades deben cuidar la naturaleza, apropiándose de las quebradas, de los bosques, defendiendo sus animales, cultivando la diversidad a través de la recuperación de las semillas nativas, las prácticas ancestrales y los alimentos, compartiendo solidariamente... porque la diversidad ecológica y cultural solo se puede recuperar y mantener, desde y a través de las culturas locales, con el liderazgo proactivo de sus comunidades... y con la claridad meridiana de que las entidades y organizaciones del orden nacional o internacional que quieran sumarse, solo deben convertirse en facilitadoras de estos procesos locales.
Es urgente para nuestras naturalezas locales, pasar de los discursos y las buenas intenciones a las obras, porque "la fe sin obras está muerta" como sabiamente lo repetía Camilo.
Por GONZALO PALOMINO O.

martes, 24 de noviembre de 2009

Ministerio de Minas y Energía defiende el proyecto La Colosa

Martes 24 de Noviembre de 2009 00:00
Periódico El Nuevo Día
El Ministerio de Minas y Energía, a través de un comunicado de prensa, se pronunció con respecto a los correos que circulan en internet "desprestigiando" los procesos mineros, en especial el proyecto La Colosa de la multinacional Anglogold Ashanti.

Para la Dirección de Minas del Ministerio, es claro que este tipo de campañas en donde se "desprestigia" la minería surge como consecuencia de una desinformación. Razón por la cual argumenta que "los cajamarcunos y el país en general deben tener la tranquilidad y seguridad de que el proyecto minero en la zona de Cajamarca, Tolima, de llevarse a cabo en su totalidad, cuenta con el personal capacitado desde las universidades, personal como las entidades públicas donde tienen la experiencia necesaria para la evaluación de las propuestas que la empresa realice al Gobierno nacional en relación con el posible desarrollo minero en este municipio".Según el Ministerio, todo proyecto minero es diferente debido a las condiciones geológicas, topográficas y las características del yacimiento, por lo que "no se puede entrar a comparar el posible proyecto minero de La Colosa por ejemplo con la explotación minera de Yanacocha en el Perú".
Aunque el proyecto se encuentra en fase de exploración, el Ministerio dice que no se pueden dar como ciertas las imágenes de unas explotaciones que aparecen circulando cuando aún no se han determinado los métodos de explotación.
"Por otra parte resulta poco menos que absurdo comparar la bomba de Hiroshima (como lo han querido comparar informaciones que circulan por internet) con las explosiones controladas que en ocasiones se requieren dentro de un proceso extractivo. Si fuera del tamaño y magnitud de una bomba, estamos seguros que la actividad minera no se llevaría a cabo ni en Colombia, y muy seguramente en cualquier otro lugar en el mundo precisamente por las consecuencias ambientales", dice el comunicado.
De acuerdo con la Dirección de Minas, el país no promueve actividades que atenten contra la sociedad y el medio ambiente porque "es reconocido constitucionalmente el derecho al ambiente sano y a que las actividades económicas se desarrollen en un marco normativo donde prima el interés general sobre el particular y dónde una actividad como la minería tiene que desarrollarse bajo normas y preceptos definidos por la ley".
Por otra parte, señala que para que la minería pueda ser llevada a cabo en el territorio colombiano, primero requiere de un título minero que expide la autoridad minera, y por la parte ambiental debe contar con los permisos o autorizaciones correspondientes en la etapa de exploración minera. Para la etapa de explotación es necesario contar con dos estudios: uno técnico económico y el otro el ambiental.Es de recordar que a Anglogold Ashanti se le exigió permiso para explorar y la autoridad ambiental le otorgó para un sector de aproximadamente seis hectáreas de las 515 que comprende el proyecto total.
Los contradictores o los promotores del proyecto

Según el presidente de la multinacional, Rafael Hertz, en declaraciones anteriores a diferente medios, la mina de oro de La Colosa fue descubierta por la empresa sudafricana Anglogold Ashanti, en un hito minero que la convirtió en el "el yacimiento más grande hallado en los últimos 10 años en todo el mundo".Una vez se dio a conocer sobre el proyecto minero, han sido muchas las reacciones­ que ha provocado este hecho.
Para el economista de la Universidad de Ibagué, Carlos Eduardo Montealegre, es tan diversa la información que los diferentes medios han puesto a disposición de la comunidad sobre La Colosa que, "a estas alturas, es difícil saber quién tiene la razón".Según Montealegre, el Gobierno, como responsable de la decisión final, "debe informar a la ciudadanía con argumentos técnicos, exactos, oportunos y objetivos para evitar esta proliferación de información que responde a intereses particulares y sesgados. Es decir, debe recurrir al concepto de un experto, no vinculado a ninguna de las partes", dijo el economista.
Hay quienes mantienen su posición en cuanto a que las afectaciones y los daños que causaría el proyecto serían irreparables; incluso han tomado acciones­ legales para contrarrestar las decisiones del Gobierno. Por ejemplo, la acción popular interpuesta por la Procuraduría Ambiental, la Asociación de Usuarios del Distrito de Adecuación de Tierras de los ríos Coello y Cucuana, Usocoello y Cortolima en contra de Ingeominas, el Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial y la empresa Anglogold Ashanti Colombia S.A. La acción popular que exigía una medida cautelar, la cual fue negada por el Juzgado Tercero Administrativo del Circuito, estipulaba las consecuencias de tipo ambiental y social que trae consigo el megaproyecto.
Así pues son las entidades técnicas y especializadas, las organizaciones, ambientalistas y ciudadanos del común, quienes mediante la experiencia promueven la defensa de los intereses naturales con la realización de estudios e investigaciones.
No obstante, "somos calificados como desinformados porque nos oponemos a las pretensiones y a las ‘bondades’ de las nuevas tecnologías mineras" dice una ciudadana, Tatiana Tracy García.Un reciente estudio hecho por profesores del Grupo de Investigación en Políticas de Desarrollo Territorial de la Universidad del Tolima, también reveló los riesgos integrales que implica el proyecto de exploración y explotación.
Por ejemplo que más de 500 mil habitantes que suman los municipios de Cajamarca, Ibagué, Rovira, San Luis, Espinal, Coello y Flandes y las 169 veredas vinculadas a la cuenca del río Coello resultarían afectadas por el riesgo económico pues "la contaminación por mezcla de cianuro del Coello y sus consecuencias podrían generar la mayor calamidad económica de Colombia, esto es, la pérdida total de 200 mil ocupados anuales y el desabastecimiento alimentario de 15 mil toneladas anuales de arroz durante los próximos 10 años", indica el estudio.
Mientras el Ministerio de Minas habla de una desinformación para las organizaciones sociales, políticas, étnicas, ambientales, sindicales, estudiantiles y académicas el asunto es de una lucha de resistencia que cada día se fortalece a través de charlas, estudios, manifestaciones y foros para dejar claro que aún en el mundo no existe la primera mina que no haya dejado consecuencias nefastas para la comunidad y el medio ambiente, menos si se trata con un procedimiento a cielo abierto como lo sería para La Colosa.